PARTICIPACIÓN CIVIL EN LA REVOLUCIÓN DEL ’30 ¿GOLPE CIVIL O MILITAR? Norberto O. Candaosa Habitualmente se considera a la revolución de 1930 como la primera revolución militar propiamente dicha en contraposición con las anteriores, a las que se suele calificar como revoluciones civiles con apoyo militar. Cuando se evalúa lo escrito sobre la misma resulta difícil comprender como un general retirado, sin mando ni mayor predicamento en el Ejército; con sólo el apoyo de los cadetes del Colegio Militar y alguna subunidad de menor importancia pudo imponerse a un gobierno que contaba con el apoyo de las Fuerzas Armadas, que no compartieron el golpe; y derrocar a un Presidente que apenas dos años antes había triunfado por un importante margen en las elecciones y contaba con mayoritario apoyo popular. Estas dudas se aclaran cuando en vez de centrar la atención en los hombres y hechos militares (aunque en realidad la mirada suele serlo sobre las consecuencias posteriores del golpe) la prestamos sobre los personajes civiles, particularmente las personalidades políticas y en especial sobre los colaboradores radicales de Yrigoyen. Esta visión nos da otra perspectiva, totalmente distinta, de las responsabilidades, participación y ejecutores principales de la confabulación y puede entenderse por qué, en un hecho insólito para un gobierno militar la totalidad del gabinete, salvo los ministerios de Guerra y Marina, y hasta la Vicepresidencia de la Nación, son ocupadas por civiles. Para llegar a esta evaluación se han tomado en cuenta las publicaciones y fuentes conocidas y de uso frecuente para el tratamiento de este hecho revolucionario; pero destacando especialmente la participación de civiles. Con esta óptica, la revolución del ’30 no sería la primera revolución militar propiamente dicha sino la última de las revoluciones civiles con apoyo militar. La diferencia sustancial con los otros golpes de Estado anteriores del mismo tipo, es que este tuvo éxito. Esta evaluación lo es sin perjuicio de reconocer que los hechos políticos posteriores a este golpe lo hayan convertido en un punto de inflexión por sus características políticas, económicas o de predominio militar entre las revoluciones que se produjeron antes de él y las de 1943, 1955, 1966 y 1976; las que pueden calificarse como golpes militares con apoyo civil. La aparición del ‘Klan Radical’ el 4 de julio de 1929 exigiendo que se rechacen los diplomas de los diputados electos por San Juan y Mendoza, actitud que se adoptó el 2 de agosto con el Dr. Cantoni y el Ing. Porto, creó un clima de permanente conflicto con la oposición. A esto se agregó luego el rechazo del diploma del senador Lencinas por Mendoza. A estos hechos desestabilizadores de la democracia se sumaron el ataque anarquista contra la vida de Yrigoyen y el que militantes radicales armados con winchester efectuaron contra una manifestación conservadora en Lincoln hiriendo a Fresco, Videla Dorna y Vignart. En julio se rechaza el diploma de Videla Dorna como diputado y en agosto también el del diputado Lencinas. Estas medidas contra la oposición, las constantes huelgas, las manifestaciones callejeras reprimidas por la policía, la crisis financiera, algunos hechos sangrientos, la parálisis del Congreso y el Poder Ejecutivo y los rumores de la intervención a la provincia de Entre Ríos, cuyas fuerzas políticas incitan al pueblo a tomar las armas para defenderse del yrigoyenismo; crean durante el mes de agosto un particular clima de inestabilidad política. El 31 de julio de 1929 el embajador norteamericano en Buenos Aires elevaba un despacho a Washington en el que expresaba: “los problemas gubernamentales y económicos están acercándose a una situación de parálisis. No veo como pueden seguir mucho más tiempo en el mismo estado sin que se produzca un estallido, violento o pasivo, para retrotraerlos a las condiciones de desarrollo normal y sano que merecen en este fértil y rico país. Un cambio de actitud de último momento podría salvar la posición del presidente Yrigoyen, pero