IDENTIDADES INCONSISTENTES. PROFUNDIZANDO EN LOS CONTENIDOS DE LA CIUDADANÍA DE IZQUIERDA

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IDENTIDADES INCONSISTENTES.
PROFUNDIZANDO EN LOS CONTENIDOS DE LA
IDENTIDAD ESTATAL Y AUTONÓMICA DE LA
CIUDADANÍA DE IZQUIERDA
González Fernández, Manuel Tomás. Universidad Pablo de Olavide.
mtgonfer@upo.es
Pablo Ortiz Barquero. Universidad Pablo de Olavide. portbar93@gmail.com
Antonia María Ruíz Jiménez. Universidad Pablo de Olavide. amruiz@upo.es
RESUMEN:
Tradicionalmente, el estudio empírico de la interrelación entre la identidad nacional y
autonómica se ha abordado a través de un enfoque cuantitativo, particularizado en la
célebre escala Moreno. Este tipo de instrumentos han servido para señalar el progresivo
aumento de las adscripciones simultáneas a ambas identidades entre la ciudadanía
española (Muñoz, 2012). El trabajo que aquí se presenta ofrece, desde un enfoque
cualitativo, una aproximación complementaria al estudio de estas formas identitarias
conocidas como “duales”, a través del análisis de 11 grupos de discusión procedentes
del proyecto “Nacionalismo español: praxis y discursos desde la izquierda (19822008)”, realizados en cuatro CC.AA (Andalucía, Galicia, Cataluña y Madrid).
Si bien en Ruiz, González y Jiménez. (2015) se realiza una primera aproximación a la
identidad nacional de los simpatizantes de partidos de izquierda de ámbito estatal,
atendiendo a criterios territoriales y generacionales, en esta nueva explotación del
material discursivo se ha procedido a analizar específica y monográficamente los
contenidos respectivos de las identidades estatales y autonómicas. Así, se ha reconocido
que la forma en que la que la ciudadanía de izquierda articula ambas identidades es
enormemente compleja: si bien en un plano superficial los sujetos parecen adherirse
simétricamente a ambos niveles identitarios, los desarrollos argumentales muestran
cómo esta simetría es matizada y reformulada en favor de la identidad autonómica. En
ese sentido, mientras que las identidades autonómicas –que aparecen como
“naturalizadas” y con mayor connotación afectiva- son construidas discursivamente en
torno a elementos de carácter étnico - cultural (las tradiciones, la lengua, el clima, el
territorio, etc.), la identidad nacional es enunciada en términos político-administrativos.
Ello muestra una notable inconsistencia en lo que respecta a las identidades
duales de los ciudadanos de izquierda. A partir de los planteamientos que conciben los
discursos en su condición de prácticas estratégicas (en especial, los trabajos de
Goffman), esta inconsistencia cobra sentido: los discursos sobre la esfera identitaria no
serían la expresión de un sistema cultural estable, coherente e integrado, sino que serían
prácticas inmersas en un escenario conflictivo de legitimidades en pugna. Todo ello
viene a poner de manifiesto el carácter complejo y poliédrico de las identidades
nacionales y subestatales, que no se presentan de modo esencial y estable, sino que
están sujetas a múltiples constricciones estructurales y situacionales.
Palabras clave: Identidad dual, identidad nacional española, identidad autonómica,
grupos de discusión, ciudadanía de izquierda.
1. INTRODUCCIÓN
1.1.
DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE INVESTIGACIÓN
Este trabajo se plantea profundizar en el estudio de la identidad nacional y
regional de la ciudadanía española de izquierda. Más concretamente, nos interesa
estudiar el modo en que opera la identidad dual, analizando los elementos en que se
sustentan las distintas identidades y observando cómo éstos varían en función de
determinadas dimensiones (fundamentalmente, el territorio de origen y demás variables
relativas al perfil de los sujetos, tales como el sexo, la dimensión ideológica, la variable
generacional, el nivel de estudios y el entorno rural o urbano). El examen
pormenorizado de los discursos de los sujetos en el marco de 11 grupos de discusión –
procedentes “Nacionalismo español: praxis y discursos desde la izquierda (1982-2008)”
(CSO2008-01182CPOL) 1, realizados en cuatro CC.AA. (Andalucía, Galicia, Cataluña
y Madrid)- nos permitirá ahondar en la naturaleza de esta identidad dual y dar cuenta de
las tensiones entre la identificación nacional y regional.
1.2.
HIPÓTESIS DE TRABAJO
El análisis que planteamos gira en torno a tres cuestiones fundamentales:
1. ¿Los ciudadanos españoles de izquierda manifiestan una identidad
relativamente homogénea o una diversidad identitaria en lo que respecta
al ámbito nacional y autonómico?
2. Cuando los ciudadanos españoles de izquierda exhiben una identidad
dual, ¿responden ambas identidades a la misma naturaleza y
fundamentación?
3. En los casos en los que los ciudadanos españoles de izquierda
manifiestan una identidad compartida, ¿en qué medida son los elementos
que componen las distintas identidades sustancialmente diferentes en
naturaleza y peso?
De estas preguntas se desprenden las tres hipótesis-guía de las que parte nuestro
estudio:
•
•
1
Hipótesis 1: puede reconocerse una diversidad identitaria entre los
ciudadanos españoles de izquierda, esto es, diferentes articulaciones de la
identidad nacional española y las identidades autonómicas.
Hipótesis 2: en los casos de identidad dual, la naturaleza de la identidad
nacional y de la identidad autonómica de los ciudadanos españoles de
izquierda es esencialmente diferente.
Para consultar todo el material del proyecto, ver:
http://www.upo.es/proyectos/nacionalismo_esp/index.jsp (consultado octubre 2015).
•
Hipótesis 3: las identidades autonómicas se apoyan en elementos étnicos
y culturales mientras que la identidad nacional española se basa en rasgos
formales de carácter político-administrativo. La vinculación de la
ciudadanía española de izquierda con la identidad autonómica es más
intensa que con la identidad nacional.
2. MARCO TEÓRICO
2.1. PRINCIPALES ENFOQUES TEÓRICOS SOBRE EL NACIONALISMO
En los inicios del estudio del fenómeno nacionalista predominaban una serie de
enfoques asentados en lo que se ha venido a denominar, en palabras de Smith, como “el
mito de las naciones” (Smith, 1999: 57-58). Estas teorías, denominadas primordialistas,
esencialistas u organicistas, parten de la consideración de las naciones como entidades
preexistentes a cualquier tipo de formulación nacionalista, que preceden incluso, al
Estado moderno. Desde esta perspectiva, la nación es un organismo sujeto a evolución,
que unas veces se encuentra “dormido” y otras “despierta” súbitamente. La identidad
nacional sería algo a desvelar, una realidad primaria a veces oculta para los sujetos tras
una forma de “falsa conciencia” que no podría ser objeto de gradación ni mixtificación
(no se concebirían, por tanto, las manifestaciones de identidad dual) (Muñoz, 2008: 7).
Estos planteamientos enfatizan a su vez las características primordiales de la nación:
lengua, raza, etnia, cultura, etc., se presentan como atributos naturalizados inscritos en
la esencia misma de la nación. En resumen, desde las tesis primordialistas la nación es
concebida como una entidad de carácter natural, intemporal y persistente (Serrano,
1995: 17).
A medida que la perspectiva primordialista fue perdiendo relevancia en la esfera
académica, otro nuevo paradigma fue ganando protagonismo. Este nuevo enfoque
dominante (que aún a día de hoy ocupa un lugar central en los debates sobre el
nacionalismo) es el modernismo. El modernismo hace hincapié en la necesidad de
establecer los vínculos entre el proceso de modernización y la emergencia y difusión de
las naciones y el nacionalismo. Desde este prisma, la nación es un fenómeno
intrínsecamente moderno que no aparecería hasta finales del siglo XVIII y cuyo origen
estaría estrechamente vinculado a determinados proyectos políticos (Muñoz, 2008: 7).
