Capítulo 11 La epidemia de crisis financieras: El golpe de 1979 y la globalización El acta de acusación levantada contra las finanzas neoliberales es ya muy dura. El golpe de 1979 prolongó los efectos de la crisis, en particular, la desocupación, y contribuyó al endeudamiento de los Estados y de una fracción de los hogares ya fragilizada por la desaceleración del crecimiento, la desocupación y la precariedad. Este capítulo aumenta aún esa carga. El mismo tiene como objetivo recordar la verdadera epidemia de crisis monetarias y financieras cuyos gérmenes sembró el neoliberalismo. Esas crisis se dividen en varias categorías. Las de los años 1980, tanto en la periferia como en el centro, fueron directamente el efecto del aumento de las tasas de interés que se conjugó con la desreglamentación monetaria y financiera. Las crisis de los años 1990 estuvieron sobre todo ligadas con la globalización de los mercados, un aspecto particular del neoliberalismo en su dimensión internacional. Las primeras fueron la expresión de la entrada en la economía neoliberal; las crisis monetarias y financieras que siguieron fueron características del neoliberalismo constituido. Pero, naturalmente, esa frontera no es impermeable1. Vamos a evocar primeramente las dos grandes crisis financieras directamente enlazadas con el aumento de las tasas de interés de 1979: la crisis de la deuda de los países de la periferia y la de los sistemas financieros de los países del centro. Tenemos pues que volver en este punto a un episodio que sucedió hace más de quince años pro cuyas consecuencias son siempre igualmente dramáticas. Es de la crisis que comenzó en el mes de agosto de 1982 con la declaración de México que anunciaba que no estaba en condiciones de cumplir con sus compromisos. Pero México no fue sino el primero de una larga serie. En octubre de 1983, 27 países ya habían reescalonado sus deudas y otros pronto los seguirían. Los cuatro principales países endeudados, México, Brasil, Venezuela y 1 En este capítulo utilizamos ampliamente: FDIC, History of the Eighties. Lessons for the Future, Washington, Federal Deposit Insurance Corporation, 1997. Argentina, representaban el 74% de las deudas de los países menos desarrollados (Less Developed Countries). ¿Cómo esos países habían llegado repentinamente a la cesación de pagos en forma simultánea? El choque del aumento de las tasas de interés y de la desinflación, es decir, los aumentos de las tasas de interés reales, golpeó frontalmente a los países que habían emprendido una política de endeudamiento (a tasas variables). La violencia de ese choque se refleja en el alza repentina de la tasa de interés real aparente en las deudas de esos países: la relación entre la masa de los intereses y el total de las deudas quitándole el índice de inflación estadounidense (figura 11.1). Se observa, como en los países capitalistas del centro, las tasas débiles (en este caso negativas) de los años 1970, su ascenso vertiginoso resultante del cambio de política y después las tasas particularmente elevadas de los años 1980. Es fácil comprender que, en tales condiciones, el endeudamiento se tornaba insostenible2. El crecimiento de las deudas fue anterior a los años 1980 y el cambio de la política monetaria de 1979 no carga con toda la responsabilidad por la crisis pero buena parte de ella se le puede imputar. A comienzos de los años 1970, las deudas de los países en desarrollo, según la definición del Banco Mundial, no representaban sino del 7 al 8%, aproximadamente, de la producción total de esos países. Esa tasa había sido multiplicada por dos en 1979, con un aumento importante de la fracción de esas deudas debida a corto plazo, lo que constituía una amenaza creciente. Esa relación pasó, entre 1979 y 1987, ¡del 15% al 39% de la producción! El servicio de esa deuda, interés y amortización, que representaba entre el 7 y el 8% de las exportaciones, se elevó de repente hasta cerca del 23% de las mismas en 1986. 