“IMPORTANCIA DE LA ENSEÑANZA DEL DERECHO ROMANO EN LAS UNIVERSIDADES PUBLICAS DE AMERICA” PONENCIA PARA EL XIV CONGRESO LATINOAMERICANO DE DERECHO ROMANO DE BUENOS AIRES, ARGENTINA. Ricardo Chavira Villagómez Profesor de Derecho Romano En la Facultad de Derecho y ciencias Soc. De la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. MORELIA, MICHOACÁN, MÉXICO. Me referiré en este modestísimo trabajo a la enseñanza del Derecho Romano en las Universidades Públicas de México. Tal vez lo que de ellas diga sea aplicable a otras Universidades de América Latina, pues, en general siguen el Sistema Romanista. Para lograr mi objetivo de hacer ver la importancia de la enseñanza del Derecho Romano en nuestras universidades, intentaré hacer notar cómo el hombre moderno, olvidándose de los valores del espíritu, le ha dado más importancia al avance de la ciencia y la tecnología; cómo el Derecho Romano nos enseña los verdaderos valores humanos; cómo ese Derecho Romano llegó a los pueblos de América para constituirse en fundamento de nuestro actual sistema jurídico; para concluir que es necesario voltear nuestra mirada a Roma, con el estudio de su Derecho para recuperar los valores del espíritu. En esta época de los viajes espaciales: como la llegada a la luna hace ya casi cuarenta años; como la exploración del planeta Marte y tal vez en pocos años la de Mercurio; en esta sociedad del internet, de la clonación, de tanto avance de la ciencia y de la tecnología, los hombres han olvidado los verdaderos valores del espíritu, los valores humanos. No es, pues extraño que haya tanta inseguridad en nuestra sociedad, tanta corrupción en nuestras instituciones políticas, administrativas, gubernamentales. No es de extrañar que en nuestras familias se haya perdido el respeto a los padres y, por supuesto, el amor al prójimo. El avance de la tecnología ha entrado en todos los campos de la actividad humana. También ha entrado en el campo de todo el conocimiento. También ha entrado en el campo del Derecho. Por supuesto que no es malo. Lo malo es que las técnicas traten de desplazar al derecho mismo. Me decía un maestro de mi Facultad: “si de mí dependiera quitaría del programa de estudios la asignatura de Derecho Romano y en su lugar pondría computación. Otro me aseguraba que en un futuro próximo solamente bastaría con oprimir una tecla de la computadora para obtener la solución a cualquier problema social o familiar. Las universidades, en general, no forman juristas, sino técnicos de las leyes, y en mi opinión muy personal, malos técnicos. Actualmente el plan de estudios de mi facultad de Derecho, y creo que existe mucha similitud con otras Facultades de México y de América, incluye cuarenta y una materias; de las cuales solamente cuatro analizan de una manera muy superficial el fenómeno social, en las materias de Historia del Pensamiento Económico, Ciencia Política, Sociología Jurídica y Derecho Económico. El estudio profundo del Derecho se hace en un solo curso de tres horas semanales y solamente en el último año de la carrera. En cambio, Derecho Procesal se imparte durante cuatro años, con un total de veintiséis horas a la semana, para las materias de Derecho Penal, Derecho Civil, Derecho Mercantil, Fiscal, Amparo, Derecho Laboral, Agrario y Derecho Administrativo. En resumen, el futuro abogado, al final de su formación, habrá analizado durante cuatrocientas cincuenta horas el fenómeno social; habrá dedicado únicamente noventa horas a profundizar la esencia del Derecho. En cambio a las técnicas del Proceso le habrá dedicado setecientas ochenta horas y cuatrocientas cincuenta a otras técnicas (Metodología, Medicina Legal, Psiquiatría Forense, Derecho Notarial, Judicatura). En total mil doscientas treinta horas de técnicas contra cuatrocientas cincuenta de conocimiento del fenómeno social y sólo noventa horas para profundizar el Derecho. Es evidente que predomina la formación técnica del Derecho; el conocimiento del fenómeno social es muy superficial y el conocimiento profundo del Derecho es casi nulo. Con razón hay miles de litigantes diseminados por ahí en la sociedad, que se han quedado con la paupérrima idea de que el Derecho es un conjunto de normas creadas por la autoridad competente para regular la conducta del hombre en sociedad. Con razón los jueces al impartir justicia se olvidan de que el derecho positivo no es el único Derecho que existe, y cuando dictan su resolución, no voltean su mirada al fenómeno social, para dictar sentencia, no solamente conforme a la ley, sino