SOLIDARIDAD Y AMBIVALENCIA INTERGENERACIONAL DESDE UNA PERSPECTIVA COMPARADA. Resumen:

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SOLIDARIDAD Y AMBIVALENCIA INTERGENERACIONAL DESDE UNA
PERSPECTIVA COMPARADA.
Beatriz Jiménez Roger
Departamento de Sociología
Universidad de Granada
bjimenez@ugr.es
Resumen:
El envejecimiento de la población representa uno de los mayores cambios en el
siglo XXI. Las nuevas pautas sociales y demográficas están transformando las formas
familiares, las relaciones intergeneracionales y el significado de la vejez. A nivel
europeo, los datos nos confirman el importante peso de la población mayor, siendo más
llamativas las proyecciones de población a corto plazo en cuanto a este grupo de edad.
Ante dicha situación, se torna imprescindible el estudio de las implicaciones de
este fenómeno en las relaciones familiares y las transferencias intergeneracionales. Han
sido diversos los autores que se han ocupado del rol de la familia atendiendo a los
mecanismos que en ella operan. Son muchos los estudios que han resaltado el punto de
vista de la solidaridad intergeneracional, máxime en los países mediterráneos, donde se
generan altos niveles de solidaridad normativa y funcional. Sin embargo, más
recientemente, se ha venido defendiendo la ambivalencia, o la existencia de solidaridad
y conflicto en el proceso y la forma de entender las relaciones intergeneracionales.
Aunque se ha manifestado, desde diferentes perspectivas, el importante papel de
la familia en este contexto, tanto como elemento de solidaridad intergeneracional o de
ambivalencia, necesitamos prestar atención a una perspectiva comparada, entre
diferentes países y sus sistemas de bienestar, para conocer cómo dichos mecanismos
operan en diversos contextos. Así, tomando como predominante un punto de vista
teórico, la pregunta de investigación de este trabajo pone de manifiesto cómo, a la luz
de los cambios demográficos y en base a los diferentes sistemas de Estado de Bienestar,
actúa la ambivalencia y solidaridad intergeneracional en el caso de España y el Reino
Unido.
Palabras clave: envejecimiento, relaciones intergeneracionales, familia, Estado de
Bienestar.
1.- Relaciones intergeneracionales en España y Reino Unido.
Con este trabajo se propone poner de manifiesto cómo estamos asistiendo a un
cambio en los patrones de las relaciones intergeneracionales, haciendo especial mención
a las transferencias intergeneracionales para los casos de España y el Reino Unido, y las
implicaciones que este hecho conlleva para la sociedad, teniendo presente su
perspectiva de futuro. Actualmente nos encontramos ante un escenario de
envejecimiento de la población, compartido a nivel europeo. Esta situación está
caracterizada por el aumento de la longevidad, con personas mayores viviendo más y de
manera más saludable. Esto nos lleva a una transformación de las formas familiares, las
relaciones intergeneracionales y el significado de la vejez. A raíz de este cambio
demográfico, y basados en los diferentes modelos de Estado de Bienestar, estudiaremos
cómo funcionan las transferencias intergeneracionales en el caso de España y el Reino
Unido1.
Este, cada vez mayor, envejecimiento es una realidad que también está
conllevando grandes cambios sociales y asistenciales. Tal como señala el profesor Juan
Diez Nicolás, no es en sí mismo un hecho negativo pero “es nuevo y hay que partir de
planteamientos innovadores para estructurar socialmente las nuevas tendencias de la
población” (en Hernández Rodríguez, 2003: 135).
Existen diferentes definiciones de los roles en las relaciones de parentesco
contemporáneas, en este caso, y siguiendo a Harper (2004), identificamos tres
importantes modos de relación en el contexto de las sociedades envejecidas: familias
como mecanismo de apoyo intergeneracional, familias como mecanismo de
transferencias intergeneracionales, y familias como mecanismo de solidaridad
intergeneracional. En el caso que nos ocupa tendremos en cuenta el mecanismo de
transferencias intergeneracionales.
