Bridging the Gap between Idea and Action ¿Cómo Salvar la Brecha entre la Idea y la Acción? Por David Perkins y Daniel Wilson Traducción al español Patricia León Durante una reciente conversación con uno de los autores, la CEO de una corporación bastante importante expresó su sorpresa ante la actitud de una de sus colegas: “Llegó muy entusiasmada con lo que había aprendido en uno de tantos seminarios. Estaba ansiosa por poner en práctica sus nuevos conocimientos. “Eso está muy bien”, comentó la CEO, “Pero debo decir que nunca he aprendido nada en ese tipo de sesiones que me haga sentir que estoy dispuesta a poner en práctica lo que acabo de aprender”. La aplicación del conocimiento ha sido una estrategia humana fundamental desde que los hombres de las cavernas transmitieron a sus hijos las técnicas para trabajar la piedra. En nuestra vida diaria, intentamos poner en práctica nuestros conocimientos y la comprensión que tenemos de todas las cosas, desde cómo cambiar una llanta hasta los compromisos políticos y religiosos. En los entornos organizacionales, nos esforzamos por aplicar las mejores prácticas en todas las áreas, desde relaciones humanas hasta la gerencia financiera. Sin embargo, el convertir el conocimiento en acción suele ser una tarea compleja. La atención que se le presta actualmente al manejo del conocimiento refleja la importancia de éste y la dificultad de ponerlo en práctica. Uno de los retos del manejo del conocimiento podría describirse como la “brecha de acceso”. Es imposible dominar la enorme utilidad práctica del conocimiento a menos que se tenga acceso al tipo de conocimiento necesario; sin embargo, es frecuente que el conocimiento se encuentre en otro departamento, en otra base de datos o en la gran experiencia acumulada por alguna persona de la institución. Una de las misiones del manejo del conocimiento tiene que ver con la accesibilidad al mismo en formas inteligentes y sistemáticas que permitan salvar la brecha de acceso y obtener abundante conocimiento práctico. LA SEGUNDA BRECHA Otro reto, igualmente importante para el uso eficaz del conocimiento, requiere también administración; es un reto que se refleja en los comentarios del CEO. Se podría llamar “la brecha entre la idea y la acción”. Este término reconoce el simple hecho de que, con frecuencia, tenemos el conocimiento pero no logramos aprovecharlo cómo deberíamos. Sabemos que tenemos que levantarnos temprano para cortar el césped y, en cierto sentido, queremos inclusive hacerlo. Pero, a pesar de todo, seguimos durmiendo. Sabemos que debemos adoptar buenas prácticas de colaboración con nuestros colegas e incluso podemos creer que lo estamos haciendo. Sin embargo, nuestros colegas saben que eso no es así. 1 La brecha entre la idea y la acción es un problema fundamental que penetra todos los niveles de los esfuerzos actuales por lograr el cambio organizacional. Casi todas estas iniciativas suponen algún tipo de “teoría de acción” a manera de guía: el conocimiento reflejado en estrategias o principios para lograr cambios que valgan la pena. Este conocimiento puede relacionarse con técnicas de colaboración o comunicaciones claras, o con la nivelación de la jerarquía dentro de la organización, o con la forma de concebir los sistemas, o con innumerables perspectivas relacionadas con lo que requieren las organizaciones y quienes trabajan en ellas para lograr cambios más entusiastas y eficientes en sus funciones. Muchas de estas teorías de acción son buenas. Cuando, con el debido cuidado, se traducen en acción, pueden dar buenos resultados. El problema radica en que son mucho más fáciles de aceptar que de aplicar de manera seria y consistente. Prácticamente no sucede nada. Quienes las aceptan se limitan, simplemente, a adoptar las medidas mínimas para dar la impresión de que sí las están aplicando. Otra posibilidad es que se adopten versiones mecánicas sobresimplificadas de una práctica realmente buena. Por otra parte, es posible que una nueva práctica se aplique durante una semana o un mes pero, poco a poco, debido a la presión de otras preocupaciones y programas, el entusiasmo se va desvaneciendo. Domina la brecha entre la idea y la acción. Muchos estudiosos del cambio organizacional y muchos de quienes procuran ponerlo en práctica han señalado este problema. Por ejemplo, Argyris y Schön han escrito acerca de cómo las “teorías aceptadas” por las personas (teorías que estas personas explican y defienden) suelen contrastar con las teorías implícitas en sus propias acciones.1 Snyder y Cummings analizan una gama de “trastornos de aprendizaje dentro de las organizaciones” que obstaculizan la forma como las organizaciones y quienes trabajan en ellas van adquiriendo nuevos patrones de pensamiento y comportamiento.2 Edgar Schein señala cómo los sistemas de creencias incorporados en los patrones de comportamiento dentro de las organizaciones producen resistencia al cambio.3 La Cuenta Regresiva y La Explosión El manejo del conocimiento que lo pone al alcance de quienes lo requieren no da resultado a menos que estas personas hagan algo con él. ¿Por qué se presenta la brecha entre la idea y la acción? En términos generales, el problema proviene de dos fuentes: los modelos de aprendizaje identifican diversas condiciones que promueven o inhiben el aprendizaje; y los modelos de resistencia identifican mecanismos que constituyen una defensa contra el cambio. Como un ejemplo de la primera de estas instancias, hay bastantes investigaciones que demuestran que la transferencia del conocimiento es difícil, inclusive en los casos en que no hay resistencia al aprendizaje