IDENTIDAD DE GÉNERO Y ORIENTACIÓN DEL CUIDADO EN LAS RELACIONES FAMILIARES DE LA MUJER CUIDADORA Y LA PERSONA ANCIANA DEPENDIENTE. Rita Maria Radl Philipp, Edmeia Campos Meira, Luciana Araújo dos Reis, Vanda Palmarella Rodrigues RESUMEN Los datos demográficos en Brasil demuestran un aumento progresivo de ancianos y de la longevidad. Este nuevo perfil de la población tiene un impacto significativo sobre la morbilidad y mortalidad y la necesidad de atención a las personas mayores debido a que estás conviven con enfermedades crónicas y el aumento de la edad conlleva un debilitamiento general de la persona por cuyo motivo se precisa del apoyo de otras personas. En el caso de la dependencia y del cuidado de la persona mayor, las mujeres han asumido lo largo de la historia del cuidado humano la responsabilidad de estas acciones del cuidado en el espacio intrafamiliar. Aún existe una escasez de estudios que reflejan cómo estas mujeres cuidadoras han experimentado el proceso del cuidado en el contexto de las relaciones interpersonales con las personas mayores, con la familia y su supervivencia en tanto que persona humana con una identidad femenina construida a lo largo de la vida. La presente investigación tiene por objeto entender cómo se desarrolla el sentido de la memoria de las mujeres en relación con el cuidado familiar junto a los ancianos dependientes, considerando la identidad de género y la orientación del cuidado construidas en su experiencia con el envejecer, las responsabilidades asumidas, las experiencias vitales derivadas de los procesos del cuidado y las repercusiones en sus condiciones de como personas humanas y desde el punto de vista de sus identidades de género. Palabras clave: Identidad de género, cuidado familiar, ancianos, memoria. 1 INTRODUCCIÓN Es un hecho que en muchos países las poblaciones están envejeciendo. Este tema que afecta desde ya hace algún tiempo especialmente a los países europeos atañe cada vez a más países también de otros continentes. El número de personas mayores crece a ritmo mayor que el número de personas que han nacido causando una serie de situaciones socio-económicas específicas. Brasil muestra un perfil de población que se encuentra ya en una transición demográfica que en los últimos 10 años tuvo un aumento de más de 6 millones de personas mayores. En el escenario brasileño son considerados personas mayores de más de 60 años de edad, como se define en el marco jurídico de la política nacional para la tercera edad (Ley Nº 8.842/1994) y del estado de las personas mayores (Ley 10.741/2003). Para el año 2016, la proyección de la población anciana brasileña corresponde a un 12,3% de la población de más de 60 años (IBGE, 2010; IBGE, 2015). El predominio del número de mujeres mayores en relación con el número de hombres del mismo segmento de edad es otro fenómeno importante en la dinámica de la población de Brasil comparable a otros países del mundo. Este patrón de población dio lugar al término "feminización de la vejez" (Camarano, 2009). Las mujeres viven más porque su estado de salud recibe más cuidados, sin embargo, es importante destacar que esta edad avanzada, independientemente del sexo, generalmente se caracteriza por el desarrollo de un especial estado de fragilidad asociada a enfermedades crónicodegenerativas e incapacitantes. Las mujeres representan el 55.82% de la población anciana (IBGE, 2015) en Brasil. 1.- EL CUIDADO DE LAS PERSONAS MAYORES La condición de la longevidad se vincula particularmente con el debilitamiento del envejecimiento humano, entendiendo que los ancianos son vulnerables a diversas condiciones patológicas. En el contexto brasileño se estima que el 85% de los ancianos tienen al menos una enfermedad crónica y al menos un 10% tiene por lo menos cinco dolencias concurrentes (Ramos, 2002). Así, la prevalencia de enfermedades crónicas y la longevidad actual de los brasileños contribuyen al aumento de las personas mayores 2 con limitaciones funcionales. Enfermedades crónico-degenerativas fragilizan y debilitan a las personas de edad avanzada progresivamente, generando un conjunto de factores y síntomas que con la evolución de la enfermedad lleva a limitaciones y discapacidades que llevan a la persona mayor a necesitar de la ayuda de otra persona para realizar desde algunas actividades básicas de la vida cotidiana (ABVD), a actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) e incluso hasta la realización de todas las actividades del cuidado en la tercera edad . Este panorama se caracteriza, por lo tanto, de una condición de dependencia que puede ir desde la dependencia parcial, condición en que los ancianas y los ancianos o las personas frágiles dependen de otra persona para realizar algunas actividades, hasta la dependencia total cuando las personas dependen de otros para llevar a cabo todas sus actividades (Ferreira 2012). Caldas (2003) señala que una persona se caracteriza como dependiente solo por el hecho de no ser capaz de realizar una determinada actividad cuando esta actividad es necesaria para el mantenimiento de su vida y bienestar. Así, la ejecución de la actividad será delegada a terceros o la persona recibe ayuda. Observamos que en Brasil hay una precaria política pública efectiva para la ciudadana/ ciudadano que envejece y se convierte en dependiente. Así, la responsabilidad de cuidar de la persona mayor que vive una situación de cronicidad con la evolución de la dependencia recae en la familia. Por lo general, sólo una persona de la familia asume la responsabilidad de cuidar de la anciana/anciano al que llamamos cuidadora/ciudador. El cuidador principal suele ser la mujer y a pesar de los cuidados informales, la elección de la persona que cuida obedece a una serie de reglas tales como: parentesco, a menudo más grande para los cónyuges, la presencia de alguna hija/hijo; proximidad