los diferentes, Carlos Kachinovsky

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Serie: Los Diferentes (VII)
MULTIPLICIDAD DE LAS
IDENTIDADES
en un tiempo de exclusión.
Carlos Kachinovsky
La vida en las grandes ciudades, donde se puede estar solo rodeado de muchos,
parece favorecer la ilusión narcisista de autosuficiencia, de una potencia
prescindente del lazo social. La autonomía total, sin embargo, es ilusoria, y esa
necesidad de ligazón se hace presente en situaciones adversas, cuando ese
reconocimiento tácito del Otro se retira o se eclipsa.
Hace ya un par de años relaciones nos convocó a hablar sobre la temática de Los
Diferentes, en el contexto del aumento de la exclusión en el mundo actual. En el
trabajo presentado en el encuentro había insistido en observar que,en situaciones
normales de las actuales sociedades occidentales, las personas tienen la convicción de
que ellas mismas eligen, o deciden, lo que quieren ser. Ilusión de ser amos absolutos
de sus identificaciones, o, como denunciaba Freud, de ser amos en nuestra propia
casa -la conciencia- denuncia fundadora del inconciente.
Parecía que debíamos abandonar la afirmación orgullosa de que "somos lo que
queremos ser". Tema correlativo a la caída de la visión del Yo como unitario y
monolítico.
ESENCIAS
El relato del filósofo J. Derrida de su historia de exclusión en la Argelia de la Francia
ocupada por el nazismo, así como tantos otros, ejemplifican la caída de esa ilusión de
autodominio identitario. Siendo un adolescente, fue obligado a abandonar el liceo, ya
que de acuerdo con las leyes de la Francia ocupada dejaba de ser ciudadano francés. A
partir de ese momento la República decía que era judío. Un ejemplo de destitución
identitaria, donde el Otro anula el contrato de pertenencia desatando lo que Derrida
llamaba "desasosiego identitario". Esta experiencia conducía a una pregunta que nos
parece sumamente productiva: ¿ese desasosiego, ¿estimula o bloquea? Se trata de un
interrogarse acerca de las pertenencias y las filiaciones.
Se pregunta Derrida si experiencias vitales como las que a él le tocó "aguijonean el
deseo de memoria o quitan toda esperanza al fantasma genealógico". Qué lejos estamos
de una noción de esencia que nos definiría y que deberíamos encontrar, tal como se
plantea a veces en el discurso corriente: "hay que encontrarse consigo mismo", "saber
quién se es verdaderamente".
En gran medida la identidad nos viene del otro, y esto da la medida del desgarro que
sufre el que vive la destitución identitaria. Ese otro/Otro, que desde el comienzo tiene
que libidinizar, investir, reconocer, ahora emite un mensaje de exclusión, de rechazo o
de aniquilamiento.
Ese Otro es necesario en los tiempos del origen y del desamparo, pero también es
necesario que sostenga y mantenga el reconocimiento identitario a lo largo de la vida.
Podríamos decir que algo de ese desamparo se mantiene siempre, de allí la necesidad
humana del lazo social y la importancia del fenómeno religioso en diferentes culturas.
En una destitución como la vivida por sujetos y colectividades excluidas, se los retira de
la red simbólica y de esa manera se afecta seriamente, cuando no se destruye, la
identificación imaginaria, el estar cómodo consigo mismo, el yo ideal. Se afecta lo que a
comunmente se llama autoestima.
La vida en las grandes ciudades, donde se puede estar solo rodeado de muchos, parece
favorecer la ilusión narcisista de autosuficiencia, de una potencia prescindente de todo
lazo social. La autonomía total, sin embargo, es ilusoria y esa necesidad de ligazón se
hace presente en situaciones adversas, cuando ese reconocimiento tácito del Otro se
retira o se eclipsa.
R. Sennett (1) subraya, en relación con este aspecto ecológico –el efecto de la gran
ciudad-, la importancia de la distancia del otro,(la "proximidad del desconocido" que
toma de Levinas), para un "desarrollo de una conciencia de sí mismo más compleja y
más rica". Ese otro multiplicado puede llevar "una máscara impasible y mostrarse en la
calle indiferente a los demás", pero es igualmente "estimulado en privado por esos
contactos exteriores". Ese otro /Otro, necesario para la estructuración psíquica, para la
subjetivización, se multiplica, se diversifica. Senett compara a la ciudad moderna con
un acordeón capaz de extenderse fácilmente para incorporar nuevas oleadas de
inmigrantes, y ¿por qué no? propuestas identitarias, en la medida que también el control
social se debilita, y entonces se facilita el despliegue de nuevas identidades, que luchan
por la "visibilidad", por la existencia, por un reconocimiento.
