GRUPO: TEORÍA SOCIOLÓGICA El giro dialógico de las Ciencias Sociales: una alternativa para el cuestionamiento actual de las ciencias sociales. Ramón Flecha y Marta Soler, Universidad de Barcelona Abstract En los últimos años se ha acelerado el debate sobre la utilidad e impacto de la investigación en Ciencias Sociales (CCSS en adelante). Recientemente la Comisión Europea planteaba que en el Horizonte 2020 este ámbito fuera incorporado de forma transversal dentro de otras disciplinas científicas y tecnológicas. Como reacción, científicas y científicos sociales argumentaron la relevancia de mantenerse con entidad propia dentro del programa de investigación en CCSS de más recursos del mundo, el Programa Marco de investigación de la Comisión Europea (PM en adelante). Sin embargo, este argumento se va debilitando a medida que se van conociendo informes que demuestran la inutilidad para la teoría social y para la sociedad de muchos de los trabajos de CCSS, así como la disparidad y subjetividad de la evaluación por pares en este ámbito. Esta comunicación plantea una forma de hacer teoría sociológica que contribuye a la superación de esta crisis y estos cuestionamientos. En el 2012, la Comisión Europea publicaba una lista de 10 “historias de éxito” en la investigación científica europea; solo una de ellas (la número 10) es del ámbito de CCSS (INCLUD-ED 2006-2011, 6PM) Este proyecto de investigación ha usado y desarrollado teoría sociológica recogiendo aportaciones de la teoría de la acción comunicativa de Habermas, las utopías reales de Erik Olin Wright y la Sociología Pública de Burawoy. Aportaciones de estos y otros autores y autoras se han puesto en diálogo directo con los sujetos estudiados a lo largo de todo el proceso de investigación. El resultado ha sido un conocimiento nuevo, necesario para la comprensión sociológica –en sentido weberiano– y la superación de fenómenos sociales como la desigualdad. Esa forma de hacer teoría, ese enfoque investigador ha sido muy valorado por intelectuales como Ulrich Beck o Amartya Sen, ha obtenido más de 60 artículos JCR, pero también ha sido altamente valorado por diferentes grupos sociales y por las instituciones europeas. Parte de los resultados y conclusiones han sido recogidas por comunicaciones y resoluciones de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo, en cuyo hemiciclo se han realizado dos encuentros masivos para debatir las aportaciones de INCLUD-ED. Con ese giro dialógico de las CCSS, se supera la vieja dicotomía entre investigación básica y aplicada, puesto que se desarrolla al mismo tiempo más teoría que en las investigaciones básicas y tiene un impacto social superior al de las investigaciones aplicadas. Y de esa forma se contribuye decisivamente a superar el actual y generalizado cuestionamiento de la inversión en CCSS. Introducción El 6 de diciembre de 2011 se presentaron los resultados finales del proyecto INCLUD-ED Strategies for Inclusion and Social Cohesion in Europe from Education en el Parlamento Europeo. En la sala, repleta, había más de trescientas personas que escuchaban con atención lo que decían Rafael, Ania, o Rosamaría. Ninguna de ellas es una “investigadora social.” Pero las palabras de todas ellas transportaron a la sala la fuerza de las evidencias que INCLUDED ha demostrado con una investigación minuciosa a lo largo de más de cinco años. Ania, una niña de 10 años de un barrio pobre del extrarradio de la ciudad de Barcelona, explicó cómo ella y sus compañeros de clase leían libros de la literatura clásica universal, tales como la Odisea, la Iliada o el Quijote. Relató los debates profundos que se establecen en su clase cuando leen este tipo de libros en la tertulia literaria dialógica, desafiando los análisis estructuralistas de Bourdieu sobre las prácticas culturales asociadas al “habitus” de determinados grupos sociales. Al terminar su explicación, Simon Busuttil, miembro del Parlamento Europeo, que tomaba la palabra tras ella, afirmó que el discurso de Ania había sido el mejor que él había oído en aquella cámara durante años. Busuttil comentó, admirado, que si ahora Ania sabía tanto, no quería ni imaginar lo que podría llegar a ser capaz en veinte años más. “Cuando llegue ese momento”, le dijo, “tú dirigirás este lugar! [el Parlamento Europeo].” Los relatos de Ania, de Rafa o de Rosamaría ilustran una nueva forma de hacer teoría sociológica que parte y se nutre de las voces de las personas que tradicionalmente han sido silenciadas y no han participado de la creación de conocimiento ni de las instituciones académicas. Esta forma de hacer sociología es cada vez más compartida en los círculos académicos. Ejemplos los tenemos en la sociología pública promovida por Michael Burawoy, o el estudio de Utopías Reales desarrollado por Erik Olin Wright. Estos dos ejemplos tienen en común con nuestra orientación la ruptura de las jerarquías interpretativas tradicionales: el saber y el conocimiento no se circunscriben a un grupo selecto de personas poseedoras de conocimiento experto por haber tenido una formación académica universitaria, eliminando cualquier otra posibilidad de entender y transformar la realidad (Beck, 1994). Las evidencias muestran que el conocimiento siempre es un producto compartido