BUSCANDO UN BEBE QUE NO LLEGA: ENTRE DESILUSIONES Y ESPERANZAS Hace años, mientras estaba sentada en la sala de espera de una clínica de Reproducción Asistida, escuché algunas de las cosas más increíbles que les pasan por la cabeza a las mujeres que enfrentan dificultades para embarazarse. Desde entonces las cosas han cambiado mucho para mí, y para aquellas que hoy en día se someten a tratamientos de reproducción asistida. Lo que en gran medida sigue siendo igual, es lo que escucho a los pacientes decir que sienten cuando, después de mucho intentar, no logran el tan deseado embarazo. La desilusión, la tristeza, la ansiedad, la culpa, las dificultades con la pareja, el deseo de aislarse, la frustración y el temor al fracaso son la mala compañía que parece no querer dejarlos en paz. Hoy en día, mucho más que en esos años, la dificultad para lograr el embarazo se enfoca en pareja. Tanto desde el punto de vista médico como desde el emocional, sabemos que esto es algo que le pasa a las parejas y no a ella o a él particularmente. Para la pareja, los hijos representan un proyecto de inmortalidad. Son la continuidad de su unión, es un poquito de cada uno, combinado y puesto en un nuevo ser. Para muchos es la razón de ser de la pareja, que después de un tiempo siente que ya quiere conformar una familia. Las parejas que tienen problemas de fertilidad enfrentan una crisis personal, de pareja y familiar. Además deben aprender a manejarse en un mundo de tecnología reproductiva que con frecuencia los envuelve en dilemas éticos que impactan el centro de su vida. Y como si no fuera suficiente, también deben ceder el control de la parte más íntima de su relación, a un equipo médico que por momentos parece estar metido en medio de la relación de pareja. Y dentro de todo este caos emocional, los consejos que con mayor frecuencia reciben es: “RELAJATE Y VERÁS CÓMO TE EMBARAZAS PRONTO”, “TÓMENSE UNAS VACACIONES”, ó simplemente “NO PIENSES MÁS EN ESO”. Pero, ¿cómo dejar a un lado aquello que es el centro de sus vidas en esos momentos? ¿Cómo olvidarse de una preocupación que parece ocuparlo todo? ¿Cómo no pensar más en eso si todo gira alrededor de un posible embarazo? Si pudieran conseguir una varita mágica o un interruptor de on/off para la mente, las cosas serían más fáciles. Sin embargo mientras más tratan de “no pensar en eso” menos logran la desconexión, hasta el punto que el embarazo se convierte en casi una obsesión. Con excepción del mes en que logran el embarazo, las parejas que se someten a tratamientos de Reproducción Asistida atraviesan un ciclo de esperanza-pérdida cada 28 días. Esto significa que viven en un proceso de duelo crónico. Cada mes con la llegada del período menstrual se anuncia la muerte de la ilusión de ese bebé que tanto esperan. Recuperarse de esta pérdida resulta muy difícil, ya que mientras la pareja está tratando de reponerse, ya comenzó el próximo ciclo. Las dificultades para embarazarse implican un reajuste en el estilo de vida de la pareja que permita acomodar los procedimientos de diagnóstico y tratamiento. Estos procedimientos son invasivos médica y emocionalmente, y a veces resultan sumamente estresantes para la relación de pareja. El hecho de que el médico regule la vida sexual de la pareja, de que la relación sexual sea monitoreada, de que el varón tenga que dar una muestra de semen a demanda del médico son todas situaciones que para algunos resultan hasta avergonzantes. Sobretodo en nuestros días cuando la ejecución determina qué tan bien o tan mal estamos sexualmente. Entonces sucede que si el esposo no pudo dar la muestra de semen cuando se necesitaba, o si resulta que tiene un problema de bajo conteo espermático, su masculinidad se ve cuestionada. Las reacciones emocionales ante los problemas de fertilidad han sido descritas como diferentes para los hombres y las mujeres. Las mujeres tienden más a la depresión y los hombres a la negación de sus sentimientos. Para las mujeres los problemas para embarazarse pueden significar una falla en su rol de mujer, con frecuencia vemos como el fracaso reproductivo se convierte en un fracaso personal para ellas. A menudo presentan algún grado de depresión, se sienten solas, y con frecuencia tienen alteraciones en el deseo sexual o se sienten que no son deseadas sexualmente. Para los hombres, sobretodo para aquellos que tienen un problema de fertilidad, resulta difícil la experiencia. Aceptar el problema significa que su hombría está en cuestionamiento. Es como si el número o la calidad de sus espermas definiera su masculinidad. Sabemos también que para muchos otros hombres el silencio acerca de sus sentimientos es una forma de proteger a sus esposas: lo hacen para que “ella no se sienta peor”. Con frecuencia vemos que la mujer es la que expresa el dolor y la tristeza por la pareja, mientras que el hombre queda sumido en su silencio. Usualmente ella es quien busca la ayuda médica, se responsabiliza del tratamiento y es más abierta a la terapia de apoyo emocional. Ambos sufren, y la pareja sufre. Las huellas que deja esta experiencia en la relación pueden ser profundas. Hoy en día existe una variedad de tratamientos de reproducción asistida que ofrecen soluciones médicas para muchos de los casos. Quizás la pareja no se embarazará en el primer intento, quizás tenga que probar con distintos tratamientos, o quizás decida cambiarse de médico en el camino… Pero la realidad es que en la actualidad existe una gama de posibilidades que resulta esperanzadora. Las huellas emocionales que deja esta experiencia son harina de otro costal. A veces las parejas no se dan cuenta del impacto emocional que tendrá la “infertilidad” y su tratamiento en sus vidas. Algunos especialistas en Reproducción Asistida sugieren que aquellas parejas que se sometan a tratamientos reciban, de forma paralela a los procedimientos médicos, atención de un especialista en los aspectos emocionales de este problema. No existe un problema físico sin consecuencias emocionales, así como no existe un problema emocional sin consecuencias físicas. Los niños que nacen como resultado de la fortaleza y fe de sus padres, y de los avances de la medicina reproductiva son una verdadera maravilla. Es nuestra responsabilidad como padres entonces, criarlos en una familia cuyos arquitectos tengan la mejor relación que puedan tener. Marci Mizrachi Terapeuta Familiar Instituto de Terapia Familiar y de Pareja El trabajo emocional con las parejas que pasan por esta experiencia está dirigido a: 1. Ayudar a la pareja a reconocer cómo les afecta a nivel emocional el estrés de los tratamientos para lograr el embarazo. 2. Discutir los dilemas éticos o religiosos a los cuales se enfrentan. 3. Promover la negociación en la pareja. 4. Ayudar a la pareja a elaborar un plan económico para poder enfrentar los gastos que implican los tratamientos. 5. Ayudar a la pareja a hacer los duelos por las pérdidas que ocurren con cada tratamiento fallido. 6. Alentarlos a tomar descansos cuando sea necesario. 7. Promover la discusión y el acuerdo entre ellos acerca de con quién y cómo hablar de su experiencia. 8. Trabajar con el equipo médico para apoyar a la pareja, al médico y a la relación entre ellos. 9. Ayudar a la pareja a decidir cuándo dejar de intentarlo, cuándo abandonar los tratamientos y decidir si se quedarán sin hijos o si adoptarán.