propiamente dicha. Las destrezas aprendidas en un contexto (por ejemplo, en un taller que se desarrolle en un lugar remoto) tienden a no aplicarse en otro contexto en el que el entorno físico y el patrón de actividad sean diferentes (por ejemplo, en el lugar de trabajo). Entre quienes identifican los modelos de resistencia, Argyris enfatiza la función que desempeñan las rutinas defensivas en cuanto a la resistencia a la aceptación de nuevos 2 conceptos y nuevas prácticas.4 Bain escribe acerca de las “defensas de dominio”, los patrones defensivos característicos de las organizaciones pertenecientes a una industria específica, que actúan de modo que, tan pronto como una organización introduce cambios, la red más amplia de organizaciones tiende a restaurar el status quo a través de diversos mecanismos. Schein acuñó la elocuente frase del “sistema inmune de la organización” para identificar las distintas formas como las organizaciones se defienden del cambio.6 Al hacer una generalización con base en estos ejemplos, conviene referirse a dos tipos de factores que aparecen en la brecha entre la idea y la acción: los factores de la cuenta regresiva y los factores de la explosión. Los factores de la cuenta regresiva son aquellos importantes para la introducción de una práctica a fin de que se convierta en acción, dejando de lado las rutinas defensivas. ¿Tiene la persona o el grupo un concepto claro de lo que se debe hacer? ¿Encuentra campos razonablemente seguros en los que pueda iniciarse en esta nueva acción? ¿Aprovecha las oportunidades cuando se presentan? Los factores de explosión tienen que ver con las rutinas defensivas y con el sistema inmune de la organización. Cuando alguien intenta realizar un cambio, ¿qué es lo que “explota” para retardar o anular ese esfuerzo?. Los autores, investigadores del Proyecto Cero de Harvard en la Escuela de Post-Grado en Educación, han participado durante varios años en un proyecto de investigación de acción sobre el aprendizaje organizacional, analizando el aprendizaje en el curso de múltiples rondas de una intervención en un entorno práctico. En dicho entorno se ha demostrado la importancia de varios factores de cuenta regresiva y explosión. Nuestra experiencia sugiere formas de manejarlos para cerrar la brecha entre la idea y la acción. Cuarenta Oficinas Hace varios años nos pidieron que colaboráramos con el personal administrativo de una importante universidad para promover modalidades de trabajo más entusiastas, comprometidas y experimentadas y un mejoramiento general de la función administrativa de esa institución educativa.7 Se trataba de una actividad “puramente” administrativa: del aspecto comercial de la universidad que poco o nada tenía que ver con las actividades académicas propiamente dichas. Se trataba de compras, facturación, mantenimiento de la planta física, ampliación de las instalaciones y cosas por el estilo. A largo plazo intervendrían en el proceso unas cuarenta oficinas, cada cual con su propio jefe y personal de apoyo. Se trataba de una universidad en pleno desarrollo que durante la última década había progresado mucho. No obstante, sus logros habían estado acompañados también de algunos “dolores de crecimiento”. Aunque la parte administrativa tenía la suerte de contar con directivos reconocidos como líderes con una gran visión y un sólido manejo financiero, la administración experimentaba también los problemas de una burocracia y una ineficiencia recalcitrantes en algunas áreas. 3 El proyecto se inició con la constitución de grupos de administradores que debían reflexionar sobre varios aspectos de la organización, entre los que se incluían las comunicaciones, la motivación y las prácticas de toma de decisiones. Estos grupos se reunieron semanalmente y detectaron múltiples aspectos relacionados con el lugar de trabajo. Pronto nos dimos cuenta de que estábamos atrapados en la brecha entre la idea y la acción. Todos parecían dispuestos a analizar sin fin los problemas y retos y a discutir las alternativas de acción, pero no se sentían listos para actuar. Por ejemplo, muchos gerentes dedicaron semanas enteras a criticar la frustrante burocracia de la organización (inclusive propusieron posibles soluciones dentro de sus oficinas) pero nos sorprendió constatar que muy pocos cambiaron sus propias políticas o acciones en sus respectivos sitios de trabajo. Conscientes de este reto, los investigadores revisaron la intervención para enfatizar los “proyectos de acción” en los que la acción era el factor principal. Con base en la investigación del concepto de acción realizada por Kurt Lewin y en la del aprendizaje para actuar desarrollada por Reg Revans, estos proyectos involucran a los gerentes en el diseño de vías de consulta profesional que generen una nueva comprensión acerca de la organización y que a la vez la mejoren.8 Revisamos también el marco conceptual inicial basado en la teoría del aprendizaje en el salón de clase, en el que se ofrecía una serie de conceptos y términos adaptados al entorno de la organización.9 Los gerentes se mostraron muy entusiastas en cuanto a la forma como estos cambios de terminología les ayudaron a decidirse a actuar. Para respaldar aún más la acción, introdujimos, al poco tiempo, destrezas tanto de colaboración como de trabajo en equipo. Por ejemplo, uno de los problemas crónicos en la cultura del grupo administrativo era la negatividad al recibir la retroalimentación sobre su desempeño (feedback). Los investigadores desarrollaron una estrategia sencilla para estas situaciones que denominaron “la escalera de la información de retorno”, que se