J.P.Barràn planteaba recientemente que habría, hoy, una "primacía de lo subjetivo", que
proclama en primer lugar la legitimidad de ser lo que se es, por encima de mandatos
sociales. ¿Hasta qué punto esta primacía de lo subjetivo es sólida, o es una mera
apariencia que puede derrumbarse ante la aparición o reaparición del Otro oscuro, o del
Otro paranoide del mundo actual? Del Otro que se vuelve persecutorio, prescindente o
indiferente.
Aquí ya nos encontramos en la zona de cruce entre lo privado, lo íntimo, y lo colectivo,
lo social, a la que tanto insiste en prestarle atención M .Viñar.
La amenaza identitaria pone en marcha el vértigo, "la urgencia vital del reflejo de
identidad".
La destitución resulta un ataque o un corte al relato o narración identitaria. Ese relato,
que sostiene la historización en la que se apoya los procesos de subjetivación, es
cuestionado y con él, se cuestiona la narratividad, la capacidad misma de realizar y
sostener relatos válidos, sólidos,consistentes. Es afectada en suma la capacidad misma
de simbolización y por lo tanto se vuelve peligrosa para sujetos y colectividades
excluidas.
Las identidades se ponen en juego cotidianamente a través de pequeños y a veces
imperceptibles actos, que pueden tener el estatuto de rituales, rituales que "materializan
las proposiciones ideológicas". Ser expulsado del liceo, por ejemplo, implica la
destrucción de numerosos actos ritualizados que sostienen la identidad y por lo tanto
ponen en cuestión el ser. Esto es útil para ver la importancia que tiene el trabajo y su
pérdida: la desocupación o el desempleo.
DE LA EXCLUSION A LA COMPULSION DE IDENTIDAD
En "Y mañana qué?", el diálogo entre Derrida y E Roudinesco (2) torna a Argelia.
"Cuando me echaron del liceo de Ben Aknoun, mis padres me inscribieron "en la
ciudad" en el liceo Maimónides, detrás de la catedral de Argel, en el límite de la
Casbash, donde todos los profesores judíos de la regiòn (ellos mismos excluidos sin un
murmullo de protesta de sus colegas, como en la metrópolis), se reagruparon para
fundar un lugar de enseñanza destinados a todos esos parias. Ahí me sentí identificado,
pero conservo de ello un recuerdo sombrío y desdichado. Fue allí, creo, donde comencé
a reconocer, cuando no a contraer ese mal, esa desazón, ese malestar, que durante toda
mi vida me volvió inepto para la experiencia "comunitaria", incapaz de gozar con una
pertenencia cualquiera."
El propio Derrida ya había hablado antes de "identidad disociada" refirièndose a esa
triple identidad: judía, magrebi, francesa. "Por un lado me sentía profundamente herido
por el antisemitismo. Por lo demás, esa herida jamás se cerró. Al mismo tiempo,
paradójicamente, no soportaba estar "integrado" en esa escuela judía, en ese medio
homogéneo que reproducía, refrendaba en cierto modo, de manera reactiva y vagamente
especular, obligada (bajo la amenaza exterior) y compulsiva a la vez, la terrible
violencia que se le hacía. Esa autodefensa reactiva, por cierto, fue natural y legítima,
hasta irreprochable. Pero yo debí experimentar una pulsión, una compulsión gregaria
que respondía de manera demasiado simétrica, que correspondía a una exclusión."
Derrida se declara marcado por esa experiencia vital que da forma a su narración, a su
historia con todo lo ficcional que siempre tienen las reconstrucciones identitarias.
Se trata de abordar el problema de los diferentes , "sin ceder ni al comunitarismo ni al
culto narcisístico de las pequeñas diferencias".¿Cómo articular la defensa de cierta
identidad, con el riesgo de la compulsión de identidad?
Una de las tres formas de construcción de identidad que describe M. Castells (3) es la
identidad para la resistencia generada por aquellos que se encuentran destituidos o
cuestionados por una lógica de la dominación. Es así que construyen espacios "de
resistencia y supervivencia basàndose en principios diferentes u opuestos a los que
impregnan las instituciones de la sociedad."
Las categorías de identidad tienen esa doble cara, sirven para normalizar al servicio de
algún poder, pero también para constituirse como frente de resistencia. El riesgo es que
las políticas de identidad a que dan lugar o la inflamación de un sentimiento de
pertenencia, conduzcan a buscar "un gueto para identificarse o, incluso, para
sobreidentificarse imaginariamente con la imagen que se les atribuye" tal como plantea
Jaques Hassoun.