El estudio de este mecanismo se ha centrado en las transferencias económicas
(Hurd, 1987) y de valores. El incremento de la población anciana conlleva una
sobrecarga del sistema económico del Estado de Bienestar que debe hacer frente, cada
1
Para este cometido hay que advertir que se han asumido ciertos límites tales como la selección
de dichos países como casos de estudio, sin que ello impida una visión más global, y
especialmente europea, de este fenómeno.
vez más, al traspaso de renta cada vez mayor a la población no productiva. Tales hechos
adquieren especial interés, tanto desde el punto de vista empírico como teórico y
conceptual, en el estudio de las transferencias, familiares y públicas, puesto que están
condicionadas por la edad y se ven afectadas de manera especialmente notoria por los
cambios en la distribución por edades de la población, y en particular, por su
envejecimiento (Lee, 1995). Del mismo modo que se está atendiendo, desde diferentes
escenarios sociales, al sistema de pensiones, dedicando así la atención a las
transferencias intergeneracionales en un nivel macro, debemos acercarnos al nivel
messo para el estudio de esta dimensión en el nivel de la familia. Además, es necesaria
la consideración de las transferencias de cuidado y apoyo (Harper, 2004:29).
Partiendo de la idea de que el cuidado “es una construcción social y está
influenciado y conformado por valores sociales, así como respuestas de los individuos”
(Bazo, 2008: 78), nos hemos de plantear hasta qué punto el contexto sociopolítico y
cultural de una sociedad no conforma la propia idea de cuidado, las normas sociales en
relación a ello y los modelos relacionales a nivel intergeneracional.
Para
abordar
esta
perspectiva
teórica
en
torno
a
las
relaciones
intergeneracionales, los países objeto de estudio son España y Reino Unido, tal como se
ha señalado. La justificación de dicha selección se basa en la diferencia en los patrones
de las relaciones familiares existentes en cada uno de estos países, teniendo como base
el importante envejecimiento de su población. En el año 2012, un 17% de la población
española era mayor de 65 años y un 16,6%2 para el caso de Reino Unido (Eurostat,
2013). En este escenario, las tasas de dependencia de la tercera edad en el año 2012
suponían para el caso de España como del Reino Unido el 25,8%3 y 25,9%,
respectivamente (Eurostat, 2013); suponemos, de este modo, que el comportamiento de
las transferencias intergeneracionales tiene una muy similar base demográfica, esto es,
sabiendo que existe una persona mayor de 65 años por cada cuatro personas
económicamente activas en ambos países. Las proyecciones de población de Eurostat
nos alertan del aumento de dicho indicador, llegando a alcanzar, en España, un 28,94%
en 2020 y cerca de un 57% en 2050. Reino Unido mantiene la previsión cercana a la
española (29,63%) en 2020 aunque la tendencia será a un aumento de esta proporción
de forma menos marcada (con un 39,41% para el año 2050).
2
3
Dato provisional ofrecido por Eurostat.
Dato provisional ofrecido por Eurostat.
En este contexto, la pregunta de investigación planteada es: a la luz de los
cambios demográficos y en base a los diferentes sistemas de Estado de Bienestar, ¿cuál
sería el papel de la ambivalencia y solidaridad intergeneracional? y ¿cómo actuaría en el
caso de España y el Reino Unido? Situados en este escenario, este trabajo versará sobre
los cambios surgidos en los patrones de las transferencias intergeneracionales, llevando
a cabo un primer paso para la investigación comparada entre España y Reino Unido.
2.- Situación demográfica en España y el Reino Unido.
