VIOLENCIA ESTRUCTURAL SOBRE LAS MUJERES EL TRATAMIENTO DEL

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VIOLENCIA ESTRUCTURAL SOBRE LAS MUJERES EL TRATAMIENTO DEL
TEMA DE LAS VIOLENCIAS DE GÉNERO EN LAS ENCUESTAS NACIONALES E
INTERNACIONALES
Ana González Ramos. Universidad de Oberta de Catalunya. agonzalezram@uoc.edu
Esther Torrado Martín-Palomino. Universidad de la Laguna. estorra@ull.es
Marta Jiménez Jaén. Universidad de la Laguna. majija@ull.es
Grupo
Palabras clave
GT 12. Sociología del Género
Violencia estructural, mujeres,
interseccionalidad, metodología de encuestas
RESUMEN
Las mujeres son objeto de diferentes violencias de género relacionadas con los diferentes
espacios que ocupan en la sociedad y debido a la intrínseca desigualdad de las relaciones entre
géneros. Entendemos que este tema se aborda normalmente desde una perspectiva simplificadora
y victimizadora. Nosotras, en cambio, entendemos las violencias de género desde una
perspectiva interseccional y compleja.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que las relaciones de género están intermediadas
por las categorías culturales: el origen social (extranjera o nacional, grupo étnico y racial, clase
social) y/o pertenecer a cierto grupo etario. En segundo lugar, hay que tener en cuenta las
distintas modalidades de violencias de género a la que son sometidas las mujeres, por su
situación de vulnerabilidad en los distintos espacios sociales: público, laboral y familiar.
A partir de estas premisas, el presente trabajo analizará críticamente algunas encuestas
nacionales e internacionales. Estas herramientas de investigación se pondrán en relación con las
distintas sensibilidades sobre las violencias de género y las políticas de igualdad que se han ido
estableciendo en España en las últimas décadas.
Se analizarán especialmente la Encuesta de Opinión sobre la percepción de la Violencia
de Género del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, y otras de ámbito internacional
como el Eurobarómetro Domestic Violence against Women y Preventing Violence and
Unintentional Injuries de la OMS. Podremos examinar la evolución del concepto y la opinión
1
pública en relación a las violencias de género sobre las mujeres, así como la adecuación de las
metodologías propuestas y la legislación en dicha materia al conocimiento científico y teórico
que ha transformado nuestra concepción sobre las violencias de género.
Dicha evaluación nos proporciona un marco crítico a partir de la cual podemos llamar la
atención del público, los poderes públicos y la comunidad científica sobre la escasa reflexión que
han generado las instituciones antes de diseñar instrumentos de medición y de actuación sobre
las violencias de género. La mayoría de las encuestas, por ejemplo, siguen reflejando la imagen
estereotipada de las mujeres víctimas de violencia de género.
Las estadísticas de victimización están suficientemente exploradas en los registros
procedentes del Ministerio del Interior. Sin embargo, el estudio sobre la configuración de las
relaciones entre sexos de hombres y mujeres está escasamente estudiada. En nuestro trabajo, que
es el estudio teórico de un proyecto empírico más extenso que se desarrollará en el futuro,
también propondremos la manera de superar este enfoque de mirada estrecha desde el punto de
vista de los estudios sociológicos de género.
PALABRAS CLAVES:
Violencia estructural, género, interseccionalidades, metodologías de investigación
1.- INTRODUCCIÓN
En la sociedad actual, la violencia contra las mujeres se presenta en distintas modalidades
y adopta distintos grados de intensidad. Así, por ejemplo, Galtung (2003) distingue entre
violencia directa, violencia estructural y violencia cultural. Tal como un iceberg, algunos tipos de
violencia están escondidos pero están en la base de otras formas de violencia más visibles y que
causan alarma social. Algunas de las manifestaciones o tipos de violencia son más susceptibles
de ser visibilizadas como, por ejemplo, la violencia física o el tráfico de mujeres. Sin embargo,
hay otros tipos de violencias que están muy enraizadas en las costumbres sociales y pasan
desapercibidas por la mayoría de la población debido a su forma de expresión cotidiana y a la
influencia de la cultura patriarcal, que forma parte del acerbo cultural de mujeres y hombres.
Siguiendo a Galtung (2003), la violencia directa se plasma en diversos actos y
comportamientos objetivamente visibles, ya sea desde un punto de vista físico, psicológico o
sexual. Mientras que la violencia cultural es el marco legitimador que se utiliza dentro de cada
contexto cultural para naturalizar las distintas formas de violencia. La violencia cultural
proporciona a todo el grupo social actitudes e ideas que justifican estos comportamientos
derivados de una distribución desigual del poder entre individuos y la dominación de unos sobre
otros. Por tanto y, en último lugar, la violencia estructural que es el principal objeto de estudio de
este trabajo requiere el análisis de aquellas estructuras y sistemas sociales que impiden la plena
igualdad entre mujeres y hombres, y la satisfacción de sus necesidades.
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El ejercicio de la violencia está relacionado con aspectos culturales e históricos que ligan
a ciertos grupos sociales con estructuras de poder donde se posicionan en lugares de superioridad
o subordinación. Así, históricamente se han ejercido distintas modalidades de poder contra
grupos étnicos, políticos, de edad, que ocupan una determinada posición social, orientación
sexual, así como por motivo de su sexo. Asimismo, las distintas formas de violencia directa de
cada sociedad se justifican por la violencia cultural que legitima las desigualdades entre grupos,
mediante la educación, la religión, el derecho, el acceso a la ciencia o al empleo y que, en
realidad, tienen su raíz en la violencia estructural.
A través de la violencia cultural también se inhibe o reprime la respuesta de quienes la
sufren por lo identificarla y, por tanto, no disponer de los recursos necesarios para eliminarla.
Suprimir las estructuras internas y ocultas que sostiene las violencias estructurales de género
requiere un gran esfuerzo precisamente por su invisibilidad. Esa dificultad impide una acción
decisiva contras las violencias de género presentes en la sociedad. Hasta el momento, los
esfuerzos de los Estados y de los gobiernos se han centrado en la lucha contra la violencia directa
que es más visible, fácil de detectar, y causa una verdadera alarma social. Sin embargo, el
verdadero reto está en identificar las violencias estructurales que son formas de violencias
invisibles y complejas, pero que son el fundamento subyacente de los otros tipos de violencia
cultural y directa.
