Revista LATINA de Comunicación Social La Laguna (Tenerife) - junio de 1998 - número 6 D.L.: TF - 135 - 98 / ISSN: 1138 - 5820 El lenguaje radiofónico Diseño metodológico para el estudio de los factores condicionantes del proceso de comprensión de la noticia radiofónica (4.135 palabras - 11 páginas) Lic. Isidro Catela Marcos © Universidad Pontificia de Salamanca i.catela@upsa.es OBJETIVOS Y JUSTIFICACIÓN Ser, en buena medida, es ser expresión. La lengua sirve a todas las necesidades comunicativas, expresivas y apelativas del hombre; quizá a todas menos a las construcciones artificiales de los gramáticos. En esta línea, la investigación que se presenta no quiere buscar reglas ilusorias ni cazar al vuelo las que anden sueltas. Quiere, más bien, entender la lengua española como comunicación, considerar la lengua en funcionamiento, como procedimiento de representación de información y de comunicación entre personas. Nos interesa comprender la lengua, que no es más que comprender, entre otras cosas, su propia variedad, para conseguir con pleno acierto el propósito de expresarnos en los términos más acertados en la representación de nuestras ideas y de nuestras intenciones comunicativas. Queremos comprender la lengua para ser capaces de adentrarnos con fundamento en un lenguaje tan específico como el radiofónico, acotado a su esencia puramente informativa y entendiendo la comprensibilidad del mensaje como premisa básica de cualquier narración. Nos vamos a centrar en el estudio del lenguaje informativo teniendo como punto de referencia la noticia radiofónica. La información en la radio aparece siempre como un contenido fluido y flexible que da lugar a múltiples formas y a diversos tipos de lenguaje. Tenemos que tener presente que, en radio, la noticia se construye en torno a tres planos distintos: el mundo real, el mundo de referencia del oyente y el mundo posible. El criterio para darle contenido se centra en el primero, mientras que para darle forma se centra en el segundo. Por ello es necesario estudiar de qué manera se integra el oyente en el proceso comunicativo. Se trata de un tipo de percepción activada por impulsos sonoros que se traducen el la mente de quien escucha como un conjunto de imágenes más o menos próximas a él. Psicológicamente, la comprensión de un mensaje radiofónico supone un esfuerzo constante de memoria y atención, al contrario de lo que sucede con el mensaje que llega desde otros medios en los que el grado de actividad exigido es mucho menor. El contenido de la información ha de ser comprendido en el momento justo de la percepción. El oyente, sin embargo, tiene que moverse entre el tiempo presente y el pasado para comprender el mensaje, puesto que debe crear imágenes a partir de experiencias pasadas, en un proceso en el que también la subjetividad juega un papel importante. Pero no son sólo condicionamientos de tipo psicológico los que nos atañen, en el mensaje radiofónico encontramos también condicionamientos físicos inevitables que refuerzan más aún la necesidad de transmitir un lenguaje comprensible, sin posibilidad alguna de equívoco. La comprensión de lo que se escucha cuenta con dificultades impuestas por los hábitos desarrollados en la percepción del mensaje -en el caso de la radio es muy frecuente compaginar su escucha con el desarrollo de otra actividad-. De fondo, y en la base de los dos tipos de condicionamientos señalados, está nuestro centro de atención: los factores de carácter lingüístico que afectan tanto a unos como a otros. Veremos más adelante, en el momento de definir y operacionalizar las variables, en qué se concreta nuestro trabajo en este campo. Han sido muchos y muy variados los factores que han ido propiciando un giro en las estructuras informativas de los medios de comunicación social. La radio como medio comunicador por excelencia ha ido adaptando paulatinamente sus modos de contar las cosas a las distintas circunstancias políticas, sociales y culturales que han ido surgiendo. Sin embargo, en los últimos años la actividad radiofónica española ha colocado su centro de interés sobre el contenido, ignorando casi por completo las formas de expresión. Se ha desatendido la forma, sin darse cuenta de que resulta decisiva para que el contenido llegue de manera efectiva al receptor. La información a la que hoy tienen acceso las distintas emisoras es prácticamente la misma, por eso se presenta como factor distintivo la manera de contarlo. No hay más que echar un vistazo a las parrillas de programación de los últimos años -y podemos incluir también la producción televisiva- para darnos cuenta de que la verdadera batalla se está librando en el terreno de los formatos. Tal es así que en muchos casos se presenta incluso un formato que resulta ser el programa mismo, ante la carencia casi total de contenido. Es necesario buscar nuevas pautas que apoyen al profesional de la radio en la construcción de sus mensajes, en los que