LOS VALORES ÉTICOS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN EL ESPACIO

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LOS VALORES ÉTICOS DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN EL ESPACIO
DE LA SUPERVISIÓN PEDAGÓGICA
Bakarne Etxeberria Erauskin
Departamento de Trabajo Social y Sociología, campus Donostia-San Sebastián
Universidad de Deusto
betxeberria@deusto.es
El trabajo social como disciplina de la intervención social parte de los principios de los
derechos humanos y la justicia social. En su ejercicio profesional los fundamentos de su
ética son por tanto, el respeto al valor y dignidad de toda persona y los derechos que de
aquí se desprenden, orientados siempre al desarrollo de acciones de prevención y
defensa frente a las situaciones de injusticia.
En base al compromiso social inherente a su trabajo con las personas, el trabajador
social tiene el deber de redundar su labor hacia la sociedad en la que está inserto, razón
por la cual desde el ámbito universitario se considera necesario asumir la
responsabilidad de formar personas competentes para el ejercicio profesional, de
manera que adquieran conocimientos y obtengan destrezas encauzadas a la acción.
En este artículo se presenta la supervisión pedagógica como una metodología de
enseñanza –aprendizaje que apoya y acompaña los procesos de reflexión y adquisición
de los valores éticos de la intervención social de los estudiantes, desde la experiencia
que ofrece al alumno su práctica en el ejercicio profesional. Entendemos que, este
espacio, proporciona la oportunidad de construir conocimientos, interiorizar habilidades
y desarrollar actitudes técnicas identificando los dilemas éticos de la intervención
social y aplicando los principios deontológicos de la profesión.
Palabras clave: Valores éticos, Derechos Humanos, Justicia Social, Trabajo Social,
Supervisión pedagógica.
1 Los valores ética y Trabajo Social
El Trabajo Social interviene en espacios en los que la presencia de fenómenos
relacionados con la vulnerabilidad, la exclusión y la desprotección, otorgan un lugar
preferente a la reflexión en torno al respeto de los valores y criterios éticos presentes en
el ejercicio de nuestra profesión.
Estos contextos de complejidad inciden en el objeto y objetivo del Trabajo Social y
hacen preciso la revisión de los contenidos vinculados a sus principios éticos. En base
al compromiso social inherente a su trabajo con las personas, el trabajador social tiene
el deber de redundar su labor hacia la sociedad en la que está inserto, razón por la cual
desde el ámbito universitario se considera necesario asumir la responsabilidad de formar
personas competentes para el ejercicio profesional, pero también seres humanos con
anclajes éticos y morales que fundamenten su función social.
Los razonamientos éticos y los debates en torno a la deontología profesional han estado
presentes de manera constante en el proceso de desarrollo de esta ciencia y en la
actualidad, son reivindicados como una guía que nos orienta sobre lo que está bien y lo
que está mal. Siguiendo a De la Red (2008), entendemos que su función es la de
reflexionar y sugerir qué valores y criterios han de respetarse individual y socialmente.
Salcedo, (2010: 11) utiliza el término principio para “designar el modo en que juzgamos
correcto que cualquier persona que reconozca un bien y se compromete a protegerlo o
promocionarlo, lo haga”. Este término nos muestra no sólo el deber ser, sino también la
manera en la que debemos proteger aquello que defendemos.
Rescatando la evolución que la perspectiva de la intervención ética ha tenido en el
marco de nuestra profesión, es necesario retroceder hasta el año 2004, cuando la
Asamblea General de la Federación Internacional de Trabajo Social (FITS en lo
sucesivo) y la Asociación ETS en Adelaida (Australia), acuerdan reemplazar el
documento Ética del trabajo social de 1994, por una nueva propuesta denominada
Ética en el Trabajo Social, Declaración de principios donde ser recogen los principios
que constituyen las dimensiones de la ética en trabajo social.
En este texto se parte de los principios de los derechos humanos y la justicia social
como bienes que deben ser defendidos y promocionados por los trabajadores y
trabajadoras sociales, sin olvidarnos de la dignidad humana como un valor de especial
significación para la profesión. Así, entendemos que toda persona por el mero hecho de
serlo, tiene un valor único que debemos proteger, haciéndole digno de respeto desde su
individualidad diferenciada del resto, como un ser distinto a los demás, con propias y
particulares motivaciones, necesidades y anhelos.