física, teniendo en cuenta que vive con la persona y la proximidad emocional, destacando la relación matrimonial entre padres e hijos (Vasu, 2011; Gonçalves, 2011; Ángeles et al., 2014; Loureiro et al., 2014; Chernicharo, 2015; Ferreira, 2012). De modo general, la o el familiar que cuida experimenta durante el cuidado varios problemas en el proceso del desarrollo de la vida cotidiana de una persona mayor, lo que convierte el cuidado en estresante porque genera sobrecarga, estrés y limitaciones incluso en las condiciones de salud para el anciano y la persona que cuidada (Ferreira, 2012; Tomomitsu et al.2014). Se presentan, por lo tanto, en este contexto situaciones problemáticas tales como un cambio en la calidad de vida, la necesidad de adaptarse a la situación de cronicidad, la dependencia de otra persona para 3 realizar las actividades diarias con lo cual se produce la sobrecarga de la familia en la persona de la cuidadora o cuidador y exclusión social. En busca de una comprensión histórica del desarrollo de la atención y su relación con la experiencia práctica de las mujeres en la relación familiar, destacamos los aspectos conceptuales del enfoque de cuidado, etimológicamente hablando. Rossi (1991) afirma que el concepto “cuidado” se originó del latín cogitare, cuyo significado cogitate, es imaginar, pensar, meditar, juzgar, prestar atención, o pensamiento. Cuidar es relacionarse y relacionar implica respeto al otro con sus limitaciones, preocuparse por él, cuidar, participar, ser responsable, preocuparse por el problema del otro. Por su parte, Friedman (1998) corrobora este punto de vista afirmando que el cuidado humano es polivalente y alude por esencia a la relación persona-persona. Así, llama la atención Colliére (1999) en un contexto histórico sobre el cuidado, que el significado original de la atención y el papel de las mujeres en las prácticas del cuidado se traducen en diferentes modos de identificación en cuanto a su evolución y su identificación con las mujeres desde los albores de la historia humana hasta la edad media en la sociedad occidental. Estas prácticas tienen su función a partir de la idea de la fecundidad por cuestiones de herencia cultural en relación con la atención que requiere ayuda y se entiende que ésta debe ser dispensada por las mujeres y con el tiempo las concepciones acerca de la fecundidad y el cuerpo y el espíritu, han sido modificados en las sociedades bajo el dominio de la iglesia. Por lo tanto, el cuidado no pertenece a un oficio, sino que cualquier persona que está en buena disposición para ayudar y garantizar el mantenimiento y la continuidad del grupo, de la vida y las especies puede cuidar, garantizar las funciones vitales por medio de protección, alimento, refugio y otros. En este contexto surge que el hombre y la mujer pueden satisfacer esas necesidades que se organizan alrededor de tareas, dando lugar a la división sexual del trabajo, que determina el lugar de los hombres y mujeres en la sociedad teniendo en cuenta las culturas y los tiempos, tales funciones están cargados con un valor simbólico e incluyen desde que los hombres se enfrentan en la caza con inteligencia, hasta la calma y la humildad de las mujeres en su vida diaria para estar en el parto, con niños, y en el cuidado de la vida e incluso la muerte (Colliére, 1999). Asimismo partimos de la idea de que, según Radl Philipp (2011), las condiciones específicas del aprendizaje de los roles de género en el contexto de la socialización primaria en cualquier sistema de la estructura social pueden explicar las 4 concepciones de los papeles sociales de hombres y mujeres en su totalidad. La comprensión del género a partir de sus elementos identificadores de valores y de las definiciones de las relaciones intergénero, explican la complejidad de las relaciones culturales, sociales y políticas y su relación con los mecanismos reales del poder que están presentes en un momento histórico determinado en la estructura social de la sociedad moderna. Las relaciones de cuidado que se establecen en el caso concreto que nos ocupa en el presente contexto, se comprenden en relación con esta experiencia diferencial en función del género de las personas, especialmente de las cuidadoras. El acto de cuidar de las y los ancianas/os en casa es un desafío y aprendizaje constante en relación con las necesidades físicas, biológicas y el nivel de dependencia de las personas mayores, se convierte en una tarea ardua para la cuidadora o el cuidador, aparecen nuevas exigencias, la persona que cuida ha de realizar actividades que antes hacia la persona mayor sola, tales como las actividades de la vida diaria (AVD) que van desde actividades sencillas como caminar por la calle hasta ayudar para vestir y ayudar en actividades en tareas habituales. Así, las cuidadoras y los cuidadores más inexpertos han aprendido en el día a día del cuidado ser un fuerte punto de apoyo para sobrellevar la dependencia (Wachholz, 2013). De esta manera, hacemos hincapié en que las tareas realizadas por el la persona cuidadora familiar de la persona mayor dependiente, favorecen las manifestaciones de un agotamiento físico y emocional. El cuidado de una persona mayor requiere un esfuerzo físico en la realización de algunos cuidados asociados al hogar y para lograr todas las actividades del cuidado. Así, se evidencia el cansancio emocional que se caracteriza por la pérdida progresiva de energía, fatiga y agotamiento emocional (Ferreira, 2012; Meira, 2007; Cantera, 2012; Gonçalves, 2011; Roca, 2013). En Brasil, generalmente los ancianos y su familia son todavía vistos como segmento excluido de la sociedad, especialmente las personas ancianas dependientes con pocos recursos económicos y sociales. Caldas en Caldas (2003, p. 778) señala que: Cuando cuentan con una estructura de apoyo institucional, estratégica, material y emocional, los cuidadores tienen la posibilidad de ejercer el cuidado y permanecen socialmente integrados sin estar expuestos a sobrecargas por la difícil y estresante atención al paciente dependiente. 