Al hablar del envejecimiento de la población, hacemos referencia a un fenómeno
extensible a la mayoría de los países europeos, por lo que dicho tema goza de un interés
especial a distintos niveles, tanto de análisis nacional como comparativo. En 2012, la
proporción de personas mayores de 65 años llega a alcanzar un 20% en algunos países
europeos (Eurostat, 2013), proporción que previsiblemente irá en aumento. Así, las
sociedades presentan un reto y una oportunidad sin precedentes para las generaciones
actuales y futuras en todo el mundo. El aumento de la esperanza de vida implica que los
miembros de la familia deban pasar más tiempo de vida en común, como compañeros,
como hermanos y hermanas, como padres con sus hijos, o como los abuelos con sus
nietos. La combinación de un ciclo de vida mayor y la existencia de un menor número
de miembros de la familia han dado lugar a un estrechamiento de las generaciones
nacidas en fechas más recientes y una “verticalización” de las estructuras familiares en
las que las personas pueden envejecer teniendo vínculos familiares más verticales que
horizontales (Bazo, 2008).
Son diversos los estudios (Beltrán Villalva, M., 2002; Cabré, Domingo y
Menacho, 2002; Bernardi, F. y Requena, M., 2004; Leeson, G.W., 2002; Pérez Díaz, J.,
2010) que han puesto de manifiesto el cambio demográfico producido en la actualidad.
Para entender dichos cambios, no podemos dejar de mencionar la Teoría de la
Transición Demográfica, que sitúa el estado demográfico de Europa dentro de una
misma lógica, derivándose de ello las situaciones de mortalidad, natalidad, fecundidad y
distribución por edades que ahora se señalan.
Como señala Leeson, G.W. (2002: 7), en los últimos años Europa ha
desarrollado movimientos y experiencias comunes. Aunque parece obvio que dichos
puntos en común, en relación con indicadores sociales y económicos, son intrínsecos de
la propia idea de la Unión Europea, cabe esperar que los indicadores demográficos a
nivel europeo también comiencen a converger. De modo general, la población europea
está creciendo lentamente. En 2010, las diferencias entre los nacimientos y las
defunciones de los residentes del país (saldo vegetativo) variaban del -4,8 por mil
habitantes de Letonia al 10,7 por mil de Turquía, candidata a la adhesión. Sin embargo,
si tenemos en cuenta aquellos países que han sido miembros de la Unión Europea más
de 17 años (esto es, adheridos con anterioridad a 1995), podemos encontrar unas pautas
de crecimiento más homogéneas, exceptuando el caso de Irlanda, con un alto saldo
vegetativo, influido por la también alta natalidad. Para nuestros casos de estudio,
encontramos un crecimiento algo mayor en relación a la media de la Europa de los 27.
España cuenta con un saldo vegetativo de 2,28 por mil habitantes, mientras que Reino
Unido casi alcanza el 4 por mil.
A pesar de dichas diferencias, en el ya entrado siglo XXI, estamos asistiendo a
una situación de los indicadores demográficos a nivel europeo con moderadas
diferencias entre sí. Así, aun existiendo diferencias culturales que marcan variaciones,
podemos observar cierta convergencia en cuanto a indicadores demográficos básicos.
Este es el caso de la tasa bruta de natalidad en 2010, donde, para la mayoría de los
países europeos, se sitúa en torno a los 10 nacimientos por cada 1000 habitantes. España
y Reino Unido, como se viene defendiendo, tienen unas tasas muy similares, sobre el 13
por mil. Destacan, para el caso de la natalidad a nivel europeo, la situación de Irlanda y
Turquía, cercanas a los 17 nacimientos por mil habitantes en el año 2010.
En referencia a la fecundidad, podemos advertir cómo el número medio de hijos
que se tendrían en los diferentes países en el año 2010 es relativamente bajo en términos
generales. Sin embargo, cabe destacar cómo los países que tradicionalmente han tenido
una alta fecundidad, como es el caso de los países mediterráneos (Italia, Grecia, España
y Portugal), son ahora los que representan las menores cifras de hijos por mujer (sin
llegar a superar 1,4 hijos, de media). Así lo pone de manifiesto Beltrán (2002: 86)
cuando señala que, ya en el año 2000, es llamativa la idea de que un país como España,
con un desarrollo más tardío respecto al contexto europeo, con un importante peso de la
Iglesia Católica y con una natalidad tradicionalmente alta, “se sitúe ahora en la cola de
la menor natalidad continental (y del mundo)”.