2 1. El principio de Derechos Humanos y Dignidad Humana.
El trabajo social se basa en el respeto al valor y dignidad inherentes a toda persona, y a
los derechos que de ello se desprenden y los/as trabajadores/as sociales deben apoyar y
defender la integridad y el bienestar de los ciudadanos. Esto significa:
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Respetar el derecho a la autodeterminación. Los/las trabajadores sociales
deben respetar y promover el derecho del individuo a elegir por sí mismo y a
tomar sus propias decisiones, sea cual sea sus valores y opciones de vida,
siempre que no amenacen los derechos e intereses legítimos de otros.
Promover el derecho a la participación: Los/las trabajadores sociales deben
promover el compromiso pleno y la implicación de los usuarios para reforzarles
en la toma de decisiones y acciones que afectan a sus vidas.
Tratar a cada persona como un todo: Los/las trabajadores sociales deben
intervenir con la persona en su totalidad, con la familia, la comunidad, y el
entorno social y natural, con una perspectiva holística y totalizadora que tenga
en cuenta todos los aspectos que influyen en su vida.
Identificar y desarrollar sus fortalezas: Los/las trabajadores sociales deben
concentrarse en el potencial y fortalezas de las personas, grupos y comunidades
y promover su empoderamiento.
Desde esta propuesta De la Red (2008) reflexiona y considera que el Trabajo Social
comprende la persona como sujeto ético de dignidad y de derechos universales. No
obstante, añade que los derechos desencadenan una serie de deberes e insiste que
reclamar derechos sin asumir deberes es contradictorio.
La autora (2008:5) explica que “descuidar los deberes entraña además una contradicción
en el bienestar, en la calidad de vida y en la equidad al no favorecer el desarrollo de las
capacidades potenciales y por tanto, inhibición del desarrollo de la dignidad”.
Por su parte, Ramos Palacios y Fdez., defienden “que para adoptar una perspectiva ética
para el Trabajo Social desde los derechos humanos con toda su complejidad, es
necesario fijar un camino que va desde los sujetos concretos en situación de necesidad a
los principios universales y viceversa. En este camino el Trabajo Social tiene que
“mediar” entre decisiones que no pueden olvidar los principios de justicia social, de
igualdad, de tolerancia, con las respuestas políticas institucionales, con la realidad que
vive “el otro” y con los deberes y obligaciones profesionales. Las respuestas que se den
[…] serán respuestas éticas que lleven a los profesionales a dirimir entre valores,
expectativas, necesidades de los distintos actores involucrados en el proceso”.
Por tanto, el trabajo social tiene la responsabilidad de proteger y de promocionar los
derechos y los deberes, entendiendo que esta exigencia se ubica tanto en el profesional
como en el usuario, cuya dignidad debe en todo momento ser tenida en cuenta,
defendida y protegida. Esta idea fundamenta el porqué de la ética en trabajo social
desde la referencia a los Derechos Humanos, entendiendo que la acción profesional
acepta a la persona como sujeto ético de dignidad y de derechos universales, y mantiene
3 entre sus funciones básicas acompañar al individuo en procesos de empoderamiento
basados en sus capacidades y fortalezas, orientados a facilitar el acceso a sus propios
recursos y con el fin de remover los obstáculos que se interponen a los mismos.
2. El principio de Justicia Social
Los/as trabajadores/as sociales tienen la responsabilidad de promover la justicia social
en una doble perspectiva; en relación a la sociedad en su conjunto pero también con
respecto a las personas con las que trabajan. Esta idea se concreta entre otros en los
puntos que destacamos a continuación.
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Desafiar a la discriminación negativa. Los/las trabajadores sociales tienen la
responsabilidad de oponerse a la discriminación negativa por razones de
capacidad, edad, cultura, género o sexo, estado civil, estatus socioeconómico,
opiniones políticas, color de la piel u otros características físicas, orientación
sexual o ideas religiosas.
Reconocer la diversidad. Los/las trabajadores sociales deben reconocer y
respetar la diversidad étnica y cultural de las sociedades con las que trabajan,
teniendo en cuenta las diferencias individuales, familiares, grupales y
comunitarias.