Tal y como se encargan de señalar algunos de los principales exponentes de este
enfoque, como Gellner o Anderson, no se puede comprender el fenómeno nacionalista
sin reparar en factores como el desarrollo del capitalismo, la industrialización, el
surgimiento de la imprenta o la intensificación de las comunicaciones a nivel supranacional (Muñoz, 2008: 8). Alejándose de cualquier explicación esencialista, se pone el
foco en la condición de las naciones en cuanto contingencias históricas, es decir, como
entidades inscritas en unas determinadas coordenadas socio-históricas (“las naciones
son constructos de las convicciones, fidelidades y solidaridades de los hombres”
(Gellner, 2008: 73-75).
Recientemente se han realizado numerosas (y plausibles) críticas al modernismo
desde la denominada perspectiva etnosimbólica (Smith, 2001), sin embargo, el
modernismo continúa siendo el enfoque hegemónico. Dada la excelente salud del
modernismo y la operatividad de sus conceptos y métodos, lo consideraremos como el
enfoque de referencia en nuestro trabajo. En este sentido, un concepto que ayuda a
entender la naturaleza de las identidades nacionales es el de comunidad imaginada. La
nación, sostiene Anderson, se presenta como una comunidad política imaginada en la
medida en que entre sus miembros se establece un universo simbólico de referencia en
base a la idea de afinidad y semejanza y aun cuando la mayor parte de los mismos no se
conocerán los unos a los otros (Anderson, 1983: 23). Considerando este componente
creativo e imaginario, la nación se nos muestra como un elemento dinámico, maleable,
flexible y mutable. En este punto, lo interesante es estudiar cómo los actores sociales
“piensan” y construyen la nación en determinados contextos históricos.
La identidad nacional sería por tanto el tipo específico de identidad colectiva a
partir de la cual se proyectaría la nación. Ahora bien, el de la identidad colectiva es un
campo profundamente conflictivo, puesto que los grupos sociales suelen rivalizar por
implantar o extender sus representaciones. Que una identidad colectiva se convierta en
hegemónica dependerá de la capacidad de los grupos sociales para que su concepción de
la identidad sea aceptada por el resto. En palabras de Bourdieu: “las luchas sobre la
identidad étnica o regional, es de decir, respecto a propiedades (estigmas o emblemas)
vinculadas en su origen al lugar de origen y sus señales correlativas, como el acento,
constituyen un caso particular de las luchas de clases, luchas por el monopolio respecto
al poder de hacer ver y hacer creer, hacer conocer y reconocer, imponer la definición
legítima de las divisiones del mundo social y a través de esto, hacer y deshacer los
grupos…” (Bourdieu, 1985: 88).
Asumiendo la condición conflictiva de las identidades colectivas, y
considerando que estas permanecen constantemente abiertas a nuevas reformulaciones,
podemos entender que puedan convivir simultáneamente. La identidad nacional puede
así desplegarse al mismo tiempo que otro tipo de identidades políticas, como las
regionales (también denominadas subestatales), las supranacionales, o incluso religiosas
o de género. En este punto, nos situamos ya plenamente en el objeto de estudio de
nuestro trabajo: la identidad dual.
2.2.
EL ESTUDIO DE LA IDENTIDAD NACIONAL EN ESPAÑA: ESTADO
DE LA CUESTIÓN
En el caso español existe una abundante literatura sobre el fenómeno identitario.
Destacan los trabajos de Moreno, quien además de elaborar la conocida escala para la
medición de la identidad (la conocida como escala Moreno, si bien fue Juan Linz el
primero en hacer uso de ella), ha estudiado en profundidad el caso español, acuñando el
término de “concurrencia múltiple etnoterritorial” para hacer referencia a la coexistencia
y a las relaciones, más o menos conflictivas, entre distintas expresiones de movilización
sociopolítica de carácter étnico. Asimismo, Moreno ha indagado sobre el papel de las
identidades en las dinámicas de competición y solidaridad interterritorial que
caracterizan al federalismo imperfecto español (Moreno, 2008).
En lo que respecta al nacionalismo español, es imprescindible el trabajo de
Muñoz, que realiza un exhaustivo estudio de la identidad nacional española
contemporánea, examinando el tránsito desde el nacional-catolicismo franquista hasta el
patriotismo democrático (Muñoz, 2008). En lo que respecta a la relación de los partidos
políticos con la idea de España, hay que resaltar el trabajo de Ferri (Ferri, 2013).
También resultan ineludibles los estudios de Bastida (Bastida, 1998) y Núñez Seixas
(Núñez, 1999). Y desde una perspectiva más historiográfica, hay que subrayar la
excelente compilación a cargo de Morales, Fusi y De Blas, que supone una completa
revisión histórica sobre la nación española (Morales et al, 2013).
Al mismo tiempo, existe una amplia gama de investigaciones sobre los
nacionalismos periféricos. Sólo por destacar algunas: en relación a los nacionalismos
vasco y catalán, los trabajos de Serrano (1995) y Pérez-Agote (2008); y sobre los
nacionalismos andaluz, gallego y canario, Moreno (2008), Máiz (2000) y Hernández
(1992), respectivamente.
2.3.
LA IDENTIDAD DUAL EN EL CASO ESPAÑOL: EVOLUCIÓN Y
TENDENCIAS
La transición hacia la democracia y la progresiva implantación del Estado de las
Autonomías trajo consigo un nuevo modelo de organización político-territorial que
vendría a acomodarse al carácter pluriétnico de España. Este nuevo marco, que ha
venido a describirse como de concurrencia múltiple etnoterritorial, generaría en su
desarrollo unas específicas pautas de movilización política y competencia territorial.
Sin embargo, este amplio proceso “federalizante” no sólo tendría repercusiones a
nivel gubernamental, es decir, en cuanto al reparto competencial, sino que también
provocaría efectos sobre los ligámenes afectivos de los ciudadanos. De esta forma, el
desarrollo del Estado de las Autonomías y al ambivalente proceso de construcción de la
nación española se traducirían en la adscripción simultánea de los ciudadanos a ambos
ámbitos espaciales: al nacional/estatal o español y al etnoterritorial o autonómico
(Moreno, 2008: 82). Estas lealtades compartidas, utilizadas con cautela, constituyen un
útil metodológico idóneo para la interpretación de los diferentes grados de consenso y
disenso respecto de la fórmula político-territorial española. De hecho, se ha constatado
la relación existente entre la autoidentificación y la preferencia por según qué tipo de
modelo de organización político-territorial. Tal y como señalan Jiménez y Navarro,
desde mediados de los años 90 y hasta principios de la primera década del año 2000,
existe un creciente acuerdo sobre el modelo autonómico vigente: la mayoría de los que
declaran identidades duales, junto con los más españolistas e incluso los más
autonomistas parecen mostrarse satisfechos con el Estado de las Autonomías. Sin
embargo, esta tendencia parece agotarse con los datos de 2011 y 2013, cuando parece
existir un retroceso en el apoyo al modelo territorial actual y un incremento del apoyo
hacia un modelo más centralista (de forma muy acusada entre los más españolistas, y en
menor medida, entre aquellos que exhiben identidad dual) (Jiménez y Navarro, 2015:
7).
