El debut sexual: diferentes ritmos para géneros y generaciones Aina Faus-Bertomeu y Rosa Gómez-Redondo Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Resumen: El calendario de iniciación sexual es el reflejo de las transformaciones sociales y culturales acontecidas desde mitad del siglo XX. Tradicionalmente, ha sido una preocupación de los adultos hacia los jóvenes, por una cuestión moral y de control social, aunque en la actualidad este recelo se ha atenuado. Sea como fuere, se configura como indicador analizable desde cuatro perspectivas complementarias: como estructuración social de las generaciones, como expresión de la transformación de las relaciones entre géneros, como indicador del contexto de salud pública y como expresión de autonomización de los sujetos en las sociedades. Analizar la primera relación sexual no es cuestión baladí puesto que el contexto y las características en las que transcurrió son indicadores que marcarán, por un lado, las actitudes y comportamientos individuales hacia la sexualidad; y por el otro, el comportamiento sexual y conyugal posterior (Bozon, 1993, 1996, 2012). Interviene en las actitudes y comportamientos sexuales e incluso, el tipo de iniciación, marcará el mantenimiento/interrupción de las prácticas sexuales en edades longevas. Es un hecho que traspasa las épocas históricas o las condiciones socioeconómicas de las personas, pero inscrito en un contexto generacional, social y psicológico, y condicionado por el género. En todas las generaciones hay individuos que presentan un calendario de entrada a la sexualidad temprano y otros presentan esta experiencia tardíamente. Factores como el origen social, el nivel de estudios o las creencias religiosas determinan la edad de acceso. Partiendo de estas premisas y, a partir de la Encuesta Nacional de Salud Sexual (ENSS) elaborada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en el 2009, se analizarán las primeras relaciones sexuales de las personas mayores de 60 años prestando especial atención a las diferencias de género en el transcurso de esta experiencia, así como a sus determinantes, las características en las que se desarrolló y las implicaciones que ésta ha tenido en su actitud y trayectoria sexual posterior. Así mismo y dada la diversidad de situaciones que engloba la etapa de la vejez, se han distinguido dos generaciones: de 60 a 69 (que nacieron entre 1948 y 1939) y de 70 a 85 (que nacieron entre 1924 y 1938), con la intención de detectar convergencias y divergencias entre ellas. Palabras clave: Sexualidad, debut sexual, personas mayores, género. 1 1. INTRODUCCIÓN El calendario de iniciación sexual es el reflejo de las transformaciones sociales y culturales acontecidas desde mitad del siglo XX. Tradicionalmente, ha sido una preocupación de los adultos hacia los jóvenes, por una cuestión moral y de control social, aunque en la actualidad este recelo se ha atenuado. Sea como fuere, se configura como indicador analizable desde cuatro perspectivas complementarias: como estructuración social de las generaciones, como expresión de la transformación de las relaciones entre géneros, como indicador del contexto de salud pública y como expresión de autonomización de los sujetos en las sociedades. La primera relación sexual acontece durante la juventud, en un periodo de preparación y aprendizaje sexual, cuya culminación permite la observación del contexto y las condiciones de la socialización sexual, así como las transformaciones acontecidas en las diferentes generaciones y periodos históricos. En este sentido, se habla de un desplazamiento del calendario de entrada a la sexualidad adulta protagonizada por las generaciones más jóvenes. Asimismo, el debut sexual se configura como una etapa de construcción de los géneros, de los diferentes roles atribuidos a cada uno así como de la relación entre ambos, lo que permite estandarizar diferentes modelos sociales y sexuales. Una de las modificaciones más destacables en el calendario de iniciación sexual, consiste en la reducción de la edad femenina y una sincronización con el calendario masculino, que se ha interpretado como expresión de igualdad entre géneros y ha dado lugar a una trayectoria sexual más larga, diversificada y extra-marital. Finalmente, la edad de inicio sexual evidencia el contexto y la evolución del control social de la reproducción y de las políticas públicas de salud, relacionadas con hábitos saludables como la difusión de métodos anticonceptivos y de prevención de enfermedades de transmisión sexual como de campañas y programas de información y sensibilización. Consecuentemente, nos encontramos ante una disociación entre la primera relación sexual y la conyugalidad, con lo que se inicia una etapa de mayor autonomía de los individuos. Así la primera relación sexual se configura como un aspecto de especial preocupación al ser un suceso complejo con múltiples perspectivas en su evolución histórica y en las variaciones sociales de la construcción de la sexualidad (Bozon, 2012). Pero también porque la primera relación sexual, como paso simbólico a la sexualidad adulta, se constituye como momento crucial de la biografía individual siendo recordada con el paso de los años, lo que nos permite acercarnos a este momento biográfico. Por ello, se analizarán1 las primeras relaciones sexuales de las personas mayores prestando especial atención a las diferencias de género en el transcurso de esta experiencia, así como las implicaciones que ésta ha tenido en su actitud y trayectoria sexual. Así, se considerará el contexto y las características en las que transcurrió (la edad, el motivo, el tipo de pareja, etc.) que son indicadores que marcarán, por un lado, las actitudes y comportamientos individuales 1 Este estudio se enmarca en el desarrollo de una línea de investigación más amplia a través de dos proyectos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación: el primero, titulado 'Longevidad, discapacidad y calidad de vida en la población anciana a principios del siglo XXI' (SEG 2006- 200); y el segundo, que lleva por nombre ‘Las transformaciones del envejecimiento, la longevidad y la vejez en España. De 50 a 100 y más. Presente y futuro’ (CSO2010-18925), ambos dirigidos por Rosa Gómez Redondo. 2 hacia la sexualidad, es decir, el significado de la sexualidad; y por el otro, el comportamiento sexual y conyugal posterior, o dicho en otras palabras, la formación y evolución de las parejas (Bozon, 1993, 1996, 2012). 2. METODOLOGÍA Fuente de datos y público objeto de estudio Para responder a los objetivos marcados se ha utilizado la Encuesta Nacional de Salud Sexual (ENSS) elaborada por el Centro de Investigaciones Sociológicas en el 2009. El aspecto novedoso de este cuestionario radica en que la muestra no plantea una edad límite superior y que todas las fases del proyecto se han diseñado desde un enfoque de género (CIS, 2009). La muestra se compone de un total de 1.091 personas mayores de 60 años que nacieron entre 1938 (85 años) y 1949 (60 años). El análisis que a partir de aquí se presenta corresponde a aquellas personas que mantienen relaciones sexuales con una pareja estable o que las han interrumpido, mantengan o no un cónyuge, y que han sido clasificados en dos grupos de edad: personas mayores (de 60 a 69 años) y longevas (de 70 a 85 años). A partir de la variable numérica que incluye la ENSS con la formulación ‘¿Qué edad tenía Ud. aproximadamente cuando tuvo esta primera relación sexual?’, la muestra se ha clasificado, además de por razón de sexo y edad, por la edad en la que se experimentó la primera relación coital2, distribuida en dos categorías: debut temprano y debut tardío. Puesto que la edad media diverge entre géneros y generaciones, se ha establecido un punto de transición diferente en función de ambas variables. Así, y dado que en los hombres la edad de inicio se ubica en los 18 años para de 60-69 años y 19 años para 70-85 años, se considerará una relación temprana aquella que se experimentó antes de los 19 años, y tardía después de ésta. En el caso de las mujeres, el punto transitivo es marcadamente más divergente por edad. Por ello, en el grupo de 60-69 años, que reside en los 22 años, se tomará ésta como punto de cambio (hasta los 21 se considerará una relación temprana y a partir de ésta tardía) y, en la edad de 70 a 85 se establecerá en los 23 años (edad a partir de la cual será una relación tardía). De esta manera, existe una distribución semejante entre debuts precoces (el 40’98% de las mujeres y el 50’36% de los hombres) y tardíos (el 57’19% del género femenino y el 42’43% del masculino) (Tabla 3). Selección de variables Con el objetivo de hacer operativizar el constructo ‘sexualidad’, se han construido 6 dimensiones que se componen de distintas variables. Los indicadores han sido agrupados en dos bloques principales: factores externos y factores internos, denominados de esta manera 2 La muestra se compone de 2114 individuos mayores de 60 años, siendo distribuidos de manera similar por género y en dos grandes grupos de edad (de 60 a 69 años y de 70 a 85 años). Pero además, para realizar el análisis que aquí se presenta, sólo se han tenido en cuenta a aquellas personas que dicen haber mantenido sexo coital en su primera relación sexual. Por lo tanto la muestra con la que se trabaja es de 1091, siendo el 49’6% varones y el 50’32% mujeres; y el 51’69% en edades comprendidas entre los 60 y 69 años, y el 43’81% entre 70 y 85 años (Tabla 3). 3 en función de si pueden influir según el estilo de vida, o si por el contrario, intervienen en la propia definición de la sexualidad interiorizada. Dado el objeto de análisis, la primera dimensión a observar es el debut sexual, con cuestiones relacionadas con las características en las que sucedió3 (edad, tipo de pareja, prácticas sexuales, etc), lo que servirá para tipificar los distintos perfiles hallados en las personas mayores. Además, por un lado, también se incluyen variables sociodemográficas (religión, clase social, etc), cuyos resultados indican la determinación de una entrada temprana o tardía a la sexualidad. El tercer grupo de variables lo componen aquellas relacionadas con el estado de ánimo y la personalidad, pretendiendo observar como estos elementos influyen en el desarrollo de la primera práctica sexual. Por el otro lado, se agrupan aquellas variables que intervienen directamente en el concepto de sexualidad. Siendo así, el primer apartado se centra en descubrir las creencias y mitos asociadas a la sexualidad y su relación tanto en el desarrollo del propio debut sexual como en la definición sexual durante el ciclo sexual de los individuos. La quinta dimensión se destina a analizar las actitudes sexuales, tanto de la trayectoria sexual como del debut sexual. Y finalmente, se incluye un apartado sobre comportamientos sexuales con el objeto de observar como el tipo de debut sexual protagonizado predice la trayectoria sexual posterior en edades adultas y mayores. Técnicas de análisis estadístico Para responder a los objetivos planteados en este estudio se ha utilizado el análisis binario. A través de tablas de contingencia se ha observado la relación entre la variable dependiente, el tipo de iniciación sexual, y los seis campos descritos anteriormente. Se ha establecido que el vínculo entre dos variables sea estadísticamente significativo si p <0’05. En el caso de la asociación entre una variable nominal y una ordinal, se ha utilizado el estadístico V de Cramer, y en el caso de la asociación entre variables ordinales, el estadístico D de Somers. En las tablas de contingencia se toma como valores significativos aquellos en los que la n≥ 45 y los residuos tipificados corregidos son ± 1’96 (Sánchez Carrión, 1989). Este análisis se ha desarrollado para cada género y grupo de edad con el objeto de comparar los resultados obtenidos. Limitaciones del análisis De partida, tres sesgos principales podemos encontrar en el estudio de la primera relación sexual en edades longevas. La primera, la incapacidad de ubicar una edad exacta, dado el tiempo transcurrido; la segunda, la dificultad para recordar con detalle esta experiencia, por la misma razón que la anterior; y la tercera, la deseabilidad social, que afectaría más a las mujeres que a los varones, puesto que se impone la norma social que dictaba que debían esperar hasta el matrimonio (Bozon, 2003b). Estos factores darían lugar a respuestas incoherentes, pero además, existen otras limitaciones originadas por el diseño del propio 3 La ENSS cuenta con once preguntas que se inscriben directamente en la entrada a la sexualidad adulta, ubicadas dentro de uno de los cuadernillos a cumplimentar por la persona entrevistada y que tratan aspectos como la edad del debut sexual, la persona con la que se experimentó, el motivo que la promovió, las prácticas sexuales que se desarrollaron, el uso de métodos anticonceptivos, la prevención de enfermedades de transmisión sexual, así como de los sentimientos que despertó. 