Gestión participativa de la Reserva Arqueológica de El Mollar, Tafí del Valle, Argentina

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Gestión participativa de la Reserva
Arqueológica de El Mollar, Tafí del Valle,
Argentina1
Jorgelina García Azcárate
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Artículo cedido por la autora al Portal Iberoamericano de Gestión Cultural para su publicación en el Boletín GC:
Gestión Cultural Nº 11: Participación Ciudadana, abril de 2005. ISSN: 1697-073X.
Resumen
En este texto damos a conocer el caso de una reserva arqueológica en El Mollar,
Tafí del Valle, Argentina. La serie de desavenencias y conflictos que se originaron en
torno a los bienes culturales arqueológicos que alberga la misma nos llevaron a
plantear un modelo de gestión y administración diferente del anterior. La propuesta
de este modelo de gestió n participativo, intenta recuperar el valor de estos bienes y
de la comunidad local, conformada principalmente por pobladores rurales y las
recientemente constituidas comunidades indígenas. El intento de llevar adelante
este proceso implica un desafío, ya que hasta el momento las decisiones de cómo
gestionar y decidir sobre el patrimonio cultural son prerrogativas gubernamentales.
La localidad de El Mollar en Tafí del Valle, Tucumán, Argentina concentra uno
de los patrimonios culturales arqueológicos más relevantes del país. Se trata de los
monolitos que fueron dados a conocer por primera vez en 1897 por Schreiter. Luego
fueron documentados por otros naturalistas y ya avanzado el siglo XX se
interesaron por ellos arqueólogos y estudiosos que destacaron su importancia por
su contribución al conocimiento de la arqueología del valle y de la región.
Fácil es de imaginar que estas antiguas piedras dominaron el paisaje del valle
durante al menos dos milenios y que eran cotidianas para quienes allí crecieron,
vivieron y murieron. Tan cotidianas que formaron parte de los muros y vanos de
sus viviendas, las cercas de los potreros y los puentes en los caminos.
Recién en 1960 se comienza a trabajar sobre la idea de transportarlos a un
Parque Arqueológico sin haber obtenido el resultado esperado; sólo unos pocos
fueron llevados a la plaza de El Mollar. Sin embargo, en 1977 durante la dictadura
militar, fueron arrasados no sólo los que estaban en la plaza sino todos aquellos que
estaban visiblemente distribuidos en el valle y fueron reubicados en lo alto de una
loma; y no hace falta aclarar que este traslado careció del consenso de la población,
de los especialistas y que no se documentó ni registró el lugar de procedencia. Más
aún, esta nueva ubicación favoreció un acelerado proceso de degradación de las
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rocas debido a que en esta nueva ubicación el ingreso de vientos húmedos, una
mayor exposición a las bajas temperaturas que se traducen en neviscas y
finalmente el abandono de su cuidado, favoreció un alto grado de vandalismo cuyos
efectos serán muy difíciles de revertir.
En el año 2000, ya durante un gobierno democrático, se intenta reparar tanto
daño y nuevamente se los lleva a un ambiente más protegido; hasta el momento
sin haber escuchado las voces de la comunidad aunque si de algunos “especialistas”
quienes decidieron distribuirlos en un arreglo paisajista al estilo de karnac.
En la actualidad otro tipo de abandono se observa en la Reserva Arqueológica
de los Menhires del valle de Tafí, así es su denominación actual. Las autoridades se
desentendieron de la responsabilidad que les cabe en la salvaguarda de estos
objetos, tampoco fueron contextualizados como para poder comprenderlos dentro
del panorama arqueológico local y regional, y por último este predio no cue nta con
las medidas necesarias de protección de los bienes que acoge ni las básicas para el
público visitante.
Partimos del concepto de que el patrimonio cultural arqueológico es un bien
que nos pertenece a toda la sociedad y que es el legado de quienes habitaron
nuestras tierras hace cientos o miles de años. Por este motivo forman parte, entre
otros, de la construcción de nuestra identidad.
