Un enfoque comparativo Economía política Barry Clark

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Economía política
Un enfoque comparativo
Barry Clark
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LOS PRINCIPIOS DEL LIBERALISMO CLÁSICO
Las características fundamentales del Liberalismo Clásico están contenidas en las
definiciones que éste da de algunos de los términos más polémicos de la economía política.
Naturaleza humana. Los seres humanos se mueven por intereses personales y son capaces
de actuar de forma autónoma utilizando su facultad de razonamiento para descubrir las
maneras más eficaces de satisfacer sus necesidades y deseos.
Sociedad. La sociedad es una agrupación de individuos sin finalidades u objetivos propios.
La sociedad buena permite a los individuos buscar sus intereses personales libres de
coacciones arbitrarias.
Gobierno. Los individuos crean un gobierno con el objeto de proteger sus derechos tal
como éstos han sido establecidos por una constitución. A parte de esta función, el gobierno
es tanto mejor cuanto menos gobierna.
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Moralidad. No existe ningún método objetivo para discernir qué valores son superiores a
otros; por lo tanto, los individuos tendrían que ser libres para determinar lo bueno y lo malo
basándose en sus preferencias personales. Los únicos valores sociales válidos son aquellos
que todos los ciudadanos respaldarían. Dado que nadie quiere que se violen sus derechos de
propiedad o sus derechos civiles, tales violaciones están mal y debieran ser ilegales.
Libertad. Sinónimo de autonomía y de independencia, la libertad es la ausencia de coacción
por parte del gobierno u otras personas.
Autoridad. La autoridad legítima sólo surge a través del consentimiento de los individuos a
renunciar a una porción de su autonomía. Por ejemplo, la autoridad en el lugar de trabajo
puede ser consentida por los empleados a cambio de un salario. Los ciudadanos pueden
consentir una autoridad por parte del gobierno a cambio de una protección de sus derechos
a la libertad y la propiedad.
Igualdad. Igualdad significa que todos los ciudadanos tienen la misma oportunidad para
dedicarse a una actividad económica y los mismos derechos civiles establecidos por la
constitución.
Justicia. La justicia requiere la protección de los derechos de propiedad y derechos civiles
establecidos por la constitución y el castigo a aquellos que violan los derechos de los
demás.
Eficiencia. La eficiencia es una situación en la que nadie puede estar mejor
económicamente sin perjudicar a otra persona. En otras palabras, los recursos se asignan a
aquellas personas más dispuestas y capaces de pagar por ellos.
EL LIBERALISMO CLÁSICO HOY
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La Gran Depresión de los años 1930 asestó un golpe terrible al liberalismo clásico al
persuadir a un gran número de ciudadanos de que no se podía confiar en el libre mercado
para organizar las actividades económicas. Desde la Depresión a los años 1970, los liberales
clásicos estuvieron visiblemente ausentes del debate público con la única excepción de
algunos miembros del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago. Sin
embargo, la combinación de alta inflación, alto desempleo y lento crecimiento durante los
años 1970 preparó el escenario para un resurgir del pensamiento liberal clásico. Casi de la
noche a la mañana, periódicos, revistas y debates públicos se llenaron de propuestas del
liberalismo clásico para resolver la crisis del moderno estado del bienestar. En las dos
últimas décadas, virtualmente cada país de Occidente se ha orientado hacia la reducción de
los gastos estatales, los impuestos, las regulaciones y las propiedades públicas. La inflación
y el desempleo han mejorado de forma espectacular, y únicamente ha tenido lugar una
recesión en Estados Unidos en los últimos quince años. Tres de las escuelas más destacadas
del pensamiento liberal clásico son la economía neo-austríaca, la teoría de la elección
pública y la nueva economía clásica.