En cuanto a las tasas de mortalidad y la tasa específica de mortalidad infantil, se
producen unas pautas muy similares para todos los países de la Unión. Si bien el
número de defunciones se mantiene, para todos los países, alrededor de 10 por cada
1000 habitantes; las diferencias para la tasas de mortalidad infantil son más acusadas,
despuntando las cifras de Turquía (recordando que no forma parte de la Unión
Europea), Rumanía y Bulgaria, con más de 9 defunciones de menores de un año por
cada 1000 nacidos vivos. Recordamos que la adhesión de estos países a la Unión
Europea se ha producido recientemente, a partir de 2007, con lo que esta “ruptura” de la
defendida convergencia demográfica debe ser entendida bajo este hecho. Las tasas de
mortalidad del conjunto ilustran el hecho de que la población europea es vieja. Así lo
confirma la esperanza de vida al nacer, en torno a los 75 años para el caso de los
hombres y los 82 para las mujeres. Los países que no alcanzan estos valores, destacando
del conjunto, son Bulgaria, Letonia, Lituania, Hungría y Eslovaquia (países de reciente
incorporación a la Unión).
Las contribuciones que pueden significar las migraciones internacionales en este
escenario son, y serán, claves para el desarrollo de la población europea, por lo que no
debemos perder de vista su comportamiento.
Si nos centramos en los países que nos ocupan, tenemos en cuenta, en primer
lugar, que ambos casos de estudio representan alrededor de un 20% de población
respecto al total de la Europa de los 27. Además, tanto España como el Reino Unido,
como se ha dicho más arriba, se sitúan sobre los valores medios compartidos por los
países miembros de la Unión Europea, siguiendo la unión demográfica.
Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia.
En cuanto a la tasa bruta de mortalidad, podemos observar ciertas diferencias si
“enfocamos” hacia el caso de España y el Reino Unido. Así, y contemplando su
tendencia a lo largo del último cuarto del siglo XX y comienzos del siglo XXI,
señalamos las diferencias en el número de defunciones por cada mil habitantes en el año
1975, para ir, a lo largo de los siguientes años, confluyendo en torno a las 9 defunciones
por mil habitantes.
Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia.
Mucho más llamativo es el caso del indicador de fecundidad, que señala el número
medio de hijos que tendría una mujer en el país de referencia, a lo largo de su vida fértil,
si se mantuviese la misma intensidad fecunda por edad que la observada en un momento
anterior. Como se ha apuntado en un momento anterior, llama la atención, más que la
cierta estabilidad que se da en el Reino Unido, el caso de España, mucho más
cambiante. Si, en 1975, España contaba con casi 3 hijos, de media, por mujer, cifra muy
por encima de la del país anglosajón, diez años más tarde nos encontramos con una
situación muy diferente y cuya tendencia se mantiene a lo largo de los últimos años del
siglo XX. Dicha situación se refiere a la menor fecundidad de España en relación al
Reino Unido. Ya señalaba Beltrán (2002: 86) el característico fenómeno de España
donde, “concluida la transición demográfica hacía 1980, la tasa bruta de natalidad no se
estabiliza, sino que continúa su caída hasta 1999”. Añadimos a esta afirmación la
estabilización, con un leve aumento, de la fecundidad a partir del comienzo del siglo
XXI.
Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia.
La baja fecundidad, junto a la también baja mortalidad, nos lleva a una situación de
envejecimiento demográfico. Es éste el punto de partida de los fenómenos que en este
trabajo se desarrollan. Las consecuencias del envejecimiento de la población han sido
recogidas en multitud de trabajos. Algunas de esas consecuencias han puesto el acento
en las tasas de dependencia que soportan unos grupos de edad respecto a otros.