Todos los trabajos coinciden en señalar el progresivo aumento de la identidad
dual en el caso español. A partir de las numerosas encuestas que hacen uso de la escala
Moreno, puede apreciarse la consolidación de la identidad dual en detrimento de las
identidades exclusivas (tanto nacionales o españolas como autonómicas): con
porcentajes inferiores al 40% a comienzos de los ochenta, la identidad dual superaría
ampliamente el 50% en casi todos los años de las dos décadas posteriores (Jiménez y
Navarro, 2015: 9). Una pauta específica la marcarían tanto Cataluña como el País
Vasco. Mientras que la identidad exclusiva catalana ha registrado en las últimas décadas
un repunte, la autoidentificación de los ciudadanos catalanes resulta, en general,
bastante equilibrada a lo largo del tiempo. Por otra parte, a finales de los 80 y principios
de los 90, la identidad exclusiva vasca llegó a arrojar cifras al 30 % (hay que tener en
cuenta, evidentemente, la enorme presión del fenómeno terrorista), para más tarde
reequilibrarse, estabilizándose la identidad compartida en torno al 60% (Moreno, 2008:
83).
3. DISEÑO METODOLÓGICO
Como se ha planteado más arriba, este trabajo se ha propuesto una nueva
explotación de los datos cualitativos procedentes de 11 grupos de discusión que
formaron parte del proyecto “Nacionalismo Español”, que formaron parte, entre otros
materiales, del esquema metodológico del citado proyecto. El diseño de la muestra y los
principales planteamientos y resultados se pueden encontrar Ruiz, González y Jiménez
(2015), donde se hace una aproximación general al análisis discursivo sobre los
principales elementos y dificultades que expresa la ciudadanía de izquierdas a la hora de
desplegar una identidad nacional española. La aportación original, en este caso, ha
consistido en focalizarnos en uno de los elementos más llamativos de ese análisis
transversal: la peculiar expresión de diferentes formas de aproximación a las identidades
nacional y autonómica entre quienes manifestaban una posición dual. Para ello se
procedió a un nuevo análisis con un protocolo específico de codificación que
respondiese a ese objeto.
4. RESULTADOS
4.1. DIVERSIDAD IDENTITARIA Y CONTEXTUALIZACIÓN
La literatura ha constatado la diversidad identitaria de los ciudadanos españoles,
principalmente por medio de técnicas cuantitativas (a título de ejemplo, Moreno, 1997).
La pluralidad de reivindicaciones de carácter etnoterritorial, junto a la riqueza y
variedad cultural, hacen del español un caso peculiar. La frase formulada por Linz allá
por los años 70, viene a sintetizar perfectamente esta complejidad: “España es hoy un
Estado para todos los españoles, una nación-Estado para una gran parte de ellos, y sólo
un Estado –pero no una nación– para algunas minorías importantes” (Linz, 1973).
Los discursos de los ciudadanos de izquierda respecto a la identidad, en
consonancia con los resultados de los estudios cuantitativos, ofrecen una imagen de
gran heterogeneidad. Son varios los modelos identitarios que pueden extraerse de los
discursos de los participantes de los grupos de discusión, los cuales presentan diferentes
grados de consistencia y cristalización. Al igual que en las aproximaciones
cuantitativas, el modelo dual resulta ser el predominante, ya que a él se acogen la mayor
parte de los sujetos. Y no es sólo que sea mayoritario en un sentido estrictamente
numérico, sino que además supone un discurso hegemónico que ocupa una posición de
preponderancia en el sistema de discursos.
En cuanto a las identidades exclusivas, estas son reconocibles, por un lado,
especialmente en los grupos de discusión catalanes (en la vertiente autonomista), y por
otro, más puntualmente, en los grupos madrileños y en ciertos participantes de mayor
edad (en la vertiente españolista).
4.2.
IDENTIDAD DUAL: ESQUEMAS Y CONTENIDOS
Por tanto, los discursos de los ciudadanos de izquierda muestran que el modo en
que éstos articulan su identidad nacional y autonómica dista mucho de ser unívoco. Al
contrario, las configuraciones identitarias dibujan un escenario de gran diversidad,
sobresaliendo, eso sí, la identidad dual en tanto modelo mayoritario y dominante. Al
mismo tiempo, dentro del modelo identitario dual es posible distinguir dos esquemas
diferentes, lo que añade aún más complejidad a un escenario marcado ya de por sí por la
heterogeneidad. Estos dos esquemas no son tipologías cerradas, sino que más bien
constituyen un continuum en el que los individuos se mueven estratégicamente. De
hecho, gran parte de las razones y argumentos sostenidos por sujetos inscritos en los dos
esquemas terminan por coincidir, lo que demuestra que muchas de las tensiones y retos
a los que se enfrentan los ciudadanos de izquierda a la hora de elaborar sus discursos
acerca de la identidad son comunes. De igual forma, la construcción discursiva de las
identidades pivota en torno a los mismos elementos, imágenes y representaciones.
En primer lugar, encontramos un modelo dual polarizado (no muy numeroso en
el conjunto de los grupos de discusión) en el que una de las dos identidades ocupa un
lugar central en el discurso de los sujetos, relegándose la otra a una posición secundaria.
Discursivamente, este modelo parece confundirse en determinados momentos con
aquellos de corte exclusivo. Sin embargo, lo que distingue a este modelo dual
polarizado es que si bien la identificación se orienta hacia una dirección de manera
manifiesta, no se niega ni rechaza la otra identidad (como sí ocurre en los modelos
exclusivos). Aún con un desequilibrio ostensible, la dualidad está presente. El modelo
dual polarizado se despliega en la mayor parte de los casos en su vertiente autonomista:
ejemplos de este tipo pueden verse en los grupos gallegos (sobre todo, G1) y andaluces
(A2 y A3).
Este modelo dual polarizado ocupa un lugar comprometido en el espacio de
discursos de los ciudadanos de izquierda. A medio camino entre el discurso identitario
exclusivo y el del modelo dual asimétrico (pero más próximo a aquél), supone una
postura comprometida en la medida en que se acerca peligrosamente a discursos que
reciben poco valor social. De hecho, la débil identificación con la segunda instancia
suele aparecer como una forma de reequilibrar una postura que tiende de manera muy
clara, o bien al españolismo o bien al autonomismo.
Mayor interés tiene sin duda el otro esquema apreciable dentro del modelo
identitario dual y que resulta, a fin de cuentas, la forma habitual con la que se plasma
esta dualidad. Se trata de un esquema que bien podría ser calificado –a través de un
enfoque cuantitativo o por medio de un análisis cualitativo meramente descriptivo y
superficial- de simetría identitaria. Sin embargo, el análisis de los grupos de discusión
pondrá de manifiesto que esta aparente simetría no es tal, ya que existen ciertas
disonancias entre el nivel explícito e implícito de los discursos.
Resulta imprescindible ahondar en los contenidos de estas formas identitarias
duales. Así, nos proponemos identificar los elementos que sustentan las construcciones
discursivas de los ciudadanos de izquierda respecto a la identidad estatal y autonómica:
¿cuáles son los rasgos asociados a cada nivel identitario?, ¿qué vectores articulan estas
identidades?, ¿qué peso tiene cada uno de estos elementos? Tal y como apunta Billig
(1995) en su célebre tesis sobre el “nacionalismo banal”, existe todo un conjunto de
rasgos, señas y símbolos que a menudo aparecen rutinizados y que de forma subyacente
contribuyen a la difusión y legitimación de las identidades nacionales. En esta línea, se
trata de no dar por sentadas las identidades como expresiones estables y autoevidentes,
sino de ver en qué elementos se anclan y con qué motivación se esgrimen los mismos.
Por tanto, pretendemos señalar los dispositivos que sustentan las identidades poniendo
de manifiesto su papel en los procesos de naturalización y legitimación. Sólo
aproximándose a los elementos que anclan la identidad podrá comprenderse que los
discursos identitarios son parte de un entramado de luchas mucho más amplio: luchas en
torno a las representaciones y divisiones del orden social.