La economía neo-austríaca
La conquista de Austria por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial forzó a
muchos intelectuales de este país a la emigración. Ludwig von Mises (1881-1973) y
Friedrich A. Hayek fueron los principales portadores de la ciencia económica austríaca a
Inglaterra y Estados Unidos. A pesar de que nunca fueron totalmente aceptados por los
economistas de la corriente dominante, Mises y Hayek consiguieron ganarse el respeto de
economistas tan influyentes como Lionel Robbins (1898-1984), Fritz Machlup (18811973), Oskar Morgenstern (1902-1977) y Gottfried Haberler. Más recientemente, se ha
desarrollado en Estados Unidos una nueva escuela de pensamiento austríaca liderada por
Israel Kirzner, Murray Rothbard (1926-1995) y Roger Garrison. Los escritos de los neoaustríacos se presentan en Austrian Economics Newsletter, Journal of Libertarian Studies,
Social Philosophy & Policy y Critical Review.
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A pesar de que los neo-austríacos asumen el libre mercado y la libertad personal, rechazan
el supuesto de que los individuos posean toda la información. Si prevaleciese toda la
información, entonces los planificadores posiblemente podrían reproducir el mercado, y la
defensa de la propiedad privada se debilitaría. Los neo-austríacos admiten sin problemas
que los mercados están impregnados de defectos, incluyendo los elementos monopolísticos,
la incertidumbre y las externalidades. Su defensa del mercado no se basa en su capacidad
para asignar recursos de forma eficiente en cualquier momento preciso, sino en su papel
como motor para descubrir y aplicar el conocimiento que elevará los estándares de vida.
Los individuos que ocupan nichos únicos en el mercado detentan la mejor información y
tienen el incentivo más fuerte para innovar. Ninguna agencia de planificación o burocracia
puede rivalizar con el dinamismo de los empresarios para hacer avanzar la tecnología. De
hecho, según los neo-austríacos, la intervención del gobierno casi siempre será perjudicial
porque el gobierno atiende más a los grupos de interés especial que a la promoción del bien
público.
Sin los supuestos de racionalidad de la economía neoclásica, los neo-austríacos confían
menos en las matemáticas y más en el argumento persuasivo. De hecho, comparten con los
radicales su rechazo al esfuerzo neoclásico de crear una economía científica análoga a la
física. Irónicamente, los neo-austríacos concluyen que la economía es, en gran parte, un
proyecto acabado. Habiendo demostrado la eficiencia de los mercados y los fallos del
gobierno, los economistas neo-austríacos no tienen otra cosa que hacer excepto continuar su
esfuerzo por persuadir a otros economistas, a políticos y al público de que el laissez-faire
es la mejor política. La perspectiva neo-austríaca ha influido sobre la economía
convencional con el desarrollo de la teoría de los juegos para esclarecer situaciones en las
que se deben tomar decisiones sin tener toda la información.
La teoría de la elección pública
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Reconociendo el poder creciente del gobierno en las sociedades capitalistas, algunos
teóricos liberales clásicos han intentado analizar la toma de decisiones políticas aplicando
los mismos principios de la elección individual racional utilizados para explicar las
acciones de los consumidores y las empresas. Rechazando la moderna visión liberal del
gobierno como promotor imparcial del bienestar de la sociedad, los teóricos de la elección
pública afirman que los votantes, los burócratas y los políticos se comportan del mismo
modo que los consumidores individuales y los productores: persiguen sus intereses
privados, buscando la máxima utilidad al mínimo costo. Los ciudadanos votan a los
candidatos que proporcionarán los máximos beneficios con los impuestos más bajos. Los
burócratas buscan garantía de empleo, sueldos altos, promoción profesional y estatus social,
todo ello minimizando el esfuerzo laboral. El principio rector de los políticos es elegir la
maximización del voto puesto que para mantener los beneficios del cargo público tienen
que ser reelegidos.
Los teóricos de la elección pública consideran la política simplemente como una actividad
económica que se lleva a cabo en la esfera pública del gobierno en vez de en la esfera
privada del mercado. Este enfoque de la economía política a veces recibe el nombre de
“Escuela de Virginia”, ya que sus principales defensores enseñaban en la Universidad de
Virginia en los años 1960; posteriormente se trasladaron al Instituto Politécnico de Virginia
en los setenta y finalmente establecieron una base permanente en la Universidad George
Mason en los años ochenta. El teórico más destacado de la elección pública es James
Buchanan, que obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1986. Otros colaboradores
importantes incluyen a Anthony Downs, Gordon Tullock, William Riker y Richard
McKenzie. Buchanan y Tullock fundaron la Public Choice Society en 1963. Los escritos de
esta escuela aparecen en las revistas Public Choice, Constitutional Political Economy, The
Independent Review y Economics & Politics.