creo que se trata de una concesión imposible en vista de su edad y su deterioro mental, de modo que temo que este gobierno continuará su marcha hacia lo inevitable”. (1) Sobre esta situación, pero particularmente sobre sus consecuencias inmediatas opinan los historiadores: La influencia de las doctrinas aristocratizantes y nacionalistas de Barrés y Maurras había sido penetrante en ciertos ambientes literarios que se deslizaban poco a poco hacia la política, y desencadenó la formación de grupos que comenzaron a ordenar sus ideas frente a los problemas del país puestos cada día más al desnudo por el desorden propio del gobierno de Hipólito Yrigoyen. Poco a poco las fuerzas conservadoras, así teñidas de nacionalismo y fascismo, se acostumbraron a la idea de que era posible adueñarse del poder. El desorden reinante y la ineficacia de la administración radical ofrecíanles una atmósfera favorable y algunos fenómenos de la vida económico-social parecían aconsejar la urgencia en las decisiones. No faltó quien llegara a creer que la democracia conducía inevitablemente al comunismo, y que en consecuencia, era necesario acabar con ella. En esta situación, la aglutinación de las fuerzas hostiles al gobierno radical no fue difícil. La libertad de prensa permitió una campaña muy activa contra el Presidente de la República y contra indefendibles actos de gobierno. En la capital sobre todo, se creó una atmósfera popular favorable a las soluciones violentas, porque nadie – o casi nadie – sospechaba las consecuencias que podrían traer consigo. Y el 6 de septiembre de 1930 salieron a la calle unas pocas fuerzas militares que, casi sin lucha, llegaron a la Casa de Gobierno y se adueñaron del poder. (2) Las intervenciones en las provincias de San Juan y Mendoza dispuestas por el gobierno nacional avasallaron los derechos de éstas y en el ámbito político se entendió que se preparaba una elección viciada de fraude. Por otra parte el Congreso no funcionaba y el espíritu dominante era el desorden. (3) Los grupos conservadores, ganaderos y la industria frigorífica comenzaron a buscar el derrocamiento de Yrigoyen. Participaban Leopoldo Lugones, José María Rosa, Matías Sánchez Sorondo, Félix Bunge, Jorge Guerrico, Rodolfo Irazusta, Horacio Kinkelin y Guillermo Peña entre otros. A ellos se unieron los socialistas independientes y los radicales antipersonalistas. (4) El 2 de septiembre el ‘Grupo Parlamentario de los 44’ en asamblea vuelve a exigir la renuncia del Presidente y el día 5 hace lo mismo Alfredo Palacios. El 3 y 4 de septiembre se suceden manifestaciones estudiantiles en las que se produce la muerte de un empleado bancario al que los revoltosos hacen aparecer como un estudiante. Este hecho ocasionó enorme agitación pública. Toda la oposición se moviliza para apoyar la revolución militar que es considerada inminente. De la coordinación de la participación civil se ocupa el Dr. Mariano de Vedia y Mitre. Los otros políticos que participan, Leopoldo Melo, Antonio Santamarina, Carlos de Astrada, Rodolfo Moreno y Antonio De Tomaso quedan en reunirse en el diario ‘Crítica’ (5). El diario ‘Crítica’ era el centro de reunión de los conspiradores. (7) Dos camarillas ministeriales, adscriptas cada una a los dos médicos particulares de Yrigoyen, se disputarían sus favores. Entre esas camarillas surgieron y crecieron quienes luego lo traicionarían. (10) Toda la oposición del Congreso se reunió para crear una suerte de frente. La intención conspiradora seguía presente en los diarios. ‘Crítica’ y ‘La Razón’ decían cosas terribles del Presidente. También existían intrigas dentro del Gobierno. El estudiantado de Buenos Aires se consideró en guerra con el Gobierno. (8) Días antes de la revolución el Ministro de Guerra, General Dellepiane, en conocimiento de estos preparativos informa a Yrigoyen sobre los mismos para su derrocamiento. Al preguntarle el Presidente quienes eran los cabecillas y contestar Dellepiane que se trataba de Uriburu, Mayora, Hermelo, Renard, Rizzo, etc.; le manifestó Yrigoyen: - ya ve general que no hay por qué preocuparse. Son todos unos “palanganas” -, como expresión de la poca importancia que podía tener un movimiento militar. (16) 1 Autorizado por Yrigoyen, Dellepiane detiene a varios militares comprometidos; con lo que el levantamiento de Uriburu fracasaría; pero al día siguiente Elpidio González, su Ministro del Interior, logra convencer a Yrigoyen que Dellepiane exagera en sus temores. Creyéndole a González, Yrigoyen ordena dejar en libertad a los militares detenidos. Desautorizado y desilusionado Dellepiane presenta su renuncia siendo reemplazado en el Ministerio de Guerra por Elpidio González. (5) El día 5 Yrigoyen, enfermo, delega el mando en el Vicepresidente Enrique Martínez quien estableció el ‘Estado de Sitio’. (6) La noche previa al golpe 65 dirigentes pernoctaron en el domicilio del Dr. Manuel Fresco en Haedo, y al amanecer se dirigieron a la Base Aérea del El Palomar donde consiguieron la adhesión de esta. De inmediato los aviones empezaron a sobrevolar Buenos Aires arrojando panfletos con los manifiestos revolucionarios impresos en ‘Crítica’. (9) Los legisladores de la oposición fueron a los cuarteles para dar al movimiento el carácter de un pronunciamiento civil que el Ejército se limitada a respaldar. (10) Los diputados opositores se constituyeron en la Base Aérea de El Palomar y Campo de Mayo para ‘sacar las tropas’. Los aviadores acceden pero Campo de Mayo se declara legalista. (7) Una minoría militar se lanzó a la revolución. La oposición agresiva la llevaban el periodismo y el estudiantado universitario. (10) En el gobierno radical el desbande conjugaba con la traición. El día 6 grupos de civiles con banderas entraron en Campo de Mayo pidiendo la adhesión de las fuerzas, las que casi en su totalidad se declararon neutrales. (6) Para requerir la adhesión de Campo de Mayo fueron al lugar los doctores Pinedo, Santamarina, Melo y Astrada; pero Campo de Mayo y el 8 de Caballería, con asiento en Liniers, permanecieron leales al gobierno. (9) En tanto para dirigir la revolución Uriburu se ausenta de Buenos Aires y se alberga en la quinta ‘Atalaya’ en Hurlingham, la misma donde casualmente se había refugiado Yrigoyen para su revolución de 1905. (5) Uriburu con su séquito, al que se había unido en la iglesia de San Martín, se dirigía al Colegio Militar, donde ya lo estaban esperando Antonio De Tomaso, Héctor González Iramain y Manuel Alvarado y el periodista propietario de ‘Crítica’ Natalio Botana. Consiguió sacar a los cadetes con una columna muy breve; muy vulnerable desde el punto de vista militar (8), dado que sólo se pliegan a la revolución los oficiales subalternos (subtenientes, tenientes y tenientes primeros) y suboficiales; en cambio los capitanes se manifestaron contra el alzamiento. Los revolucionarios suman apenas 1500 hombres sobre 40000 de las fuerzas armadas y 10000 de la Policía de la Capital. (5) Uriburu con los cadetes del Colegio Militar marchó sobre la Plaza de Mayo. Lo acompañaban sólo dos escuadrones de caballería, pero cientos de civiles. (4) El día anterior Manuel Carlés había titulado un manifiesto de la Liga Patriótica Argentina: “Advertencia perentoria. La renuncia presidencial o la guerra necesaria”. Paralelamente el radicalismo antipersonalista y el grupo de los 44 (conservadores y socialistas) emiten documentos exigiendo la renuncia presidencial. (5) Uriburu decidió arrancar solo con los cadetes y los civiles; los que podrían haber sido detenidos con apenas un batallón, pero el Vicepresidente Martínez permanentemente se negó a que se los enfrentara. Cuando ante esta situación los jefes militares leales al gobierno Ávalos, Pomar, Adalid, Casanova y Pintos deciden enfrentar a los rebeldes y ordenar su rendición, el Vicepresidente sorprende a todos diciendo que ya a mandado izar bandera de parlamento (en realidad un mantel) (5) en la Casa de Gobierno. (9) Mientras el Dr. Martínez huía de la Casa de Gobierno y el general Ávalos intentaba retenerlo para que hiciera frente a la situación Atilio