La violencia estructural sobre las mujeres se sostiene específicamente sobre la estructura
patriarcal de las sociedades tradicionales y contemporáneas. Ello erosiona el principio de
igualdad y libertad que disfrutamos todos los ciudadanos sin excepciones. Se aplica a aquellas
situaciones donde se produce un daño a la satisfacción de las necesidades humanas básicas
(supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de desigualdad
social.
Por consiguiente, una de la dimensiones de análisis que mejor han ayudado a visualizar
esta violencia indirecta o estructural es la perspectiva de género. Desde esta aproximación, se
analiza la realidad social de las mujeres y de las brechas de género existentes en relación al
acceso de bienes y servicios por parte de mujeres y hombres en el ejercicio de sus derechos y del
disfrute de un estatus de ciudadanía igualitario. Para comparar sus posiciones desiguales en la
estructura social, precisamos indicadores sociales relevantes en las diferentes áreas sociales y
económicas; tales como la educación, el empleo, la salud, la ciencia y las tecnologías de la
información y la comunicación, entre otros.
En el presente trabajo expondremos, en primer lugar, las teorías críticas sobre las
violencias de género, las cuales nos aportarán el marco de análisis apropiado para abordar las
siguientes dimensiones de nuestro análisis. Desde ese marco teórico, en segundo lugar,
abordaremos las deficiencias metodológicas que sostienen conceptualmente los estudios y las
encuestas sobre violencia de género demostrando que tenemos una imagen muy limitada de las
distintas formas de violencias de género. Ello se refleja tanto en nuestras herramientas de análisis
y definición de los conceptos como en las políticas y medidas de intervención que estamos
dispuestos a promover para erradicar las violencias de género. En tercer lugar, utilizaremos el
Estudio de Mujeres y hombres en España (INE, 2006-2012) para confirmar la hipótesis de que la
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violencia estructural contra las mujeres sigue persistiendo en la actualidad. Por último,
presentaremos las conclusiones donde reflexionamos sobre la necesidad de abordar la cuestión
desde un punto de vista más amplio, obligando a los poderes políticos y a la sociedad en general
a reflexionar sobre las situaciones de desigualdad que aún padecemos las mujeres
contemporáneas en el desarrollo de nuestro roles sociales cotidianos.
2.- UN MARCO TEÓRICO CRÍTICO PARA ENTENDER LAS VIOLENCIAS
ESTRUCTURALES CONTRA LAS MUJERES
Frecuentemente se asume que las violencias de género son el resultado o efecto de las
profundas desigualdades entre mujeres y hombres y que se ponen de manifiesto, sobre todo, en el
ámbito de las relaciones afectivas entre parejas o exparejas, tal y como establece la ley Estatal
1/2004. Los estudios de carácter cuantitativo también reflejan esta concepción del problema en
su intento de medir e incluso explicar la violencia contra las mujeres. Sin embargo, estos estudios
adolecen de una perspectiva que para nosotras es fundamental, el análisis de las violencias
estructurales desde una aproximación que tenga en cuenta las interseccionalidades o dimensiones
que explican el transcurrir de las vidas de las mujeres.
Cada una de las circunstancias a las que se enfrentan las mujeres debido a su posición en
una estructura social determinada, por ejemplo, ser madres o no tener hijos/as, ser esposas,
solteras o divorciadas, ser blancas, negras o asiáticas, jóvenes o mayores, se suma a otra
circunstancia problemática que se genera cuando las mujeres desarrollan cualquier actividad
social, como trabajadoras, compañeras o ciudadanas, madres... La organización social e, incluso
nosotras mismas, solemos ignorar las situaciones problemáticas que enfrentamos cada día, ya
que hoy en día disfrutamos de una igualdad formal. Además, el hecho de estar inmersas en una
cultura patriarcal caracterizada por la desigualdad entre sexos nos impide tener conciencia de
nuestra situación de desigualdad y discriminación. La confianza en el marco legitimador sobre la
igualdad entre sexos, justificado por el marco justificativo cultural, nos hace perder de vista las
situaciones de desigualdad y de violencia estructural que hacen referencia a una posición
subordinada en cuanto a nuestro ejercicio de roles en una sociedad patriarcal.
La estructura cultural dominante también nos hace perder de vista que existen diferentes
situaciones en las que las mujeres nos enfretamos de manera diferente a las violencias de género.
En este sentido hay que tener en cuenta que las distintas situaciones de desigualdad se producen
por ocupar una posición interseccional en la sociedad. Algunas de las autoras que en primer lugar
teorizaron sobre el concepto de interseccionalidad fueron Patricia Hill Collins (1990, 1992) y
Kimrberlé Crenshaw (1991). La interseccionalidad se refiere a las distintas opresiones que
conforman y modelan las relaciones sociales, tales como las basados en el racismo o etnicidad, el
género o sexismo, la nacionalidad o la religión, la orientación sexual u homofobia, la clase social
o la discapacidad.
La teoría de la interseccionalidad apunta que los sistemas de opresión social no actúan de
forma independiente sino que, por el contrario, actúan de una manera interrelacionada. Así, los
sujetos están afectados por múltiples formas de discriminación que funcionan de manera
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interrelacionadas. De este modo, la discriminación no vendría dada por el hecho de ser mujeres
sino, por su condición de mujer, homosexual, pobre y gitana; formas de opresión que actuarían
de manera interrelacionada y sumativa. Por tanto, la teoría de la interseccionalidad estudia las
distintas formas de opresión y grado de intensidad en que los sujetos experimentan las
desigualdades y experiencias cotidianas, por el hecho de estar situadas en una red de estructuras
sociales que definen su posición en una posición de desigualdad respecto a otros sujetos.
El concepto de interseccionalidad es complejo y, a menudo, ha sido motivo de
controversia en el ámbito académico. Sin embargo, desde su creación, se ha convertido en una
herramienta de gran utilidad teórica, conceptual y política para analizar la multiplicidad y
simultaneidad de la opresión que sufren las mujeres (AWID, 2004). La teoría de la
interseccionalidad no sólo reflexiona sobre las distintas configuraciones de opresión y su
interrelación sino que introduce además la idea de diversidad. Cada uno de los suejtos
experimenta una realidad social diferente fruto de su posición diferente e interseccional en el
sistema social. Tiene una experiencia diferente derivada de las diversas dimensiones que actúan
sobre él de manera interrelacionada y que, en último lugar, definen su lugar en la estructura
social. Así, no hay un sólo grupo de mujeres que experiementa igual las situaciones de violencia
contra ella sino que cada una experimentaría una situación casi única derivada de su condición
de madre, homosexual, soltera, clase trabajadora e hija de padres con necesidades de cuidado,
por ejemplo.
