Psicosociología de las Modificaciones Corporales Extremas Ana Belén Rojo Ojados Texto completo En la presente comunicación se avanzan algunos de los resultados de la investigación de tesis doctoral dedicada a estudiar el fenómeno de las modificaciones corporales extremas propias de las culturas del piercing y el tatuaje. La investigación pretende ahondar en las causas, las razones o motivos que llevan a miles de personas a realizarse este tipo de intervenciones, a marcarse el cuerpo con resultados a menudo irreversibles, y que abren un debate sobre como les afecta como individuos y en sus relaciones sociales. Interesa especialmente el componente de identidad que conllevan estas prácticas corporales, originarias en su totalidad de acciones llevadas a cabo por grupos marginales o en conflicto con la sociedad, homosexuales radicales, convictos, pandilleros, clase obrera, artistas o grupos sadomasoquistas. El tatuaje, el piercing, las escarificaciones y demás técnicas de modificación corporal extrema son acogidas a principios de los 70 por grupos sociales occidentales que utilizarán el cuerpo como un mecanismo de protesta y reclamación del poder sobre el mismo. Ritos corporales indígenas son apropiados por neoprimitivos, new ages, gays, lesbianas y sadomasoquistas, construyendo símbolos de identidad y pertenencia a un grupo, inventando además nuevas técnicas de modificación corporal que harán que estos individuos vuelvan a ser visibles para la sociedad, provocando debate, admiración, rechazo y provocación. A finales de los 90 el paisaje urbano se puebla de adolescentes, jóvenes (y no tan jóvenes) profusamente tatuados, perforados, escarificados y con sus cuerpos decorados con todo tipo modificaciones, que, ajenos al origen marginal de todas estás “ornamentaciones” corporales, los utilizan para construir su personalidad, hacer “visible” la rebeldía hacia los cánones de belleza occidentales, y en consecuencia, crear nuevas tendencias, modas, que se difundirán a través de internet. Internet está siendo la gran plataforma de difusión de las EBM, y son incontables las comunidades virtuales, blogs y webs donde los modificados muestran sus “proezas” corporales, se apoyan mutuamente, opinan sobre sus modificaciones y se animan a seguirlas practicando. Esta difusión está a la vez, afianzando a los modificados como comunidad, y que la estigmatización que acompaña a estas prácticas corporales vaya desapareciendo, o vaya siendo absorbida poco a poco por la imaginería urbana occidental. La espectacularidad de muchas de estas modificaciones está provocando una rápida evolución en sus técnicas. El “todo vale” o el ir más allá de los límites del cuerpo está revolucionando a los profesionales que llevan a cabo estas intervenciones corporales, haciendo que la tecnología y los nuevos materiales sintéticos (sin olvidar la biomedicina y la cirugía) sirvan para realizar modificaciones casi inverosímiles o propias de la ciencia ficción. En esta sociedad actual, donde la filosofía y la estética de los extremos son referentes a tener muy en cuenta, el cuerpo también es llevado al límite, la identidad se vuelve líquida, y la piel maleable, sin límites, ni si quiera el dolor importa para frenar la experimentación con el propio cuerpo. Establecer que modificaciones se pueden considerar “extremas” y cuales no, es un debate abierto tanto entre los profesionales de la modificación como entre los adeptos a estas prácticas. Se puede argumentar analizando la reversibilidad de las mismas, el grado de dolor que pueden provocar, el impacto visual que provoca en la sociedad (repulsa, espectacularidad, “freak”), el colectivo que las adopta (no es lo mismo un piercing facial transdermal llevado por un adolescente que lo lleva por motivos meramente estéticos, que un piercing genital utilizado para proporcionar placer-dolor de un integrante de la comunidad sadomasoquista) o la complejidad y dificultad de la técnica modificadora en sí misma. La presente investigación intenta hacer una aproximación al fenómeno de la Modificación Corporal Extrema, entendiéndose dentro del ámbito del tatuaje, el piercing y demás técnicas corporales derivadas de estas prácticas. Para este estudio se obviarán otras formas de modificación corporal extrema como las cirugías estéticas o las de cambio de sexo, si bien se hará referencia a las mismas en alguna ocasión. Para conocer en profundidad los factores que llevan a un individuo o a un colectivo a modificarse extremamente nos ocuparemos de revisar la bibliografía generada al respecto, se realizará un recorrido social e histórico de estas prácticas corporales, analizaremos las narrativas corporales resultantes de estas acciones sobre el cuerpo, tanto público como privado, que impacto tienen en los movimientos sociales contemporáneos y nos aproximaremos a conocer como este fenómeno se ha ido introduciendo en España. La categoría que ayuda a definir estas prácticas corporales es el concepto de extremo (1), según la RAE, dicho de una cosa que está en su grado más intenso. También hace referencia a lo excesivo, lo exagerado. Lo extremo será lo que distinga