que resulta de la interacción, del intercambio, entre personas con muy diferentes formaciones, experiencias e impresiones del mundo que nos rodea. Es necesario que existan espacios donde ese conocimiento emerja, para hacerse visible y contribuir a la transformación de la realidad. En diferentes lugares hemos sostenido que los actos de habla comunicativos son la mejor forma para que esos diferentes conocimientos vean la luz y se compartan, de manera que ello conduzca a un avance en el saber. Esto es lo que sucedió en un seminario que realizamos en la sede de CADIS, el centro de investigación fundado por Alain Touraine y dirigido en aquel momento por Michel Wieviorka, otra de las personas que han presidido la Asociación Internacional de Sociología. En aquella ocasión, Michel Wieviorka aprovechó el espacio, un seminario europeo enmarcado en el proyecto Workaló, para presentar en exclusiva un nuevo concepto sobre el que había estado trabajando en los últimos tiempos, el concepto de mestizaje. De acuerdo con él, mestizaje se definía como la posibilidad de ser 50% francés y 50% argelino, en una sociedad como la francesa (o la parisina incluso), donde hay un elevado porcentaje de beurs, franceses inmigrantes de segunda y hasta tercera generación (hijos/as y nietos/as de aquellas personas que emigraron de Argelia durante la segunda mitad del siglo pasado, para asentarse en Francia). Una chica que estaba entre el público, que no tenía titulación académica, levantó la mano para hablar. Cuando se le dio el micrófono, “mire, yo soy gitana, y tengo que decir que yo soy 100% francesa, ya que tengo los mismos derechos y deberes, y también soy 100% gitana.” Michel Wieviorka, después de escuchar el comentario de esa mujer la miró y respondió: “tiene usted mucha razón, tengo que re-definir mi concepto.” El concepto de Michel Wieviorka no había sido capaz ni de capturar ni de explicar la “identidad” en una sociedad tan multicultural como la francesa. El diálogo que se estableció aquella mañana en la sede de CADIS sirvió para que él (y nosotros y nosotras con él) avanzásemos en el conocimiento de qué significa la identidad como un sentimiento subjetivo que puede albergar muchas y diversas “identidades” simultáneamente. En esta comunicación vamos a discutir esta nueva forma de hacer sociología. Una sociología que va más allá de ser únicamente descriptiva, y que incluye elementos normativos en su formulación y su implementación. El giro dialógico en las ciencias sociales Hace diez años en el libro Contemporary Sociological Theory (2003), prologado por Ulrich Beck, realizábamos un análisis de las principales líneas teóricas de la sociología del siglo XX. A lo largo de sus página se explicaba la pugna entre los sistemas y los sujetos en las diferentes tradiciones teóricas, y cómo las teorías que denominamos duales tendían a superar ampliamente las debilidades de ambos enfoques por separado. Algo que quedaba claro es que la teoría sociológica de finales del siglo XX se estaba enfrentando a un momento crucial marcado por la crisis de viejos valores enquistados en los enfoques tradicionales de la sociología. El mundo estaba en momentos de cambio, y era necesario desarrollar nuevas aproximaciones teóricas que proveyeran a los y las investigadores sociales de herramientas útiles, eficientes, rigurosas y científicas para analizar la realidad social y los cambios sociales que se han venido produciendo en las últimas décadas. Seguimos afirmando que la tarea de la sociología no es mejorar la sociedad, pero sí aportar elementos de análisis a los actores sociales, que son quienes realmente la transforman a través de sus acciones. Las teorías de las ciencias sociales han avanzado mucho en el conocimiento que nos proporcionan de dicha sociedad. A cada nueva generación se añaden los trabajos de importantes investigadores e investigadoras que con sus esfuerzos contribuyen a extender y consolidar el corpus de conocimiento de nuestra disciplina, dándonos herramientas conceptuales y metodologías empíricas para profundizar en las raíces que explican los hechos sociales (de los que hablaba Durkheim en sus estudios). Definir los fenómenos sociales como hechos sociales es clave dado que de alguna manera es una constatación de que la realidad social es una realidad susceptible de ser conocida y estudiada. Ahora bien, tal y como muestra la tanto la teoría sociológica clásica, como la contemporánea, la perspectiva que el investigador o la investigadora utilicen para orientar su “mirada” es clave a la hora de realmente aportar contribuciones que sirvan para que los actores sociales tengan luego la capacidad de transformar (o no) la realidad en la que viven. La sociología es hija de la Modernidad (Habermas, 1984). No podemos negar que hace cuatro siglos, cuando el mundo tradicional heredado de unas sociedades estructuradas en torno a unos estamentos feudales regidos por la posición de cuna, la adscripción a la tierra, es resquebrajado paulatinamente a veces, de manera violenta otras, por la industrialización y la necesidad de la nueva burguesía de romper ataduras y establecer ciudades “libres” y/o estados basados en una democracia liberal (limitada, pero sujeta a la elección por sufragio), los referentes del