deberá tener muy presente que la radio es un medio creativo, cercano y que, por encima de todo, habrá de ser un medio comprensible. Para ello urge conocer a fondo las distintas formas de comunicar que existen en radio, dicho de otro modo: elaborar una teoría (con inmediata aplicación práctica) del lenguaje radiofónico de la que actualmente se carece. La radio necesita renovar sus maneras de decir, tiene que cambiar la estructura y configuración lingüística de sus prácticas narrativas y acoplar el lenguaje utilizado a los distintos géneros radiofónicos existentes. El buen mensaje radiofónico tiene que ser claro. En la radio, mensaje no comprendido es igual a mensaje sin sentido; la claridad se convierte así en un criterio de calidad del propio mensaje. Se hace muy cuesta arriba postular enunciados indiscutibles en el entorno concreto que se pretende analizar, donde la base sentada es más bien escasa y el empobrecimiento diario de las rutinas productivas nos sitúan ante un panorama poco alentador. El propósito, por lo tanto, no puede sentar cátedra, tiene que ser, eso sí, probar empíricamente cada una de las afirmaciones que aquí se realicen para aportar, cuando menos, nuevos puntos para la reflexión. Con eso, que no es poco, el trabajo quedaría más que justificado. REVISIÓN TEÓRICA En función de los objetivos señalados, planteamos una revisión teórica estructurada en cuatro bloques distintos: lengua como comunicación comunicación hecha radio (comunicación radiofónica) lenguaje radiofónico / lenguaje informativo: lenguaje informativo en radio comprensión de lo transmitido por parte del oyente Hemos trabajado con bibliografía mayoritariamente escrita en castellano, por razones obvias en los temas que lindan en lo gramatical, y fuentes originales en inglés (sobre todo para los dos primeros bloques) y en francés, que han resultado de mucha utilidad en lo que al apartado de lenguaje radiofónico se refiere. Falta la revisión del cuarto bloque al no haber comenzado aún a leer nada específico sobre el tema. - Cuando yo uso una palabra -decía el simpático sabelotodo de Alicia a través del espejo- quiere decir sólo lo que yo escojo que quiera decir ni más ni menos. - La cuestión es -dijo Alicia-, si tú puedes hacer que las palabras quieran decir tantas cosas diferentes. - La cuestión es -replicó Humpty Dumpty- quién es el que manda, eso es todo. ¿Podemos afirmar de manera tajante que las palabras quieren decir lo que decida quien mande sobre ellas? Para descubrir el uso apropiado de la lengua, necesitamos entender cómo funciona, para qué se usa, ir un poco más allá, buscar un planteamiento de partida más integrador. Si la lengua es un código en que cada expresión está asociada a un contenido, podríamos deducir que basta el conocimiento del código para evitar los problemas de comunicación. Lo habitual, según este planteamiento, sería el éxito del proceso comunicativo, entendiendo por tal la correcta emisión del mensaje y la adecuada comprensión por el oyente; los fracasos habría que explicarlos, así pues, por el desconocimiento de un determinado código o, lo que es lo mismo, por la ilusión de una serie de convenciones compartidas que a la hora de la verdad no resultan tales. Frente a esta postura, abanderada desde mediados de siglo por lingüistas como Hjelmslev, se encuentra aquella que considera la lengua como asociación de formas y contenidos; para usarla no se requiere gran esfuerzo, en todo caso lo tendrá que hacer el emisor porque basta con encontrar las palabras necesarias, las ideas quedan de inmediato depositadas en ellas. Esta concepción puede llevarnos a suponer que cuantas más señales produzcamos y almacenemos en diversos medios, más ideas tendremos a nuestra disposición. No parece, en principio, una suposición muy loable si consideramos que la comunicación es, por encima de todo construcción de conocimiento y que continuamente hemos de poner a punto las palabras como instrumentos de procesamiento de información. La única manera de mantener la cultura es prepararnos para reconstruirla día a día para que, en palabras de Michael J. Reddy, el interminable flujo de palabras no recree el mito de Babel en la forma de una torre de comunicaciones. Más cerca de esta última forma de entender el proceso comunicativo nos situamos al lado de aquellos que mantienen que cada texto, cada discurso tiene la impronta del hablante pero también la del oyente. Redactor y lector, hablante y oyente, están presentes en la información contextual: uno calcula lo que sabe el otro, lo que le falta, y dónde hay que encajar lo que le quiere comunicar. En la lengua usada en la comunicación, una forma no está asociada sin más a un contenido determinado, de modo que baste tener la expresión para disponer de su interpretación. Un acto de comunicación requiere la existencia de más de una posibilidad; tal y como señalaba Ashby, la información transmitida no es una propiedad intrínseca de la