2 Hacemos abstracción de los aspectos políticos de estos acontecimientos, los cuales van más allá de las ambiciones de este libro. Consultar al respecto en particular el capítulo 9 del libro de Eric Toussaint, que coloca el aumento de las deudas en el marco de la acción de McNamara en un contexto de lucha contra el comunismo (La Bourse ou la vie, la finance contre les peuples, Bruselas, CADTM, 1998). Figura 11.1 Tasa de interés real aparente (%) países en desarrollo Es la relación entre la masa de los intereses y el total de las deudas, deduciendo el índice de inflación estadounidense. Figura 11.2 Producción (en miles de millones de dólares de 1992): Países en desarrollo Aunada a la baja de los precios de las materias primas exportadas por esos países y a la debilidad de la demanda de los países del centro, que estaban en crisis, esa formidable extracción de intereses tuvo un efecto catastrófico. La figura 11.2 describe la producción de los países en desarrollo expresada en dólares de 1992. Esta variable no refleja directamente las variaciones del nivel de vida de las poblaciones pero mide el poder de compra que representa la producción de esos países con respecto a la de Estados Unidos. Es difícil ser más claro. Estamos ante un derrumbe, que contrasta con los progresos en los años 1970. Ciertamente el dólar fluctuó mucho a comienzos de los años 1980, lo que perturba esos movimientos, pero 15 años más tarde, en 1996, la producción de esos países todavía no había alcanzado en esta medición el máximo de 1979. La segunda gran crisis de esos años neoliberales, ligada directamente al aumento de las tasas de interés, golpeó al centro, incluido Estados Unidos. Muchas de esas dificultades fueron las consecuencias inmediatas del alza de las tasas, pero se prolongaron en los años 1990 en relación con las desregulaciones nacionales e internacionales. Desde el comienzo de los años 1980, pocos sistemas bancarios se salvaron. Salvo Alemania, que es citada como la excepción que confirma la regla, casi todos los grandes países capitalistas fueron afectados: Estados Unidos, Japón, Francia, el Reino Unido y los países escandinavos. Las instituciones financieras de Estados Unidos fueron golpeadas por una ola de quiebras sin precedente desde la crisis de 1929. El caso del Japón es conocido y todos en Francia están familiarizados con las dificultades del Crédit Lyonnais, del Comptoir des Entrepreneurs y del Crédit Foncier. El caso de los países escandinavos fue ejemplar: recordemos que salvar los bancos finlandeses costó al Estado un sexto de la producción total de un año. La Europa meridional no está nada mejor, si se tiene en cuenta el volumen de los créditos defectuosos que en ella se acumulan3. La prensa habló mucho de la quiebra del banco inglés Barings y del salvamento del fondo estadounidense Long Term Capital Management. Vamos a evocar aquí de un modo un poco más preciso ciertos aspectos de la crisis financiera estadounidense de los años 1980 y comienzos de los 1990: la crisis de los bancos y de las cajas de ahorro (Savings and Loan Associations). Entre 1984 y 1994 casi 1400 bancos y 1200 3 Sobre todos estos temas, ver J.Lambert, J. Le Cacheux, A. Mahuet ¨L´épidemie de crises bancaires dans les pays de l´OCDE¨, Observations et diagnostics économiques, 61 (1997), p. 93-138. cajas de ahorro (sobre un total de alrededor de 14500 bancos y 3400 cajas de ahorro en 1984) quebraron o necesitaron la intervención del seguro federal de los depósitos (figura 11.3)4. Del análisis de esas perturbaciones surgen algunos rasgos generales. En primer lugar, el aumento de las tasas de interés a comienzos de los años 1980 fue en ellos un factor primordial. Se puede hablar, a este respecto, de contragolpe de 1979. La crisis del sistema bancario estadounidense tuvo como causa principal la insolvencia de quienes contraían préstamos, especialmente internacionales, la cual fue causada por el alza de las tasas. A los países de la periferia se agregaron la agricultura estadounidense, el sector de la energía y sobre todo el sector inmobiliario empresarial, que había tenido antes una llamarada especulativa. ¡De este modo la tasa de ganancia del sector financiero tardó en aumentar en los años 1980 a pesar de los aumentos de las tasas de interés reales! Figura 11.3 Número de bancos (―) y de cajas de ahorro (·····) en quiebra o salvados: Estados Unidos Bancos y cajas de ahorro cuyos clientes tienen sus