Agua que han de beber El retraso en la descontaminación del río Bogotá puede significar millonarias pérdidas para la ciudad y para la región. La historia de la contaminación del río Bogotá comenzó hace 40 años y el proceso de purificación ha sido muy lento y no hay resultados a la vista. El proyecto más serio contemplaba que en 2018 todas las aguas negras serían tratadas, pero eso se quedó en el papel como consecuencia de un análisis de costo-beneficio del proyecto, realizado por la Alcaldía de Antanas Mockus, que llevó a la conclusión de que era necesario aplazar la solución y tratar las aguas al precio más bajo posible. "Lo barato sale caro", dicen los contradictores de la decisión. Un punto de vista que, a mediados de la década pasada, llevó al alcalde Jaime Castro, a tomar cartas en el asunto y acordar con la firma francesa Bogotana de Aguas y Saneamiento (BAS) la construcción por etapas de tres plantas de tratamiento de aguas residuales. Pero en 2000, en la inauguración de la primera etapa, El Salitre, el alcalde del momento, Enrique Peñalosa, dijo que con los costos de operación -60.000 millones de pesos anuales- se habría podido extender la red de alcantarillado a toda la ciudad y aseguró que no era urgente construir la planta. "La tesis que considera que descontaminar el río es demasiado costoso porque no hay retorno de la inversión, es indolente" Diego Bravo, ex director de la CAR Sin embargo, en el occidente de la ciudad, 12 hectáreas de terreno ya estaban ocupadas por la moderna instalación, y la concesión, a 27 años, tenía el taxímetro en marcha: 675 pesos por metro cúbico tratado en un caudal de cuatro metros cúbicos por segundo, significa que hoy cada día Bogotá debe pagar 233 millones de pesos por descontaminar el río. Lo grave es que los beneficios apenas se sienten. Lo que existe representa sólo el 10% del proyecto, pues cada planta debe tener dos fases y de El Salitre sólo se construyó la primera. El argumento de Mockus es que los costos finales serán impagables. La administración ha propuesto otras alternativas. La primera, construir sólo dos plantas, lo que significa ampliar El Salitre en 2007 y después construir otra más grande en Soacha. Al parece, una solución más simple, pero algunos dicen que desde el punto de vista técnico presenta problemas grandes. Requiere construir colectores enormes para llevar las aguas negras hasta la planta y un proceso más complejo de descontaminación porque el líquido llegaría muy degradad. La otra alternativa es cancelar el contrato con la firma francesa, indemnizarla, y que el Distrito asuma el control de las plantas. El Concejo tiene la última palabra. Cuentas de cobro En 2018 el río no estará limpio y esto ha motivado muchas quejas. "La tesis que considera que descontaminar es demasiado costoso porque no hay retorno de la inversión, y que la ciudad no debe incurrir en ese tipo de gastos porque tiene otras urgencias, es indolente con la región", dice Diego Bravo, ex director de la Corporación Autónoma Regional (CAR). Suspender el proyecto significa, según Bravo, sólo un ahorro un aparente porque la verdad es que detrás puede haber una cuenta de cobro que ha pasado inadvertida: las indemnizaciones que la ciudad eventualmente deberá pagar a las poblaciones afectadas. "Tratar de los residuos en las mismas industrias resulta más barato que pagar impuestos" Fernando Vásquez, director de Al Verde Vivo Tres casos ilustran este problema. A comienzos de septiembre, la Corte Constitucional ratificó un fallo del Tribunal Superior de Bogotá que ordenaba a la Empresa de Energía limpiar las aguas del embalse de El Muña que se alimenta del río. La demanda fue entablada por los problemas de salud de la población de Sibaté, vecina del embalse. Cerca de 11.000 millones de pesos le costará a la empresa mitigar el daño. Un caso parecido estudia el Tribunal Administrativo de Cundinamarca por una acción popular contra la EAAB. Lo curioso es que la defensa dice que en cuatro años se resolverá el problema, que fue el mismo argumento usado que el año pasado salvó a Bogotá de una demanda de la Fundación Ambiental Grito de la Tierra, por el retraso en el tratamiento de las aguas residuales de la ciudad. La pregunta es si el Distrito, tras las últimas decisiones, puede hoy sostener lo mismo. Las pérdidas podrían ser enormes Un estudio realizado por la CAR en 1999, indica que Bogotá perderá 3.450 millones de dólares entre 2000 y 2015 (230 millones al año) si no trata las aguas del río. El estudio tiene en cuenta las tasas retributivas -posibles indemnizaciones- y aun excluyéndolas, el costo de la contaminación se acerca a los 113 millones de dólares al año por pérdida de actividades económicas y por sobrecostos en la compra de electricidad. Según el estudio, si las tres plantas cuestan cerca de 1.500 millones de dólares, a largo plazo lo más barato es descontaminar el río. El que la hace, la paga El problema es que corregir daños ambientales implica mucho tiempo y pocos beneficios políticos. En el caso del río Bogotá se añade el hecho de que la ciudad, responsable del 97% de la contaminación, no es la más afectada. Son las poblaciones que siguen el curso del río. Por eso la Ley 99 de 1993 creó la tasa retributiva, cuyo propósito es que la gente y las industrias paguen por la contaminación que causan. Sin embargo, su aplicación se dificulta porque el 80% de las aguas negras las producen los siete millones de habitantes -las industrias el resto- y en Colombia, a diferencia de los países desarrollado, no hay consenso en el sentido de que así como se paga por el agua potable también debe pagarse por contaminar. Siguiendo esta línea, la fundación Al Verde Vivo, que realiza campañas en la cuenca alta del río Bogotá, promueve que las industrias descontaminen sus aguas antes de verterlas al río. "Tratar los residuos en las mismas instalaciones resulta más barato que pagar impuestos", asegura Fernando Vásquez, director de esta Ong. Sin embargo, no se descarta que a la hora de la verdad, el bolsillo los ciudadanos termine siendo más fuerte que las necesidades del ambiente. Si en la Edad Media, la gente acostumbraba vaciar las micas por las ventanas no sin antes advertir "¡Agua va!", algo similar sucede hoy en Bogotá, que es dueña de la bacinilla y las poblaciones aledañas los transeúntes. Queda pendiente saber cuánto cobrará por tan insalubre baño. En Medellín no escampa Medellín iba camino de convertirse en la primera ciudad grande de Colombia que trataría la totalidad de sus aguas residuales. El proyecto empezó hace 10 años y contempla la construcción de cuatro plantas. El año límite era 2010, pero un estudio de la Contraloría indica que el proceso de descontaminación lleva dos años de retraso. Hace tres, se inauguró la primera, San Fernando, en Itagüí, que sólo beneficia un tramo del sur de la ciudad. Pero el problema grave está en el norte, adonde van las aguas negras del centro-oriente. Para evitar esto se construirá una planta, que funcionará a partir de 2010. Mi Río, el instituto creado para coordinar el proceso y debía recuperar las 250 quebradas que desembocan en el río, desapareció hace dos años tras la entrada en vigencia de la ley de ajuste fiscal. El estudio señala que aunque se ha reducido el porcentaje de quebradas muy contaminadas -de 30% a 26%-, las cuencas se han deteriorado por la abolición de algunos programas del instituto, que involucraban a la comunidad en la limpieza. Revista Cambio, num. 540, noviembre 3-10 2003