Por otra parte, el historiador E .Hobsbawn ha planteado en un artículo en The New Left
Review una crítica a las políticas de identidad, en el sentido de efectuar una suerte de
negación de la existencia de múltiples identidades en cada sujeto. Los temas de "
identidad colectiva", "grupos de identidad" y "política de identidad" han adquirido
relevancia a partir de la década del 60. Su hipótesis es que surge a consecuencia de las
"profundas y extraordinariamente rápidas convulsiones y transformaciones que ha
experimentado la sociedad en el tercer cuarto de este siglo" (se refería al stglo XX).
Estaríamos asistiendo a una gigantesca revolución cultural, con una extraordinaria
disolución de las normas, texturas,y valores sociales tradicionales. Se haría difícil
encontrar comunidades en el sentido sociológico y entonces se busca a "grupos a los
que pertenecer, con seguridad y para siempre, en un mundo en que todo lo demás
resulta movedizo y cambiante." Al optar por un grupo de identidad se cae en la ilusión
de no tener otra opción, y se construye una nueva esencia que intenta naturalizarse:
desean advenir primarios. Las más de las veces se apela a la identificación negativa, se
reconocen como un nosotros porque son diferentes a un ellos. Esto entra en conflicto
con la pluralidad y multiplicidad de caracteres que todos tenemos, la política de
identidad puede asumir que una entre ellas es la esencial, la verdadera. La política de
identidad exclusiva no es algo que las personas asuman naturalmente; en general le
viene impuesta desde el exterior.
Castells plantea dos formas más de identidad, la identidad legitimadora y la identidad
proyecto. La primera es la derivada de las instituciones dominantes de la sociedad,
portadora de la función de extender y racionalizar su dominación entre los actores
sociales. Es el modo de construcción de identidad que da lugar a la sociedad civil. Y es
de alguna manera la que hoy se encuentra más puesta en cuestión, más debilitada en la
época actual de falta de consistencia, donde la fluidez -I. Lewcovitz- predomina sobre la
consistencia. De allí la demanda de consistencia, de identidades que aseguren esa
solidez ausente.
La identidad proyecto sería aquella que se construye a partir de los materiales culturales
de que se dispone, apuntando a una redefiniciòn de su lugar en la sociedad, buscando
transformar toda la estructura social. Para Castells generaría sujetos.
Multiplicidad
pluralidad
Cuando el relato identitario ha sido afectado por cuestionamientos desestabilizadores
queda en evidencia que la unidad del yo "solo puede concebirse a fuerza de expulsar
fuera de si toda alteridad, toda heterogeneidad, toda división. No estoy solo conmigo
mismo, no más que con otro, no soy uno solo. Un ‘yo’ no es un átomo invisible".
(Derrida).
Más adelante: "esa incalculable multiplicidad interior es mi tormento, justamente mi
trabajo, mi tripalium, mi pasión y mi labor... Esta división desarraigante ... uno la sufre
pero emancipa. Como la condición de una mirada un poco despierta, interrumpe muchos
sueños dogmáticos."
Se trata de estar atento y vigilante al "narcisismo de las minorías", procesos que se
perciben, desde hace un tiempo, en franco crecimiento.
Parece que la identidad, al igual que el cuerpo, mientras no es afectado, permanece
silencioso, no sabemos de su existencia. Basta que algo marche mal para que nos
percatemos de esa parte del cuerpo que antes desconocíamos. Cuando algún aspecto
identitario se encuentra amenazado, sale el reflejo identitario, y se pone en marcha la
reivindicación. Dos emociones se hacen presentes: la vergüenza y el orgullo.
Estas palabras remiten etimológicamente a posiciones respectivas en relación al otro. Es
notorio que las minorías que son o se sienten de alguna manera relegadas, se movilizan
en torno a la creación de "orgullo". Se trata de una actividad de resistencia que apunta a
cambiar los lugares pospuestos en los cuales se consideran ubicados. Orgullo gay,
orgullo blanco, orgullo skinhead, etc. Orgullo, dice Corominas, viene del alemán
antiguo e indica excelencia, que a su vez remite a estar por encima del otro. Sennet, en
cambio, va a hablar de Respeto. (4) Desde el punto de vista psicoanalítico, es claro que
estamos frente a problemáticas narcisistas, que ponen en primer plano el enfrentamiento
especular: yo-otro.
Otro ejemplo del estímulo del cuestionamiento identitario es el de Erik Erikson,
psicoanalista exiliado en la segunda guerra mundial, y conocido por haber planteado el
tema de la identidad como problema de la disciplina psicoanalítica. Durante la infancia
le ocultaron el hecho de que su madre había estado casada anteriormente y que él era
hijo de un dañes que los había abandonado antes de su nacimiento. El padrastro le había
dado su apellido y esperaba que se convirtiera en médico, como él. Los problemas de
identidad se agudizaron en la pubertad. El padrastro era un profesional respetado de una
familia burguesa "intensamente judía", mientras que Erikson teñía unos antecedentes
escandinavos facialmente mixtos:"era rubio y de ojos azules y creció con muy alta
estatura. "Al poco tiempo adquirí el apodo "Goy" en el templo de mi padrastro, mientras
que para mis condiscípulos yo era "judío". Aunque había tratado desesperadamente de
ser un buen chauvinista alemán –vivía en Viena-, me volví un "dañes" cuando
Dinamarca permaneció neutral durante la primera guerra mundial."
