HOSPITAL DE DÍA/ TERAPIA INTENSIVA PARA LOS PROBLEMAS MENTALES GRAVES DE LOS NIÑOS PEQUEÑOS: ¿NECESIDAD- PRIORIDAD? Ana María Jiménez Pascual Esta primera mesa sobre la necesidad- prioridad del tratamiento de los niños pequeños con patología mental grave en estos dispositivos, se ha elaborado coordinadamente, pero respetando la individualidad de los trabajos. Podemos constatar que dentro del nombre de hospital de día existen dispositivos con particularidades diferentes, tanto en su organización, como en la composición y formación del equipo, existiendo así mismo diferencias conceptuales que nos plantean la necesidad de un mayor debate al respecto, pero que enriquece nuestro trabajo y la gama de enfoques terapéuticos. Pero a pesar de estas diferencias, las bases del tratamiento son comunes. El trabajo clínico del Hospital de Día/ terapia intensiva, está basado en la Terapia institucional que consiste en la utilización de la institución como instrumento psicoterapéutico, destacando: - La escucha y comprensión de la dinámica emocional de cada niño. - La comprensión de la dinámica grupal y el funcionamiento del equipo terapéutico, marcada y en muchos casos determinada por las psicopatologías de los niños. - Las reuniones de síntesis semanal por parte del equipo terapéutico, son la base fundamental. Por una parte el equipo terapéutico ha de poder vincularse al niño para contener sus angustias, favoreciendo los procesos de pensamiento. Por otra la vida relacional ha de posibilitar la expresión de ansiedades, afectos, conflictos intrapersonales y relacionales..., a través de un encuadre firme y estable y un ámbito contenedor, que garantice una continuidad de cuidados, para el logro de un cambio que vaya más allá de la simple desaparición o disminución de síntomas concretos. Por último, la terapia institucional ha de favorecer la relación entre los niños, siendo esto uno de los factores favorecedores del cambio psíquico. La acción terapéutica está basada en el desarrollo de las interacciones precoces, destacando: - La función continente materna, definida por Bion y que podemos esquematizar como aquella actitud que permite a la figura materna recoger, elaborar y devolver a su hijo, las emociones, sensaciones, vivencias que el niño va teniendo y que la trasmite con su comportamiento, de modo que tengan un sentido para que él pueda asimilarlas y - La "preocupación materna primaria", descrita por Winnicott, que representa la gran capacidad para identificarse con el bebé, permitiendo experiencias necesarias de satisfacción, mientras que las respuestas diferidas estimulan la posibilidad de representaciones mentales (siempre a condición de que haya habido antes experiencias de satisfacción). La acción terapéutica pues se centra "en la posibilidad de establecer con el niño una relación que ofrezca garantías suficientes de estimulación y continuidad " La base fundamental es establecer de forma no intrusiva una relación privilegiada con el niño, respetando sus defensas, pero haciendo una aproximación paulatina para que estas puedan ir modificándose. Por ello desde el primer momento se intenta fomentar la relación privilegiada con uno de los monitores, siendo la figura clave en el tratamiento. Hemos partido siempre del funcionamiento mental de estos niños, de las hipótesis que se hacen al respecto al observar su conducta, salvando el obstáculo de la etiopatogénia, que hasta hace poco marcaba aparentemente dos concepciones irreconciliables: las que partían supuestamente de alteraciones psicopatológicas, y las planteadas en oposición, las que partían de los trastornos neurobiológicos, con déficit cognitivos severos, propugnando más que una respuesta desde la clínica psiquiátrica, una intervención rehabilitadora y psicopedagógica desde la educación especial. En la actualidad parece bastante trasnochada esta división; es claro que son indisolubles el soma y la psiques; y son indisolubles el desarrollo cognitivo y el emocional. Dentro de la controversia en relación a los factores etiopatogénicos, nos ha parecido estéril la discusión entre factores biológicos (genéticos, neuronales, metabólicos…) o psicógenos, centrándonos en el tratamiento en el funcionamiento mental y en los síntomas clínicos observables, así como en los procesos neurocognitivos conocidos, partiendo de la hipótesis general de que en la etiología influyen factores biológicos en interacción con los del ambiente. Efectivamente partíamos de que en el desarrollo armonioso del bebé influyen varios factores, entre los que podemos destacar en primer lugar las competencias propias del recién nacido, determinadas por su dotación genética, la