Los teóricos de la elección pública mantienen la creencia liberal clásica en el libre mercado,
pero expresan una preocupación acerca del hecho que la política democrática crea una vía a
través de la cual los individuos y los grupos pueden obtener beneficios económicos
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mientras reparten los costos entre los contribuyentes. Puesto que se espera que los
individuos persigan sus intereses de todas las maneras disponibles, poner fin a este abuso de
democracia requiere unos límites constitucionales estrictos que ciñan el gobierno a su papel
apropiado como protector de los derechos de propiedad.
Nueva economía clásica
Cuando las políticas keynesianas fallaron a principios de los años 1970, los liberales
clásicos rápidamente llenaron el vacío teórico. La nueva economía clásica representa el
resurgimiento de las ideas del laissez-faire del siglo XIX. Algunos de sus principales
defensores son Thomas Sargent, Neal Wallace, Robert Lucas y Robert Barro. Se pueden
encontrar escritos de los nuevos economistas clásicos en Journal of Political Economy y
American Economic Review.
Los nuevos economistas clásicos se centran en el papel de las expectativas y en cómo éstas
afectan el comportamiento individual. Sargent y Wallace desarrollaron la teoría de las
“expectativas racionales” para demostrar la falacia de los esfuerzos keynesianos por reducir
la tasa de desempleo. Si los ciudadanos tienen expectativas racionales, su comportamiento
tomará en cuenta cualquier efecto anticipado de la política estatal. Cuando el gobierno
intente estimular la economía, los ciudadanos que anticipan una mayor inflación elevarán
sus reivindicaciones salariales, compensando de este modo cualquier tendencia a que los
empresarios contraten a más trabajadores. En resumen, cualquier esfuerzo deliberado por
parte del gobierno por aumentar la actividad económica se verá frustrado por las reacciones
de los ciudadanos que buscan defender sus ingresos ante una inflación anticipada. Los
nuevos economistas clásicos concluyen que el gobierno no puede disminuir el nivel de
desempleo y que por lo tanto debiera renunciar a tales intentos.
Existen otros dos enfoques teóricos estrechamente relacionados con la nueva economía
clásica: el monetarismo y la economía de la oferta. El primero, cuyo paladín fue Milton
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Friedman, busca revisar la idea clásica de que la cantidad de dinero de la economía afecta
los precios pero no al nivel de empleo o al output. Los monetaristas concluyen que una
política monetaria activa por parte del Sistema de la Reserva Federal no puede tener ningún
impacto positivo sobre el desempleo y por lo tanto se debería abandonar en favor de un
crecimiento constante de la oferta monetaria a una tasa suficiente para adaptarla a los
aumentos del output real. […]
(pasa a la página 100 del texto original)
[…] La economía postkeynesiana
La decadencia del prestigio de la economía keynesiana en los años 1970 fue sintomática del
desorden que sufría el liberalismo moderno. Algunos economistas trataron de rescatar las
ideas keynesianas argumentando que economistas norteamericanos como Paul Samuelson
habían malinterpretado las ideas de Keynes. Entre las figuras tempranas de la economía
postkeynesiana se encuentran Joan Robinson, una colega de Keynes en la Universidad de
Cambridge, y Michael Kalecki (1899-1970), un economista polaco que llegó de forma
independiente a las mismas ideas que Keynes. Otros colaboradores importantes al comienzo
fueron Piero Sraffa (1898-1983), Maurice Dobb (1900-1976) y Nicholas Kaldor (19081986). En Estados Unidos, la economía postkeynesiana fue propuesta por Sidney Weintraub
(1914-1983), Alfred Eichner (1937-1988) y Hyman Minsky (1919-1996). Entre los
postkeynesianos contemporáneos se hallan Paul Davidson, Geoff Harcourt, Victoria Chick
y Joan Eatwell. Los escritos postkeynesianos se presentan en Journal of Post Keynesian
Economics, Cambridge Journal of Economics y Review of Political Economy.