este tipo de actuaciones corporales sobre otras, que siendo también modificaciones, no conlleva grado de exageración o radicalidad. Este concepto será, para los modificados (2), el mecanismo de formarse una identidad diferente, original. Construirse un nuevo cuerpo con ornamentos varios y distribuidos de manera profusa por todo el cuerpo. Pueden ser desde tatuajes que pueden llegar a cubrir la totalidad del cuerpo hasta la amputación o modificación irreversible de alguna parte del mismo. Una de las cuestiones que prevalece es experimentar al máximo con maneras de superar las barreras del propio cuerpo. Un cuerpo que se concibe como un lienzo en blanco que poder transformar, El cuerpo es visto como un templo, pero no como inviolable, sino como mutable y un soporte ideal para expresarse y experimentar. La disciplina y el autocontrol son dos categorías que se han atribuido recientemente a la acción de modificarse y de tomar la decisión sobre ello (3). Es uno de los discursos que más se repite como argumento de porqué un individuo se realiza una modificación. Esta narrativa está íntimamente relacionada con la creencia o suposición de que el tatuaje puede actuar espiritualmente, emocionalmente y físicamente y que tiene cierto poder de refuerzo de la identidad. Otra de las narrativas presentes en este fenómeno es el sentimiento de pertenencia a un colectivo. Los practicantes de la modificación corporal extrema, en la actualidad, gracias a internet se organizan, se convocan, se inspiran, intercambian conocimiento, o técnicas. En décadas pasadas las personas que formaban estas comunidades se comunicaban de una forma menos global, y de hecho, había un fuerte componente hermético, pues estos grupos eran marginales, tales como colectivos gays, lesbianas, punks y S/M (4) y la difusión se reducía a magazines y publicaciones impresas propias de estos colectivos. Podríamos decir que estas personas, como colectivo, han definiendo las bases de lo que consideraremos como una subcultura. Y utilizamos el termino subcultura, recordando a Hebdige, porque la gran mayoría de estas personas provienen del mundo del tatuaje y del piercing. Veremos que un buen número de estos individuos son profesionales o “coleccionistas”(5), se modifican extremamente en un afán por diferenciarse del tattoo y piercing “normalizado” (y toda subcultura, como señala Hebdige, sufre este proceso) es decir, de la modificación corporal menos extrema que comprende el hacerse un tatuaje o un piercing en un lugar convencional. Analizaremos en el capítulo 3 que se entiende por convencional o extremo, para considerar cuando hablamos de modificación extrema con propiedad. La bibliografía no es demasiado extensa, y buena parte de ella la conforman tesis doctorales, investigaciones clínicas y antropológicas realizadas en los Estados Unidos. El objeto de estudio que nos ocupa en este trabajo es relativamente reciente, pues el fenómeno de la modificación corporal tiene su auge a finales del x. XX (aunque veremos como sus raíces se originan en las sociedades tribales ancestrales) , de ahí quizás la falta de extensión y abundancia en cuanto a literatura se refiere. El tatuaje, como concepto es el más estudiado hasta el momento, y son numerosos los textos relacionados con estudios de juventud, criminalidad y riesgos para la salud, tres ámbitos que precisamente han llevado al tatuaje a ser una práctica históricamente estigmatizada. Sobre piercing son relevantes los estudios y publicaciones a nivel científico, pero la mayoría dedicados al problema que suponen en la adolescencia y los problemas de salud que comportan (sobre todo los piercings de tipo genital, que han sido tema recurrente para numerosos artículos clínicos por el riesgo de portarlos). Es de destacar una serie de publicaciones que sí versan de manera específica sobre las modificaciones corporales relacionadas con la cultura del tatuaje y el piercing. Las obras de Victoria Pitts, Favazza, Margo DeMello, V. Vale, Shannon Larrat, Daniel Wojcik. Maureen Mercury o Patricia Sharpe entre muchos otros dedican sus páginas a estudios sobre la subcultura de la modificación extrema, sobre las personas que la practican, sus argumentos, sus motivaciones y la relación que establecen con sus cuerpos modificados ( cuerpo nuevo versus cuerpo antiguo, el cuerpo es un elemento maleable, mutable que puede ser sometido a cambios a gusto y decisión del “propietario”). Gran parte de estos estudios se preocupan por encontrar las causas, las razones que empujan a estos individuos a tomar la decisión de transformar de manera tan radical sus cuerpo. Desde motivaciones ligadas a la religión o a la espiritualidad, herederas de las corrientes New Age de finales del siglo XX (6), y otras propuestas pseudo espirituales que se fueron poniendo de moda en el mundo occidental durante el período de postguerras hasta la el fin de la guerra fría, a los que hay que sumar motivaciones de tipo estético (estar a la moda tatuándose, pues estrellas famosas de los medios de comunicación de masa como futbolistas, cantantes y artistas se tatúan profusamente), el placer sexual (éste motivación