La biblioteca de aula como alternativa frente al libro de texto

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La Biblioteca de Aula como alternativa frente al Libro de
Texto. Algunas consideraciones sobre las dificultades para
ponerla en marcha.
Fernando Ballenilla.
IES “San Blas”
Av. Isla de Corfú s/n
Alicante 03005 ESPAÑA
fernando.ballenilla@ua.es
Están claras las ventajas de una biblioteca de aula frente al uso del libro de texto único
en la enseñanza de las ciencias, por lo menos para aquellos profesores/as que utilizan
como referente un modelo didáctico investigativo y que además no asumen un
concepto absolutista de la ciencia, sino que, aceptándola como una actividad racional
de la humanidad, (que persigue la producción y la mejora de los conocimientos que
tenemos sobre la naturaleza), no dejan de tener en cuenta su relativismo (CHALMERS,
Alan F. 1982; HORGAN, John. 1998).
El libro de texto único se convierte para el alumno en el referente de lo que es “verdad”
en ciencia y también en un referente para el profesor/a sobre lo que deben saber los
alumnos/as y de lo que es una respuesta aceptable de estos a las cuestiones que se
planteen. Ocurre incluso en el caso de que el profesor tenga una visión relativista de la
ciencia (PORLAN, Rafael y MARTIN del POZO, Rosa. 1996).
El resultado de esto es que se propicia el aprendizaje memorístico y no significativo, ya
que al haber “una respuesta correcta”, siempre mejor elaborada y redactada que la que
el alumno/a puede construir, este apuesta por el aprendizaje memorístico sin más, ya
que obtiene mejores resultados en la calificación que si la respuesta estuviese elaborada
por él y fuese, por tanto, incompleta y peor redactada y formalizada que la del libro.
Por el contrario, la existencia de varios libros a disposición de los alumnos/as en el aula
obliga a estos, como mínimo, a discriminar cual es la información mas adecuada en
cada momento, aunque toda ella sea correcta. Los alumnos se dan cuenta además de la
saludable divergencia que hay en muchos libros, aunque sean de texto, a la hora de
abordar un tópico, lo que les lleva a relativizar sus repuestas frente a los problemas.
Observan que en ocasiones es uno de los libros el que les aporta la solución mas
adecuada, pero que eso no ocurre así siempre, y que al cambiar de tópico, es otro el
libro el que pasa a tomar la cabecera en sus preferencias. Incluso ven que hay libros en
que dicho tópico no está tratado, y no por eso son mejores o peores libros de texto. Esta
vivencia ayuda mucho más a asumir una imagen relativista de la ciencia y del
conocimiento científico que cualquier discurso del profesor/a.
Si encima se trata de libros de texto de distinta antigüedad, se les puede llamar la
atención para que sigan la evolución de las concepciones acerca de un tópico
determinado (por poner solo un ejemplo de los muchos que hay: la Tectónica de Placas
aparece en el año 1973 en los libros de CCNN del Bachillerato Español, y llama la
atención el tratamiento que se da a Wegener antes -de científico excéntrico- y después –
de eminente precursor de la Tectónica de Placas).
Además el profesor/a, al desaparecer el referente único, tiene que valorar en mayor
medida las aportaciones originales y las elaboraciones y síntesis de los alumnos/as, con
lo que no se van a estimular aprendizajes memorísticos y poco significativos.
Otro efecto pernicioso es que el libro se convierte en el referente más potente de lo que
“hay que dar” en determinado curso o nivel, mucho más que la legislación oficial sobre
contenidos, (que incluso resulta desconocida para muchos profesores). Esta visión
distorsionada de los contenidos lleva a convertir el curso académico en una carrera por
terminar el libro, que deja en la cuneta cualquier buena intención de desarrollar
prácticas más acordes con los intereses y la motivación de los alumnos, lo que requiere
una concepción de los contenidos menos convencional y más elástica.
Por el contrario, la existencia de una buena, variada y extensa biblioteca de aula,
además de constituir un elemento esencial para enriquecer el medio ambiente en que se
mueven los alumnos/as, permite tratar los contenidos con mas flexibilidad, ya que no
hay por qué seguir la pauta que marca este o aquel libro de texto, pudiendo elegir el
profesor/a y sus alumnos/as los mas adecuados en función del curriculum vigente y de
la disposición de estos para el trabajo.
La biblioteca de aula es además coherente con una dinámica investigativa en el aula ya
que permite sumergir a nuestros alumnos/as en auténticos procesos de investigación
bibliográfica, deben repartirse la tarea de consultar los distintos libros que tienen a su
disposición y por lo tanto tienen que trabajar en equipo, actividades todas ellas
coherentes con los supuestos de un modelo didáctico investigativo.