Keynes pedía dos reformas principales: una acción gubernamental para regular el gasto
agregado y un control del gobierno o “socialización” de la inversión. Los responsables de la
política económica de Estados Unidos adoptaron la primera reforma pero ignoraron la
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segunda porque ésta requiere una gestión gubernamental más amplia de la economía. Sin
embargo, los postkeynesianos creen que, sin control sobre la inversión, el gobierno no
puede mantener ni la estabilidad de los precios ni un bajo desempleo durante largos
períodos.
Los postkeynesianos atribuyen el fracaso de la “gestión de la demanda” a la concentración
creciente de la producción en las economías capitalistas avanzadas. En ausencia de una
competencia efectiva, las empresas poseen “poder de mercado” y utilizan los “precios
administrados” simplemente añadiendo el margen de beneficios deseado a sus costos para
determinar el precio de sus productos. En este contexto, los esfuerzos estatales para
controlar la inflación se ven obstaculizados. Cuando el gobierno recorta los gastos o
restringe la oferta monetaria, las empresas simplemente despiden trabajadores y reducen el
output en vez de rebajar sus precios. El resultado es la estanflación -inflación y desempleo
simultáneos.
Desde la perspectiva postkeynesiana, la estanflación se puede resolver mediante los
esfuerzos del gobierno para controlar los salarios y precios, para implicarse directamente en
dirigir la inversión a ciertas industrias y quizás para hacer funcionar industrias clave tales
como la energía y las comunicaciones. Los postkeynesianos creen que la economía del libre
mercado no sólo es propensa a la estanflación sino que no puede generar el crecimiento de
la productividad requerido para seguir siendo competitiva en los mercados internacionales.
[…]
(pasa a la página 134 del texto original)
[…] Los liberales clásicos del siglo XIX se sentían tan seguros de la estabilidad inherente a
la economía de mercado que atribuían los ascensos y recesiones reales de la economía a
fuerzas externas. Por ejemplo, W. Stanley Jevons (1835-1882) afirmaba que las manchas
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solares afectaban a la agricultura y por ello causaban depresiones económicas generales.
Otros economistas atribuían los ciclos económicos a los descubrimientos periódicos de oro,
a las oleadas de emigrantes de Europa a Estados Unidos o a las guerras. Estas explicaciones
de la inestabilidad siguieron siendo predominantes hasta la Gran Depresión, en la que el
fracaso manifiesto del mercado resultó en una pérdida de estatus para el liberalismo clásico
que duró los cuarenta años siguientes.
La resistencia clásico-liberal a la macroteoría keynesiana procedió sobre todo de
economistas austríacos tales como Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, que insistieron
en que la mala gestión estatal de la oferta monetaria había ocasionado los ciclos
económicos. Según los austríacos, los bancos centrales como la Reserva Federal hacen
bajar los tipos de interés a niveles artificialmente bajos emitiendo demasiado dinero. Los
tipos de interés bajos resultan en demasiada deuda y un gasto excesivo, lo cual, a su vez,
causa inflación. En algún momento, el banco central debe restringir la oferta monetaria,
elevando los tipos de interés y provocando una recesión a medida que la economía vuelve a
una tasa de crecimiento sostenible. Dado que los austríacos creían que el sobreestímulo a la
economía por parte del banco central crea las condiciones que llevan a la recesión,
consideraban que el remedio keynesiano de más gasto estatal empeoraba el problema. (1)
Otro economista liberal clásico que luchó contra la revolución keynesiana fue Milton
Friedman de la Universidad de Chicago. Friedman afirma que la depresión de 1930 fue
provocada por el Sistema de la Reserva Federal y el proteccionismo comercial. La Federal
Reserve Act de 1913 estableció el Sistema de la Reserva Federal (Fed), un banco central
encargado de controlar la oferta monetaria. Durante los años 1920, la economía