estaría más ligada al piercing y otras modificaciones corporales extremas), la motivación política (culturas de resistencia, rebeldía hacia la “normalización” y control del cuerpo ejercido por los gobiernos occidentales), y por último las motivaciones ligadas a la pertenencia a un colectivo (entornos artísticos, subculturas urbanas, pandillas) y/o la diferenciación con otros grupos rivales. Ésta última motivación viene muy ligada a una de las razones, que quizás vertebra todas las demás, que es la identidad. En estos estudios e investigaciones los individuos entrevistados argumentan que su decisión ayudaba a definir su identidad, encontrarla o rehacerla mediante estas prácticas corporales. Algunos manifiestan no estar de acuerdo o a gusto con su cuerpo por diferentes motivos, como el haber sido víctimas de abusos, la indefinición sexual o tener una personalidad frágil o combativa. El individuo no sólo tiene esta presión personal, sino que puede estar siendo influenciado por algún colectivo que comparta la idea de la modificación como un mecanismo de reafirmar la identidad. Esta presión recibida puede lleva a que esta persona se “afilie” o sienta empatía con dicho grupo y acabe modificándose. Muchas de estas personas (seguimos haciendo referencia a los estudios con base en los EEUU) hablan de una catarsis experimentada al entrar en contacto con grupos de S&M, y demás colectivos en las cuales las modificaciones corporales son un elemento de cohesión, definición y evolución. La comunidad gay y lésbica de la costa oeste norteamericana es una de las más activas, y las modificaciones que practicaban servían tanto para identificarse entre miembros (tatuajes simbólicos y piercings en determinadas partes del cuerpo les identificaban como miembros o simpatizantes del colectivo) como para mostrar a la sociedad un proyecto corporal que pretendía comunicar de manera simbólica su identidad personal, ligada a la identidad de grupo. Dicho punto es relevante, pues tanto los profesionales(7) como los individuos modificados hablan de la “piel privada” y la “piel pública”. Es la parte pública, la expuesta a la sociedad, la que determina la relación del cuerpo del individuo con su parte privada, y cómo éste encuentra mecanismos simbólicos, como la modificación, para inscribir ambas en estos dos ámbitos, el público y el privado. Esta significación del cuerpo a través de la modificación corporal extrema se produce en el ámbito íntimo (o en la privacidad del colectivo, donde las marcas se muestran libremente) del sujeto. Pero esta significación se convierte en una información poco o nada controlada cuando se muestra públicamente. Aquí es donde conceptos como estigmatización o desviación se convierten factores importantes en la investigación, pues estas narrativas corporales son herederas de significaciones negativas y ligadas a discursos sociales marginales, como veremos mejor detallado en el capítulo 3. El que durante gran parte del siglo XX, el tatuaje, el piercing y otras disciplinas corporales “no comunes” (luego veremos que la mayoría son importadas de culturas ancestrales, ajenas a la cultura occidental) fueran objeto de prohibición o etiquetadas como “desviadas” venía argumentado a que éstas eran llevadas a cabo por colectivos marginales (marineros, prostitutas, presidiaros, moteros, pandilleros y mafias). El proceso de trasladar estas prácticas a la “piel pública” también fue llevado a cabo por colectivos o individuos fuera del ámbito normalizado de la sociedad, como lo eran las comunidades gays, S&M y New Age de finales de los 70, pioneras en realizar este tipo de prácticas (estando alejadas de los grupos marginales citados anteriormente, anteriores al llamado “renacimiento del tatuaje”(8)). Estos grupos importaron y reciclaron ancestrales modos de modificación corporal, como los tatuajes, perforaciones y modificaciones corporales de origen primitivo y tribal en partes no habituales del cuerpo (genitales, labios, nariz) y con materiales no corrientes (hueso, madera, etc), a las que añadieron otras prácticas herederas del faquirismo y tradiciones de los indios americanos y de multitud de tribus africanas (rituales o-kee-pa, suspensiones corporales, escarificaciones, branding, etc). El cuerpo se transforma en un cuerpo nuevo, cuerpo que simboliza el dejar atrás uno antiguo y anclado a la normalización y control occidentales, que se percibe falto de libertad y expresión, sin “alma” (9). La tradición corporal propia de las religiones monoteístas desprovee a la persona de todo poder sobre el cuerpo, pues éste pertenece a Dios, y ha de mantenerse puro y prístino, inviolable e intocable. Esta concepción platónica del cuerpo ha sido la asumida durante siglos por las cultura occidental, para la que el cuerpo ha de ser perfecto, puro, prístino, delgado, joven e idealizado. Argumentos que han sido defendidos por las políticas corporales llevadas a cabo por los estamentos de poder, incorporando al día a día toda una serie de mecanismo de orden, control, higiene y comportamientos. Hay autores, como Sabrina Cipolleta (10), que argumentan como este proceso de