Para terminar este apartado, decir que no solo les estamos aportando a nuestros alumnos
una visión mas adecuada de lo que es la ciencia en la actualidad, y de cómo se trabaja
en ella, si no que también los estamos preparando mejor en el caso de que decidan
proseguir sus estudios en la universidad, donde es evidente que no se van a encontrar
con la ficción del libro de texto único en el que está condensado todo el saber que es
preciso conocer, sino que necesitaran saber manejarse con varios libros, desarrollar su
criterio a la hora de valorarlos como fuente de información y aumentar su destreza a la
hora de buscarla y de sintetizarla. Todas estas destrezas se ejercitan y desarrollan
gracias a la biblioteca de aula.
Si todo esto es así, ¿por qué su uso no está mas extendido?, pueden ser varias las
razones que favorezcan y hagan hegemónico el uso del libro de texto por parte de los
profesores/as.
La primera es que el uso de libro de texto responde a una tradición, (BALLENILLA, F.;
DOMENECH, J. 1992) y en ese sentido es difícil de sustituir aunque resultase
totalmente inútil (que no lo es). Circula un chiste sobre las actividades inútiles que se
desarrollan en los cuarteles, es así: En una ocasión se desplomó una porción de muro de
un cuartel, y como es lógico, para vigilar el recinto se aumentó el cuerpo de guardia y se
colocó a un centinela en el lugar. Tiempo después se reparó el muro, pero nadie se
percató de la inutilidad del centinela al variar las circunstancias, por lo que se siguió
perpetuando por inercia y tradición dicho puesto de vigilancia.
La perpetuación de una tradición inútil evocada en este chiste, (que nos hace sonreír a
los que hemos hecho la “mili”), sería injusto que la atribuyésemos solo al contexto
militar ya que es común a otras muchas estructuras sociales y por supuesto también a la
enseñanza. Está claro que el contexto social e histórico que justifica la aparición del
libro de texto es muy diferente del actual, y que, cuando menos, habría que replantearse
su función (SELANDER, Staffan. 1990).
Otra razón puede ser que el uso del libro de texto es cómodo, efectivamente, ayuda a
establecer rutinas de trabajo y en ese sentido facilita la tarea del profesor.
Sobre este punto simplemente decir que las rutinas de trabajo alternativas, coherentes
con un modelo investigativo, resultan igual de “cómodas” una vez que se tienen
asumidas (BALLENILLA, F.; CARBALLO, M.A.; GISBERT, M.J.; MARMOL, O.; y
otros.1998). Lo difícil no es llevar adelante una rutina alternativa cualquiera, sino el
proceso de cambio desde un tipo de rutinas a otro. Lo difícil es el cambio del modelo
didáctico personal (AZCARATE, P; BALLENILLA, F; GARCIA, E y otros.1999).
También hay que tener en cuenta que el libro de texto da seguridad al profesor/a. Al
acotar lo que “se debe saber”, da confianza al profesor que lo trabaja, o que lo ha usado
en años anteriores, porque restringe el campo del conocimiento abordable en el aula a
aspectos de la materia que domina, lo que le facilita mantener un grado de superioridad
intelectual apropiado sobre sus alumnos y alejar el temor de verse en entredicho.
Sin embargo el temor a “no saberlo todo” es propio de concepciones absolutistas de la
ciencia, en las que se piensa que esta es un saber mas o menos cerrado que
obligatoriamente debe conocer el profesor. Para nuestros alumnos/as es saludable
percatarse de que su profesor/a no conoce absolutamente todo y no está totalmente al
día ya que concuerda con la visión evolutiva y relativista de la ciencia que apoyamos.
Ser un profesor competente no significa saberlo “todo”, esa concepción de la
competencia docente, aparte de ser una ilusión, deja translucir una cierta visión
enciclopedista poco acorde con la realidad del desarrollo científico actual.
Además, el libro de texto es coherente con el modelo didáctico hegemónico en los
centros, efectivamente, diversos estudios y tesis doctorales (PORLAN, R. 1993)
confirman que hoy por hoy el modelo dominante en los centros es el “tradicional” cuyo
recurso didáctico fundamental, además de único en muchas ocasiones, es el libro de
texto.
Por otra parte, el libro de texto está socialmente aceptado. A pesar del importante
desembolso que supone para las familias, (entre 200 y 260 dólares cada año al comenzar
las clases), a pesar del excesivo peso que los chiquitos deben de transportar en sus
mochilas todos los días, a pesar de ser poco apreciados por los alumnos y terminar
sistemáticamente amontonados en algún rincón de casa al acabar el curso, a pesar de
todo eso y de algunas cosas mas, la compra del libro de texto es “lo normal”.
Ciertamente hay protestas de las asociaciones de padres pero estas no son contra el libro
en si, sino por el excesivo gasto que supone su compra todos los años (1).