Distribuir los recursos equitativamente. Los/las trabajadores sociales deben
asegurarse de que los recursos a su disposición de distribuyen de forma justa de
acuerdo a la necesidad.
Oponerse a las políticas y acciones injustas. Los/las trabajadores sociales
tienen el deber de llamar la atención de sus empleadores, legisladores, políticos
y de la sociedad en general sobre aquellas situaciones en las que los recursos son
inadecuados o cuando la distribución de recursos, políticas y prácticas son
opresivas, injustas o perjudiciales.
Trabajar en solidaridad. Los /las trabajadores sociales tienen la obligación de
oponerse a las situaciones sociales que contribuyen a la exclusión social,
estigmatización o subyugación, u trabajar hacia una sociedad inclusiva.
La concreción de este marco conceptual en torno a la justicia social desde el Trabajo
Social, viene marcado por dos referencias axiológicas: la igualdad y la reciprocidad. (De
la Red: 2008). “En cualquier caso, desde el principio de la justicia social y humana
cualquier institución implicada en la acción social éticamente conducida, debe
promover la universalidad y el derecho dirigido a todos los ciudadanos” De la Red
(2008:7)
Como venimos diciendo, el trabajador social interviene para identificar, resolver y
minimizar los problemas y necesidades humanas derivadas del desequilibrio entre la
persona y su entorno. Además en su proceso de trabajo trata de prevenir y fortalecer al
máximo el potencial de las personas, grupos y comunidades (García, F.J. y Meneses, C.
2011).
4 En esta labor, está íntimamente comprometido con los valores básicos del respeto a la
autonomía del individuo y de la promoción de su bienestar social como vía para superar
la desigualdad. De esta manera, desde su intervención apoya el acceso a los recursos
sociales, pero también el desarrollo de sus recursos personales, trabaja para conseguir
mejoras en sus habilidades sociales, así como para ampliar oportunidades que optimicen
su proceso individual y la mejora de su calidad de vida. (Salcedo, 2010)
Es importante por tanto,
que entendamos y defendamos un Trabajo Social
comprometido con el ciudadano, que tiene responsabilidad con las personas que por
diferentes circunstancias no pueden salir adelante por sí mismas, otorgándose de esta
manera una cualidad de profesión con una clara base de responsabilidad social.
(Salcedo, 2010)
En su ejercicio profesional los fundamentos de su ética son por tanto, el respeto al valor
y dignidad de toda persona y los derechos que de aquí se desprenden, orientados
siempre al desarrollo de acciones de prevención y defensa frente a las situaciones de
injusticia.
3. La conducta profesional, desde la deontología profesional:
Abordamos a continuación, la tercera dimensión propuesta en el documento de Ética de
la FITS y que dará paso a la elaboración de Códigos Deontológicos de Trabajo Social,
donde como decimos se orienta éticamente la conducta profesional, desde el marco de
los derechos humanos y a través de la justicia social.
Salcedo (2010), considera que estos Códigos se concretan en normas y criterios de
actuación profesional que regulan la actividad de modo que, se proteja a los usuarios de
hipotéticas y/o posibles malas praxis en el ejercicio de nuestra labor, y por otro,
regulan la actividad del trabajador social en sus relaciones con colegas, profesionales
y/o la sociedad en general. Por otro lado, estos códigos, generalmente incluyen
orientaciones más detalladas de la práctica ética específica de cada contexto nacional
ganando en especificidad y concreción en base a la realidad social propia de cada
territorio.
Aún así, existe cierto consenso histórico alrededor del comportamiento ético y sobre la
base deontológica que sustenta nuestra profesión . Lejos de ser una cuestión de reciente
interés para la disciplina, ha tenido como decimos una evolución adherida a los cambios
socio-culturales que las sociedades han ido experimentando desde el nacimiento del
Trabajo Social como Ciencia. Así, Salcedo (2010) considera que los procesos de ayuda
del trabajo social se han hecho muy diversos y ambiguos debido a los cambios en las
estructuras sociales y formas de hacer de la profesión.