•
IDENTIDAD ESTATAL
El análisis de los grupos de discusión pone de manifiesto algo que ya ha sido
señalado con anterioridad por otros estudios (Ruíz y González, 2007; Vázquez, 2013):
la pregunta “¿qué significa sentirse español” es abordada con dificultad, incomodidad e
incluso rechazo. Aunque todas las aproximaciones cualitativas han dado cuenta de esto,
lo han hecho para la población en general, es decir, sin distinciones en cuanto a
ideologías. En nuestro caso, hemos comprobado que la turbación generada por la
cuestión del sentimiento español es muy acusada entre los ciudadanos de izquierda que
exhiben una identidad dual. Es más, en todos los grupos, al aparecer en la dinámica
conversacional, ha resultado ser un tema delicado frente al cual los participantes han
actuado de forma reactiva: midiendo las intervenciones en exceso, abundando en las
matizaciones y, en definitiva, manteniendo una postura prudente en aras de no
comprometer su imagen y valor social. El recelo de los participantes al respecto no se
explica solamente por el hecho de que sea un asunto delicado (en cuyas causas luego
nos detendremos), sino también porque los sujetos están más presionados y expuestos al
tener que desplegar sus discursos junto a “próximos sociales”. Desplegar el discurso
frente a interlocutores situados en posiciones sociales similares implica que existe
mayor probabilidad que las propias prácticas y discursos sean cuestionados.
En términos generales, los ciudadanos de izquierda encuentran muchos
problemas a la hora de concretar que entienden por la identidad española y qué supone
ser español. Aunque la mayoría de los participantes afirman sentirse o ser españoles,
esta declaración va acompañada de múltiples objeciones. En este sentido, la españolidad
se reduce a una condición de carácter político-administrativo y que viene dada por el
mero hecho de nacer en España y tener la nacionalidad española. La identidad española,
entendida como un “accidente”, es enunciada con grandes dosis de resignación, como
una realidad que incomoda y desconcierta a todos los participantes. La identidad
española se banaliza y relativiza, poniéndose de manifiesto su naturaleza contingente,
ya que nacer en España es una circunstancia sobrevenida que no se escoge. De hecho,
algunos participantes van más allá, hasta el punto de negar que la españolidad sea un
sentimiento. Por tanto, y en la medida en que no se utilizan argumentos de corte
esencialista a la hora de construir la identidad española, el ser español no determinaría
comportamientos o actitudes determinadas (como sí lo harían, sin embargo, las
identidades autonómicas).
H3: El sentimiento español es como si hubiese nacido en Francia pues
tendría sentimiento francés o en Pakistán, sentimiento Pakistaní, no sé,
no es un sentimiento, es un…. Vives en un sitio ¿No? Y te ha tocado ahí
y ya está.
M4: Totalmente vamos, es que lo primero es que en España, lo que se es
sentirse español, muy pocos (Risas).
(Grupo M1).
H4: Significa que es mi país, que es lo que me ha “tocao” ¿no? Claro,
igual que Andalucía es mi región. Pero yo cuando he estado en el
colegio, yo el día de Andalucía he “cantao” el himno de Andalucía pero
yo no he “cantao” nunca el himno de España , ¡en la vida! (Risas y
murmullos) ¡Ni lo han “tatareao”! ¡Ni me lo han puesto! ¡El día de la
Constitución, tampoco me lo pusieron! ¡Sabes! ni me lo han puesto.
(Grupo A2).
En el caso de los grupos catalanes, a las dificultades generales para adherirse a
la identidad española se le suma el establecimiento de una relación entre ésta y el
anticatalanismo. De esta forma, españolismo y anticatalanismo serían a menudo una
misma realidad que se plasmaría en posiciones excluyentes, autoritarias e intolerantes.
Además, se sostiene que aunque la complementariedad entre lo español y lo catalán es
posible y deseable, existen sectores interesados en que haya enfrentamiento. Los
participantes catalanes acusan a la derecha, y en un sentido más amplio, a la clase
política, de generar tensiones entre España y Cataluña en base a intereses electoralistas.
Este razonamiento forma parte de un tema que es recurrente en todos los grupos y que
ocupa una posición central en las dinámicas discursivas: las críticas a la clase política y
las quejas sobre la corrupción. En esta línea, se asocia ser español a cumplir las
obligaciones tributarias en España; para comprender este discurso, hemos de remitirlo a
las visiones críticas con la clase política, con los deportistas y demás personajes
famosos que aun haciendo gala de un exacerbado patriotismo, tributan en el extranjero.
Las vacilaciones y la incomodidad se suceden también a la hora de señalar los
componentes de la identidad española. Aunque elementos como la bandera y el himno
han sido históricamente piezas clave en la consolidación de las identidades nacionales
(Smith, 1999: 15-16), los ciudadanos de izquierda muestran dificultades para
identificarse con ellos. Su vinculación con el pasado dictatorial y la utilización
estratégica por parte de la derecha (a la que se acusa de “secuestrar” la bandera) resulta
un impedimento para que se reconozcan en estos símbolos. Son sobre todo los grupos
gallegos (G1 y G3) y catalanes (C1 y C2) donde esta aversión es puesta de manifiesto
de forma más acusada. Llegados a este punto, lo que se está negociando es la
posibilidad o no de posicionarse en la izquierda ideológica e identificarse con los
símbolos españoles. Los participantes señalan que las dos condiciones no son
necesariamente contradictorias, aunque las reticencias y suspicacias respecto a la
españolidad no se despejan en ningún momento.
H2: A mí me da fobia. Yo a mi hijo… Le puso la bandera de España
aquí y yo se la borré cuando llegó. A mí me da mal rollo. Lo siento
pero me da mal rollo la bandera de España. […]
H4: Llevar una bandera de España es como si fueras de derecha pura y
de extrema… Yo… Me gustaría llevar una bandera, pero… (Grupo
M3).
M3: Es que no tiene que ver nada ser del partido político que seas para
sentirte de un país u otro. (Grupo M2).
Constatado el carácter problemático de símbolos como la bandera o el himno,
los ciudadanos de izquierda desarrollan una serie de elementos que sustentarían la
españolidad. Así, el castellano aparece como un factor clave de la identidad española,
aunque concebido en un sentido plenamente instrumental: como medio para el
entendimiento y no como propiciador del enfrentamiento. Este carácter instrumental de
la lengua es defendido de forma mayoritaria y sólo en el grupo M3 se aprecian posturas
favorables a la imposición del castellano por parte de sujetos situados en el polo
españolista.
Al mismo tiempo, y de forma unánime en todos los grupos, se sostiene que los
españoles tendrían un carácter especial. Se trataría de un modo vida basado en el ocio,
la sociabilidad y el vitalismo, propiciado en gran medida por un clima cálido y soleado
que permite trasladar las relaciones sociales al espacio público. El desarrollo de este
particular estilo de vida español se realiza por medio de una constante comparación: el
sur (representado por España y el resto de países del arco mediterráneo), frente al norte
de Europa (Reino Unido, Alemania, los países nórdicos, incluso Francia). Así, mientras
que los españoles “sabrían disfrutar” de la vida, en el norte de Europa el trabajo tendría
preeminencia sobre el ocio (observamos, de nuevo, la asociación entre carácter y clima:
esta forma de ser austera y poco dada al divertimento vendría motivada por un clima
frío y lluvioso).
Los discursos de los ciudadanos de izquierda identifican lo español con el
goce, la fiesta y el ocio. En este sentido, se destaca la tauromaquia como una tradición
cultural que es inherente a la identidad española. Sin embargo, genera una gran
controversia entre los participantes ya que mientras unos la consideran como algo a
preservar, otros ven en ella lo peor de la españolidad y la vinculan con el imaginario
conservador. Sucede lo mismo con el flamenco, que es considerado como un signo de lo
puramente español, aunque con el que no todos se identifican.
H3: Es que… El español también es gente más agradable, más
atractiva y más alegre. (Grupo M3).