Así, en relación a las tasas de dependencia, podemos diferenciar entre la tasa de
dependencia de la población menor de 15 y la mayor de 65 años. Estos indicadores
poseen un claro significado económico, puesto que representan la relación entre la
población potencialmente inactiva y la potencialmente activa. Dadas las proyecciones
de población, estas tasas de dependencia nos situarán en un escenario en el que se deban
redefinir los comportamientos de los diferentes grupos de población.
Para el caso de la relación entre la población menor de 15 años y la población
potencialmente activa (de 16 a 64 años), observamos una importante diferencia entre
España y el Reino Unido hasta 1985, aproximadamente. Es hasta entonces cuando
España aun tiene unas altas tasas de natalidad que van disminuyendo, como se ha
señalado, hasta comienzos del siglo XXI. En 2010 hablamos de unas tasas de
dependencia de jóvenes, para ambos países, y en consonancia con la Europa de los 27,
muy similares, en torno a los 25 menores de 15 años por cada 100 habitantes
potencialmente activos.
Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia.
La tasa de dependencia de la población mayor de 64 años inquieta, al tener en
cuenta su tendencia en los últimos años y las proyecciones de población. Mientras que,
como se refleja en el gráfico, España se incorpora de forma más tardía a las sociedades
envejecidas, de las que Reino Unido ya formaba parte en 1975; observamos una
tendencia al alza de la tasa de dependecia de mayores. Reino Unido ya contaba, en el
último cuarto del siglo XX, con más de un 20% de población mayor de 64 años en
relación a su población activa. Este porcentaje, aunque tiende a aumentar hasta la
actualidad, lo hace de forma poco marcada. España ha vivido los cambios del
progresivo aumento de la población envejecida de una forma mucho más radical. A
partir de 1975, comienza el progresivo aumento de la tasa de dependecia de mayores,
siguiendo la pauta europea, crecimiento mucho más pausado a partir de principios del
siglo XXI. En el año 2010, como ya se señaló, la tasa de dependencia de la población
mayor de 64 años en España y el Reino Unido se sitúa en el 25%, algo inferior a la tasa
media de la Unión Europa.
Fuente: Eurostat e INE. Elaboración propia.
A partir de 2005, existe una semejanza casi total en cuanto a las tasas de
dependencia de mayores para nuestros dos países de estudio. La distribución de la
población por edades confirma esta situación. Así, en el año 2005 (según datos de
Eurostat y del Instituto Nacional de Estadística), los menores de 15 años suponían el
14,5 y 18% del total de la población para España y Reino Unido, respectivamente. Los
mayores de 65 años suponían un 16% para ambos casos.
Atendiendo a las proyecciones de población, la distribución por edades habrá de ser
tenida en cuenta en los próximos cincuenta años. Así, el porcentaje de población mayor
de 65 años aumentará, progresivamente, tanto para el conjunto de la Unión Europea
como para España y el Reino Unido. Cabe destacar, de nuevo, el significativo
crecimiento del porcentaje de población mayor para el caso de España que se prevé para
años futuros. Influye, en esta situación, la incorporación de la generación del baby boom
a la población mayor, en torno al año 2035.
Porcentaje de población mayor de 65 años
2015
2020
2025
2030
2035
2040
2045
2050
2055
2060
Unión
Europea
(27 países)
España
18,71
20,17
21,79
23,65
25,48
26,85
27,81
28,61
29,24
29,54
18,00
19,09
20,69
22,84
25,25
27,78
30,23
31,51
31,69
31,45
Reino
Unido
17,90
18,71
19,71
21,22
22,60
23,17
23,05
23,38
24,01
24,53
Fuente: Eurostat. Elaboración propia.
Es, por todo lo señalado, relevante tener en cuenta el envejecimiento de la
población, así como sus tendencias de futuro. En este contexto, como señala Pérez Díaz,
J. (2004), cuando debemos hablar de las consecuencias de esta situación demográfica.
Sobre esta situación se ha teorizado ampliamente, desde diversas disciplinas, en los
últimos años. Sin embargo, ya a principios del siglo XX, encontramos a demógrafos,
como H. Westergaard, que previeron estas realidades, señalando: “[…] ya no
volveremos a encontrar la distribución por edad de los días de antaño: la población
tendrá un aspecto muy distinto, con un gran número de ancianos y unos efectivos de
jóvenes relativamente reducidos […]” (en Pérez Díaz, J., 2005: 211).