Una de las contribuciones teóricas más aceptadas en cuanto a los principios éticos
aplicables al ejercicio del Trabajo Social, fue la que Félix P. Biestes propuso en 1966,
5 gozando de un gran consenso a lo largo de la historia y sin que en la actualidad haya
perdido vigencia (Biestek, 1966, consultado en Salcedo, 2000)
1) Individualización: el deber de reconocer y entender las cualidades únicas de cada
cliente. Este principio representa una cierta interpretación del principio de respeto a las
personas. Consiste en el deber de tratar a todo ser humano no como simple ser humano,
sino como un individuo con diferencias únicas.
2) Expresión significativa de sentimientos: el deber de reconocer la necesidad del
cliente de expresar sus sentimientos libremente, en particular sus sentimientos negativos
3) Implicación emocional controlada: el deber de ser sensible hacia los sentimientos
de los clientes, de entender su significado y de dar una respuesta apropiada a los
mismos.
4) Aceptación: el deber de percibir y tratar con el cliente tal y como realmente es, con
sus fortalezas y debilidades, sus cualidades agradables y desagradables, manteniendo
siempre un sentido de la innata dignidad y valor personal de cliente.
5) Actitud antifiscalizadora: el deber de relacionarse con el cliente sin atribuirle
culpabilidad o inocencia al determinar las causas de sus problemas o necesidades.
6) Autodeterminación: el deber de reconocer el derecho y la necesidad del cliente a la
libertad de decidir por él mismo en general y, en particular, durante el proceso de ayuda.
7) Confidencialidad: el deber de proteger la información relativa al cliente que este
haya dado durante la relación profesional.
De Robertis en la conferencia ofrecida en el Segundo Congreso Internacional de
Trabajo Social (Logroño, 2016) defendía estos mismos principios como principios
operativos, éticos orientados a la acción social en el marco de la construcción de la
relación de ayuda. Esta misma autora (2003), propone una definición de la ética como
“una rama de conocimiento filosófico que trata de determinar qué conductas humanas
conducen al bien individual y social”.
Por su parte Londoño Piñeros (2008:227), realiza una diferenciación en función del
nivel de intervención del trabajador social distinguiendo los principios profesionales
desde el “punto de vista de los clientes, donde se incluyen el respeto, la
autorrealización, la participación y la dignidad humana; desde el punto de vista del
profesional, aludiendo al secreto profesional, la eficacia, la responsabilidad y la
independencia profesión; y desde la perspectiva de la sociedad que apuntan al logro del
bienestar social, la implementación de la justicia y la erradicación de la discriminación
entre otros”.
De la Red (2008:8), señala que la actuación profesional, para que responda a las
exigencias éticas, tiene que basarse en los tres elementos que vienen a relacionarse con
tres dimensiones de la éticas: 1) los cauces de conducta según las normas éticamente
6 aceptables y deseables. 2) los conocimientos específicos en los que se fundamenta la
acción profesional 3) las habilidades y destrezas técnicas y su aplicación en las
situaciones que intenta resolver. Todo ello constituye los ejes sobre lo que se ha
desarrollado el trabajo social desde sus orígenes, para ejercer una profesión y para que
ésta sea ejercida con corrección.
Esto supone que en el ejercicio de lo cotidiano, el Trabajo Social no puede limitarse a la
atención de categorías específicas, sino que debe desarrollar intervenciones con carácter
integral, orientadas a las necesidades humanas y basadas en una atención
individualizada y de calidad. En suma, hablamos de conducirnos hacia lo que
denominamos buen hacer en nuestra labor interventiva, esto es, toda práctica social debe
buscar la activación y el fortalecimiento de las capacidades de las personas para
proveer una dinámica superadora de dependencias, orientada hacia un proyecto de vida
plausible.
Queda claro por tanto que los valores, junto a la destreza técnica y los conocimientos,
desde, para y por el Trabajo Social, constituyen la naturaleza intrínseca de nuestra
profesión. (De la Red, 2008).
Importancia de las prácticas curriculares externas en la formación de grado en
trabajo social
La formación de Trabajo Social ha experimentado cambios y diferentes reformas
universitarias hasta la actualidad y con la incorporación al Espacio Europeo de
Educación Superior se ha alcanzado el Título de Grado en Trabajo social. No obstante,
a pesar de los cambios, las prácticas externas en Trabajo Social han sido un eje central
en la formación.