5 Así, con el envejecimiento de la población, es necesario que los gobiernos tomen medidas urgentes de asistencia social y salud a los ancianos para que la familia pueda continuar siendo un proveedor de atención de forma ética en un contexto de dignidad y justicia para todas las personas involucradas en el proceso de atención. El papel de cuidar de una persona mayor dependiente requiere unas características orientadas hacia la responsabilidad familiar y también aspectos psicosociales muy importantes que de forma histórica y aún en la actualidad están vinculadas de modo específico y diferencial con de la identidad de las mujeres que colectiva y históricamente se orienta, tal y como muestra Carol Gilligan en sus investigaciones, hacia el cuidado humano (Gilligan, 1984). En el proceso de la construcción de la identidad de género, esta última no se constituye de forma biológico-genética, la misma tiene una relación fundamental con el proceso de la socialización humana, a través del cual el ser biológico se convierte en ser social (Radl Philipp, 1997). En el proceso de la socialización de género una persona desarrolla los significados sociales y construye su identidad de género. Esto es, una persona desde que nace se percibe y es tratada como una mujer o como un hombre. No obstante, los significados sociales de esta pertenencia de género, su asimilación, se produce en las relaciones y participaciones sociales concretas que establecen los roles sociales y los roles de género como constructos transversales, hecho que interviene en la construcción precisa, que es además activa, de la construcción de su identidad de género. El proceso de adquisición de la identidad del ser humano se entiende como un proceso social de individualización a lo largo del cual el sujeto desarrolla su personalidad como hombre o mujer. El proceso de enculturación, es decir, de socialización primaria incluye la adquisición de los roles y significados de género como experiencias básicas y fundamentales para el establecimiento de la identidad de género (Radl Philipp, 2003). Este pensamiento nos lleva al concepto de identidad que es definido en el interaccionismo como una categoría sociológica y situacional que se forma y configura en las interacciones sociales. "La comprensión del concepto de identidad masculina y femenina tiene crucial importancia en el contexto del género" (Radl Philipp, 1996, p. 23). La identidad de género resulta de la interrelación entre aspectos personales y sociales, apunta a una construcción social que incluye como elementos constitutivos los elementos biológico, social y sexual (interpretación y 6 necesidades personales) (Mead, 2010). En este sentido apunta a los aspectos fundamentales de una persona como mujer o varón abarcando valores culturales, sociales y psicológicos. Los enfoques teórico-feministas apoyadas en las diferencias de género, destacan que la diferencia sexual determina un valor específico en el proceso del desarrollo humano. Mostrar que las diferencias en función del género y sus valoraciones dependen de un orden simbólico sexuado, permite conceptualizar las relaciones intergénero fuera del modelo patriarcal. Así podemos entender las orientaciones del cuidado vinculados históricamente a las identidades femeninas como elementos y expectativas de una conciencia diferente que apunta a cuestiones fundamentales de la supervivencia humana (Muraro, 2010). En esta línea de pensamiento, Carol Gilligan (1982) argumenta como en la actualidad la ética del cuidado todavía está especialmente vinculada a la identidad colectiva femenina, pero que esta orientación basada en la responsabilidad y sensibilidad también concierne a los varones. Esta autora encuentra como definitorio una orientación de ética de la justicia en el colectivo masculino que no obstante, concierne asimismo a las mujeres en sus relaciones cotidianas porque "el espíritu femenino se revela a partir de una percepción adulta de la moral, con espontaneidad y abarcando una ética natural" (Gilligan, 1982, p. 183). Teniendo en cuenta los puntos mencionados, existe todavía una escasez de estudios empíricos que reflejan las condiciones de vida y del envejecimiento que experimentan las mujeres en el proceso del cuidado en las relaciones interpersonales con personas mayores dependientes en el contexto de la familia y su condición de supervivencia como seres humanos con una identidad femenina construida a lo largo de la vida. La presente investigación intenta comprender cómo se desarrolla el sentido de la memoria de las mujeres en las relaciones familiares con personas mayores dependientes, considerando que la identidad de género y la orientación del cuidado construida en el propio proceso del cuidado, así como las responsabilidades asumidas en las experiencias de vida a lo largo de los procesos del cuidado repercute sobre las condiciones de vida de la mujer cuidadora desde el punto de vista de persona y de su identidad de género. 7 2.