norteamericana experimentó una deflación y unos tipos de interés altos mientras el Fed
mantenía un control estricto de la oferta monetaria. En 1929, estas condiciones acabaron
por estropear el optimismo que alimentaba la especulación en el mercado de valores. La
quiebra subsiguiente provocó un bajón económico que podría haber sido efímero si el
Congreso no hubiese aprobado la Smooth-Hawley Act de 1930 que imponía tarifas altas a
los productos importados. Cuando otros países respondieron con tarifas similares, el
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comercio internacional colapsó y tuvo lugar una verdadera depresión. Desde la perspectiva
de Friedman, estos ejemplos de intervención gubernamental, en primer lugar, el manejo
inepto del Fed de la oferta monetaria y, más tarde, las tarifas Smooth-Hawley impidieron
que las naturalmente equilibradoras fuerzas del mercado pudiesen restaurar rápidamente la
prosperidad. (2)
Los economistas austríacos y Friedman consiguieron poca atención hasta que las economías
occidentales se encontraron con serias dificultades en los años 1970. La incapacidad de las
políticas keynesianas para afrontar la inflación y la recesión simultáneas abrió la puerta al
resurgir del liberalismo clásico. Con las etiquetas de economía de oferta, monetarismo y
nueva economía clásica, la economía política liberal clásica recuperó su lugar central casi
tan rápidamente como lo había perdido en los años 1930. Estas teorías pretenden demostrar
que el gobierno causa tanto la inflación como el desempleo. Sin embargo, sigue habiendo
un cierto desacuerdo respecto a la relación entre gobierno e inestabilidad.
La economía de la oferta, tal como la popularizaron Arthur Laffer, Jack Kemp y Jude
Wanniski, echa la culpa de la inflación y el desempleo a los costos crecientes asociados a
las regulaciones del gobierno, los impuestos y la ineficiencia de los programas estatales. (3)
Los costos crecientes de producción conducen a un output y un empleo reducidos, así como
a precios más altos.
Los economistas monetaristas, liderados por Milton Friedman, se centran en el Sistema de
la Reserva Federal como la causa de la inestabilidad. (4) Al asumir que la economía
funciona de modo natural en o cerca del pleno empleo y que la velocidad del dinero es
bastante constante, los monetaristas concluyen que cualquier aumento de la oferta
monetaria que exceda la tasa de crecimiento económico provocará inflación. Esta inflación
“de demanda” resulta de “demasiados dólares persiguiendo a demasiados pocos bienes”
(“too many dollars chasing too few goods”).
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Nuevos economistas clásicos como Robert Lucas, Thomas Sargent, Neil Wallace y Robert
Barro proponen una versión ligeramente distinta del papel del gobierno en la
desestabilización de la economía. (5) Argumentan que los individuos aprenden rápidamente
de la experiencia a anticipar los efectos de la acción del gobierno. Estas “expectativas
racionales” permiten que los individuos bloqueen de forma efectiva los esfuerzos del
gobierno para estimular la economía. Por ejemplo, si el Fed aumenta la oferta monetaria,
los trabajadores pueden exigir salarios más elevados anticipando los precios más elevados,
y las empresas, anticipando los costos más elevados, subirán los precios para mantener sus
beneficios. Los nuevos economistas clásicos concluyen que un estímulo monetario sólo
provoca inflación, sin ningún impacto duradero sobre el nivel de empleo o el output.
Todos los liberales clásicos consideran el gasto financiado a través del déficit por parte del
gobierno como una causa principal de inflación. Además de aumentar la demanda agregada
y hacer subir los precios, los déficits fuerzan al gobierno a competir con el sector privado al
pedir dinero prestado. Como los valores del Estado se venden en los mercados crediticios,
los precios de los valores caen y los tipos de interés suben. Los tipos de interés más altos
“excluyen” los créditos para la inversión privada, lo que en última instancia lleva a unas
tasas de crecimiento más lentas de la productividad y el output.