depósitos asegurados por la Federal Deposit Insurance Corporation que fueron cerrados o fueron salvados por ese seguro. Es estrecha la relación entre la crisis bancaria estadounidense y la de la deuda de los países de la periferia. Para dar una idea, indicaremos solamente que los préstamos de los bancos de 4 La quiebra bancaria más estruendosa fue la de la Continental Illinois Nacional Bank and Trust Corporation en 1984. Estados Unidos a esos países equivalían a cerca de la mitad de sus capitales propios en 1977 y a más que esos capitales en 1987. En 1983, un año después del comienzo de la crisis, cerca de un cuarto de las deudas de los cuatro países más endeudados (México, Brasil, Venezuela y Argentina) eran con los ocho mayores bancos estadounidenses y representaban el 147% de los capitales propios de éstos. A pesar de cierto número de advertencias, el curso de las acciones de esos bancos siguió aumentando. Recién en 1987 Citicorp hizo aparecer en sus cuentas las provisiones para pérdidas. En 1989, cerca de la mitad de esos créditos en el sistema bancario estaban cubiertos por tales provisiones. 11.1 – La crisis de las cajas de ahorro en Estados Unidos Las cajas de ahorro estadounidenses son instituciones de colocación de fondo que tradicionalmente se orientan hacia el financiamiento de las viviendas. Sus depósitos representaban entre el 55 y el 60% de los de los bancos antes de la crisis (1966-1988) y quedaron reducidos al 20% en 1999. El principio de la actividad de esas cajas es que remuneran sus depósitos a tasas (a corto plazo) menores que las tasas (a largo plazo) sobre los créditos hipotecarios que conceden. En 1966 a las tasas pagadas por los depósitos se les había puesto un techo reglamentario, a pedido de las cajas, preocupadas por su rentabilidad5. Debido a eso los hogares ahorristas colocaron en otra parte sus econ0omías cuando las tasas de interés aumentaron a comienzos de los años 1980, para obtener mejores rendimientos, según un proceso llamado de desintermediación. Una primera crisis se produjo a comienzos de los años 1980 pues los capitales propios del conjunto de las cajas habían quedado reducidos virtualmente a cero. La actividad de las cajas fue objeto entonces de una profunda desreglamentación y el gobierno alentó las fusiones. De eso resultó una actividad desbordante y desordenada entre 1982 y 1985 pues las cajas se lanzaron a toda clase de actividades consideradas lucrativas, casinos, estaciones de deportes invernales… y en particular en el inmobiliario empresarial, que había enloquecido. A partir de 1986 las pérdidas fueron colosales, sobre todo en relación con la caída de los precios inmobiliarios. George Bush lanzó un gran programa de salvamento en 1989, cuyo costo todavía hay que precisar6. Las consecuencias de la ola de desreglamentación y de re-reglamentación fueron igualmente cruciales y el modo en que fue dirigida la crisis de las cajas de ahorro es particularmente 5 T.F. Cargill, Money, the Financial System, and Monetary Policy, Englewoods Cliffs, Prentice-Hall, 1991, p.304. 6 Ese costo debe ser estimado en 160 mil millones de dólares durante numerosos años (para aclarar las ideas, el total de los gastos presupuestarios en Estados Unidos en 1998 era de 2500 miles de millones de dólares –dos billones 500 mil millones). Sobre estos temas ver el cuadro nada complaciente en: FDIC, History of the Eighties, op. cit, nota 1. revelador a este respecto. En la primera fase de la crisis, la administración de Reagan, adoradora de los valores del mercado, no quiso emprender el salvamento y la reestructuración del sector. Se utilizaron todas las recetas neoliberales: libertad de remunerar los depósitos y de emprender todo tipo de actividades, especialmente las más especulativas, y estímulo a las fusiones. El gobierno federal modificó posteriormente su actitud e hizo todo lo que se debía hacer para que la crisis financiera no degenerase en una crisis similar a la de los años 1930: garantizó en particular el financiamiento del seguro de los depósitos (cuadro 11.1). Mucho se ha escrito recientemente sobre las crisis neoliberales del segundo tipo, que están menos ligadas al aumento de las tasas de interés pero remiten