Entre el veraneante, el turista y el ciudadano. Representaciones, políticas y estrategias de los gestores públicos locales sobre los habitantes de segundas residencias en las zonas rurales de interior de Castellón. Vicent A. Querol Vicente vquerol@uji.es; Xavier Ginés Sánchez fgines@uji.es; Artur Aparici Castillo aparici@uji.es. Departamento de Filosofía y Sociología. Observatori per al Desenvolupament Sociocultural Rural. Universitat Jaume I La movilidad espacial o territorial se ha mostrado como una dinámica clave para la comprensión de lo que acontece en las sociedades occidentales de los últimos cincuenta años (Urry, 2001) en cuyo interior, los espacios rurales devienen lugares dotados de una una movilidad sofisticada de notable complejidad (Moyano y Velasco, 2007) . Son espacios sociales en plena transformación y de una «enorme plasticidad en el plano territorial, económico y social» (Camarero et al., 2009: 11). Se trata de una realidad heterogénea, difícilmente aislable de la sociedad global, en la que no ha dejado de producirse una creciente diversidad social. Una de las formas de habitar estos espacios rurales es hacerlo a tiempo parcial. Las circunstancias o motivaciones por las que se generan estos hábitats a tiempo parcial son también diversas: desde lo laboral y lo recreativo a lo relacional y emotivo, lo que nos permitiría delimitar colectivos diferenciados atendiendo a su motivación para habitar a tiempo parcial una residencia rural. En cualquier caso, la percepción socialmente existente acerca de qué son estos actores sociales de la segunda residencia contiene a menudo contornos difusos. Su categorización no es sencilla y, tal como señalan diversos autores (García González et al., 2008; Del Pino Artacho, 2015) la «sociología de la residencia resulta insuficiente para explicar la situación residencial en una sociedad en movimiento» (del Pino Artacho, 2014: 21). Si de entre las diversas dinámicas turísticas en espacios rurales, escogemos los espacios categorizados por García González et al. como zonas rurales con fuertes éxodos migratorios, lo que implicará además, que no consituyen espacios insertos en productos turísticos desarrollados. Nos encontraremos también con un tipo de alojamiento «bien diferenciado con una tipología residencial muy distinta a las ciudades y su periferia, a las segundas residencias de la costa y de zonas turísticas del interior. (García González et al., 2008: 6). Además, estas zonas rurales las concebimos como un espacio de interacciones, de flujos de personas, objetos, mercancías e información (Lash y Urry, 1994) que forman parte de regiones urbanas, tal como lo definen y describenBorja y Castells, (2004). És decir, los espacios territoriales pueden ser delimitados porque sobre ellos se forman conjuntos o constelaciones de municipios con un sentido, que se manifiesta en los flujos de relaciones que mantienen entre ellos. Entendemos, pues, que aunque cada municipio de dicha constelación (región urbana) no deja de tener su identidad, ni sus peculiaridades locales, ni pierde su sentido en sí mismo, ni su lógica propia o intrínseca como pueblo, existe sin embargo un continuo funcional que se extiende a todos los municipios de dicha área espacial más o menos extensa. La relación entre los municipios de esta constelación denominada región urbana no es nunca enteramente unívoca o unidireccional, de manera que todos los municipios, las capitales y ciudades principales incluidas, son a su vez receptores y emisores de movilidad y de prestaciones. Conviene precisar sin embargo, que cada uno de estos municipios tiene un peso desigual o si se prefiere, que existe entre ellos un desigual reparto del número y la importancia de las funciones que aportan al conjunto, por lo que podríamos ordenarlos según el grado de importancia de cada uno dentro de la citada región urbana (Aparici, 2015). La movilidad asociada a la utilización, más o menos habitual y a tiempo parcial, de una segunda residencia, puede contemplarse como uno de los flujos que se producen en el interior de dichas regiones urbanas. Recordemos aquí, que aquellas personas que vuelven a su segunda residencia o a la de un familiar o amistad, deben ser categorizados como turistas, con la peculiaridad de estar utilizando un alojamiento de su propiedad. Esta conceptualización tiene una serie de implicaciones. La primera es que nos permitirá observar en qué grado o medida se visibiliza este importante fenómeno turístico y esta intensa movilidad en el espacio rural, y cuáles son las actitudes y estrategias que se generan desde instituciones, agentes y actores. Resulta obvia la mirada gestora existente sobre el turista ocasional (TO) que pernocta en un alojamiento turístico más o