Libro del trimestre ESPAÑA Y LA SEGURIDAD OCCIDENTAL FLORENTINO PORTERO MARQUINA BARRIO, Antonio: «España en la Política de Seguridad Occidental. 1939-1986». Colección «Ediciones Ejército». Servicio de Publicaciones del Estado Mayor del Ejército. Madrid, 1986.1.022 pp. Uno de los fenómenos más llamativos de la historiografía contemporaneísta española de los últimos años ha sido el desarrollo de las investigaciones sobre relaciones internacionales, seguridad y defensa. Quizá como reflejo de la nueva realidad nacional, fruto evidente de la reciente apertura de fondos documentales hasta ahora clausurados, el número de publicaciones sobre estos temas ha ido aumentando considerablemente tanto en cantidad como en calidad. Gracias al esfuerzo de hombres como Ángel Viñas, Antonio Marquina, Javier Tusell, Víctor Morales, Alberto Lleonart, entre otros, la dimensión internacional del Franquismo ha ido saliendo del caparazón de una publicística propaganda para convertirse en trabajo histórico. Desde el primer intento de una comprensión general del periodo, de la pluma de José Mario Armero con su Política Exterior de Franco de 1978, hasta hoy ha ido apareciendo un conjunto estimable de estudios parciales precedidos normalmente de artículos en publicaciones como la Revista de Estudios Internacionales, Historia ¡6 o Revista de Occidente. Ocho años después de la aparición de la obra de Armero se ofrece al lector español un nuevo estudio general sobre la acción exterior española, si bien centrado en los aspectos de seguridad y defensa, que abarca hasta 1986. La comparación entre las dos obras es la mejor prueba del camino anda- Cuenta y Razón, núm.25 Diciembre 1986 do. Si Armero utilizaba sobre todo fuentes secundarias, complementadas con alguna colección documental publicada y prensa, Marquina ha desarrollado un impresionante trabajo de archivo que da a las casi 1.000 páginas de texto una densidad e interés sobresaliente. A ello hay que añadir el conjunto de trabajos parciales nacionales y extranjeros -entre los que se encuentran varios del propio Marquina- que han ido apareciendo últimamente y de los que se ha podido servir el autor. Quizá el principal mérito de la obra sea su propia existencia: un estudio global donde los acontecimientos no quedan limitados al estrecho marco de las coyunturas y personajes del momento sino que son analizados desde una perspectiva de más larga duración. Los problemas ya no se reducen a qué pasó en Hendaya, la trascendencia de los acuerdos secretos sobre la utilización de las bases por los Estados Unidos o los enfrentamientos entre Castiella y Carrero. La amplitud temporal de la obra permite planteamientos más ambiciosos: qué valor estratégico ha tenido el territorio español a lo largo de estos años, en qué medida ha determinado la acción exterior española, qué elementos permanecen a través de situaciones, gobiernos y regímenes distintos, en qué medida la ideología o los intereses han constituido la base de la política exterior española, qué grado de autonomía ha tenido ésta en relación al bloque occidental. Es en este terreno, sin embargo, donde el libro de Marquina podría ofrecernos más de lo mucho que ya nos da. Preocupado por la carencia de estudios seriamente documentados, crítico ante el exceso de ensayismo que caracteriza la vida intelectual y académica española, ha buscado hacer una obra sólida, ya inevitable punto de partida para cualquier interpretación en este terreno. No es, ni debe ser, una obra para historiadores y especialistas en relaciones internacionales. Por el contrario, queremos confiar, aunque nos cueste, en que será leída atentamente por todos aquellos, periodistas políticos y funcionarios, que tienen responsabilidades en este área. Va siendo hora de que los juicios y decisiones en política exterior se fundamenten en algo más que los deseos o las ideas de tal o cual aficionado situado en un puesto de responsabilidad y que los altos cargos de la Administración dejen de ser escuela de gobierno a costa del prestigio del país y de la vergüenza del ciudadano. Los cinco primeros capítulos son los que aportan menos novedades por corresponder al periodo más trabajado, 1939-1953. Marquina ofrece nuevos datos que vienen a refrendar lo ya sabido, en gran medida gracias a anteriores publicaciones suyas. Coincide en lo fundamental con Ruhl-ver Cuenta y Razón número 24, págs. 1 2 1 a 124-en el análisis de la política de Franco durante la II Guerra Mundial. El nuevo régimen se sintió