orden antiguo entran en crisis y es necesario buscar nuevas bases de lo que se llamó “cemento social.” Hobbes, Locke, Tocqueville, y tantos otros se esforzaron en entender qué estaba sucediendo, y dar orientaciones para evitar el desmoronamiento de la sociedad, o promover nuevos órdenes sociales sobre bases de cohesión social nuevas, basadas en otras fuentes de legitimación. No vamos a extendernos en un hecho ya de sobra conocido, que fue cómo el esfuerzo de varias personas por comprender lo que estaba sucediendo, dio lugar a la fragmentación del conocimiento de lo social en varias disciplinas especializadas en aspectos parciales (economía, sociología, ciencias políticas, antropología, etc.). Quizás es relevante mencionar este proceso para entender que el siglo XX fue el siglo del giro lingüístico de las ciencias sociales. Fueron los años en los que se pensó que el conocimiento estaba sujeto a categorías semánticas del discurso, de manera que estudiar la sociedad significaba acotar perfectamente la polisemia de los significados de los hechos sociales. Esta tendencia aún se detecta en varios estudios actuales, centrados en los análisis discursivos que se centran en la definición concreta y no ambigua de conceptos sociológicos para ser usados luego en la investigación empírica. Este tipo de análisis ha dado lugar a aproximaciones teóricas tales como las teorías de la reproducción, o incluso la corriente postmoderna que incluso ha llegado a anunciar sin ningún tipo de pudor que la ciencia no es posible y que todo hecho social es resultado únicamente de una serie de juegos de poder. Pensadores e investigadores que han merecido el reconocimiento internacional tales como Habermas o Searle, entre otros, no se han cansado de denunciar, igual que hemos hecho nosotros en varias ocasiones, que las afirmaciones postmodernas frecuentemente esconden, bajo su discurso, un profundo vacío que deja la puerta abierta no al mejor argumento (refrendado por evidencias científicas de la investigación), sino el argumento del que tiene más fuerza para hacerse oír por encima de los demás. Desde luego, ahí la retórica de la exclusividad del conocimiento y la distinción que supone el poseer ciertas cotas de “saber” compartido en círculos cerrados es la justificación perfecta para impedir la participación igualitaria de personas ajenas a tales círculos. Sin embargo, la sociedad ha continuado avanzando sin parar, al margen del debate académico que ha establecido y construido sus jerarquías interpretativas. Esta crítica que acabamos de realizar en el párrafo anterior se ilustra perfectamente en un caso totalmente real, como es la investigación con el Pueblo gitano. Todos y todas sabemos que se han escrito muchos estudios o bien desde una orientación paternalista, o bien sencillamente con el interés de hacer investigación “sobre los pobres”. Las personas gitanas no aprueban este tipo de investigaciones (Flecha, & Gómez, 2004). El motivo es que no quieren ver llegar a los y las investigadoras, cargados y cargadas de cuestionarios, encuestas, y otros instrumentos de recogida de datos, pedirles que gasten su tiempo rellenando o respondiendo a todas las preguntas que les hacen, para luego desaparecer sin que se sepa más de ellos y ellas. Las personas gitanas no ven el retorno de todo ese proceso, porque el objetivo de entrada no era contribuir a resolver sus problemas. Muchas veces ni siquiera tienen una copia del artículo, o del libro, o de los materiales que han surgido de su contribución al trabajo de los y las investigadores e investigadoras. Su voz de nuevo queda silenciada. Proyectos como Workaló The creation of New Occupational Patterns for Cultural Minorities. The Gypsy Case, financiado por la Comisión Europea en el 5º Programa Marco de Investigación, han que la metodología comunicativa se reconociese en la Unión Europea como la más útil para la investigación sobre superación de desigualdades sociales. Las personas gitanas alabaron las contribuciones que se hacía desde este proyecto, porque ellas eran parte misma del proyecto. La exclusividad de la jerarquía interpretativa circunscrita únicamente a la figura del experto se había roto, y había dejado paso al conocimiento fruto del diálogo igualitario en el que todos los actores sociales comparten sus respectivos fondos de conocimiento en un esfuerzo común para entender los hechos sociales y encontrar las claves de su funcionamiento. La metodología comunicativa, gracias al diálogo igualitario intersubjetivo, cambia profundamente la manera de hacer sociología, algo que se ha convertido no ya en demanda, sino en necesidad en nuestra sociedad actual. La sociedad del siglo XXI ya no es igual a la que vio nacer a las ciencias sociales. Ni siquiera se parece en mucho a la sociedad del siglo pasado, que albergó teorías y enfoques tales como la discursividad. Quedarse en tales aproximaciones condena al fracaso, porque vivimos en una sociedad que ha experimentado ya lo que hace diez años intuimos como giro dialógico. En efecto, las sociedades actuales cada vez son más dialógicas. El advenimiento de la sociedad de la información ha contribuido, entre otras cosas, a que se cuestionen las divisiones sociales anteriores, y se abra la posibilidad para