Recuerdos de Julián Marías ALFREDO RAMÓN A * lo largo de bastantes años he tenido la gran fortuna de poder contar con la amistad de Julián Marías. Una amistad que me ha estimulado no sólo para aprender muchas cosas, sino para comprender mi propio trabajo de pintor. Desde mi primera exposición en Madrid, hasta las más recientes, a cuyas inauguraciones él asistió con magnífico optimismo y entrañable afecto, a pesar de su ya casi imposibilidad para moverse sin ayuda, yo siempre he contado con que él valoraba mi obra con un ojo crítico certero. Cuando venía a mi taller con ganas de ver mis últimas obras, comentaba con entusiasmo el hecho de que yo seguía fiel a mi temática de los paisajes urbanos, sobre todo madrileños. Un mundo que nos atraía intensamente a los dos y que a mi me sigue atrayendo. Pasábamos largos ratos removiendo lienzos y papeles: miradores, balcones, portales, cacharrerías, tabernas, el mundo de la calle, el paisaje de la acera de enfrente. El lo veía y lo comprendía mejor que nadie. Gracias a esa comprensión, he tenido la gran suerte de que dedicara algunos artículos a mi pintura, de lo cual estaré siempre muy, muy agradecido. Además, nuestra amistad nos llevó a frecuentes viajes juntos por España, sobre todo por tierras sorianas y tierras andaluzas, cuando no a sitios más exóticos como Nueva York o Copenhague. La ciudad de Soria ha sido durante muchos años un lugar de encuentro para los dos, dado a tener grandes amigos comunes allí. Las tierras rojas, los caminos de chopos, los pequeños pueblos casi abandonados me emocionaban de tal forma que resultaban en una producción de apuntes rápidos, que apresuraba enseñar a los amigos reunidos en un ambiente distendido * Pintor. alrededor de unos huevos fritos con chorizo y un buen vino. La obra pasaba de mano en mano para acabar con todos pendientes de las palabras elogiosas de Julián. A Julián le encantaba Manhattan, a mi también. Hice una gran acuarela de la séptima avenida desde la ventana de un hotel. Ahora está en Soria y es propiedad de unos amigos de Julián que la compraron en una exposición allí. Un apunte de tierras rojas cerca del Duero fue lo primero que vendí en una exposición en Michigan en los Estados Unidos. Comentando esto con él, se alegró de este intercambio USA – Soria. Pero siempre me ha maravillado el hecho de que un gran pensador, un filósofo dedicase tanta atención a lo visual, a lo plástico. No para extraer de ello ideas o conceptos más o menos filosóficos, sino para su propio disfrute y gozo, percibiendo los aspectos estrictamente pictóricos como puede ser la luz o la armonía de los colores. Además había en él una capacidad extraordinaria para captar lo que podríamos llamar la intención de la obra. Recuerdo que, con mucha frecuencia, al ver una pintura mía, su comentario comenzaba diciendo “lo que tú has querido expresar aquí…”, demostrando que entendía perfectamente mi lucha delante del caballete o apoyando mi carpeta de apuntes sobre una piedra en el campo. Siempre echaré de menos oírle decir en una conversación al referirse a una comarca, a unas tierras, a algún pueblo, a cualquier ciudad: “¿Tú has pintado por allí?, ¿no?”.