En la primera publicación, el Libro Blanco de Trabajo Social, aprobado en 2004 por la
Agencias Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) se subraya la
importancia de la realización de prácticas profesionales en la formación de Trabajo
social ya que éstas suponen el acercamiento más importante al ejercicio profesional
durante su formación académica. Dentro del este marco, la Conferencia Española de
Decanos/as y Directores /as de Centros y Departamentos de Trabajo social (en adelante
CDTS), junto con el Consejo General de Trabajo social elaboran, en el 2007 un
documento que recoge los Criterios para el diseño de planes de estudio. En este
documento se fijan las competencias que el estudiante debe alcanzar con las prácticas
para adquirir las capacidades, destrezas, metodologías y referentes éticos
imprescindibles.
Las prácticas externas se entienden como un conjunto de actividades orientadas a un
aprendizaje basado en la acción y la experiencia, y permiten la apropiación e
integración de destrezas, conocimientos y valores. El contexto de las prácticas es un
espacio donde se relaciona la teoría y la práctica. Además, entre las condiciones para el
7 desarrollo de las prácticas se señala el deber de incluir necesariamente dos elementos,
como son la supervisión y la tutela profesional.
En este trabajo se refleja el modo en que la supervisión pedagógica apoyo y acompaña a
los y las estudiantes en prácticas en la adquisición de valores éticos fundamentales para
el ejercicio del Trabajo Social desde la perspectiva de la justicia social.
La supervisión pedagógica como metodología para la adquisición de valores éticos
El modelo de supervisión pedagógica que se desarrolla en el departamento de Trabajo
Social y Sociología de la universidad de Deusto se vertebra en torno a tres ejes, que son.
El propio centro de prácticas, la universidad y el –la estudiante, siendo este último el
elemento central que da sentido a este proyecto. Desde el contexto universitario se
implementa la metodología de la supervisión pedagógica grupal como espacio
formativo que permita al estudiante la reflexión sobre su praxis. (Etxeberria y Guinot
2010)
La supervisión pedagógica es entendida como un método de enseñanza aprendizaje
cuya peculiaridad reside en que la formación se adquiere a partir de la práctica. Esta
metodología tiene el objetivo de enseñar, ayudar y confrontar con los estudiante un
proceso de reflexión, pudiendo articular de esta manera un proceso de acción-reflexión
–acción. (Ariño y Berasaluze, 2014).
En la experiencia de nuestro Departamento, en el contexto de las prácticas y en las
sesiones de supervisión pedagógica los estudiantes relacionan los conocimiento
teóricos y prácticos para construir marco un conceptual, en este proceso se aplican las
metodologías, las técnicas y los instrumentos propios del Trabajo social, reflexionando
a su vez en torno a las funciones y el rol profesional. Además, este espacio brinda la
oportunidad de identificar los dilemas éticos de la intervención social y aplicar los
principios deontológicos. Este es un espacio donde el estudiante revisa sus propios
valores y actitudes de acuerdo con las normas éticas y código deontológico.
“La supervisión actúa como antídoto ya que es por excelencia, el espacio para
interrogarse sobre lo que se hace, sobre cómo se hace y sobre por qué se hace”. (De
Vicente, 2014:67). De este modo se crean espacios para la reflexión, el diálogo y el
intercambio de ideas, poniéndose en marcha procesos de trabajo para analizar los
principios, dilemas y normas éticas que surgen del contexto de las prácticas.
Entre las competencias trabajadas en los grupos de supervisión se encuentra la del
Sentido ético, al incluir esta competencia en el programa de las prácticas se pretende
que los estudiantes adquieran las principales herramientas para conocer y asimilar
valores, actitudes y hábitos éticos. (Guinot y Etxeberria, 2010)
La competencia sentido ético es definida como la capacidad de inclinarse positivamente
hacia el bien moral de uno mismo y de los demás, es decir, hacia todo lo que es o
8 significa bien , vivencia de sentido, realización personal, sentido de justicia (Villa y
Poblete, 2008).
En la medida que avanza el proceso de las prácticas, los y las estudiantes van siendo
más capaces de asimilar la realidad de sus prácticas, incorporándose a la dinámica de su
centro u organización donde realizan la experiencia de aprendizaje, así como van
adquiriendo de manera progresiva más autonomía y capacidad de análisis propio. Es en
la fase intermedia del proceso formativo, una vez situado en la realidad del contexto de
sus prácticas, cuando se le plantea desde la universidad a cada estudiante la posibilidad
de trabajar un conflicto ético relacionado con la realidad de sus prácticas, después esta
situación será presentada en el grupo de supervisión pedagógica para su análisis y
reflexión con el resto de compañeros y compañeras y con la profesora que supervisa las
prácticas de ese grupo de estudiantes.