Larco repetía que Martínez los había entregado. Las fuerzas rebeldes, de las que la mayor parte eran civiles armados siguieron su marcha y al pasar por la Facultad de Medicina se detuvieron para recibir el saludo del Rector de la Universidad y los 2 numerosos profesores y estudiantes que los aguardaban arrojando volantes de la F. U. B. A. que expresaban su apoyo al movimiento. (9) Hubo un tiroteo al pasar por el Congreso, resultando muertos 2 cadetes y 25 civiles, y heridos 25 cadetes y 175 civiles de los revolucionarios. (4) El Ministro de Guerra expresó que Yrigoyen tenía a su lado ‘pocos leales y muchos intereses’. El Vicepresidente y el Ministro del Interior Elpidio González mantuvieron hasta el final una actitud sospechosamente pasiva ante la conjura. (7) Hubo un armonioso montaje en el que participaron los conservadores, los socialistas independientes, los diarios más difundidos del país; sólo restaban las manifestaciones estudiantiles para culminar con el final castrense de rigor. A ellos se agregaron los radicales antipersonalistas, los abogados de las compañías de petróleo, Natalio Botana y Alfredo Palacios, quien alienta a los estudiantes, la F. U. B. A. y algunos profesores de prestigio a los que se suma una declaración del decano de la Facultad de Derecho y los Consejeros Estudiantiles Julio González y Carlos Sánchez Viamonte. Todos tienen como centro de reunión el diario ‘Crítica’. (9) Además dentro del gobierno mismo había un grupo que especulaba con la eventual revolución. Lo formaban principalmente el Vicepresidente Enrique Martínez y el Ministro de Justicia e Instrucción Pública Juan de la Campa y tal vez el Ministro Elpidio González. Si la traición de Martínez es un hecho indubitable, cuesta más admitir una actitud desleal de Elpidio González, su Ministro del Interior; sin embargo hay que decir que el examen objetivo de los hechos autoriza a presumir que consciente o inconscientemente Elpidio González hizo el juego a la revolución antes y durante el estallido. El Ministro de Marina, almirante Zurueta le vociferó al Vicepresidente que se estaba en presencia de una infame traición. La intervención del Vicepresidente dejó de ser dudosa para el diputado Gilberto Zabala, cuando Martínez le confesó en presencia de Elpidio González, ya Ministro de Guerra, que Uriburu le había ofrecido ponerlo de Presidente. Nunca Martínez puso en conocimiento de Yrigoyen tal propuesta convencido de que derrocado Yrigoyen, Uriburu cumpliría su promesa. Grande fue su sorpresa cuando producido el golpe, Uriburu le exigió la renuncia también a el. (9) El Vicepresidente Martínez al hacerse cargo de la Presidencia por la licencia de Yrigoyen, no obraba como un amigo y como su personero, sino como un Presidente propietario; como quien tiene, sin cargo de devolver, la alta función representativa que la confianza y la buena fe le habían entregado. Los amotinados realizaron una marcha pintoresca y abigarrada desde San Martín con los jóvenes cadetes en automóviles abiertos, en un verdadero corso. Martínez tenía ya redactado un manifiesto según el cual anunciaba que se quedaría con la Presidencia de la Nación, porque tal era la voluntad de los pueblos. Los automóviles motineros llegaban a la Casa de Gobierno circulando alrededor del edificio y conduciendo una turba pintoresca y vocinglera que daba la impresión de una serie de comparsas carnavalescas. (12) Cuando llegó Uriburu la Casa de Gobierno ya había sido tomada por los civiles. Caído el gobierno de Yrigoyen se constituye el revolucionario, que cuenta con sólo tres militares; el Presidente José Félix Uriburu y los Ministros de Guerra y Marina, Gral. Francisco Medina y Alte. Abel Renard. El resto del gabinete era civil, incluido el Vicepresidente Antonio Santamarina y los Ministros del Interior Matías Sánchez Sorondo, de Relaciones Exteriores Ernesto Bosch, de Hacienda Enrique Pérez, de Justicia e Instrucción Pública Ernesto Padilla, de Agricultura Horacio Beccar Varela y de Obras Públicas Octavio Pico. Dos días después el