- ASPECTOS METODOLÓGICOS El estudio adopta un enfoque cualitativo, con énfasis en la historia oral de vida. Según Thompson (1992), la historia oral permite romper la rigidez en la objetividad del hecho histórico lo que permite mostrar diferentes formas de vivir la historia, diferenciando sexo, edad, ocupación y clase social del sujeto. De esta forma, seguimos una concepción epistemológico-metodológica de la memoria en la línea de Halbwachs (1990) y de la historia oral temática de Meihy (2005) en la presente investigación que forma parte de la investigación de la tesis doctoral titulada “El significado de la memoria de la mujer cuidadora de personas mayores dependientes: identidad de género y orientación del cuidado”, realizada en la Universidade Estadual do Sudoeste de Bahía (UESB). La memoria puede ser individual y colectiva (Halbwachs, 1990), siendo la primera de naturaleza psíquica que se relaciona con experiencias privadas; la segunda, es de naturaleza colectiva, representa el grupo y su identidad específica en su vertiente cultural y trascendente. Tiene el espacio como el lugar donde ocurren las experiencias, los recuerdos concretizados materialmente, evocando la permanencia y la estabilidad con características socio-culturales donde el locus se centra en el cuidado de la cuidadora familiar de personas mayores dependientes, experimentando las relaciones sociales de poder en el tiempo social del envejecimiento humano y poblacional con características de feminización. Este escenario se presenta todavía marginal, con diversos estereotipos que conllevan estigmas y la exclusión social en el vivir y el envejecer de las mujeres. El objetivo de este estudio consiste en captar los recuerdos evocados de las mujeres cuidadoras que pueden ser personales o sociales individualizando la memoria que pertenece a un grupo de mujeres que cuidan de ancianas/os en el contexto de la familia. Participaron en este estudio cualitativo seis mujeres cuidadoras de familiares mayores dependientes, miembros de una asociación de grupos de tercera edad, en una ciudad en el interior de Bahia/Brasil que han sido incluidas en este estudio por su condición de familia y de género (mujer cuidadora) con experiencia de más de cinco años en el cuidado de ancianas/os dependientes. Tienen de entre 57 a 75 años, cuatro de ellas son mayores de 60 años. En cuanto a su estado civil, tres eran viudas, dos casadas y una era soltera. En cuanto a la relación con la persona mayor dependiente, cinco eran hijas y una era la esposa de la persona mayor dependiente. Todas las cuidadoras han 8 informado tener alguna enfermedad crónica o problemas de enfermedad mental derivados del proceso de cuidado. La recogida de los datos tiene en cuenta los protocolos éticos correspondientes y se efectuó en las casas de las cuidadoras participantes utilizando una entrevista semiestructurada en el período de enero a marzo de 2015. Las entrevistas fueron grabadas y transcritas de forma completa con la información, siguiendo los criterios metodológicos de análisis de contenido temático con el propósito de identificar las unidades de significado. Teniendo en cuenta las categorías del estudio, los datos fueron analizados y clasificados en dos categorías temáticas con sus respectivas sub-categorías (Bardin, 2011), siendo interpretados y discutidos según los presupuestos teóricos en la línea interactiva de la comprensión del cuidado en las relaciones familiares donde ladsmujeres asumen preponderantemente el papel del cuidado bajo el punto de vista de la construcción de la identidad de género y la orientación del cuidado en el contexto gerontológico y geriátrico. 3.-RESULTADOS Y DISCUSIÓN 3.1.-Descripción y presentación de los datos A partir de los fundamentos teóricos y de los relatos de memoria de historia oral de las mujeres cuidadoras de personas mayores dependientes, surgieron las cinco categorías de investigación siguientes: 1. Relaciones de género en el aprendizaje del cuidado en las relaciones familiares; 2. La convivencia de la mujer en el trabajo del cuidado en las relaciones familiares; 3. Las relaciones de poder del hombre sobre la mujer en el contexto del cuidado de personas mayores; 4. La posibilidad de que los hombres desempeñen el cuidado familiar de personas mayores dependientes; 5. La orientación del cuidado en la vida cotidiana de la mujer cuidadora: los desafíos vividos. 1.- Relaciones de género en el aprendizaje del cuidado en las relaciones familiares El cuidado que forma parte de la existencia humana representa una relación de responsabilidad, ética y afecto del desarrollo moral construido a lo largo de toda la vida (Gilligan, 1982). Desde esta perspectiva, "el cuidado tiene una característica de 9 plenitud cuando se comprende una acción de bienestar general, una perspectiva de preservación de la naturaleza, fomentando y potencializando al ser humano y su dignidad" (Waldow, 2004, p. 176). El cuidado como una acción de cuidar y pensar, estando impregnado por la esencia humana, proporciona según Rossi (1991) la fusión del "yo" que existe antes que nuestras ideas. En este sentido, "el cuidado tiene una dimensión ontológica que se centra en la esencia del ser humano. Es una forma de ser singular del hombre y de la mujer. Sin cuidado dejamos de ser humanos" (Boff 1999, p. 89). Así el amor se manifiesta a través de sentimientos liberando virtudes que se aprenden en las relaciones sociales a lo largo de la existencia que también están presentes en la esencialidad de la mujer (Muraro, 2010). Este modo de asumir el cuidado por parte de las mujeres en las relaciones familiares se constituye como un proyecto educativo de vida con un papel a desempeñar en el mundo, tal y como se observó en los relatos de las cuidadoras participantes de este estudio: [...] Ella se arrodilló a mis pies y me dijo: "hija mía, te ruego que por el amor de nuestro Señor Jesucristo, no me dejes, viene a cuidar de mí" [...] antes de que ella envejeció, siempre he tenido este sueño de cuidar de ella (M2). [...] ser mujer es todo, es más, ella ya está preparada, o ya se viene preparada por sus padres, ya con una misión, la vida va ofreciendo obstáculos, pero ella está luchando, va asumiendo sea con respecto a la enfermedad, sea en una profesión que ella tiene (M2). Sin embargo, las mujeres cuidadoras de un grupo de las entrevistadas demostraron en las memorias colectivas de sus historias de vida, unas experiencias del cuidado en las relaciones familiares de la convivencia intergeneracional muy particulares al relatar las siguientes experiencias: [...] cuando existe la familia concreta con padres, hijos, nietos, yernos, nueras, la primera persona que cuida del otro es la propia pareja, si la mujer enferma el marido va a cuidar de ella, si el marido enferma va cuidar ella, cuando no existe esta posibilidad, son los hijos, los nietos, por qué también tiene muchos nietos que aman a sus abuelos, a veces tienen nietos que aman a sus abuelos más que sus propios padres, están locos por ellos, hacen cualquier cosa por ellos (M2). 