Desde nuestro punto de vista, el valor más importante de las teorías de la
interseccionalidad es que introducen un nuevo conjunto de herramientas analíticas y
metodológicas para analizar la violencia contra las mujeres. La interseccionalidad enfatiza la
idea de que las distintas posiciones de opresión generan distintas modalidades de violencias de
género, las cuales configuran un contínuum de violencia estructural contra las mujeres. Estas
violencias responden a una diversidad de factores que no pueden ser explicadas simplemente por
la condición de pertenecía a un género, sino por el hecho de estar posicionadas en diversos
niveles sociales interrelacionados donde las mujeres también están sometidas, en distinto grado y
modalidad, a situaciones de discriminación social y cultural.
Desde las teorías de la interseccionalidad, las encuestas sobre la violencia contra las
mujeres reflejan un tipo de violencia muy general que ocultan las diferentes dimensiones y
modalidades interrelacionadas en que las mujeres son oprimidas por la estructura social. El
trabajo de conceptualización que hemos realizado hasta ahora para diseñar las metodologías de
los estudios sobre la violencia de género contra las mujeres no reflejan las interseccionalidades y
las situaciones de violencia de género transversales. O, de otro modo, cómo las diversas brechas
de género interactúan en el ejercicio cotidianao de nuestros roles sociales. Funciones que
desempeñamos las mujeres en el mercado laboral, en el sistema educativo, en los órganos de
participación política, en el uso de nuestro tiempo, etc., y que afecta de forma diferencial a las
mujeres respecto a los hombres.
Por el contrario, la definición que hacemos de la violencia contra las mujeres en las
encuestas adolece de una simplicidad fundamentada sobre estereotipos que refuerzan la idea de
que es algo que atañe a otras mujeres. Así, serán las mujeres pobres, migrantes o con diversas
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ideologías religiosas o culturales las que son sometidas con mayor probabilidad a ciertos tipos de
violencia de género directa, física o psíquica. A pesar de ser conscientes de que estamos
posicionadas en una estructura social desigual, construidas por un entramado de sistemas y
niveles de opresión, el resto de las mujeres estaríamos libres de este sometimiento.
3.- LIMITACIONES CONCEPTUALES Y METODOLÓGICAS DE LAS ENCUESTAS Y
ESTUDIOS SOBRE LAS VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES
Los estudios sobre violencia de género son un instrumento esencial para conocer
información relevante sobre la prevalencia de la violencia contra las mujeres. A través de ellas
tratamos de conocer la evolución del fenómeno, el cambio de tendencias, el grado de
concienciación adquiridos por la población, la identificación de los contextos más frecuentes
donde se producen, los perfiles de las víctimas y de los agresores, así como otros factores
relacionados con la prevención (si hay prácticas, si hay actitudes incipientes, si son los jóvenes
los más resistentes o tolerantes, etc...). Los procedimientos de medida pueden clasificarse según
su procedencia en datos derivados de registros automáticos o respuestas obtenidas de la
población mediante las técnicas de encuestación y entrevistas. Así, en el Instituto de la Mujer
constan las siguientes estadísticas relacionadas con la violencia contra las mujeres:
Ámbito judicial
Personas enjuiciadas y condenadas por violencia sobre la mujer, según sentencia y nacionalidad
Órdenes de protección según CC.AA
Delitos contra la libertad sexual
Delitos conocidos contra la libertad e indemnidad sexual cometidos en el ámbito familiar, según
relación víctimas-agresor
Delitos conocidos contra la libertad e indemnidad sexual, según edad de la víctima y ámbito de
comisión
Delitos conocidos de abuso, acoso y agresión sexual. Totales mensuales
Delitos conocidos de abuso, acoso y agresión sexual
Delitos conocidos de abuso, acoso y agresión sexual, por CCAA
Macroencuestas "Violencia contra las mujeres"
Porcentaje de mujeres maltratadas, según grupo de edad
Porcentaje de mujeres maltratadas, según CC.AA
Prostitución y tráfico
Prostitución en la demarcación de la Guardia Civil: Nº de clubes, plazas y víctimas por CC.AA.
Víctimas de tráfico de seres humanos en la demarcación de la guardia civil, según nacionalidad
Víctimas de prostitución en la demarcación de la guardia civil, según nacionalidad
Personas implicadas como autores en prostitución, en el ámbito de la guardia civil, según
nacionalidad
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Víctimas mortales por violencia de género
Víctimas mortales por violencia de género suicidio del agresor
Víctimas mortales según nacionalidad de la víctima y según nacionalidad del agresor
Víctimas mortales por violencia de género según grupo de edad de la víctima y según grupo de
edad del agresor
Víctimas mortales por violencia de género según relación entre víctima y agresor
Víctimas mortales por violencia de género según Comunidad Autónoma
Como podemos comprobar, las estadísticas más frecuentes tienen que ver con registros de
datos fríos o cold data. Es decir, datos que reflejan los casos de violencia física o contra la
libertad individual de una manera automática porque se lleva un registro automático a través de
las instituciones judiciales, policiales o de atención a las víctimas. Ello supone la contabilización
del delito pero excluye el resto de situaciones de violencia de género, que no están catalogadas
como tales o que simplemente no son denunciadas por las víctimas o detectadas por los órganos
de control.
Sólo una de las fuentes se refiere a otro procedimiento de medida, la macroencuesta
nacional sobre violencia de género. Este es el único procedimiento que, en teoría, permite la
identificación de las violencias de género desde un punto de vista más amplio. Sin embargo,
también su metodología será puesta en cuestión más adelante en este estudio.
En resumen, el listado de recursos de información que el Instituto de la Mujer
proporciona para estudiar las violencias de género refleja las principales preocupaciones de los
poderes públicos y de la sociedad en general respecto a la violencia de género. Un examen de su
contenido permite concluir que destacan las modalidades de violencia de género derivadas de
actos graves de violencia de género y visibles. Por tanto, oculta el resto de violencias de género
más profundas y enraizadas ejercidas contra las mujeres. Estas estadísticas reflejan las
preocupaciones que tienen la población en general y los poderese públicos sobre las violencias
de género y la punta de la pirámide del iceberg, como decía Galtung en su definición sobre las
violencias de género.