modificación radical del cuerpo es también una construcción de la identidad, a tal nivel, que no sólo afecta al individuo sino también a su entorno, y a la manera en que interactúan ambos. Se produce en el modificado una discrepancia entre su yo del presente –el yo aceptado-, y el yo deseado –idealizado-. Este yo ideal nunca se consigue pues es eso, un ideal, lo que para muchos autores puede estar detrás de la adicción que muchos individuos generan a estas prácticas (o patologías psiquiátricas como las neurosis), y lo que lleva a una persona a convertirse en “coleccionista” de modificaciones corporales (no sólo extremas, pues aquí podríamos incluir también a la adicción a las cirugías plásticas estéticas). El yo anterior, que se convierte en un yo desconocido , que incluso puede llegar a ser rechazado (como se puede ver por ejemplo en los cover-ups realizados con los mediáticos Ricco Zombie o la tatuadora Kat von D, que para promocionar un producto de maquillaje (11), permitieron que les “borraran” todos los tatuajes de su cuerpo, lo que les provocó en un primer momento gran sorpresa, pero posteriormente un conflicto de identidad, pues no se reconocían al ver su doppelgänger al otro lado del espejo, que no era sino su yo del pasado). La modificación corporal va convirtiendo al individuo, progresivamente, en “otro”, y es este uno de los discursos más interesantes que aflora en estos estudios. Pero tras su revisión sería interesante ampliar y profundizar más en el análisis de cómo el individuo, transformado en “otro” ha de construir su nueva identidad de manera privada y de manera social, con su nuevo cuerpo modificado extremamente. Es por tanto, indispensable conocer cuales son los mecanismos que hacen posible la construcción de una nueva identidad personal y social. Y todos los factores que se irán exponiendo son considerados relevantes para averiguar la manera en que la modificación corporal, extrema en el caso que nos ocupa, está siendo aceptada por la sociedad contemporánea, pues esa aceptación es vital para que el individuo pueda desarrollar su nuevo yo y afianzar su nueva identidad. Sin duda los medios de comunicación actuales, y sobre todo internet, se están convirtiendo en el escenario donde la carne privada se expone a lo social, se cosifica y se objetiviza. Una vez el cuerpo se convierte en objeto (y esto lo hace constantemente la publicidad, la moda, los cuerpos de las estrellas mediáticas de moda) adquiere las características de una simulación, una herramienta para la construcción idealizada, una superficie cambiante, maleable, que puede ser llevada al límite por las motivaciones que se estudiarán. Se aprecia, siguiendo la evolución histórica de las modificaciones corporales, una eclosión a finales de los 70 y principios de los 80, llegando a su máximo exponente en los 90 en los Estados Unidos, y una posterior oleada a principios del s. XXI al continente europeo (sin duda, con fuertes diferencias en cuanto a la motivación y a la argumentación del porqué de la realización de estas prácticas), donde el mainstream (las corrientes culturales predominantes) y los medios de comunicación han hecho que los tatuajes y los piercings sean aceptados por la sociedad occidental, más como una moda o tendencia que como signo evidente de rebeldía o identidad. Los autores consultados se ponen de acuerdo en bautizar esta época (de los 70 a los 90) como “el renacimiento del tatuaje” (the tattoo renaissance), que también afectará al piercing posteriormente. La práctica y difusión de este tipo de disciplinas corporales comienza a hacerse palpable a través de publicaciones especializadas y magazines, tan importantes como Body Play Magazine y Modern Primitives Quarterly del padre de la modificación corporal Fakir Mussafar (12), que asentó las bases de uno de los movimientos más importantes en la evolución y cohesión de la modificación corporal extrema, como es el del movimiento de los llamados Modernos Primitivos o Neoprimitivos. La relación con el cuerpo para este movimiento será de oposición y reivindicación al respecto de las políticas corporales llevadas a cabo en las sociedades occidentales, donde la normalización y la estandarización, propias del sistema de consumo capitalista, influye en los individuos y sus cuerpos. La sociedad occidental controla todos los aspectos corporales, desde la alimentación, el control sanitario, la ordenación, la vestimenta y la reproducción. El cuerpo (sobre todo el femenino, que utilizará la modificación corporal extrema como un vehículo para protestar contra los símbolos patriarcales de control corporal, propios de las sociedades occidentales) es obligado a mantenerse en condiciones óptimas, sano, armonioso, completo, equilibrado, puro, prístino, joven y eterno. Cualquier factor que violente estas cualidades tan alabadas por la sociedad occidental se interpretará como una disrupción y como un recuerdo de los “horrores corporales” (y por ende sociales) del pasado: enfermedades desfigurativas, amputaciones traumáticas provocadas por los desastres de la guerra, malformaciones de nacimiento, descontrol en la