Las líneas que a continuación redactamos pensaban ser un resumen escueto de cinco jornadas vicencianas a nivel nacional en Eibar. Sin embargo fueron días muy intensos y difíciles de resumir. Si alguien lee el siguiente texto esperamos que en estas palabras encuentren alguna de las razones que pueden movernos a los educadores vicencianos a intentar mostrarnos cercanos al “próximo” con un espíritu sencillo y especialmente a aquellos que más nos necesitan; las palabras claves son “CARIDAD MISIÓN”. El curso llegaba a su fin y, entre las sorpresas que te puede deparar cualquier día, cada vez que atraviesas la puerta del cole, en aquel momento nos la brindaba Sor Mª Soledad al proponernos viajar 5 días a Eibar y, desde allí conocer las raíces de nuestro ser y sentir vicenciano. Toñi y yo, después de vencidos los primeros y lógicos “no sé qué hacer” empezamos a entusiasmarnos con este viaje. Por fin llegó el 28 de junio y, alegres y expectantes iniciamos la marcha el grupo de profesores de la provincia de San Vicente junto con el de la provincia de Santa Luisa. El viaje fue largo pero agradable y al llegar a nuestro destino, una residencia de estudiantes en el polígono industrial de Eibar, Sor Mª Eugenia con su semblante tan alegre y cordial como siempre, salió a recibirnos y a repartirnos las llaves de nuestras respectivas habitaciones. Al entrar, un pequeño detalle nos daba la bienvenida: en una mesa de estudio, junto a un plano situacional y unas postales, una vieira con unas huellas, en la que había un pequeño jabón con forma de corazón y en él estaban colocados en formato de pegatina las imágenes de Santa Luisa y San Vicente que han recorrido todos nuestros centros este año en el que hemos celebrado los 350 años de la muerte de nuestros fundadores con el epígrafe “RESPONSABLES DE UNA HERENCIA DE AMOR”. Personalmente aquella vieira fue muy evocadora pues hizo que me trasladara rápidamente a la idea del “Camino” y, al unirla con San Vicente y Santa Luisa pensé: “Todos en el camino, detrás de las huellas de San Vicente y Santa Luisa”. Después del descanso nocturno y de una primera toma de contacto con el grupo formado por unos 170 profesores vicencianos de toda España, nos dispusimos a abrir nuestro corazón y nuestra mente para nuestra formación. del camino ya “nos pusieron las pilas”. El primer ponente, un sacerdote leridano, Ramón Prat, nos abordó haciéndonos partícipes, a cada uno en particular, de lo que él llamó el 5º Evangelio, refiriéndose a los Hechos de los Apóstoles. Éste, nos dijo, está todavía sin terminar y expuso que lo confeccionamos cada uno de nosotros con nuestra vida de creyentes. No hay que hacer grandes ni sonados méritos para poder andar este camino; simplemente hay que vivir el presente con confianza y abandono, y teniendo en cuenta qué, solamente cuando decimos “tú” respiramos el aire fresco que necesitamos para vivir. En la primera etapa Como educadores vicencianos, podemos sacar en conclusión que mis medios y yo no somos suficientes para llevar a cabo una tarea educativa. Que el aquí y ahora de una realidad en el colegio la conformamos toda la comunidad educativa y que, desde el yo con el tú surge un compromiso de acción compartida que te lleva a dar, y, cuanto más se dé más se aprende y se recibe; un compromiso que te hace optar de una manera preferencial por los que más necesitan de ti, y un compromiso que te lleva a la contemplación y a la celebración, haciéndose presentes, en todo ello los frutos del Espíritu: la caridad, el gozo y la paz. El recorrido se estrechaba e iba a tu interior porque Sor Mª Ángeles Infante nos lanzaba el siguiente interrogante para resolver de manera individual:”¿qué tipo de educador vicenciano soy: accidental, simpatizante, comprometido?” y, seguidamente nos recordaba que enseñar no es cualquier cosa, sino que es participar de lleno en la misión evangelizadora de Cristo y de su Iglesia. Todos estos mensajes nos llegaban de forma muy directa y nos interpelaban de manera que era el momento de reflexionar