utilizó con frecuencia y ayudó a reducir el negativismo. La estrategia incluía tres etapas: la primera, aclarar las ideas, luego. identificar las características positivas y por último expresar las preocupaciones y recomendaciones. Factores de Cuenta Regresiva El trabajo con los administradores fue una experiencia que permitió que tanto nosotros como los participantes hiciéramos muchos descubrimientos. Abordamos la situación conscientes de que encontraríamos múltiples problemas tanto individuales como de aprendizaje dentro de la organización. A medida que el proyecto avanzaba, el reto de la brecha entre la idea y la acción surgía una y otra vez. Para entender mejor las implicaciones que circundaban esta brecha logramos detectar varios factores de cuenta regresiva: no se trataba de aspectos de resistencia pasiva sino de las condiciones necesarias para el aprendizaje que simplemente no estaban presentes. Para nosotros, como investigadores, el reto consistió en intentar recuperar dichas condiciones, identificamos varios factores de cuenta regresiva y respondimos a ellos. 4 La Expectativa de Acción Es importante que un proceso de cambio se configure de manera que quienes van a participar en él sepan qué esperar y consideren que están razonablemente dispuestos a adoptar medidas concretas en forma temprana: a ensayar algo, a buscar información específica mediante el intercambio de conceptos con los demás, etc. Como lo hemos podido constatar, a menos que se cuente con este elemento, todos tienden a discutir interminablemente cada aspecto sin llegar nunca a la acción. Creamos una expectativa de acción con la introducción de proyectos de acción que enfatizaban los microcultivos de apertura y el compromiso con el aprendizaje. Por ejemplo, se indicó explícitamente a los gerentes que el adoptar nuevas medidas de acción, no sólo hablar de ellas, era un factor primordial. Se instó a los gerentes a que empezaran por ensayar pequeños cambios de comportamiento para irse habituando al proceso de consulta. A quienes ensayaron a dar nuevas e innovadoras respuestas experimentales a los problemas de la organización se les asignó tiempo para compartirlas con el grupo, recibir comentarios o alimentación de retorno y sentirse recompensados. Por ejemplo, una gerente financiera ensayó y compartió nuevas estrategias que había desarrollado para manejar mejor los conflictos de personal durante las reuniones. Otro gerente estaba analizando la forma de reorganizar el uso del tiempo en su oficina para mejorar el servicio al cliente. Al principio, los investigadores facilitaron estas reuniones, manteniendo el enfoque en la acción como punto central. Después, los grupos trabajaron solos,, consultando ocasionalmente con los investigadores. Después de algunos pequeños éxitos iniciales que establecieron un microclima de soporte para el aprendizaje, los grupos centraron su atención en aspectos más amplios y complejos y en patrones de comportamiento. Poesía para la Acción Uno de los momentos más importantes de nuestro trabajo con los administradores fue aquel en el que nos dimos cuenta de que la terminología de las indicaciones que les habíamos dado para definir las consultas sobre las circunstancias de su organización y para promover el cambio era demasiado académica y remota para el entorno administrativo y no ofrecía a los participantes conceptos claros en los cuales basar sus prácticas. Decidimos entonces implementar un enfoque más directo, claro y sencillo, que tuviera a la vez una cualidad de inspiración. Procuramos que fuera fácil de recordar y de reconstruir en el momento. Procuramos que tuviera lo que terminamos por bautizar buena poesía para la acción. Una buena poesía para la acción es simplemente un lenguaje que describa lo que hacemos de manera sencilla, fácil de recordar y directa. Por ejemplo, como ya se ha dicho, en lugar de pedir a los gerentes que desarrollaran “metas de aprendizaje”, “desempeños” y “evaluaciones”, nos dio mejor resultado una terminología que instaba a los participantes a considerar “sueños”, “misterios” y “evidencias”. Al analizar distintas frases nos preguntamos si los gerentes muy prácticos aceptarían términos tan expresivos como “sueños” y “misterios”, o si preferirían un lenguaje más serio que incluyera términos como 5 “metas” y “enigmas”. Fue interesante observar que los gerentes se mostraron muy a favor de la terminología más expresiva. Dentro del mismo espíritu, en lugar de entregar a los gerentes, a modo de información de retorno, una lista de docenas de cosas que deben hacer o no hacer, elaboramos la metáfora de “la escalera de la alimentación de retorno”, más fácil de recordar, que hace énfasis en tres simples pasos: aclarar, valorar y expresar preocupaciones y recomendaciones. Las observaciones de los investigadores y los comentarios de los participantes confirmaron la utilidad de estas poesías para fomentar la tendencia de los gerentes hacia la acción. Al considerar distintas iniciativas de cambio en la organización, es evidente que una buena poesía para la acción no suele ser fácil de encontrar. Hay muchos marcos conceptúales y muchas prácticas que valen la pena pero los términos y conceptos en que se expresan no despiertan imágenes mentales que permitan que, en situaciones de estrés, las ideas se conviertan en acción en tiempo real. Requieren demasiadas etapas. Las ideas no son fáciles de recordar. Implican definiciones técnicas, y así sucesivamente. Es frecuente que las estrategias que implican muchas etapas o los marcos conceptuales que abarcan múltiples aspectos, parezcan más correctos desde el punto de vista