XI CONGRESO NACIONAL DE SOCIOLOGÍA. FES

Anuncio
XI CONGRESO NACIONAL DE SOCIOLOGÍA. FES
GT. 18. SOCIOLOGÍA DE LA CULTURA Y DE LAS ARTES
SESIÓN 4. SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA
EN EL CENTENARIO DE ALBERT CAMUS. DEL “CANON RETROSPECTIVO” DE POSGUERRA
A LA FORMULACIÓN DEL NUEVO CANON LITERARIO EUROPEO TRAS LA CAÍDA DEL MURO
DE BERLÍN1
Marta Latorre Catalán, Universidad de Murcia
Héctor Romero Ramos, Universidad de Murcia
RESUMEN
Con motivo del centenario del nacimiento de Albert Camus (Dreán, 7 de noviembre de
1913), en esta ponencia reflexionamos sobre la función de Camus (junto a Sartre) como
creador del “canon retrospectivo” existencialista de la Europa de posguerra (analizado
por Randall Collins en su Sociología de las filosofías, 1998) y sobre el lugar posterior que
habría de ocupar Camus (frente a Sartre) en la redefinición del canon literario europeo
tras la caída del muro de Berlín. Pensaremos, en fin, sobre dos momentos específicos de
conflicto y reconstrucción del campo literario en Europa a partir, de un lado, del
análisis de los diferentes estados del campo y, de otro, de sus respectivas
formulaciones intelectuales e ideológicas sobre la relación entre literatura, política y
ética.
Palabras clave: sociología de la literatura, Albert Camus, campo literario, literatura y
política.
NOTA DE LOS AUTORES: Esta ponencia recoge tan solo algunas notas de trabajo de una
investigación en curso, aún en su fase más temprana. Por ello pedimos por favor NO CITAR.
1
1
“Una de las razones que en nuestros días pueden desdibujar la formidable importancia
del autor de La peste es que una buena parte de las causas por las que combatió en su
momento con graves dificultades, y que son testimonio de su extraordinaria lucidez, se
han vuelto hoy ortodoxas y hasta triviales por su universal aceptación: así ha sucedido
con su oposición al totalitarismo soviético, que en su día despertó las polémicas más
exasperadas, o con sus reservas al nacionalismo argelino del FLN, que le valieron a
menudo la etiqueta de cómplice objetivo del colonialismo, pero que la historia
posterior permitió justificar con creces cuando el FLN se convirtió en el partido único
de una Argelia “liberada””. Está reflexión de José Luis Pardo2, en línea con lo apuntado
por Robert Zaretsky en su Albert Camus, Elementos de una vida (2010), se encuentra en el
artículo recogido dentro del cartapacio que la revista cultural Turia dedica al autor de
El extranjero con motivo del centenario de su nacimiento (Dreán, 1913). En ese mismo
cartapacio se incluye un texto de José María Ridao donde, también al hilo de un trabajo
previo, en esta ocasión una ponencia sobre El extranjero presentada por el psicoanalista
Alain Costes en unas jornadas sobre Camus celebradas en 19823, reflexiona sobre las
lecturas en clave autobiográfica de su obra, concluyendo que El primer hombre es la
respuesta de Camus a la dura crítica promovida por Sartre a principios de la década de
los cincuenta, tras la publicación de El hombre rebelde, que acabaría con la ruptura entre
ambos (“Nuestra amistad no era cosa fácil, pero he de lamentarla”, escribió entonces
Sartre). En aquella polémica Sartre calificaba a Camus como escritor burgués que se
pretende “fiscal” de “la República de las Almas Nobles”, y le invitaba a escribir sobre
la pobreza “como cualquiera de nosotros, por su cuenta y riesgo, y aceptando de
antemano la posibilidad de que lo desautoricen” (Ridao, 2013: 204). “La publicación
póstuma de Le Premier Homme más de cuatro décadas después de que Sartre hubiera
redactado estas palabras pareció zanjar a favor de Camus el pleito que había quedado
inconcluso con el cruce de artículo en Les Temps Modernes, y quizá por ello se convirtió
Pardo, 2013: 208-209.