directamente a la globalización de los mercados y a la movilidad internacional del capital. Además de la crisis de la deuda, México nos da un ejemplo precoz de ese tipo de crisis: la crisis de 1994-1995. Tras seis años de una política que el FMI consideraba ejemplar, a fines de diciembre de 1994, México tuvo que dejar repentinamente que su moneda fluctuase con relación al dólar. En un año el peso perdió la mitad de su valor, la Bolsa cayó en igual porcentaje, las tasas de interés se fueron por las nubes y la economía fue precipitada en la recesión, con temibles consecuencias sociales. El poder adquisitivo medio de los asalariados mexicanos cayó a la mitad; el índice de pobreza subió de 30% a 50% pero México pagó sus deudas (cuadro 11.2). La crisis mexicana puso fin a una fase de euforia, a un período de estabilidad de la moneda con relación al dólar y de llegada masiva de capitales extranjeros. Ella anunciaba la del Sudeste asiático, tres años más tarde, en 1997. Primero se produjo el derrumbe del bath tailandés, después el de las monedas de Filipinas, Indonesia y Corea del Sur. Las bolsas acompañaron a las monedas en su caída, al igual que las quiebras, en particular las de ciertos conglomerados coreanos, los chaebols. En todos esos países, las consecuencias de esas crisis fueron dramáticas: desocupación y miseria causada por el encarecimiento de los alimentos básicos, aumento de la delincuencia y de la criminalidad… Las figuras 11.4 y 11.5 ilustran la violencia de esos choques en el caso de Corea. El índice de desocupación, que llegaba al 2% antes de la crisis, se elevó repentinamente hasta del 7% o el 8%. Los cursos bursátiles, ya orientados a la baja desde comienzos del año 1995, se hundieron brutalmente y quedaron divididos por más de dos en un año. La recuperación de la actividad, sobre todo en la industria, se benefició mucho con la devaluación de un tercio del won con respecto al dólar sin que el índice de desocupación recuperase sus niveles anteriores. 11.2 - La crisis mexicana de 1994-1995 A fines de los años 1980 México tenía una inflación muy rápida (anualmente se duplicaban los precios). Se realizó una reforma considerable. Ella tuvo aspectos macroeconómicos tradicionales, particularmente la supresión de los déficits del presupuesto del Estado y el mantenimiento de un tipo de cambio estable del peso, pero su alcance fue mucho mayor. Se puede caracterizar ese golpe de timón como un movimiento de liberalización: privatización, desregulación, reorientación de la economía hacia el exterior (lo que debía llevar a la firma del TLCAN en 1993), explosión del sector financiero. Según sus criterios internos, ese programa fue coronado por el éxito en todos los campos, aunque México jamás haya recuperado sus tasas de crecimiento de antes de 1982. El índice inflacionario, en vías de disminución, era a fines del período superior al de los socios comerciales de México, a pesar de la moderación de los salarios. Los precios relativos de los bienes nacionales y extranjeros evolucionaban sin cesar a favor de estos últimos. Todo el período se caracterizó por un creciente déficit en el intercambio comercial internacional: cada vez había más importaciones con respecto a las exportaciones, a pesar de la venta de petróleo. En esas condiciones era imposible mantener la paridad de la moneda mexicana. México tuvo que recurrir a montajes cada vez más escabrosos para retener los capitales extranjeros. Al tornarse evidente la necesidad de un ajuste, los capitales alzaron vuelo, provocando una crisis de gran envergadura. A esos ejemplos habría que agregar la situación de casi quiebra de Rusia tras la caída del rublo en agosto de 1998 y el contagio de la crisis asiática al Brasil afines de 1998, después a Turquía y la situación en Argentina desde fines del 2001, otra gran ilustración de esta inestabilidad neoliberal con consecuencias dramáticas… Es difícil explicar esas crisis monetarias y financieras. Para hacerlo, se enumeran cierta cantidad de factores: la fragilidad del sistema bancario ligada a la desregulación (tanto en el centro como en la periferia); la mala administración de ciertas instituciones financieras públicas o privadas y la falta de