Gral. Justo se comunica telefónicamente con Alvear, que estaba en París y de quien había sido ministro, para informarle lo sucedido. Sarobe, testigo presencial de la conversación manifestó que Alvear exteriorizó su alborozo al conocer esas noticias. (5) Efectivamente, en París Marcelo T. de Alvear expresó el 8 de septiembre: “tenía que ser así. Yrigoyen, con una ignorancia absoluta de toda práctica de gobierno democrática, parece que se hubiera 3 complacido en menoscabar las instituciones. Quien siembra vientos recoge tempestades. Destruyó su propia estatua. Era de prever lo ocurrido”. (11) En Lomas de Zamora, según el diario más importante de la localidad “a las primeras noticias de que el ejército había abandonado sus cuarteles de Campo de Mayo y se dirigió hacia la metrópolis; gran número de jóvenes de Lomas de Zamora se trasladó hasta San Martín incorporándose a la compacta columna civil que acompañó a las tropas hasta la capital federal, acreditando así su patriotismo y su claro concepto de la libertad. Se hallaban entre esos jóvenes que formaron la columna mixta que derrocó al yrigoyenismo, Emilio Hardoy Fonrouge, Manuel Castro Frediani, Abel Mosqueira, Arturo Fernández Barrio, Julio Gómez Ghío, Julio Fonrouge, Jorge Erausquín y otros muchos más, así como también el capitán César Oliveira Estéves, los tenientes José Uranga Imaz y Francisco Imaz y los subtenientes Ignacio Uranga Imaz y Juan José Imaz”. (13) Estos jóvenes fueron posteriormente importantes dirigentes políticos del conservadorismo. Manuel Castro Frediani fue presidente del comité local y diputado nacional y Emilio Hardoy concejal, comisionado municipal en San Martín y diputado nacional; en tanto que el militar Francisco Imaz fue, ya como general, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires en 1963 y nuevamente desde 1966 hasta 1969. Es de destacar que uno de los cadetes muertos en Congreso, Carlos Larguía era vecino de Lomas de Zamora. (14) El 17 de septiembre el Interventor Federal en la Provincia de Buenos Aires designa Comisionado Municipal de Lomas de Zamora al Dr. Carlos Rodríguez Brito en reemplazo del Intendente Municipal Alfredo Estéves. Ambos, del mismo sector conservador que respondía a Felipe Castro, ya habían sido Intendentes. Por consiguiente, políticamente, en Lomas nada cambió. (15) Por su parte en el radicalismo el Dr. Juan M. Basco desplazó al Dr. Juan Garona. Yrigoyen, con 77 años, estaba enfermo y detenido en el Regimiento 7 de Infantería en La Plata, en el que había presentado su renuncia. El Jefe del regimiento le garantizó la vida y se puso a su servicio. Ante este ofrecimiento, Yrigoyen sólo pidió descansar. Al día siguiente llegó de Buenos Aires la orden de ponerlo en libertad. Cuando se la comunicaron Yrigoyen contestó: “si me permiten, me quedo aquí. Estoy enfermo y no tengo donde ir…” (9) Tan solo y abandonado por los suyos estaba. Juan Domingo Perón quien por entonces era Capitán, comentaba al año siguiente que por los escasos efectivos militares que participaron en la revolución, su triunfo era un milagro; expresando: “sólo un milagro pudo salvar la revolución. Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de una avalancha humana se desbordó en las calles al grito de Viva la Revolución!, que tomó la Casa de Gobierno, que decidió a las tropas a favor del movimiento y cooperó en todas las formas a decidir una victoria que de otro modo hubiera sido demasiado costosa si no imposible”. (16) Toda una definición de las circunstancias de esta revolución, que se comparte en este trabajo. Dos años después, Ricardo Rojas expresó que: “el gran pecado del radicalismo, acaso, ha consistido no tanto en el desquicio administrativo, sino más bien en haber violentado la Ley Sáenz Peña en Córdoba, Mendoza y San Juan; en haber anulado la colaboración del ministerio y el control del Parlamento por un mal entendido sentimiento de la solidaridad partidaria; en haber descuidado la selección de sus elegidos y en haber coaccionado a la oposición mediante instrumentos demagógicos. Todo esto significa el olvido del radicalismo histórico, de su dogma de sufragio libre, de su programa constitucional y de sus ideales democráticos. Acaso por ello el gobierno cayó sin lucha en 1930.” (6) Otra definición que es coincidente con el sentido de este trabajo. 