Costes, A. (1985): “Le doublé meurtre de Meursault”, en Albert Camus: oeuvre fermée, oeuvre
ouverte?, París, Gallimard.
2
3
en el “fenómeno editorial, casi sociológico” al que se refiere Bernard Fauconnier. Según
le había reclamado Sartre, Camus había hablado de la pobreza por su cuenta y riesgo,
había aceptado de antemano la posibilidad de que lo desautorizasen, y el resultado fue
prodigioso desde el punto de vista literario y concluyente desde el ideológico: Le
Premier Homme marcó la definitiva consagración de Albert Camus como uno de los
grandes espíritus independientes del siglo XX y, simultáneamente, la condena, también
definitiva, de Jean-Paul Sartre como uno de los mayores valedores de la tiranía. Quizá
el transcurso del tiempo contribuya a separar la cara de la cruz en la que se
convirtieron uno respecto del otro, permitiendo valorar las respectivas aportaciones en
más justa medida y no, como sucede desde la publicación póstuma de Le Premier
Homme, restando del prestigio de Sartre cualquier reconocimiento que se haga de
Camus, y al contrario”4. Cuarenta años después de las palabras de Sartre en Les Temps
Modernes, hablar de “escritor burgués” no significa nada.
La polémica literaria, más aún cuando su catalizador es el desencuentro o la
ruptura personal entre dos escritores, es el territorio mejor abonado posible para el
cultivo de la sociología de la literatura, al menos desde el predomino de la perspectiva
analítica bourdiana: el estudio del campo literario. En la polémica literaria entran en
juego, además de los autores querellantes, todos o casi todos los elementos
constitutivos del campo: los editores, los suplementos y revistas literarias, los premios,
los críticos. Después, también, los historiadores.
El primer hombre se publicó en 1994. Camus murió en un accidente de tráfico el 4
de enero de 1960 en Villeblevin, Francia. En el maletero del vehículo, un Facel Vega
que conducía el editor Michel Gallimard, se hallaba el manuscrito de la novela.
Cuando por fin ve la luz han pasado apenas cinco años de la caída del muro de Berlín y
aún humea la implosión del imperio ruso, que certifica la defunción de la vieja utopía
socialista
soviética.
Socialismo
y
nacionalismo,
los
dos
ismos
definitorios,
determinantes del discurrir social y político del siglo XX, ambos sometidos al
Ridao, 2013: 205-206. La referencia a Bernard Fauconnier es de “Le roman inachevé”,
publicado en 1994 con motivo de la edición póstuma de El primer hombre y recogido ahora en
Albert Camus, Le Magazine Littéraire, París, 2013.
4
implacable escrutinio de Camus: “Amo demasiado a mi país como para ser
nacionalista” (Cartas a un amigo alemán, 1948).
Un año después de la publicación de El primer hombre, Fernando Savater publica
su Diccionario filosófico y dedica a Albert Camus la primera voz para la letra C. Así
comienza la entrada: “Volvemos a leerle con recelo, casi con miedo: ¡se le ha amado
tanto! Tiembla uno de encontrarle ahora atrasado, o blando, o mezquino, o pomposo, o
sacristanesco. Con cierta garantía, al menos: le recordamos lo suficientemente bien
como para saber que no defendió crímenes, ni justificó masacres, ni se regodeó en el
elogio político o estético (¡Sade!) de ninguna forma de crueldad. No padeció la
cobardía física que suele empujar a los intelectuales al elogio de la violencia e incluso a
lo que Chesterton justamente llamó “el menos viril de los vicios”: la fascinación por la
brutalidad. Regresamos a sus páginas y se disipan los temores. Algunas discrepancias,
ciertos fetichismos lingüísticos ya obsoletos, pero por lo demás Camus no tiene ni una
arruga. Más nuestro que nunca: más ecuánime, más valiente, más tonificante y lúcido
que jamás. Casi profético, aunque él se hubiera reído de este calificativo degradado por
falsos augures. ¿A quién podemos acudir en este fin de siglo de hiperbólicas
convulsiones, con tanto pelmazo cantando el tango lacrimoso de la “crisis de los
valores” y los peligro del “nuevo orden mundial”, con todos los nacionalismo
funcionando a pleno pulmón y un splendor veritatis sospechosamente parecido al
alumbrar de las hogueras inquisitoriales, rodeados por la masificación creciente de la
miseria, del hambre y de la inmolación despiadada de los niños? ¿Y si volviéramos a
leer a Albert Camus? (…) Ahora nos resulta más profético y en el buen sentido del
término, no como Sartre, cuyas argumentaciones políticas hasta cuando más razón
tenía preludiaban también sinrazones venideras.” (Savater, 1995: 51).