H2: Eso es lo bueno que tenemos, que somos mucho más abiertos
que… que en el resto de Europa. […]
M2: Eso, el clima influye también… […]
H3: Y sabemos vivir bien. (Algunos se ríen) No, no… Es verdad.
Porque dices, en Alemania tendrán más dinero que nosotros, pero yo
los veo más infelices. Nosotros sabemos vivir bien. (Grupo C1).
Por otro lado, la gastronomía (y más concretamente la “dieta mediterránea”)
también es señalada como un componente de la identidad española. La “dieta
mediterránea” aparece como un lugar común en el que los participantes parecen
reconocerse sin dificultad (incluso en los grupos de Galicia y Madrid, que de entrada no
tendrían por qué identificarse como “mediterráneos”). La imprecisión con la que se
concibe la “dieta mediterránea” permite incluir en ella multitud de platos y alimentos.
Bajo esta difusa definición de la comida “típicamente española”, lo que verdaderamente
se está realizando es una comparación con las tradiciones culinarias de otros países. De
este modo, la comida española sería mucho más atractiva, variada y saludable (más, por
ejemplo, que la francesa o la británica).
Un ámbito en el que los participantes sitúan el sentimiento español es el
deportivo. Cuando se trata de acontecimientos y triunfos deportivos (especialmente el
fútbol), las dificultades para vincularse afectivamente con España parecen ser menores.
Esto se debe en gran medida a que los ciudadanos de izquierda entienden que las
celebraciones deportivas son una oportunidad para dejar de lado las rencillas y constituir
un punto de encuentro. El rechazo a la bandera española desaparecería al ser utilizada,
por ejemplo, en la celebración de un título de la selección española de fútbol (aunque
para algunos participantes no deja de constituir un símbolo negativo). También cabe
destacar una serie de elementos culturales que los participantes identifican de forma
imprecisa en sus discursos como parte de la identidad española. Así, la literatura (con
un exponente de la literatura universal como Cervantes) o el cine (se cita a Almodóvar)
formarían parte de lo español.
La aproximación a los discursos de los ciudadanos de izquierda nos permite
captar las dificultades que éstos encuentran para vincularse afectivamente a España, en
la línea de lo plantado por otros estudios en relación a la población en general. El legado
del franquismo y la monopolización por parte de la derecha de los símbolos nacionales
supone un escollo para que los ciudadanos de izquierda se reconozcan en la
españolidad. Hemos visto cómo dentro de sus configuraciones identitarias duales la
ciudadanía de izquierda construye la identidad estatal desde la ambigüedad y la
indefinición, haciendo uso de elementos de tipo político-administrativo. Considerando
las reticencias y el rechazo -más o menos explicitado- hacia la españolidad, los
participantes de los grupos de discusión emplean elementos de carácter formal dado
que
estos permiten desplegar la identificación desde cierta distancia, de manera
relativizada y desapasionada. Asimismo, los elementos de carácter cultural ligados a la
españolidad (clima, deporte, gastronomía, etc.) son desarrollados muy vagamente, y en
todo caso, no constituyen parcelas especialmente comprometidas: no conllevan un
posicionamiento categórico con el que los sujetos puedan quedar desacreditados.
•
IDENTIDADES AUTONÓMICAS
Como hemos hecho anteriormente con la identidad estatal, en este apartado nos
detendremos en los elementos constitutivos de las identidades autonómicas tal y como
son presentados discursivamente por los ciudadanos de izquierda. Se trata, no sólo de
señalar las especificidades y rasgos concretos de cada una de las identidades
autonómicas, sino también de apuntar el uso de ciertos marcadores identitarios que
puedan reflejar tensiones comunes.
Una de las señas más significativas en las que se anclan las identidades
autonómicas en los grupos de Galicia y Cataluña es la lengua. Así, el gallego y el
catalán serían concebidos como un patrimonio lingüístico a preservar y promover,
reflejo de riqueza y diversidad cultural. Por lo general, los ciudadanos de izquierda se
muestran favorables, al igual que en lo relativo al castellano, a un uso pragmático de la
lengua. Aunque desgraciadamente, sostienen, la lengua a menudo es utilizada
interesadamente por la clase política para generar enfrentamientos y tensiones. En este
punto, los argumentos conectan con una de las líneas discursivas centrales en casi todos
los grupos: la crítica a los partidos y la denuncia de la ineficacia e inoperancia de los
políticos, que realmente no se preocupan por los problemas de los ciudadanos. Este
discurso extremadamente crítico encuentra un desarrollo particular en los grupos de
jóvenes (en especial, C2, A1, M1 y M2), en los que se culpabiliza a la clase política por
la mala gestión de la crisis económica. Los jóvenes señalan las pocas perspectivas de
futuro laboral en España y las condiciones precarias del mercado de trabajo. Estas
visiones pesimistas sobre la falta de perspectivas profesionales de los jóvenes se repiten
en algunos grupos de mayor edad (A3, G3): que la inversión escolar ya no conduzca
necesariamente a la promoción social genera incertidumbre y angustia.
M3: Yo también creo que se ha hecho un prototipo de español en el que
cuesta mucho meter a todo el mundo. Porque… no… la selección
española, el flamenquito y ala… que si no te gusta eso… Y hablar
español, claro. Y entonces, si hablas catalán o hablas euskera pues ya no
entras ahí o… no sé. Que esa es la idea que tiene mucha gente. Que tú te
vas a Madrid y… No es mi caso porque no lo he vivido, pero seguro que
si alguien dice que es español y lo oyen hablar en catalán le van a decir:
no, tú no eres español.
H1: Sí, eso sí que hay un poco… de discriminación por ser de según qué
región.
M3: Sí. Claro que sí. (Grupo C1).
Como hemos dicho, las lenguas catalana y gallega son motivo de orgullo, si
bien los participantes señalan que determinados sectores españolistas las desprecian e
infravaloran. Sobre todo, es en los grupos catalanes donde se señala que la especificidad
lingüística catalana no es comprendida correctamente en el resto de España. En los
grupos andaluces también aparece el aspecto lingüístico como un componente
importante de la identidad autonómica. Aunque Andalucía no posee una lengua propia,
las variedades dialectales constituyen uno de los ámbitos donde lo andaluz se reconoce
con más claridad.
Al igual que sucedía con la identidad española, el clima parece ser un rasgo
elemental en la conceptualización de las identidades autonómicas. Los discursos de los
ciudadanos de izquierda ligan las condiciones climáticas con una forma de ser y un
carácter determinado. Observamos que los sujetos establecen una distinción muy clara
entre el norte y el sur de España (exactamente igual que la realizada para explicar el
carácter de España y el norte de Europa). Es llamativo que quienes anteriormente hacían
suyo el carácter festivo y vitalista de los españoles, ahora maticen y señalen que
realmente “eso es propio del sur”. De esta forma, en los grupos madrileños, gallegos y
catalanes se asume que las circunstancias climatológicas (más frías, lluviosas y hostiles)
les hacen ser menos sociables y más retraídos. Por el contrario, los andaluces defienden
que algo intrínseco a la identidad andaluza es la manera de concebir las relaciones
sociales; además de reconocerse como espontáneos y abiertos, los andaluces esgrimen
que ellos son capaces de conciliar trabajo y ocio. Este argumento aparece condensado
en la frase “nosotros sabemos disfrutar”, que no es sólo una declaración sino también
supone una suerte de defensa frente a las voces que les tachan de vagos e indolentes.
M1: Dicen que estamos todo el día de fiesta, pero es que claro te vas a
cualquier sitio de estos que siempre está lloviendo sin parar y están…
H3: Y es que no sé, pero nos llevamos bien con todo el mundo, que no hay
problema, como somos tan positivos, somos tan alegres, siempre tenemos
el calor, el solecito, la cervecita en el bar, la tapita, pues estás contento.
(Grupo A1).