verdaderamente conforme a Derecho. Los grandes jurisconsultos romanos enseñaron el Derecho íntimamente unido a los valores del espíritu. Ulpiano enseñaba que “iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi (D.I.I.I.pr.). Es decir, que la práctica de la justicia es una virtud, pues es una práctica constante y perpetua, y el hombre que la practica es un hombre virtuoso: el hombre virtuoso es un santo. Podríamos decir de los romanos, lo que Herodoto decía de los egipcios: “que eran los más religiosos de los hombres”. El Panteón romano albergaba a más de treinta mil dioses, por el carácter cosmopolita de Roma. Cada casa tenía su culto y su hogar sagrado, cuyo sacerdote era el jefe de familia. En cada familia había un altar, delante del cual ardía constantemente una lámpara. Antes de cada comida, el Pater vertía sobre el altar unas gotas de vino y algunas partículas de alimentos, era la ofrenda llamada libación y primicia. El nacimiento, el matrimonio y la mayoría de edad de los varones se celebraba con una fiesta en honor de los Lares. El Populus Romanus, la gran familia, tenía como sus lares a Rómulo y Remo, y su hogar sagrado era el altar de Vesta; sus sacerdotes eran los sacerdotes oficiales de Roma, quienes por más de medio siglo guardaron celosamente las leyes del procedimiento, indispensables siempre para actuar en Derecho. Tenían un gran respeto por las fórmulas legadas por la tradición. Esto explica el origen religioso del Derecho Romano. Estos sacerdotes eran consultados por cualquier ciudadano, cuando tenía necesidad de aplicar el Derecho a sus problemas cotidianos. Las funciones de los sacerdotes eran de una importancia decisiva en la sociedad romana, de tal manera que se constituyó una corporación especial llamada Colegio de los Pontífices. Solamente ellos conocían los días fasti, en que se podía llevar a cabo un juicio. Solamente ellos conocían las fórmulas. Solamente ellos conocían la voluntad de los dioses, el Fas o derecho divino. De esa concepción se desprende que los principios de la convivencia humana haec tria sunt: “Honeste vivere, alterum non laedere et suum cuique tribuere”. Juan Iglesias en su libro de Derecho Romano afirma que los tres preceptos, atañen a toda suerte de normas sociales, a las que es común un mismo principio sobre el obrar, pero adquieren máxima significación referidos al Derecho, y, si bien la esfera de lo honestum es más amplia que la de lo lícito, de ello no se deduce que no sea un postulado de la justicia. Vir honestum es tanto como vir bonus; es decir, hombre cuyos actos son conformes con el “Honor civil, con la plena reputación de que goza, y la ley no se ordena a otra cosa más que al bien de la comunidad. Los otros dos preceptos se entienden en el sentido de que no se deben lesionar situaciones jurídicas, y en el sentido de que es preciso dar a cada uno lo suyo, de conformidad con el Derecho. (pág. 86, Edic. Ariel Barcelona, 1958). Para la axiología romana, el principal valor fue la religión. Aunque en la época clásica no usaban la palabra “valor”, sino el término virtus, con el que daban a entender un conjunto de cualidades propias de la condición del hombre en la vida práctica: la energía, la valentía, el esfuerzo, pero también la virtud moral. Otro valor era la pietas, por la que el ciudadano romano acepta y cumple sus deberes con los dioses, con los padres y con la patria; otro más era la disciplina o educación y formación del carácter. Uno más era la clementia, que hace ceder los propios derechos en beneficio de los demás. Todos estos valores y otros más se resumen en la severitas (severidad, seriedad o gravedad) y que atañe a la responsabilidad, a la fuerza moral que lo impele a cumplir con sus propios deberes. El Maestro mexicano Eduardo García Máynez, en su libro “Filosofía del Derecho”(Edit. Porrúa, México 1996, pág. 413) afirma que no podríamos llamar Derecho a un orden no orientado hacia valores, como la justicia, la seguridad y el bien común, para no mencionar ahora sino los fundamentales”...y más adelante (página 439): “Les damos tal nombre (de fundamentales) porque de ellos depende la existencia de todo orden jurídico genuino”(página 439). Señala el mismo autor que el Derecho se ha instituido para el logro de valores y que requiere de un elemento estructural: su finalidad, el cual pertenece a la esencia de lo jurídico. Este mismo Derecho Romano nos fue transmitido a través del tiempo y el espacio desde aquellos jurisconsultos, pasando por el Imperio de Oriente con la obra jurídica de