El gobierno también provoca desempleo al interferir en la asignación eficiente de los
recursos por parte del mercado. Las leyes de salarios mínimos, la protección federal a los
sindicatos y otras regulaciones son todas ellas medidas que disuaden las empresas de
contratar más empleados, mientras que los programas de bienestar social provocan que
algunas personas rehuyan el trabajo. Los liberales clásicos creen que se puede atribuir una
“tasa natural de desempleo” a las intervenciones combinadas y a las rigideces del mercado
impuestas por el gobierno. El gobierno también contribuye indirectamente al desempleo
provocando la inflación. Una vez que la inflación comienza, se autoalimenta. Una
“psicología inflacionaria” lleva a las personas a gastar más que a economizar y a utilizar su
poder de mercado para incrementar los precios. De igual modo, la inflación deteriora la
capacidad del mercado para asignar recursos de forma eficiente, lo que reduce el producto
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y contribuye a aumentos adicionales de los precios. Una inflación desenfrenada acabará por
hacer que la economía colapse en una depresión, tal como sucedió en Alemania en los años
1920. Así pues, el gobierno debe intervenir para generar una recesión de forma
intencionada aplicando los mecanismos de contención monetarios y fiscales. De nuevo, el
desempleo resulta de los esfuerzos inútiles del gobierno para estimular la economía más
allá de su capacidad productiva.
Aunque los economistas de la oferta, los monetaristas y los nuevos economistas clásicos
culpan al gobierno de iniciar la inflación y el desempleo, sin embargo ofrecen pocas
explicaciones sobre estas políticas irresponsables. Otro grupo de ideas llamado teoría de la
elección pública llena este vacío. Las acciones del gobierno se atribuyen al propio interés de
los políticos, burócratas y votantes. Ya que los votantes se sienten atraídos por los
beneficios del gobierno pero no por los impuestos, los políticos ofrecen más beneficios y
menos impuestos. El déficit del gasto financiado por créditos al gobierno sitúa la carga de
los beneficios actuales sobre las futuras generaciones que aún no pueden votar. De modo
similar, aumentar la oferta monetaria puede crear una ilusión de prosperidad porque los
votantes se centran en el estímulo a corto plazo al empleo y los ingresos a pesar de la
posible erosión de estas ventajas por la inflación.
Los liberales clásicos también creen que los políticos provocan inestabilidad económica al
buscar su reelección. Durante el año más o menos antes de una elección, las políticas del
gobierno se manipulan para estimular la economía de tal forma que los ciudadanos estén
contentos cuando entren en la cabina de voto. Después de la elección, la economía debe
frenarse para contrarrestar las presiones inflacionistas que resultan de los estímulos
anteriores. Los liberales clásicos llaman a este proceso “ciclo económico político” y
argumentan que éste constituye un componente importante de la inestabilidad económica en
las naciones occidentales. (6)
Finalmente, el economista Mancur Olson (1932-1998) afirmaba que el pasado éxito de los
gobiernos en la prevención de recesiones contribuyó a la solidificación de las coaliciones de
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búsqueda de rentas y de grupos de intereses que dificultan la eficiencia y la flexibilidad del
mercado. Sin la disciplina periódica de la recesiones que obligan a las empresas y a los
trabajadores a renovar su compromiso con la eficiencia, la economía se vería
progresivamente atada por las “rigideces sociales” que consisten en grupos de interés con
poder para suprimir la competencia. Una vez que estos grupos se hacen con la autoridad del
gobierno para hacer progresar sus intereses, la vitalidad del mercado se marchita y el
declive económico es inevitable. (7)
Políticas de estabilización
El principio rector que se halla detrás de las políticas de estabilización liberales clásicas es
la creencia en la estabilidad inherente de una economía de mercado libre de las restricciones
de la intervención del gobierno. Una vez que las barreras a la rentabilidad, el ahorro y la
inversión se eliminan mediante la rebaja de los impuestos, la disminución de las
regulaciones, la estabilización de la oferta monetaria y la eliminación del déficit
presupuestario, la economía de mercado generará de forma natural un crecimiento no
inflacionario. Los liberales clásicos también consideran la inflación como un problema más
serio que el desempleo ya que las presiones inflacionarias trastornan el mercado y en última
instancia son responsables de las recesiones subsiguientes. Atenúan la gravedad del
desempleo argumentando que las estadísticas oficiales exageran el problema, ya que
muchas personas que el gobierno considera en situación de paro en realidad trabajan en la
“economía sumergida”.