Es interesante mencionar entonces que estos bienes culturales bien
administrados pueden convertirse en recursos como bienes de consumo para el
turismo y obtener de ellos beneficios económicos para la comunidad que los
alberga. Esta situación es posible y deseable siempre y cuando se la encare desde
una perspectiva de conservación y sostenibilidad en el tiempo. Es decir que el
disfrute y beneficio obtenido del uso social del patrimonio no finalice con nosotros
sino que perdure para las generaciones venideras.
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Las experiencias propias que se tienen hasta el momento han puesto de
manifiesto que las comunidades locales raramente han participado en las decisiones
acerca de qué hacer con el patrimonio, este siempre fue privilegio de las clases
cultas y/o científicas con su única verdad o forma de ver la realidad. La Universidad,
a través de sus científicos, llega a las comunidades en que trabajan a impartir su
conocimiento. Nuestras propias prácticas de campo, en arqueología, nos llevaron a
solicitar colaboración de las poblaciones locales sólo para realizar los trabajos más
duros.
En el transcurso de los últimos años, dentro de un marco propicio, esta
relación asimétrica entre investigadores y pobladores locales ha ido cambiando por
varios motivos en Argentina, entre otros cabe mencionar la Constitución de 1994, el
reconocimiento de los derechos de los Pueblos Indígenas, las constituciones de sus
Comunidades y una clara percepción de mejora en la autoestima. Como
consecuencia de lo anterior actualmente hay una valoración de sus conocimientos,
tradiciones y posibilidades de gestión para sus localidades de origen. Hoy somos
concientes de la necesidad de compartir saberes y decisiones con las poblaciones
locales, entendiendo que el compromiso de la custodia del patrimonio cultural y
natural es compartida y quienes viven en la proximidad de los yacimientos
arqueológicos deben recibir los usufructos de una gestión responsable.
Desde esta perspectiva se estuvo trabajando sobre un modelo con la
participación de la comunidad local, científica y de los organismos estatales que
tienen ingerencia sobre ellos.
En realidad el objetivo fin al de esta propuesta es lograr que la comunidad
local sea la que gestione y administre estos recursos y que los científicos participen
como técnicos en los momentos en que su intervención sea requerida.
Las experiencias anteriores pusieron en evidencia el fracaso de las acciones
impartidas desde los organismos gubernamentales en los casos de intervención de
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bienes patrimoniales arqueológicos: caso Quilmes, que no comentaremos en esta
oportunidad, en cambio con respecto a la Reserva de los Menhires, la Secretaría de
Cultura siempre tuvo la decisión acerca del accionar tanto en lo que se refiere a su
administración como en cuanto a las prácticas que se llevaron a cabo sobre los
bienes. Entonces los conflictos entre los distintos sectores de la población pronto se
hicieron visibles: aquellos guías turísticos locales que habían sido capacitados no
permitían el ingreso de nuevos compañeros; el Comisionado de la Comuna que
seguía permitiendo la realización de fiestas populares y la instalación de un parque
de diversiones en el predio (actividad que siempre se realizaba allí), y que ahora
ponían en riesgo la salvaguarda de los monolitos; en fin una serie de
desinteligencias que desde nuestra mirada son consecuencia de haber actuado sin el
consenso del conjunto de la población.
A pesar de las dificultades manifiestas los turistas visitan diariamente el
parque y los meses de Julio/Agosto son particularmente redituables con una mínima
contribución voluntaria. Si bien la Reserva presenta un serio déficit como lugar de
interés turístico, las condiciones en general del noroeste argentino son muy buenas
para el desplazamiento de visitantes tantos del país como del extranjero.
En este contexto están dadas las mejores condiciones para atraer a los
visitantes y considerar el turismo cultural como una alternativa posible para el
desarrollo económico y social. Y si a esto sumamos lo que mencionamos
anteriormente, que esta comunidad alberga uno de los recursos culturales más
destacados del país, es indispensable lograr un acuerdo para poder llevar a cabo las
acciones necesarias para obtener una gestión adecuada y eficaz.