El término de “envejecimiento de la población”, demográficamente hablando, ha
sido tratado por diversos autores. Sin embargo, existen aquellos que proponen términos
alternativos. Uno de estos casos es la propuesta de Julio Pérez Díaz (2003) del término
“madurez de masas”, poniendo el acento en la supervivencia generacional más que en la
estructura por edades.
3.- Solidaridad y ambivalencia intergeneracional. Una visión comparada.
Una vez situados en el contexto demográfico tanto de Europa como de España y
Reino Unido, de forma particular, nos planteamos cómo se plantean las transferencias
en la familia y, más concretamente, las que se producen entre diferentes generaciones.
Si nos centramos en el caso de las transferencias intergeneracionales en relación
al cuidado y el apoyo, debemos aclarar los pilares en los que se sustenta la provisión de
protección social. Salustiano del Campo (2003: 406) recoge el planteamiento de Vogel
al señalar cómo la provisión de los servicios de bienestar social en las sociedades
europeas se configuran bajo los pilares del Estado, el mercado y la familia, de manera
que se ofrece, se vende o se da protección, respectivamente. Puesto que la familia
proporciona responsabilidades familiares en pro de un bienestar común en su seno,
puede ser entendida como una institución paralela al sector público.
Son diversos estudios (ej. Bengtson, Richards & Roberts, 1991; Attias-Donfut,
1995; Lüscher & Pillemer, 1998) los que han manifestado el importante papel de la
familia en este contexto, tanto como mecanismo de solidaridad intergeneracional o de
ambivalencia. Sin embargo, es clave la perspectiva comparada, entre diferentes países y
sus sistemas de bienestar, para conocer cómo dichos mecanismos operan en diversos
contextos. Para los casos que nos ocupan, recordamos las diferencias entre dos modelos
de Estado de Bienestar: el modelo Anglosajón y el Mediterráneo. El modelo Anglosajón
es más liberal, con un papel menor por parte del Estado, mientras que el modelo
continental, para los países del sur de Europa (Esping-Andersen, 1999), o según la
terminología de Ferrera (1996) el modelo Mediterráneo, se basa en la centralidad del
Estado y enfatiza el papel de la familia. Tenemos en cuenta, además, que el
envejecimiento, y su consideración en España, va asociado a unas características
especiales devenidas de dicho Estado de Bienestar. María Teresa Bazo (2002: 117) pone
de manifiesto el fuerte papel de la familia en el cuidado de las personas mayores y,
mucho más concretamente, el papel de la mujer. Pese a los importantes cambios que ha
habido en la estructura familiar española, la familia continúa siendo el principal pilar de
apoyo a la vejez en España. También para Julio Iglesias de Ussel (1998: 260), la
familia, y en concreto la mujer es, en España, el “verdadero Ministerio de Asuntos
Sociales”.
Tradicionalmente, han sido diversos los autores que se han ocupado del rol de la
familia atendiendo a los mecanismos que en ella operan. Así, frente a la perspectiva de
Parsons (1942, 1949) y su visión de la familia nuclear en términos de aislamiento,
encontramos la perspectiva que pone en alza la solidaridad. Si bien es cierto que dicho
punto de vista se vio centrado, en un principio, a la familia extensa y las relaciones entre
sus miembros (Shanas et al., 1968; Littmak, 1965; Sussman, 1955), fue Bengtson quien
inició una línea en la que defendía la solidaridad intergeneracional en el sentido de
apoyo mutuo y consenso. Así, el propio Bengtson (2001: 2) defiende una nueva
hipótesis4 para el estudio de las transiciones en la estructura y funciones de la familia a
lo largo del siglo XX; esta es: el incremento de los vínculos multigeneracionales. Así,
recordando que el contexto del autor es la sociedad norteamericana, señala que son los
vínculos multigeneracionales la clave de entendimiento para el bienestar y apoyo a lo
largo de la vida de los individuos. Esta afirmación se sostiene sobre la base de los
cambios demográficos y las posibilidades de interacción intergeneracional, así como la
fuerza de la solidaridad intergeneracional y la imposibilidad de la familia nuclear de
realizar funciones tan básicas como la socialización (dadas las situaciones de ruptura en
el seno de las familias).