4 cuestionario derivadas, por un lado, de una formulación difusa de las preguntas y, del otro, de la no inclusión de variables clave en este análisis. En primer lugar, en la ENSS la cuestión que introduce el apartado sobre el inicio del calendario sexual, pide las prácticas sexuales que se realizaron en él4. No obstante, es ambigua en su enunciación, no definiendo que se entiende por primera relación sexual, e incluye prácticas que raramente protagonizan personas inexpertas (sexo sadomasoquista o sexo en grupo). Ello ha dado lugar a una amplia diversidad de interpretaciones y respuestas que se ciñen a la descripción del primer debut amoroso y de la sexualidad adolescente. Este hecho no ocurre únicamente en la ENSS, sino que ‘Le primer rapport sexuel est rarement défini de façon explicite, mais en l’absence de définition, le premier rapport (la première fois) est généralement identifié par intéressés à la première pénétration vaginale, événement qui fait symboliquement passer à la sexualité adulte’ (Bozon, 2003:5). Existe una vida sexual previa al primer coito, pero por la propia naturaleza de sus prácticas (besos, caricias, masturbación) se vincula a una sexualidad adolescente, con la función del conocimiento sexual de uno/a mismo y de la exploración del/ la otro/a. Sin embargo, no puede considerarse como la entrada a la sexualidad adulta5. Ello, ha originado un sesgo en la muestra que se ha corregido a través de su clasificación en función sí afirmaban haber experimentado sexo coital en su primera relación sexual u otro tipo de prácticas (sólo besos o masturbación, sexo oral, etc.). Consecuentemente, la muestra se ha visto reducida. Posiblemente la no inclusión de preguntas sobre aspectos relacionados con la sexualidad antes de este momento clave, como el autoerotismo, la masturbación mutua, las fuentes de información sexual antes de la primera práctica o la comunicación familiar, han ocasionado esta multiplicidad de interpretaciones, además de no permitir la diferenciación, por un lado, entre el debut amoroso (besos y caricias) el debut sexual (sexo coital) y, por el otro, entre el sexo adolescente (masturbación, sexo oral) y el sexo adulto. Asimismo, se ha omitido una pregunta primordial para este tipo de análisis: la edad de la persona con la que se mantuvo la primera relación sexual. Aunque parece un hecho baladí, tiene múltiples implicaciones sobre el contexto en el que se desarrolló, como por ejemplo, conocer la experiencia sexual de ambas personas implicadas (Bozon, 2012). Pero también porque se configura como un indicador de las relaciones de género y de la sexualidad, abarcando aspectos relacionados con las normas sociales y jurídicas de la sexualidad, los calendarios y modelos de entrada a la sexualidad y a la nupcialidad, la fecundidad, pero también ‘des éléments qui modifient les conditions de la vie des individus et leurs attentes à 4 La formulación de esta pregunta es la siguiente ’Entre las siguientes prácticas que aparecen a continuación, ¿podría decirme cuáles realizó en su primera relación sexual?’ (P10). Es una pregunta multirespuesta a escoger entre variadas opciones: 1.) Besos y caricias; 2.) Masturbación en presencia de otra/s persona/s; 3.) Masturbación mutua; 4.) Le realizaron a Ud. sexo oral; 5.) Realizó sexo oral a otra persona; 6.) Le realizaron a Ud. sexo anal; 7.) Realizó sexo anal a otra persona; 8.) Le realizaron a Ud. sexo vaginal; 9.) Realizó sexo vaginal a otra persona; 10.) Sexo en grupo; 11.) Cibersexo; 12.) Prácticas sadomasoquistas; 13.) Otras; y 14.) No ha tenido ningún tipo de relaciones sexuales. 5 El primer beso da entrada a la primera relación amorosa, y como momento de debut biográfico, queda marcado en la mente como la primera relación coital (Bozon, 2001a). Así pues, un total de 786 individuos (el 86’85% de la muestra total), de los cuales 368 son varones (el 46’31%) y 422 son mujeres (el 53’68%) confundieron su debut amoroso con su debut sexual (con su primera práctica coital). Y otros 106 individuos (el 9’7% del total, el 8’65% del género masculino y el 17’83% del femenino) con su sexualidad adolescente (realizaron además de besos y caricias, solamente masturbación o sexo oral). 5 l’égard de la vie de couple, comme l’activité salariée des femmes, qui augmente leur autonomie à l’égard des hommes, ou le contexte sanitaire et épidémiologique’ (Bozon, 1993:1332). Otro obstáculo destacable es la no distinción entre la entrada sexual y la entrada de la vida en pareja. De la persona con la que se compartió el debut sexual, en la ENSS, solamente se pregunta sobre la relación que se mantenía con ésta. Ello entorpece conocer si es la persona con la que se había contraído o se contraería matrimonio, si la relación tuvo lugar antes o después del casamiento (prácticas clandestinas vs prácticas normativizadas) (Bozon, 2012), así como el tiempo transcurrido desde la primera relación coital (si ésta fue durante el noviazgo) hasta la cohabitación (en la casa familiar) o el solapamiento de ambos fenómenos. 2. LA PRIMERA RELACIÓN SEXUAL: EL INICIO DE LA SEXUALIDAD ADULTA 2.1 Contextualización y transformaciones en el último medio siglo Con la ENSS es posible echar un vistazo al pasado y ver cuando fueron las primeras relaciones sexuales de las personas longevas comparándolas con las experiencias de las generaciones más jóvenes. Se observará que ha habido muchos cambios, acontecidos sobre todo en los últimos 30 años y, en los que las mujeres son las principales protagonistas. La edad mediana a la que una mujer mayor de 60 años experimentó su primera relación sexual es a los 23 años (Tabla 1), el mismo hecho en mujeres menores de 30 años se ubica en los 17 años; ello significa que en el transcurso de los últimos 50 años, la edad del calendario de iniciación sexual de las mujeres han descendido en 6 años. El cambio en los hombres también es significativo pero no tan abrupto, situándose en los 3 años. No obstante, el principal descenso asienta entre la generación longeva (mayor de 60 años) y la adulta (de 30 a 59 años), para quienes la edad media es de 17 años en el género masculino y de 19 años para el femenino. En este periodo de 30 años la caída en el debut sexual es de 4 años para las mujeres y de 2 años para los varones. Tres ideas principales se extraen de estos datos. La primera, que la edad del debut sexual se reduce en las generaciones, comenzando la vida sexual los jóvenes de hoy con anterioridad a las generaciones más mayores. La segunda, que el debut masculino acontece antes que el femenino. Y la tercera, y en estrecha relación a la anterior, que los cambios experimentados por el género femenino, con una diminución mucho más pronunciada que el masculino, posibilitan una convergencia de géneros para un futuro: si para la edad actual de 65 años existían 4 años de diferencia entre las primeras prácticas de hombres y mujeres, a los 25 años actuales es de 1 año. Esta evolución en el calendario de inicio de las relaciones sexuales se ha experimentado también en otros estados europeos. El estudio comparativo europeo de la edad del debut sexual, realizado por Bozon & Kontula (1997), visibiliza la brusca disminución acontecida en las mujeres y la define como una tendencia presente en toda Europa. Otros estudios, como el desarrollado por Wells & Twenge (2005), calcula que la edad de debut disminuyó a 18 años en 1960 y a 15 años en 1990, y en las mujeres de 18’5 a 15’5 respectivamente. No obstante, este proceso se ha desarrollado a ritmos dispares y en diferentes generaciones, impulsado por los diferentes contextos socioeconómicos y culturales de cada región. Se distingue un amplio abanico de patrones entre hombres y mujeres en los distintos territorios que impiden hablar 6 de una ‘cultura sexual europea’, y en los que se destacan dos modelos opuestos en función de sincronías y asincronías, convergencias y divergencias entre los sexos y las generaciones. Por un lado, el denominado ‘igualitarismo’ propio de los estados eslavos, donde durante la década de 1950, mujeres y hombres, presentaban ya una edad de inicio precoz en ambos géneros y, por tanto, una convergencia de géneros desde aquel momento. Y por el otro, el modelo designado como ‘doble estándar’ y correspondiente a los estados del sud de Europa6, donde en 1950 la edad de inicio era temprana para los varones y tardía para las mujeres, por lo que, y, a pesar de la drástica reducción en el calendario del debut femenino, en los años 1990, si bien la distancia entre géneros se había reducido, no había desaparecido. La disminución de la edad del debut femenino es fruto de los cambios sociales, culturales y económicos que se produjeron en los estados nórdicos antes de 1960, y en los del sud en la década de 1980. La transformación de las relaciones familiares7 y de las relaciones de pareja (con edades más tardías de matrimonio y de un aumento del número de divorcios), la renovación de costumbres tradicionales y la disminución de la influencia de la religión, la apertura franquista y el desarrollo económico, etc. Todo ello ha modificado las condiciones de vida de las mujeres, y consecuentemente también la edad de acceso a la vida sexual, donde dos hechos han sido determinantes. La revolución sexual y contraceptiva, con la expansión, primero, de los métodos anticonceptivos (píldora), y con posterioridad de medidas y campañas para prevenir enfermedades de transmisión sexual (preservativos) (Bozon, 1996; 2012). Y una modificación en los roles desarrollados por las mujeres, motivados por un mayor nivel de formación, el acceso al mundo laboral remunerado y una aspiración a una autonomía personal. Todo ello ha conducido a un alargamiento de su vida sexual, que comienza con las relaciones pre-maritales8, a una diversificación en las prácticas (Bozon, 2001a; Bajos & Bozon, 2007; Kontula & Bozon, 2007) y a un amplio abanico de parejas sexuales (Wells & Twenge, 2005). 6 El estudio de Bozon & Kontula (1997) analiza encuestas sobre el comportamiento sexual y el VIH de doce países europeos elaboradas entre 1989 y 1993. En la parte metodológica, se anuncia que ‘Malheureusement, il n’y a pas d’enquête utilisable sur ces thèmes dans un certain nombre de pays: Espagne, Irlande, Italie, Europe centrale’ (1369:1997). No obstante por similitud con Portugal y Grecia en datos como el ‘calendrier et l’intensité des comportements démographiques (nuptialité, fécondité) ou d’autres socio-économiques, tel le niveau de l’activité féminine salariée’ (1371:1997), suponen un mismo comportamiento para el Estado Español, incluyéndolo en el grupo de estos países. 7 La transformación en las relaciones familiares se origina por la democratización y disminución de autoridad por parte de los progenitores, dando paso de un ‘control estricto’ a un ‘control relajado’ (Bozon, 2012). Es decir, de aquel noviazgo vigilado característico de las generaciones longevas, que les impedía salir solas de casa y les prohibía ver a su pareja en solitario; las mujeres jóvenes disfrutan de una mayor autonomía, tienen amigos de ambos sexos y una menor vigilancia por parte de las instituciones socializadoras (familia, escuela, iglesia). Los hombres también gozan de estas nuevas relaciones sociales y familiares, pero en realidad nunca condicionaron su vida diaria, ni su sexualidad, como en las mujeres. 8 En la actualidad las prácticas pre-matrimoniales son un hecho generalizado y legitimado socialmente, ‘y sólo una minoría las considera socialmente inaceptables, siendo sobre todo las personas de más edad y más tradicionales quienes las rechazan’ (Meil, 2004:423). Este es un proceso que se inició ya en los años 1980, cuando ‘la mitad de los encuestados mayores de 18 años se mostraban de acuerdo con la proposición «cada uno debe tener la posibilidad de disfrutar de completa libertad sexual, sin limitaciones», proporción que se elevaba a tres de cada cuatro entre los más jóvenes, pero reduciéndose a uno de cada cinco entre los mayores de 65 años’ (Orizo, 1990:76, citado por Meil, 2004:424). 7 2.2 Inicio de la sexualidad adulta en las generaciones longevas La edad de la primera relación sexual es tardía en las generaciones mayores, sobre todo para las mujeres, siendo tres de cada diez hombres (el 32’92%) y siete de cada diez mujeres (el 74’38%) (Tabla 2) quienes iniciaron su calendario sexual con más de 21 años. Sorprende la retardada edad del debut sexual femenino, de hecho, sólo tres de cada diez mujeres (el 25’86%) perdió su virginidad antes de los 20 años, una de cada dos entre los 21 y 25 años (50’81%), y dos de cada diez (el 21’4%) ubican su debut sexual en más de 26 años. La elevada edad de inicio sexual es más característica de las mujeres longevas, de 70 a 85 años, situando su edad mediana para el debut sexual a los 23 años. La generación anterior, de 60 a 69 años, experimentará un descenso en su calendario de iniciación sexual, motivada por el declive en las relaciones con más de 25 años (16’35%) y el incremento de edades precoces (de 16 a 20 años son el 28’93% y de 21 a 25 el 54’5%), siendo la media de 22’37 años, y por lo tanto, reduciéndose en 1 años la edad mediana respecto a la generación anterior. Por su parte, la mitad de los varones de 60 a 85 años perdieron su virginidad entre los 16 y 20 años (el 50’7% de 60 a 69 años y el 51’15% de 70 a 85 años), un tercio de ellos (el 30’81%) después de los 21 años (Tabla 2). Así pues, los valores asociados a los varones, ubican su entrada a la vida sexual adulta en los 18 años para quienes tienen entre 60 y 69 años, y en 19 años en mayores de 70 años. En este sentido, y a pesar del deslizamiento de la edad debut en las mujeres, es palpable la muy tardía edad de entrada de las mujeres mayores de 60 años, y la consecuente asimetría entre géneros. Dada la divergencia del debut sexual entre géneros, debemos preguntarnos cuáles son los motivos que mantienen a las mujeres fuera del mercado sexual y cuáles son las que motivan a los varones a introducirse en edades tempranas. Como se verá más adelante, tradicionalmente la iniciación sexual femenina ha estado rígidamente vinculada al matrimonio y al control de la institución religiosa, mientras que la andadura sexual de los varones se iniciaba en relaciones pre-matrimoniales. 