En este trabajo trataremos de reunir notas para estudiar la figura literaria de
Albert Camus y el lugar de su obra en la historia literaria a la luz de la sociología de la
literatura. Agrupamos y estructuramos esas notas y materiales en torno a tres
momentos: primero, partiendo del análisis que hace Randall Collins en su Sociología de
las filosofías del papel de Camus, con Sartre, en la elaboración del canon
(“retrospectivo”) filosófico-literario del existencialismo tras la segunda guerra mundial;
en segundo lugar, revisando la ruptura de Sartre con Camus tras la crítica que el
primero promovió, tras la publicación de El hombre rebelde (1951) desde la revista Les
Temps Modernes de la obra literaria del segundo en 1952, y cómo se posiciona y define
el campo literario europeo de las décadas de los cincuenta y sesenta en torno a esa
ruptura; por último, atendemos al papel que cumple la relectura de Camus, contra
Sartre, en la nueva configuración del campo literario europeo y la elaboración de un
nuevo canon (que glorifica a Camus frente a Sartre) tras la caída del muro de Berlín, la
disolución de la Unión Soviética y el progresivo descrédito ideológico del comunismo.
Lo haremos valiéndonos de la lectura que de la obra de Albert Camus hizo el
historiador Tony Judt, y nos detendremos, de un lado, a analizar la importancia que en
los procesos de cambio literario tienen las formulaciones intelectuales a propósito de la
relación entre literatura, política y ética; y, de otro lado –aunque brevemente, y
considerando que la cuestión de los géneros es decisiva para la sociología de la
literatura- a pensar sobre la consolidación crítica del periodismo como género literario
protagonista del pasado siglo XX.5 Esta ponencia recoge, además de la propuesta de
investigación, tan solo algunas notas de trabajo en relación con el análisis de Collins y
la lectura de Camus que encontramos en los libros de Judt. El estudio de la polémica
con Sartre habrá de esperar a una fase más avanzada de la investigación.
2
“Los existencialistas hicieron suyas las novelas de las dos generaciones precedentes
que mejor encajaban en el híbrido filosófico-literario. La fama de Dostoievski fuera de
Rusia empezó a aumentar al mismo tiempo y en el mismo lugar en que aumentaron las
reputaciones de Kierkegaard y Nietzsche. El momento del despegue de todos estos
escritos fue la Alemania justamente anterior a la Primera Guerra Mundial, lo que
demuestra que la moda literaria no la causó la desilusión de la posguerra. Las historias
de Kafka también fueron escritas antes de la guerra (publicadas en 1913-1916) y se
5
Volvemos a la entrada del Diccionario de Savater: “Los rigoristas de la nota a pie de página y
los abades de la jerga académica descartan a Camus del reino severo de la filosofía por no ser
más que un “periodista”. No sé si el espíritu filosófico estará reñido con la condición
periodística, pero seguro que tampoco es atributo frecuente de los catedráticos…” (Savater,
1995: 53).
