Fuera de Ruta (4) - El Colegio de Sonora

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Fuera de Ruta
El desierto y sus trastornos
Gloria Ciria Valdez Gardea*
Una de las narrativas que mas nos ha impactado en nuestro recorrido por los albergues
localizados en las áreas fronterizas de Agua Prieta, Nogales y el corredor Altar-El
Sásabe, ha sido la relacionada con los impactos emocionales de hombres y mujeres
migrantes, jóvenes o de edad madura, ocasionados por la experiencia de cruce hacia los
Estados Unidos. Estamos hablando de paisanos que son agarrados por la patrulla
fronteriza para posteriormente ser repatriados, paisanos que intentaron cruzar y se
tuvieron que regresar, paisanos que se perdieron y/o fueron abandonados en el desierto,
auxiliados y traídos de nueva cuenta a la frontera.
Hoy hablaremos un poco sobre los trastornos emocionales que cientos de paisanos viven
y que son poco documentados o difundidos. Podemos decir que la incertidumbre y la
ansiedad se agudizan desde el momento en que el paisano se despide de su familia y
empieza su recorrido hacia el norte desde su lugar de origen. Muchos de ellos cambian de
camión varias veces, las mismas que son entrevistados y oscultados en los retenes y en el
aeropuerto de Hermosillo, requeridos a presentar documentación que demuestre su
identidad mexicana cuando esta es dudosa o el paisano no trae papeles, no se les permite
continuar su travesía y son detenidos por horas o días. A esto se le agrega que muchos de
ellos no traen suficiente dinero y comen cualquier cosa durante el trayecto que puede
durar de 30 a 48 horas en camiones de segunda con aire acondicionado o calefacción
deficiente o en su caso sin ninguno de estos servicios. No es de sorprenderse entonces
que al llegar a algunas de las áreas fronterizas de Sonora, las cuales se han convertido en
las principales antesalas para la migración internacional, muchos de los paisanos estén
cansados, débiles, con trastornos gastrointestinales como colitis y estreñimiento que se
pueden agravar por el cambio de la dieta alimenticia que se consume en esta región al
igual que por las temperaturas extremas del desierto sonorense.
Al contexto anterior se le añade el impacto de la llegada a las ciudades fronterizas.
Algunos migrantes jóvenes nos comentaron el miedo que les causo el jaloneo que
vivieron al momento de bajarse del camión en Altar. El jaloneo es ocasionado por las
personas que ofrecen sus servicios de cruce o de los contactos previamente informados de
la llegada del paisano, que busca identificarlo.
En las comunidades fronterizas de sonora el paisano puede esperar horas días o semanas
en espera de cruzar. Mientras tanto su alimentación es deficiente, muchos de ellos
especialmente los que llegan sin ningún contacto para su cruce, duermen a la inerperie o
en las bancas de la plaza local hasta que alguien les comenta de la existencia de los
albergues. Muchos paisanos comentaron que no se van a los albergues pues el contacto
les dice que eso dificulta mas la organización del cruce así que tienen que esperar en otra
parte como en las plazas, deportiva, o deambulando en el centro. Hay paisanos que
cuentan con recursos y en compañía de otros rentan un cuarto en una casa de asistencia u
hotel.
Todo este contexto es lo que el paisano lleva al momento de iniciar el cruce que implica
caminatas intensas, poca agua y alimento, la picazón de insectos, las altas temperaturas,
robos, maltrato, y en ocasiones abusos sexuales. En muchas ocasiones al ser descubiertos
por la patrulla fronteriza corren y se caen sufriendo heridas leves, también son
empujados, esposados y agredidos verbalmente por la patrulla fronteriza. Son trasladados
a un centro de detención que según las versiones de migrantes repatriados que
entrevistamos, se asemeja a una cárcel pues no cuenta con ventanas, no pueden ver el
exterior y se pierde la noción del tiempo y el espacio. Se les da de comer un jugo, un
paquetito de galletas y un sobre con frijoles disecados. En espera del tramite de
repatriación hacia México.
Con toda estas experiencias no es de sorprenderse del porque algunos de estos paisanos
sufren de trastornos emocionales. Por ejemplo, en Nogales tuvimos la oportunidad de
hablar con la señora Hilda Loreiro co-responsable del albergue Juan Bosco, fundado en
1982 y que tiene como objetivo fundamental el apoyar a los migrantes en transito por esta
ciudad fronteriza. Comenta la experiencia de tres hermanos que cruzaron por Altar y solo
uno de ellos no tuvo éxito se perdio y fue auxiliado y regresado a Nogales: “el muchacho
llegó al albergue tranquilo, cenó y se acostó, y como a la hora empezó a reaccionar,
entonces… pero gritaba horriblemente se oía para todos lados los gritos, que venían los
helicópteros, que ya les traían agua, que los iban a salvar y el hablaba como en clave, y
gritaba pero mucho, despertó y quería golpear a todo mundo, pero no lo podíamos hacer
callar, sino que rápido le hablamos a la policía, pero ni con la policía tampoco; entonces
lo llevaron al hospital parece ser que le pusieron un calmante y se calmó un poco, pero ya
empezó a pasar el efecto, y empezó a reaccionar y es que todo eso lo que vivió en el
desierto creo estaba un poco mal”.
Hay muchas mas de estas historias que las iré compartiendo en otras momentos. Cabe
decir que el proceso migratorio que experiencian los paisanos conllevan una serie de
situaciones que necesitan ser analizadas y tomadas en cuenta para el diseño de políticas
publicas de apoyo al migrante que vayan mas allá de lo que hasta hoy tenemos.
* Profesora-investigadora del Programa Estudios Urbanos y Ambientales de El Colegio
de Sonora, gvaldez@colson.edu.mx
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