3. SIGNIFICACIÓN DE LA PRIMERA PRÁCTICA SEXUAL El calendario de inicio a la sexualidad adulta, divergente entre mujeres y hombres, deja entrever también conceptualizaciones distintas de este momento biográfico como son el motivo de esa experiencia, el tipo de pareja con la que se mantuvo o las sensaciones que se experimentaron. Estos datos nos permitirán establecer unos patrones comunes en las generaciones y géneros. Prácticamente la totalidad de las mujeres longevas (el 98’99%) experimentaron su primera relación sexual con una pareja estable9 (Tabla 4), mientras que en los varones fue uno de cada dos (el 46’4%). Ello descubre que en el caso de las féminas se trata de una norma social vinculada a la nupcialidad y la fecundidad, o como mínimo, a la formación de una pareja duradera. En los hombres, sin embargo, un tercio de ellos (el 32’4%) perdió su virginidad con una pareja esporádica y uno de cada cinco hombres afirma haberlas mantenido con una 9 Consta en la ENSS una pregunta con la siguiente formulación ‘La persona con la que mantuvo su primera relación sexual era….’ (P12), siendo los ítems de respuesta posibles: 1.) Su pareja estable en ese momento; 2.) Pareja esporádica u ocasional; 3.) Persona a la que acababa de conocer; y 4.) Persona a la que pagó. 8 persona a la que pagó (21’1%). En los varones, un debut sexual precoz se asocia a una pareja esporádica (el 46’48% de 60 a 69 años y 47’06 de 70 a 85 años) o a una trabajadora del sexo (el 26’24% de 60 a 69 años y 36’97% de 70 a 85 años); mientras que un preludio tardío se relaciona con una pareja estable (el 76’03% de 60 a 69 años y 72’74% de 70 a 85 años) (Tabla 4). A pesar que existe una disminución en el recurso a la prostitución como modo de iniciación sexual, éste es un hecho observado en los dos grupos de edad analizado. Así pues, y como indican los datos, la diferencia en el tipo de pareja del debut sexual en las generaciones es sensible, mientras que entre hombres y mujeres es abismal, lo que indica que incluso si las relaciones han sido tempranas o tardías, el significado de esa primera relación diverge por cuestión de género. Derivado de este hecho, los motivos10 que conducen a la primera relación sexual se originan por razones distintas (Tabla 4). La mitad de las personas encuestadas respondieron que ‘el amor’ impulsó su debut sexual (el 51’45%). Es una respuesta mayoritaria entre las mujeres (el 70’66%), a diferencia de los hombres (el 31’8%), y es más propia de quienes experimentaron su debut sexual tardío (el 65’45%) que para quienes fue temprano (el 25’66%). Centrándonos en el género femenino, es la principal razón que empuja a las mujeres a mantener su primera relación en ambos grupos de edad, siendo más característica de los inicios tardíos que de los tempranos11. Por su parte, para el género masculino el amor se configura como el segundo pretexto para el debut, detrás del deseo sexual (el 56’57%), representando a 3 de cada 10 hombres (el 31’8%). Los varones que afirman haber mantenido su primera relación sexual por amor representan a quienes se adentraron tardíamente en la actividad sexual y, a la inversa de lo que ocurre con las mujeres, se incrementan en el grupo a menor edad. De hecho es significativa la escasez de hombres precoces que aleguen este motivo, sobre todo para los hombres más longevos. Un segundo motivo justificado para el inicio del calendario sexual es el deseo sexual (el 41’86%) (Tabla 4). Es una respuesta que predomina en el género masculino (el 56’57%), sobre el femenino (el 18’04%), y propio de debuts precoces (el 63’9%) frente a tardíos (el 22’06%). De hecho constituye la principal motivación masculina, sobretodo en calendarios tempranos12. Sin embargo también es destacable en los hombres con experiencias tardías, siendo uno de cada tres hombres de 60 a 69 años (el 25’58%) y cuatro de cada diez en los más longevos (el 40’9%). No son muchas las mujeres que alegan el deseo como motivación a una primera 10 La pregunta original en la ENSS se formula ‘¿Cuál de las siguientes situaciones describe mejor los motivos que le llevaron a esa primera relación sexual? (P16) y consta de 10 ítems de respuesta que se han recodificado en cuatro grandes grupos: el primer motivo, denominado ‘por amor’, se forma de los ítems ‘Estaba enamorado/a’, ‘Quería complacer a mi pareja’ y; el segundo grupo, designado como ‘por deseo sexual’, se compone por ‘Me dejé llevar por la emoción del momento’, ‘por deseo sexual’, ‘Tenía curiosidad sobre cómo sería’, y ‘quería perder la virginidad’; el tercer motivo es ‘por conformismo social’, constituido por ‘Era una manera lógica de continuar con la relación’ y ‘Parecía que mucha gente de mi edad lo hacía’; y finalmente, el cuarto ítem, que es ‘otros motivos’, incluye ‘Me sentí forzado/a’, ‘Había estado bebiendo o tomando drogas’ y ‘Otra’. 11 El amor es la razón para el 68’81% de mujeres de 60 a 69 años y el 72’83% de 70 a 85 años. En relaciones tardías supone el 69’58% y el 73’3%, respectivamente; y en las tempranas el 65’45% y el 69’69% (tabla 4). Para los hombres, es el 59’68% y el 48’18% de las relaciones tardías, y el 15’09% y el 10’23% de las precoces. 12 El deseo representa al 74’84% de los varones de 60 a 69 años y el 78’74% de 70 a 85 años; y 25’58% y el 40’9%, respectivamente de las tardías (Tabla 4). En las mujeres, supone el 27’27% y el 15’15% en las relaciones tempranas y 20’41% y el 11’9% de las tardías (Tabla 4). 9 práctica sexual (el 17’7%), pero si el amor descendía con los grupos de edad, el deseo aumenta en la misma medida, sobre todo para quienes fueron tempranas (Tabla 4). Por otro lado, reside el motivo del conformismo social, es decir, porque era el paso lógico de la relación o porque las personas cercanas de la misma edad ya habían experimentado el debut inicial. Se circunscriben a esta razón el 6’67% de la muestra total (Tabla 4), siendo predominante en los varones (el 6’9%) que en las mujeres (el 5’5%), y sin grandes diferencias en las generaciones (el 7’48 de 60 a 69 años y el 7’11% de 70 a 85 años). En los varones se vincula a una pareja de tipo esporádico o a una trabajadora del sexo (el 73’33 de este objetivo) y a debuts tardíos (el 9’02%) sobre tempranos (el 8’04%), lo que desvela la presión social para demostrar la virilidad masculina13. En las mujeres se asocia a una pareja estable (el 93’75% de esta razón), a una iniciación tardía (el 6’31%) sobre la temprana (el 0’05%) y es predominante en las mujeres de 70 a 85 años (el 7’81%) que de 60 a 69 años (el 4’46%), y consecuentemente a la necesidad de afianzar su relación a través de la pérdida de su virginidad. 3.1 El amor como forma de iniciación sexual femenina El amor es el principal argumento esgrimido por las mujeres longevas para el inicio de su calendario sexual, siete de cada diez alegan este motivo (el 70’63%). Sin embargo, sea el amor o el placer sexual el impulsor de la primera relación sexual, una pareja estable las acompaña a todas ellas (el 98’85%) (Tabla 4). Socializadas bajo la dictadura franquista, donde las directrices de la política sexual y familiar eran organizadas por la institución católica (Pérez, 2002), la única práctica sexual legítima es la vinculada a las relaciones heterosexuales y a lo fisiológico, a una persona única e irremplazable, a un amor romántico, y en unas relaciones concebidas como un fin y no como un medio. Desarrollaron su juventud durante la implantación de las políticas sexuales propias del nacionalcatolicismo14 que adoctrino a estas mujeres ‘no tanto en el desconocimiento de esas posibilidades [sexuales] como en una disposición a que le[s] mueva a negarlas a pesar de saber de su existencia’ (Pérez, 2002:608). Está lógica patriarcal y religiosa reservaba el placer erótico y sexual a las mujeres ‘malas’ y negaba la realidad sexual, mediante la consagración de la virginidad y la castidad a las mujeres ‘buenas’. Por lo tanto, tras el amor y el deseo, lo que se esconde es la aspiración de formar una unión estable de pareja, a través del matrimonio, vinculando así amor, pareja y sexualidad, y descartando el debut sexual como una iniciación individual (Bozon 1993, 1996). Con la ENSS no podemos conocer si la primera relación sexual fue pre-conyugal o una vez instituida la relación. No obstante, y dado el contexto de socialización de fuerte represión sexual, podría esperarse, por un lado, la coincidencia entre la edad del debut sexual y la edad de matrimonio; y por el otro, que la persona con la que se mantenga la primera relación sea el futuro o ya marido, tal y como acontece en otros estados europeos (Bozon, 1996; Bozon & 13 El conformismo social representa el 8’17% de varones de 60 a 69 años y el 7’87% de 70 a 85 con debut precoz, y el 11’62% y el 6’36% de los tardíos respectivamente. En las mujeres supone el 3’63% y el 9’09% con iniciación temprana y el 4’5% y el 7’61% de la tardía (Tabla 4). 14 A este respecto, B. Celaya relata: ‘el régimen de Franco buscó con ahínco imponer un modelo de mujer asociado a su función reproductiva como único paradigma accesible, particularmente en la década de los cuarenta y cincuenta (…) [y] siguió utilizando la sexualidad en su versión más patologizante para contener a la mujer que tuviera mayores aspiraciones que las dictadas socialmente’ (2012:1993). 10 Kontula, 1997). Avala esta idea el hecho de que la gran mayoría de mujeres no tomara medidas para evitar un embarazo no deseado15 (el 83’6%) (Tabla 5), aunque esto también puede justificarse por la dificultad de encontrar métodos eficaces y por desconocimiento. De hecho, entre quienes tomaron precauciones, el coitus interruptus fue el recurso más utilizado (el 6’6%). No se puede hablar de la primera relación sexual en las mujeres longevas, sin hacer referencia a la obra de Ramón Serrano Vicéns16 ‘La Sexualidad femenina, una investigación estadística y psíquica directa’ (1971), quien entre 1933 y 196117 entrevistó a 1.417 mujeres con perfiles sociodemográficos diferentes indagando en sus comportamientos sexuales. En este estudio se reflejan explícitamente prácticas autoeróticas, actividad sexual antes, durante y fuera del matrimonio, y prácticas homosexuales18. Teniendo en cuenta que las mujeres que analizamos en este estudio nacieron entre 1924 (85 años) y 1949 (60 años), en el momento en el que Serrano Vicéns desarrolló su estudio tendrían entre 9 (en 1933) y 37 años (en 1961) quienes en el 2009 (cuando se realizó la ENSS) tenían 85 años, razón por la cual las indagaciones de este médico son una extensa aportación para entender el comportamiento sexual de las mujeres en función de la edad a la que dieron inicio a su calendario sexual. Se partirá de la hipótesis que aquellas quienes experimentaron un debut temprano, se sospecha que éste fue prematrimonial y, aquellas con un inicio tardío, éste se efectuaría ya dentro de la unión legal. Sin embargo este es un supuesto de partida que no siempre se corresponde con la realidad, dado que un debut temprano podría darse dentro de un matrimonio también precoz (Bozon, 1993). Por lo tanto, se debe ir con cautela a la hora de interpretar los resultados y de plantear generalidades y tipologías. 15 Incluye la ENSS dos cuestiones al respecto. La primera, con la formulación ‘¿Recuerda si en aquella primera relación sexual utilizó Ud. o su pareja alguna protección para evitar un embarazo?’ (P14), cuyas posibles respuestas son: 1.) Sí, la utilizó Ud; 2.) Sí, la utilizó su pareja; 3.) Sí, la utilizaron ambos; 4.) No utilizaron ninguna protección; 5.) No fue necesario, por el tipo de práctica, por estar en edad no fértil, etc. Tras esta pregunta filtro se plantea una multirespuesta ‘¿Cuál o cuáles?’ (P14a), con diversos ítems de respuesta: 1.) Píldora; 2.) Preservativo masculino; 3.) Preservativo femenino; 4.) Píldora del día siguiente; 5.) Marcha atrás o retirada (coitus interruptus); 6.) Vasectomía; 7.) Ligadura de trompas; y 8.) Otros métodos (cremas espermicidas, diafragma, DIU,…). 