Nuestro punto de partida entonces debe ser obtener el compromiso de los
actores locales y de los organismos del gobierno en función de lograr el uso social
del patrimonio a través de una administración y gestión de los recursos culturales y
naturales que permitan el beneficio por partida doble, de la comunidad local y de los
bienes a exhibir. Teniendo en cuenta esto, la metodología de trabajo será a través
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de talleres participativos con las comunidades locales en las que estén
representados todos los sectores.
De esos talleres deberían surgir propuestas de:
1) diagnóstico de la situación
2) los objetivos
3) las metas a alcanzar y después sucesivamente
4) las acciones
5) los criterios de interpretación y
6) la estructura de gestión.
El planteo de base sería realizar una reflexión conjunta acerca de la situación
actual del Parque, su problemática y posibilidad de generar cambios en esta nueva
instancia.
Desde esta perspectiva deberían buscarse objetivos comunes de todos los
sectores representados tanto locales como gubernamentales que tendrían que estar
enfocados hacia la valoración de los bienes exhibidos y del patrimonio humano local,
tanto en lo referido a su patrimonio intangible como a sus tradiciones y costumbres.
Luego las metas a alcanzar podrían estar encaminadas a propiciar una
democratización de la apropiación y toma de decisiones acerca de esos bienes
culturales y como consecuencia de ello recuperar los vínculos afectados en las
experiencias anteriores.
En cuanto a las acciones, una vez identificadas las
necesidades prioritariamente deberían encararse en forma conjunta, con la
orientación de los técnicos y el aporte de la comunidad. Nos referimos en este caso
a las prioridades de conservación, documentación, construcción de nuevas áreas de
exhibición, etc.
Con respecto al punto 5 estamos de acuerdo en ofrecer al visitante al menos
dos discursos posibles, uno referido al conocimiento adquirido desde la metodología
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científica y el otro el discurso popular, ya que desde la perspectiva antropológica es
sumamente interesante recoger la visión de los ancianos de la zona y poder al
mismo tiempo revalorizar el patrimonio intangible.
Finalmente, el último punto sería necesario discutirlo a fondo para discernir
cuál es la forma más equitativa de distribuir los beneficios que provengan de la
Reserva, teniendo en cuenta que los monolitos provienen de distintas áreas del valle
y que pertenecen a distintas Comunidades Indias.
Más allá de esta propuesta de participación comunitaria, existen normativas
vigentes (Ley Provincial Nº7500/05; Ley Nacional N° 12.665 de declaratoria de
bienes culturales y creación de la CNMMLH) que delegan la responsabilidad de
salvaguarda o intervención a distintos organismos ya sea en el orden provincial,
caso de la Secretaría de Cultura y/o en el ámbito nacional como la Comisión
Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos y la Dirección Nacional de
Arquitectura, por lo tanto estos organismos no pueden estar ausentes en este
proceso.
Vale la pena comentar que cuando se realizaban reuniones con los
representantes de los distintos organismos para lograr mejorar el estado físico de
los menhires y trasladarlos a su actual ubicación, los conflictos eran evidentes: por
ejemplo los delegados comunales muy contadas veces participaron de las reuniones
aduciendo la falta de fondos para el traslado hacia la ciudad donde se realizaban las
reuniones y tal vez por convencimiento de que su palabra no sería escuchada; por
otra parte, entre los organismos estatales las diferencias eran irreconciliables en
cuanto a las posturas teóricas y metodológicas.
Hoy, ya a la distancia, es posible observar que así como fueron cambiando los
usos y signif icaciones de los monolitos desde quienes fueran sus artífices hasta
nuestra realidad actual, esta propuesta de gestión participativa parece un desafío.
Aún debemos acertar un camino favorable entre los estamentos gubernamentales
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quienes siempre decidieron -al menos en nuestra provincia- qué y cómo actuar con
el patrimonio. Sin embargo somos optimistas al pensar desde una perspectiva
histórica, que así como los conceptos en torno al patrimonio cultural son dinámicos
y se van adaptando a nuevas formas de ver la realidad, también es posible pensar
en comunidades comprometidas, en acciones consensuadas y en el disfrute de un
patrimonio cultural bien asegurado a futuro.
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