pudieron de moda justo al mismo tiempo que sus escritos póstumos, publicados en
1926-27. La interpretación filosófica de su obra literaria fue obra del círculo de Sartre y,
en esa forma, llegó a su cumbre como fenómeno literario en el mundo anglófono en las
décadas de 1940 y 1950.” (Collins, 2005: 777). Para Randall Collins, tal y como lo
expone en el capítulo 14 del apabullante ejercicio de historia comparada de las
comunidades intelectuales recogido en su Sociología de las filosofías, el existencialismo es
un híbrido académico-literario que, tras la segunda guerra mundial, logra definir un
canon retrospectivo de la literatura europea desde finales del siglo XIX (o aún antes:
según Collins desde 1840) hasta la Gran Guerra en base a interpretaciones filosóficas de
los escritos de Kafka o Dostoievski, hermanados con Heidegger, Kierkegaard y
Nietzsche y “disidentes que entroncaban con los flexos de la red de los idealistas
alemanes” (Collins, 2005: 771) . La figura central sobre la que gira el círculo concéntrico
parisino del existencialismo es Jean-Paul Sartre, quien desde 1945 es señalado y
ampliamente reconocido “como filósofo, literato de éxito y activista político
simultáneamente” (Collins, Ibíd. -el subrayado es nuestro). Sartre inventa, encarna e
impone, tal y como lo define Pierre Bourdieu, el intelectual total, “solicitado por una
enseñanza que ofrecía un amplio abanico de disciplinas (filosofía, literatura, historia,
lenguas clásicas y modernas) y que estimulaba, a través del aprendizaje de la
“disertación de omni re scibili” (según la expresión de Durkheim), piedra angular de
todo el dispositivo, una seguridad en uno mismo rayana a menudo en la inconsciencia
de la ignorancia triunfante.” (Bourdieu, 2006: 19).
“Sartre y Camus fueron los formuladores cruciales del canon, y ellos mismos
fueron arquetipos del solapamiento de las redes académicas con el mercado de los
escritores. El fenómeno del existencialismo durante los años 1940 y 1950 fue una capa
más de tal superposición. Sartre fue el primer filósofo de la historia que recibió una
amplia atención publicitaria por parte de los medios de comunicación [pone como
ejemplo Collins el que Sartre fuera portada de la revista Time en 1946]. Y el
existencialismo supuso un nuevo tipo de movimiento de la industria editorial justo en
el momento en que aparecían las nuevas editoriales de bolsillo. Su canon retrospectivo
fue objeto de todo un alud de antologías y reimpresiones que dieron fama a muchas
figuras como, por ejemplo, los teólogos neoconservadores que antes sólo conocían los
especialistas” (Ibíd., 771). La emergencia del intelectual total implicaba la movilización
total de todos los elementos que entran en juego en el campo literario: los medios de
comunicación, la academia, las editoriales y sus apartados de innovación
mercadotécnica y, por supuesto, la crítica: reimpresiones y antologías, estas últimas
instrumento capital para la configuración y fijación crítico-académica de las literatura
nacionales, “criba, principio de continuidad (Guillén, 2005: 41).
3
Uno de los mayores esfuerzos por fijar la posición de Camus en el nuevo canon
literario europeo tras la caída del muro, el fin del comunismo soviético y de su
expansión por la Europa del Este, lo encontramos en la obra del historiador Tony Judt.
Precisamente, los dos ejes sobre los que gira el trabajo de Judt son, de un lado, la
revisión de la historia intelectual de la Francia de posguerra, singularmente de las
distintas polémicas intelectuales en relación con el comunismo (en distintas ocasiones
expresó su enorme deuda con el trabajo de François Furet El pasado de una ilusión:
ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX); y, de otro lado, la revisión de la historia de
la Europa de posguerra desde la integración en la historia global del continente de la
historia particular de la Europa del Este durante los años de influencia y dominación
soviética. Estudio profundo de aquella historia, realizado en buena medida a partir de
su literatura y su historia intelectual (y, a este respecto, Judt ha ayudado a impulsar la
elaboración de un nuevo canon revitalizando el interés por traducir y estudiar, en
Europa y en Estados Unidos, obras y autores de la disidencia checa y polaca. Canon
que, por ejemplo, se manifiesta en España en el catálogo más reciente de la editorial El
Acantilado que ha traducido, entre otros, la autobiografía del poeta polaco de origen
judío Aleksander Wat, Mi siglo, “el primer libro que Tony leyó en checo de cabo a
rabo”6).