menos reglado y que, además, queda registrado para las fuentes estadísticas; pero es menos evidente y requiere un análisis detenido el discurso o discursos de los gestores sobre los Turistas de Segunda Residencia (TRS), cuyo flujo en estos espacios, sin embargo, es claramente superior al de TO. Partimos de la conjetura que la exploración de este fenómeno poliédrico del TRS en espacios rurales nos obligará a observar en una misma secuencia o con un similar enfoque, una serie de espacios, individuos, consumos, hogares, desplazamientos, paisajes, representaciones ideológicas, discursos, identidades, …, cuyas capas observadas de un modo transversal confiamos que nos ayuden a entender procesos sociales de gran interés sociológico y territorial, poco explorados hasta el momento; pero en esta ocasión, focalizamos el objeto de estudio en las percepciones, actitudes y políticas en el ámbito de la gestión. Por otro lado, al observar el turismo en el espacio rural se pone de manifiesto de inmediato que en España, las iniciativas públicas y privadas sobre este tipo de turismo adolecen frecuentemente de una visión a corto plazo, en la cual los desequilibrios territoriales no son contemplados (Cànoves et. al, 2014) y existe una grave falta de articulación y estandarización de la oferta turística. La investigación, todavía como work-in-progress, debe tomarse como una primera tentativa de indagación sobre los discursos de los gestores en turismo en municipios del interior de Castellón. En este sentido, se han realizado entrevistas abiertas semi-estructuradas a gestores municipales (ayuntamientos y Oficinas de Turismo) de municipios rurales de esta provincia. Entre el ‘standby’ y el pulso vital Los espacios rurales son transitados con diversa intensidad y motivaciones. En nuestro caso, más allá de los flujos más estrictamente laborales o comerciales, nos restringimos a los relacionados con los tiempos de ocio y turismo. El fenómeno social que algunos han llamado con acierto "sedentarismo nómada" (Bericat , 1994) se ha convertido ya en un estilo de vida. Son formas de vivir el territorio que modulan la vida en los pueblos de interior, con marcadas estacionalidades. El pueblo es muy pequeño y en invierno, entre semana, está vacío. El poble és molt menut i en hivern entre setmana està buit. [GA1] Aunque sabemos, a ciencia cierta, que el pueblo está habitado, en la percepción del gestor, por contraste, parece vacío. Una percepción de la modulación de los flujos que, pensamos, tendrá consecuencias. Así, puede conducir a un cierto derrotismo sobre la planificación de los días de la semana y la concentración en fin de semana. En este sentido, parece que la doble espiral -entre semana / fin de semana, junto a la de invierno / verano-, fuertemente vinculada a los desequilibrios territoriales se naturaliza como un círculo vicioso de difícil ruptura. Otro de los gestores entrevistados manifiesta la otra cara de esta moneda semanal, . pasamos del vacío en los pueblos entre semana al pulso vital del fin de semana. Ahora bien, esta vida intermitente parece percibirse como menos natural, más artificiosa, en tanto en cuanto se hace necesario revitalizarla, Los que vienen a sus casas de segunda residencia revitalizan los pueblos el fin de semana Els qui venen a les seues cases de segona residència revitalitzen els pobles el cap de setmana. [GA2] La escasa dinámica económica es un factor clave, pero el espacio social rural no se construye únicamente a partir de la existencia de una dimensión productiva, sea o noagropecuaria, sino que se fundamenta esencialmente en el ámbito de las relaciones sociales, la vida cultural,..., donde para este TRS la calidad de la vida social y cultural del destino puede resultar fundamental. En última instancia, los lugares para trabajar y emprender iniciativas económicas multiplican su potencialidad en cuanto se convierten, también, en buenos espacios o buenos lugares para vivir. No obstante y esto es esencial, los condicionantes para fijar población en el mundo rural descrito en esta investigación siguen siendo bastante elevados; mientras que la persistencia de la movilidad pendular y los flujos de TRS parecen mantenerse. El calendario propio A menudo, la importancia del colectivo de residentes a tiempo parcial como factor determinante de la sostenibilidad social de muchos de los municipios rurales de montaña no forma parte de la representación ideológica que los vecinos de uno de estos municipios tienen de sí mismos. Entre otras razones, porque todavía persiste la línea divisoria ideológica que separa a los dos tipos de residentes, los de tiempo parcial y los de tiempo completo. Pero desde el punto de vista de la sostenibilidad social, sobre todo en municipios