Aparentemente, todos los poderes públicos sostienen la misma idea sobre la violencia
contra las mujeres focalizada sobre la violencia directa, y que oculta otras formas violencias
cultural y estructural. Así, las estadísticas históricas del INE respecto a la violencia de género
contabilizan los siguientes fenómenos relacionados:
 Víctimas Mortales por Violencia de Género a Manos de su Pareja o Expareja (MSSI)
 Contra la Violencia de Género. Boletín Estadístico (MSSI)
 Servicio Telefónico de Información y Asesoramiento Jurídico en Materia de Violencia de
Género (MSSI)
 Información Estadística de Violencia de Género. Informe Mensual (MSSI)
 Servicio Telefónico de Atención y Protección para Víctimas de Violencia de Género.
 ATENPRO (MSSI)
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




Violencia de Género y Población Inmigrante (MSSI)
Anuario Estadístico de Violencia de Género (MSSI)
Violencia Doméstica y Violencia de Género (INE)
Macroencuesta Sobre la Violencia Contra las Mujeres (MSSI)
Encuesta para la Mejora del Conocimiento de la Igualdad y Prevención de la Violencia de
Género en la Adolescencia (MSSI)
 Encuesta para la Mejora del Conocimiento de la Igualdad y Prevención de la Violencia de
Género en la Juventud Universitaria (MSSI)
 Encuesta de Opinión sobre Violencia de Género (MSSI)
 Encuesta de Opinión sobre el Tratamiento de la Violencia de Género en los Medios de
Comunicación (MSSI)
En los registros fríos sobre violencia de género se han añadido ahora cinco encuestas
sobre la violencia de género. Además de la macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres,
dos que indagan cuestiones relativas a la prevención contra la violencia de género dirigida a los
jóvenes, y dos de opinión para medir la percepción que tiene la población sobre la violencia
contra las mujeres. Estas encuestas abordan el problema de las violencias de género desde una
perspectiva diferente, contribuyendo de alguna manera a medir las violencias culturales.
Además, con la perspectiva adecuada, la Encuesta de Población Activa y la Encuesta del
Empleo del Tiempo proporcionan medidas para abordar ciertos tipos de violencia estructurales.
Estos estudios que valoran la posición de las mujeres en cuanto a su posición desigual en la
estructura social son útiles para analizar las desigualdades entre mujeres y hombres y la brecha
de género; sin embargo, deja de lado el estudio en profundidad de las violencias de género sobre
las mujeres.
Walby y Myhill (2001) establecen cuatro generaciones de encuestas sobre violencia
contra las mujeres desarrolladas durante los últimos 20 años. La metodología utilizada denotaría
un cambio de sensibilidades en las autoridades responsables.
Así, la primera generación estaría constituida por las encuestas nacionales genéricas sobre
el crimen, como por ejemplo la British Crime Survey.
La segunda, estaría constituida por encuestas criminológicas con referencia específica a la
violencia contra las mujeres que fueron desarrolladas ante la emergencia del problema en las
sociedades denominadas desarrolladas.
La tercera oleada, estaría conformada por aquellas encuestas centradas en la violencia
doméstica. Esta herramienta ganaría en especificidad, pero limitaría el estudio a cierto ámbito de
violencia ocultando otros contextos culturales y estereotipando el fenómeno como un problema
restringido al ámbito privado.
La cuarta generación de encuestas estaría conformada por las encuestas sobre las
violencias contra las mujeres. Esta generación de encuestas más recientes recogería un rango más
amplio de violencias, incluyendo violaciones y otras formas de asalto sexual.
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A esta generación de encuestas habría que incluir otras definidas por Martínez y Schrötte
(2006) que enfatizaran la medición de las violencias contrra las mujeres en el ámbito público.
Las autoras precisan que, a partir de la mitad de los años 90, las encuestas sobre la violencia
contra las mujeres comenzaron a incluir nuevos contextos de estudio como la esfera pública y el
lugar de trabajo. Debido a un mayor conocimiento del fenómeno, también se incluyeron otros
elementos de incidencia en las violencias de género. Por ejemplo, no sólo incluyen a las parejas o
exparejas sino a otros miembros de la familia.
A pesar de que la reflexión y mejor conocimiento sobre el concepto de violencias de
género han mejorado los métodos utilizados para evaluar la incidencia de las violencias de
género sobre las mujeres, aún presentan importantes limitaciones. En cuanto a las limitaciones de
estas encuestas, hay que destacar que debido a la naturaleza problemática de este objeto de
estudio, obtener una información de calidad sobre las violencias de género requiere un exquisito
diseño tanto desde el punto de vista tecnológico como conceptual.
Para nosotras estas limitaciones se pueden clasificar en dos grandes grupos dependiendo
del hecho de que se refieran al diseño tecnológico o al aparato conceptual de la encuesta. Las
limitaciones derivadas del diseño tecnológico de las encuestas apuntan aspectos relacionados con
el tamaño de la muestra, la administración de la encuesta y la selección de la población objetivo
incluida en la encuesta. Las limitaciones derivadas del diseño conceptual de las encuestas aluden
a las modalidades y grado de violencias de género recogidas en las encuestas, y la dificultad de
comparar diferentes violencias de género desde un punto de vista interseccional y multicultural.
Algunos de los problemas tecnológicos que han de enfrentar los diseñadores de los
estudios y encuestas se refieren a la delimitación de la población objeto de estudio.
Prácticamente todas las encuestas incluyen sólo aquellas personas que viven permanentemente
en un hogar, lo cual excluye a personas alojadas en lugares temporales, por ejemplo, hogares
para mujeres maltratadas, refugios para inmigrantes e incluso personas sin hogar, que son
precisamente quienes presentan más riesgo.
El tamaño muestral también supone una amenaza porque debería incluir población a
partir de los 16-20 años según las expertas, así como a los diferentes grupos étnicos (teniendo en
cuenta las minorías, las primeras y segunda generación de inmigrantes, etc.). La amplitud de la
población de estudio plantea otros retos diferentes para los diseñadores de estas encuestas que se
refieren a la comprensión de la encuesta. Así, las preguntas deben adaptarse a las experiencias
que han podido vivir todas las mujeres (las más jóvenes y las de mayor edad, de diferentes
contextos y clases sociales) y solventar los problemas de comprensión lingüística que supone la
presencia de grupos que hablan otros idiomas y que pertenecen a culturas diferentes.