La revisión de la historia intelectual de la Francia de posguerra la inició con su
libro Marxism and the French Left: Studies on Labour and Politics in France, 1830-1982
Timothy Snider en el prólogo de su libro de conversaciones con Tony Judt, de publicación
póstuma, Pensar el siglo XX, Madrid, Taurus, 2012.
6
(1990) y, poco después (e inmediatamente acontecida la disolución de la URSS), Past
Imperfect: French Intellectuals, 1944-1956 (1992). Éste último comienza con una cita de
Camus: “Toda idea errónea termina en un derramamiento de sangre, aunque siempre
sea sangre ajena. Por eso, algunos de nuestros pensadores se sienten libres de decir
cualquier cosa”. Y con ese título engloba la segunda parte del libro, “La sangre de los
otros”, cuyo primer capítulo es “Juicios de escarmiento: Terror político en el espejo de
la Europa del Este, 1947-1953”. En un apartado final de lecturas recomendadas y para
profundizar más en la discusión Camus-Sartre, Judt remite al lector al libro de Eric
Werner De la Violence au totalitarisme: Essai sur la pensé de Camus et Sartre (1972), “con
una marcada preferencia por la persona y las opiniones del primero” (Judt, 2007: 364).
Escapa por el momento a las posibilidades de estas notas un recorrido cuidadoso de la
presencia y lectura de Camus que Judt ofrece en Pasado Imperfecto. Después volvió
sobre él en estudios específicos recogidos en The Burden of Responsability: Blum, Camus,
Aron, and the French Twentieth Century (1998) y Reappraisals: Reflections on the Forgotten
Twentieth Century (2008).
Pero nos interesa ahora detenernos en las apariciones de Camus dentro de la
visión global de la historia de Europa desde 1945 que ofrece en su libro más celebrado,
finalista del Premio Pulitzer en el 2006, Posguerra (2005). Allí, de entre las 15 páginas en
Camus es citado en el libro, la primera mención es con motivo del su postura respecto
de los juicios y sentencias de muerte de la posguerra: “Los airados juicios de eminentes
intelectuales como Robert Brasillach en París, en enero de 1945, provocaron protestas
por parte de genuinos militantes de la resistencia como Albert Camus, que opinaba que
era injusto e imprudente condenar y ejecutar a las personas por sus opiniones, por
repugnantes que estas fueran.” (Judt, 2005: 89). La siguiente ocasión en que aparece el
autor de El mito de Sísifo en esta historia es para trazar un perfil general de la
generación de intelectuales que emerge en Europa tras la segunda guerra mundial,
“escritores, artistas, periodistas y activistas políticos que eran demasiado jóvenes para
haber conocido la guerra de 1914-1918, pero que estaban impacientes por recuperar los
años perdidos por culpa de su sucesora”, y cuya “educación política se había
desarrollado en la era de los frentes populares y los movimientos antifascistas”.
Destaca Judt que, al final de la segunda guerra mundial, Sartre sólo tenía 40 años, 37
Simone de Beauvoir y “Albert Camus, el más influyente de todos, apenas 32. De la
generación anterior, sólo François Mauriac (nacido en 1885) podía comparársele en
influencia, precisamente por no haber quedado manchado por un pasado vichista.”
(Judt, 2005: 299. El subrayado es nuestro). La siguiente mención, pocas páginas
después, también viene a destacar la influencia de Camus a mediados de los años 1940:
etiquetado “muy a su pesar” como existencialista, y “por entonces íntimo amigo de
Sartre y De Beauvoir” era, insiste, “desde su columna editorial del periódico Combat, el
escritor más influyente de la Francia de la posguerra.” (Ibíd., 315-316).