10 A su vez, estas mujeres aún cuando experimentan limitaciones físicas con presencia de comorbilidades se identifican meramente cuidando de la persona mayor dependiente, cuestión que significa ser incompatible con sus propias necesidades de vida, lo que lleva a pensar en una condición incompatible con su propia condición humana. Asumen la responsabilidad del cuidado desafiando constantemente sus condiciones de vida y de salud, así como el desarrollo de su ciclo de vida, esto es, un desarrollo moral basado en el compromiso vivido en el contexto del cuidado del otro, es decir, un cuidado relacional (Gilligan, 1982). El cuidado como una construcción del género en el proceso de vivir y envejecer de las mujeres es experimentado desde la infancia y continúa a lo largo de la vida a través de un proceso de socialización con el aprendizaje de normas, reglas, pautas y orientaciones de comportamiento, valores sociales, aprehendidas también bajo la influencia de formas culturales pertenecientes al mundo sociohistórico. Este proceso de socialización readapta el aprendizaje según la necesidad de adaptación al convivir con otras generaciones en la familia, en la comunidad y a través de los juegos. La socialización tiene como resultado el mantenimiento y la organización de la estructura social (Camino, 2013). Desde esta perspectiva, el estudio mostró que las mujeres experimentan una educación enfocada al cuidado en el desarrollo intergeneracional de la familia ejecutando las tareas domésticas, restringidas al espacio privado y con juegos de "ama de casa", como se explica a continuación: [...] nosotras, las mujeres, desde pequeñitas ya jugamos con una muñeca, (risas) ya cogemos una muñeca en brazos, ponemos a la muñeca a dormir, era una muñeca , tenia madre, hijas… (M1). [...] desde cuando nació mi hija ya soy ama de casa, sé lavar, planchar, cocinar, limpiar, barrer, limpiar la casa, y había momentos que creo que no fui más que su esposa (M2). [...] ella me enseñó a hacer ganchillo [...] mi madre me puso en la costura para ayudar a ella colocar botones, estas cosas de una costurera, coger leña en el monte para hacer la comida, lavar la ropa, ayudar en las tareas domésticas, barrer la casa, lavar platos, planchar (M6). 11 Vemos como a lo largo del proceso de la socialización humana a través del cual el ser humano biológico llega a ser un ser social, las personas se introducen de forma diferencial en los papeles de género que representan hombres y mujeres en relación con el cuidado. En este sentido el proceso socializador es más amplio que el proceso educativo y tiene como referencia las primeras experiencias con el sexo/género constituidas a lo largo del proceso de la asunción de los roles de género masculinos y femeninos, hecho que determina la identidad de género del sujeto que corresponde a un proceso dialéctico social (Radl Philipp, 1996). Observamos, en efecto, como el proceso de socialización y su relación con la construcción socio-cultural de las diferencias de género convierte en una relación histórica de subordinación la interrelación de las mujeres con los hombres en el contexto familiar en el cual persisten trazos de una cultura patriarcal de dominación caracterizada históricamente por desigualdades de género (Saffioti 2015) que conlleva que los varones no asumen tareas del cuidado humano: [...] No, porque él (hermano) dijo que no podía hacerlo, el otro también, tiene un problema de columna, entonces, para cuidar tiene que ser la mujer. De los cinco hermanos, quien tiene más salud soy yo, y eso que soy la más vieja (risas) (M5). En las relaciones del cuidado en el contexto familiar, la mujer asume, tal y como vimos, esta responsabilidad desde edades tempranas de su vida, siendo hermana mayor en el cuidado de los hermanos a través de su identificación con la madre y fortaleciendo su Yo en las dinámicas interpersonales en el proceso de la formación de su identidad de género a través del cuidado. En una experiencia de apego en la cual las madres tienden a identificarse con sus hijas como si fueran ellas mismas su continuidad (Motta, 2010; Chodorow, 1979). 2.- La convivencia de la mujer en el trabajo del cuidado en las relaciones familiares El ejercicio del cuidado se convierte en un aprendizaje social en función del género para el género femenino. Las mujeres experimentan en las relaciones de la familia que las situaciones de enfermedad crónica que requieren una asistencia 12 permanente y muchas veces durante mucho tiempo les obliga a ellas en su vida cotidiana a asumir esta responsabilidad en la familia por cuyo motivo no puede asumir un papel en el mundo del trabajo extradoméstico, han de dedicarse directa o indirectamente al cuidado de la persona mayor dependiente: [...] hija única, tenía que entregar el certificado en la escuela, he tenido a nadie para compartir la carga de trabajo del cuidado de mi madre, entonces era muy difícil (M4). [...] Ella ya tiene ese papel de ser madre, ser esposa, ser la señora de la casa, tiene que saber repartir estas tareas y aún compartir fuera cuando ella trabaja fuera, entonces ella se identifica cada día más como mujer, como madre, como trabajadora (M2). La mujer asume hoy en día una duplicidad de roles sociales, viviendo en el mundo público, está expuesta a infinidad de desigualdades de género, y aún tiene que