La apropiación de los recursos y la finalidad de la economía Rufino Almeida (Nota en la Revista 2010 – mayo 2008) Hay dos cuestiones que por esperadas no son menos significativas en el análisis del levantamiento de los propietarios y empresarios contra el gobierno por la renta del campo. Una, es la unificación de los actores económicos, sociales, partidarios y mediáticos, cuya identidad y actitud histórica antipopular reconstruyen al sujeto de las dictaduras, en una reacción a todo o nada, por fuera de la expresión política democrática. La otra, es que definitivamente y sin medias tintas, expresa la disputa por los recursos nacionales en el marco de la discusión sobre cual es la finalidad de la economía y de la matriz operativa que ciertamente permita alcanzarla. Para aquellos que se han beneficiado con la matriz económica establecida en los últimos años de dictadura y liberalismo, este debate es una vuelta al pasado. Sus voceros en los grandes multimedios hablan de los fantasmas setentistas de los Kirchner, del regreso al enfrentamiento entre argentinos, de la politización de un problema recaudatorio entre el gobierno y el campo. Son los mismos que desde la complicidad con el genocidio político, social y económico siempre llamaron al olvido y la reconciliación, los que pretenden marcar la cancha estableciendo el escenario y las condiciones unipolares a la democracia, imponiendo a diario la agenda y las consignas de los intereses del poder sobre las necesidades del pueblo. Apoyados en el Plan Condor Comunicacional de los grandes grupos multimedias describen una realidad a su medida y construyen figuras mediáticas referenciales de lo que esta bien y lo que esta mal mientras demonizan o glorifican a sus encarnaciones. Sectores medios y altos de las burguesías nacionales que juegan de apolíticos y mirando de afuera pero siempre terminan del lado de los que arman la fiesta del capital y la dependencia, pero que después se golpean el pecho y lloran por los rincones cuando los jefes globales les hacen comer la harina de la piñata. O se convierten en víctimas reaccionarias de los pueblos y gobiernos que les recuerdan quienes son y a que proyecto de país defienden. En conclusión, la discusión es netamente política, así lo admiten ellos mismos con sus expresiones reaccionarias y sus acciones antipopulares. Aunque quieren disfrazar de problema técnico económico al conflicto de intereses que los enfrenta como un sector que aporta el 5,3 % del PBI con el resto de la sociedad y sobre todo con los objetivos de bienestar general y distribución de la riqueza que la mayoría de los argentinos votamos. Queda claro entonces que estamos confrontando proyectos de Nación, es decir, determinar con qué finalidad y por lo tanto con que matriz económico productiva se deben organizar las actividades que extraen y aprovechan los recursos nacionales. Aquí aparece otra discusión básica y práctica: cuál es el fundamento jurídico y fiscal de esa matriz que otorga libertades y límites a los derechos consagrados por la Constitución Nacional, en tanto establece los principios de la estructura social y económica. Se debe responder a la pregunta: A quien pertenecen todos los recursos naturales, las tecnologías y el conocimiento y con que fines deben ser utilizados, más allá que se reconozca determinados y limitados beneficios a quienes pretendan usufructuarlos y desarrollarlos. Para los liberales y propietarios, es el supuesto anónimo y apolítico mercado el que debe regir la vida de las sociedades. Para el interés del pueblo, que es el interés público, colectivo y nacional, es el proyecto común que impulsa la justicia social en la distribución de los esfuerzos y los resultados, estableciendo prácticas sociales y económicas que garanticen la conservación y renovación de los recursos, el uso controlado de las tecnologías, el acceso y aprovechamiento general del conocimiento alcanzado, y la intervención estrictamente regulada del capital financiero. El proceso político social de las naciones latinoamericanas ha configurado la impronta popular que exige justicia social, soberanía e independencia definitiva. Esto se traduce en acción política y programas de gobierno que responden a estos intereses colectivos. Frente a ellos vuelve a levantarse la reacción de quienes se conciben como propietarios de la tierra y los recursos, se encolumnan en torno a las políticas globales de los grandes grupos económicos y la protección del poder militar y financiero de Estados unidos y Europa. Los proyectos de libremercado y ocupación militar de América Latina sucumbieron hasta ahora ante la unidad que los gobiernos actuales han alcanzado, apoyados en el avance de la movilización democrática y popular. Por eso los sectores del privilegio apelan a las armas de la provocación por la violencia social y la desestabilización económica. Siempre basada en las contradicciones sectoriales que surgen de estructuras jurídicas, políticas, económicas y sobre todo culturales basadas en el supuesto derecho natural a la apropiación individual e ilimitada de los bienes y recursos por parte del más fuerte, el más vivo, o el más canalla. La asonada del “campo”, empresarios de baja escala incluidos, lleva la misma lógica de apropiación individual de recursos y bienes, sin límites y a costa de todos los demás, como reza el ideario del capital, muestra que la cuestión de fondo no solo esta en la voluntad de distribuir resultados sino en la transformación de la estructura sistémica con la cual se genera y se apropia la riqueza. Las ideologías no han muerto, porque siguen vivos, y buscan siempre imponerse, los diferentes intereses materiales y la lógica cultural de apropiación de las clases sociales que pugnan por establecer su propio proyecto político para la matriz económica que relaciona recursos nacionales (como la tierra, la energía, las comunicaciones, etc) con la demanda (la necesidad de los pueblos), el trabajo (manual e intelectual) y el capital (ahorro, inversión, innovación) socialmente acumulado. Estamos en un momento crucial de la historia de uestros pueblos. La creciente consolidación nacional y articulación con nuestros hermanos de Latinoamérica parece exigir un nuevo avance en las políticas de transformación so pena de retroceder ante las pretensiones y acciones antipopulares de “verdadera vuelta al pasado” que enarbolan las fuerzas reaccionarias que se unieron esta vez tras el levantamiento de los apropiadores del recurso nacional que es la tierra. Intercalar a las políticas macroeconómicas de acumulación nuevas modalidades territoriales de gestión de la economía se hacen indispensables para dar lugar en la economía a los verdaderos pobres del sistema: movimientos campesinos, productores familiares, pueblos originarios, trabajadores autogestionados, organizaciones sociales, comerciantes barriales. Son ellos los que junto a los trabajadores empleados defienden siempre a la Nación. Innovar en las regiones, crear circuitos económicos intermunicipales e interprovinciales en arreglo a las necesidades, cadenas productivas y de servicios con referencias de costos abiertos para que el público pueda auditar su valorización y sus eslabones puedan participar en la distribución de resultados desde los procesos; juntas e institutos de centralización estratégica del intercambio de modo de establecer políticas de verdadera comercialización nacional y complementación regional latinoamericana. Nuevos instrumentos que consoliden la finalidad de justicia social e independencia del proyecto nacional común y que faciliten la participación democrática y popular en la gestión de la economía en todas sus etapas. Cuatro años y medio de gobierno popular han puesto de pie a la Nación, parece que es hora de estar alertas para defender, fortalecer y profundizar el sentido hacia donde caminamos, mantener el ritmo del pueblo y estrecharnos aún más con los procesos soberanos y populares en América Latina.