analítico, aunque son menos prácticos porque es difícil hacerles seguimiento y aplicarlos de inmediato en un entorno donde el flujo de trabajo no se detiene. Realismo de Bajo Riesgo Muchas experiencias de aprendizaje son demasiado ajenas al flujo de trabajo como para influir el comportamiento en este entorno. A menos que haya cierto realismo, es probable que la transferencia a un comportamiento real de trabajo resulte difícil. Sin embargo, muchos contextos de flujo de trabajo pueden ser demasiado complejos, demasiado agitados, e incluso excesivamente amenazantes como para dar cabida al desarrollo de nuevas destrezas. Requieren contextos “seguros” simulados o cuidadosamente seleccionados de entre los que se dan en el flujo de trabajo. Son lo que comúnmente se denomina campos de práctica. Los proyectos de acción crean campos de práctica que forman parte del trabajo real de la institución porque quienes participan “eligen sus batallas”. En nuestro proyecto, debido a que los participantes seleccionaron sus propios proyectos de acción, crearon líneas de consulta en las áreas en que se sentían seguros. Además, los gerentes estaban mutuamente familiarizados con sus proyectos de acción: sabían qué era lo que estaban tratando de mejorar en su práctica. Un grupo de gerentes trabajando en equipo realizaba pequeñas reuniones individuales en el curso del desarrollo del trabajo en donde se informaba rápidamente acerca del progreso de cada cual. Si una colega intentaba mejorar su temperamento “explosivo”, el grupo podía darle algunas ideas acerca del progreso que habían visto en ella a lo largo del día. O si un gerente procuraba mejorar su forma de redactar memorandos para utilizar un lenguaje más claro y más positivo desde el punto de vista simbólico, sus compañeros examinaban algunos de sus mensajes más recientes y le hacían sugerencias para que avanzara en su propósito. 6 Estas situaciones directa o indirectamente relacionadas con el flujo de trabajo contribuyen a que los gerentes puedan volver a convertir en acción lo que aprenden. Permiten una retroalimentación más significativa y franca y una práctica recurrente. Crean lo que Edgar Schein llama “tiempo lento” para el aprendizaje de grupo dentro de la organización.10 Cuándo y Cómo Es mucho más probable que estos esfuerzos lleguen a buen término si quienes los aplican específicamente establecen metas que encuentren aceptación desde el comienzo. Es decir, cuándo van a poner en práctica lo que pretenden y cómo lo van a hacer. Peter Gollwitzer denomina estos planes la “intención de implementar” y resume una serie de investigaciones que demuestran que pueden incrementar considerablemente la probabilidad de que dichos planes lleguen a buen término.11 Un aspecto importante relacionado con el problema de determinar el “cuándo” tiene que ver con la capacidad de no dejar pasar las oportunidades. La investigación que hemos realizado acerca de la capacidad de generar ideas sugiere que el no tener la suficiente sensibilidad para detectar las oportunidades, es un cuello de botella más importante en el proceso de generar buenas ideas que la misma capacidad de generarlas. Las personas que estudiamos para desarrollar nuestra investigación pasaron por alto las oportunidades de razonar y desarrollar conceptos divergentes con base en las historias que se les pidió que analizaran desde el punto de vista crítico pero supieron aprovecharlas una vez que se las hicimos notar.12 De igual manera, el trabajo que se desarrolla al interior de la organización, como el que aquí se presenta, pudimos comprobar que, con frecuencia, quienes participan en el proceso no detectan la oportunidad de utilizar una estrategia o reprimen el impulso de ponerla en práctica cuando se están dando las circunstancias en la que dichas estrategias podrían ser útiles. Los proyectos de acción ayudaron a determinar el cuándo y el cómo al crear ocasiones específicas para encontrar dichas oportunidades. Los gerentes pensaron en el futuro tratando de imaginar en qué momento podrían convertir sus ideas en acción, desde cómo mejorar su capacidad de escuchar a los demás hasta ensayar nuevas formas de elaborar los presupuestos. Los mismos gerentes pudieron darse cuenta de que si hacían sus consultas en términos vagos, sin identificar ni generar planes específicos de implementación, tendían a caer de nuevo en la inactividad. Por lo tanto, se presionó a muchos de los grupos a generar conceptos más concretos de cuándo y cómo pensaban poner sus proyectos en práctica. Es más fácil reconocer las oportunidades al vuelo si se tiene un concepto claro de las situaciones en las que se desea poner en práctica un determinado plan. Por ejemplo, una participante indicó que deseaba mejorar una relación no muy buena que tenía con uno de sus subalternos e identificó momentos concretos en los que podía hacerlo y la forma de lograrlo. Pudo definir cómo serían sus interacciones en el curso de las reuniones, tal vez cómo debía invitar a su subalterno a tomar un café o cómo fijar la fecha para una sesión de retroalimentación sobre la presentación de informes mensuales. Cuando se produjo una 7 crisis inesperada en su oficina, ella y su subalterno se encontraron ante la necesidad de diseñar entre ambos una solución. Más adelante ella comentó que el saber programar el cuándo y al cómo le había ayudado a aprovechar esta situación inesperada para mejorar las relaciones con su subalterno. Inhibición Activa Al finalizar un reciente taller con los administradores de la universidad sobre cómo manejar los conflictos, uno de los gerentes expresó, “Todo esto parece tan fácil. Pero, aunque sé que debo actuar de otra manera, no me puedo controlar. ¡Me dejo llevar!”