posibilidad de un desarrollo neurológico correcto, ya que en el momento del nacimiento es aun incompleto, y de que pueda ir constituyendo un aparato psíquico fuerte, con unas bases cognitivas y emocionales sólidas. El proceso de maduración anatómica del SNC obedece a una programación y está inscrito en los genes, pero su funcionamiento está también desde el principio influenciado por el ambiente y sus aportaciones, siendo vulnerable a sus carencias y agresiones. Es muy difícil pues distinguir en la organización funcional del niño, lo que es adquirido y lo que es innato, siendo además por otra parte erróneo el proponérselo; en realidad habría que plantearse como lo innato integra lo adquirido estructurarse con ello. La experiencia modifica permanentemente las conexiones entre las neuronas y los cambios son tanto de orden estructural como funcional. “El cerebro pues es considerado un órgano extraordinariamente dinámico que permanece en relación con el medio ambiente por un lado, y por otro, con los hechos psíquicos o actos del sujeto”. A partir de la experiencia, cada individuo es único y deferente de los demás, más allá de la determinación genética. La detección temprana de ciertas conductas de riesgo para desarrollar TGD y Disarmonías evolutivas se vuelve fundamental para poder iniciar, lo antes posible, un tratamiento adecuado que puede modificar los pronósticos de estos niños, ya que la experiencia apunta que la fijeza de la sintomatología será lo que determinará el diagnóstico futuro y con él, el pronóstico. Psicopatología mental severa en niños pequeños Uno de los primeros escollos con los que nos encontramos es la confusión en cuanto al diagnóstico de la patología mental grave en niños pequeños. Centrándonos en primer lugar en el autismo, en principio marcar que dentro de este diagnóstico se encuentran entidades psicopatológicas de intensidad y gravedad diferente, por lo que existe un consenso en utilizar el concepto de síndrome para caracterizar el autismo, equivalente a la noción de “Espectro Autista”, siendo necesario a nuestro entender, estudiar e investigar en una mejor discriminación de estos cuadros y estableciendo instrumentos de evaluación precisos. En relación a estas patologías, está además la evolución, bastante sombría una vez hecho el diagnóstico, que parece inamovible. Por ello recurrimos a la clasificación de 0 a 3 años, para partir de unos criterios comunes y lo más objetivables posibles. Es importante resaltar como en esta clasificación, se habla de “Trastornos Multisistémicos del Desarrollo”, marcando los factores de relación y considerando que el Autismo no debe ser diagnosticado antes de esta edad, en gran medida por la posibilidad evolutiva en estos periodos de la vida. Por otra parte plantea “como cada vez más datos clínicos indican que los niños a los que en la actualidad se diagnostican de TGD presentan toda una gama de patrones relacionales, diferencias en la regulación del afecto y una variedad de dificultades de procesamiento y cognitivas” ; y que, y esto es de capital importancia, “cuando se los identifica precozmente y se los trata de forma adecuada, muchos niños con rasgos autistas desarrollan relaciones con calidez e intimidad”, apreciando posteriormente progresos en el lenguaje y la cognición. Postula, a diferencia de la DSM IV, que el déficit relacional no tiene que ser en todos los casos primario ni permanente y que está abierto al cambio y al crecimiento; así en algunos casos estas dificultades relacionales podrían ser secundarias a déficit en el procesamiento motor y sensorial. Otro de los aspectos fundamentales a marcar, es que además de las dificultades en las interacciones sociales y de comunicación, con alteraciones neurocognitivas características, presentan también trastornos afectivos y de los procesos de pensamiento: oscilaciones rápidas del humor, crisis de angustia intensas y masivas, fobias muy graves y por lo general extravagantes, raras; risas discordantes y crisis de cólera; rituales, y alucinaciones, evidenciando claros componentes psicopatológicos y no solo déficits cognitivos. Pero existen otras patologías graves cuya indicación de tratamiento prioritario también es el hospital de día o la terapia intensiva: - Las depresiones graves del bebé, pueden ser confundidas con patología del espectro autista, pudiendo existir una disminución de las interacciones con el entorno, correspondiendo a una disminución y/o ausencia de intercambio vincular. En los casos graves el bebé, llega a no responder prácticamente a los estímulos afectivos y mostrando una gran apatía. Además de situaciones que rompen el vínculo entre madre e hijo (donde