El punto de vista de la solidaridad intergeneracional ha sido defendido por
diversos autores europeos (ej. Attias-Donfut, 1995; Donati, 1995) aunque, en algunos
casos, con una visión crítica. Sin embargo, frente a esta solidaridad intergeneracional,
surgió una corriente (Marshall, Matthews y Rosenthal, 1993) que destacaba la soledad,
problemas de los cuidadores en las familias, los problemas, conflictos y abusos que se
producen en el seno familiar. Más recientemente han sido Lüscher y Pillemer (1998)
quienes han comenzado a hablar de ambivalencia intergeneracional, en el sentido de un
tipo de relaciones en las que convergen el amor y el odio, la existencia de solidaridad y
conflicto en el proceso y la forma de entender las relaciones intergeneracionales
(Lüscher, 2005: 96).
Lüscher parte de la crítica teórica al modelo de solidaridad de Bengtson,
enfatizando la falta de atención que, desde ese punto de vista, se le presta a los aspectos
negativos u oscuros de las relaciones intergeneracionales. Desde un punto de vista más
empírico, el autor de la ambivalencia trabaja los niveles de solidaridad tras eventos
claves ocurridos a lo largo del curso vital (eventos que supongan un punto de inflexión).
Así, se defiende la pertinencia del concepto de solidaridad para el estudio de situaciones
en la vida de los individuos en las que existen situaciones polarizadas relevantes para la
constitución de identidades individuales o colectivas (Lüscher, 2005). En el desarrollo
de este concepto de ambivalencia se diferencian la dimensión subjetiva y la estructuralinstitucional. Es esta última la que es clave para el planteamiento de nuestra idea. Así,
entendiendo la oposición entre el deseo de mantener las formas sociales tradicionales o
4
Las hipótesis de las que parte Bengtson (2001) son: la emergencia de la familia nuclear moderna; el
declive de este tipo de familia, como institución social; y el incremento de la diversidad de formas
familiares.
sus formas de relación y el deseo de cambio, aparece en esta idea la repetida dicotomía
en el estudio sociológico entre la reproducción y el cambio social.
De acuerdo con el modelo de solidaridad intergeneracional de Bengtson y
Roberts (1991) y su clasificación de patrones de solidaridad, la importancia del apoyo
familiar en el Modelo Mediterráneo genera altos niveles de solidaridad normativa y
funcional. Esta situación, unida a la actual cultura postmoderna, genera una situación de
ambivalencia en los patrones intergeneracionales. Tal como ponen de manifiesto
Lüscher y Pillemer (1998), la ambivalencia en relaciones intergeneracionales causa
contradicciones en niveles subjetivos y de la estructura social. Con datos procedentes de
un estudio sobre el impacto de las variables personales, familiares y sociales en la
autonomía y retraso de la dependencia de las personas mayores en diferentes países
europeos (añadiendo el caso de Israel), Bazo (2002: 125) pone de manifiesto un
descenso de la armonía en las relaciones familiares, devenidas de una necesidad de
apoyo regular por parte de la familia ante la debilidad del Estado de Bienestar en este
ámbito para el caso de España. Así, estas relaciones de cuidado llevan a cierta
ambivalencia en las relaciones familiares, generando la necesidad de establecer políticas
y servicios sociales que signifiquen apoyo exterior a las familias cuidadoras.
4.- A modo de conclusión.