4 ADDENDA En Avellaneda el medio gráfico de mayor difusión de la localidad en la época no ofrece ninguna información en los días previos al golpe; tal vez por tratarse de un órgano de prensa Radical. Recién el día 4 de septiembre informa sobre los incidentes ocasionados por estudiantes de derecho y medicina. El día mismo de la revolución publica que Yrigoyen delegó el mando y que se decretó el Estado de Sitio en la Capital Federal. Ahora sí se expresa, por primera vez, sobre las posibilidades de una revolución, descartándola; sosteniendo que “son los soldados de la revolución los estudiantes, niños bien de la calle Florida, juventud que tiene libertades propias porque los padres tienen fortunas. La revolución no la podrán hacer los Morenos, ni los Detomasos, ni los Videla Dorna, ni todos los ejemplares juntos del más vetusto, vergonzante, denigrante y desgraciado régimen”. Antes los había calificado de “regiminosa oposición contubernizada a la que ya es el instante de reprimir”. Demasiado tarde para la represión. Tan alejado estaba el gobierno de lo que sucedía, como este medio de la realidad. Días después el Partido Comunista expresa que “ya no está en el gobierno el yrigoyenismo, masacrador del pueblo. El esfuerzo popular ha probado su potencia al derrocarlo”. En tanto que la Cámara de Comercio Francesa manifiesta que “el nuevo gobierno, compuesto enteramente por personalidades de capacidad y moralidad reconocida ha sido acogido con la más grande satisfacción en todos los medios”, deseando además que pronto sea reconocido por Francia. (17) Extraña que su competidor gráfico Conservador en los días previos a la revolución comente sólo superficialmente los hechos que van produciéndose, tales como la convocatoria de Yrigoyen a sesiones ordinarias al Congreso para el 11 de septiembre (debieron haberse iniciado el 1ro de mayo) que por concluir el período el 30 de septiembre sólo tendrían 20 días de actividad legislativa; la aceptación de la renuncia de Dellepiane; la delegación del mando en el Vicepresidente Martínez y las disputas dentro del gabinete nacional las que si comenta, con sentido político crítico, al expresar que estas se producen por primera vez “porque hasta entonces desde que aceptaron el cargo no pudieron opinar”. En Avellaneda la expectativa popular estaba centrada en la actuación de Carlos Gardel en el Teatro Roma para recaudar fondos en auxilio de las víctimas del accidente en el que un tranvía cayó al Riachuelo desde el puente Bosch el 12 de julio. La actuación de Gardel se llevó a cabo la noche del día 5, horas antes del estallido de la revolución. El día del golpe los redactores de este medio salen a la calle, explayándose en comentarios a favor del mismo, tales como que “Un pueblo había lanzado a la calle todos sus hombres, sin que se salvaran de la concitación general ni los ancianos ni los niños, ni aún las mujeres. Buscando los soldados por todos los caminos sembrados de pueblo y gritando con ellos ¡Viva la Patria libre!”. La Policía de Avellaneda es intervenida designándose al Mayor Rosasco, en ese entonces Jefe del Distrito Militar 15 con asiento en Avellaneda en la calle Ameghino al 800. En la repartición policial este medio rescata como heroica la actitud del agente Ángel Gallup que ofrece sus servicios dado los rumores que circulan de una contra revolución radical. Se da trascendencia a las adhesiones al nuevo gobierno; tal como la de los estudiantes de derecho, quienes se expresan como “concurrentes desde la primera hora al movimiento popular que, apoyado por el ejército, ha cerrado el período de crisis social”. También a la adhesión del Presidente del Partido Provincialista, el hasta entonces Intendente de Avellaneda Alberto Barceló y la del dirigente local Dr. Pedro Groppo quienes concurren a la Casa de Gobierno para hacérsela conocer al nuevo Ministro del Interior; o la también adhesión del Partido Radical Antipersonalista el que manifiesta que “el pueblo argentino ha cumplido con su deber constitucional al expulsar al mandatario infiel, que alzado con la suma del poder pervirtió la función pública y degradó la conciencia ciudadana, sometiendo a sus incondicionales a un régimen de servilismo”. 