H3: Hombre es que hay dos caracteres completamente diferentes en el
norte que en el sur.
M1: Por eso te digo que depende de la zona en la que estés. (Grupo M1).
En estrecha conexión con el clima, en los grupos gallegos destaca el papel del
medioambiente en la conformación de la identidad. La riqueza natural gallega aparece
como uno de los motivos en los que algunos participantes basan su identificación. Por
otro lado, y en la misma línea de elementos étnico-culturales, los ciudadanos de
izquierda piensan su identidad autonómica a través de todo un conjunto de tradiciones,
representaciones e imágenes. Tienen un gran protagonismo en los discursos las
tradiciones festivas y folklóricas, donde se condensaría la esencia de cada Comunidad
Autónoma: la Semana Santa, el flamenco, las sevillanas, la rumba o los castellers son
concebidos como la identidad en acto, como acontecimientos excepcionales en los que
aflora una especie de efervescencia grupal y en los que la identidad colectiva parece
materializarse. Lo mismo ocurre con las tradiciones culinarias, tomadas como un signo
de distinción y orgullo. La aparición de estos elementos étnico-culturales como base de
las identidades autonómicas en ocasiones se interpreta como una prueba de la diversidad
cultural de España, algo que congratula a los participantes.
M4: Ves, por ejemplo yo. Yo veo… Yo veo cómo se está construyendo
un Castell desde abajo y yo… a mí se me saltan lágrimas.
(Grupo C3).
H3: Y la Semana Santa a lo mejor es algo que nos diferencia mucho del resto,
la nuestra es la más conocida, la de resto parte, pero Andalucía es la que más.
[…]
M5: Pero lo mismo, es por el carácter, porque nosotros somos muy pasionales
[…]
M3: Porque somos muy tradicionales. (Grupo A1).
Hemos visto cómo las identidades autonómicas se sustentan sobre elementos
étnico-culturales. Los grupos gallegos, andaluces y catalanes muestran que el modo de
concebir la identidad autonómica sigue pautas similares (aunque existiendo, claro está,
diferencias sustanciales en cada uno de los casos). Un comentario aparte merece el caso
de los grupos madrileños, cuyos participantes en ningún momento se identifican con la
identidad autonómica. De hecho, parece que no se expresa esta adhesión más por
carencia que por negación: no parece reconocerse, ni siquiera aisladamente, algo
parecido a una identidad madrileña. Podría esperarse que los participantes abrigaran con
más intensidad la identidad estatal, pero todo lo contrario; de hecho se encuentran
posturas extremadamente críticas con el españolismo, en concreto, y con el patriotismo,
en general. En conclusión, los grupos de Madrid se apartan del modelo identitario dual
predominante en los demás grupos.
4.3. IDENTIDADES INCONSISTENTES
Hemos visto cómo los ciudadanos de izquierda construyen discursivamente su
identidad estatal y autonómica en torno a elementos político-administrativos y étnicoculturales, respectivamente. Tras haber delimitado la naturaleza de los componentes
que anclan las distintas identidades, es momento de explicar sociológicamente el
modelo identitario dual tal y como aparece en los discursos de los grupos de discusión.
Se trata de dar cuenta de las dinámicas de conflicto, de las luchas sociales y de las
distintas legitimidades a las que están expuestos los ciudadanos de izquierda y que
afectan al modo en que éstos conciben su identidad estatal y autonómica. Y es que los
discursos identitarios no operan en el vacío, sino que se insertan en un complejo
entramado de tensiones
sociopolíticas, lo que hace que las decisiones sobre el
posicionamiento identitario no sean triviales: los sujetos “se juegan mucho”.
•
COMPATIBILIDAD IDENTITARIA
Inicialmente los ciudadanos de izquierda señalan la complementariedad entre la
identidad española y autonómica. No habría problemas en articular ambas identidades
de manera simultánea: el sentimiento español y autonómico serían compatibles. Esta
compatibilidad es sostenida y defendida abiertamente por aquellos que exhiben un
modelo identitario dual, siendo valorada como algo positivo. Lo español y las
respectivas identidades autonómicas se compenetrarían y conectarían, anidando un
sentimiento sobre el otro sin que hubiera, de entrada, escollo alguno. Sin embargo, se
sostiene que ésto no es comprendido por algunos sectores, concretamente, por la
derecha y los nacionalismos periféricos. Frente a aquellos que asumen concepciones
excluyentes y monolíticas de la identidad – y además, intentan imponer estas visiones-,
la dualidad supone un valor, un signo de apertura que indica madurez y habilidad para
conciliar la diversidad. Observamos una oposición clara: la izquierda (abierta e
integradora) frente a la derecha (primaria y excluyente). Es sobre todo en los grupos
catalanes y gallegos donde esta cuestión es puesta de manifiesto con más vehemencia,
expresándose el rechazo hacia quienes manejan - desde el españolismo - concepciones
cerradas de la identidad. Al mismo tiempo, se señala a los políticos como principales
promotores de este tipo de conflictos: serían ellos los interesados en generar crispación
y enfrentamiento.
H3: Imagínate…, te hacen elegir, o sea…, si te preguntan: ¿tú qué eres
catalán o español? Es que no te dejan un término intermedio.
Grupo C2.
En un principio, esta compatibilidad no es discutida abiertamente ni siquiera por
quienes tienen discursos identitarios exclusivos. Parece asumirse que la identidad es una
cuestión personal y como tal, poco o nada puede objetarse ante los sentimientos de los
demás. El discurso legítimo, basado en el respeto y la tolerancia hacia las identidades
ajenas, impone una gran constricción que no es traspasada excepto en momentos
determinados por sujetos cercanos al polo españolista. En concreto, en el grupo M2 uno
de los participantes expresa su incomodidad y su rechazo con quienes no se sienten
españoles (haciendo referencia a catalanes, vascos y gallegos). Esta declaración genera
una gran controversia en el grupo, siendo tachado dicho individuo de obtuso y
provocando que a partir de ese momento sus intervenciones se reduzcan drásticamente
(como consecuencia de la censura grupal a sus planteamientos).
Ante amagos de cuestionamiento directo, los participantes rápidamente llevan a
cabo estrategias para suavizar y reducir la tensión: la identidad se relativiza y ante todo,
hay que demostrar que se sabe apreciar y compartir las sensibilidades ajenas. Esto es así
no sólo por el deseo de mantener una dinámica conversacional pacífica, sino también
porque encaja dentro de lo que se entiende por un pensamiento progresista. De esta
forma, los participantes se esfuerzan por ajustarse a lo que se espera de una persona de
izquierdas, y en consecuencia, por distinguirse del discurso asociado a la derecha.
H1: Bueno, en el fondo… No sé, en el caso mío… Mi forma de ser
español es el catalán, como la forma de ser español de un aragonés es…ser
aragonés. Son dos cosas que…
M5: ¿Entonces la mía dónde la encajas?
H1: Bueno, es que esto es cada uno… tiene su manera. Cada uno tiene su
manera de verlo y de vivirlo ¿no? Lo que vale para uno no vale para otro.
(Grupo C3).
Aunque en términos generales se admite la posibilidad (y la conveniencia) de
compatibilizar los dos planos identitarios, los desarrollos discursivos dan lugar a
enormes controversias sobre la coherencia, la forma y el contenido de las identidades
estatal y autonómica.
•
IDENTIDAD ESTATAL: UNA CUESTIÓN DE PERSPECTIVA
El análisis de los grupos de discusión permite dar cuenta de las enormes
dificultades que los ciudadanos de izquierda encuentran para establecer un vínculo
afectivo con España. A priori, podría esperarse que, transcurridas cuatro décadas desde
el final de la dictadura franquista las asociaciones establecidas entre el régimen y los
símbolos españoles fueran más débiles. Sin embargo, los ciudadanos de izquierda ponen
de manifiesto que la huella de la dictadura pervive, constituyendo un escollo para verse
representados en la españolidad. A este respecto, ni siquiera observamos diferencias
discursivas por generaciones: los grupos de jóvenes (nacidos dos décadas después del
advenimiento de la democracia) desarrollan la misma gama de argumentos que los
grupos de mayor edad.