16 El estudio de Serrano Vicéns es de reconocimiento internacional, puesto que se asemeja a los realizados por Alfred kinsey, William Masters & Virginia Johnson o Shire Hite, pero con el mérito de haberse iniciado 20 años antes y sin más recursos que los de este profesional sanitario. Son múltiples las contribuciones que se le atribuyen, como describe Beatriz Celaya: ‘Por un lado, ejemplifica la supervivencia del modelo moderno de la sexualidad en el franquismo, que sin embargo, tuvo que ocultarse y mantener un bajo perfil. Así mismo tiene especial valor al recoger el testimonio de la vida privada de un gran número de mujeres (…) Pero lo que es indudable es que el modelo de Serrano Vicéns coloca la práctica sexual en el centro de la identidad femenina y su ausencia como barrera imposible para que la mujer alcance su plenitud vital’ (2012:206), alejándose así, de los discursos moralistas, legales y científicos de la época para los que el eje central de la sexualidad es la reproducción y su supeditación al barón. 17 La obra del Dr. Serrano Vicéns no fue publicada hasta 1971 a causa de la censura franquista, pero el trabajo de campo se inició en 1933 y ‘En 1961, di por concluido este estudio ya que, de una parte, el aumento de la casuística no modificaba las estadísticas conseguidas en 1953’ (Serrano Vicéns, 1971:28). 18 Dado el contexto franquista de represión sexual y consecuente ocultación de prácticas fuera de la ‘normalidad’ establecida, y de la metodología cualitativa (historias de vida) desarrollada por Serrano Vicéns, se cuestiona Jordi Monferrer (2012) los motivos que empujaron a las mujeres entrevistadas a ‘confesar’ sus comportamientos. Se cita el conflicto entre las normas establecidas y las prácticas reales, haciendo hincapié en el desahogo que experimentarían al ser, sus prácticas reales, entendidas por un médico de familia; además del deseo latente de libertad difundido durante los años 1920. 11 Según el estudio de Serrano Vicéns, la práctica del coito prematrimonial alcanzaba una cifra del 32’5% del total de las mujeres entrevistadas y el 50% habían practicado la masturbación con otra persona antes del casamiento (1971). Es posible cuestionar la veracidad de estas estadísticas19, pero lo que hay que remarcar y tomar cómo válido es la propia existencia de este tipo de actividades antes de la institucionalización de la relación. El Dr. Serrano además constata que hay diferencias en la edad del debut sexual prematrimonial por edades, siendo los 20 años un punto de incremento (1971:55). También observa divergencias según la clase social de pertenencia, siendo más frecuentes las relaciones pre-conyugales en los estatus más bajos (el 43% en el cuarto grupo20 respecto del 7’3% del primero) y la masturbación mutua en los más elevados (el 75’6% del primer grupo respecto del 38’3% del primero), coincidiendo por lo tanto con los resultados de la ENSS, como más adelante se verá. Siguiendo con los datos de Serrano Vicéns, la persona con la que se establecen las relaciones prematrimoniales ‘se limitó al novio, con una duración media de dos años [hasta el matrimonio] y con un promedio de dos coitos semanales’ (1971:56). Concordancia también establecida con la ENSS, puesto que recordemos, en el 99% de los casos, el inicio sexual de las mujeres se experimenta en una relación estable. Los lugares más frecuentes son la casa de ella, el campo y casas de citas u hoteles. La ENSS confirma también que aquellas mujeres con un debut temprano presentan mayor diversidad de prácticas sexuales realizadas durante su primera relación sexual21, como son la masturbación mutua (Tabla 8) y el sexo oral (Tabla 9), que aquellas mujeres que se esperaron hasta el matrimonio y que conciben el sexo como modo de procreación. Serrano Vicéns incluso analiza los temores que entrañan estas prácticas, siendo el principal ‘las consecuencia sociales del miedo a un embarazo’ no deseado (86%); de hecho, se computa una incidencia de gravidez del 7’3%, de los cuales se resolvieron con el aborto el 75%. El segundo 19 Respecto a la recolección y tratamiento de los datos de Serrano Vicéns, en el prólogo de la obra, escrita por Juan Merelo-Barberà y Beltrán, apunta: ‘Es también de esperar que se ponga en duda la cuantificación de la frecuencia que se da en algunos casos expuestos. A esto nos permitimos ayudarles diciendo que el Dr. Serrano no ha sido el primero en tratar de ello, ya que otros lo hicieron antes más imprecisamente; que su mérito está en haber puesto sobre la palestra científica un relato de hechos reales de forma metódica y objetiva, no contradichos por viejas referencias anteriores. Relatos clínicos, resultados de la observación empírica cuyas consecuencias sobre lo que sea la sexualidad de la mujer, han sido confirmados por los trabajos de la Dr. Mary Jane Sherfey, entre otros’ (1971:17). Sin embargo, y desde una posición crítica, no estaría exenta de juicio ‘la selección de la muestra y en las tipologías utilizadas para categorizar y adscribir a las mujeres a diferentes clases sociales y «grados de inteligencia»’ (Monferrer, 2012:221). 20 Serrano Vicéns establece cuatro grupos sociales que denomina y describe del siguiente modo (1971:25): clase alta, la ‘alta sociedad’; clase media, compuesta por ‘familias tales como abogados, ingenieros y otras profesiones liberales’; clase baja/alta, formada por ‘familias de empleados burocráticos subalternos, modestos comerciantes, obreros especializados, campesinos ricos que no trabajan directamente sus tierras’; y clase baja, la de ‘obreros no especializados’. 21 La edad de inicio femenino no plantea diferencias respecto a la práctica de besos y caricias, dado que se trata de un hecho generalizado (el 94’06%) (Tabla 7). Respecto a la masturbación mutua, fue experimentada por el 14’75% de mujeres de 60 a 69 años y el 3’88 de 70 a 85 años; y por el 9’36% y el 5’59% de los debuts tardíos (Tabla 8). Respecto al sexo oral, lo desarrolló el 8’2% y el 0’97 % de los debuts precoces y el 2’34% y el 1’4% de los tardíos (Tabla 9). Las mujeres de 60 a 69 años y con debut temprano realizaron sexo oral el 4’92% y les realizaron sexo oral al 6’56% (Tabla 10). V de Cramer vincula en mujeres de 60 a 69 el debut inicial con que les realizaran sexo oral en 0’108 y con que lo realizaran ellas en 0’113. 12 motivo de preocupación fue el miedo a ser descubiertas (63%) ‘bien accidentalmente o, a posteriori por el propio compañero’ (1971:56); y en tercer lugar, las consideraciones moralesreligiosas (el 36%). Estos temores, según Serrano Vicéns, tenían repercusiones en el goce de estas primeras relaciones sexuales. Así por ejemplo, el malestar tras la primera práctica alcanzaba al 75% de estas mujeres por el temor a un posible embarazo, que se reducía tras la siguiente menstruación al 10%; no obstante una vez más existían diferencias entre clases social. En las clases más bajas el coito prematrimonial tomaba la forma habitualmente de coitus interruptus, por ser el único modo conocido de evitar un embarazo pero, ‘además, realizado habitualmente sin una adecuada preparación femenina o inhibido el impulso de ésta por temor a ese embarazo, ya que entre las clases populares existe la creencia que la falta de orgasmo en la mujer dificulta, o aun impide, la fecundación’ (Serrano Vicéns, 1971:55). Mientras que en las clases más elevadas, con mayor nivel cultural y económico, el placer sexual se reprimía menos dado el conocimiento y la confianza en los métodos anticonceptivos y porque se realizaba en mejores condiciones ambientales. No es de extrañar, por lo tanto, y según la ENSS22, que con prácticas tempranas, y siguiendo la hipótesis planteada, por ende también extramatrimoniales, las mujeres sintieran más insatisfacción23 (Tabla 11), menor placer24 (Tabla 12) e incluso mucho más miedo25 (Tabla 13) y desconfianza26 (Tabla 14) que quienes tuvieron una experiencia tardía. Asimismo, no debe extrañarnos los mitos populares y saberes pseudocientíficos sobre el deber ser de las prácticas sexuales femeninas ‘normales’. Ello justificaría que aquellas mujeres con un calendario de iniciación temprano, y que se apartaron de las conductas y normas morales dominantes, sintieran mayor culpabilidad27 (Tabla 15) y tristeza28 (Tabla 16) después de esta primera práctica que aquellas con un calendario de entrada tardío y dentro del matrimonio. Focalizando en las mujeres con un inicio tardío en su calendario sexual, el hecho de que arguyan el amor como motivo principal de su primera relación, nos plantea que se trata de un ‘matrimonio de amor’ (Bozon, 2001a) que implica, por un lado, que la unión entre ambos cónyuges no es una negociación entre familias, sino una opción personal; y por la otra, que la elección de la persona se basa únicamente en el sentimiento amoroso. 22 Incluye la ENSS la siguiente cuestión ¿Y cuál de entre los dos sentimientos que le voy a leer, definiría mejor su estado de ánimo después de su primera relación sexual?’ (P17), siendo los pares de sentimientos: 1.) Satisfacción vs insatisfacción, 2.) Placer vs dolor; 3.) bienestar Vs culpa; 4.) Miedo vs tranquilidad; 5.) Alegría Vs tristeza; y 6.) Desconfianza Vs confianza. 23 Experimentaron insatisfacción el 21’85% de mujeres de 60 a 69 años (Cramer: 0’151) y el 25’51% de 70 a 85 años (Cramer: 0’179) con debut temprano y con debut tardío el 12’5% y el 18’98% (Tabla 11). 24 Sintieron placer el 33’05% de mujeres de 60 a 69 años (Cramer: 0’112) y el 31% de 70 a 85 años (Cramer: 0’217) con iniciación temprana, mientras que en tardía fueron el 35’12% y el 40% (Tabla 12). 25 Afirman sentir miedo el 41’88% de mujeres de 60 a 69 años (Cramer: 0’19) y el 30’3% de 70 a 85 (Cramer: 0’122) con un calendario precoz, y el 24’4% y el 34’56% de tardío (Tabla 13). 26 Expresan desconfianza el 11’86% de mujeres de 60 a 69 años y el 10% de 70 a 85 años con relaciones tempranas y el 7’69% y el 5’04% de tardías (Tabla 14). 27 Sintieron culpabilidad el 14’19% de mujeres de 60 a 69 años (Cramer: 0’112) y el 11% de 70 a 85 años (Cramer: 0’217) con un debut inicial, y el 5’36% y el 7’35% de tardío (Tabla 15). 28 Notaron tristeza el 13’68% de mujeres de 60 a 69 años (Cramer: 0’179) y el 8% de 70 a 85 años (Cramer: 0’184) con relaciones tempranas y el 5’39% y el 4’41% de tardías (Tabla 16). 13 Tomando como referencia, una vez más, las indagaciones de Serrano Vicéns, según éste, el 68’5% de las mujeres llegaban vírgenes al matrimonio (1971:67), aunque recordemos que otro tipo de prácticas sexuales como la masturbación mutua descubría al 50% de las mujeres (1971:53) y, hasta los 20 años, habían practicado la masturbación propia el 75’1% (1971:41) de éstas. En este sentido es importante indicar que sólo el 1’4% de todas las mujeres entrevistadas conoce la masturbación a través de su compañero29 (1971:42) para desmentir la idea de que es el marido quien las introducía en la sexualidad. La misma fuente indica que tras el matrimonio la totalidad de las mujeres practicaban sexo vaginal (el 99%) en los siguientes días al mismo (1971:62). Indiscutiblemente, una de las aportaciones de Serrano Vicéns es colocar como uno de los ejes básicos de la identidad femenina su sexualidad, descubriendo aquellos componentes eróticos más profundos y conectando la pobreza cultural de aquel contexto con el malestar sexual femenino. Así, remarca en la primera relación sexual de las mujeres casadas la influencia patriarcal, el componente psicológico del enamoramiento y el comportamiento ‘amatorio del hombre, tanto en la parte orgánica como en la psíquica’ (1971:61). Mujeres, que según enuncia, extrañamente sienten un placer pleno, puesto que ‘siente la mayor felicidad en hacer propia la felicidad que contempla en el amado y en sentirse causa de ella (…) pues la mujer aún siente inconscientemente, por imbuición ancestral, la sensación de hallarse ante su dueño y señor, según costumbre educativa’ (1971:60). Una vez más, concuerda esta observación de Serrano Vicéns con los resultados de la ENSS: la primera relación sexual sólo es placentera para un tercio de las mujeres, sean éstas precoces (el 32’11%) o tardías (el 37’29%)30 (Tabla 9). Educadas en la obediencia, el sacrificio y el sentimiento de amor, estos elementos se convierten en los aniquiladores del deseo sexual que conlleva a que experimenten sentimientos de insatisfacción31 (Tabla 11), culpa32 (Tabla 15) y vergüenza33 ante la expresión de sus deseos y placeres sexuales. Sin embargo, el hecho de mantener esta primera relación dentro de la institución matrimonial, y por lo tanto ser legítima, confiere más tranquilidad34 29 Según indica Serrano Vicéns en su escrito respecto al aprendizaje de la masturbación ‘Entre las 1.417 mujeres interrogadas, el 61’8% aprendieron espontáneamente esta forma de desahogo sexual, dando antes de la pubertad una cifra del 13’6%; desde la pubertad a los veinte años un 45’5% y posteriormente un 3’1% (…) Por experiencias homosexuales, aprendieron un 9’6% casi siempre por masturbación mutua. El aprendizaje verbal presenta la misma importancia del anterior, con una cifra global de 9’9% (…) Mediante caricias heterosexuales solamente un 1’4% aprendieron realmente la masturbación’ (1971:30), y el resto por ‘autodescubrimiento’. 30 Para ver porcentajes por grupos de edad, ver pie de página número 23. 31 Experimentaron satisfacción el 63’69% delas mujeres de 60 a 69 años y el 70’8% de 70 a 85 años con iniciación tardía y el 55’46% y el 55’1% con tempranas (Tabla 11). 32 Experimentaron culpa el 14’29% de mujeres de 60 a 69 años y el 11% de 70 a 85 años con debuts tempranos, y el 5’36% y el 7’35% de tardías (Tabla 15). 