identificado con la causa del Eje en el conflicto mundial. Vieron en él repetida la pugna ideológica de la guerra civil española. El espectacular avance del ejército alemán hasta el verano de 1940 llevó a una buena parte de la clase política nacional a considerar las ventajas que podría traer para España entrar en la guerra, dado que sería corta y el triunfo seguro. La «tentación» se expresó en la propuesta que el general Vigón llevó a Alemania en la primavera del mismo año: ofrecía la entrada de España en el conflicto a cambio de ayuda económica, militar y, fundamentalmente, de la concesión de territorios africanos a costa de Francia. El tema se discutió en el verano entre Serrano Súñer y las autoridades alemanas, quedando patente que Hitler no tenía ningún interés en la entrada de España, que deseaba contar con la Francia de Vichy -lo que suponía respetar sus territorios- y que Mussolini también tenía aspiraciones expansionistas en el Mediterráneo Occidental y Norte de África que chocaban con las españolas. En la famosa conferencia de Hendaya, que pone fin al proceso iniciado por Vigón, Hitler invitó a Franco a entrar en la guerra, pensando más en su efecto político que en el militar porque, como allí le recordó, Inglaterra estaba a punto de sucumbir. La ayuda económica y militar no fue ningún problema, a pesar de lo dicho por la publicística del régimen. Hitler se negó a conceder a España los territorios deseados y Franco, muy presionado por sus generales, rechazó la entrada en esas condiciones. El giro que tomó la guerra con el fracaso de la batalla de Inglaterra, la apertura del frente ruso y la entrada de los Estados Unidos en el conflicto disuadió al gobierno español de toda tentación, con la excepción de los miembros radicales de la Falange. La pésima situación económica y militar y la dependencia de importaciones procedentes del mundo anglosajón avalaron la actitud no intervencionista. El cambio en el desarrollo del conflicto produjo en Alemania un mayor interés por la entrada de España. Su excepcional posición estratégica permitiría tomar Gibraltar, impedir el tráfico inglés por el Estrecho dificultando las comunicaciones con el imperio y, sobre todo, atacar la retaguardia aliada en el Norte de África desde el Marruecos español. Ante la negativa de Franco, Hitler se decidió por respetar la neutralidad proalemana de España falto de los medios bélicos necesarios para forzar su voluntad. Finalizado el conflicto, el régimen de Franco aparece ante la nueva sociedad internacional como un «anacronismo», resto de un orden ya derrotado. La naciente bipolaridad se plasmó en las políticas aplicadas contra Franco: presiones para obligarle a retirarse dando paso a una monarquía moderada, propia de las naciones liberales, frente al bloqueo económico defendido por la Unión Soviética. Franco acertó al creer que las potencias anglosajonas nunca utili- zarían la fuerza contra él, preocupadas por un futuro estable de la península ibérica, y que Estados Unidos y la Unión Soviética estaban condenadas al enfrentamiento, momento en que España sería rescatada del aislamiento gracias a su importancia estratégica. La guerra fría llevó a los Estados Unidos a olvidar sus prejuicios antifascistas y a considerar a España en términos estratégicos. Su situación a la entrada del Mar Mediterráneo y en el extremo occidental de Europa, aislada por la cadena de los Pirineos, le daba unas características muy especiales. En caso de conflicto convencional se convertiría en zona de retirada, centro logístico y punto de partida de un contraataque. Pero más importante era su utilización para fines aéreos y navales. Su localización era óptima como punto de despegue o de apoyo para los bombarderos con carga nuclear. Función ésta que quedaría pronto relegada ante la aparición de los misiles. Será a partir de ahora cuando el mayor interés se concentre en la Armada, que veía en España un enclave para el control del Estrecho y zona de apoyo para sus actividades en el Mediterráneo Central y Oriental. La aviación pasará progresivamente a ocupar una misión complementaria respecto de la Armada. El valor y la función estratégica irá evolucionando de forma paralela al desarrollo de las nuevas armas pero, como recuerda Antonio Marquina, se irá consolidando la idea de que es el Estado el punto de máximo interés en torno al cual deben evaluarse las amenazas y disponerse nuestra estructura militar. * Profesor de Historia Contemporánea de la U.N.E.D. F.P.*