Otro de los problemas destacados por la literatura (Martínez y Schröttle 2006) es la
necesidad de que la persona entrevistada esté sola y disponga de un clima de confianza en el
momento de responder la encuesta. Ello está directamente relacionado con el método de
administración de la encuesta. Respecto a esta cuestión, el debate sigue sin resolverse puesto que
las entrevistas cara a cara amenazan la confidencialidad e, indirectamente, la fiabilidad y la tasa
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de respuesta. Pero los métodos que utilizan algún mecanismo de autocumplementación de la
respuesta pueden no estar al alcance de algunas mujeres por razones de accesibilidad,
disponibilidad y/o competencias.
Respecto a las limitaciones derivadas del diseño conceptual de las encuestas, un
cuestionario centrado en el concepto de la violencia de género centrado en el delito ignora otros
actos de violencia que no se están catalogados dentro del sistema legal (Walby 2001). A ello hay
que añadir el hecho de que el concepto de violencia está estigmatizado, lo que puede contribuir a
ocultar los episodios de violencia y la respuesta veraz de las y los informantes.
Otro problema importante y generalmente ignorado, se refiere a la orientación explicativa
que se han incluido en la última generación de encuestas sobre la violencia. En estas encuestas se
tratan de conocer los eventos de violencia y las circunstancias que explican las distintas
modalidades de violencia contra las mujeres. En gran medida, están sujetas a modelos de
violencia que están explícita o implícitamente ligadas con situaciones de pobreza y de exclusión
social, lo cual contribuye a incluir sólo ciertas modalidades de violencia de género y ciertos
perfiles de víctimas y perpetradores. Esto incide a su vez en la calidad de la información
obtenida porque informa particularmente sobre algunos tipos de violencia de género e ignora
otros. Este procedimiento afianza los estereotipos sobre las violencias de género existentes en
nuestra sociedad, respecto a quiénes son las víctimas, los perpetradores y cuáles son los factores
que contrubuyen a disparar las situaciones de violencia.
En otro orden de cosas, algunos estudios comparativos basados en encuestas reclaman
una mayor homogeneidad en la metodología utilizada para afinar sobre las iniciativas que
contribuirían a erradicar distintas formas de violencia contra las mujeres. Los resultados hallados
entre diferentes países no son comparables entre sí, lo cual dificulta la evaluación del fenómeno,
poner en peligro la fiabilidad de los datos y dificulta el diseño de medidas preventivas (Kury et
al. 2004). Así, encontramos ratios de abusos contra las mujeres muy desiguales, por ejemplo
entre el 9% y el 33% cuando se refieren a violencia sexual, lo deja en entredicho la fiabilidad de
las encuestas.
Por otra parte, como también han señalado Kury et al. (2004), durante los últimos 30
años, las investigaciones llevadas a cabo en torno a la violencia contra las mujeres han puesto de
manifiesto que las violencias de género y, más aún, el ejercicio del poder debido a una posición
desigual en la sociedad, es parte de la cotidianidad de toda la población. Las violencias contras
las mujeres no pueden considerarse más que un episodio excepcional sino una situación
perdurable y enraízada en la estructura social y cultural. Esta afirmación persigue llamar la
atención sobre el hecho de que los cuestionarios deberían abordar cuestiones más sutiles y de
manera más sensible. Cuestiones que hacen referencia a la diversidad de las mujeres ocupando
diversas posiciones sociales debido a su posición interseccional en una estructura social opresiva.
Por tanto, las estadísticas y cuestionarios adolecen de homogeneidad en la identificación
de los distintos fenómenos de violencia de género, así como en la transmisibilidad de las distintas
formas de violencia ejercidos contra mujeres pertenecientes a diferentes contextos culturales y
sociales. El diseño de las preguntas tendría que abarcar una diversidad de actos de violencia y de
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situaciones de discriminación por razones de género que se producen en distintos contextos
sociales. Además, los diseñadores tendrían que tener en cuenta que estos actos se sostienen sobre
unas bases culturales y estructurales muy enraizadas de aceptación social y de legitimidad de las
formas de opresión sutiles. Por consiguiente, la inclusión de preguntas relacionadas con las
distintas modalidades y niveles de violencia deberían ser extrapolables a contextos muy
diferentes que faciliten la comparación. A pesar de las diferencias culturales, un buen estudio
sobre las violencias de género deberían poder evaluar qué aspectos son superados o cuáles
quedan pendientes en cada sociedad en relación a la igualdad entre mujeres y hombres, y la
satisfacción de sus necesidades. También deberían ser suficientemente sensibles para captar las
distintas manifestaciones y experiencias de mujeres y hombres que ostentan diversos perfiles
sociales y culturales.
La Organización Mundial de la Salud y las Naciones Unidas han asumido el reto de
diseñar encuestas que tratan de conocer la incidencia de las violencias de género de una manera
transnacional. En sus cuestionarios quedan reflejados diferentes modalidades y situaciones de
violencia física y psíquica y, ciertas cuestiones que nos ayudan a conocer la interseccionalidad
del fenómeno (ingresos familiar, independencia económica, religión, origen étnico, etc.)
(Cousineau y Rondeau 2004).
Sin embargo, su orientación sigue sin cubrir todo el espectro de situaciones de violencia y
de contextos culturales. Por tanto, a las y los expertos sobre el estudio de las violencias de género
les queda aún el reto de definir el concepto transcultural e interseccionalmente.
Posiblemente, la mejor alternativa sea la triangulación metodológica, procedimiento muy
usual en las ciencias sociales pero que curiosamente no suele emplearse en los estudios sobre las
violencias de género. Sin embargo, hay tantas formas de violencia, grado de intensidad y
aspectos que se han de medir para conocer de manera suficiente este fenómeno (los actos
legalmente tipificados, las experiencias no catalogadas crímenes, la tolerancia a la violencia, la
opinión sobre la incidencia en la sociedad, etc.) que merecería tener en cuenta una diversidad de
métodos.
Existen algunos ejemplos, en España, que combinan métodos cuantitativos y cualitativos
en el estudio de ciertas formas de violencia de género, como por ejemplo la violencia en el
ámbito laboral. Pero ningún ejemplo nacional o internacional que trate de analizar el fenómeno
de una manera más global, considerando los diferentes ámbitos donde se producen las violencias
de género, en el ámbito privado, laboral, educativo, la esfera pública y que tenga en cuenta las
ventajas de la metodología cualitativa y cuantitativa.