La narración de su compromiso, primero, y progresivo distanciamiento y final
ruptura moral y política con el comunismo, ocupa el pasaje en que es más
profusamente nombrado. Judt recuerda la corta pertenencia de Camus al Partido
Comunista de Argelia y su defensa de la coalición de fuerzas de izquierda (comunistas,
socialistas y “toda clase de reformistas radicales”) durante la inmediata posguerra
mundial: “El anticomunismo –escribió en Argel en marzo de 1944-es el principio de la
dictadura”. (Ibíd. 327). A partir de ahí, el desencanto y el desencuentro; primero, las
dudas motivadas por la posición de los comunistas “exigiendo la exclusión, el
encarcelamiento y la pena de muerte para miles de colaboradores reales o
imaginarios”. Dudas “que al principio reprimió por la costumbre y en pro de la
unidad”. Después, en 1947, el abandono de la dirección de Combat; la publicación de La
peste; y, por último, “el juicio de Rousset y los de la Europa del Este acabaron con las
pocas ilusiones que aún le quedaban. En sus cuadernos privados, confesaba: “Una de
las cosas que lamento es haber concedido demasiada objetividad. A veces, la
objetividad es conformismo. Hoy en día las cosas están claras y debemos decir que algo
es concentrationnaire si de verdad lo es, aunque se trate del socialismo. En cierto
sentido, no volveré a ser correcto.” (Ibíd., 328).
4
Dos anotaciones de última hora.
Leemos en el suplemento literario del diario El País una entrevista con
Fernando Aramburu, autor de uno de los libros más hermosos y lúcidos sobre el
terrorismo de ETA, Los peces de la amargura, y que acaba de publicar una novela, La gran
Marivián, última entrega de una trilogía situada en Antíbula, ficticio Estado policial
inspirado en las dictaduras comunistas de la Europa del Este. En la entrevista dice:
“Camus fue para mí la vacuna que me salvó de la propensión al extremismo. Con él
aprendí a juzgar las ideas por sus repercusiones. Me enseñó a darle una orientación
constructiva a la rebeldía y a no perder nunca de vista, en cada acción, en cada
pensamiento que uno lanza al mundo, al ser humano particular. Como consecuencia
de ello, perdí todo interés, no digamos aprecio, por las razones cuyo cumplimiento
causa víctimas. Siento un recelo instintivo por la gente que pretende arreglar el mundo
a tiros y esto se lo debo en buena parte a Camus, que me abrió los ojos a la vulnerable
edad de 18 o 19 años”7.
Leemos el ensayo de Antonio Muñoz Molina sobre la crisis o sobre lo que sea
que nos está pasando en España, Todo lo que era sólido. Se deriva de sus páginas que la
crisis económica e institucional está permeada por una devaluación moral, la
responsabilidad cívica abandonada a la molicie. En sus últimas páginas, dos o tres
referencias a Camus (“¿Y si volviésemos a leer a Camus?”): “Que cada uno haga su
trabajo, decía Camus, que tuvo siempre tan poca paciencia para las abstracciones, al
contrario que casi todos sus colegas de la intelectualidad francesa. Que cada uno elija
ser un ciudadano adulto en vez de un hooligan o un siervo del líder o un niño grande y
caprichoso, o un adolescente enclaustrado en su narcisismo (Muñoz Molina, 2013:249250). Pocas páginas antes: “Dice Camus que la tranquilidad de saber que las tardes
perfectas de septiembre seguirán sucediendo cuando nosotros no estemos lo reconcilia
a uno con la muerte. Yo querría que mis hijos y las personas que ellos amen no vivan
peor de lo que he vivido yo (…). Me gustaría que pudieran seguir moviéndose por
Europa sin ser detenidos en las fronteras ni que sufrir la angustia de los pasaportes y
los visados; que no tengan que jurar lealtad a ningún tirano ni que aclamar en medio
de la multitud a ningún demagogo, ni que esconder sus pensamientos, ni que decir lo
que no piensan” (Ibíd., 237).
Entrevista con Fernando Aramburu, por Francisco Javier Irazoki, El País, Babelia, 25 de mayo
de 2013.