Justiniano, recibiéndola los Visigodos y los reyes de España, hasta llegar, con la conquista, a la Nueva España: el origen de nuestro sistema jurídico fue Roma. La primera huella escrita romana en Hispania, según el historiador Tito Livio, la encontramos en el año 192 antes de Cristo, al referir las hazañas del procónsul Marcus Fulvius Nobilior, quien conquistó con sus legiones Toledo: “Toletum ibi parva urbs erat, sed loco munita”. Eurico, rey visigodo, quien reinó de 466 al 484, expidió un primer código, para los visigodos, mezcla del Derecho Romano y del visigótico. Eran los primeros frutos de la recepción de las ideas romanas. Goyarico había redactado, por encargo de Alarico II, rey visigodo, el “Breviario de Alarico” y lo publicó en el año 506 de nuestra era. Este Breviario contenía textos de diversos jurisconsultos, algunas constituciones imperiales, parte de las Instituciones de Gayo, novelas de algunos emperadores romanos, notas de los códigos Gregoriano y Hermogeniano, sentencias de Paulo y notas de los cinco primeros libros del Código Teodosiano, juntamente con principios del derecho borgoñón. Si bien es cierto que los bárbaros habían invadido el imperio romano, también es cierto que respetaron las leyes de los romanos y las mezclaron con sus propias leyes. El Breviario de Alarico, al parecer, estuvo vigente hasta que en tiempos del rey Recesvinto se expidió otra con carácter territorial. Entre los años 572 y 586, Leovigildo actualiza el código de Eurico, expidiendo el Codex Revisus Leovigildus, que sirvió de base, muy probablemente, para formar el Liber Iudiciorum. Este Libro de los Jueces es la obra que cristaliza el proceso de unificación legislativa de España. Fue concebido por el rey Chindasvinto, pero publicado por su hijo Recesvinto, probablemente en el año 645. El fondo de la obra es material definitivamente del Derecho Romano, contenido en la ley romana de los visigodos, solamente que incorpora una serie de prácticas germanas en materia penal y procesal. El Liber iudiciorum fue llamado Fuero Juzgo en los siglos sucesivos. En el año 124, el Rey Fernando la hizo traducir del latín al castellano. La obra tiene una gran influencia del Derecho Canónico. La Hispania visigótica fue la región del Imperio Romano de Occidente que se romanizó y cristianizó más profundamente. Los conquistadores españoles trajeron estas leyes al Nuevo Mundo. Una vez que se consumó la conquista, los pueblos indígenas de América quedaron sometidos a la corona de España y fueron sometidos a obedecer estas leyes, mezcla del Derecho Romano y de las leyes nacionales de España. Consumada la independencia de México, se intentó cambiar la legislación, pero nada se hizo y la legislación española continuó aplicándose, hasta 1870 y 1884, cuando aparecen los primeros códigos nacionales, sin embargo en ellos y en el de 1828 se advierte la influencia del Derecho Romano. Las siete Partidas fueron la médula del Derecho privado de nuestra naciente nación. Nuestro sistema jurídico definitivamente es romanista. A mediados del siglo XIX Gabino Barreda, discípulo de Augusto Comte, trajo a México el Positivismo, incursionó en el campo de la educación y entró también al campo del Derecho. Estableció un legalismo despojado de valores. El estudio del Derecho Romano no sólo nos abre una ventana a la cultura del pasado, sino que nos ofrece un terreno lleno de temas de interés dogmático. Enriquece nuestra cultura jurídica y nos lleva a las raíces de nuestro derecho actual. Nos ofrece conceptos fundamentales de la ciencia jurídica supranacional. El estudio del derecho Romano nos facilita la comunicación con grandes juristas nacionales e internacionales, sobre todo cuando los conceptos y términos técnico del Derecho se expresan en una lengua clara y precisa, como es el latín, pues más que muerta es una lengua que está sustraída a los cambios caprichosos de las lenguas modernas, conservando los significados precisos. El estudio del Derecho Romano nos capacita para hacer derecho comparado, tan importante en estos tiempos de globalización. El estudio del Derecho Romano nos enseña más a relacionar la vida social con la vida jurídica, política y otros aspectos de la vida del hombre. Es necesario voltear nuestra mirada a las imperecederas instituciones romanas. Es necesario recuperar los verdaderos valores. Con el estudio del Derecho Romano lograremos ser más humanos y menos técnicos robotizados. Morelia, Michoacán, México. Independencia, 2004 Para Buenos Aires, Argentina, 15, 16 y 17 de septiembre.