En relación a la recogida de información relativa a los distintos espacios donde se
producen distintas modalidades de violencias de género hay que destacar la encuesta del
Departament d’Interior i Relacions Institucionals, la Enquesta de Violència Masclista a
Catalunya (EVCM) realizada en 2009. El cuestionario incluye diferentes secciones que recoge
los episodios de violencia machista sufridos por las mujeres (aunque también incluye un módulo
de respuesta para medir la percepción de los hombres) a lo largo de su vida en los ámbitos
privado, público y laboral. Al incluir estas dimensiones de análisis la encuesta permite conocer
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no sólo los efectos de la violencia directa sino también algunos aspectos de la violencia cultural y
estructural. Debido a la representación muestral, algunos aspectos relacionados con la
interseccionalidad (particularmente, el hecho de ser mujer migrante o natural de Cataluña, de
ámbitos rurales o urbanos y pertenecientes a distintos grupos de edad y clase social) también son
parcialmente informados en esta encuesta.
En nuestra opinión la encuesta merece otro elogio. No trata de explicar pero sí
“radiografiar” el fenómeno en el territorio de Cataluña. Es decir, sus objetivos son describir y no
explicar, cualidad que si se proponen algunas de estas encuesta.
Un estudio cualitativo y haber continuado la serie estadística en el tiempo podrían haber
sido dos instrumentos valiosísimos para conocer mejor el fenómeno de estudio, al menos, en la
realidad catalana.
4. PERSISTENCIA DE LAS VIOLENCIAS DE GÉNERO E INVISIBILIDADES
INTERSECCIONANALES
El estudio sobre la situación de las mujeres y los hombres constituye un instrumento
válido para conocer las distintas formas de desigualdad existentes en España. Estas
desigualdades están actualmente solventadas en los aspectos formales y jurídicos pero no en las
prácticas sociales cotidianas. Las instituciones sociales, las públicas diseñadas bajo un modelo
patriarcal y las privadas regentadas fundamentalmente por las mujeres, son el espacio común
donde se desarrollan cotidianamente las desigualdades entre mujeres y hombres.
Analizar las distintas brechas de género existentes, entendiendo esta como la diferencia
entre distintas tasas, en los ámbitos del empleo, la educación, la salud, entre otras, permite
conocer nuestra sociedad y diseñar medidas de prevención y erradicación. Estas desigualdades
entre géneros se manifiestan cuantitativamente a través de la comparación de los puntos
porcentajes que separan a las mujeres de los hombres en aspectos tales como el empleo, la
educación o la ciencia. Estos porcentajes son, por tanto, indicadores que cuantifican la
desigualdad de oportunidades, de trato o de acceso a los bienes y servicios. La medición de estas
dimensiones proporcionan información sobre las bases fundamentales donde se gestan los
distintos tipos de violencias estructurales contra las mujeres, constituyendo un catalizador para
medir el grado de persistencia del patriarcado en la sociedad.
En el estudio del INE sobre las Mujeres y los hombres en España se incluye ocho bloques
temáticos para analizar las desigualdades entre ellos. Los ocho bloques son: empleo, salario,
ingresos, educación, salud, conciliación, ciencia y tecnología, delito y violencia, poder y toma de
decisiones. El estudio analiza la situación de las mujeres y los hombres a partir del año 2006 y
hasta el 2012, periodos claramente diferenciados por acontecimientos históricos relevantes en las
políticas de género y de igualdad y, en la actualidad, por el escenario de crisis en que vivimos.
Nosotras sostenemos que esta situación de crisis repercute de forma directa en la lucha contra la
erradicación de las brechas de género y las desigualdades entre mujeres y hombres. La
evaluación que llevaremos a cabo en este apartado evidenciará la persistencia de las
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desigualdades entre mujeres y hombres y el ensanchamiento de las brechas de género a causa de
la recesión económica.
Tomamos este estudio como ejemplo y paradigma para la discusión, porque consideramos
que otro enfoque del estudio de las violencias contra las mujeres pueden estar siendo cubiertas a
través de los estudios sobre las brechas de género, un término mucho más aceptable
culturalmente. De hecho, este estudio ciertamente constituye una herramienta válida para
cuantificar el fenómeno de las desigualdades entre mujeres y hombres. Sin embargo, adolece de
la produndidad en el análisis para caracterizar estas desigualdades o brechas de género desde un
punto de vista interseccional. El análisis llevado a cabo sólo cruza las variables socio
demográficas (edad, nivel cultural o instrucción) con el sexo o género de las personas. Es decir,
neutraliza toda una serie de factores que influyen igualmente en estas desigualdades y que
inciden sobre el grado y modalidad de violencias de género experimentada por las mujeres.
Como se ha venido diciendo ello impide diseñar estrategias eficacez para erradicar las violencias
contra las mujeres o, si se prefiere, para conseguir una igualdad entre mujeres y hombres
mediante la eliminación de las brechas de género.
La metodología del estudio del INE es pues generalista; parte del análisis cuantitativo de
las diferencias entre sexos (mediante la desagregación de datos socio demográficos), quedando
fuera del análisis la perspectiva de género, es decir, las condiciones culturales que construyen la
posición social de las mujeres en la vida pública y privada. Asimismo, ignora todas las
interseccionalidades que existen en la estructura social y que inciden en las mujeres de manera
sumativa, aquellas que afectan de forma particular por características culturales, étnicas,
religiosas, socioeconómicas etc., y que constituyen el germen de las formas de violencia y
discriminación.
Por otra parte, el estudio analiza la “brecha de género, entendiendo ésta como el resultado
de las desigualdades entre mujeres y hombres en aspectos tales como el trabajo, la salud, el
reparto del tiempo, el acceso a la ciencia o la educación” como desigualdades en el acceso a este
tipo de bienes y servicios. En ningún momento analiza las raíces de estas desigualdades y los
efectos que tiene en las mujeres y en su ejercicio cotidinao de roles públicos y privados. Por
ejemplo, los datos sobre educación superior muestran una equidad entre género pero no la
relacionan con la situación de sobrecualificación de las mujeres, la dificultad de acceso al
mercado de trabajo o, por ejemplo, con la necesidad de demostrar más competencias que los
hombres para ocupar cargos de responsabilidad. No reflejan la situación de discriminación
laboral y de trato desigual hacia las mujeres. Tampoco reflejan las dobles o triples desigualdades
que convergen en las mujeres, derivada de su posición de interseccionalidad en niveles de
discriminación diferentes (ser migrantes, ser pobre, provenir de una étnia gitana, etc.).