responder a las responsabilidades del trabajo doméstico del mundo privado que continúa pesando en la agenda de las mujeres, sin que los hombres cooperen, manteniéndose una división social y sexual del trabajo (Perrot 2015) de tipo sexual. En este contexto, la experiencia de sobrecarga de tener que conciliar el mundo del trabajo y el cuidado del familiar dependiente promueve el sufrimiento físico, fatiga, sentimientos de "carga", estados de estrés y enfermedad. Estas condiciones de vida representan actos de responsabilidad y de supervivencia pero van acompañadas de situaciones de vida precarias cuando en la relación del cuidado no se reconoce el derecho a la integridad personal, que proviene de una visión que reclama la igualdad como derecho humano en el dialogo entre equidad y cuidado en las relaciones intergénero, para definir mejor las relaciones laborales de la persona adulta y las relaciones familiares (Gilligan 1984). [...] La manera de conciliar mi trabajo con el cuidado era traer a ella para acá, dejarla cerca. Estaba cansada, que estaba viendo que yo no podía llevar la carga durante mucho tiempo (M1). [...] Estaba en el trabajo y me llamaron rápidamente ya que ella estaba sintiéndose mal, tuvo que ir corriendo al hospital [...] yo me volví loca con los dos, era en el momento que dejé de trabajar, pedí vacaciones solo para cuidar de ellos (M6). 13 Como el trabajo es la base fundamental para la construcción de la identidad, ésta no se constituye solamente a través de la subsistencia, sino también a través de la realización personal, pero estar en el mundo del trabajo constituye para las mujeres todavía un problema, hecho que incide en una construcción tradicional de la identidad de género en relación con el cuidado. 3.-Las relaciones de poder del hombre sobre la mujer en el contexto del cuidado de personas mayores La mujer cuidadora de una persona mayor vive la falta de apoyo de los miembros de la familia y este análisis va más allá de la comprensión de la identidad de género y sexual en el contexto de los significados culturales de la sociedad en la que vivimos (Galinkin, 2010). En una comprensión androcéntrica, la sociedad autoriza y legitima la desigualdad entre los géneros por medio de la dominación masculina y la subordinación femenina con la perpetuación de las posiciones patriarcales hegemónicas arraigadas en las relaciones sociales. De esta manera, el poder está implícito en las relaciones entre las personas con vínculos familiares, siendo la mujer predestinada al cuidado en el contexto privado familiar (Saffioti, 2015) según el entendimiento sociocultural en la jerarquización de las prácticas y roles, constituidos históricamente en las relaciones entre sus miembros de convivencia. En este contexto, la mujer asume la responsabilidad del desempeño cotidiano del cuidado de una persona mayor dependiente con dedicación exclusiva, papel adjudicado a ella por otros miembros de la familia, teniendo que estar junto a la persona mayor en casa durante mucho tiempo, lo que se traduce en aislamiento social para ambos y la posterior enfermedad de la cuidadora (Vieira, 2012): [...] les pido ayuda y ayudan, pero yo me daba cuenta que ya no podía más, los domingos no viene nadie para verme, pero absolutamente nadie. Los domingos me quedo sola, solo viene mi amiga que se queda conmigo, mi cuñada que aparece aquí, pero no aparece nadie más, estoy sola, yo y Dios aquí (M5). 14 Todavía resulta más grave cuando la mujer cuidadora es mayor y experimenta las limitaciones de su edad, la sensación de soledad por no estar acompañada y a menudo sin su cónyuge (Oliveira, 2012; Rao, 2013; Pereira, 2014). En las relaciones familiares del cuidado de las personas dependientes en la familia las mujeres experimentan incluso relaciones de maltrato en un contexto de violencia a través de actitudes de rechazo y abandono por parte de los miembros de la familia, especialmente de los hijos y cónyuges. Pensamos que estas actitudes vienen influenciados todavía por una remota ideología patriarcal, joven y poderosa que se resiste todavía a estructuras sociales igualitarias: [...] había un día que él quería ir al baño, y no podía y entonces empezó a gritar, comenzó a pedir y me empezó a gritar [...] y allí fue muy difícil aquella vez, yo lloré, le dije que no podía, era muy difícil este momento (M6). [...] yo ya había aceptado todo, el problema era mi familia, mi esposo, el problema eran mis hijos, todo era que ellos aún me cargaban más (M2). [...] a mi marido no le gustó mucho, no, dijo que atendía más a mi madre, mi hija igual que él, así que había celos, él se enfadó, a veces estaba tan cansada, él quería tener relaciones no se comportaba bien conmigo, decía: " tienes que venir, tienes que venir a verme" (M6). [...] en algunos momentos tuve algunos conflictos: él decía: "solo quieres trabajar fuera, no quieres cuidar de los niños" (M4). La violencia familiar ocurre sobre todo dentro de la casa y viene precedida de malos tratos cometidos por el patriarca en la posición de poder en la jerarquía, el hombre fuerte que domina el frágil cuerpo de la mujer en una relación de desigualdad, derivada de una organización social que da privilegios al género masculino (SAFFIOTI, 2015). 4. La posibilidad de que los hombres desempeñen el cuidado familiar de personas mayores dependientes. 