Establecer una relación directa entre el franquismo y la derecha y la identidad
española supone que los participantes, situados en la izquierda del espectro ideológico,
deben distanciarse para no ser tachados de conservadores. Los sujetos se encuentran
aquí sometidos a una vigilancia constante por el resto de interlocutores: cualquier paso
en falso puede dar pie a una impugnación grupal de los propios argumentos,
conllevando una pérdida de credibilidad. Es por eso que las vacilaciones, las reticencias
y la ambigüedad son recurrentes a la hora de especificar qué se entiende por ser español.
Los elementos formales explicados anteriormente son los que mejor conjugan la
identificación y el distanciamiento: ser español es algo que vendría dado y que con más
o menos agrado, se asume. Por otro lado, los elementos étnico-culturales utilizados para
construir la identidad española no juegan un papel tan sustantivo en los discursos de los
ciudadanos de izquierda. El despliegue de estos elementos transita por espacios
discursivos relativamente cómodos para los sujetos, ya que no conllevan un
posicionamiento que pueda ser objeto de impugnación por el resto del grupo. Así,
admitir que el carácter español es cálido, vitalista, abierto y festivo – frente a los
europeos, que serían todo lo contrario- genera un consenso grupal sin fisuras. En este
sentido, la energía emocional es mucho más intensa en torno a símbolos e imágenes que
delimitan fronteras claras: ellos y nosotros (Collins, 2004: 98).
H1: Ser español es cuando, es cuando tú te sales de tu ámbito regional o
nacional ¿Vale? Y sabes que perteneces a otra comunidad más grande y
eso lo ves más cuando sales al extranjero también.
(Grupo G3)
M3: Yo quiero decir cuando salimos fuera (asienten) (M5: Sí, sí.) Salimos
fuera y estamos por ejemplo en el metro de alguna ciudad europea y
escuchamos una guitarra española…
(Grupo C1).
Sin embargo, las dudas y las reservas respecto a identificarse con España
desaparecen en cuanto los sujetos desplazan el foco. Aunque pensar España desde
España genera suspicacias, los participantes coinciden en que al estar en el extranjero
se reconocen como españoles con mayor facilidad. Tal y como señalan la Teoría de la
Identidad Social (Tajfel, 1984) y la Teoría de la Auto-Categorización (Turner, 1990),
las identidades son contextuales. Por tanto, mientras que en un determinado escenario
una identidad puede desplegarse de forma moderada, en otro puede emerger con mayor
intensidad. Este cambio de escala de referencia responde a dos motivos: en los grupos
de jóvenes es explicado por el hecho de haber viajado en numerosas ocasiones al
extranjero, mientras que en los grupos de mayor edad (sobre todo G3 y A3) descansa en
la experiencia de la emigración a Europa Central y América Latina.
•
LA NATURALIZACIÓN DE LA IDENTIDAD AUTONÓMICA
El anclaje de las identidades autonómicas descansa casi por completo en
elementos étnico-culturales: las lenguas propias, el folklore, las tradiciones, la
gastronomía, etc. Los discursos de los ciudadanos de izquierda a la hora de definir la
identidad autonómica son mucho más concisos y nítidos que en lo que respecta a la
identidad española. Y no es sólo que estos rasgos culturales sean fijados con mayor
claridad, sino que además adquieren un sentido que va más allá de la simple
identificación. La vinculación con el nivel autonómico es por tanto cuantitativa y
cualitativamente diferente a la del nivel estatal y responde a pautas de naturalización.
Este proceso de naturalización descansa en dos pilares: por un lado, en la idiosincrasia
de las imágenes y elementos utilizados, y por otro, en el grado de implicación de los
sujetos a la hora de elaborar sus discursos.
Los participantes de los grupos de discusión connotan afectivamente sus
identidades autonómicas, hasta el punto en que expresan cierto gozo a la hora de
desarrollar sus contenidos. Mientras que la identidad estatal es continuamente
cuestionada, las identidades autonómicas son dadas por sentadas, como si no se dudara
de su existencia e identificarse con ellas fuera lo normal, natural y aceptable. El
sentimiento gallego, andaluz o catalán sería algo que emergería de manera espontánea y
que generaría sentimientos y emociones. Esta capacidad para generar sentimiento
distingue a la identidad autonómica de la estatal, a la que por el contrario se le niega
cualquier papel en el plano afectivo. Asimismo, las identidades autonómicas son
concebidas la mayor parte de las veces con sentido positivo: como fuente de orgullo y
honra. Por el contrario, la identidad estatal difícilmente adquiere cariz positivo, ya que a
los sujetos les cuesta encontrar motivos por los que sentirse orgullosos de ser españoles
(una de las razones que se dan y que sí provocan satisfacción, como señalábamos, son
los triunfos deportivos).
•
CLIMA Y TERRITORIO
El clima aparece como una referencia central en los desarrollos de la identidad
estatal y de las identidades autonómicas. Los discursos al respecto son una clara
muestra de determinismo geográfico, es decir, explicar comportamientos y procesos
sociales a partir de las condiciones climatológicas y territoriales. Estas visiones han sido
históricamente la manera de explicar determinados fenómenos y pautas sociales. De
hecho, los planteamientos de la Ilustración daban cuenta de estos razonamientos lineales
y mecánicos: Aunque la Ciencia Social contemporánea parece haber desterrado ya estas
teorías (demostrando que Sociedad y Naturaleza, además de no ser esferas separadas,
están sujetos a dinámicas mucho más complejas que las de un simple determinismo
simplificador, todavía gozan de protagonismo en las categorías del sentido común.
De este modo, en el marco de la comparación entre España y el norte de
Europa, los españoles se reconocen como alegres, vitalistas y extrovertidos debido al
clima cálido y soleado que permite disfrutar del ocio y trasladar las relaciones sociales
al espacio público. Estas categorías son reelaboradas cuando se trata de definir las
identidades autonómicas: el norte adoptaría los rasgos antes ligados al resto de Europa
(predominio del trabajo sobre el ocio, introversión, carácter austero), mientras que el sur
tomaría las características asociadas a la españolidad (“saber disfrutar”, carácter
pasional, exotismo). Vemos pues cómo el manejo de las categorías siempre responde a
criterios estratégicos: los sujetos las ponen en juego de uno u otro modo con la intención
de ofrecer respuestas que se adaptan a las circunstancias interaccionales.
En la misma línea, también son llamativas algunas alusiones a la tierra en
los grupos gallegos y andaluces. El sentimiento de orgullo parece mimetizarse con
la tierra misma, que condensaría los atributos y el carácter de gallegos y
andaluces.
H3: Bueno te lo da el que el clima […] Pero es que eso también lleva a
una forma de ser mucho más introspectiva, el gallego es mucho más
interior, el andaluz es mucho más expansivo, entonces aunque seamos
españoles todos en cambio somos distintos.
(Grupo G3).
•
ESTEREOTIPOS E IDENTIDAD
Los estereotipos son uno de los recursos discursivos más utilizados por los
ciudadanos de izquierda a la hora de referirse a aspectos identitarios. El uso de
estereotipos conlleva tres acciones: une mental y simbólicamente al grupo nacional (o
autonómico) de referencia; refuerza y reproduce el imaginario de la comunidad
nacional; y establece una frontera imaginaria entre aquellos a quienes se les aplica y
quienes quedan excluidos (ellos y nosotros) (Vázquez, 2013: 34). Un autor clásico en la
materia como Walter Lippman ya señaló la necesidad de poner el foco en el uso de
estereotipos, dado que constituyen
auténticas ficciones – en el sentido de
representaciones mentales e imágenes sobre un objeto- que gobiernan el
comportamiento y la percepción de las personas (Lippman, 2003: 33).