expresión individual. Aunque a primera vista pueda despistar, partir de tan arriba nos permite consolidar nuestro planteamiento: partimos de la construcción de un mensaje para centrarnos en su comprensión, no sólo como cuestión narrativa sino como concepción que responde a una manera determinada de entender el proceso, en el que el oyente debe tener un papel preponderante y constituirse de esta forma en elemento configurador del propio mensaje. Más próximo resulta ya pasar de la lengua hecha comunicación a la misma comunicación hecha radio. Las características propias de lo que conocemos con el nombre de comunicación social quedan tamizadas al pasar por el filtro radiofónico. Si Maletzke hablaba de comunicación pública, indirecta, dirigida a muchos... la radio impone otra forma de acercarse a su contenido: menos mediada, más directa, intensifica en el oyente la sensación de formar parte del proceso comunicativo... Sucede que no es tan fácil moverse en este entorno ideal cuando se aterriza en la comunicación radiofónica convertida en un lenguaje específico para la radio. Los manuales de narrativa audiovisual dejan con generosidad una de cada diez páginas para el audio y se centran en las posibilidades, no mayores sino distintas, del apartado visual. Mientras, la radio sigue conservando a duras penas una triple función difusora, expresiva y comunicativa. Y mantenemos que lo hace con más pena que gloria porque la industria de los noventa, más concentrada en grupos multimedia y más atenta a la lógica de la inversión rentable, ha organizado las demandas informativas, culturales y de entretenimiento de los públicos radioyentes según segmentos de interés, ofreciendo a cada segmento un consumo inmediato y placentero. Ha sobrevivido lo que autores como Balsebre, Prado y Martí llaman un concepto de radio-servicio y han pasado a mejor vida otros como los de radio-emoción y radio-arte. Así las cosas, la radio española -realidad bastante extrapolable a toda Europa- ha suprimido de su programación, casi totalmente, el género dramático que fue sin duda el pilar fundamental de la estructuración de un código genuino de expresión. No ha habido sorpresas. La consecuencia inmediata ha sido el empobrecimiento del lenguaje radiofónico en su sentido más amplio y, lo que es peor, el cuestionamiento en no pocos casos de si tal lenguaje existe en realidad o no es más que el fruto de la imaginación de alguno. Afirmar eso sería tanto como mantener que la importancia expresiva de la radio reside sólo en cuanto que es un medio transmisor de un lenguaje hablado y no considerar que sí tiene unas reglas internas de funcionamiento lingüístico, que sí dispone de unos códigos de expresión y que sus discursos sí estructuran unos lenguajes determinados. Como expone Ettienne Fuzellier, "el perfeccionamiento de la técnica no sería suficiente para hacer de él un verdadero lenguaje si no hubiera realizado poco a poco un inventario de la naturaleza misma de los sonidos que transmite (voz, ruidos y música), de su propio valor y del valor de su mezcla, de la funcionalidad de sus relaciones y de la eficacia de su utilización. Se convirtió en un lenguaje auténtico al definir así empíricamente su gramática y su sintaxis". Nos quedan, por último, dos campos que abarcar antes de adentrarnos plenamente en el objeto de nuestra investigación: los elementos del mencionado lenguaje radiofónico y su traducción expresa en cada uno de los géneros que presenta el medio. No hay duda en cuanto a los primeros. Toda la bibliografía revisada, dando ya por supuesta la asunción de un código expresivo propio de la radio, muestra con una u otra terminología los siguientes elementos: palabra, músicas, efectos sonoros y silencio. Ninguno aparece como fundamental para la creación de sentido, pero parece lógico aventurar que si vamos a hablar de información nos centraremos muy especialmente en la palabra. Aquellos creadores que prescinden de la palabra en sus obras, rara vez consiguen un éxito comunicativo, aunque haya que reconocerles el mérito experimental que tienen sus apuestas y lo que representan en muchas ocasiones para el desarrollo del lenguaje de la radio. No hay tanta coincidencia en lo que se refiere a los géneros. Encontramos a los autores que presentan una teoría de los géneros periodísticos inmutable y a la vez flexible para servir a cualquier soporte y a cualquier ocasión, y a los que plantean una tipología distinta en función del medio de comunicación del que estemos hablando. Nuestra apuesta no sólo asumirá a pie juntillas la segunda opción, sino que se servirá de ella para mantener que, así como a cada medio le corresponden sus géneros distintivos y que no es posible utilizar un patrón aplicable a todos, dentro de cada medio -de la radio, en nuestro caso- cada género debe conocer su propio lenguaje, o mejor dicho, debe saber combinar de una determinada manera los elementos que le presta el lenguaje general