El escritor, por el mero hecho de escribir, se enfrenta con la tarea de dar una expresión de máxima eficacia a su pensamiento, cualquiera sea el objeto de que deba tratar, instrumento de su actividad es el idioma, y manejar cualquier instrumento requiere aprendizaje, destreza. Más aún: deberá él mismo forjarse un instrumental adecuado a la obra que se propone llevar a cabo, eligiendo las herramientas apropiadas en el arsenal que, sobre la base de la tradición literaria, le proporciona el lenguaje corriente en su tiempo. Y cuando esa obra intenta acceder a la categoría de creación artística, incluso será capaz, si su autor es bastante afortunado, de encontrar formas idiomáticas nuevas, elaborando ese lenguaje corriente hasta elevarlo a un plano estético. Por su parte, el lector, entregado a desentrañar el contenido de las páginas del libro que tiene entre sus manos, se impregnará de la calidad de su expresión y aprenderá a emplear él mismo las palabras de su idioma con mayor soltura, amplitud y rigor. No veo otro remedio al penoso deterioro que padece el lenguaje sino fomentar la lectura. Y es claro que este fomento no puede reducirse al dudoso efecto de las meras exhortaciones. Tampoco resulta difícil precisar en qué consiste: es cosa obvia, y todos lo sabemos. La base se encuentra en el sistema educativo. Es en la escuela, y sucesivamente en los grados superiores de la enseñanza, donde el estudio de las letras debe poner en contacto a las nuevas generaciones con el patrimonio cultural que constituyen las humanidades. Ahí es donde el niño y el joven pueden adquirir el amor a los libros, en familiaridad con los buenos escritores del presente y del pasado; ahí es donde la de crearse el hábito de la lectura. Y ello ha de complementarse mediante abundantes bibliotecas públicas. Francisco Ayala: “Oralidad y escritura”, en Palabras y letras, 1983. COMENTARIO Nº13: “ORALIDAD Y ESCRITURA”, FRANCISCO AYALA RESUMEN: El escritor y el lector son los artífices de la conservación y evolución del idioma. El fomento de la lectura, por una parte, corresponde al sistema educativo, por otra, implica la creación de bibliotecas públicas. TEMA: Necesidad de fomentar la lectura para evitar el deterioro del lenguaje. ESTRUCTURA: Externamente se divide en dos párrafos. Internamente, se pueden distinguir tres núcleos temáticos. Tras describir la labor del escritor y la del lector, pasa a centrarse en la manera en que las instituciones públicas han de llevar a cabo el fomento de la lectura: 1. Función del escritor. (Líneas 1-11). 2. Función del lector. (Líneas 12-15). 3. Fomento de la lectura a través de las instituciones públicas. (Líneas 15-26). 3.1. Solución para mejorar el idioma. 3.2. Responsabilidad del sistema educativo. 3.2.1. Amor a la lectura 3.2.2. Conocimiento de los autores. 3.3. Creación de bibliotecas públicas. COMENTARIO CRÍTICO: Se trata de un fragmento del ensayo “Oralidad y escritura”, publicado en Palabras y letras (1983), de Francisco Ayala. Este escritor, recientemente fallecido, dedicó toda su vida a la literatura y su obra es muy extensa: cultivó el ensayo, la novela, el cuento, fue traductor y se puede considerar también como un filósofo o, incluso, sociólogo. La intencionalidad del texto es poner de manifiesto la importancia de la lectura para la mejora del idioma. Se sirve de un texto expositivo-argumentativo de género ensayístico. Las funciones lingüísticas predominantes son, por tanto, la emotiva (expresa su opinión en 1ª persona (“No veo…”)), la apelativa (texto argumentativo) y, en menor medida, la referencial (texto expositivo). Comienza refiriéndose a la labor del escritor, que trata de transmitir su concepción del mundo sirviéndose del idioma que todos hablamos, el cual maneja con destreza y precisión gracias a su instrucción en la materia, y al que convierte en arte por la manera de emplearlo. El lector, por su parte, se afana en comprender lo escrito y mejora con ello su conocimiento de la lengua y su habilidad para la expresión. Por esta razón, el autor está convencido de que la única forma de solucionar el deterioro que sufre el idioma es a través del fomento de la lectura. Dicho fomento no se reduce a vagas incitaciones a ello, sino que su pilar ha de ser la escuela, que ha de transmitir al alumno el amor por los libros y los autores de todas las épocas, comprendiendo así el valor que suponen las humanidades. Ha de complementarse además con la creación de una amplia red de bibliotecas públicas. Aunque existen numerosos planes de fomento de la lectura puestos en marcha desde las instituciones públicas, lo cierto es que el hábito de leer parece reducirse a determinados ámbitos muy específicos: adultos licenciados, minorías cultas,… No obstante, el auge de los denominados best-sellers ha atraído hacia esta afición a nuevos grupos, que consiguen a través de este tipo de libros la evasión que buscan. Muchos autores afirman que es bueno leer, se lea lo que se lea. Ya sea desde un tebeo a la novela más vendida del momento, todo es positivo y puede constituir el inicio de una lista de lecturas más amplia y variada. Ahora bien, cabe matizar esta afirmación. Tomando como ejemplo a los ya mencionados best-sellers, hay que reconocer que la mayoría de ellos adolecen de un estilo simplista y una temática repetitiva. No significa ello que el arte se reduzca a estilos recargados o innovaciones incomprensibles, pero tampoco puede elevarse a tal categoría obras que no conllevan ningún provecho para el individuo. Por otro lado, cada vez más, los jóvenes cometen más faltas de ortografía o errores gramaticales graves por el influjo de tecnologías como los teléfonos móviles, en que prima la reducción del coste del mensaje, o los chats, en que se impone la inmediatez. Un nuevo lenguaje anárquico que destruye la herencia del idioma parece surgir. Por estas razones, es decir, el bombardeo de literatura carente por lo general de calidad y el deterioro progresivo de la lengua, se hace imprescindible, como bien se afirma en el texto, un medio que los evita: la lectura. Leer acaba por conseguir que el individuo desarrolle un criterio y mejore su léxico y expresión. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cómo conseguir que los planes de fomento de la lectura no caigan en saco roto? La razón de su fracaso podría radicar en un incorrecto enfoque, que, en consecuencia, debería modificarse para adaptarse a las exigencias del público al que va dirigido. Está demostrado que un enfoque frontal provoca el rechazo por ideas preconcebidas que se asocian a la lectura en relación a los grupos a los que está limitada. El enfoque ha de ser un tanto velado, atenuado, apoyándose, como también dice el texto muy acertadamente, en el sistema educativo. Una vez que los alumnos desarrollen la pasión por las letras, hay que procurar asimismo que tengan espacios que les permitan acrecentarla. Entran ahí en juego las bibliotecas públicas. No se puede pretender que todo el mundo lea, sería utópico o, incluso, dictatorial. El gusto por la lectura es una elección personal, como la del que decide jugar al fútbol o ir al cine. Con estos planes lo que se debe pretender es proporcionar las herramientas correctas para que ese grupo que elige leer se haga más numeroso, de manera que la lengua no se pierda y la sociedad incremente su grado de cultura. En conclusión, Ayala pone el acento en la necesidad de fomentar la lectura para evitar con ello que la lengua siga deteriorándose por influencias nocivas. Nieves Marín Cobos