. Con frecuencia, no basta saber detectar el momento adecuado para ensayar una nueva idea o un nuevo comportamiento. Los antiguos patrones tienden a reafirmarse aún cuando se desee sinceramente adoptar una nueva actitud. Se sabe que hay que reaccionar en forma abierta ante las criticas que un colega pueda tener en relación con las nuevas ideas que usted proponga y, no obstante, su temperamento lo domina. En momentos críticos, los estímulos del contexto desencadenan los antiguos patrones y superan fácilmente las intenciones de cambiar. Por consiguiente, el adoptar una nueva práctica implica no sólo procurar aplicarla sino también inhibir las prácticas antiguas. En el primer momento, éste puede parecer un reto que correspondería más al factor de “explosión” que al de “cuenta regresiva”. Lo clasificamos entre los de cuenta regresiva porque no necesariamente implica que se tengan reservas conscientes o inconscientes acerca de las nuevas prácticas. Hay, en principio, un verdadero compromiso, pero la fuerza de la costumbre sabotea las buenas intenciones y es algo a lo que debe prestarse especial atención como parte del proceso de aprendizaje. Por ejemplo, uno de los gerentes participantes en el proyecto estaba consciente de su mal hábito de interrumpir a sus compañeros de trabajo durante las reuniones. En un intento por controlar esta tendencia, tomó la decisión de llevar siempre una libreta de notas para ir haciendo apuntes. Cada vez que sentía que estaba a punto de interrumpir con algún comentario, se apresuraba a escribirlo en la libreta. Más adelante, cuando la persona que estaba hablando ya había terminado, expresaba su opinión. Trascurridas unas pocas semanas, quienes trabajaban con él en la oficina comentaban cómo había mejorado su comportamiento en las reuniones. En sus propias palabras, el mayor reto fue mantenerse constantemente consciente de sus actitudes, poder determinar el momento exacto en el que estaba a punto de interrumpir y controlarse, cambiando ese impulso por el de anotar sus ideas en la libreta. Este control activo de su arraigado hábito de interrumpir le permitió reorientar su comportamiento hacia una práctica nueva y mejor. Factores de “Explosión” Hasta este momento, la historia de nuestra iniciativa con los gerentes de la universidad parece avanzar sin contratiempos hacia una situación bien programada que habrá de 8 facilitar el desarrollo del aprendizaje. Sin embargo, las cosas no han sido tan fáciles. Cualquiera que haya participado en procesos de cambio dentro de una organización sabe que, inevitablemente, entran en juego las rutinas defensivas del sistema inmune de la organización. Los comportamientos que esto genera pueden considerarse factores de explosión. Tienden a hacer que el proceso fracase por completo o tienden a introducir pequeños escollos que retrasan de forma considerable su progreso. Desde un punto de vista realista, no es razonable pensar que se puedan eliminar todos estos factores de explosión. Son la manifestación natural de un sistema sometido a la presión de un cambio de rumbo. Por consiguiente, el control de estos factores de explosión no es tanto cuestión de eliminarlos como de reducirlos en la medida de lo posible y moderar la forma como los demás los perciben para minimizar el daño que puedan causar. A continuación mencionaremos varios factores de explosión que han demostrado ser importantes en nuestro trabajo con las cuarenta oficinas. La Incapacidad de Detectar los Problemas Cuando una de las oficinas de la universidad se tuvo que enfrentar a algunos aspectos críticos de retroalimentación de parte de sus clientes, el grupo mantuvo su posición. “Ese es sólo su punto de vista”, “No saben de qué están hablando”, “Es posible que no sea un grupo de clientes representativo” y “Es por culpa de la oficina de fulano, no de la nuestra”, fueron algunos de los comentarios de quienes trabajaban en la oficina para negarse a reconocer su responsabilidad. Es frecuente que no se detecten los propios problemas ni las áreas potenciales en las que dichos problemas se pueden presentar. Los problemas de los demás o los de otros departamentos son evidentes pero nunca los propios. Esta posición defensiva es por demás natural. Nuestra estrategia para contrarrestar esta incapacidad de detectar los problemas fue incluirla en los proyectos de acción para que los participantes buscaran activamente los problemas que los preocupaban y que correspondieran a su esfera de influencia. Los participantes podían crear proyectos de acción para mejorarlos. Por otra parte, no se les permitía centrarse en la productividad de la oficina de sus colegas, puesto que eso escapaba evidentemente a su control directo. También combatimos la incapacidad de detectar los problemas mediante el diseño de una variedad de procesos de retroalimentación. Unas cuantas oficinas que trabajaban más estrechamente con los investigadores generaron evaluaciones sobre aspectos como lo que pensaba el personal, lo que se pensaba en términos generales en la oficina y los conceptos que podían deducirse de los cuestionarios que respondieron los clientes. Para el personal de la oficina, estos datos eran una fuente de retroalimentación que les permitía evaluar el progreso de los proyectos de acción de la oficina y sugerir posibles proyectos de acción para el futuro. 