natalidad, accidentes laborales y otras monstruosidades espectaculares (el fenómeno del freak, el monstruo humano que era exhibido en ferias decimonónicas da paso al temor a lo diferente, al cuerpo descompensado, desbordado, asimétrico, ominoso. Cuerpos que se han de controlar). El movimiento de los Nuevos Primitivos, el cual se definirá en detalle en mi investigación, tiene también como principal motivación la reivindicación del cuerpo como propio (el cuerpo occidental no pertenece a su “anfitrión” en su totalidad), apropiándose de él, rehaciendo y rediseñando su límite con la sociedad, que es la piel. La piel es “ilustrada”, tatuada, perforada, quemada, escarificada, marcada de manera profusa, con símbolos y elementos recuperados de tradiciones ancestrales (carentes, evidentemente, del significado original, pues son iconografías tomadas, “canibalizadas” de culturas ajenas y pasadas por el tamiz del pastiche que es la cultura occidental actual) que hacen referencia a una serie de categorías “primitivas” que el individuo desea mostrar a la sociedad como un acto de re-apropiación del cuerpo perdido. El factor exótico y primitivo no es un invento reciente, pues los colonizadores europeos lo introdujeron como una manera falaz y casi hueca de huir del tedio y la decadencia postrevolucionaria, y de ornamentar sus vestimentas y lujosas mansiones. La canibalización, la apropiación de referentes culturales que señalábamos anteriormente, no es cosa del presente, como podremos constatar (13). El signo primitivo, el tatuaje tribal, la perforación en sitios del cuerpo íntimos o no convencionales, la laceración de la piel o la amputación serán los mecanismos elegidos por estos colectivos para reapropiarse del cuerpo, reclamarlo con la intención de volver a tener poder sobre él, descoyuntándolo de las normas establecidas por los poderes sociopolíticos y liberarlo de los prejuicios morales. La sexualidad es otra de las motivaciones que lleva a la comunidad de los Modernos Primitivos a argumentar sus prácticas corporales, sobre todo las relacionadas con el piercing, la escarificación, el branding o los implantes. Muchas variantes de estas aplicaciones van encaminadas a explorar la sexualidad fuera de los límites normalizados por la sociedad, por ello, fueron las comunidades gay-lésbica y sadomasoquista norteamericanas las que de manera ferviente se erigieron como artífices de estas prácticas, influyendo posteriormente en estos nuevos movimientos sociales. Todos ellos compartirán la misma necesidad de reclamación del cuerpo como propio y poder construir una nueva identidad de acuerdo con ello. A estos colectivos se les habrá de ir añadiendo posteriormente un buen número de movimientos sociales desarrollados desde finales del siglo XX hasta nuestros días , como pueden ser los punks (Hebdige,2002) diversas tribus urbanas, nuevas propuestas feministas, artistas (todos ellos, en parte, colectivos disconformes con la sociedad y situados fuera de las corrientes culturales convencionales). La modificación corporal extrema, es un acto visible y compartido, y se desenvuelve a la vez en la intimidad del colectivo y en la exhibición voluntaria del cuerpo modificado. Los neoprimitivos ritualizan este proceso de modificación, lo viven íntimamente y lo vinculan posteriormente a una catarsis o transformación a nivel corporal y emocional (a través del dolor, y de la superación del mismo, véase el caso de las suspensiones corporales o las modificaciones más radicales, donde el dolor puede llegar a ser extremo), haciendo que su cuerpo les “pertenezca” de nuevo, al haberlo marcado (cuestionando las políticas corporales establecidas) y significado. Otros colectivos que también se identifican con estas prácticas argumentarán sus motivaciones, como los ciberpunks (14), que piensan que el cuerpo está obsoleto y pueden, a través de las nuevas tecnologías, amplificar las propiedades de éste (15). Puede parecer que estos individuos persiguen una suerte de mortificación, similar a la que mártires, santos y atormentados ya practicaban en los albores de la civilización moderna, generalmente relacionada con valores espirituales y religiosos. Ya en los grandes mitos cosmogónicos la mutilación aparece como un acto inherente de comunicación entre humanos y divinidades. Desde las mutilaciones propias del judeocristianismo (flagelaciones, torturas, estigmas) hasta los radicales ayunos de las sectas tibetanas, el cuerpo sufriente, se convertirá en salvoconducto hacia la gloria. Dioses, profetas, mártires, santos y pecadores, en su camino hacia la divinidad, la iluminación o la trascendencia sufrieron un sin nombre de mortificaciones, amputaciones, torturas, flagelaciones y sacrificios corporales (16). Porque el sacrificio corporal es tan importante para las religiones y su relación con sus seguidores? ¿A qué propósitos sirve? ¿Porqué no se percibe como tal, sino más bien como un sacrificio divino? ¿Porqué infligen dolor, o permiten que se lo inflijan otros? En el pasado, habitualmente el individuo que participaba en tales sacrificios se veía recompensado, bien con un saneamiento real (alguna cura