En ese sentido, la distancia entre mujeres y hombres en la práctica no se corresponde con
los marcos normativos actuales que garantizan la igualdad entre mujeres y hombres en aspectos
tales como la educación, el empleo o la salud. Más aún, el impacto que esa conciencia de
igualdad formal produce en las mujeres y en los hombres no se traduce en una lucha por
erradicar esta desigualdad real en las prácticas sexistas que son cotidianas en las instituciones
sociales y las estructuras familiares. Para nosotras y, en concordancia con el discurso del
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economista Miguel Ceara Hatton, las estrategias para analizar y afrontar la violencia, van mucho
mas allá de la propia familia y tienen que analizar todas las desigualdades que se dan en la
sociedad, así como las causas y las consecuencias de las mismas.
No se trata simplemente de cuantificar las desigualdades y las manifestaciones de las
mismas a través de los actos de violencia, ya sean físicos, sexuales, económicos, laborales o
simbólicos, sino que el análisis de las desigualdades y las violencias estructurales debe llevar
implícito una metodología mixta, que contemple las complejidades y transversalidades
consustanciales al análisis de las violencias de género que varían en función de elementos
culturales, políticos, estructurales y de clase. Las teorías más recientes han puesto de manifiesto
que tanto el paradigma de la violencia como el concepto de mujeres son múltiples y diverso,
respectivamente.
El enfoque más habitual de análisis insiste en relacionar y circunscribir únicamente las
violencias de género con los actos de violencia ejercidos por las parejas o exparejas y en
correspondencia con los actos tipificados como delitos según los ordenamientos jurídicos. Así, se
considera que las desigualdades de todo tipo, que se expresan mediante las brechas de género, no
son una forma de violencia de género cuando en realidad lo único que refleja es que no es una
una violencia directa ejercida contra las mujeres. Ello produce un débil análisis sobre las
violencias de género.
No se computa la verdadera dimensión de la violencia de género ni las especificidades de
las mismas. No se parte de la conceptualización analítica de la violencia como un concepto
global que implica las distintas desigualdades y discriminaciones existentes hacia todas las
mujeres, limitando sus derechos y libertades. Aunque no es una violencia directa ni tipificada por
nuestro orden jurídico, las faltas de respeto referidos a nuestra apariencia como mujeres son un
ejemplo de las violencias que se ejerce contra las mujeres en una sociedad patriarcal que se
sostiene sobre una estructura de desigualdad cultural. Aun hoy día un hombre puede increpar a
una mujer en el espacio público haciendo referencia a su aspecto físico y no a sus competencias
(por ejemplo, en el blog de El País se decía de la jueza Alaya que instruye el caso de los ERE que
además de hacer bien su trabajo y sacar a la luz la trama era guapa) o, simplemente a su aspecto
físico. Ello deja fuera la verdadera dimensión de la violencia, los escenarios sociales dodne esta
violencia estructural es más intensa e invisible.
La mirada estrecha sobre las violencias de género no contempla las desigualdades o
violencias estructurales en los siguientes escenarios:
1. La violencia que se ejerce en otros ámbitos sociales: los contextos educativos o laborales,
mediáticos, políticos, culturales.
2. La violencia que es ejercida por hombres, organizaciones o directrices políticas y que no
media relación de parentesco o afectividad.
3. Las desigualdades que constituyen violencias de tipo estructural, tales como mayores
tasas de desempleo, bajos salarios, menor tiempo libre, menor acceso a las TIC o menor
inversión en salud de la mujer, o menor acceso a la toma de decisiones y el poder.
4. Los escenarios donde se producen estas desigualdades y sus manifestaciones, así como
los efectos que producen en las personas, las estructuras sociales y familiares.
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CONCLUSIONES:
La violencia contra las mujeres en la sociedad actual se presenta y se define desde
distintas perspectivas aunque aún sigue siendo, desde nuestra perspectiva, un enfoque muy
estrecho. Su análisis considera fundamentalmente las manifestaciones de la violencia directa, sin
aportar información sobre las violencias estructurales y culturales.
El ejercicio de la violencia está relacionado con aspectos culturales e históricos. Así,
históricamente se han ejercido distintas modalidades de poder contra grupos étnicos, políticos,
grupos de edad y orientación social, así como por motivo de su sexo. Las distintas formas de
violencia directa presentes en cada sociedad se justifican por la violencia cultural que legitima
las desigualdades entre grupos mediante la educación, la religión, el derecho, el acceso a la
ciencia o al empleo y que, en realidad, tienen su raíz en la violencia estructural. A través de la
violencia cultural también se inhibe o reprime la respuesta de quienes la sufren por lo que
identificarla y eliminarla requiere un gran esfuerzo.
Esa dificultad impide una acción decisiva contras las violencias de género presentes en la
sociedad. Hasta el momento, los esfuerzos de los Estados y de los gobiernos se han centrado en
la lucha contra la violencia directa, que es más visible, fácil de detectar y causa una verdadera
alarma social. Sin embargo, el verdadero reto está en identificar las violencias estructurales, que
son formas de violencias invisibles y complejas pero que son el fundamento subyacente de los
otros tipos de violencia cultural y directa.
La violencia estructural sobre las mujeres se sostiene específicamente sobre la estructura
patriarcal de las sociedades tradicionales y contemporáneas. Ello erosiona el principio de
igualdad y libertad que disfrutamos todos los ciudadanos sin excepciones. Se aplica a aquellas
situaciones donde se produce un daño a la satisfacción de las necesidades humanas básicas
(supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de desigualdad
social.
Una de la dimensiones de análisis que han ayudado a visualizar esta violencia indirecta o
estructural es la perspectiva de género. Desde esta aproximación, se analiza la realidad social de
las mujeres y de las brechas de género existentes en relación al acceso de bienes y servicios por
parte de hombres y mujeres, en el ejercicio de sus derechos y el disfrute de un estatus de
ciudadanía igualitario. Para comparar sus posiciones desiguales en la estructura social,
precisamos indicadores sociales relevantes en las diferentes áreas sociales y económicas, tales
como la educación, el empleo, la salud, la ciencia y las tecnologías de la información y la
comunicación, la participación política y en los órganos de poder.
Las teorías críticas sobre las violencias de género, nos han aportado un marco de análisis
apropiado para abordar las distintas dimensiones de las violencias y las deficiencias
metodológicas que presentan los estudios y las encuestas sobre violencia de género, demostrando
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la parcialidad de su estudio y de su incidencia en la sociedad.
