LA POBREZA COMO PRIVACIÓN DE CAPACIDADES Estamos asistiendo asombrados a un fenómeno peculiar que consiste en que ahora los fondos de inversión pública son abundantes –miles de millones de dólares– y el problema es que no se están utilizando o que se usan mal, con lo cual si antes nos quejábamos de la falta de dinero, ahora lo que tenemos es peor, porque no se sabe cómo usarlos o se usan mal. Sucede que un problema tan complejo como el de la pobreza no se puede afrontar parcialmente. Por lo cual es necesario empezar por acertar en el planteamiento, ya que ahí está el secreto para encontrar la solución, de lo contrario, el problema se agudiza, generando nuevos problemas, dispersando las energías y generando además el desaliento, porque es como si a un enfermo grave le dijeran que con tal tratamiento se va a curar y una vez aplicado ve que no sólo no ha recobrado la salud sino que se ha agravado. La pobreza no es sólo por falta de dinero; aunque éste sea necesario no es suficiente. Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, ha vuelto a recordar que la pobreza no sólo está en la falta de renta, sino que está en la ausencia de capacidades. Estas capacidades son del orden de capacidades técnicas, profesionales, directivas, y especialmente son capacidades morales. Ya hace 25 siglos Aristóteles nos había hecho esa advertencia y es que los seres humanos somos poseedores en tres aspectos o niveles y que sólo si crecemos en los tres nos desarrollamos y que de lo contrario nos olvidemos del tema. Estos tres niveles son: lo más básico e inferior es la posesión material –dinero– (nivel 1), por encima está la posesión cognoscitiva –capacitación– (nivel 2) y la forma de posesión más alta, superior, es la moral, las virtudes (nivel 3). Los seres humanos somos de tal condición que sólo avanzamos realmente si lo hacemos en los tres niveles que van muy unidos, son mutuamente influyentes y jerárquicos. Así pues, la solución no está sólo en trasladar dinero (nivel 1) a las regiones y municipios, sino también fortalecer sus competencias cognoscitivas, capacitación y capacidad de gestión (nivel 2) y especialmente de acentuar la ética (nivel 3). Se requiere de una política de efectiva descentralización, de la reforma del Estado, de agilizar la realización de los proyectos a nivel regional y municipal, de convocar a personas realmente preparadas técnicamente para poder atender la agenda actual: mejorar desde la infraestructura, carreteras –redes de comunicación–, sistemas de salubridad pública, etc. , hasta la calidad de educación y capacitación. Pero todo ello es muy difícil sin un fuerte compromiso moral. La pobreza no se soluciona sólo con millones de dinero. Es un error reducir el problema de la pobreza sólo a la falta de recursos económicos. Si se la ve así y se piensa que dando dinero a los gobiernos regionales y municipales ya está el asunto arreglado, en realidad no se arregla nada; al contrario. Junto con los recursos económicos hay que tratar de proveerse de la necesaria capacitación para usarlos o buscar los asesores, técnicos competentes y sobre todo de un fuerte compromiso ético para usarlos rectamente. 1 El secreto que tienen las posesiones de segundo y tercer nivel es que movilizan espectacularmente a las de primer nivel, haciéndolas rendir muchísimo. Alfabetizar, educar, capacitar a la gente, es ayudarla a adquirir tenencias de segundo nivel – conocimientos–: gracias a ello se puede poner ella misma en condiciones de salir de la pobreza, de superar el asistencialismo, de ser capaz de trabajar y de saberlo hacer bien, con mano de obra especializada, etc. Esto es ayudarles a ser viables y eso es tan urgente como el comer o tener un techo donde guarecerse. Pero todo esto –nos lo recuerda también Amartya Sen, igual que Aristóteles– depende del tercer nivel de posesiones o tenencias porque si no se poseen virtudes se cae en la corrupción cuya dinámica en espiral termina afectando a todos, incluidos los propios corruptos. Aristóteles dice que el hombre malo, el corrupto, el insolidario, no sólo es malo sino tonto, no se da cuenta hasta qué punto se perjudica, ya que sin el nivel 3 el primer nivel no rinde. Pero además, si cada uno mira a su propio interés, se aprovecha, sin importarle los demás, está minando su mismo campo social. Ser irresponsable socialmente es como cortarse la hierba debajo de los pies, ya que se deteriora el plexo sobre el cual se sostiene. En cambio, la manera de no hacerse daño –a uno mismo y a lo demás– es trabajar bien, ser laborioso, justo, veraz, solidario. Aristóteles dice que no bastan las posesiones materiales porque éstas sólo se mantienen y se aumentan dependiendo de lo que uno tenga en el segundo nivel (conocimientos) y especialmente de sus tenencias en el tercer nivel (virtudes). Por tanto, junto con el vaso de leche, la lucha contra la desnutrición, hay que educar a la gente, capacitar la mano de obra, generar puestos de trabajo, ofrecer productos a diferente escala en el mercado para que puedan ser adquiridos por las diferentes capacidades adquisitivas de la gente, y especialmente cuidar de los hábitos éticos. Esa tarea tan compleja, integral, requiere del concurso y aporte de todos, convoca a las diferentes instituciones sociales, empresas, nacionales y del extranjero, estatales y privadas. Pensar que esto es altruismo es no haber entendido el problema, es cuestión de vida o muerte. Se requiere de un pacto cívico, pero bien entendido, el pacto social tiene que atender no sólo un nivel, el material, el de los salarios, sino de los otros dos. Sólo si se unen los tres niveles se puede superar la pobreza y afrontar la crisis del desarrollo. Dra. Genara Castillo C. (agosto 2007) 2