que aparezcan relaciones cada vez más orientadas hacia la centralidad del diálogo. Eso no quiere decir que no existan muros sistémicos. En todos los ámbitos de la estructura social encontramos ejemplos de resistencia y anclaje en valores tradicionales caducos (Flecha, 2011). Pero las evidencias que aparecen publicadas en las revistas científicas (JCR) de nuestro ámbito sugieren que cada vez es más difícil negar que el diálogo se ha hecho presente en la sociedad, y las interacciones sociales se convierten en un objeto de estudio privilegiado para tratar de comprender cómo funcionan estos nuevos procesos sociales. Un ejemplo que ilustra perfectamente esta transformación es la capacidad que tienen las redes sociales para transformar o por lo menos, cuestionar las antiguas jerarquías. En la primavera de 2010 el mundo asistió sorprendido a grandes manifestaciones y protestas que tuvieron su inicio en Túnez, pero rápidamente se propagaron por los países árabes. Los mensajes a través de las redes sociales sirvieron para que miles de personas salieran a las calles de El Cairo. El grito lanzado por la gente era democracia; participación de todas las personas en las decisiones del futuro del país. Ese clamor no tardó en extenderse por la mayor parte del mundo árabe. Desde luego, las antiguas oligarquías enseguida levantaron muros sistémicos para impedir la transformación que miles y miles de personas reclamaban (y reclaman) desde las calles: mandaron cortar las redes de comunicación (Internet, la mensajería móvil), y se afanaron en controlar los medios de comunicación dentro de sus fronteras. Este es un ejemplo que ilustra claramente el alcance de la revolución dialógica del siglo XXI. Las ciencias sociales, la sociología incluida, tienen que escuchar este tipo de cambios, y no anquilosarse en modelos explicativos caducos que ya no sirven ni para describir el mundo actual, ni para contribuir a su conocimiento científico. A continuación se expone cómo una mirada crítica al debate entre sociología tradicional y sociología normativa puede contribuir a abrir nuevos caminos de reflexión y trabajo futuro en nuestra disciplina, mucho más coherentes con los tiempos que corren, mejor sustentados a nivel científico, y bastante más rigurosos. La sociología pública y la metodología comunicativa crítica Michael Burawoy, presidente de la Asociación Internacional de Sociología, plantea la necesidad de re-pensar nuestra labor desde el servicio al público que suponen nuestras investigaciones y desarrollos teóricos. Los debates entre académicos, representantes políticos y la sociedad civil en todo el mundo conducen a nuevos desarrollos de la teoría sociológica. Diversos investigadores e investigadoras en todo el mundo se esfuerzan por encontrar modelos explicativos que den cuenta de los cambios sociales actuales, en un mundo con tantas contradicciones y encuentros. ¿Cómo podemos comprender la(s) lógica(s) inherente(s) a los movimientos globales de población? ¿Qué consecuencias tienen o tendrán dichos movimientos, en términos de identidad, de cohesión social, de conflicto? ¿Cuáles son las nuevas fuentes del consenso social? ¿Hacia dónde va la estructura social y económica de las sociedades actuales? ¿Cómo se barajarán las influencias de los países emergentes a nivel internacional? ¿Qué cambios en el día a día suponen dichas transformaciones globales? ¿Cómo se reconfiguran las dinámicas, organizaciones, relaciones, locales? ¿Qué formas de gobierno y gobernanza emergen en este tipo de situaciones? Habermas propuso para Europa la idea del patriotismo constitucional después de abandonar el concepto parsoniano de comunidad societal porque según él no sirve para entender qué subsistemas emergen en las sociedades actuales. Pero Parsons mismo, en sus últimos libros, ya vio claramente que el cemento social emergerá de una reintegración de todos los subsistemas sociales, que devuelvan el sentido que la crisis de la modernidad parece que se llevó consigo, a la vida de las personas y a las relaciones internacionales. Lo que necesitamos actualmente no es un patriotismo constitucional sino un consenso compartido por la comunidad basado en un diálogo inclusivo donde los diferentes actores sociales puedan defender su posición con argumentos basados en pretensiones de validez. Se necesita un nuevo acuerdo normativo que establezca el mapa de ruta de los próximos años (y decenios), a nivel global. Aquí es donde toma protagonismo la sociología pública. Muchos investigadores e investigadoras piensan de manera errónea que hacer sociología pública está reñido con el desarrollo de nuevas teorías, y que hacer sociología pública significa apartarse del trasunto teórico. Nada más lejos de esta afirmación. Althusser escribió Para leer el capital sin haber leído él mismo dicha obra. De hecho, en declaraciones suyas, reconoce que cuando escribió ese libro apenas se había leído el primer libro de la obra de Marx. Pero a pesar de eso, en toda Europa durante una generación se leyó a Marx a través de la obra de Althusser. Muchas investigaciones y teorías se han desarrollado a la luz de este tipo de lecturas superficiales, con resultados, en el mejor de los casos, controvertidos desde el punto de vista de su utilidad social