supervisión de la actividad bancaria por los organismos nacionales o internacionales; la flexibilidad de las tasas de cambio o, a la inversa, la indexación de algunas monedas por el dólar (según los países y los diferentes períodos); la libre movilidad internacional del capital (que afecta en particular a la periferia). A ello hay que agregar las elevadas tasas de interés que condujeron a cesar los reembolsos. Sin embargo aún falta en este cuadro un elemento importante, o sea el crecimiento demencial del sector financiero durante los años 1980 y 1990, que trataremos ulteriormente7. Ese 7 Capítulo 13, Financiarización: ¿mito o realidad? crecimiento fue financiado por los flujos netos de intereses que extrajo ese sector del resto de la economía, y por el aflujo de capitales estimulados por esa rentabilidad. Tal explosión, en todas las circunstancias, habría puesto en riesgo al sector financiero. Pero coincidió, y no por casualidad, con una formidable desregulación. Mientras la masa de los fondos disponibles se multiplicaba, las finanzas se sacaban de encima algunos de los controles que la trababan; cuando la situación requería una aún mayor prudencia, se hacía de todo para reducir las reglas que imponían contención y disciplina. No hay duda de que la actividad de las instituciones financieras debe ser reglamentada y sometida a ciertos controles (sabiendo que aquí nos colocamos desde el punto de vista exclusivo de la estabilidad monetaria y financiera). Ese control, en las décadas anteriores al neoliberalismo, era asegurado por los Bancos centrales, bajo la supervisión de los Estados. El relajamiento de esa vigilancia y su debilidad en el plano internacional plantean de manera aguda el problema de la emergencia de reglas de substitución y de la creación de organismos internacionales que puedan imponerlas en escala planetaria. Reglas de gestión, llamadas prudenciales, comienzan a establecerse gradualmente; se formulan llamados al orden; se organizan operaciones de salvamento. Es difícil sostener que esas disposiciones son inútiles, pero no impiden el retorno de las crisis. Figura 11.4 Índice de desocupación (%): Corea del Sur Figura 11.5 Cursos bursátiles (1995=100): Corea del Sur Los mecanismos que gobiernan los cambios entre las monedas contribuyeron a esas perturbaciones. El sistema monetario mundial combinaba, en los años 1990, casi indexaciones tendientes a ligar algunas monedas al dólar con cambios flotantes que conducían a muy fuertes variaciones de las tasas de cambio, como entre el dólar y el yen: un extraño cóctel de extrema rigidez y de flexibilidad. La indexación de algunas monedas con el dólar parecía tranquilizar a los capitales internacionales contra los riesgos de cambio y, por lo tanto, permitir sus movimientos en las condiciones más satisfactorias para los financieros. Pero las fluctuaciones de otras monedas (y los diferenciales inflacionarios) podían desestabililizar el edificio. De este modo ciertos países del Asia sudoriental, como Corea del Sur, que estaban profundamente ligados a la economía japonesa, sin embargo habían regulado su cambio por el dólar (utilizado en las transacciones internacionales). Eso fue muy ventajoso mientras el dólar se depreciaba. Pero las fuertes variaciones de los cambios entre el dólar y el yen 8, en particular la revalorización en un 27% del dólar entre junio de 1997 y agosto de 1998 (o sea, en 14 meses) revaluaron igualmente las monedas de esas economías creando las condiciones para una recesión, amplificada por otros elementos. El factor de las crisis de los años 1990 que más frecuentemente se menciona es la libertad de movimiento de los capitales en el mercado mundial. En los países avanzados esta libertad limitó radicalmente la autonomía de las políticas nacionales, lo que constituye ya un serio hándicap. Pero en los países emergentes, esta movilidad de los capitales fue la fuente de una temible inestabilidad. La inminencia de las recesiones creaba cada vez las condiciones de su amplificación y transformaba en crisis grave un mal funcionamiento banal que implicaba un ajuste. Es un fenómeno antiguo pero que ha asumido proporciones inauditas desde hace una decena de años. El tremendo aflujo de capitales a los países llamados emergentes data de 1990; pero esos flujos se invirtieron repentinamente al acercarse la crisis de 19979. El problema de la libre movilidad del capital toca un aspecto fundamental del funcionamiento del capitalismo, un punto neurálgico de la estrategia neoliberal de reafirmación de las 8 La discusion de la hegemonía estadounidense, subyacente en estos análisis, nos dará la ocasión para examinar esas variaciones de los cambios (figura 12.1). 