33 No contamos con datos estadísticos sobre la vergüenza, no obstante, se toma como referencia una de las observaciones de Serrano Vícéns respecto a la práctica sexual y la desnudez: ‘Otro tanto ocurre con el coito en completa desnudez. En general, hasta pasado bastante tiempo del matrimonio, no alcanza la mujer la espontaneidad en la manifestación de sus deseos y solicitud de las caricias antecedentes al coito que más le agradan o formas de éste y, en bastantes casos, parece que nunca se llega a ello’ (1971:64). 34 Aprecian tranquilidad el 60’71% de mujeres de 60 a 69 años y el 55’15% de 70 a 85 años con debut tardío, y el 46’15% y el 57’58% de precoz (Tabla 13). 14 (Tabla 13), alegría35 (Tabla 16) y bienestar36 (Tabla 15) que quienes experimentaron relaciones tempranas. El dolor en el primer coito también es explicado por Serrano Vicéns por razones sociales de represión sexual, detallando tres circunstancias previas para aminorarlo: ‘enamoramiento intenso, conocimiento anterior del orgasmo conseguido por diferentes medios y algún orgasmo previo a la introducción del pene’ (1971:62). El dolor intenso en la primera relación, por tanto, aconteció, bien en mujeres sin experiencias sexuales previas ni orgasmos, bien cuando hubo temores, o bien por una falta de motivación sexual. Siendo así, se explicaría que sintieran dolor en su primera práctica sexual, en proporción idéntica, la mitad de las mujeres con debuts tempranos (51’83%) o tardíos37 (51’48%) (Tabla 12). Y que el miedo38, si bien se aminorará en los debuts tardíos (el 28’49%) también tuviera presencia en una gran proporción de mujeres precoces (36’57%) (Tabla 13). Así pues, experimenten un debut temprano o tardío, las mujeres de estas generaciones se motivaban sus primeras relaciones al amor, y por ende, a una pareja estable. Por ello, su iniciación sexual se vinculaba a su vida conyugal, siendo en el mayor de los casos su futuro marido, si se trataba de una relación extramatrimonial, o marido actual, si se experimentaba dentro de la institución matrimonial. 3.2 La formación de la pareja como forma de iniciación sexual masculina Tres de cada diez hombres de 60 a 85 años (el 31’8%) alegaron mantener su primera relación sexual por amor, siendo un hecho más típico de aquellos varones con experiencias sexuales tardías39 (Tabla 4). Coinciden con los hombres que han mantenido su primera relación con una persona estable (el 32’29%) y, con aquellos cuya diferencia de edad con su compañera no es excesiva puesto que se entiende que existen unos sentimientos hacía ella (Bozon, 1991, 1993). De entre quienes tienen pareja estable, el afecto hacia la otra persona (el 69’33%) es la razón principal que desemboca en la primera relación, por delante del deseo (el 15’5%) (Tabla 4). Afirmar estar enamorado en este momento es plantear un proyecto conjunto de pareja, por ello, es necesario agregar en este análisis a aquellos varones que justifican su debut con aspectos relacionados con las dinámicas de las parejas, como ‘era una manera lógica de continuar con la relación’ (el 2’4%) o ‘me dejé llevar por la emoción del momento’ (el 15’87%); puesto que es complicado que los hombres de estas generaciones expresen sentimientos y afecto debido a su socialización. Así mismo, existen diferencias respecto a los grupos de edad en el significado del debut sexual. Se vinculan las relaciones precoces como ‘une étape normale d’apprentissage et de la 35 El sentimiento de alegría es vivido por el e79’04% de mujeres de 60 a 69 años y el 78’68% de 70 a 85 años con una iniciación tardía, y el 63’25% y el 69% si ésta fue temprana (Tabla 16). 36 El bienestar es experimentado por el 76’79% de mujeres de 60 a 69 años y el 76’47% de 70 a 85 años de las mujeres con relaciones tardías, y el 64’71% y el 66% de precoces (Tabla 15). Y la confianza por el 76’33% y el 85’61% en las relaciones tardías, y el 67’8% y el 81% de tempranas (Tabla 14). 37 Sintieron dolor el 48’31% de mujeres de 60 a 69 años y el 56% de 70 a 85 años con debut temprano, y el 53’57% y el 48’89% de tardío (Tabla 12). 38 Ver pie de página número 24 para las estadísticas por grupos de edad. 39 El motivo amor es citado por el 58’9% de varones 60 a 69 años (Cramer: 0’471) y el 72’8% de 70 a 85 (Cramer: 0’427) con debuts tardíos, y el 14’4% y el 9’8% de tempranos (Tabla 4). 15 construction de soi, analogue à d’autres apprentissages de l’adolescence et non nécessairement liée à un investissement sentimental’ (Bozon, 1993:1330), es decir, como una confirmación sexual de la identidad masculina dentro de un aprendizaje normal. En las longevas, se relaciona con un fuerte componente sentimental, con la intención de establecer una relación de pareja estable y continua. Siendo así, no es de extrañar que ocho de cada diez hombres con pareja estable y relaciones tardías aleguen el amor como motor de su primera relación, siendo un número menor en quienes experimentaron relaciones tempranas40 (Tabla 4). Asimismo, los datos indican que el motivo amor se incrementa en el grupo de menor edad al tiempo que disminuye quienes se inician con trabajadoras del sexo. Con los datos de la ENSS no es posible saber si esta primera relación se experimentó con la persona que sería o es su esposa, y si se trata de una relación preconyugal o en matrimonio. No obstante, el uso de métodos anticonceptivos, a pesar de su reducida utilización en quienes alegan el motivo amor (el 18’43%) (Tabla 5), indicaría que es más habitual en quienes presentan un debut temprano que para quienes fue tardío41. Ello nos conduciría a suponer que las relaciones precoces se efectuaron fuera del matrimonio, a través del coitus interrumpus (6’7%) o el preservativo masculino (el 9’5%); mientras que en las tardías la procreación se entiende como coronación del casamiento. El significado de esta primera relación basada en los sentimientos amorosos tiene un profundo componente emocional y afectivo, siendo así no es sospechoso que los varones que pertenecen a este modelo, en esa primera relación sintieran mayor satisfacción42 (Tabla 11), placer43 (Tabla 12), bienestar44 (Tabla 15), tranquilidad45 (Tabla 13), alegría46 (Tabla 16), y sobretodo confianza47 (Tabla 14), que quienes tuvieron una relación precoz, puesto que para ellos es un momento con cierta magia, ansiado y esperado. Una divergencia más a considerar en la edad de la primera relación sexual son las prácticas sexuales desarrolladas durante este primer debut. Dado los sentimientos incluidos en esta primera relación, en los varones con relaciones tardías los besos y las carías48 (Tabla 7) son más habituales; mientras que la masturbación mutua49 (Tabla 8) y el sexo oral50 (Tabla 9) son más 40 Citan el amor el 81’52% de varones de 60 a 69 años y el 72’37% de 70 a 85 años con pareja estable y relaciones tardías, y el 50% y el 36’84% de debut tempranos (Tabla 4). 41 Utilizaron métodos anticonceptivos el 33’33% de hombres de 60 a 69 años y el 41’67% de 70 a 85 años con iniciación temprana y el 17’95% y el 10’91% de tardía (Tabla 5). 42 Experimentan satisfacción el 992’56% de varones de 60 69 años (Cramer: 0’101) y de 94’34% de 70 a 85 años (Cramer: 0’101) con debut tardío y el 86’39% y el 86’29% de precoz (Tabla 11). 43 Sienten placer el 92’59% de varones de 60 69 años (Cramer: 0’153) y de 96’26% de 70 a 85 años (Cramer: 0’184) con debuts tardíos y el 83’45% y el 83’61% de tempranos (Tabla 12). 44 Aprecian bienestar el 94’12% de hombres de 60 69 años (Cramer: 0’235) y el 85’05% de 70 a 85 años (Cramer: 0’153) con debuts tardíos, y el 76’03% y el 77’05% de tempranos (Tabla 15). 45 Gozaron de tranquilidad el 78’63% de hombres de 60 69 años (Cramer: 0’141) y el 78’5% de 70 a 85 años (Cramer: 0’148) con relaciones tardías, y el 78’63% y el 78’5% de precoces (Tabla 13). 46 Logran alegría el 90’6% de hombres de 60 69 años (Cramer: 0’148) y el 90’65% de 70 a 85 años (Cramer: 0’102) con relaciones tardías, y el 83’45% y el 81’97% de tempranas (Tabla 16). 47 Sintieron confianza el 81’2% de hombres de 60 69 años (Cramer: 0’206) y del 82’24% de 70 a 85 años (Cramer: 0’244) con relaciones tardías, y el 66’21% y el 60’33% de tempranas (Tabla 14). 48 Practicaron besos y caricias el 89’34% de varones de 60 a 69 años (Cramer: 0’137) y el 91’67% de 70 a 85 años (Cramer: 0’124) con relaciones tardías, y el 79’19% y el 84’68% de precoces (Tabla 7). 49 Practicaron la masturbación mutua el 24’83% de varones de 60 a 69 años (Cramer: 0’219) y el 12’3% de 70 a 85 años (Cramer: 0’154) con relaciones tempranas, y el 8’2% y el 8’33% de tardías (Tabla 8). 16 propios de los debuts tempranos, siendo, además, una experiencia más desarrollada por la generación de menor edad. Ahora bien, si en las mujeres había un equilibrio entre quienes realizaron sexo oral (postura emisora) y a quienes se lo realizaron (postura receptora), en los varones existe una clara tendencia a ser ellos los destinatarios del sexo oral (Tabla 10), ello nos introducen en el siguiente modelo, el debut sexual a través del recurso a la prostitución. Por lo tanto, existe un grupo de varones cuyo motivo principal para su debut sexual fue el amor, ligado a una pareja estable y de tipología tardía. 3.3 La prostitución como forma de iniciación sexual masculina En las edades longevas, dos de cada diez hombres admite haber perdido la virginidad con una trabajadora del sexo (el 19%), en las edades jóvenes actuales es un fenómeno casi desaparecido, así pues se constata ya una disminución entre los dos grupos de edad analizados: si de 70 a 85 años son dos de cada diez varones (el 24’88%) desciende a uno de cada diez (el 17’96%) en la generación de 60 a 69 años (Tabla 4). La prostitución como entrada a la vida sexual no tiene el mismo significado si la edad es temprana o es tardía. Se asocia una precocidad de entrada en la vida sexual51 a una confirmación sexual de la identidad masculina. Y el descenso que experimenta este medio en los hombres con relaciones iniciales tardías se vincula a una alternativa a la dificultad de encontrar una pareja, dado un contexto de excesiva influencia de la iglesia y de las normas de prohibición fuera del matrimonio (Bozon 1993; Bozon & Leridon, 1996). Sea cual sea el motivo, el hecho se configura, en términos de edad y de géneros, como una ventaja sobre las mujeres para su debut sexual. Por un lado, por su rol dominante masculino, puesto que existe una separación tangible entre los sentimientos y la sexualidad; y por el otro, por su aceptación social, al gozar de una mayor libertad pre-conyugal. En este sentido, y según recoge Serrano Vicéns de sus testimonios femeninos, la doble moral del nacionalcatolicismo encontraba incomprensión en las mujeres con comportamientos más contemporáneos: ‘Casi unánimemente las mujeres de mayor inteligencia52 natural, encontraban absurdo que la ley distinguiera entre actos sexuales puros e impuros (…) Consideraban más moral el acto homosexual de dos personas ligadas al amor o intensa amistad, que el coito de hombre con prostituta’ (1971:89). 50 Practicaron sexo oral el 13’42% de varones de 60 a 69 años y el 8’87% de 70 a 85 años con relaciones precoces, y el 4’1% y el 1’85% de tardías (Tabla 9). Recibieron sexo oral el 17’49% de hombres de 60 a 69 debut precoz (V de Cramer: 0’119) y lo realizaron el 8’72% (V de Cramer: 0’178). En la misma generación y con un debut tardío son el 13’11% y el 0’82%. 51 Desarrollaron su debut sexual con una trabajadora del sexo el 26’24% de varones de 60 a 69 años (Cramer: 0’42) y el 36’97% de 70 a 85 años (Cramer: 0’385) con debut temprano, y el 8’26% y el 11’32% con debut tardío (Tabla 4). 52 Una de las variables clasificatorias que utiliza Serrano Vicéns es la ‘inteligencia natural’, con tres categorías: ‘las muy inteligentes’, ‘de inteligencia normal’ e ‘inteligencia escasa’; lo que no indica son los criterios de pertenencia que se utiliza (1971:26), descartando el nivel educativo dado que se configura como variable independiente. 17 Pocos utilizaron medios de prevención de enfermedades de transmisión sexual53 en esta primera relación (el 16’98%) (Tabla 6), puesto que no fue hasta la segunda mitad de la década de 1980 cuando empezaron a utilizarse los preservativos en la primera relación sexual de manera generalizada y en algunos estados europeos, debido, sobre todo, a las campañas de prevención del VIH (Bozon & Kontula, 1997). Este modelo de debut sexual se interpreta como una confirmación sexual de la identidad masculina, de la virilidad, pero no siempre entraña buenas experiencias, no siendo satisfactoria en su totalidad o no cumpliendo las expectativas planteadas. Siendo así, es lógico que produzcan menor placer54 (Tabla 12) que quienes tuvieron relaciones con una persona estimada, incluso mayor insatisfacción55 (Tabla 11), que despierten un sentimiento de culpa56 (Tabla 15), miedo57 (Tabla 13) y tristeza58 (Tabla 16) y una gran desconfianza59 (Tabla 14), sensaciones que se acrecienta en las generaciones de menor edad. Una gran divergencia entre géneros proviene de la mayor facilidad que tienen los hombres mayores de separar la sexualidad de los sentimientos y que facilita desarrollar debuts tempranos con trabajadoras del sexo. 4. LA DETERMINACIÓN DE UNA ENTRADA TEMPRANA Vs TARDIA EN LA SEXUALIDAD Mujeres y hombres inician sus relaciones sexuales de diferente manera debido al proceso de aprendizaje y socialización de géneros a través del cual se construyen las relaciones de género, la autopercepción de uno/a mismo/a, y donde algunos elementos psicosociales y biológicos inciden sobre la imagen autoproyectada de ser mujer o ser varón, que intervendrá en la definición de la sexualidad. Así, una amplia bibliografía (Bozon, 1993, 1996, 2012; Bozon & Kontula, 1997; Kontula et al, 2003) relaciona la edad del debut sexual con las actitudes y comportamientos de la misma práctica inicial y de la trayectoria sexual futura. 