9 Un Mundo Imperfecto En cualquier iniciativa de cambio, el progreso tiende a ser de carácter mixto. Un fenómeno común es el retroceso. Es posible que los participantes adopten nuevas prácticas de comunicación o inviertan en un proyecto de acción. Luego, transcurridas unas cuantas semanas o unos pocos meses, vuelven a caer en los antiguos patrones, y por lo general intentan cambiar de nuevo cuando se dan cuenta de esa situación, que se produce generalmente durante momentos de mucha presión, durante las reuniones donde hay grandes intereses en juego, durante las revisiones de desempeño y en otras situaciones similares. En términos generales, en casi cualquier iniciativa de cambio se presenta lo que se conoce como la curva en campana de la participación. Los distintos grados de respuesta del grupo van desde personas muy comprometidas hasta otras que representan un gran grupo intermedio que desarrolla una cantidad significativa de trabajo, a otras que sólo participan de manera marginal para por último llegar a unas que no participan en absoluto. Esto fue exactamente lo que ocurrió con los gerentes con quienes trabajamos. El retroceso, las curvas de participación en campana y otros fenómenos similares son completamente normales. No deben ser causa de alarma, siempre que la iniciativa siga avanzando como tal. Sin embargo, sí constituyen un problema de percepción. Había grandes expectativas y estos periodos lentos desanimaban a quienes estaban a favor y animaban a los críticos. Como es natural, hicimos cuanto pudimos para impedir el retroceso y promover la participación. Pero, por otra parte, “el control del desarrollo” fue de gran importancia en cuanto a urgir a los participantes a que consideraran estas imperfecciones como parte normal del proceso. Todos los gerentes presentaron altibajos en cuanto a su motivación e interés. Los momentos de mayor actividad llevaron a una disminución en la participación mientras que el nivel de actividad fue mayor durante los periodos de menor presión. Para evitar las percepciones negativas, recordamos a los gerentes que éste era un fenómeno normal. Además, durante los momentos de menor actividad pudimos determinar que era posible adoptar medidas que renovaran el interés. Por ejemplo, cuando parecía que el interés era menor, los investigadores se reunieron con los participantes en pequeños grupos, o de uno en uno. En un mundo imperfecto, fue muy útil comprender y preparar a todos los participantes para los altibajos que necesariamente se presentan. Polarización de los Seguidores En el “mundo imperfecto” la curva en campana, con la mayoría dentro del grupo que tiene un cierto grado de participación es en realidad un signo positivo. Es mucho más frecuente encontrar una situación más difícil: una polarización de la fidelidad con los protagonistas, los antagonistas y unos pocos que se encuentran en el centro de la curva. Esto es lo que suele ocurrir cuando el grupo que pretende poner en práctica la innovación se considera como un grupo elitista y, sobre todo, cuando las oportunidades de desarrollo son exclusivamente para ellos.13 La respuesta defensiva natural es un grupo poco unificado de 10 antagonistas. A corto plazo, es posible que una iniciativa sobreviva e incluso prospere a pesar de la polarización. Pero a largo plazo, una marcada polarización de los simpatizantes o aliados suele ser fatal. Hicimos cuanto pudimos para limitar la polarización entre los gerentes. La universidad tenía dentro de su personal muchos feudos constituidos por oficinas y áreas. Mantuvimos una política de puertas abiertas, para que los críticos y escépticos se sintieran en libertad de unirse al proyecto por algún tiempo, escuchar las ideas, expresar sus preocupaciones y quedarse o irse según quisieran. Para beneficio del proyecto, y con el respaldo de los líderes de la organización, nunca se excluyó a nadie. Se aceptó la participación de quienes asistían solo para hacer acto de presencia, si era todo lo que una determinada persona estaba dispuesta a contribuir. Por ejemplo, algunos gerentes manifestaron su intención de asistir únicamente a las reuniones generales mensuales para enterarse del progreso alcanzado pero que no estaban interesados en diseñar proyectos de acción. Eso estaba bien. De hecho, al cabo de unos meses, la mayoría de estos gerentes, asistía a las reuniones semanales y, poco a poco, cada uno iba ensayando sus propios proyectos. Una Conducta Simbólica Negativa En cualquier situación social, desde el lugar de trabajo hasta el hogar o el supermercado, todos interpretamos los comportamientos de unos y otros de manera simbólica como señales de escepticismo, respaldo, desinterés, preocupación, indiferencia: es lo que llamamos “comportamiento simbólico”. Las iniciativas de cambio son situaciones en las que la sensibilidad para interpretar la conducta simbólica es muy alta, puesto que todos están pendientes de la respuesta a la iniciativa. La cultura arraigada en el nivel directivo de la universidad dio lugar a uno de los principales retos de conducta simbólica. Fue muy común que llegaran tarde a las reuniones (ya se tratara de reuniones para este proyecto o para algún otro fin), que se fueran temprano o que no asistieran, sin dar ninguna explicación. Este comportamiento incontrolado representó un problema, sobre todo en los casos en los que los líderes lo adoptaban. Muchos participantes comentaban fuera del salón de reunión las razones por las cuales se habían ido temprano o por qué uno de ellos no se había tomado la molestia de asistir. Es posible que tuvieran razones válidas para comportarse en esa forma, pero pocas veces las mencionaron. En cambio, para otros participantes, estas conductas significaban ausencia de respaldo, desinterés e hipocresía. Por consiguiente, es necesario que quienes dirigen este tipo de reuniones estén especialmente atentos a la conducta simbólica, a fin de evitar en la medida de lo posible, las percepciones negativas de los comportamientos y para adoptar medidas que respalden el cambio y refuercen las ideas. Para controlar esta tendencia en nuestro proyecto, explicamos con toda claridad a los participantes pertenecientes al nivel directivo la forma como los demás interpretaban su puntualidad, la necesidad de que dieran ejemplo y la conveniencia de que los animaran a expresarse en público con frecuencia durante las reuniones grandes. 