15 En la mayoría de las veces el cuidado de familia a una persona mayor dependiente sigue siendo una tarea de las mujeres. Pocas veces se ve como una tarea que también puede desarrollar un hombre: [...] Esto puede ser en el caso de no tener una mujer para cuidar, pero creo que esta es una tarea de la mujer [...], desde pequeña las mujeres ya juegan con una muñeca, (risas) ya cogen una muñeca en brazos, ponen la muñeca a dormir, …… (M1). Las mujeres han asumido a lo largo del tiempo el papel de cuidar miembros de la familia. Carol Gilligan (1984), entiende que durante el desarrollo de la socialización primaria se van formando los modos distintos de niños y niñas que dan lugar a distintas orientaciones éticas que se identifican con relaciones de poder que tienen repercusiones en las experiencias individuales y colectivas, como se explica en los siguientes relatos: [...] Yo conozco a hombres que han cuidado muy bien de sus madres, las cuidaron muy bien como si fueran hijas, pero raramente es así. Yo creo que en teoría, generalmente se dedican más las hijas (M4). La orientación del cuidado se forma durante la génesis del yo en relación con la experiencia social con el otro, asumiendo las mujeres el rol social del cuidado mientras que para la identidad del hombre el cuidado no tiene relevancia, es decir, el varón desarrolla una identidad para la competencia social, se orienta hacia cuestiones vinculadas a la vida de los grupos sociales, la escuela, el ámbito público extrafamiliar. Los valores que guían la socialización masculina se orientan hacia el mundo público que entran en conflicto con las funciones y tareas que se llevan a cabo en el ámbito doméstico-privado que requieren acogimiento, afecto y sensibilidades. En el contexto de la familia que vive el cuidado con sus miembros adquiere importancia percibir los desafíos de vivir las diferencias entre los sexos, de desarrollar una cultura de relaciones sociales en las cuales se establece un vinculo de solidaridad teniendo en cuenta la orientación moral de justicia para los hombres y la del cuidado para las mujeres reconociendo diferencias en las necesidades y para cubrir éstas en la edad adulta. Una ética del cuidado se basa en la premisa de la no violencia (Gilligan, 1984). Una cultura de convivencia precisa de respeto y tolerancia entre las personas en el acto social del cuidado (Boff, 2006). 16 Si bien, percibimos que los miembros familiares que viven con una persona mayor dependiente relatan a veces un cambio en el rol social del varón en el contexto familiar aún cuando éste es todavía incipiente. La condición del varón de ser el proveedor económico de la familia favoreció una división social en las responsabilidades en el contexto de la familia por cuyo motivo las mujeres viven desigualdades de género a pesar de que en las últimas décadas han participado en el mundo del trabajo con un alto coste para ellas (GALINKIN 2010). Las tareas del cuidado de una persona mayor dependiente se ve socioculturalmente como un trabajo que es más de mujeres: [...] entonces ya era una cosa de un trabajo de la mujer, el hombre puede ayudar, porque también necesitamos la ayuda del hombre. Yo misma necesitaba mucho aquí de mi hermano. Se le necesita para llevar al médico, mi hermano iba ayudar para poner en la silla de ruedas, para llevar la silla, para ponerle en el coche, llevar el coche. Pero es una tarea más de mujeres. La mujer lo hace mejor (M1). [...] es lo mismo, no hay diferencia, la diferencia es sólo el sexo, el resto de la competencia del cuidado es igual (M2). [...] podría si, pero hay mujeres que no lo aceptarían, porque mi madre no lo aceptaría, incluso entre nosotras su preferencia es para mí (M3). [...] es un trabajo que también puede ser realizado por el hombre, sin embargo, es más difícil. El cuidado puede ser asumido por los hombres, pero las mujeres se dedican más (M4). De esta manera ya vemos como se va asumiendo muy lentamente que una ética del cuidado (Gilligan, 1984) o una cultura de convivencia con respeto y tolerancia (Boff, 2006), puede ser desempeñada por hombres y mujeres en una relación que respeta y tolera las diferencias de ambos aún cuando las respuestas indican que esta visión es todavía muy tímidamente presente. 17 5. La orientación del cuidado en la vida cotidiana de la mujer cuidadora: los desafíos vividos. La persona mayor que vive la dependencia convive con una variedad de dolencias y síntomas provenientes de las pluripatologias que producen cambios en su vida y su familia, que le dificultan considerablemente la realización de las actividades personales básicas para mantener una vida independiente. La enfermedad requiere un tratamiento permanente y con su evolución aparecen limitaciones y discapacidades en la vida cotidiana de las personas mayores que requieren la presencia de una cuidadora o cuidador (Caldas, 2014; Fernandes, 2014; Gonçalves, 2013). Existen múltiples desafíos y problemas que aparecen en el cuidado de la persona mayor dependiente. Así la familia y sus respectivas personas cuidadoras debido a las limitaciones y la complejidad del cuidado indican una y otra vez que no tienen tiempo para sí mismas, están totalmente absorbidas por el trabajo del cuidado y que precisarían de ayudas para superar las dificultades generadas por la sobrecarga en el proceso del cuidado de las personas mayores, hecho que tiene grandes repercusiones en la participación social y el ocio: [...] A veces dejo de ir a la iglesia, algún día voy, otro día no puedo, voy conciliando [...] sin duda tengo limitaciones. No puedo tener esta libertad de salir, viajar, pasear [...] mis hijos también me llaman para comer, para ir a la playa, pero no puedo, tengo este compromiso, esta responsabilidad, no puedo ir (M4). Ante tal situación la familia está buscando apoyo social para satisfacer la demanda de las necesidades de salud de la persona mayor dependiente a través de la división de las tareas o la viabilidad de redes de interacción social por medio de intercambios y cambios emotivos y de información (Almeida, 2014; Ángeles, 2015). Si bien, su realización se presenta muy difícil, dado que la necesidad de ayuda se desarrolla en un contexto de demandas de cuidado permanentes de una persona mayor dependiente con respecto a la persona cuidadora que es mujer y percibe la responsabilidad de estar y de sentirse sola: [...] con mi