Una vez puesto de manifiesto el proceso de envejecimiento demográfico en las
sociedades europeas y, más concretamente, la situación en el Reino Unido y España,
hemos manifestado cómo las formas familiares y las relaciones entre diferentes
generaciones se están modificando. Desde este punto de vista, resulta clave el estudio,
tanto a nivel teórico como empírico, de las transferencias intergeneracionales. En este
caso, resulta insuficiente la perspectiva económica, teniendo que contemplar tanto las
transferencias de cuidado y apoyo emocional.
Las teorías centradas en las relaciones intergeneracionales han puesto el acento
en el conflicto, la solidaridad o ambivalencia. A pesar de la pertinencia del estudio de la
familia y de sus mecanismos de articulación en una sociedad determinada, hemos de
tener en cuenta otros factores que nos proporciona la visión comparada. Algunos
autores como Kohli y Albertini (2007) han estudiado este fenómeno desde la
perspectiva comparada a nivel europeo, utilizando para ello la encuesta “Survey of
Health, Ageing and Retirement in Europe” (SHARE), tanto de un modo general como
centrándose en Alemania, en el caso de Martin Kohli (2005). Sin embargo, este análisis
europeo debe ser completado utilizando otras herramientas que nos permitan la
comparación entre países como los que aquí nos ocupan y que no se encuentran
recogidos juntos, como casos de estudio, en la citada encuesta europea5.
Así, la perspectiva teórica nos ofrece la clave de estudio de las transferencias
intergeneracionales tomando como referencia los diferentes sistemas de bienestar. La
pregunta que queda por contestar sería si, efectivamente, se asocia, en este caso, el
Modelo Anglosajón con unos mayores niveles de solidaridad intergeneracional,
basándonos en la idea de que serían el tándem entre Estado y el mercado el que
proporciona el cuidado. De esta manera, las relaciones ocurridas entre diferentes
generaciones se plantearían en términos de solidaridad, bajo la perspectiva positiva de
ayuda mutua. Por el contrario, en el caso de España, a pesar de que se asume que existe
intercambio de apoyo material y no material entre los miembros de la familia, las
transferencias intergeneracionales se darían bajo el concepto de ambivalencia. Aun
teniendo en cuenta los casos de conflicto, la investigación sobre la familia en España ha
primado las situaciones de solidaridad; pero habrá que plantear si ante una debilidad del
Estado y el mercado para ofrecer o vender protección social, ha sido la familia la que ha
asumido un peso (siendo el Estado y familia los pilares de la protección social) que ha
generado dicho mecanismo de ambivalencia.
Se necesitan estudios que puedan realizar un seguimiento de estos cambios e
identificar el impacto económico y social sobre los individuos, las comunidades y la
sociedad. Por ello, por su actualidad, pertinencia y perspectivas de futuro, el cambio de
patrones en las trasferencias intergeneracionales se desarrollará en trabajos futuros, bajo
esta perspectiva comparada.
5
Este trabajo es una aproximación al estudio de las transferencias intergeneracionales, para el caso de
España y el Reino Unido, que será completado a nivel empírico con datos de la Encuesta Mundial de
Envejecimiento (The Global Ageing Survey –GLAS-, Oxford Institute of Population Ageing). En esta
encuesta podremos encontrar la información para el caso del Reino Unido. Por otro lado, y para el caso de
España, se utilizará la encuesta a nivel europeo “The Survey of Health, Ageing and Retirement in
Europe” (SHARE) que comparte módulos sobre salud y jubilación, actitudes, expectativas y
comportamientos, a lo largo de la etapa de madurez, con la anterior. SHARE ha sido diseñada siguiendo
los modelos de Health and Retirement Study (HRS) y English Longitudinal Study of Ageing (ELSA) 5. Al
igual que ELSA, SHARE está basado en una estructura longitudinal o de panel, permitiendo un estudio
más dinámico del proceso de envejecimiento. El análisis de ambas encuestas nos permitirá conseguir el
punto de vista comparado, entre estos dos países, inexistente en otros estudios, como ya se ha puesto de
manifiesto.
5.- Referencias bibliográficas
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