11 Se Revuelve el Avispero Esto sucede cuando las actividades de desarrollo llevan a discutir en público las preocupaciones, dificultades y desacuerdos que antes sólo se habían discutido en privado. Se presentaron algunos de estos casos. Una vez más tratamos de incluirlos dentro de lo normal y de considerarlos, en cierta forma, como situaciones beneficiosas. Procuramos manejarlos caso por caso para limitar el daño y contribuir al progreso. Por ejemplo, en un grupo había dos gerentes que, desde hacía mucho tiempo venían teniendo problemas de comunicación y desconfianza. Cuando comenzaron a analizar los proyectos de acción, expresaron muchos de los sentimientos que hasta entonces habían mantenido reprimidos. Uno de los gerentes dijo que no podía trabajar con una gerente en especial porque ella estaba buscando pruebas para hacer que lo despidieran. Después de unos cuantos intentos infructuosos, logramos por fin organizar una serie de reuniones cuidadosamente programadas en las que explicamos que es normal que afloren estos sentimientos, es benéfico y constituye parte del proceso. Organizamos las reuniones de manera que, poco a poco, todo el grupo pudo trabajar con éxito en el aspecto de la confianza. Sin embargo, se dieron otras situaciones en las que el avispero se revolvió a tal punto y a los participantes les fue demasiado difícil resolver los problemas y controlar los sentimientos reprimidos y ocultos. De hecho, algunos participantes abandonaron el proceso por esa razón. Es difícil manejar directamente esta situación que implica luchar contra una serie de conceptos descontrolados, atribuciones no comprobadas y sentimientos irracionales. Sin embargo, son aspectos que hay que saber manejar. Proyectos como el de nuestra iniciativa tienen que contar con los elementos para hacer frente a estas situaciones en las que entran en juego sentimientos, factores de inseguridad, y animosidades, para saber disimularlas, hacer de cuenta que no existen, o, como sostienen Argyris y Schön, comprometerse unilateralmente a proteger a los participantes.14 El Arte de Saber Manejar la Acción Aún mientras escribimos este artículo, el trabajo de los gerentes de la universidad continúa. Varios grupos han logrado poner en práctica algunos proyectos de acción para mejorar distintos aspectos del trabajo gerencial, desde el mejoramiento de las relaciones humanas hasta el desarrollo de procedimientos más eficientes. Estamos diseñando un programa de institucionalización para que estos procesos de aprendizaje y consulta sean una característica constante de la práctica gerencial. Aún así, los retos como la incapacidad de detectar los problemas, los comportamientos simbólicos negativos y los momentos en los que se revuelve el avispero seguirán surgiendo ocasionalmente, y es posible que una tendencia generalizada a recortar el presupuesto comprometa la continuidad del programa. Sostener una iniciativa como ésta no es fácil aunque creemos que vale la pena. 12 En todo caso, de esta experiencia de cerrar la brecha entre la idea y la acción se derivan varias moralejas sobre lo que se podría denominarse el arte de manejar la acción. 1. La brecha entre la idea y la acción es demasiado grande y constituye un gran reto debido al efecto de “eslabón débil”. El conocido adagio de que la cadena es tan fuerte como su eslabón más débil ayuda a comprender la magnitud de la brecha entre la idea y la acción. Tanto los factores de cuenta regresiva como los factores de explosión su pueden considerar eslabones en la cadena que une la idea a la acción continuada. Si se presenta un problema grave con cualquiera de estos dos, todo el proceso puede fracasar y, desde el punto de vista de las probabilidades, la acción lleva las de perder. Supongamos, por ejemplo, que una cuidadosa atención a los factores de cuenta regresiva y a los factores de explosión garantice que, en el 95% de los casos, ninguno de ellos presentará mayores problemas. Pero, de ser así, el porcentaje del tiempo en el que no va a fallar ningún eslabón es .95 a la décima potencia; es decir, una tasa de fracaso de cerca del 60 al 40%. Si la cifra inicial fuera 90%, dado que hay diez factores, el porcentaje del tiempo en el que ninguno de los dos eslabones se romperá representa una abrumadora tasa de fracaso del 35 al 65%. Claro está que estos cálculos son una sobresimplificación de las situaciones reales pero sí ilustran cómo el efecto del “eslabón débil” hace frágiles los esfuerzos por cerrar la brecha entre la idea y la acción. 