entendida como el servicio de la sociología al bienestar de todos los miembros de la comunidad, especialmente de aquellos colectivos más vulnerables de exclusión social. En cambio, hacer sociología orgánica pública conduce a los investigadores e investigadoras a las obras originales de los teóricos y teóricas, y partir de dicho conocimiento detallado para ofrecer mejores contribuciones a través del diálogo con los actores sociales. Incluir sus voces en plano de igualdad no solo lleva a un mejor conocimiento de la realidad, sino que implica poner al servicio de la sociedad nuestro trabajo como científicos sociales. No es posible hacer contribuciones sustantivas a partir de conocimientos sesgados o parciales de la teoría social. La metodología comunicativa crítica une un conocimiento riguroso de las bases teóricas de la teoría social, con el “mundo de la vida” y la agencia humana de los actores sociales, a través del diálogo. Por ejemplo, ante las dificultades para encontrar empleo o vivienda que muchas personas gitanas tienen (y denuncian), su petición no es que se haga un estudio descriptivo de su situación socio-económica dentro del contexto de la estratificación social. Ya conocen de sobra cuan difícil es la situación de vulnerabilidad a la que están sometidos/as. La principal demanda que hacen las personas gitanas a la comunidad académica es que utilicen su conocimiento experto para decirles qué actuaciones tienen éxito en erradicar la exclusión que padecen tanto del acceso al empleo como a la vivienda. Se necesita la colaboración con los investigadores y las investigadoras para compartir este tipo de conocimiento. Pero es necesario también que estos investigadores y estas investigadoras partan de un trabajo riguroso, con una base científica contrastada, bien informada, y correcta. No con lecturas superficiales. Las personas gitanas lo que piden es que les contemos qué funciona y qué no. Esto no se puede hacer de manera seria en base a opiniones. Hay que utilizar evidencias probadas. Tanto investigadores/as como personas gitanas se embarcan entonces en un diálogo compartido donde intercambian datos, evidencias, saberes, y reflexionan sobre ello conjuntamente para implementar las actuaciones de éxito y cómo recrearlas en su contexto propio. Los principales organismos que financian la investigación tienen este punto claro: el esfuerzo de pagar la investigación tiene que servir para encontrar contribuciones que sirvan a los actores sociales que toman las decisiones. Los y las decisores políticos necesitan datos, evidencias, claros, sobre los que tomar una decisión u otra. Si queremos erradicar la exclusión social de nuestra sociedad, entonces necesitamos conocer qué actuaciones sirven para eso. Aconsejar la implementación de ocurrencias que no han sido contrastadas por la investigación científica y rigurosa, no asegura, e incluso garantiza, el fracaso total de dichas actuaciones. La Comisión Europea tiene una Dirección General de Investigación que opera a través de los programas marco (PM). Estos PM incluyen pequeños y grandes proyectos. Durante 2012 en el seno de la Comisión Europea comités de expertos internacionales se han reunido para decidir las líneas del futuro plan de financiación de proyectos de investigación que va a marcar la agenda durante los próximos años. Uno de las discusiones centrales en ese foro ha sido la de si mantener o eliminar el campo de las ciencias sociales como un ámbito susceptible de ser financiable o no. El motivo es que existe una gran polémica sobre la aplicabilidad de la investigación en sociología y otras ciencias afines. No queda claro que las inversiones aquí produzcan un tipo de conocimiento que sea útil socialmente, del que se puedan extraer nuevas aplicaciones que mejoren el bienestar de las personas. De hecho, tal y como ya hemos comentado en la introducción de esta comunicación, tan solo una investigación de ciencias sociales ha sido citada entre las diez que mejores y más prometedores resultados han aportado para la sociedad europea: INCLUD-ED. Gracias a este tipo de investigaciones, y al apoyo de asociaciones científicas internacionales como la International Sociological Association, se ha logrado mantener el campo de las ciencias sociales como parte del futuro programa de investigación y desarrollo en Europa. El criterio es claro: lo que se está promoviendo (y cada vez más) es investigación con utilidad social; e investigación que tenga una base teórica sólida, y que aporte conocimiento basado en evidencias empíricas contrastadas. No necesitamos volver a decir que las personas gitanas son un colectivo social vulnerable, objeto de exclusión. Eso ya lo sabemos. Lo que se necesitan son actuaciones que hayan demostrado éxito en lograr que el pueblo gitano supere esta situación de exclusión. Este es el sentido profundo de la sociología pública, que huye de descripciones y desde luego va mucho más allá de un sentido puramente normativo. Como sociólogos y sociólogas no se nos pide que digamos qué está bien y qué está mal. Eso es resultado del consenso entre todos los actores sociales. La demanda es aportar los conocimientos, las evidencias, sobre las que los actores deberán tomar sus propias decisiones. La sociología pública