4.1. Edad del debut sexual, estatus social, nivel educativo y religión El nivel de estudios, la ideología y el grado de religiosidad se configuran como variables determinantes de la edad de inicio del calendario sexual, por su vinculación a la socialización 53 La ENSS incluye dos enunciados al respecto. El primero, una pregunta filtro ‘¿Y utilizó Ud. o su pareja alguna protección para evitar el posible contagio de alguna enfermedad de transmisión sexual, VIH/SIDA o hepatitis?’ (P15), cuyas respuestas pueden ser: 1.) Sí, la utilizó Ud; 2.) Sí, la utilizó su pareja; 3.) Sí, la utilizaron ambos; 4.) No utilizaron ninguna protección; y 5.) No fue necesario, por el tipo de práctica. Tras esta se plantea una variable multirespuesta ‘¿Cuál o cuáles?’ (P15a), con los siguientes ítems: 1.) Preservativo masculino; 2.) Preservativo femenino; 3.) Cuadrantes de látex; y 4.) Otros. 54 Ver pie de página número 39 para las estadísticas por grupos de edad. 55 Se vincula una mayor insatisfacción a un debut temprano (el 4’76% de 60 a 69 años y el 6’45% de 70 a 85 años) que a un debut tardío (el 2’48% y el 2’83% respectivamente) (Tabla 11). 56 Se relaciona un sentimiento mayor de culpa en las relaciones precoces (el 11’64% de 60 a 69 años y el 9’02% de 70 a 85 años) que tardías (el 0’84% y el 4’67%) (Tabla 15). 57 Se asocia mayor miedo a debuts tempranos (el 23’45% de 60 a 69 años y el 19’83% de 70 a 85 años) que a tardíos (el 9’4% y el 10’28% respectivamente) (Tabla 13). 58 Conecta la sensación de tristeza con el debut temprano (el 6’21% de 60 a 69 años y el 0’82% de 70 a 85 años) más que con el tardío (el 0’85% de 60 a 69 años y el 0’93% de 70 a 85 años) (Tabla 16). 59 Y se explica mejor la desconfianza en relaciones tempranas (el 15’17% de 60 a 69 años y el 20’66% de 70 a 85 años) que tardías (el 4’27% y el 6’54%) (Tabla 14). 18 de los individuos y consecuentemente en la educación sexual recibida. Una ideología progresista60 y una ausencia de religiosidad61 se relacionan con un debut temprano, mientras que un ideario conservador y una considerable influencia de la religión con una práctica tardía. La diferencia entre géneros viene señalada por el grado de influencia de ambas variables, siendo la ideología la de mayor peso en los varones62 (Tabla 17) y el grado de religiosidad en las mujeres63 (Tabla 18), tendencias pronunciadas en la generación de mayor edad lo que sugiere el peso tanto de las normas sociales como de las religiosas respecto al mantenimiento de la virginidad antes del matrimonio (Bozon, 1993, 1996). Asimismo el nivel educativo64 define la edad de inicio del calendario sexual. Dado los bajos niveles educativos de estas generaciones, mujeres y hombres de ambos grupos de edades, en su mayoría alcanzaron niveles educativos primarios (Tabla 16 y 17). Estudios previos realizados en países europeos (Bozon, 1993, 1996; Bozon & kontula, 1997), vinculan los menores niveles educativos con un debut temprano y los niveles superiores con iniciaciones más tardías, siendo ésta una relación más visible para el género femenino. Se fundamenta este fenómeno en el hecho de que las personas con mayores niveles educativos alargan más su adolescencia y la dependencia familiar y la consecuente protección (Bozon, 1993, 1996). No obstante, en el contexto español, se debe tener en cuenta también la influencia religiosa, no solo como norma social de comportamiento establecida sino también en su incorporación al sistema educativo por el nacionalcatolicismo. Sin embargo, grosso modo, se repite esta tendencia. Curiosamente, los varones sin estudios protagonizaron iniciaciones sexuales tardías, así como quienes presentan niveles educativos superiores. Los estudios básicos y medios se vinculan a debuts 60 En la ENSS a través de una escala se plantea la ideología de pertenencia con la siguiente enunciación ‘Cuando se habla de política se utilizan normalmente las expresiones izquierda y derecha. En esta tarjeta hay una serie de casillas que van de izquierda a derecha. ¿En qué casilla se colocaría Ud.?’ (P51). Esta variable ha sido recodificada pasando a convertirse en ordinal según las representaciones principales: izquierda, centro y derecha. 61 El grado y pertenencia religiosa se analiza a partir de dos cuestiones en la ENSS. La primera, como pregunta filtro, dicta ‘¿Cómo se define Ud. en materia religiosa: católico/a, creyente de otra religión, no creyente o ateo/a?’ (P50), siendo las posibles respuestas: 1.) Católico/a; 2.) Creyente de otra religión; 3.) No creyente; y 4.) Ateo/a. El segundo enunciado es ‘¿Con qué frecuencia asiste Ud. a misa u otros oficios religiosos, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social, por ejemplo, bodas, comuniones o funerales?’ (P50a), siendo las opciones de respuesta: 1.) Casi nunca; 2.) Varias veces al año; 3.) Alguna vez al mes; 4.) Casi todos los domingos y festivos, y 5.) Varias veces a la semana. 62 El 60’92% de varones de 60 a 69 años (Somers: 0’134) y el 63’38% de 70 a 85 años (Somers: 0’136) con un debut temprano se vinculan a una ideología de izquierdas; mientras que son el 56’67% y el 52’38%, respectivamente, con ideología de izquierda y relaciones tardías. Respecto a la religión, el 57’06% y el 54’55%, respectivamente, con un bajo grado de religiosidad presentan un debut temprano, al igual que los ateos que son el 45% y el 65’22% (Tabla 17). 63 En las mujeres, el 66’67% de 60 a 69 años (Somers: 0’133) y el 60% de 70 a 85 años (Somers: 0’234) que se consideran ateas presentan un debut temprano; y las que se definen como religiosas (independientemente del grado) protagonizaron un debut tardío. En el caso de la ideología, el 68’57% y el 74’07%, respectivamente, de autoidentificación con ideología conservadora presentan un debut tardío (Tabla 18). 64 Se analiza el nivel de estudios a partir de la ENSS con dos cuestiones. La primera, una pregunta filtro, ‘¿Ha ido Ud. a la escuela o cursado algún tipo de estudios?’ (P59), con las opciones de respuesta: 1.) No, es analfabeto/a; 2.) No, pero sabe leer y escribir; y 3.) Sí, ha ido a la escuela. Y la segunda, una pregunta abierta, que anuncia ‘¿Cuáles son los estudios de más alto nivel oficial que Ud. ha cursado (con independencia de que los haya terminado o no)? Por favor, especifique lo más posible, diciéndome el curso en que estaba cuando los terminó (o los interrumpió), y también el nombre que tenían entonces esos estudios’ (P59a). 19 tempranos. En las mujeres se repite una pauta65 similar, sin embargo quienes presentan niveles educativos superiores protagonizaron debuts tempranos. El nivel de instrucción puede estar relacionado con un mayor conocimiento de los métodos anticonceptivos y de su eficacia, sobre todo en el grupo de edad de 60 a 69 años lo que empujaría a mantener relaciones tempranas. No obstante, aquello que podría determinar en mayor medida el inicio del calendario sexual es el origen social de las personas. No podemos conocer los niveles socioeconómicos de la familia de origen de las personas encuestadas, por ello, se observará el estatus socioeconómico66. Investigaciones precedentes (Bozon, 1993, 1996, 2012; Bozon & kontula, 1997) concluyen que la clase trabajadora inicia sus relaciones sexuales antes que las capas más altas de la sociedad, constatando que los trabajadores manuales son un año de mediana más precoces que los directivos (Bozon, 1996). La misma tendencia se observa en el contexto español: mientras las clases más altas protagonizaron debuts tardíos, las clases más bajas se corresponden con debuts tempranos. Sin embargo existen diferencias por géneros siendo los varones más propensos a mantener relaciones precoces independientemente de su origen social67, además de ser una propensión marcadamente más visible en las generaciones longevas. 4.2. Edad del debut sexual y personalidad Dos cuestiones planteadas en la ENSS demuestran cómo la personalidad influye en la decisión de perder la virginidad68. Partimos de la suposición que aquellas personas más aventureras y autónomas protagonizan relaciones sexuales precoces, puesto que estos rasgos de personalidad evidencian la búsqueda de sensaciones e impulsividad y la libertad. Al contrario de lo que ocurriría con aquellas personas que se definen como tranquilas y dependientes, que siempre mostrarán más docilidad y pasividad, y otorgaran importancia a una correcta autoproyección personal, cumplimiento con las pautas sociales establecidas y por lo tanto manteniendo su primera relación sexual dentro del matrimonio. 65 El 53’85% de varones de 60 a 69 años y el 60’66% de 70 a 85 años presentan un debut tardío, al igual que quienes obtuvieron niveles superiores, el 52’95% y el 50%. El debut precoz se vincula a estudios primarios (el 57’26% y el 58’62%), secundarios (el 58’7% y el 61’9%) y a la formación profesional (59’26% y el 75%). Por otro lado, el 58’97 de mujeres de 60 a 65 años y el 49’25% de 70 a 85 años sin instrucción, así como el 63’58% y el 65% con niveles primarios protagonizaron un debut tardío. También quienes estudiaron formación profesional, el 73’33% y el 57’14%. El 60’53% y el 50% con estudios secundarios, y el 55’56% y el 57’14 con universitarios caracterizan un debut temprano. 66 Esta variable está construida por el CIS a partir de la conjunción de variables como la ocupación, la situación laboral, los ingresos y el nivel de estudios. 67 El 54’84% de varones de 60 a 85 años y el 75% de 70 a 85 años que pertenecen a la clase alta presentan un debut tardío. Los porcentajes vinculados a este tipo de debut disminuyen progresivamente hasta ubicarse en el 38’89% y el 43’75% de los obreros no cualificados. Lo mismo ocurre con las mujeres, siendo el 54’84% y el 76% de la clase alta y el 65’91 y el 59’46% de obreras cualificadas con debuts tardíos (Tabla 16 y 17). 68 Las cuestiones que analizan la personalidad de las personas en la ENSS son de tipo nominal. La primera, que anuncia ‘¿Cuál de las dos frases siguientes se aproxima más a su forma de ser?’ (P49), con las opciones de respuesta: 1.) Busca la aventura y el riesgo, quiere una vida emocionante; y 2.) Evita cualquier cosa que pueda poner en peligro su seguridad. Y la segunda, que formula ‘¿Y entre las dos siguientes? (P49a), con los ítems: 1.) Le gusta tomar sus propias decisiones sin tener en cuenta lo que opinen los demás; y 2.) Necesita la aprobación de las demás personas para poder tomar decisiones. 20 La principal característica es la diferente autodefinición por género. La dicotomía ‘tranquilidad Vs aventura’ presenta diferencias para el género masculino (Tabla 19) vinculándose la cualidad ‘aventura’ a un debut inicial, y ‘tranquilidad’ a uno tardío; pero no para el femenino, puesto que más del 90% de ellas busca la tranquilidad. Y lo mismo, pero a la inversa le ocurre al par ‘autonomía Vs dependencia’ (Tabla 20), donde la autonomía define a quienes mantuvieron relaciones tempranamente, y por lo tanto, la dependencia a una práctica tardía; donde los hombres se distribuyen a partes iguales independientemente del inicio de su calendario sexual69. No obstante, deberíamos cuestionarnos si estos atributos de la personalidad definen una edad de inició determinada o si forman parte del aprendizaje de los roles designados a cada género. 4.3. Edad del debut sexual y el comportamiento sexual posterior Nos descubren los datos de la ENSS los efectos que tiene haber experimentado un inicio del calendario sexual temprano o tardío con la trayectoria sexual posterior. Estos resultados vienen igualmente determinados por el contexto de cada generación y género, y en nuestro caso, también por la edad del público objeto de estudio, es decir, que se observarían de manera más exagerada si tratáramos generaciones adultas y no edades longevas, puesto que el peso del estado de la salud tiene grandes influencia sobre las prácticas sexuales actuales de esta población. A este respecto, uno de los primeros aspectos a observar es el mantenimiento o la interrupción de las prácticas sexuales actuales. Una iniciación temprana se relaciona con una prolongada trayectoria sexual, dado que se inician con anterioridad, con un mayor número de parejas70 y con una mayor periodicidad y diversidad de prácticas (Bozon, 1993, 1996, 2012). Una vez más el género determina diferencias. Sólo los varones con un debut precoz, a edades longevas continúan manteniendo relaciones sexuales con su pareja estable en mayor 69 En los varones, el 10’96% de 60 a 69 años (Cramer: 0’106) y el 4’2% de 70 a 85 años (Cramer: 0’082) que se decantan por la aventura se asocian con debut temprano, y el 94’92% y el 97’2% que se identifica con seguridad a debut tardío (tabla 19). Respecto al par ‘Autonomía vs dependencia’ se reparten de modo similar entre aquellos con debut tardío o temprano: el 43’17% se definen como independientes y el 47’97% como dependientes (Tabla 20). En las mujeres, el 41’38% de 60 a 69 años y el 39% de 70 a 85 años que se definen independientes protagonizaron un debut temprano, y el 59’01% y el 76’6% que se identifican con la dependencia uno tardío. El par ‘aventura/ tranquilidad’ no presenta diferencias según el tipo de debut: se inscriben con tranquilidad el 93’4% y el 96’29% respectivamente. 