del medio. Y no por capricho o por interés en establecer infinitas tipologías sobre una y otra cosa, sino porque estamos convencidos de que hacerlo así redundará en beneficio del que nos escucha que nos seguirá escuchando en la medida en que consiga cada día entendernos un poco mejor. HIPÓTESIS TEÓRICAS Y EMPÍRICAS Algunas preguntas de investigación: La claridad de las noticias radiofónicas, ¿hace que el oyente las comprenda mejor? La creación de imágenes sonoras mediante el lenguaje, ¿aumenta la comprensión de las noticias radiofónicas? La inclusión de testimonios de personas implicadas directamente en la noticia, ¿aumenta la comprensión de la información radiofónica? ¿Están directamente relacionadas en radio velocidad de lectura y comprensión del mensaje? ¿Tiene la locución alguna relación directa con la comprensión del mensaje radiofónico? ¿Hay alguna relación entre el género informativo utilizado para dar el mensaje y su comprensión por parte del oyente? ¿Es importante la identificación del género radiofónico utilizado para la comprensión del mensaje? Reduciendo necesariamente todos los elementos apuntados a algunos aspectos concretos, podríamos formular una primera hipótesis empírica: El grado de comprensión de la noticia radiofónica experimentado por los oyentes de corta edad se relaciona de manera directa con el orden en que el emisor dispone los distintos elementos del lenguaje radiofónico que utiliza. El diseño propuesto incluye una variable dependiente: la comprensión del mensaje por los oyentes de corta edad y varias independientes en función del número en que traduzcamos esos distintos elementos del lenguaje radiofónico. Trataremos ahora de operacionalizar las distintas variables: Entendemos por comprensión la acción de entender, alcanzar o penetrar un contenido de tal manera que se es capaz de reproducir, al menos en sus elementos esenciales (los imprescindibles para la creación de sentido en la narración), una vez que se ha escuchado. Entendemos por oyentes de corta edad aquellos niños y niñas que aún no han cumplido los catorce años. Entendemos por lenguaje radiofónico el conjunto de formas sonoras y no sonoras representadas por los sistemas expresivos de la palabra, la música, los efectos sonoros y el silencio, cuya significación viene determinada por el conjunto de los recursos técnicoexpresivos de la reproducción sonora y el conjunto de factores que caracterizan el proceso de percepción sonora e imaginativo-visual de los oyentes de radio Así, por ejemplo, trataremos de verificar que los niños de la edad mencionada comprenden mucho mejor el contenido de una información radiofónica cuando ésta comienza con algún sonido musical; cuando el testimonio sonoro del personaje implicado se coloca al principio sin previa narración del locutor... Las combinaciones, tanto en lo que se refiere a tipos de oyentes como a elementos expresivos, podrían ser innumerables. METODOLOGÍA, TÉCNICAS Y FUENTES Método experimental. Prueba de laboratorio Diseño de mediciones repetidas (variante del cuadrado latino para evitar el efecto contaminación dada la gran cantidad de variables independientes con las que vamos a jugar y las consecuentes alternativas de tratamiento que sufrirán los sujetos experimentales). Operacionalización de variables. Ejemplos concretos: Creación específica de la variable independiente: utilización de la función apelativa del lenguaje (inclusión del oyente en la narración) Las escalas o reglas de catalogación de la variable dependiente estaría en función de los sujetos experimentales y de lo mencionado anteriormente en la operacionalización de variables (qué entendemos por comprensión: escala en función de los elementos esenciales de sentido que el sujeto sea capaz de reproducir) Manipulación encubierta de las variables independientes Formación de bloques: (introducimos tres nuevas variables independientes: edad, consumo de radio, tipo de radio escuchada y horario de consumo para filtrar aquellos oyentes con mayor consumo de programas informativos) Corta edad..... hasta 14 años inclusive Jóvenes.......... de 15 a 24 ambos inclusive Adultos........... de 25 a 65 ambos inclusive Mayores......... mayores de 65 años Consumidor bajo...... menos de media hora diaria Medio-bajo................ entre media y una hora diaria Medio......................... entre una hora y hora y media diaria Medio-alto................ entre una hora y media y dos horas diarias Alto............................. entre dos y tres horas diarias Muy alto..................... más de tres horas diarias Primera hora de la mañana (antes de las 8) Mañana (8 - 12) Mediodía (14-16) Tarde (16-18) Tarde-noche (18-22) Noche (22-24) Madrugada I (24-2) Madrugada II (2-8) Oyentes de radio convencional Oyentes de radio fórmula REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA SOBRE EL TEMA ARIAS RUIZ, Aníbal: Radiofonismo. 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