9 UNCTAD, United Nations Conference on Trade and Development, Trade and Development Report, Nueva York, Naciones Unidas, 1999, p. 101. Aunque la idea de James Tobin sea anterior, hubo un nuevo interés por la idea de poner impuestos a los movimientos de los capitales internacionales (F.Chesnais, Tobin or not Tobin?, París: L´esprit frappeur, 1998). prerrogativas de los propietarios de capitales. Las verdaderas amenazas no resultan de tales o cuales desequilibrios macroeconómicos, de tales o cuales imprudencias financieras, de tales o cuales errores en las políticas, sino del grado y las formas de la afirmación de esta libertad. No hay capitalismo sin movilidad del capital. El capital se valoriza en las firmas, mediante la producción, pero en una escala superior deben existir agentes, los capitalistas, que desplazan constantemente los capitales entre las diferentes empresas, las diferentes ramas: una de las modalidades de la maximización de la ganancia y una de las funciones de las finanzas. Los problemas proceden de la inevitable autonomización de los mecanismos financieros con relación a sus bases en la producción. En las actividades productivas, los movimientos de capitales tienen una gran viscosidad, pues una parte de los capitales está inmovilizada en edificios o máquinas. Las empresas no toman decisiones estratégicas (desarrollar una actividad, reorganizarla o abandonarla) en todos los momentos. Si uno se compromete, lo debe hacer de modo duradero; ese es el precio de la eficiencia. La movilidad integral no debe ser interpretada como un simple apéndice necesario de la internacionalización de la producción. No se puede negar que el desarrollo de las sociedades multinacionales exigía una reorganización de las operaciones monetarias y financieras en el plano mundial, pero la reivindicación de la liberalización total, incluso en condiciones de crisis, no se refiere tanto a las operaciones financieras como complementos indispensables de la producción en el seno de vastas empresas, sino en tanto que operaciones particulares y en gran medida autónomas (en las que intervienen igualmente las multinacionales). Los mercados financieros tienen una lógica y un funcionamiento propios. Las finanzas son hipersensibles a las menores señales que indican ganancias o pérdidas eventuales. Si una actividad parece rentable, los capitales se dirigirán hacia ella; si otra demuestra ser poco lucrativa, los capitales huirán. Toda la historia del capitalismo está atravesada por la construcción, paralelamente al mundo de la producción, de instituciones financieras que facilitan esos movimientos y por tentativas de perfeccionarlas constantemente – de ahí la igualmente constante necesidad de reglamentar esas operaciones. Esos dispositivos son eficaces desde cierto punto de vista, en el sentido de que facilitan adoptar decisiones. Pero también tienen consecuencias potencialmente devastadoras. La historia de las crisis bursátiles lo demuestra: cuando todos quieren salir del juego, los cursos se derrumban. Lo mismo sucede con los mercados monetarios. Si quienes poseen capitales presienten la desvalorización de una moneda, tratan de convertir sus haberes en otra moneda. Las tasas de cambio se preservarán eventualmente gracias a la compra y venta de divisas por los Bancos Centrales o al aumento de las tasas de interés o caerán, confirmando las anticipaciones negativas. Cuando se habla de fragilidad financiera y monetaria se habla de todo eso, de la utopía de un capitalismo donde siempre es posible estar al abrigo de las pérdidas, del mito de un juego donde todos los poseedores de capital ganan, todos y siempre: estar siempre en todos los auges, desertar siempre antes de los derrumbes.