2. Aunque el “modelo terapéutico” del cambio organizacional es útil, es importante prestar atención directa al comportamiento y el aprendizaje. Muchos de los esfuerzos actuales por inducir cambios en las organizaciones utilizan lo que podría llamarse el “modelo terapéutico”. La premisa básica es que las creencias determinan el comportamiento. Se considera que el comportamiento en las organizaciones es consecuencia de los sistemas de creencias tácitas no reconocidos, que por lo general contradicen lo que manifiesta públicamente como creencia. La prescripción para el cambio implica que hay que sacar a la luz estas creencia tácitas mediante diversos procesos y lograr que los participantes las analicen, las critiquen y construyan otras creencias más coherentes y efectivas, de las que fluirán los comportamientos corregidos. El modelo terapéutico es muy útil. Ofrece metodologías que permiten manejar casos especialmente difíciles de incapacidad para detectar problemas y casos de autoengaño, a condición de que, en todos los casos, tanto las personas como el entorno permitan que el proceso terapéutico siga su curso. Sin embargo, el modelo de cuenta regresiva/explosión aquí descrito, incluye otros aspectos del reto que el cambio representa. Si bien el modelo terapéutico se centra en las barreras que se oponen al cambio en forma de creencias tácitas que generan resistencia, este modelo incluye los factores de cuenta regresiva que poco tienen que ver con la resistencia y que se relacionan con las condiciones necesarias para lograr un buen aprendizaje orientado a la acción. Es un error considerar la resistencia como una barrera contra el cambio cuando, para empezar, sin tener en cuenta la resistencia, las condiciones de aprendizaje no favorecen la acción. 13 Además, las causa de la resistencia van mucho más allá de las creencias tácitas. Cuando se revuelve el avispero, cuando se produce la polarización de los simpatizantes, surgen barreras de carácter altamente político. La conducta simbólica negativa parece originarse tanto por la insensibilidad como por las creencias tácitas. La reacción del mundo imperfecto refleja ingenuidad en cuanto a la dinámica del cambio y el aprendizaje. En resumen, el modelo de cuenta regresiva/explosión recomienda la inclusión de las creencias tácitas y de toda una gama de factores diversos para manejar los retos del cambio. 3. Es importante considerar tanto el proceso como las percepciones. Otra moraleja de este análisis tiene que ver con al interacción entre el proceso y las percepciones. El proceso básico de aprendizaje es en sí mismo, ideas más claras y simples sobre la mesa, la oportunidad de practicarlas, etc., tiene una fuerte interacción con la forma como los participantes perciben e interpretan los acontecimientos. Por ejemplo, tanto las expectativas de acción como el realismo de bajo riesgo se relacionan con la forma como los participantes perciben lo que supuestamente deben hacer y qué tan seguro será hacerlo. La incapacidad de detectar los problemas es, por definición, un problema de percepción, el mundo imperfecto refleja la tendencia a interpretar de forma exagerada el retroceso y la participación mixta como signos de fracaso en lugar de verlos como aspectos normales del aprendizaje. Por consiguiente, las iniciativas que cierran la brecha entre la idea y la acción tienen que prestar tanta atención al “control del desarrollo” como a la mecánica del aprendizaje propiamente dicho. 4. Los líderes pueden ser modelos muy influyentes para cerrar la brecha entre la idea y la acción No es de sorprender que hayamos podido determinar que la conducta de los líderes desempeña un papel primordial. Los líderes, quiéranlo o no, son, inevitablemente, arquitectos culturales. Cuando los jefes de grupo o de las distintas oficinas mostraban los patrones de comportamiento propuestos por nosotros, los demás los adoptaban con más facilidad. Si un líder controlaba una conducta simbólica negativa inhibiendo activamente sus antiguas reacciones, si usaba el vocabulario de los proyectos de acción o si analizaba cuándo y cómo podía desarrollar el proceso de consulta, los demás participantes tendían a imitarlo. 5. El objetivo final es aprender a aprender para actuar La investigación sicológica ha documentado el fenómeno de aprender a aprender. Con la experiencia, tanto las personas como los animales no sólo aprenden más sino que aprenden a aprender y aumentan la eficiencia de su propio proceso de aprendizaje. En principio, el concepto de aprender a aprender debería aplicarse a la conversión de ideas en acciones dentro del entorno de una organización. Los factores de cuenta regresiva/explosión contribuyen a definir un arte de actuar que los gerentes, el personal de recursos humanos y otros podrían aprender para fomentar el aprendizaje en los demás. Con 14 el tiempo, cualquier participante podría aceptar como algo normal los fenómenos de regresión, las prácticas que implican inhibiciones y riesgos activos, como la conducta simbólica negativa, y contribuir así a un flujo más fácil del proceso en esas condiciones. En distintos momentos y en distintas circunstancias vemos signos de estos resultados entre los gerentes con los que estamos trabajando. Sin embargo, los factores de cuenta regresiva y explosión se manejan todavía con la intervención de todo el grupo, en la mayoría de los casos, sin que los participantes los hayan adoptado como propios. Tal vez la ironía más grande en cuanto a la brecha entre la idea y la acción es que perspectivas como las del modelo de cuenta regresiva/explosión son ideas en sí mismas y, como tales, están también sujetas a la brecha entre la idea y la acción. El llevar a la acción una teoría de aprendizaje es un reto de las mismas proporciones que el de llevar a la acción cualquier otra teoría. Es más probable que esto se logre a través de un grupo de intervención cuya responsabilidad sea lograr ese objetivo y no a través de los mismos participantes que están en el proceso de aprender a aprender. No obstante, el objetivo de que los participantes aprendan el arte de llevar las ideas a la acción vale la pena y es lo que pretendemos lograr. 15