A pesar de que existe un consenso entre los liberales clásicos respecto a que se debe reducir
la dimensión del gobierno a fin de estabilizar la economía, están en desacuerdo respecto a
las estrategias para lograr este objetivo. Algunos liberales clásicos quieren que el Fed
mantenga una tasa fija de crecimiento monetario equivalente a la tendencia a largo plazo
del crecimiento real de la economía del 2 al 3%. Proponen una independencia cada vez
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mayor del Fed respecto a la influencia política del Congreso y del Presidente o incluso una
enmienda a la Constitución que exija un tipo fijo de expansión monetaria. (8)
Friedrick Hayek desarrolló la idea de poner fin al monopolio de creación de dinero del Fed
mediante permitir que circulasen diversas monedas emitidas de forma privada. Puesto que
la gente tendería hacia monedas que mantuviesen su valor, las presiones competitivas
forzarían cada emisor a limitar la cantidad de dinero creada. (9) Otra estrategia clásicoliberal para restringir el crecimiento monetario exige una vuelta al patrón oro. La creación
de dinero se vería limitada por la dimensión de las reservas oficiales de oro de la nación.
Los liberales clásicos también favorecen la desregulación y la privatización en tanto que
métodos para reducir el alcance de la actividad gubernamental. Estas políticas reducirían los
gastos estatales, disminuirían los costos empresariales, estimularían la competencia y
mejorarían la eficiencia. Los liberales clásicos argumentan que la mayor parte de
actividades que el gobierno habitualmente lleva a cabo se originaron a partir de las
presiones de grupos de intereses especiales, incluyendo las diversas burocracias que
administran los programas estatales. Se puede eliminar o transferir al sector privado una
serie extensa de programas estatales sin perjudicar los intereses públicos.
La mayoría de los liberales clásicos recomienda recortes en los gastos estatales con el
objeto de reducir las dimensiones del gobierno y estabilizar la economía. La expansión sin
precedentes del déficit presupuestario federal en los años 1980 y principios de los 1990
intensificó la preocupación por los gastos estatales. Algunos liberales clásicos son
partidarios de una enmienda a la Constitución que exija un presupuesto equilibrado o que
establezca un límite a los gastos estatales como un porcentaje del PIB. En cambio, otros
liberales clásicos, especialmente los economistas de oferta, son partidarios de rebajar los
impuestos, argumentando que el incentivo de unas ganancias más elevadas después de
impuestos conducirá a una mayor actividad productiva y, por consiguiente, a una base
impositiva más amplia. Con más por gravar, los ingresos públicos pueden aumentar
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realmente a pesar de tipos de gravamen más bajos. En resumen, los partidarios de la oferta
declaran que podemos “crecer para salir del déficit”.
Sin embargo, no todos los liberales clásicos aceptan las teorías de la oferta. Aunque disfruta
con la idea de que la reducción de impuestos sirva para cortar la “sangre” del gobierno,
Milton Friedman argumenta que, en el pasado, unos impuestos fiscales insuficientes no
contuvieron los gastos estatales. Friedman duda de si unas tasas impositivas más bajas
realmente pueden llevar a ingresos fiscales más elevados; por el contrario, las rebajas de
impuestos pueden resultar simplemente en mayores déficits a menos que se equiparen a
reducciones similares o mayores de los gastos estatales.
Los liberales clásicos cuestionan la noción de intercambio (trade-off) entre inflación y
desempleo; insisten en que sólo una inflación no anticipada reduce el desempleo. En cuanto
la gente se acostumbra a cualquier tasa de inflación particular, la economía vuelve a la “tasa
natural” de desempleo que sólo se puede reducir restituyendo la competencia al mercado a
través de reformas institucionales tales como la destrucción de los sindicatos, las
desregulaciones y la eliminación del Estado del bienestar.
Cuando la recesión ocurre, los liberales clásicos se oponen a los esfuerzos del gobierno para
mitigar los problemas asociados al desempleo y la bancarrota. Creen que las recesiones
restituyen la disciplina y la eficiencia a la economía. Si el gobierno amortigua el impacto,
está impidiendo que los mecanismos autocorrectores del mercado actúen. E inversamente,
si el gobierno resiste a las presiones políticas para intervenir, las recesiones serán efímeras y
la economía reanudará un crecimiento estable.
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Traducción: Beatriz Krayenbühl Gusi
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