70 Una iniciación a la sexualidad temprana acarrea una vida sexual larga y un mayor número de parejas, hecho que se justifica por la diferencia en la duración y cantidad de periodos sin pareja estable, en los que se incrementa el número de parejas en las personas con debuts precoces (Bozon, 1993, 1996, 2012). Acontece este fenómeno en ambos géneros, no obstante es extremo en los varones. Sin embargo no se puede constatar esta tendencia en las personas longevas puesto que esta variable está acotada temporalmente para una época reciente (el último año). El número de parejas durante el último año se presenta como indicador de la actitud hacia la sexualidad; no obstante, tampoco podemos analizar este dato puesto que la muestra se compone sólo de aquellas personas que mantienen relaciones sexuales con una pareja estable, lo que originaría un sesgo destacable. Y si se llevará a término, lo que se describiría sería la infidelidad sexual de las personas con pareja durante el último año. Otros aspectos relacionados, imposibles de determinar con los datos de la ENSS, son cuántas parejas hubo durante el periodo pre-conyugal y su duración, la pareja con la que se inició la relación de pareja o el número de parejas estables (con matrimonio o cohabitación o las rupturas) y la duración de éstas, todo ello influido por un debut sexual temprano o tardío y con situaciones divergentes para cada género (Bozon, 1993, 1996, 2012). 21 proporción que quienes se iniciaron tardíamente (Tabla 21). Por lo tanto, su vida sexual se dilata no solo porque ésta comienza con anterioridad sino también porque su interrupción se pospone. No obstante, no acontece de igual modo en ambas generaciones, siendo este hecho más evidente en el grupo de menor edad (de 60 a 69 años), posiblemente porque con la edad la frecuencia de prácticas desciende. En las mujeres, otro tipo de factores, como por ejemplo disponer de pareja estable, parece que intervienen en mayor grado para la continuidad de las relaciones sexuales que la edad del debut sexual71, dado que su calendario de inicio sexual se vincula a su calendario conyugal. En cuanto a la frecuencia de las relaciones sexuales y a la frecuencia deseada de éstas, según estudios precedentes (Bozon, 1993, 1996) existen diferencias que marca el tipo de debut sobre la frecuencia, a pesar de que el número de relaciones sexuales disminuya con la edad. Sin embargo, y como constatan los datos de la ENSS, la edad del debut sexual sólo interviene en el género masculino y a través de la frecuencia deseada y no de la frecuencia real. Y en las mujeres ninguna de ambas variables se vincula a la edad del debut sexual, puesto que las prácticas disminuyen considerablemente con la edad y todas quieren mantener la misma periodicidad72 (Tabla 22 y 23). Los varones de 60 a 69 años afirman mantener una asiduidad de una vez a la semana73 y en la generación más longeva existe una diversificación en el intervalo de relaciones, la divergencia entre un debut temprano o tardío se obtiene del anhelo de aumentarlas en quienes se iniciaron tempranamente y de mantener la misma constancia en quienes lo hicieron tardíamente. 71 La variable mantenimiento de las relaciones sexuales se ha construido a partir de diversas variables como la disposición de una pareja estable o las prácticas sexuales realizadas durante el último año. En los varones, el 87’25% de 60 a 69 años (Cramer: 0’087) y el 57’26% de 70 a 85 años (Cramer: 0’087) que prosiguen con las relaciones sexuales caracterizaron un debut temprano, en quienes fue tardío son el el 79’51% y el 50% (Tabla 21). En las mujeres, mantienen las relaciones sexuales el 55’74% y el 26’21% con debut inicial, y el 58’48% y el 26’57% con debut tardío. 72 La frecuencia de relaciones sexuales se plantea en la ENSS a partir del enunciado ‘¿Y con qué frecuencia ha mantenido relaciones sexuales en los últimos doce meses?’ (P29), siendo los ítems de respuesta: 1.) Diariamente; 2.) Cada dos o tres días; 3.) Una vez a la semana; 4.) Una vez cada dos o tres semanas; 5.) Una vez al mes; y 6.) Menos de una vez al mes; que han sido recodificados del siguiente modo: 1.) una o más veces por semana; 2.) Una vez cada dos o tres semanas; y 3.) Una vez al mes. En las mujeres de 60 a 69 años y con debut temprano es de una vez a la semana (el 44’62%), para el resto de grupos de una vez al mes (el 38’95% en el debut tardío de 60 a 69 años, el 56’52% en el debut temprano de 70 a 85 años y el 55’88% en el tardío) (Tabla 22). Respecto a la frecuencia deseada, se plantea en la ENSS siguiendo el enunciado ‘¿Y le gustaría mantener relaciones…’ (P30), contando con las opciones de respuesta: 1.) Con menos frecuencia; 2.) Con la misma frecuencia; 3.) Con más frecuencia; y 4.) Le es indiferente/le da igual. En todos los grupos de mujeres se pretenden mantener la misma periodicidad independientemente del tipo de debut (de 60 a 69 años el 53’73% con debut temprano y el 53’06% de las tardías, y de 70 a 85 años el 40% y el 55’56% respectivamente) (Tabla 23). 73 En los varones, independientemente de la edad de su debut, entre los 60 y los 69 años se mantienen relaciones sexuales una vez a la semana (el 64% del debut precoz y el 45’65% del tardío); y entre los 70 y 85 años se distribuyen en porcentajes similares e independientes de la edad del debut: entre quienes las mantienen una vez a la semana (el 32’84% del debut temprano y el 35’29% del tardío), quienes una vez cada dos o tres semanas (el 31’34% y el 29’41% respectivamente), y quienes es una vez al mes (el 35’82% y el 35’29%) (Tabla 22). Si nos fijamos en la frecuencia de deseo, quienes debutaron precozmente quisieran una frecuencia mayor (el 49’61% de 60 a 69 años, Somers: 0’173; y el 57’35% de 70 a 85 años); y quienes lo hicieron tardíamente la misma periodicidad (el 47’92% y el 47’17% respectivamente) (Tabla 23). 22 Así mismo, se confirma una mayor variedad de hábitos sexuales en aquellas personas con una iniciación precoz, aunque los resultados divergen por generaciones y géneros. Por ejemplo, y respecto al sexo coital (Tabla 24), la práctica más habitual en edades longevas, se observa la influencia del tipo debut en la frecuencia de su práctica74, aunque con divergencias de género y edad: Los varones con experiencias precoces mantienen más prácticas vaginales que aquellos con experiencias tardías, tendencia presente en ambas generaciones, aunque en las mujeres tampoco el tipo de debut interviene en el sexo coital actual75. Y lo mismo ocurre con el sexo oral76 (Tabla 25) y la masturbación mutua77 (Tabla 26), siendo más frecuente entre los/as precoces que los/as tardíos/as, aunque con una menor práctica a medida que aumentan los años, y más habitual en varones que en mujeres. 4.4. Edad del debut sexual, satisfacción y elementos de deseo Cuando se propone estimar la relación entre la importancia otorgada a la sexualidad en la actualidad y el debut sexual, tanto el género como la edad del debut sexual establecen divergencias: se vincula un calendario de iniciación precoz con la otorgación a la sexualidad de mayor importancia78 (Tabla 27) y con una opinión favorable a la afirmación ‘la sexualidad es necesaria para el equilibrio sexual’79 (Tabla 28), presentando los varones mayores grados de aceptación que las mujeres, y decreciendo su importancia con el aumento de edad. Es posible también presuponer que la separación entre amor y sexualidad comportará diferencias respecto a los elementos de deseo. Siendo así, también nos encontramos con divergencias de género. Mientras las mujeres80 siempre priorizan la personalidad como pieza 74 La ENSS plantea una batería de preguntas en las que se incluyen diferentes prácticas sexuales, entre ellas el sexo coital (P27). En el género masculino, y de 60 a 69 años lo realiza el 79’19% de relaciones tempranas frente al 71’31% de tardías (Cramer: 0’101); y el 49’19% y el 37’93% respectivamente de 70 a 85 años (Cramer: 0’113) (Tabla 24). 75 En la ENSS, esta práctica se incluye en la misma batería de enunciados que el sexo coital (P27). En las mujeres con una iniciación temprana su práctica es del 50% de 60 a 64 años y del 18’3% de 70 a 74 años, y con una tardía del 51’46% y del 18’18% respectivamente (Tabla 24). 76 También se incluye en la batería de cuestiones sobre las prácticas sexuales (P27). En la generación de 60 a 64 años, la práctica de sexo oral es del 22’15% en el género masculino y de 9’02% en el femenino en debuts tempranos, y del 13’11% y el 4’09% respectivamente en debuts tardíos. En las longevas es del 2’42%, el 0’97%, 3’7% y 1’4% respectivamente (Tabla 25). 77 La ENSS incorpora esta esta cuestión en la misma batería de prácticas sexuales (P27). Con una iniciación temprana lo practican el 15’57% de las mujeres y el 22’82% de los hombres de 60 a 69 años (Cramer: 0’124); y el 12’9% y el 1’94% de 70 a 85 años respectivamente. Y con debuts tardíos el 18’03%, el 7’41%, el 11’7% y el 3’5% respectivamente (Tabla 26). 78 En otra batería de enunciados de la ENSS se pregunta ‘En la actualidad ¿la sexualidad ocupa un lugar muy importante, bastante, poco o nada importante en su vida?’ (P8), siendo en su origen una variable ordinal se ha recodificado en nominal: 1.) Muy importante; 2.) Bastante importante; 3.) Poco importante; y 4.) Nada importante. Con una iniciación temprana la sexualidad es importante para el 66’67% de hombres y el 43’33% de mujeres de 60 a 69 años, y el 36’29% y el 17’82% respectivamente de 70 a 85 años. Y con un debut tardío son el 62’5% (Cramer: 0’106), el 32’94%, el 42’06% y el 20’42% respectivamente (Tabla 27). 79 La afirmación ‘la sexualidad es necesaria para el equilibrio personal’ se incluye en la ENSS en una batería de enunciados (P6). Con un debut temprano están de acuerdo el 92’52% del género masculino y el 81’03% del femenino de 60 a 69 años (Cramer: 0’111), y el 91’08% y el 82’98% respectivamente de 70 a 85 años (Tabla 28). Y en el debut tardío es del 86’44%, el 77’07%, el 84’91% y el 75% respectivamente. 80 La ENSS incluye una pregunta con la enunciación ‘¿Qué características físicas, de la personalidad o materiales hacen que Ud desee sexualmente a otra(s) persona(s)?’ (P26). Al tratarse de una pregunta 23 fundamental para su atracción sexual, al igual que los varones iniciados tardíamente; los varones con debut temprano se decantan por el físico81 (Tabla 29). Y la misma dinámica vista hasta ahora se establece con el contenido erótico y pornográfico de películas y revistas: produce mayor placer al género masculino que en el femenino, y es más satisfactorio para aquellos con relaciones precoces si se contraponen a las tardías82 (Tabla 30). Finalmente un elemento de deseo en el que la edad del debut sexual determina, aunque solamente en el género femenino, es pensar en fantasías para estimularse sexualmente. Si bien no son un número elevado las mujeres que se excitan con su imaginación, es un hecho predominante en aquellas con calendarios de iniciación temprano83 (Tabla 31). Sería esperable que la valoración global84 (Tabla 32) y la satisfacción sexual con la pareja estable (Tabla 33) también intervinieran en el tipo de debut protagonizado, como se haya en otros estudios (Bozon, 1996). Sin embargo solo acontece en las mujeres longevas (70 a 85 años), donde un debut precoz se vincula a poca satisfacción sexual con la pareja estable85, posiblemente debido a que es la misma persona con la que iniciaron su ciclo sexual. Se explicaría también porque median, además, otros factores relacionados con la evaluación de la relación con la pareja, en términos de sentimientos y de igualdad, dando lugar a una expresión de menor satisfacción general que en los varones de la misma generación. Determinados estudios vinculan en las mujeres las relaciones satisfactorias mantenidas en la juventud (Fernández Hernández, 2006) y en décadas posteriores (Bretschneider & McCoy, 1988) a prácticas sexuales más satisfactorias en la vejez. abierta, y dado que no existen razones materiales destacables, las respuestas han sido recodificadas en tres grupos: el físico, la personalidad y la interacción entre ambas personas. En todos los grupos de mujeres ‘la personalidad’ es el motor de deseo: de 60 a 69 años el 63’44% del debut inicial y el 58’06% del tardío, y el 60% y el 63’54% respectivamente de 70 a 85 años (Tabla 31). 81 En los varones con relaciones tempranas el físico es el componente clave, el 72’03% entre los 60 y 69 años (Somers: 0’185) y el 67’02% de 70 a 85 años (Somers: 0’213); y en las tardías es la personalidad, el 32’97% y el 47’56% respectivamente (Tabla 29). 