sobre la labor educativa que llevamos a cabo y lo importante que ésta es, pues aunque todos lo sepamos hay veces que nos dejamos llevar por la rutina, y, sin embargo, hay que darse cuenta de que necesitamos parar a pensar sobre el qué hacemos y cómo lo hacemos, ya que en ello repercute directamente la calidad de nuestro trabajo. fue de horizontes abiertos y a modo de “rastreo”. Gran parte del día estuvo dedicado a hallar “pistas” de San Vicente en su entorno original. Realizamos un viaje al Berceau (a los que no sabemos francés esta palabra nos deja impasible, pero si la castellanizamos y decimos “Bersó” ya nos evoca el lugar vicenciano por excelencia). Se traduce como “cuna” y se llama así porque es precisamente donde nació San Vicente un 24 de abril de 1580, martes santo para más señas. La segunda etapa Visitamos su casa, la famosa encina y recorrimos los espacios donde transcurrió la infancia de Vicente. Celebramos una emotiva Eucaristía, que nos hizo respirar y plenificarnos de la savia que nos transmitían todas las raíces vicencianas que estábamos en ese momento pisando: “Caridad y Misión” y, como educadores vicencianos hacíamos nuestro el compromiso con los más necesitados de nuestra sociedad, para levantarlos de su pobreza desde el servicio de la Enseñanza. Nos acercamos a la iglesia donde fue bautizado, y allí visitamos la pila bautismal que vio nacer la semilla de la gran historia de la familia vicenciana y desde donde San Vicente comenzó la parte que le correspondía del libro de los Hechos de los Apóstoles. Otra “pista” la encontramos en la carretera, pues el pueblo se llama “San Vicente de Paúl”; y por último nos acercamos a Dax, donde el joven Vicente dio sus primeros pasos como estudiante. Aquí se acababa el “rastreo”, pero seguimos caminando, esta vez en dirección a San Sebastián, donde se nos dejó tiempo libre para conocer algo de la ciudad. De los once profesores que íbamos de nuestra provincia, a ocho nos sirvió para conocernos y sentirnos más como grupo. Empezamos como dúos y terminamos siendo ocho para desayunar, comer, cenar,… estar. La etapa terminó regresando a Eibar a descansar, pues no había ya lugar para hacer nada más. La tercera jornada de nuestra andadura, aunque ya se iba notando el cansancio, sobre todo por el agotador calor inusual en aquellas tierras vascas, fue muy bien llevada por Diego Cuevas. Alegre y dinámico nos volvió a hacer profundizar en nuestro YO como educadores. Aterrizó en el día a día y nos llevó a nuestras aulas con su exposición. De forma clara nos recalcó que “no es cuestión de hacer cosas nuevas, sino nuevas las cosas que hacemos”. Que pongamos en práctica nuestra creatividad y renovemos día a día nuestra ilusión. Dio gran importancia a formar una comunidad y que el equipo docente sienta la necesidad de formación y constituirse en un equipo coordinado cuyo trabajo esté centrado en el alumno como ser único al que, por todos los medios y, de una forma íntegra, hay que lograr hacer feliz. Esta jornada con la que terminaba nuestro caminar por nuestras raíces vicencianas dio fin con una velada nocturna festiva compartiendo lo que cada cual había tenido a bien llevar desde sus respectivos terruños. Incluso la provincia de Galicia nos amenizó con gaita, muñeira y una estupenda caimada. De regreso cada uno a su lugar llevábamos en nuestras maletas, a parte de las pertenencias personales, una idea común: VICENTE DE PAÚL, JUNTO A LUISA DE MARILLAC, SON SEMILLAS QUE CONTINÚAN GERMINANDO 350 AÑOS DESPUÉS, Y NOSOTROS SOMOS LOS RESPONSABLES DE ESTA HERENCIA. Que nuestro trabajo vaya encaminado a extender esta gran labor y desde aquí deseamos que estas jornadas nos sirvan de motivación y de ánimo si alguna vez éste nos falta. También queremos agradecer a Sor Mª Eugenia, a Sor Mª Soledad y a todas las personas que han hecho posible que tantos profesores hayamos convivido y participado poniendo la guinda a este curso dedicado a tantas actividades que han festejado y resaltado la labor de nuestros fundadores. TOÑI E ISABEL