promueve este tipo de diálogo, esta manera de hacer investigación. Es una forma de trabajar que produce tanto impacto en el mundo real, como en el mundo académico. La metodología comunicativa entronca directamente con este tipo de enfoque. Emerge de diferentes contribuciones teóricas de la sociología contemporánea. Se trata de una metodología profundamente universalista. Tal y como dice Habermas (1984, p. 118), “the agent possesses just as rich an interpretative competence as the observer itself.” Todas las personas, por el propio hecho de ser personas y no otra forma de vida, tenemos la capacidad para comunicarnos. El habla es universal (Chomsky). Habermas nos muestra que todas las personas podemos emitir juicios sobre la realidad que nos rodea. El conocimiento forma parte de la naturaleza humana. Lo que necesitamos son espacios donde todos los actores sociales seamos igualmente libres de poner sobre la mesa nuestros diferentes conocimientos de la realidad que compartimos, ya sea como investigadores/as, ya sea como participantes. Habermas en su principal obra sobre la acción comunicativa (1984) distingue los tipos de acciones según emerjan de una racionalidad instrumental basada en pretensiones de poder, o de una racionalidad comunicativa basada en pretensiones de poder. John Searle (Searle & Soler, 2004) lleva más allá este análisis y afirma que los actos comunicativos en realidad se basan en las relaciones intersubjetivas entre los actores sociales, que promueven el diálogo versus las interacciones basadas en la posición de poder. Al examinar este tipo de afirmaciones desde la sociología pública resulta patente la utilidad que tiene este enfoque para incluir a todos los actores sociales en un proceso de investigación que vaya más allá de la mera descripción, y de los entresijos normativos de la actuación social. Lo que nos toca a nosotros y nosotras no es decidir, sino dar la información correcta y veraz. Por ejemplo, ¿debemos establecer aulas con grupos heterogéneos, o es mejor agrupar a nuestros estudiantes en grupos homogéneos, de manera que unos/as no se estorben a los otros/as? Desde un enfoque normativo podríamos estar tentados y tentadas en elegir una respuesta (cualquiera que ésta fuese) categórica, y usar el terreno de la ética y de la moral para justificarla. La respuesta a esta pregunta desde un enfoque público tiene que pasar necesariamente por una discusión inclusiva, basada en un diálogo donde se barajen evidencias, no opiniones que emanen del inestable y poco definido terreno de las creencias. Ese es nuestro cometido: dar la información, los datos, las evidencias. Los datos demuestran que los niños y las niñas que estudian en grupos heterogéneos acostumbran a obtener mejores resultados académicos que quienes están siempre con compañeros/as del mismo nivel. La teoría también apunta hacia la misma dirección, tal y como decía Vygotsky a inicios del siglo pasado. Por tanto, la sociología pública tiene que promover discusiones donde participen todos los agentes sociales, en este caso, maestros y maestras, familias, investigadores/as, miembros de las administraciones educativas, etc. El discutir sobre la base de los datos consigue eliminar o reducir el alcance de quienes quieren hacer valer su posición de poder para imponer sus propios argumentos. Para un maestro que ocupe una posición de poder que le permita decidir sobre la asignación de grupos, siempre es más cómodo y fácil justificar las supuestas bondades de la agrupación homogénea porque opina que así los niños y las niñas que quieren estudiar no son molestados por el resto. Así esa persona se puede quedar con el mejor grupo; mientras que otros niños y otras niñas pierden la posibilidad de tener un ambiente estimulante de aprendizaje. La sociología tiene que poner sobre la mesa las evidencias, los datos, para que familias, administraciones, centro, profesorado, todo el mundo, tenga la información probada y contrastada para orientar la toma de decisiones. El giro dialógico del que hace diez años que hablamos, emerge de que cada vez son más las reivindicaciones de la gente para que este tipo de diálogos se produzcan. En la siguiente sección, se pone un ejemplo que ilustra mejor esta tesis. El caso del barrio de la Milagrosa en Albacete Las transformaciones vividas en el barrio de la Milagrosa (Albacete) ejemplifican el giro dialógico de las ciencias sociales y su impacto real en un contexto desfavorecido. Las transformaciones realizadas en este barrio abarcan diferentes dimensiones que incluyen, entre otras, educación y mercado laboral. Centramos nuestro ejemplo en mercado laboral, concretamente en la creación de empleo sostenible como fruto de los resultados de la investigación INCLUD-ED, en la cual participaron los autores de la presente comunicación. Esta investigación, como se ha dicho anteriormente, no partía sólo del análisis de una realidad concreta de exclusión, si no que aportó aquellos elementos que podían llevar a su superación. Para ello la investigación se centró en el estudio de actuaciones de éxito. En mercado laboral una actuación de éxito es el cooperativismo de Mondragón. En el año 2010 un gran número de personas de este barrio se encontraba en situación de paro y en riesgo de