para su salud) u otro beneficio simbólico o moral (la restitución de un pecado o una falta hacia su comunidad). Favazza, en su “Bodies under Siege”, amplía el tema sobre mutilación corporal, buscando una relación entre estas prácticas y los desordenes emocionales de la sociedad contemporánea. Realiza un análisis de la mutilación corporal desde que éstas eran practicadas por las diversas sociedades tradicionales que las practicaban, y aún las llevan a cabo, determinando en gran parte que los significados, para muchas personas, aún se relacionan con propósitos de reinstauración del cosmos o el propio mundo interior. Los actos de automutilación ,sobre todo los relacionados con los NSSI (Non Suicidal Sefl-Injury), en personas mentalmente desequilibradas, pueden ser argumentadas por ellas mismas como un proceso de misticismo. Entienden sus cuerpos como un microcosmos que forma parte de una entidad más vasta y poderosa (que es la que les provoca esa desazón que les lleva a autolesionarse) y la automutilación se convierte en un acto consciente para reinstaurar ese orden cósmico interior (17). La identificación con un héroe o un mártir por parte de una persona con psicosis (Favazza, 2011), por ejemplo, puede hacerle sentir que se tiene el control, y que ese mundo que percibe hostil, puede ser controlado mediante la mutilación corporal. La automutilación, para este tipo de personas inestables, puede entenderse como una reminiscencia del sacrificio ritual. El sacrificio es asimilado como un acto religioso o espiritual llevado a cabo para protegerse uno de la violencia, o de defender al grupo de pertenencia de ésta, restaurar un equilibrio o recobrar la armonía perdidas (Girard, 1977). El acto se sublima cuando se acaba el proceso, la experiencia “recoloca” al individuo en su emplazamiento vital y social. Sin embargo, en la mayoría de casos, estos actos no tienen ninguna transcendencia. Su significación se reduce al micro nivel, a lo más personal e íntimo, y para nada afecta al orden cosmogónico o planetario real, y las experiencias sólo son compartidas y vividas por los escasos miembros de estas comunidades. El derramamiento de sangre, en la sociedad contemporánea, ya no abra canales entre el hombre y sus dioses. A lo largo de la investigación se ha ido constatando que referencias folklóricas, religiosas y mitológicas que se tiene acerca del cuerpo son habituales en el imaginario de la automutilación. Las extremidades son la parte del cuerpo que con más tendencia sufren las automutilaciones, como por ejemplo las de falanges, practicadas por antiguas tribus cuando las mujeres enviudaban, un jefe importante fallecía o se cometía un delito). La automutilación parece restituir una falta mediante la falta de un miembro, una determinada parte del cuerpo o una modificación corporal concreta. Incluso, esta falta puede acabar “completando” un cuerpo con una psique inestable. Aquí entraría en juego una de las modificaciones corporales más extremas practicadas, como es la amputación total de un miembro sano. Castraciones, nulificaciones, emasculaciones y amputaciones de miembros sanos son llevadas a cabo por individuos pertenecientes a los grupúsculos más radicales de las subculturas gay y sadomasoquista (Larratt, 2012). Entendida como una desviación (Matza, 1981) este tipo de automutilaciones extremas se corresponden con el desorden del síndrome dismórfico corporal (Bayne, 2005) o Body Integrity Identity Disorder (19). Se define como una rara pero imperativa condición emocional con la cual la persona desea amputarse algún miembro para poderse sentir completo. El que le “sobra” le hace infeliz y le causa un grave perjuicio a nivel personal, llegando a imaginar e idear maneras de hacerlo desaparecer. En el caso que nos ocupa, puede subyacer esa voluntad de hacer desaparecer un miembro sano, con la intención de sentirse completo, pero las motivaciones que hay detrás de estas prácticas tan radicales y reversibles para los colectivos que se estudian subyacen en la sexualidad extrema y en la experimentación corporal sin límite. Y es por ello que este tipo de prácticas no pueden compararse con la automutilación deliberada vinculada a diversos transtornos de tipo psiquiátrico, si bien, por estar fuera de los convencionalismos (y por implicar actividades de carácter pseudoquirúrgico no practicados en centros normalizados para ello) liminan con conductas desviadas que esconden detrás voluntades de autosuperación, control del cuerpo y grandes dosis de narcisismo, y realizar cosas que los demás no pueden hacer. El faquirismo se incluiría dentro de esta última categoría, pues el fakir muestra sus habilidades para aguantar el dolor extremo de las mutilaciones y torturas autoinfligidas. El sentirse excepcional por ello, y exhibirlo, cosa que se viene haciendo desde las freak exhibitions victorianas (Tromp, 2008) , convierte en espectacular el acto de modificarse extremamente. Estas prácticas tan radicales, aún perduran en la sombra y la privacidad de las comunidades que las practican, si bien los medios de comunicación sociales, como Internet les ha proporcionado espacios