EL DISEÑO, FACTOR DE SUPERACIÓN DE LAS CRISIS ECONÓMICAS. Durante el siglo XX hemos vivido un desarrollo tecnológico y científico, sin precedente en la historia de la humanidad, que ha originado un aumento importante de la riqueza hasta alcanzar el P.I.B. mundial los 63,257 billones de dólares en el año 2010. Pero lejos de suponer una redistribución en el bienestar global, el control de la misma por unos pocos ha dado como resultado que de los 6.800 millones de personas que habitan el mundo, casi 1.200 millones de personas vivan con una renta máxima de un dólar diario. En un análisis de las crisis económicas durante el siglo XX, la primera que podemos citar se inició en octubre de 1929 y se prolongó hasta 1932, fue conocida como la Gran Depresión. Su origen, se debió al desplome de los precios de las acciones en Wall Street debido al sobrecosto adquirido, por el afán de enriquecimiento rápido de la población, mal aconsejada por especialistas económicos excesivamente atrevidos. Las consecuencias fueron catorce millones de desempleados en Estados Unidos, seis en Alemania y tres en el Reino Unido como ejemplos más llamativos. Aparte de las teorías económicas que se aplicaron para superar la crisis, como la desarrollada por J.M. Keynes, el diseño industrial contribuyó notablemente a la revitalización económica. En unos mercados tan competitivos como los establecidos en ese escenario, las empresas supervivientes empezaron a aprovechar la experiencia de especialistas del diseño como W.D. Teague, N. Bel Geddes, H. Dreyfuss, H.T. Earl y R. Loewy en Estados Unidos, P. Boulanger en Francia, W. Gropius y F. Porsche en Alemania, B. Pininfarina, G. Bertone, G. Ghia y G. Michelotti en Italia, formados en escuelas de diseño tan importantes como la Bauhaus en Alemania. Productos de consumo, como automóviles, neveras, cocinas y una amplia gama de productos domésticos, tanto mecánicos como eléctricos, adquirieron un aspecto moderno y estilizado, siendo con frecuencia más baratos de fabricar y más fáciles de usar que sus predecesores, por lo que las ventas aumentaron considerablemente y las empresas iniciaron un ciclo de expansión. Como bien decía Raymond Loewy, considerado el padre del diseño industrial, “entre dos productos de igual calidad y precio, se venderá el más bello”. A principios de la década de 1970 se produce una nueva crisis económica. La inflación y el desempleo empezaron a crecer en todas las economías capitalistas debido a la menor oferta de energía y a los crecientes costos del petróleo; un factor decisivo fue el hecho de que las grandes compañías explotadoras de crudo fueran nacionalizadas por los países productores. Durante esta crisis, la influencia del diseño destacó como la concienciación en la cultura del consumo. En la década anterior artistas como R. Hamilton y E. Pallozzi en Londres o A. Warhol en Estados Unidos empezaron a inspirarse en el diseño de la publicidad, el envasado, el packaging y la televisión como forma de potenciar el consumo. El concepto de obsolescencia planificada (donde se dota de un tiempo de vida a un objeto para que el consumidor lo cambie por otro), las nuevas formas onduladas conseguidas con la modernización de los procesos de fabricación, la combinación de colores vivos y los materiales plásticos cobraron un protagonismo importante que desbancaron a los diseños anteriores del movimiento modernista y dieron origen al denominado diseño pop. Por su parte, la industria automotriz reaccionó con la aparición en el mercado de vehículos pequeños y ligeros de bajo consumo y la adaptación de los motores para la utilización de recursos energéticos renovables, como los biocombustibles. Las políticas monetarias y fiscales restrictivas de 1981-82 provocaron una fuerte recesión en Estados Unidos, Europa Occidental y el Sureste Asiático con un aumento del desempleo y una caída de los precios de la energía al reducirse el consumo mundial de petróleo. En esta época surgió el diseño postmodernista, y su máximo exponente fue el grupo de diseño de Memphis y el estudio Alchimia bajo la dirección de A. Mendini. Entre los diseñadores que componían el grupo podemos mencionar al español Javier Mariscal. De las características de este movimiento podemos destacar la incorporación de nuevos materiales, el gran uso del color con tonalidades atrevidas, la utilización de formas geométricas extrañas con motivos provocadores que, en su afán de innovación, resaltaban el significado estético del objeto frente a su función de uso. Una nueva crisis bursátil en 1987 marcó el principio de otro ciclo de inestabilidad financiera. El crecimiento económico volvió a ralentizarse y muchos países, entraron en una profunda crisis con grandes tasas de desempleo a principios de la década de 1990. En España la crisis se retrasó por el impulso económico que supuso la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla en 1992; pero en 1993 la crisis se manifestó plenamente y la tasa de paro alcanzó el 23.90%. Coincide con este periodo el desarrollo del minimalismo, donde el producto se reduce a sus elementos indispensables. El diseño minimalista se basa en utilizar una monocromía con colores puros, prevalece el todo sobre las partes, utiliza formas simples y geométricas realizadas con precisión mecánica, trabaja con materiales industriales y ecológicos, el resultado que define este estilo es la palabra limpieza. Este estilo se basó en ideas precedentes, como los principios del movimiento holandés De Stijl fundado en 1917 y las enseñanzas de Van Der Roche en la Escuela de Arte y Diseño de Bauhaus que proponía el diseño para una gran producción en serie. La última crisis del siglo XX fue la crisis asiática que se desarrolló en Asia en julio de 1997. También conocida como la crisis del Fondo Monetario Internacional, comenzó el 2 de julio de 1997 con la devaluación de la moneda tailandesa. Por efecto dominó, le sucedieron numerosas devaluaciones en Malasia, Indonesia y Filipinas, lo que repercutió también en Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Sin embargo, lo que parecía ser una crisis regional se convirtió con el tiempo en lo que se denominó la “primera gran crisis de la globalización”. En este momento cabe destacar el desarrollo de nuevas herramientas y metodologías orientadas a la mejora de los procesos de diseño y desarrollo del producto. La frase “innovar o morir” ha estimulado a las empresas a orientarse hacia la estrategia de la innovación en el desarrollo de nuevos productos. Walkman, internet, teléfono móvil, televisión led, ipad, etc. son productos que se han incorporado a nuestro uso diario en la última década y que han contribuido a la aparición de un diseño individual y personalizado. Ahora que nuevamente la crisis económica dispara las cifras del paro y amenaza con cerrar tantas empresas, es momento de plantearse nuevas estrategias de mercado, buscar soluciones innovadoras y preguntarse dónde o a través de qué medios y soportes publicitarios buscar clientes. Hoy más que nunca es necesario que una empresa disponga de página web, porque quien no esté en internet, no será visible, y se estará perdiendo un mar de oportunidades en el mercado mundial. Es vital inculcar en la empresa que el diseño marca una diferenciación con la competencia. El diseño es marca y la marca es venta, por eso el diseñador debe estar presente en toda la dinámica de trabajo de la empresa, desde la fase conceptual del nuevo diseño hasta la fase final de reutilización y reciclado del producto. La concienciación por los temas ambientales, debe suponer un aumento en la demanda de los productos catalogados como ecológicos y un factor que contribuya a la superación de esta crisis. José Mª Altemir Grasa: Profesor Titular del Departamento de Ingeniería de Diseño y Fabricación de la Universidad de Zaragoza. Zaragoza 9-07-2012.