Otro factor a tener en cuenta es que el libro de texto se ve favorecido por la
organización actual de la escuela. Al ocupar un mismo grupo siempre la misma aula y
ser los profesores los que nos desplazamos, se dificulta la creación de bibliotecas de
aula, ya que tendría que surgir del acuerdo de todos los profesores de ese curso, cosa
complicada porque es difícil alcanzar la unanimidad. La otra opción es que el profesor
que está por la biblioteca de aula organice la suya particular en cada una de las aulas
que visita o que la vaya transportando, soluciones ambas complejas (pero posibles, ¡se
trata de mi caso!). Quizás las cosas serían mucho más fáciles si cada profesor/a o
materia tuviese su aula y fuesen los alumnos/as los que se desplazasen.
Y por último no hay que olvidar que el libro de texto es apoyado por las editoriales, que
ejercen una gran presión sobre el sistema escolar para que se perpetúe. Para ellas es un
negocio redondo que sería menor si la vida de los libros, gracias a la biblioteca de aula,
fuese de varios años y no de un curso, como ocurre en la actualidad. Realmente es un
despilfarro que duren un solo año unos libros, cada vez mejor editados, con el coste
económico familiar y el gasto en papel y en otros recursos que supone.
Como vemos hay razones de peso que hacen muy difícil poner en marcha este excelente
recurso didáctico que es la biblioteca de aula, sin embargo es ahora el momento de
poner en marcha en los centros este tipo de recurso, ya que es coherente con los
supuestos de la LOGSE (la vigente y reciente ley de reforma educativa) y solo si
nuestros compañeros del centro las ven funcionar, y funcionar bien, se podrán dar las
condiciones para su generalización.
Dicho todo esto, me gustaría dejar claro que esta comunicación no va contra los libros
de texto, los hay muy buenos y mi biblioteca de aula pone a disposición de mis alumnos
muchos de ellos junto con libros de otro tipo. El problema no es el libro en sí, sino el
uso empobrecedor que se hace de él.
Notas:
(1)
Este mismo curso, el parlamento, sin ningún quebradero de cabeza, de un
plumazo y sin apenas debate, rechazó una iniciativa legislativa avalada por mas de
500.000 firmas y promovida por las asociaciones de padres de alumnos, en que se pedía
la gratuidad de los libros de texto en el tramo de la enseñanza obligatoria.
El falaz argumento de la derecha conservadora fue que se beneficiarían de la medida
tanto las familias con recursos económicos como las que no los tuviesen, y que en
consecuencia era mejor el sistema de becas. Con semejante argumento podrían haber
acabado también con la enseñanza gratuita en el tramo obligatorio y sustituirla por otro
sistema de becas tan insuficiente como el que hay para los libros de texto.
Está claro que la gratuidad de los libros de texto (es decir, que los pagase el estado) es
una medida que sólo beneficiaria a las familias con menos recursos económicos, ya que
al ser el impuesto sobre la renta progresivo (quien mas recursos tiene mas impuestos
paga), sería una manera de redistribuir la riqueza y de favorecer a los que mas lo
necesitan.
Referencias bibliográficas:
AZCARATE, P; BALLENILLA, F; GARCIA, E; MARTIN, R; MARTINEZ, C;
PORLAN, R. (1999) Formarse para cambiar la práctica. CUADERNOS DE
PEDAGOGIA Ed. Praxis BARCELONA Enero 1999, nº276,pag. 47-81
BALLENILLA, F.; DOMENECH, J. (1992) Com han de ser els nous materials.
ESPAIS DIDACTICS. Universidad de Valencia.
Valencia. Nº 5 pp 41-45
BALLENILLA,F.; CARBALLO,M.A.;GISBERT,M.J.;MARMOL, O.; y otros (1998)
La importancia de las rutinas alternativas para la configuración del modelo
didáctico INVESTIGACIN EN LA ESCUELA investigación en la Escuela. ed.
Diada. SEVILLA Nº 35,pag 63-75
CHALMERS, Alan F. (1982. Pr.ed. 1976.) ¨QUÉ ES ESA COSA LLAMADA
CIENCIA? SIGLO XXI. MADRID.
HORGAN, John. (1998 prim. Ed. 1996) EL FIN DE LA CIENCIA. LOS LÍMITES
DEL CONOCIMIENTO EN EL DECLIVE DE LA ERA CIENTÍFICA. Ed.
Paidos. Col. Transiciones. Barcelona.
PORLAN, Rafael (1993) CONSTRUCTIVISMO Y ESCUELA. Diada Sevilla.
PORLAN, Rafael y MARTIN del POZO, Rosa. (1996) Ciencia, profesores
y enseñanza: unas relaciones complejas. ALAMBIQUE Graó
Barcelona nº 8, pag. 23-32
SELANDER, Staffan. (1990) Análisis de textos pedagógicos. Hacia un
nuevo enfoque de la investigación educativa REVISTA DE Educación Edita:
Centro de Publicaciones del MEC. Madrid. Nº293
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