gestionados (la membresía solo se acepta si se pertenece a la comunidad, no sólo simbólicamente, sino también corporalmente) donde afiliarse (Matza,1981), apoyarse, darse ánimos y consejo, compartir prácticas y sentirse menos estigmatizados (Goffman, 2001). Las modificaciones corporales extremas, tales como brandings, escarificaciones, dilataciones y profusión de tatuajes, se han convertido en un fenómeno muy popular, y se están dejando de percibir como actos desviados y más que como mutilaciones, se ven como una moda más de ornamentación personal. El individuo es un ser social, y el individuo modificado también lo es, y ya como tal debe exponerse a la normalidad, a la sociedad, al biopoder (19) y es aquí cuando se produce la tan controvertida disrupción. La mayoría de la literatura estudiada comparte este punto, pues dentro del colectivo el individuo marcado se percibe a sí mismo como creativo, original, individualista y atractivo en relación a los individuos no marcados. Pero es en la exhibición de dichas marcas, fuera del ámbito del colectivo, cuando la identidad del modificado irrumpe en el cuerpo social y puede ser cuestionado o que sea visto como una persona con una conducta desviada. Las mismas marcas que sirven al individuo expresarse e identificarse como desea en el ámbito íntimo, son las que luego le etiquetarán públicamente. Evidentemente, el proceso de modificación corporal es un acto voluntario (podemos ver que por motivaciones de pertenencia a una pandilla, un colectivo o una “tribu urbana” este acto puede estar condicionado, el individuo puede sentirse presionado en cierta manera), pero está sujeto a un proceso, por así decirlo, de carácter envolvente. Haciendo referencia a Matza, la ”afinidad” es vital para que el individuo tome contacto con la modificación: Las personas, ora individualmente, ora en agregados, adquieren predisposiciones hacia ciertos fenómenos (20). El individuo, observa la modificación en otros individuos que ya la han practicado, y su predisposición causa cierta simpatía en éste, que hace que la acepte y le atraiga el hecho de ser modificado. Es en este momento cuando el individuo comienza a replantear su cuerpo como un espacio, en el que llevando a cabo una serie de modificaciones, va a conseguir tener otro cuerpo y otra identidad. Esta predisposición a la modificación, por ejemplo, es clave en el proceso del coleccionismo de tatuajes. El coleccionista diseña, imagina como va a ser cada tatuaje que se va a hacer, elige al artista tatuador, y concibe su cuerpo como un lienzo en el que ilustrar sus vivencias, experiencias, emociones, etc. Lo que para el individuo que lleva a cabo esta práctica es una liberación, un reencuentro con su cuerpo, una definición sexual, una protesta cultural o el seguimiento de una moda, puede ser un verdadero shock para el resto de la sociedad. La modificación corporal extrema, llevada a cabo por numerosas personas en todo el mundo (muchas de ellas famosas en los medios de comunicación como la televisión o internet y son etiquetadas como “raros” o “fenómenos” – el fallecido hombre gato o Stalking Cat, Enigma, María Cristerna-) es percibida como una forma desviada de concebir el cuerpo, pues la exuberancia y la exageración es de tal magnitud que resulta desconcertante y hasta violenta a los ojos de las normas corporales establecidas. Históricamente la sociedad occidental ha arrastrado una relación de tormento y temor al cuerpo, alimentada por siglos de lucha estética entre el orden y el caos, la proporción y la exageración, lo clásico y lo barroco, lo bello y lo ominoso. El desarrollo del gusto estético ha estado al servicio de las políticas corporales de normalización y control, el gusto por la moda, como concepto nacido en el s. XVIII, contribuyó a estandarizar los cuerpos, presentarlos a la sociedad de manera que ocultaran todo aquello que podía poner en peligro la estabilidad (higiene, ropas especializadas, perfumes, ornamentos, atuendos que marcaban la clase social, etc) tan duramente conseguida por occidente tras siglos de luchas de clases. Este control sobre el cuerpo se radicaliza en el s. XX tras dictaduras y revoluciones culturales donde toda “ornamentación social” ha de ser regulada, las ciudades y las viviendas se crean con patrones similares, se organiza la actividad cotidiana en rígidos horarios laborales, la vida se regula en células familiares férreamente vigiladas por religiones monoteístas modernizadas, sistemas educativos, programación del ocio, exhaustivos controles médicos y una progresiva occidentalización del cuerpo y de su exposición y exhibición en sociedad. El cuerpo se convierte en carta de presentación, en una imagen fugaz que debe dar la máxima información posible en sólo un vistazo, y que para que sea aceptada debe estar estandarizada y controlada (o será considerada diferente y amenazante) como si de un documento corpóreo de identidad se tratara. Y éste es el ámbito donde la revolución de la modificación corporal tiene lugar, una sociedad occidental que ha regulado al máximo sus cuerpos, pero que presenta fisuras que dan lugar a diversas manifestaciones