Así, en los estudios de carácter cuantitativo que frecuentemente se utilizan para medir, e
incluso para definir las políticas de igualdad son insuficientes. En el presente trabajo hemos
propuesto que sea abordado desde una metodología plural y triangular, donde se incorporen las
distintas violencias estructurales y los efectos duales de las interseccionalidades o dimensiones
que interactúan en la sociedad y en las propias mujeres.
Somos conscientes, del costo y la inversión que supone el estudio de las verdaderas
dimensiones de la violencia desde la perspectiva de género y las interseccionalidades, y de la
propia definición conceptual de las mismas, pues ya resulta complejo definir las opresiones
generales que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres.
Definir esas opresiones sociales que modelan y conforman un sistema de relaciones
desiguales entre hombres y mujeres, y mucho mas cuantificarlas. Mucho más explicar sus
orígenes, lo cual supone recurrir al propio análisis de las estructuras sociales y sus
organizaciones. Sin embargo es una tarea pendiente en los estudios de género de carácter
empírico (puesto que los estudios teóricos si que han avanzado en este punto hasta cierto grado).
Las teorías de la interseccionalidad introducen un nuevo conjunto de herramientas
analíticas y metodológicas para analizar la violencia contra las mujeres. Enfatizan la idea de que
las distintas posiciones de opresión generan distintas modalidades de violencias de género, las
cuales configuran un contínuum de violencia estructural contra las mujeres. Estas violencias
responden a una diversidad de factores que no pueden ser explicados simplemente por la
condición de pertenecía a un género, sino por el hecho de estar posicionadas en diversos niveles
sociales interrelacionados donde las mujeres también son sometidas en distinto grado y bajo
distintas modalidades de discriminación social.
Por tanto, las encuestas sobre la violencia contra de las mujeres reflejan un tipo de
violencia muy general, que ocultan las diferentes dimensiones y modalidades interrelacionadas
en que las mujeres son oprimidas por la estructura social. El trabajo de conceptualización que
hemos realizado hasta ahora para diseñar las metodologías de los estudios sobre la violencia de
género contra las mujeres no refleja la transversalidad de las interseccionalidades. Es decir, cómo
las diversas brechas de género interactúan en el ejercicio diario de los roles sociales que
desempeñamos las mujeres, en el mercado laboral, el sistema educativo, el sistema de
participación política, el uso del tiempo, etc. y que afecta de forma diferencial a las mujeres
respecto a los hombres.
Por el contrario, la definición que hacemos de la violencia contra las mujeres adolece de
una simplicidad que actúa como un estereotipo que refuerza la idea de que es algo que atañe a las
otras. Así, serán las mujeres pobres, migrantes o con diversas ideologías religiosas o culturales
las que son sometidas con mayor probabilidad a ciertos tipos de violencia de género directa,
física o psíquica. A pesar de ser conscientes de que estamos posicionados en una estructura social
desigual construidas por un entramado de sistemas y niveles de opresión, el resto de las mujeres
estaríamos libres de este sometimiento.
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Como podemos comprobar, las estadísticas más frecuentes tienen que ver con registros de
los distintos actos de violencia o actitudes que llevarían a los perpetradores a ejercerla en un
momento dado. Los datos reflejan los casos de violencia física o contra la libertad individual
porque se lleva un registro automático a través de las instituciones judiciales, policiales o de
atención a las víctimas. Ello supone la contabilización del delito pero excluye el resto de
situaciones de violencia de género que no están catalogadas como tales o que simplemente no
son denunciadas por la víctima o detectadas por los órganos de control.
En resumen, el listado de recursos de información proporcionado por el Instituto de la
Mujer o el Instituto Nacional de Estadística refleja las violencias de género directa, las que
preocupan principalmente a los poderes públicos y a la sociedad en general. Enfatizan las
modalidades de violencia de género de las que se derivan consecuencias más graves pero oculta
el resto de violencias de género más profundas y enraizadas. Refleja la punta de la pirámide del
iceberg, como destacaba Galtung en su definición, pero no las violencias culturales y
estructurales que se ejercen cotidianamente sobre las mujeres.
A pesar de que la reflexión y mejor conocimientos sobre el concepto de violencias de
género no se han mejorado los métodos de análisis utilizados para evaluar la incidencia de las
violencias de género sobre las mujeres. Para nosotras estas limitaciones se pueden clasificar en
dos grandes grupos dependiendo del hecho de que dependan del diseño tecnológico o conceptual.
Las limitaciones derivadas del diseño tecnológico de las encuestas se refieren a aspectos
relacionados con el tamaño de la muestra, la administración de la encuesta y la selección de la
población objetivo de la encuesta. Las limitaciones derivadas del diseño conceptual de las
encuestas se refieren a las modalidades y grado de violencias de género recogidas en las
encuestas y la dificultad de comparar diferentes violencias de género desde un punto de vista
interseccional y multicultural.
También se ha destacado que las estadísticas y cuestionarios adolecen de cierta
homogeneidad en la identificación de los fenómenos de violencia de género, así como en la
transmisibilidad del contenido de esos conceptos a mujeres pertenecientes a diferentes contextos
culturales y sociales. El diseño de las preguntas tendría que abarcar un mayor diversidad de actos
de violencia y de situaciones de discriminación por razones de género que se producen en
distintos contextos sociales. Además, los diseñadores tendrían que tener en cuenta que estos
actos se sostienen sobre unas bases culturales y estructurales muy enraizadas de aceptación
social y la legitimidad de las formas de opresión más sutiles.
Por consiguiente, la inclusión de preguntas relacionadas con las distintas modalidades y
niveles de violencia deberían ser extrapolables a contextos muy diferentes que faciliten la
comparación, a pesar de las diferencias culturales. Tendrían que diseñarse de manera que
pudieran captar las distintas sensibilidades de mujeres y hombres, con diversos perfiles sociales y
culturales. Como ya se ha dicho, la mejor alternativa es la triangulación metodológica,
procedimiento muy usual en las ciencias sociales pero que curiosamente no suele emplearse en
los estudios sobre las violencias de género. Sin embargo, hay tantas formas de violencia y
aspectos que se han de medir para conocer de manera suficiente este fenómeno (los actos
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legalmente tipificados, las experiencias no catalogadas crímenes, la tolerancia a la violencia, la
opinión sobre la incidencia en la sociedad, etc.) que merecería tener en cuenta una diversidad de
métodos.
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