exclusión social, mientras las instituciones que actuaban sobre el barrio contrataban a empresas externas los servicios que ofrecían. El conocimiento dialógico sustentado por las evidencias científicas, combinado con la democracia real, definió el proceso inicial. Las reuniones para decidir sobre la creación de una cooperativa y sobre su funcionamiento se desarrollaron a través de asambleas abiertas a toda la comunidad, como parte del Contrato de Inclusión Dialógica que se había firmado con las diferentes instituciones y agentes sociales. Este proceso perseguía un doble objetivo: formar y contratar a las personas desempleadas del barrio para que proporcionasen esos servicios en el barrio. Otra propuesta que se discutió fue la creación de una cooperativa de trabajadores para la formalización de las actividades económicas que se habían desarrollado de manera informal. Para ello se inició un proceso de formación para todas aquellas personas interesadas en convertirse en cooperativistas en aquellos ámbitos que constituían un filón de ocupación por ser servicios que podrían ofrecer al barrio, como comedores escolares, servicios de limpieza o actividades deportivas. Posteriormente se identificaron otras áreas, fuera del propio barrio, que también constituían un filón de ocupación y podrían abarcarse desde la cooperativa como son los servicios agrícolas, empleo con una fuerte presencia en la economía de la provincia. Las negociaciones llevaron a diferentes acuerdos con asociaciones de agricultores de la zona, a quienes se les ha proporcionado el personal para trabajar con ellos, de tal manera que ya han sido contratadas 80 personas cooperativistas. Además de todo esto, la cooperativa está desarrollando un vivero de empresas en el barrio, así como la promoción del empleo autónomo. La cooperativa no sólo busca su expansión y crecimiento, sino también la promoción de nuevas experiencias empresariales, preferiblemente en forma de cooperativas. El proceso de creación y gestión de esta cooperativa ha seguido y sigue los principios de democracia dialógica, lo que implica la participación de las personas trabajadoras en la equidad, en la redistribución de los beneficios y en la gestión. Todas las personas participan en los procesos de toma de decisiones, fomentando así la solidaridad entre todas las personas miembros de la cooperativa. Esta cooperativa, como actuación de éxito, se enfrenta a la situación de crisis actual con éxito en uno de los barrios más pobres del sur de Europa. La creación de la cooperativa ha contribuido en la reducción de la desigualdad y la pobreza. Actualmente proporciona empleo estable a 11 personas, personas que hasta el momento se encontraban en situación de exclusión social, 80 personas han sido contratadas en empleos temporales en el sector agrícola y ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de muchas familias en el barrio. A su vez también está llevando a cabo actividades de formación que faciliten la inclusión social de las personas del barrio. Identificar actuaciones de éxito a través de la revisión de la literatura científica internacional y analizar los casos existentes que están rompiendo con los muros sistémicos que limitan e impiden la justicia social y la emancipación de las personas provee una base para una implicación aún mayor con la sociedad civil. A diferencia de la sociología normativa, la sociología pública basada en actuaciones de éxito establece el intercambio entre el conocimiento experto de aquello que funciona, con las experiencias de las personas usuarias. De todas maneras, es responsabilidad de la ciudadanía y la clase política el tomar las decisiones que sean oportunas para atajar las situaciones de privación social, y mejorar el bienestar de todas las personas. Esto no lo decidimos quienes hacemos investigación a partir de los datos recogidos, o de una interpretación exclusiva hecha por el equipo de investigación. No podemos decir a la gente qué debe hacer. El diálogo entre la sociedad civil, los políticos, y la academia sirve como base para el desarrollo de futuras actuaciones de éxito en un contexto particular. Se convierte en sociología pública cuando las actuaciones de éxito se debaten y se recrean con las personas, con la gente, pero principalmente porque su actuación está orientada a mejorar las condiciones de la vida pública. Es un proceso de descolonización del mundo de la vida: las voces de la gente se sitúan en una posición auténticamente central. En este sentido, la actuación de cooperativismo de éxito que emerge del modelo de Mondragón es un ejemplo que ilustra como la replicación en otro contexto, como es el caso de Albacete, logra crear un debate social entre los miembros de la comunidad que conduce a que tomen una serie de decisiones que les llevan a crear una cooperativa, que ahora mismo es lo que está logrando romper el círculo de la pobreza y de la exclusión en ese barrio. La sociología, aquí, se hace pública porque presenta las evidencias y son las personas del barrio quienes deciden qué actuaciones tomar a partir de dicho conocimiento experto. ¿Hacia dónde nos dirigen nuestros pasos? Reflexiones para un futuro próximo en la investigación social El siglo pasado fue el siglo del giro lingüístico