madre fue esto así con la alimentación, yo sufrí mucho a la hora de darle de comer, el peor momento de mi vida era su horario de comida, antes de la sonda porque ella se asfixiaba y yo lloré mucho cuando llegó el 18 mediodía y la noche, yo ya me imaginaba que ella se asfixiaba un montón (M6). Las responsabilidades del cuidado, tal y como vemos, se desarrollan en unas relaciones en las que la mujer cuidadora actúa siendo fiel a su compromiso y a la persona que cuida, dando prioridad a sus sentimientos de responsabilidad de modo que no se escapa de esta responsabilidad: La distinción entre ayudar y agradar asienta la actividad del cuidado en el deseo de aprobación por parte de otros, la ética de la responsabilidad puede convertirse en un ancla libremente escogido por la integridad personal y de la fuerza (Gilligan, 1982, p. 183). CONCLUSIONES FINALES En el contexto de la vida familiar y con tantos tipos de enfermedades crónicas no es suficiente que la persona cuidadora cuide a la persona mayor, es de vital importancia un apoyo institucional y directrices de cuidado específicas para cada situación teniendo en cuenta la legislación existente en Brasil. Así, aunque la legislación brasileña sobre el cuidado de la población anciana es bastante avanzada, en la práctica es todavía insatisfactoria. La eficacia del marco legal y su uso como instrumento es fundamental para el logro de los derechos de las personas mayores. La ampliación de la normativa "Estratégia Saúde da Família" hace necesaria la implementación de políticas de salud para las personas mayores una vez que el estudio ha revelado la presencia de familias de edad avanzadas y frágiles y de gran vulnerabilidad social y que las redes de asistencia social todavía incipientes a la salud de las personas mayores son imprescindibles. La investigación señala que la responsabilidad del cuidado de las personas mayores es fundamentalmente de la familia, pero en ausencia de las condiciones adecuadas para la realización de dicho cuidado el estado debe ofrecer apoyo y ayuda a este cuidado, circunstancias legitimadas por el marco legal brasileño. Teniendo en cuenta que las leyes tratan de la responsabilidad del estado con respecto a la protección 19 de las personas mayores y las leyes apoyan el cuidado domiciliario cuando es necesario, la presente investigación aboga por el apoyo institucional de los servicios de salud a las familias cuidadoras con acciones que defienden a la familia como un todo y que no olvide la problemática de las diferencias en función del género y que la especial carga en este caso es de las mujeres. De esta manera, se hacen necesarias acciones gubernamentales conjuntamente con acciones, posiblemente también de acciones educativas, de tipo social para garantizar y hacer valer el derecho a un envejecimiento con dignidad y salud, asegurando la igualdad entre los géneros en el cuidado la libertad de la persona mayor y de la familia, además de los derechos civiles, políticos, sociales e individuales, garantizados en la Constitución y en las leyes. Estos últimos resaltan precisamente unas condiciones sociales de igualdad para mujeres y hombres, cuestión que requiere, sin lugar a dudas, la incorporación de los varones a las tareas del cuidado de las personas mayores en el contexto familiar Desde esta perspectiva, el estudio no termina con las consideraciones presentadas aquí, hacemos especial hincapié en la posibilidad de que nuestros resultados fomenten la aparición de nuevas investigaciones sobre las condiciones de las personas mayores en la familia. Anhelamos la propuesta de nuevas medidas para hacer más digno el cuidado de las personas mayores dependientes y su entorno familiar. Implementar un envejecimiento saludable y digno, no es solo mirar a las personas mayores y su familia, significa también estar preparando el terreno para la población más joven. De este modo, como los jóvenes de hoy están preparados para un envejecimiento saludable, en el futuro ellos alcanzarán una madurez en mejor estado físico y mental, capaces de ejercer las actividades laborales por más tiempo y dando una nueva solución a la problemática social aquí investigada. De esta manera, a través de una mirada sociológica y de la importancia del valor de las transformaciones en las relaciones intergénero en el ámbito estructural familiar, observando la realidad de la longevidad, se entiende que ésta también puede favorecer la compensación de las carencias de la experiencia en función del género. En efecto, entendiendo los datos demográficos del envejecimiento de la población y la necesidad de perseguir un estado de bienestar, las familias están inmersos en la concretización del contrato generacional en sus relaciones por estar más cerca de las personas mayores y de las y los infantes que requieren de una cierta condición protectora, un cuidado 20 especial. Esta experiencia, al fin y al cabo socializadora, tendrá sin duda sus consecuencias para la concepción de los roles de género en la vejez. BIBLIOGRAFÍA Almeida, L.G.R.S., Jardim M.G., Franco, E.C.D. (2014). O cuidar de Alzheimer: sentimentos e experiências vivenciados por seus cuidadores. Revista Enfermagem UFSM, 4(2), 303-312. Anjos, K.F., Boery, R.N.S.O., Pereira, R. (2014). Qualidade de vida de cuidadores familiares de idosos dependentes no domicilio. Texto & Contexto Enfermagem, 23(3), 600-608. Boff, L. (2006). Virtudes para um outro mundo possível. v.II: Convivência, respeito, tolerância. Petrópolis, RJ: Vozes. Boff, L. (2013). Saber cuidar: ética do homem – compaixão pela terra. Petrópolis, RJ: Vozes. Brasil. Brasil por sexo e idade 1980-2050. Revisão 2008. (2008). Estudos e Pesquisas. Informação demográfica e socioeconômica, nº 24. Rio de Janeiro: IBGE. Brasil. Indicadores sociodemográficos e de saúde no Brasil. (2009). 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