De manera que en el contexto de la supervisión pedagógica se trabajan elementos que
tienen que ver con el manejo de la relación de ayuda y con la adquisición de habilidades
relacionales, sin perder de vista la perspectiva de los valores que trasversalmente
inciden en el vínculo que el estudiante establece con las personas con las que interviene.
Es aquí donde cobra sentido la reflexión respecto a los retos que suponen en el ejercicio
del trabajo social la aplicación de los principios propuestos por Biestek (1966) ya
mencionados y desarrollados con anterioridad en este trabajo, así como la revisión de su
aplicación práctica en las experiencias de los estudiantes en sus respectivos centros.
Así que trabajar la competencia sentido ético, es una oportunidad para acompañar a los
y las estudiantes de Trabajo social, desde el espacio de supervisión, en la adquisición de
valores, actitudes y hábitos éticos. Con la finalidad y la expectativa de que sean capaces
de establecer una coherencia ente lo que piensan y hacen y muestren habilidades de
diálogo y de respeto en su relación con las personas con las que interactúan en sus
experiencias prácticas (Etxeberria, Guinot, 2012).
En definitiva, se trata de que los y las estudiantes mediante el contraste y la reflexión
compartida sobre su experiencia práctica en los espacios de supervisión, se sientan cada
vez más capaces de ir gestionando dilemas éticos complejos, así como de establecer
estrategias de superación de los mismos, teniendo siempre presentes de manera
transversal los principios éticos fundamentales del Trabajo Social ya explicitados en
este trabajo.
El/la estudiante en este camino desde el contexto universitario, hacia el ejercicio
profesional, en el marco de las prácticas como la última etapa de su proceso formativo,
cuenta con una supervisión pedagógica que le permite articular los conocimientos
éticos en la aplicabilidad de la intervención, y le ayuda a construir una base
deontológica que le guíe en su profesión.
9 Bibliografía
Ariño, M. y Berasaluze, A. (2014) De la supervisión educativa a la profesional.
Cuadernos de Trabajo Social, 27, 103-113.
Biestek, F. (1966) Las relaciones de Casework. Madrid. Aguilar.
Conferencia de Decanos y Directores/as de Trabajo Social de las Universidades de
España (2013). La formación universitaria en Trabajo Social. Estándares de calidad en
las prácticas curriculares externas de título de grado en trabajo social.
Código de Ética de la FITS
De la Red, N. (2008). ¿Por qué y para qué la ética en trabajo social? Una mirada ética a
la profesión. I Jornadas de Trabajo Social UPV/EHU.
De Robertis, C (2003). Fundamentos del Trabajo Social: ética y metodología.
Universitat de Valencia Nau Libre. Valencia.
De Vicente, I. (2014). La supervisión educativa como punto de anclaje a las prácticas
externas. En Pastor, E. (Editor) Las prácticas curriculares en el grado de Trabajo
Social (pp. 61- 79). Universitas.
García, F.J y Meneses, C. (2011) Ámbitos de intervención del Trabajo Social. En
Fernández, T. Fundamentos del Trabajo Social (pp. 345-350) Madrid. Alianza
Editorial.
Londolo Piñeros, L. (2008) Ética y Trabajo Social: Una aproximación a los debates
contemporáneos a partir de un estado del arte, encontrado en
file:///C:/Users/egonzalez/Desktop/Dialnet-EticaYTrabajoSocial-2979312.pdf
Miranda, M. (coord.) (2007). Criterios para el diseño de planes de estudios de títulos de
Grado en Trabajo social. Madrid: Conferencia de directores/as de Centros de
Departamentos de Trabajo Social.
Salcedo, D. (2010) Los fundamentos normativos de las profesiones y los deberes de los
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Salcedo, D. (2000) La evolución de los principios del Trabajo social. Acciones e
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Vázquez, O. (coord.) (2004) Libro Blanco del título de Grado en Trabajo social.
Madrid: Aneca.
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