muy pequeños, menores a los 500 habitantes censados, aproximadamente, con problemas de masculinización y con pirámides de edad muy envejecidas, todos aquellos que tienen interés en el pueblo, són sumamente importantes o vitales. A cualquier observador externo le parecería obvia la importancia de llevar a cabo una gestión inteligente del colectivo de TRS, de modo que intensifique al máximo su estancia en el municipio y que tal presencia produzca una rentabilidad social máxima (también económica claro). No obstante, ello choca con el punto de vista local, según el cual este conjunto de vecinos intermitentes, que frecuentan el pueblo con regularidad desigual no merecen el calificativo de ‘turistas’, y por tanto les cuesta descubrir que con una programación distinta o mejor de la vida cultural local se podría intensificar y optimizar su presencia, así como su beneficio para el municipio. A ello se suma que en el imaginario rural actual, el calendario local parece venir existiendo sin cambio alguno desde los tiempos más remotos. Percepción manifiestamente falsa. Lo cierto es, solo a modo de ejemplo, que en buena parte de los municipios rurales las fiestas mayores o patronales han cambiado su ubicación en el calendario para ajustarse al periodo vacacional de los TRS en el mes de agosto, cuando anteriormente la fiesta ocupaba el momento de descanso o parada en las labores agropecuarias. De dichos cambios hace solo unas décadas y ya se han borrado. Claro que la fiesta mayor es con diferencia el más importante ritual anual de renovación y recreación de la identidad local. Sin embargo, las identidades adscritas a los calendarios locales emergen rápidamente, dando la sensación de tocar, en el sentido durkheimiano, un espacio –o tiempo en este caso- sagrado. Persisten significativas resistencias al cambio en la programación de los eventos locales, no únicamente en los de carácter u origen religioso, sino a cualquiera de los festivos, en un sentido amplio, aunque al final acabarán efectuandose y poco tiempo después parecerá que siempre ha sido así. Los pueblos tienen una programación cultural –sí o sí- haya más gente de fuera o menos gente de fuera. Els pobles tenen una programació cultural –sí o sí- hi hage més gent de fora o menys gent de fora. [GA2] Existe un anclaje de la actividad, de los ciclos festivos, que considera el trabajo y las vidas de aquellas personas que residen en el municipio a tiempo completo. Para ellas y ellos se reproduce un calendario tradicional, marcado con fechas sagradas y, aparentemente, de difícil alteración. No, no planificamos las fechas en función de esta población. Las fiestas y demás se hacen de conformidad con el calendario. No, no planifiquem les dates en funció d’esta població. Les festes i demés es fan conforme indica el calendari. [GA1] A tenor de lo visto, la gestión del calendario y la oferta culturalparecerían cristalizar en dos tiempos: un calendario tradicional sinconcesiones a los flujos de TRS, en este último caso. Y, por otro lado, una modulación estrechamente vinculada a la semana inglesa y el fin de semana como ejes de un pulso vital en standby o revitalizado. La repetición semanal tan marcada permite que, eventualmente, la mayor afluencia de fin de semana coincida con alguna actividad. En el siguiente caso, aunque derive del calendario agrícola más tradicional, la programación de esta feria abre a la puerta al fin de semana como una concesión (que puedan venir) a los TRS y que disfruten de la festividad. Este hecho no es óbice para que, por ejemplo, La Feria que se hace en fin de semana para que puedan venir. Pero las fiestas y otras actividades no. Això no treu que per exemple la Fira que fem la fem en cap de setmana per a que puguen vindre. Però les festes i altres activitats no. [GA1] Una gestión implícita Sin que se les perciba siquiera como turistas, podemos constatar como se concentran en el fin de semana las programaciones de actividades locales. Se trata de lo que podríamos denominar formas de gestión implícitas del TRS que, si bien no son voluntarias, es decir, si bien no estan planificadas intencionadamente para incidir claramente en un incremento de la demanda de TRS, sí que tratan de rentabilizar un público potencial que se supone más numeroso algunos fines de semana. Yo creo que sí que, indirectamente, sí que se piensa en ellos. Pienso desde mi punto de vista de las exposiciones [...], un teatro... Se piensa en atraer el mayor número de público, sean del pueblo o sean de fuera. Jo crec que sí que, indirectament, sí que se pense amb ells. Penso des del meu punt de vista de [la programació] de les exposicions [...] un teatre... Se pense en atraure el major nombre de públic, siguen del poble o siguen de fora. [GA2] La