5 No surge de los medios consultados la participación activa de ciudadanos de Avellaneda en las horas previas al estallido o durante este. Concitó más atención la actuación de Gardel en la ciudad desde la que saltó a la fama y donde era considerado especialmente por su condición política de conservador. El éxito de la revolución se festeja días después con un banquete que organizan personalidades de Avellaneda y Lomas de Zamora en Remedios de Escalada; entre ellas los doctores Osvaldo Berisso, Antonio Godoy, José García Amenedo y Ricardo Gavioli además de Mariano Lorences, Amadeo Lértora y otros. Enseguida de estos hechos, el reclamo unánime que surgió de la comunidad de Avellaneda fue que se concluya rápidamente el Puente Pueyrredón, (18) que debió haberse inaugurado el 30 de marzo de 1929. El nuevo gobierno continuó las obras suspendidas y lo inauguró al año, el 19 de septiembre de 1931. (19) El 14 de septiembre se designa Comisionado Municipal con facultades de Intendente al Dr. Pedro Groppo, en reemplazo del intendente Alberto Barceló. El Dr. Groppo fue Jefe de la Sala de Cirugía y Director del Hospital Pedro Fiorito, y Presidente de Racing Club. En le ámbito político se había desempeñado como Concejal, Presidente del Concejo Deliberante, Diputado y Senador y era un destacado dirigente conservador del Partido Provincialista, el que en el orden local respondía a Alberto Barceló. Confirma como secretario a Manuel Estevez, quien venía desempeñándose en ese cargo. Como presidente del Consejo Escolar fue designado Feliciano Cullier, ex-Presidente del Concejo Deliberante que pertenecía al mismo sector político, quien confirma como secretario a Montes de Oca, que ya lo era. Sobre las designaciones municipales el diario radical destacaba “las notorias vinculaciones del funcionario en cuyas manos han sido puestos los intereses del municipio y el situacionismo que rigió los destinos de la municipalidad desde el 8 de julio de 1922 hasta el 16 de septiembre de 1930”. (17) Por consiguiente, como en Lomas de Zamora; en Avellaneda nada cambió. Las consecuencias de esta revolución, sus actos de gobierno, lo que vino después y la evaluación que luego se hizo de ellos; son otra historia. 6 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 1.- POTASH, Robert A.: “El Ejército y la Política en la Argentina. 1928-1945. De Yrigoyen a Perón”. Ed. Sudamericana. Bs. As. 1971. p. 68. 2.- Romero, José Luis: “Las ideas en la Argentina del siglo XX”. Ed. Nuevo País. Bs. As. 1987. pp. 153/5. 3.- LEVENE, Ricardo y LEVENE, Ricardo (h): “Historia Argentina y Americana”. Ed. Omeba. Bs. As. 1982. p. 221. 4.- GESUALDO, Vicente: “Historia Argentina”. Ed. Océano. Barcelona, España. 1982. pp. 938/9. 5.- FRAGA, Rosendo: “El General Justo”. Ed. Emece Editores. Bs. As. 1993. pp. 189/91, 195, 198, 201, 204. 6.- DIARIO LA RAZON: “Historia viva: 1905-1908”. Ed. La Razón. Bs. As. 1980. pp. 62, 178. 7.- LUNA, Félix: “Golpes militares y salidas electorales”. Ed. Sudamericana. Bs. 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Instituto Histórico Municipal de Lomas de Zamora. 1986. p. 67. 16.- ARREDONDO, Jorge Alberto: “Perón, su protagonismo en la revolución de 1930”. Ed. Corregidor. Bs. As. 1998. pp. 11, 61/2, 112. 17.- DIARIO LA LIBERTAD: Ejemplares de agosto y septiembre de 1930. Avellaneda. Archivo de la Sociedad Popular de Educación J. J. Berruti. Avellaneda. 18.- DIARIO LA OPINION: Ejemplares de septiembre de 1930. Avellaneda. Archivo del diario “El Sol”. Quilmes. 19.- VARELA, Rudi: “La etapa rústica en Avellaneda y Lanús hasta 1881”. Buenos Aires. 2000. 7