De más ésta decir que Erik Erikson trabajó y es conocido por sus aportes sobre la crisis
de identidad en la adolescencia, confirmando lo expresado por Derrida en el sentido que
el desasosiego identitario despierta y estimula la pregunta y la investigación identitaria.
La identidad individual siempre surge, se construye en diálogo con la identidad
colectiva. Es cierto que en ciertas circunstancias históricas el diálogo puede
transformarse en monólogo. No es posible pensar la construcción de identidad como un
proceso aislado de autoconstrucción; es necesario poner límite a la ilusión de
autogeneración: "yo soy lo que quiero ser". A nivel individual ese diálogo tendrá
diversos grados de sometimiento o confrontación con los mandatos o adjudicaciones
identitarias a las que cada uno se ve arrojado. En la historia de Erikson podemos ver
cómo el sujeto puede tener que responder a múltiples identificaciones simbólicas,
algunas veces contradictorias además de cambiantes.
Multiplicidad y no esencia -pluralidad de personas psíquicas decía Freud-, la identidad
única, monolítica, ¿indica riqueza o pobreza de recursos internos?
Sennett indica la fragilidad que proviene de la rigidez y toma el ejemplo de los Bororo,
descripto por Lévy Strauss en Tristes Trópicos: cómo la autoconfianza y la rigidez los
dejó paralizados a la hora de enfrentar cambios inevitables. Lévy Strauss se encontró
con una tribu que lo impresionó por su habilidad para construir aldeas y percibió el
desmedido orgullo que ella les proporcionaba. Esas aldeas reflejaban la visión del
mundo Bororo.Cuando desde el mundo exterior (misioneros) los convencieron de que
abandonaran sus aldeas, se encontraron desorientados y perdieron confianza en si
mismos. Carecieron de la flexibilidad necesaria para conservar rasgos identitarios
afrontando y aceptando lo nuevo y lo extraño.
La identidad proviene del otro, pero ¿hasta qué punto debemos aceptarla? Entre lo
propio y lo impropio o ajeno hay un espacio de tensión, de conflicto. ¿Será productivo o
paralizante? "Escoger su herencia, la herencia no se la elige. ella nos elige
violentamente"dice Derrida. Freud hablaba de la necesidad de apropiarse de una
herencia. Mantenerla con vida implica transformarla, no dejarla intacta, trabajar la
herencia. Trabajar la herencia, trabajar la identidad.
Muchas veces la salida asume la forma de una identificación excluyente, identidad
cerrada, monolingüística, como si la fragilidad exigiera depositar los escasos
investimientos en un solo lugar. Es casi siempre una salida paranoica, donde el
mantener la identidad implica enfrentar a otras, la afirmación se hace contra otras.
Desde la perspectiva de la sociología, M. Castells plantea que las identidades son fuente
de sentido más fuertes que los roles, debido al proceso de autodefinición e
individualización que suponen. Las identidades organizarían el sentido, mientras que los
roles organizan las funciones. Castells define "sentido" como "la identificación
simbólica que realiza un actor social del objetivo de su acción." También dice que en la
sociedad, red para la mayoría de los actores sociales, el sentido se organiza en torno a
una identidad primaria.
¿Cómo se determina cuál será esa identidad primaria? ¿Cómo se procesan los
cambios,las mutaciones identitarias? ¿Cómo articular la mirada sociológica del análisis
con el estudio del caso singular?
Es interesante que el sociólogo utilice una terminología de clara vertiente psicoanalítica,
como "identificación simbólica".Es posible estar en total acuerdo con que el "sentido"
sea un resultado del efecto del mundo simbólico, del lenguaje, o más precisamente de
ciertos significantes privilegiados que organizan el resto de los significantes, para cada
sujeto o grupo humano.
REFERENCIAS
1) Sennet, R. "La nueva sociedad urbana". En Le Monde Diplomatique (Español) Feb 2001. "La corrosión del
carácter", Ed Anagrama
2) "Y mañana qué...". J. Derrida – Elizabeth Roudinesco. Fondo de Cultura Económica, 2003
3) "La era de la información", Vol 2 El poder de la identidad. Manuel Castells. Editorial Alianza
4) "El respeto". Richard Sennett. Ed Anagrama.
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