corporales cuyo principal objetivo es reclamar una vuelta a la naturalidad, a la exhibición, al exceso, a la expresión artística, a la individualidad, a lo colectivo, a lo original, a lo extremo. (1) http://www.rae.es/drae/srv/search?id=lgIdjcyW2DXX2HtLVTkX (2) Los llamaremos “modificados” a lo largo del estudio. En la bibliografía anglosajona estudiada aparecen citados como “modified”. (3) DeMello lo expone con frecuencia en su obra “Bodies on Inscription” (4) S/M o BDSM, es la denominación usualmente empleada para designar una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidad extrema no-convencional. (5) Coleccionista (collector) así denominan muchos de los textos a las personas que se tatúan profusamente, y consideran su pasión por el tatuaje o las modificaciones equiparable a la de un coleccionista de obras de arte. (6) New Age y movimientos pseudoespirituales surgidos en la década de los sesenta en los Estados Unidos. (7) Los modificadores, tatuadores, anilladores y aplicadores, serán los profesionales o las personas que realizan la modificación, de manera profesional, amateur o clandestina. (8) La gran mayoría de los autores, de origen norteamericano, hablan de “tattoo renaissance”, un renacimiento del tatuaje, acontecido en los años 70 del siglo XX, que provocó que la disciplina saliera de los ámbitos marginales y se instalara cómodamente en las clases medias. (9) La contemporaneidad ha desprovisto al ser humano del apoyo espiritual, y según muchos autores esta falta de sentimiento espiritual empuja a muchas personas a encontrar sucedáneos que sacralicen su contexto, como puede ser el propio cuerpo. Los usuarios creen reforzarse espiritualmente luciendo diseños ligados a esta sensibilidad, o creen conectar con su espíritu a través de la modificación corporal (DeMello). (10) Sabrina Cipolleta es una de las autoras del texto de referencia “Body Piercing: Does it Modify SelfConstruction? A research with repertory grids. An Internet Journal devoted to the Psychology of Personal Constructs. Vol 7, 2010 (11) Promoción del maquillaje Dermablend, http://www.gobeyondthecover.com/ (12) http://www.bodyplay.com/bodyplay/. Shannon Larrat muestra y explica en su The ModCon Book la práctica de la nulificación, la peneatotomía y la castración en una sociedad obsesionada por la juventud, la delgadez y la perfección de tipo clásico (armonía, equilibrio de las formas, proporción y simetría). (13) El concepto de canibalización y apropiación cultural ha sido ampliamente tratado por Deborah Root en su libro Cannibal Culture: Art, Appropiation and the Commodification of Difference. Ed. Icon (14) La subcultura y la estética ciberpunk queda inaugurada a principios de los años 80 con la edición de las novela “Neuromante” de William Gibbson, “Mirrorshades” de Bruce Sterling, donde en un futuro cercano la distopía se alimenta de cuerpos humanos amplificados y mejorados mediante la inserción de mecanismos e implantes. (15) Artistas contemporáneos como Orlane, o Stelarc han teorizado y realizado sus intervenciones artísticas de acuerdo a pensar el cuerpo como un espacio a potenciar, amplificando sus habilidades a través de la tecnología y la ciencia. Ver http://v2.nl/events/amplified-body (16) Santiago de la Voragine, es su famosa “Leyenda Dorada” recoge un compendio de las mutilaciones y sacrificios sufridos por los mártires cristianos. (17) NSSI, Non Suicidal Self Injury, refiere a las diversas patologías de autolesión que, sin voluntad de suicidio, llevan a cabo miles de personas, con patologías como la ansiedad, la depresión, esquizofrenias, desórdenes de identidad, etc. (18) http://www.philosophy.ox.ac.uk/__data/assets/pdf_file/0016/1087/amputees.pdf (19) Según Foucault la aplicación e impacto del poder político en todos los aspectos de la vida afecta a las personas en todos los ámbitos de su vida, y al cuerpo sobre todo. (20) Conceptos como etiquetado y estigmatización, citando a Davis Matza y su Proceso de desviación, nos servirán para exponer la problemática de estos colectivos al presentar su nueva identidad, tras asumir una modificación corporal extrema. Bibliografia De la Voragine, S. LA LEYENDA DORADA, Madrid, Alianza Editorial, 2008 Erner, G., Sociología de las tendencias. Barcelona. Gustavo Gili. 2010 Girard, R. La violence et le sacre, Documental.1972 Goffman, E. Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires. Amorrortu. 2001 Jeffreys, S.“‘Body Art’ and Social Status: Cutting, Tattoing and Piercing from a Feminist Perspective”. Feminism & Psychology.,10, 2000, pp.400-429. Larratt, S. Meet Tommy. An Exploration of Private Body Modification and Play. 2012 Le Breton, D.: La Sociología del Cuerpo. Buenos Aires, Nueva Visión, 2002. Mascia-Lees, F.E. y Sharpe, P. Tattoo, Torture, Mutilation and Adornment. The denaturalization of the body in culture and text. Nueva York. State University on New York Press. 1992. Matza, D. El proceso de desviación. Madrid. Taurus. 1981 Moscoso, J. Historia cultural de dolor. Madrid. Taurus. 2011 Tromp, V. Victorian freaks: the social context of freakery in Britain. The Ohio State University. 2008