la depresión materna ocupa un lugar importante), también el distanciamiento prolongado o el cambio de la persona que lo cuida y los cambios significativos de su entorno pueden afectar al bebé. - Por otra parte podemos encontrarnos con Trastornos del Vínculo, por dificultades en las interacciones precoces madre (padres) – bebé por diferentes causas (ingresos, enfermedades físicas o/ y psíquicas de los padres, situaciones sociofamiliares difíciles, unido a la vulnerabilidad del niño…), que si no son abordados precozmente pueden producir una organización psicopatológica (con su correlato neuronal) con alteración tanto emocional como cognitiva, que va a ser más grave cuanto más temprano se ha producido este trastorno del vinculo. Bases del Tratamiento 1- En el autismo y otras psicosis infantiles, partíamos de que el niño ha vivido experiencias dolorosas o que no ha podido integrar, creando una serie de mecanismos de defensa, de funcionamiento muy rígido que tienden a repetir en la relación con el otro, creando círculos viciosos difíciles de romper. Entendemos que esa dificultad de integrar las experiencias que vive y de la cual partíamos para nuestro trabajo clínico, coincide con los descubrimientos de las últimas investigaciones neurológicas, en cuanto a déficit en la conectividad entre diferentes partes del SNC, lo que hace a nuestro entender que frente a esas experiencias no asimilables por su psiquismo, aparezca una organización defensiva a nivel mental, en la que predominan mecanismos proyectivos (evitando intensas angustias de persecución y sentimientos de agresión), estando bloqueados los procesos de identificación e introyección, lo que dificulta el proceso de representación y pensamiento, siendo también los responsables de los síntomas psiquiátricos que estos niños presentan y que ya hemos mencionado. Las últimas investigaciones parecen apuntar que a nivel neurológico puede existir un trastorno de la conectividad de la corteza frontal, temporal y del cerebelo, siendo estas partes esenciales para el desarrollo de las funciones sociales, emocionales y cognitivas (Filipo Muratori), apareciendo anomalías especialmente el lóbulo frontal en el caso del autismo. Es muy importante destacar que en estos estudios se propone (Courchesne y Pierce) la existencia de una conectividad excesiva en el lóbulo frontal, desorganizada, poco selectiva, junto a una baja respuesta conectiva a larga distancia cortico- cortical que limita la función de integración de las diversas informaciones. Esto provocaría una dificultad muy importante en el niño autista para encontrar sentido a los estímulos sociales complejos. Pero de cara al tratamiento clínico, es fundamental partir del hecho de que estos circuitos de conexión frontal, temporal y cerebelosos, se desarrollan después del nacimiento, y no entran en pleno funcionamiento hasta el segundo año de vida. Según estas investigaciones se podría postular “un proceso patológico inicial”, no estático, que progresivamente lleva a trastornos neurológicos secundarios. Por otra parte, aun esta sin esclarecer si estos trastornos son en todos los casos la causa, o pueden en algún caso ser secundarios a unas vivencias e interacciones particulares. En los niños autistas la tendencia innata de iniciar una acción estaría alterada, pero las investigaciones demuestran que estos niños sí pueden estar implicados en relaciones con contenido emocional y social, pero solo a partir de la intencionalidad del Otro. En el desarrollo normal se observan comportamientos sociales simples (antes de los 6- 9 meses) que pasan, cuando se dan en cantidad y tiempo suficiente, a comportamientos de mayor complejidad (a partir de los 9 meses (los objetos pueden ser compartidos con el Otro), que si bien están ambos inscritos en el código genético, las interacciones emotivas y atractivas con el Otro son esenciales para que esta transición se pueda dar (para nosotros, estas interacciones son las representadas en la función continente y la preocupación primaría materna que antes se ha destacado). Estas interacciones van a posibilitar nuevas conexiones neuronales. En estas acciones intencionales además, son esenciales su conexión con estados emocionales. Pensamos que estas investigaciones (espléndidamente resumidas en el articulo de F. Muratori, “El autismo como efecto de un trastorno de la intersubjetividad primaria”. Revista de Psicopatología y SM del niño y adolescente. Nº 12) corroboran las hipótesis del funcionamiento mental de estos niños, en las que nos basamos en el trabajo en el hospital de día, siendo fundamental destacar que: - Si bien pueden existir factores genéticos y/ o bioquímicos