Fernández del Castillo Kanahuati, Natalia Maestro: - ¿Puedes ver a Dios? Estudiante: - No. Maestro: - Entonces El no existe. Estudiante: - Esta bien; ¿puedes usted ver el viento? – Maestro: - No, pero puedes ver los efectos. – Estudiante: - Esta bien, de la misma manera, no podemos ver a Dios, pero podemos ver sus efectos en nuestras vidas, día con día.- La existencia de Dios bajo la luz natural de la razón La pregunta que todo ser se hace por el simple hecho de ser humano, es ¿donde está Dios? o ¿quién es Dios? En primer lugar lo hacemos porque nos gustaría descifrar el misterio de nuestro origen y así saber quienes somos. En la respuesta a esas preguntas hay una convergencia entre la razón y la fe, la verdad natural y la verdad revelada. La inteligencia humana puede ciertamente encontrar a la cuestión de nuestros orígenes. En efecto, la existencia de Dios puede ser conocida con certeza por sus obras gracias a la luz de la razón humana. Para contestar esas preguntas es necesario hablar el mismo lenguaje, el de Dios. Mientras que los ateos piensan que Dios no existe. Los agnósticos dicen que Dios no habla. Y los creyentes creen que Dios no calla. La problemática en el mundo es que todos esperan cosas materiales, tangibles. Y aunque claro está que Dios no entra por los ojos, tenemos de Él la misma evidencia racional que nos permite ver detrás de una pintura al artista, detrás de una novela al escritor, detrás de un edificio al arquitecto. El mundo (con todas sus luces, colores y volúmenes) no es la problemática para que haya ciegos que no puedan verlo. En realidad el problema no es el mundo, sino la ceguera. Con Dios sucede algo parecido, y no es lógico dudar de su existencia solo porque algunos no lo vean. La existencia de Dios la vemos marcada en todas partes y a todas horas. A veces quienes le niegan o le ignoran empiezan a escucharle en el inmenso lenguaje de las galaxias, en el elegantísimo idioma de la genética, en los números increíbles de la física atómica, en la lengua inefable del amor y a veces hasta en el significado desconcertante del dolor. La existencia de Dios y la ciencia La Iglesia y la ciencia no se contraponen, como hemos dicho antes hay muchas personas que han encontrado a Dios detrás de ellas. Es claro que no vamos a poder nunca cuantificar a Nuestro Señor o descifrar sus componentes por más complicada y larga que sea la fórmula. Pero siempre, de alguna manera u otra, lo vamos a encontrar. Dios esta en el principio de la reflexión de un creyente y al final de las investigaciones de un científico. Uno de los elementos que más controversia está produciendo en el científico de hoy es el del Big Bang, la explosión que ha dado origen al mundo que hoy conocemos. Los físicos han recreado este momento en sus teorías e hipótesis, repasando paso por paso. Esto tuvo lugar en una fracción casi inimaginable de segundo, una cifra ridícula de 1 precedido por 43 ceros. Y en este momento inicial todo estaba compuesto dentro una esfera que era 10 millones y millones de veces mas pequeña que un átomo. Pues bien, todo el mundo actual procede de ese instante y de esa esfera. Y las preguntas que surgieron inevitablemente para los científicos son: ¿qué había antes de ese momento inicial? ¿Es la creación? ¿Quién puso esa fuerza expansiva y la programó de tal modo que, si el más mínimo elemento hubiese fallado, habría conducido al más espantoso de los caos? Otra de las controversias de los científicos apareció cuando F. Crick halló el ADN. Una célula compuesta por una veintena de aminoácidos. Pero la función de cada uno de esos depende de más o menos unas 200 encimas específicas. O sea que calculo un aproximado de un millar de encimas diferentes para formar una sola célula vida. Un hombre honesto tendría que aceptar que el origen de la vida se debe a un milagro. Ya lo había dicho Pasteur: "Poca ciencia aleja de Dios. Mucha acerca a Él". La mano de Dios es la única capaz de explicar lo que, de otro modo, queda sin una última conclusión. Ningún científico ha encontrado una explicación suficiente, ni la teoría de Darwin, ni la de las mutaciones genéticas. Hoy en día hay que creer en Dios para explicar la evolución. Es un hecho que la mayoría de los científicos han sido creyentes. Lo fueron científicos clásicos como Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Lineo, Cuvier y Pasteur. Y han sido también creyentes los grandes de la física cuántica: Planck, Schrodiger, Heisenberg, Jordan, Von Braum y otros. Los científicos ateos, como Monod o Hawking, son una minoría. La existencia de Dios y el sufrimiento En un país desgarrado por la guerra, hubo una terrible batalla que causó la muerte de miles de mujeres y niños. Todos estos civiles fueron enterrados en una fosa común rodeada de pequeñas cruces con una misma inscripción: “¿Por qué?”. Esa es la pregunta que más hacen quienes pasan por experiencias muy dolorosas. La hacen con tristeza cuando una guerra, una catástrofe, una enfermedad o un acto violento se lleva a sus seres queridos inocentes, destruye sus casas o los hace sufrir terriblemente de otras maneras. Quieren saber por qué les suceden esas desgracias. No hay que sentir vergüenza por el hecho de preguntarnos eso, es algo que esta en la naturaleza de los hombres. Algunos creen que si lo hacen demuestran que les falta fe o que no le tienen respeto a Dios. Jesús estando en la cruz preguntó a su Padre porque lo había abandonado. ¿Dónde esta Dios? es una pregunta que el hombre lleva formulándose desde su aparición en la tierra, y con esto hemos comprobado que la vida siempre es dramática. Pero es una pregunta obligada. La respuesta, en cambio, no lo es. Aunque la existencia del dolor (en concreto, el sufrimiento de los inocentes) es el gran argumento del ateísmo, la humanidad ha creído de forma mayoritaria en Dios. Entonces, si Dios existe; ¿Por qué permite el mal? Ha creado seres libres por lo tanto no puede impedir que hagan el mal, ha de respetar las reglas que el mismo ha puesto. Y a la pregunta ¿por qué no elimina Dios el mal de una vez por todas? Bien, si preguntáramos ¿cuánto mal quiere usted eliminar?, ¿todo?, ¿alguna cantidad en especifico? La respuesta lógica seria “todo”. La implicación aquí es que si Dios impidiera que se cometa un asesinato, un robo, que se diga una mentira o se declare una guerra, también debería impedir a todos los hombres tener pensamientos impuros. Esto significa que seríamos autómatas, no tendríamos libre albedrío, porque Dios nos dictaría qué pensar. Una vez alguien planteó humorísticamente que si Dios decidiera eliminar la maldad de este mundo repentinamente, todos los seres humanos nos evaporaríamos en un instante. Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque. La verdad es que el mal existe porque nosotros mismos somos los causantes del mismo, así como también es verdad que Dios lo permite y lo mantiene bajo control. Dios es soberano, tiene el derecho y el poder de permitir el mal para lograr su propósito definitivo para los que creen en Él. ¿Cómo puede ser esto? Sencillo, mire hacia la cruz. Juan Pablo II dijo “si no hubiera existido esa agonía en la Cruz, la verdad de que Dios es Amor estaría aun por demostrase”. Entonces cada vez que nos preguntas ¿dónde esta Dios (en momentos de sufrimiento)? La respuesta es sencilla, en la Cruz. Presencia cada desgracia clavado en la Cruz.