La Universidad y el nuevo Rectorado Un análisis externo de la reciente reelección de Felipe Pétriz como Rector puede inducir a pensar que la Universidad de Zaragoza optó por la continuidad entre opciones muy similares. Los tres candidatos, en una campaña electoral quizás confusa, insistieron en cuestiones, como el desafío del Espacio Europeo de Educación Superior, que no proyectaban grandes discrepancias, mientras que no emergieron las profundas diferencias entre programas. Sin embargo, la comunidad universitaria claramente apreció cada opción y, a sabiendas, dio un amplio crédito al nuevo Rector. Indudablemente el conocimiento, talante y experiencia del candidato contribuyó al resultado, pero igualmente lo hizo su programa electoral que contiene cambio netos en la gestión de la Universidad, así como la credibilidad de las personas que apoyaron su proyecto y candidatura. El clima de participación y consenso con que se elaboraron los Estatutos condujo a un articulado ampliamente compartido, difuminó fronteras entre opciones de política universitaria y puso sordina a diferencias entre grupos de claustrales. Durante la discusión y elaboración de los Estatutos no era el momento para que aparecieran las opciones en liza, pero ciertamente lo hicieron en el mismo momento en que comenzó a jugarse el control de la gestión de la Universidad en las elecciones a Rector. Uno de los grupos de profesores formadores de opinión, Colectivo de profesores, consideró que no era posible continuar el ejercicio de participación y consenso mantenido en la elaboración de los Estatutos, que intentaba Felipe Pétriz. Así, manteniéndose en su equipo de gobierno e incluso desde el mismo, se lanzó y apoyó la candidatura de Fidel Corcuera en una actuación no exenta de contradicciones de todo tipo. Esta iniciativa puede considerarse desleal o no, pero sin duda resulta coherente con una trayectoria de casi dos décadas en las que Colectivo ha primado el control del gobierno por sus afines sobre otras consideraciones de mérito o eficacia y, posiblemente, se alinea con una estrategia de llegar a una hipotética segunda vuelta de la votación en mejor situación para negociar. Durante la campaña, esa candidatura, que tenía como lema el cambio, intentaba de hecho mantener su control en la gestión, cuando lo importante e imprescindible es liberar la creatividad e iniciativa de la Universidad para adaptarla a las circunstancias cambiantes de nuestra sociedad. Así, la verdadera batalla electoral se ha librado entre dos modelos o visiones alternativos; uno que, consciente del presente, mira al futuro primando consideraciones de calidad, eficacia y responsabilidad social, y otro que, alimentado por casi dos décadas de control y distribución de cargos, quiere mantener su estatus hegemónico por encima de casi cualquier otra consideración. Solamente dos de los tres candidatos llevaban detrás un respaldo importante de la comunidad universitaria pero, aún así, el tercero recibió un apoyo no despreciable. La candidatura de Vicente Calatayud, que sin duda fue la más inesperada, recibió un modesto respaldo global basado principalmente en su Facultad de Medicina y marginalmente en algunos Centros como Veterinaria, CPS y Ciencias. Pero, sobre todo, los resultados dejan en su sitio al Colectivo de profesores, que fundamenta el apoyo a su candidato Fidel Corcuera en el sector de estudiantes y en las Escuelas Universitarias. Está claro que no han sabido o querido leer el nuevo equilibrio de la Universidad de Zaragoza; un 25% de apoyo es una proporción pequeña teniendo en cuenta que han controlado su gobierno desde la implantación de la LRU. A su vez, la candidatura de Felipe Pétriz ha contado con un apoyo muy mayoritario entre el profesorado. Este apoyo es altísimo entre los profesores funcionarios doctores, que son los que tienen una mayor influencia y perspectiva de la actividad universitaria, pero también lo es en el resto del profesorado e igualmente ha sido más que bueno entre los profesionales de administración y servicios. Este apoyo se basó tanto en el conocimiento y credibilidad de la candidatura como en la lectura del programa que, en las circunstancias actuales, representaba la alternativa más conveniente para el futuro de la Universidad. Sin duda las diferencias programáticas referidas a transparencia, descentralización, efectividad y operatividad en la gestión, promoción de la investigación y apertura de la Universidad fueron entendidas. Afirmaciones sobre estas cuestiones provenientes de diferentes candidatos podían sonar igual, es posible, pero la comunidad universitaria entendió que no era lo mismo según quien lo dijera. La Universidad de Zaragoza inicia una etapa con muchas “caras nuevas” en su equipo de gobierno. Hay claramente una nueva mayoría, en mejor sintonía con lo que requieren los nuevos tiempos, bastante repartida entre los distintos Centros y que representa una nueva distribución de la capacidad de decisión, en principio mucho más descentralizada. El Claustro, que mayoritariamente elige sus representantes por Centros, cabe pensar que mantendrá esta composición y que la coherencia necesaria para la gobernabilidad entre los dos órganos, Rectorado y Claustro, estará garantizada. Si se confirma este nuevo panorama, los próximos cuatro años deberían permitir que la institución complete su transformación y adaptación a la legalidad y experimente un fuerte impulso renovador en todos sus ámbitos de actividad. Marcos Sanso Frago(1) y Rafael Navarro Linares (2) (1) Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (2) Director del Centro Politécnico Superior de Ingenieros