que provoquen alteraciones en la conectividad de diferentes partes cerebrales implicadas en los trastornos autistas, que se postula sean la base de su sintomatología, - Las conexiones cerebrales son posibles y se realizan en las primeras relaciones sociales, gracias a la plasticidad del sistema nervioso central, que insistimos una vez más, está íntimamente relacionado con las vivencias del niño. - En el funcionamiento sintomático de estos niños, no solo se observa las dificultades severas de relación social, sino síntomas clínicos consecuencia a nuestro entender, por una parte de la dificultad de elaborar y dar un sentido a los estímulos provenientes del mundo externo y también del mundo interno del niño (donde posiblemente le es difícil o imposible comprender, identificar, nombrar…sus diferentes estados afectivos), así como de mecanismos de defensa puestos en marcha para manejarse ante estas dificultades. - Por todo ello la intervención terapéutica posible, no debe ser solo la estimulación cognitiva, sino fundamentalmente el establecimiento de un vínculo relacional terapéutico significativo, que posibilite por una parte la contención emocional y darle un sentido a las vivencias caóticas y angustiosas del niño, ayudándole a tener experiencias globales (con el componente emocional y no solo cognitivo), que favorezcan las conexiones cerebrales y pongan en marcha las funciones mentales propias de todo niño. Esta intervención pues ha de ser específicamente clínica (por la formación especifica del personal que trabaja con estos niños) y muy precoz. Bajo estos parámetros, el hospital de día o la terapia intensiva, es una de las vías fundamentales para el abordaje de estas patologías, sobre todo a partir de los dos años, periodo donde normalmente llegan a Salud Mental. Sin embargo es fundamental poder hacer una detección mucho más precoz y una intervención psicoterapéutica más individualizada, atendiendo a la relación padres- bebé, en niños más pequeños. 2- En el caso de las Disarmonías evolutivas graves, algunas con perfil prepsicótico, otras con organizaciones que se van perfilando como trastornos de la personalidad, el tratamiento en el hospital de día o unidades de terapia intensiva de niños pequeños es así mismo fundamental. Como ya hemos apuntado, los problemas relacionales con las figuras de apego acaecidos en los primeros años de vida, van a crear fallos en el desarrollo psíquico, que lógicamente tiene su correlato a nivel neuronal (y a la inversa, dificultades del desarrollo neuronal va a alterar esta estructuración psíquica dificultando este proceso), provocando fallos en la estructuración del psiquismo y posiblemente en la organización del SNC (recordemos la importancia que empieza a adquirir el estrés en relación con la liberación de dopamina y como esto puede estar involucrado en el desarrollo neuronal). Efectivamente en muchos casos las vivencias depresivas desde la infancia parecen ser un factor fundamental en este tipo de organización de la personalidad; en el niño hay angustias depresivas, angustias catastróficas muy intensas, vividas de forma insoportables, utilizando en los casos más graves, los mecanismos más psicóticos para defenderse de ellas. Por ello el polimorfismo sintomático, alternando fluctuaciones tímicas, pudiendo manifestarse la vivencia depresiva en ocasiones con tristeza y abatimiento, pero en muchos otros casos, aparece en forma hipomaníaca, con alteraciones del comportamiento, hiperquinesia...; y síntomas más psicóticos, sobre todo ansiedades de tipo paranoide. En las primeras relaciones de estos niños es constante las roturas repetitivas del vinculo afectivo, habiendo defectos y dificultades en el apoyo familiar (dificultades sociofamiliares, depresión materna, traumatismos acumulativos en los primeros años...). En la evolución estos niños han presentado dificultades para tener o mantener un objeto transicional, lo que supone que el niño no accede a la capacidad de jugar solo, siendo difícil el acceso a la simbolización. La perturbación del curso del pensamiento es muy frecuente, por una irrupción del proceso primario en el mismo siendo invadido por fantasías muy arcaicas, agresivas, junto con la expresión de fantasías mas organizadas y elaboradas; es característico pues las perturbaciones especificas del funcionamiento simbólico, apareciendo fantasías múltiples de destrucción, muerte, persecución...(siendo luego las causantes de los temores paranoides, al ser proyectadas fuera, en un intento de controlarlas). En el tratamiento la contención de ansiedades, el posibilitar experiencias positivas, darle un sentido a sus actos, son también esenciales.