7
En el centenario de Albert Camus, parece que la polémica persigue con
terquedad a su fantasma. El 24 de septiembre de 2012, el corresponsal en París del
diario El País titulaba a página completa “Guerra abierta en Francia por Camus”, y
destacaba: “Las luchas entre intelectuales, instituciones y partidos ponen en riesgo la
exposición por el centenario del nacimiento del autor de ‘El extranjero’”. “Tras ser
anulada y programada varias veces, la exposición no tiene comisario y el centenario
parece secuestrado por una turbamulta de egos, enemistades, nostalgias y politiqueo
provinciano. El primer comisario, Benjamin Stora, historiador de la Argelia colonial,
fue despedido hace unos meses. Su sustituto, el filósofo y viudo oficial, Michel Onfray,
ha dimitido ahora mandando una explosiva carta a Le Monde en la que afirma que el
centenario es “un burdel y un nido de locos”. Y a finales de 2009, cuando se perfilaban
las conmemoraciones por los 50 años de su muerte, de nuevo polémica por -decía
Manuel Rodríguez Rivero, también desde El País- “el intento de “reapropiación” de su
memoria por un Sarkozy hambriento de pedigrí intelectual”8. Y continuaba: “(Ahora)
Camus disfruta de un reconocimiento mucho más amplio del que gozó en el
displicente purgatorio en el que lo confinó la izquierda comunista en los sesenta y
setenta (…) El compromiso de Camus fue siempre con el hombre, no con su concepto:
por eso odiaba lo que representaba Netcháev, el fanático terrorista retratado por
Dostoievski en el Piotr Verhovenski de Demonios. Y, por eso, Camus resulta hoy más
vivo que Sartre”.
REFERENCIAS
ARENDT, H. (1999): Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Taurus (ed. original, 1951).
ARON, R. (1985): Memorias, Madrid, Alianza.
BOURDIEU, P. (1995): Las reglas del arte, Barcelona, Anagrama.
- (2006): Autoanálisis de un sociólogo, Barcelona, Anagrama.
CAMUS, A. (1996): Obras, Madrid, Alianza editorial, 5 vols., edición a cargo de José
María Guelbenzu.
COLLINS, R. (2005): Sociología de las filosofías, Barcelona, Hacer.
DANIEL, J. (2008): Camus, a contracorriente, Barcelona, Galaxia Gutenberg.
8
Manuel Rodríguez Rivero, “Un hombre del Sur”, El País, 30 de diciembre de 2009.
GUILLÉN, C. (1999): Múltiples moradas. Ensayo de literatura comparada, Barcelona,
Tusquets.
(2005): Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literatura comparada (Ayer y hoy),
Barcelona, Tusquets.
JUDT, T. (2006): Postguerra. Una historia de Europa desde 1945, Madrid, Taurus.
(2007): Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses, 1944-1956, Madrid, Taurus.
(2012): Pensar el siglo XX, Madrid, Taurus.
LOTTMAN, H. R. (1994): Albert Camus, Madrid, Taurus.
MORA, M. (2012): “Guerra abierta e Francia por Camus”, El País, 24 de septiembre de
2012.
MUÑOZ MOLINA, A. (2013): Todo lo que era sólido, Barcelona, Seix-Barral.
PARDO, J.L. (2013): “Camus entre nosotros”, en Turia, 107, pp. 207-212.
RIDAO, J.M. (2013): “Camus ante sí mismo”, en Turia, 107, pp. 199-206.
(2012): “Defensa del reportero no alineado”, El País, 16 de marzo de 2012.
(2010): “La verdad transparente de Camus”, El País, 2 de enero de 2010.
RODRÍGUEZ RIVERO, M. (2009): “Un hombre del sur”, El País, 30 de diciembre de
2009.
ROMERO, H. y SANTORO, P. (2007): “Dos caminos en la sociología de la literatura:
hacia una definición programática de la sociología de la literatura española”, RES, 8,
pp. 195-224.
SAVATER, F. (1995): Diccionario filosófico, Barcelona, Planeta.
TODD, O. (1997): Albert Camus, una vida, Barcelona, Tusquets.
VALLESPÍN, F. (2013): “La soledad del columnista (homenaje a Albert Camus)”, El
País, 28 de marzo de 2013.
Descargar