búsqueda del éxito en la programación se mide, entre los parámetros más importantes, por la cantidad de público asistente. Así, la posibilidad de llenar las salas de teatro, cine, conferencias... remite al espacio temporal de los fines de semana, puentes y vacaciones como el mejor momento. Además de, por otro lado, convertirse en un escaparate de sus políticas socioculturales. Esta gestión, genérica, tanto para el público residente a tiempo completo como para la segunda residencia no varía durante el año, ni incide sobre un segmento específico. Los canales de promoción de las actividades del pueblo son igual todo el año Els canals de promoció de les activitats que se fan al poble són tot l’any iguals [GA2] Entendemos que, a pesar de contar con agendas que juegan con desventaja respecto a muchas de las agendas de eventos de la ciudad, no se lleva a cabo una promoción diferenciada para un tipo de público que, por otro lado, acaba siendo casi imprescindible para una mínima pero exitosa programación. La percepción del TRS Esta primera aproximación nos permite también explorar la actitud de los gestores sobre los segundos residentes. Debemos puntualizar que, en las entrevistas, el entrevistador/a en ningún caso usaba el término turistas para referirnos a ellos. Los mencionábamos como ‘las personas que van y vuelven...’ Y ello para no condicionar ni el sentido de turista, ni el de ciudadano. Desde la concepción más política de la gestión, se borran las fronteras de ‘los que viven todo el año’ y todos son situados en el mismo plano Todos les consideran unos vecinos más, como el resto, sin ninguna diferencia. Todos somos vecinos al mismo nivel. Tothom els considera uns veïns més, com la resta, sense cap diferència. Tots som veïns al mateix nivell. [GA1] No obstante, la actitud sobre los derechos de ciudadanía parece segmentarse, diferenciando a aquellos que viven todo el año de quienes lo hacen solo una ínfima parte. Ello se hace patente cuando los TRS exigen un mejor mantenimiento del municipio. Son demandas que se suponen más legítimas para quienes aguantan el año entero y mantienen el pueblo vivo también en invierno. Hijos del pueblo, que han vivido en el pueblo [y que ahora son] gente que sólo viene puntualmente una semana, se quejan más que los que viven todo el año. Fills del poble, que han viscut al poble [i que ara són] gent que només ve puntualment una setmana es queixen més que els qui viuen tot l’any [GA2] En cualquier caso, el TRS genera, pues, desde el punto de vista de los gestores, una sensación generalizada de empatía, bien vinculada a los orígenes comunes o al mantenimiento de un pulso cultural y vital. Y, aunque se generen recelos verbalizados a modo de anécdota, se produce también el reconocimiento de su papel como difusores y reproductores de un discurso sobre la vida de calidad que, para los fines de semana y vacaciones, allí se provoca. Ellos mismos ejercen de canal de promoción de cara a sus amigos, hacia sus familiares, para que vengan a disfrutar también de esas actividades. Ells mateixos fan de canal de promoció de cara als amics, de cara als familiars per a que vinguen a gaudir també d’eixes activitats. [GA2] Consideraciones finales En este primer análisis sobre la visión de los gestores culturales rurales sobre el TRS parecendesvelarse narrativas que por ahora ubicaríamos en un espacio de dos ejes. Por un lado, un eje discursivo que bascula en vertical, desde las posiciones que naturalizan los hechos hasta aquellas que tienen un componente de mayor artificialidad. Por otro lado, en el eje horizontal se recogerían las percepciones o la visión de los gestores culturales acerca de los fenómenos de movilidad del TRS. De este modo, en un extremo, hallamos una representación ideológica que naturaliza la existencia de un pueblo vacío, de difícil gestión, dados los desequilibrios que se producen en la región urbana de referencia y dadas las dinámicas articuladas en el territorio durante largo tiempo. Fuente: elaboración propia Los diversos discursos socialmente existentes sobre los flujos de TRS en los espacios rurales se encuentran más bien alejados de la gestión. Si nos fijamos en el segundo cuadrante, que sería el propio de los gestores queda casi vacío. Tan sólo encontramos la noción de una gestión indirecta para los ‘Eventos de fin de semana’. Y ello, a consecuencia de una dinámica semanal solidificada en el tiempo pero que no deriva de una promoción, programación o planificación que trate de intensificar esos flujos en la región y de lograr una activación de dicha demanda. Ausencias éstas que, a nuestro entender, la gestión pública deberá reconducir. Referencias Aparici, A. (2015). 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