de las ciencias sociales. La idea de signo y su relación con los objetos que representa traspasó la mayor parte de las ciencias sociales, que vieron como los enfoques analíticos ponían el acento en el lenguaje, la semántica, las categorías, etc. El análisis crítico discursivo dio lugar a un enfoque según el cual la idea fundamental era que el discurso tiene un papel central en la construcción de la sociedad a través de una serie de categorías que definen la estratificación social y las relaciones entre las diferentes personas, la clase o el lugar que ocupan dentro de la estructura, y cuáles son las fuentes de legitimidad de su posición frente al resto. Este enfoque ha dado lugar a estudios en los que los investigadores y las investigadoras se afanan en definir categorías y conceptos para describir los hechos sociales y las relaciones que se establecen entre ellos. Sin embargo, este tipo de trabajos también acostumbra a establecer una clara división (de jerarquía) entre quienes realizamos la investigación, y las personas que participan en ella. De hecho, autores destacados en este tipo de trabajos reclaman la necesidad de más trabajos de carácter etnográfico y descriptivo que nos ayuden a “entender” más si cabe los entresijos de la vida social. Frente a este tipo de trabajos se erigen los de corte normativo, que reclaman la necesidad de una posición ética y moral en nuestra responsabilidad como investigadores e investigadoras. La sociología pública supera ampliamente este tipo de debates. La investigación tiene que ofrecer contribuciones a los actores sociales para que tengan información veraz, rigurosa y científica que les permita tomar decisiones. La sociología, igual que el resto de disciplinas sociales, tiene que estar al servicio de la sociedad. Necesita tener una vocación pública. Igual que a un equipo de ingenieros se les paga para que den soluciones para resolver o mejorar la respuesta en una determinada situación, como por ejemplo quienes trabajan en robótica para crear humanoides que puedan ser enviados a misiones de rescate para evitar el peligro a las personas, como pueda ser el caso de rescates extremos como el control de una central nuclear (todos y todas recordamos que hará pocos meses decenas de personas tuvieron que entrar en terreno contaminado de la central nuclear de Fukuyama para poder controlar los reactores; cuánto menos riesgo para la vida supondría la existencia de un equipo de humanoides que hicieran innecesaria la exposición de personas a la radiación letal), las ciencias sociales también tienen que aportar soluciones a los retos de la sociedad. La Comisión Europea, tal y como hemos dicho, en un informe de 2012 resalta diez investigaciones del programa marco que han marcado la diferencia en términos de excelencia y aportación a la sociedad. Entre las investigaciones reconocidas, aparecen temas como el desarrollo de nuevos tratamientos para tratar el Alzheimer, la creación de paneles solares más eficientes que permitan un mayor aprovechamiento de la energía solar para evitar el uso de energías fósiles contaminantes, el desarrollo del conocimiento científico que permita reducir los ataques de corazón y las enfermedades coronarias, la creación de micro-chips de dimensiones nanométricas, etc. Pero solo una se refiere al ámbito de las ciencias sociales y educativas: INCLUD-ED. Tal y como hemos visto a lo largo de los ejemplos que se han presentado en esta comunicación, la clave es incluir la voz de todos los agentes sociales en la investigación, no de cualquier manera, sino a través de un proceso metodológico riguroso y científico basado en el diálogo y la aproximación comunicativa tal y como se define en varias de las principales investigaciones sociales más reconocidas actualmente (Gómez, Puigvert, & Flecha, 2011), para producir un cuerpo de conocimiento que informe luego a los actores sociales para que tomen las decisiones que produzcan mejores resultados. De ahí la importancia de obtener evidencias contrastadas y probadas sobre actuaciones de éxito. Ésa es la nueva orientación que se está produciendo en el terreno de la investigación social. Esto es lo que se reclama desde todos los ámbitos sociales, cada vez más. Las principales organizaciones que financian la investigación, como el programa marco de la Comisión Europea, ya han introducido este orientación en sus líneas de trabajo. Referencias Althusser L (1992) L’avenir dure longtemps. Paris: Éditions Stock. Beck, U.; Giddens, A.; Lash, S. (1994). Reflexive Modernization.Politics, Tradition and Aesthetics in the Modern Social Order. Cambridge: Polity Press Burawoy M (2005) For Public Sociology. American Sociological Review 70(1): 4-25. Flecha, R. (2011). Vilanova. La caída del feudalismo universitario español. RASE, 4(2), 115-132. Flecha, R., Gómez, J. (2004). Participatory Paradigms: Researcing “with” rather than “on”. In B. Crossan, J. Gallacher, & M. Osborne (eds.), Researching Widening Access: Issues and Approaches in an International Context (pp. 129-140). London: Routledge. Flecha, R.; Gómez, J.; Puigvert, L. (2003). Contemporary Sociological Theory. Lanham, MD: Rowman & Littlefield. Gómez, A., Puigvert, L., & Flecha, R. (2011). 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