Los participantes asumen una postura defensiva frente a las voces que
presentan a los españoles como juerguistas, vagos y poco trabajadores. Los discursos se
esfuerzan en demostrar lo falso de estas visiones, poniendo de manifiesto su naturaleza
inexacta y engañosa. Precisamente, estos argumentos defensivos se elaboren también a
partir de imágenes estereotipadas (los europeos, que son serios, fríos y no saben
disfrutar, “nos tienen envidia”). Sin embargo, conforme avanzan los desarrollos
discursivos parte de los estereotipos son asumidos parcialmente y reconvertidos en un
valor: “nosotros, los españoles, sabemos compaginar trabajo y diversión”. La relación
con las imágenes estereotipadas es por tanto sumamente ambivalente.
En cuanto a las identidades autonómicas, los estereotipos juegan un papel
similar: al tiempo que se impugnan las representaciones atribuidas al grupo de
referencia, se conciben las identidades ajenas en base a imágenes estereotipadas. Los
estereotipos son utilizados como auténticos mecanismos defensivos que facilitan la
comprensión de la realidad: constituyen una visión ordenada y más o menos coherente
del mundo, a la que nuestros hábitos, gustos, capacidades, consueles y esperanzas se
han adaptado por sí mismos (…). En ellos las personas y las cosas ocupan un lugar
inequívoco y su comportamiento responde a lo que esperamos de ellos (Lippman, 2003:
33).
•
ORGULLO Y AGRAVIO
Las elaboraciones discursivas sobre las identidades autonómicas reflejan la
autopercepción de discriminación entre Comunidades Autónomas. De hecho, la
identidad andaluza y catalana (y en menor medida, la gallega) son construidas en gran
medida en base a sentimientos de agravio. Los grupos andaluces reafirman su identidad
como respuesta a los prejuicios y a la pretendida superioridad de otras Comunidades
Autónomas: las imágenes de inferioridad, atraso y dependencia se transforman en
orgullo. Los discursos se formulan en un espacio de acusaciones y defensas, de tal
forma que el discurso sólo puede entenderse como una toma de posición ante otros
posicionamientos. Por tanto, para analizar un discurso hemos de remitirnos
obligatoriamente a la intertextualidad (Criado, 2014: 131).
H1: Los catalanes...
M3: Que nos tienen como si fuéramos unos pellejos, como si fuéramos unos
sucios, como si fuéramos... […]
H2: Y luego no tienen cojones ninguno a hacer lo que nosotros hacemos.
M3: Claro. (Grupo A3).
En el caso de los grupos catalanes, se percibe incomprensión por el resto de
España, sobre todo en lo relativo a la lengua propia. Son los participantes con origen
inmigrante (grupo C2) quienes más señalan el rechazo que a veces provoca hablar
catalán. Estos sujetos, con vínculos familiares en otras partes del país, están situados
entre dos tensiones: la afirmación de su doble condición española y catalana y las
posturas reacias hacia lo catalán en su entorno cercano. Es por eso que se esfuerzan en
demostrar su capacidad para conciliar ambos planos identitarios, y sobre todo, ambas
lenguas. Algunos participantes llegan a admitir que no sólo es que hablen dos lenguas,
sino que además hablan castellano mejor que quienes les critican. Por otro lado, en
todos los grupos catalanes se entiende que Cataluña aporta más al sostenimiento del
Estado de lo que recibe, expresándose la necesidad de avanzar hacia otro modelo
territorial, ya que el Estado de las Autonomías estaría agotado.
5. DISCURSO, IDENTIDAD Y LUCHAS SOCIALES
En primer lugar, hemos constatado la diversidad identitaria de la ciudadanía
española de izquierda. Lejos de reconocerse de manera unívoca, los ciudadanos de
izquierda despliegan diferentes modelos de identificación territorial. En este sentido, el
modelo identitario dual ha resultado ser el mayoritario en todos los grupos de discusión,
en consonancia con los resultados de los estudios cuantitativos. Sin embargo, el análisis
de los discursos ha revelado que la identidad dual es mucho más compleja de lo que a
simple vista parece ser. Aunque en un plano superficial los participantes declaran
identificarse del mismo modo con la esfera estatal y autonómica, los desarrollos
discursivos muestran cómo esta simetría es matizada y reformulada en favor de la
identidad autonómica. Así, mientras las identidades autonómicas son “naturalizadas” y
construidas en torno a elementos étnico-culturales, la identidad estatal es pensada en
términos político-administrativos, como una condición accidental que viene dada. De
este modo, la identidad dual puede ser entendida en clave de “deseabilidad social”, es
decir, como una forma de conciliar distintas lealtades, reequilibrando afectos y
emociones encontradas. Los ciudadanos de izquierda se encuentran sometidos a
múltiples tensiones, lo que les obliga a elaborar discursos que satisfagan las exigencias
interaccionales. Por
un lado, la identificación estatal genera rechazo (debido a la
vinculación de la españolidad con la dictadura franquista), pero también atracción (en
base a los valores de solidaridad que sostiene la izquierda). De igual forma, la identidad
autonómica recibe un gran valor social (por lo que tiene de reconocimiento de la
diversidad), aunque es censurada si traspasa ciertas líneas (es decir, si se aproxima
demasiado a posturas nacionalistas).
Todo esto nos lleva a distanciarnos de aquellos enfoques que conciben la
identidad de forma estática y esencialista y que se esfuerzan en rastrear los discursos en
busca de expresiones identitarias homogéneas, perfectamente coherentes y armónicas.
Por el contrario, partiendo de que la esfera identitaria es eminentemente conflictiva y
contradictoria, hay que plantearse: ¿qué se está negociando con estas definiciones?,
¿qué luchas hay detrás de los discursos identitarios?, ¿qué conlleva posicionarse? El
espacio identitario es un campo de acusaciones y defensas en el que los sujetos se
esfuerzan por elaborar discursos que les permitan no quedar desacreditados, es decir,
“salvar la cara”. Dado que los sujetos ocupan diferentes posiciones en el espacio social
cuyas exigencias son diferentes, a menudo los discursos son contradictorios y
ambivalentes. Más que rechazar estos discursos contradictorios como irracionales, se
trata de reconstruir la diversidad de las prácticas (discursivas y no discursivas)
generadas en los distintos ámbitos en los que se desenvuelve el sujeto, a fin de entender
la coherencia interna de las mismas (Criado, 1998: 67). Los discursos no son
internamente coherentes sino que varían en función de la situación en que se formulen:
es por eso que los individuos pueden sostener posiciones divergentes y contradictorias.
Esto no quiere decir, sin embargo, que cualquiera sea un discurso posible, ya que los
sujetos parten de un conjunto de principios generativos de sentido que se adquieren con
sentido práctico y suponen un reflejo de la estructura social (Castón, 1996: 81-82)). Así
pues, las representaciones identitarias nunca desbordan los límites de compatibilidad
definidos por el lugar que el sujeto ocupa en el espacio social (Giménez, 2010: 13).
La identidad forma parte de un conjunto más amplio de estrategias simbólicas
que los sujetos desarrollan para para justificar sus propias prácticas. Al mismo tiempo,
los discursos identitarios se enmarcan en los procesos de generación de sentido que
remiten a las luchas por la representación, por establecer las divisiones legítimas del
mundo social. Sólo atendiendo a la dimensión práctica de los discursos podemos
entender que los discursos identitarios son “armas” usadas en el seno de luchas sociales.
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Disponible
en:
http://ceo.gencat.cat/ceop/AppJava/export/sites/CEOPortal/estudis/monografies/conting
ut/Idnac_cast.pdf
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