82 Inserta en una batería de enunciados en la ENSS se valora el grado de satisfacción que produce ‘Ver espectáculos, películas, leer revistas, libros de contenido erótico o pornográfico’ (P19). La satisfacción es en los varones con iniciaciones tempranas del 55’67% de 60 a 69 años (Cramer: 0’184) y el 58’46% de 70 a 85 años (Cramer: 0’171), y en tardías del 54’55% y el 43’18% (Tabla 32). En las mujeres de 60 a 69 años con debut precoz la satisfacción es del el 27’5% y tardío del 15’09%, y de 70 a 85 años del 6’025% y el 9’09% respectivamente. 83 En la ENSS en un batería de enunciados sobre la frecuencia de determinadas acciones se incluye ‘Piensa en fantasías e imágenes seductoras para aumentar su deseo y excitación’ (P28). Las mujeres de 60 a 69 (Cramer: 0’105) están de acuerdo el 30’2% del debut temprano frente al 18’12% del tardío de 60 a 69 años, y de 70 a 85 años el 16’67% frente al 11’76% (Tabla 31). En los varones los porcentajes no muestran diferencias. 84 LA ENSS introduce la pregunta ‘En conjunto, ¿en qué medida está satisfecho/a con la vida sexual que ha tenido?’ (P20), siendo los ítems de respuesta, que han sido recodificados: 1.) Muy satisfecho/a; 2.) Bastante satisfecho/a; 3.) Ni satisfecho ni insatisfecho/a; 4.) Bastante insatisfecho/a; y 5.) Muy insatisfecho/a. No experimenta cambios en función del tipo de debut inicial ni de las generaciones, sino por género: el 89’59% en varones frente al 75’94% de mujeres (Tabla 32). 85 LA ENSS incorpora la cuestión ‘¿Y en general, en las relaciones sexuales que mantiene con su pareja estable, siente Ud…’ (P34) siendo los itmes de respuesta: 1.) Mucha satisfacción; 2.) Bastante satisfacción; 3.) Algo de satisfacción; 4.) Poca satisfacción; y 5.) Ninguna satisfacción; que se ha recodificado en tres respuestas posibles. En las mujeres longevas, de 70 a 85 años (Somers: 0’282), la insatisfacción con la pareja es del 48% con debut inicial frente al 16’67% tardío, y la elevada satisfacción el 12% frente al 19’44%, respectivamente (Tabla 33). En el resto de grupos de población no existe una tendencia clara. 24 4.6. Edad del debut sexual, normas sociales y mitos La entrada a la sexualidad adulta determina el mismo significado del debut, así pues observemos la relación entre las representaciones y los comportamientos para conocer si existen incoherencias. Será esperable que aquellas personas que iniciaron tempranamente sus relaciones sexuales presenten una mayor comprensión hacia las conductas no normativas de la sexualidad, más que aquellas quienes vinculan la sexualidad con el amor y bajo la influencia de la religión. Los datos de la ENSS confirman una mayor aceptación de las relaciones homosexuales en las personas con debuts tempranos que tardíos. Tanto la homosexualidad femenina86 (Tabla 34) como la masculina87 (Tabla 35) son más aceptadas por las mujeres que los varones, con menor rechazo en las generaciones de menor edad. La creencia de que existe una mejor satisfacción sexual cuando existen sentimientos es ampliamente aceptada en la población longeva. Se valora esta cuestión a través del enunciado ‘Sólo puedo tener relaciones si estoy enamorado/a’, con una mayor aprobación entre el género femenino88 que el masculino y obteniéndose diferencias según la edad de inicio del calendario sexual: existe un mayor rechazo en aquellas personas con debut temprano que tardío (Tabla 36). Una cuestión vinculada a la anterior es la influencia de las creencias religiosas, si bien se ha visto que aquellas personas con debut temprano presentan un mayor grado de religiosidad, es de esperar también que apoyen en mayor medida la enunciación ‘Mis creencias religiosas influyen en mi sexualidad’, como confirman los datos de la ENSS, al igual que muestran que es una enunciación aprobada principalmente por las mujeres89 (Tabla 37). 5. RESULTADOS A pesar de los cambios experimentados en los últimos cincuenta años y que han dado lugar a una aproximación en las edades del debut sexual entre géneros, la socialización sexual 86 Se incluye en la ENSS, con la intención de conocer el grado de acuerdo, la afirmación ‘La relación sexual entre dos mujeres es una opción personal tan respetable como las relaciones entre un hombre y una mujer’ (P6). Es más aceptada en la generación de 60 a 69 años por el 66’67% del género femenino (Cramer: 0’109) y el 56’64% del masculino con debut inicial, frente al 56’1% y el 48’7% respectivamente de las tardías. Así como de 70 a 85 años por el 45’26%, el 40’17%, el 33’3% y el 33’3% (Cramer: 0’138) respectivamente (Tabla 34). 87 Con el mismo formato que la enunciación anterior y en la misma batería de enunciados (P6). Es aceptada, en el grupo de 60 a 69 años, por el 63’79% de mujeres y el 53’47% de los varones con debut temprano frente al 57’36% y el 44’64% respectivamente con relaciones tardías; y en el grupo de 70 a 85 años, por el 46’81% (Cramer: 0’116) y el 41’53% frente al 39’06% y al 32%, respectivamente (Tabla 35). 88 Con la intención de conocer el grado de acuerdo, se incluye en la ENSS en una batería de enunciados la siguiente: ‘Sólo puedo tener relaciones sexuales con alguien si estoy enamorado/a’ (P23). En mujeres, es aceptada por el 94’71% de 60 a 69 años y del 97’12% de 70 a 85 años con debut tardío y el 89’08% y el 95’05%, respectivamente, con debut temprano. Y en los varones por el 64’71% (Cramer: 0’230) y el 74’04% (Cramer: 0’342), respectivamente, de debut tardío y el 41’67% y el 40% de tempranas (Tabla 36). 89 En la misma batería de preguntas que la cuestión anterior (P23). Es rechazada por el 70’34% de mujeres de 60 a 69 años y el 49’5% de 70 a 85 años con debut temprano, y por el 58’43% y el 41’18% respectivamente de tardío (Tabla 37). Y en los varones por el 77’55% y el 80’99% (Cramer: 0’19) de debut temprano y el 79’66% y 64’08% del tardío. 25 controla más a las mujeres retrasando su entrada a la sexualidad adulta. El gran control social sobre las mujeres longevas, ejercido en el contexto español por el nacionalcatolicismo de la dictadura franquista, señala consecuencias no sólo en su definición de la sexualidad sino también durante su trayectoria sexual. El vínculo entre los sentimientos y la sexualidad las conduce a que su primera relación sexual se convierta en su primera relación de pareja, manteniendo su virginidad hasta el matrimonio. Por lo tanto, su único recurso posible es la conformidad social o la transgresión oculta, como visibilizó Serrano Vicéns. Por el contrario, en el caso de los hombres, con sus roles de dominación, se valoraba una iniciación temprana, en la que se separan la pareja, el afecto y la conyugalidad, y se entiende su debut sexual como una fase más de su aprendizaje individual, autoconfirmando así, su identidad masculinidad y su virilidad. En todas las generaciones hay individuos que presentan un calendario de entrada a la sexualidad temprano y otros presentan esta experiencia tardíamente. Factores como el origen social, el nivel de estudios o las creencias religiosas determinan la edad de acceso. Un debut tardío se vincula a fuertes creencias religiosas y a ideologías conservadoras, a una concepción de la sexualidad procreativa y a una única pareja. Por el contrario, un debut temprano se asocia a una ideología progresista y a una postura de rechazo a las influencias religiosas. También la edad del debut viene determinada por la personalidad, en las mujeres una entrada temprana se relaciona con la autonomía, y en los hombres con una búsqueda de sensaciones. E interviene asimismo en las creencias y la adopción de las normas sociales, manteniendo una postura de mayor aceptación hacia sexualidades no normativizadas y de rechazo hacía mitos en aquellas personas con un debut temprano, en contraposición al debut tardío, más clásico y tradicional en sus creencias y opiniones acerca de la sexualidad. Ahora bien, el aspecto más relevante que revela la edad de inicio en las generaciones ahora mayores y longevas, es la práctica sexual actual. En las mujeres, influye en el hecho de proseguir con las relaciones sexuales factores como mantener una pareja estable; pero en los varones, la continuidad de sus relaciones viene en gran medida condicionada por el tipo de debut que experimentaron. Los varones con una iniciación precoz presentan una trayectoria sexual más prolongada que aquellos que se iniciaron tardíamente, no sólo porque la comenzaron con anterioridad, sino porque la prosiguen en edades longevas, en contraposición a aquellos quienes las han interrumpido y con debuts tardíos. Asimismo, presentan una vida sexual más variada, tanto en prácticas como en número de parejas, y con un deseo de frecuencia mayor que sus contrarios. La ENSS no nos permite conocer circunstancias como si la persona con la que se experimentó la primera relación sexual sería la posterior pareja estable, con cuántas personas se mantuvieron relaciones sexuales hasta entrar a la vida en pareja o cuántas parejas estables ha tenido y por ende, conocer también el número de rupturas de pareja. Es por este tipo de cuestiones, que el debut inicial se configura como un indicador al relacionar la sexualidad con las relaciones familiares y de pareja. Pero además porque es un reflejo de las actitudes y el comportamiento sexual individual, de las condiciones de vida de las personas, y de la diversidad de situaciones en pareja que protagonizan las personas. En este sentido, se debería prestar más atención a este hecho biográfico, incluyéndolo en estudios y cuestionarios que aborden las relaciones familiares y las modificaciones que se experimentan en su seno. 26 BIBLIOGRAFIA Bajos, Nathalie ; Bozon, Michel & Groupe CSF (2007). ‘Transformation des comportements, immobilité des représentations. Premiers résultats de l’enquête. Contexte de la sexualité en France (2006)’. Informations sociales (144):22-33. Bozon, Michel & Leridon, Henri (1996). Sexuality and the Social Sciences. A French Survey on Sexual Behaviour. Dartmouth Publ. Co, Aldershot Bozon, Michel & Kontula, Osmo (1997). ‘Initiation sexuelle et genre en Europe. Comparaison des évolutions de douze pays européens’. Population (6):1367-1400, [en línea] www.persee.fr/web/.../pop_0032-4663_1997_num_52_6_6516 Bozon, Michel (1991). ‘Les femmes plus âgées que leur conjoint sont-elles atypiques?’. Rev. Population (French Edition), 46(1):152- 159. Bozon, Michel (1993). ‘L’entrée dans la sexualité adulte. Le premier rapport et ses suites. Du calendrier aux attitudes’. Population (5) :1317-1352 [en línea] www.persee.fr/web/.../pop_0032-4663_1993_num_48_5_4104 Bozon, Michel (1996). ‘Reaching adult sexuality: First intercourse and its implications. From calendar to attitudes’. En: Bozon & Leridon, Sexuality and the Social Sciences. A French Survey on Sexual Behaviour, Dartmouth Publ. Co, Aldershot, p. 143-175. Bozon, Michel (2001a). ‘Sexualité et conjugalité’. En Blöss (dir.), La dialectique des rapports hommes-femmes, Presses universitaries de France, Paris, p. 240-259 Bozon, Michel (2003b). ‘A quel âge les femmes et les hommes commencent-ils leur vie sexuelle? Comparaisons mondiales et évolutions récentes’, Population & Sociétés, nº 391, [en línea] http://www.ined.fr/fr/publications/pop_soc/bdd/publication/542/ Bozon, Michel (2012). ‘First intercourse and first relationship: Long anticipated transitions’. En: Bajos & Bozon (Coord.), Sexuality in France. Practiques, gender and health. The Bardwell Press, Oxford, p. 95-123. Bretschneider, Judy G. & McCoy, Norma L (1988). ‘Sexual interest and behavior in healthy 80to 102-year-olds’. Archives of sexual behavior 17(2): 109-129. Celaya, Beatriz (2012). ‘El discurso médico del franquismo: persistencia de un modelo sexualizado de mujer’. En: Osborne, Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad 19301980, Editorial Fundamentos, Madrid, p.193- 215. Fernández Hernández, Marta; Gaviria, María; Muñoz, Francisca; Calvo, Isabel; Coll, Elisabeth & Fuentes, Manuel (2006): ‘Sexualidad en las mujeres mayores’, Atención primaria, 37(9):504- 510 Kontula, Osmo (2003): ‘Trends in teenage sexual behaviour: pregnancies, sexually transmitted infections and HIV infections in Europe’. En: Bajos, Guillaume & Kontula Reproductive health behaviour of young Europeans. Council of Europe Publishing UK Meil Landwerlin, Gerardo (2004). ‘La familia española en el contexto de la Unión Europea’, Rev. Albor, CLXXVIII, 702:421-449. Monferrer, Jordi (2012). ‘Serrano Vicéns: el Kinsey español’. En: Osborne, Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad 1930- 1980. Editorial Fundamentos, Madrid, p. 217-232. Orizo, Francisco Andrés (1991). Los nuevos valores de los españoles: España en la encuesta europea de valores. Madrid: Ediciones SM. Pérez, Jesús (2002). El discurso pedagógico relativo a la sexualidad en España (1940- 1963), Premios nacionales de investigación e innovación educativa, Nº. 1, p. 591-618. Serrano Vicéns, Ramón (1971). La Sexualidad femenina, una investigación estadística y psíquica directa. Colección Apogeo, Ediciones Júcar (4º Edición 1976) Wells, Brooke & Twenge, Jean (2005). ‘Changes in young people’s sexual behavior and attitudes, 1943–1999: A cross-temporal meta-analysis’. Review of General Psychology 9(3):249–261 27