trastornos sexuales en la infancia

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TRASTORNOS SEXUALES EN LA INFANCIA
Los trastornos sexuales se derivan de una disociación entre el sexo
anatómico de la persona y su percepción de la identidad sexual, o sea de
la conciencia de "ser hombre" o "ser mujer". Se describen tres
modalidades sindrómicas: el trastorno de identidad sexual en la niñez,
el transexualismo y el trastorno de identidad sexual en la adolescencia y
en la vida adulta.
Consideraremos también los cuadros de hipersexualidad en la infancia.
TRASTORNO DE IDENTIDAD SEXUAL EN LA NIÑEZ
En este trastorno, el niño siente un agudo y persistente malestar acerca
de su propio sexo, junto a un ferviente deseo de ser del otro sexo,
llegando a afirmar repetidamente que se pertenece a él. No se trata de
un simple cambio de hábitos o conductas (como sería un afeminamiento
en varones o una conducta de marimacho en niñas) sino de la alteración
profunda del sentimiento de ser hombre o de ser mujer. Las
estereotipias de conducta luciendo patrones propios del sexo opuesto
serían en este caso un síntoma acompañante.
Los criterios diagnósticos son, para las hembras: Malestar persistente
por el hecho de ser una niña, y deseo manifiesto de ser un niño (o
aseveración de que ella es un niño); aversión a conductas y hábitos
propios del estereotipo femenino; rechazo de las estructuras anatómicas
femeninas (aseverar que tiene, o espera el crecimiento de un pene,
negarse a orinar sentada, afirmación de que ella no desea que le crezcan
los pechos ni tener la menstruación). Para varones: malestar persistente
por ser un niño, deseo de ser una niña y/o manifestación de que es una
niña; preferencia por estereotipos de conducta femenina (vestidos,
juegos, pasatiempos); rechazo de las estructuras anatómicas masculinas
(aseverar que al crecer se convertirá en mujer, que desea la pérdida de
su pene y testículos, o que sería mejor no tener testículos). Tanto para
niños como para niñas es válido el criterio de aparecer el trastorno
antes de la pubertad.
Es probable que, para estos problemas, actúen como factores
predisponentes unas condiciones ambientales que no han reforzado
suficientemente los papeles masculino o femenino correspondientes. Ya
sea por ausencia de algún progenitor o por excesiva ligazón al del sexo
opuesto, ya sea por una política de débil reforzamiento de las pautas de
conducta correspondientes al sexo anatómico real.
TRANXESUALISMO
Una vez alcanzada la pubertad, el trastorno de identidad sexual pasa a
convertirse en transexualismo, que -junto a la inadecuación por el
propio sexo anatómico real- comporta una preocupación de al menos
dos años de duración sobre cómo deshacerse de las características
primarias y secundarias sexuales del otro sexo.
Se relaciona este problema con el trastorno de identidad sexual
prepuberal y, sea como sea, tiende a producirse en el contexto de una
relación familiar alterada. Los varones, a la larga, pueden buscar ayuda
en las clínicas especializadas en la resolución quirúrgica de estos
problemas, aunque también las mujeres -en menor proporción- pueden
hacerlo. Es prudente subdividir este trastorno en relación a la
orientación sexual del individuo: asexual, heterosexual u homosexual
(que de todo hay). Curiosamente la percepción "homosexual" es negada
por muchos de esos sujetos, que dicen sentirse atraídos "por el otro
sexo", al cual niegan su pertenencia por más que los elementos
anatómicos y cromosómicos tengan algo que decir.
TRASTORNO DE IDENTIDAD SEXUAL EN ADOLESCENCIA Y VIDA
ADULTA
Corresponde al travestismo no fetichista. El sujeto siente el malestar
propio de los trastornos por identidad sexual, no llega a tener la
preocupación acerca de cómo eliminar los detalles anatómicos que
considera sobreañadidos, pero se traviste en forma recurrente o
persistente (y no con la finalidad de hallar placer o excitación, como en
el caso de los fetichistas). También estos casos se subdividen en
homosexuales, asexuales y heterosexuales, con las mismas
complicaciones semánticas ("todo es según del color...") antes
advertidas.
HIPERSEXUALIDAD
Resulta ciertamente difícil establecer criterios diagnósticos para la
hipersexualidad. Sin embargo no son infrecuentes las consultas acerca
de conductas sexuales, que padres y/o maestros consideran anormales,
en niños y niñas.
Los juegos sexuales aparecen alrededor de 2-4 años, y muchas veces
cuando el niño/a empieza a ir a la guardería o parvulario. Las doctrinas
psicoanalíticas ponen mucho acento en la sexualidad, oral desde el
nacimiento, anal hacia los 2 años y genital en la fase edípica. Es un
hecho el manoseo de genitales, propios o ajenos, hacia los 2-3 años. A
veces recibimos consultas alarmadas cuando madres o maestras
“bienpensantes” han visto herida su sensibilidad por conductas
infantiles de esta naturaleza. Lo prudente es no angustiarse, no hacer un
drama del asunto, desviar la atención del niño/a hacia otras actividades
(ofrecer otra conducta como alternativa), y lo más probable es que el
niño sea el primero que no le da importancia. En este tipo de conductas,
como ante cualquier disturbio funcional del comportamiento, lo esencial
es mantener la calma. Los niños, a esas tempranas edades, captan la
ansiedad del ambiente y reaccionan a su vez con tensión, lo cual puede
hacerles "fijar" el comportamiento indeseado.
En niños de 4-6 años los juegos sexuales tienden a disminuir, para
reaparecer hacia los 7-8 años, edad en la que pueden presentarse
elementales idilios, o juegos de esa naturaleza en grupo. Menos
frecuentes son hacia los 9-10 años, apareciendo un mayor recato en las
relaciones niños/niñas. En la preadolescencia y la adolescencia aparece
una progresiva impregnación erótica de la personalidad, si bien cuadros
hipereróticos son índice de perturbaciones psicológicas.
Debe valorarse la posibilidad de una depresión ante cualquier signo de
este tipo, a cualquier edad. Es pertinente la evaluación psicológica, para
establecer si las características globales del niño/a y de su sexualidad
merecen o no un abordaje especializado.
CONDUCTA A SEGUIR (TRASTORNOS SEXUALES)
1. Ante problemas incipientes en cuanto a la identidad sexual, cabe
detectar si las pautas de reforzamiento del medio familiar son
adecuadas, o bien si -con mayor o menor consciencia y voluntariedad- se
están favoreciendo pautas de identificación sexual, o hábitos
comportamentales, correspondientes al sexo contrario del anatómico. Si
el ambiente es maleable (por predisposición, por nivel cultural...) es
factible aconsejar unas pautas más definidas.
2. Suele tratarse de problemas complejos, que deben ser abordados
desde un punto de vista psiquiátrico. Es frecuente que, en ambientes
deficitarios en lo socioeconómico, tales problemas se oculten (o se
contemplen con cierta dosis de fatalismo). Ello favorece su perpetuación
en la fase adulta, donde cristalizan en trastornos de travestismo o de
transexualismo.
3. Ante conductas por hipererotismo hay que recomendar calma.
Examinar si las conductas preocupantes están o no dentro de los
parámetros de normalidad para cada grupo de edad. Ante la duda,
solicitar evaluación psicológica o psiquiátrica, procurando contactar con
profesionales sensatos que tengan claro lo de "primum non nocere"
(primero no hacer daño).
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