Evolución de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en América

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Rasgos Principales de la Institucionalización de la Ciencia, la Tecnología
y la Innovación en América Latina y el Caribe y Tendencias de la
Cooperación Internacional
Trasfondo histórico
Durante el período que va de los años 40 a la década de los 80, en América
Latina y el Caribe (ALC) se puso en práctica una política de industrialización por
sustitución de importaciones (ISI) mediante modalidades de proteccionismo de la
industria manufacturera local.
En el marco de la referida política dejaron de importarse bienes finales
manufacturados pero comenzaron a importarse los bienes de capital necesarios para
la fabricación de aquéllos en el ámbito local, así como la tecnología demandada por
los procesos industriales respectivos. Por todo ello se pagaban a los proveedores las
regalías y licencias correspondientes, con la finalidad de obtener el conocimiento
necesario.
Entre los empresarios que se amparaban en las ventajas proporcionadas por el
estado para el desarrollo de las industrias locales, predominaba la idea que se estaban
importando máquinas y procesos que constituían la materialización de tecnologías
supuestamente “maduras”. Ello quería decir que el posible cambio de esas tecnologías
o la sustitución de las mismas por nuevas tecnologías más competitivas, no estaba en
el horizonte de las preocupaciones de quienes impulsaron y/o protagonizaron las
referidas políticas.
En consecuencia, mientras en nuestros países las fábricas diseñadas de
acuerdo con esas tecnologías “maduras” que provenían de fuera de fronteras, se
mantuvieron produciendo para los mercados internos protegidos por barreras
arancelarias cada vez más altas, en los países centrales la aplicación de la ciencia a
los procesos productivos en su más amplia acepción, transformaba las referidas
tecnologías generando nuevos productos, procesos y modelos de gestión, más
competitivos que aquéllos que se sustentaban en las tecnologías que se habían
exportado a la periferia.
Podría decirse que en el sur se trataron de reproducir los modelos ya
existentes de la industrialización. Se trajeron las máquinas, los diseños, los diagramas
de flujo, los manuales de operación y mantenimiento pero, localmente no se
reprodujeron los “núcleos creativos locales” (NCL) de base científico tecnológico,
capaces de mejorar la eficiencia de los procesos productivos, engendrar nuevos
productos y agregar valor a la elaboración de las materias primas para las cuales se
poseían ventajas naturales. La dimensión de creatividad social asociada a todo
proceso de industrialización sustentable, quedó fuera de las preocupaciones de
quienes orientaron dicho proceso. El tejido social capaz de inventar y de llevar el
invento desde la idea a su uso social, siguió radicando, en lo esencial, en los países
desarrollados, salvo en algunas disciplinas agrícolas donde la especificidad de lo local
obligó a la investigación para efectuar la adaptación tecnológica.
En tanto el conocimiento tecnológico necesario que soportaba el referido
desarrollo industrial se trajo desde afuera de la región, no se generó demanda alguna
que impulsara la producción local de conocimientos y que sustentara la creación de los
referidos NCL. Las empresas que se creaban, salvo contadas excepciones, carecían
de departamentos especializados de investigación y desarrollo (I+D) y tampoco, salvo
excepciones y en ámbitos muy restringidos, los gobiernos estimularon NCL basados
en ciencia y tecnología vinculados a los referidos procesos de industrialización.
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Cuando los países de América Latina y el Caribe cayeron en la cuenta de su
marginación respecto a los nuevos escenarios de la economía y la política
internacionales, alzaron sus voces para instalar la problemática del desarrollo en la
agenda de temas prioritarios de la comunidad internacional. Por efecto de aquellas
presiones fue creada la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), como un organismo especializado en la economía latinoamericana y la
cuestión del desarrollo fue reconocida como la prioridad estratégica fundamental para
la región.
En este marco, los países de la región comenzaron a abrir el campo de la
política científica y tecnológica. Partiendo de la década de los cincuenta y sobre todo
en los setenta setenta, muchos de ellos crearon instituciones destinadas a la política,
el planeamiento y la promoción de la ciencia y la tecnología bajo la forma de Consejos
Nacionales de Ciencia y Tecnología. Aquellas acciones fueron en muchos aspectos
discontinuos y contradictorias, pero en otros exhibieron una notable continuidad debido
a que, en general, fueron diseñadas siguiendo las pautas organizativas y la
concepción general que difundieron activamente la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. (UNESCO) y la Organización de
Estados Americanos (OEA).
Ambas organizaciones “sembraron la idea de que la ciencia y la tecnología eran una
usina de crecimiento, en un rico suelo fertilizado por el deseo de la modernización y el
desarrollo“. Sin duda, interés, apoyo, e iniciativas de los entes nacionales incluyendo
agencias gubernamentales y las universidades fue clave en la formulación de políticas
de apoyo de Ciencia y Tecnología.
Esta formulación de políticas científicas y tecnológicas que se produjo en
América Latina y el Caribe a partir de los 50 produjo varios resultados. Hubo un fuerte
proceso de institucionalización, tanto de la investigación científica y tecnológica como
de distintos mecanismos de desarrollo en el sector: sistemas de promoción del I+D,
legislación en transferencia de tecnología, planificación de la ciencia, métodos de
diagnóstico de recursos, sistemas de fijación de prioridades tecnológicas, etc. Los
resultados más destacables de este período han sido: profesionalización de las
actividades científicas, fortaleciéndose tanto la figura del académico como la del
asalariado de organismos públicos sectoriales o de laboratorios del I+D de empresas
públicas; creación de organismos de promoción y planificación de ciencia y tecnología
con una serie de prácticas de evaluación, asignación de recursos y difusión de
resultados; creación de organismos sectoriales de investigación tecnológica en áreas
prioritarias para las economías nacionales, en el marco de un modelo económico
basado en la industrialización por sustitución de importaciones como principio de
desarrollo económico, y en algunas prioridades militares; importantes laboratorios
tecnológicos en las grandes empresas públicas, sobre todo extractivas e industriales.
A fines de la década de los 50 y durante las dos siguientes, las actividades de
ciencia y tecnología se llevaron a cabo sobre la base del esfuerzo casi exclusivo del
Estado (incluyendo la actividad de las universidades públicas). Independientemente
del hecho de que estos esfuerzos no provocaron una dinámica sostenida de
innovación en el conocimiento y en la economía (predominó en muchos sectores el
divorcio entre investigación y producción), se desarrollaron dos modelos contiguos de
investigación en ciencia y tecnología con consignas y misiones claras y fuentes de
legitimidad para sus funciones: a) por una parte, la ciencia académica, basada
principalmente en las universidades es incorporada —aunque de manera periférica—
a la comunidad científica internacional, de quien recibe su legitimidad, orientaciones y
formas de organización, apoyándose en los criterios de calidad y excelencia; b) por
otra parte, una actividad tecnológica, sustentada sobre todo en organismos
sectoriales, y legitimada por un aparato de planificación estatal destinado a la
resolución de problemas prácticos y a la transferencia de tecnologías al sector
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productivo o de defensa. Ambos, financiados por el Estado, respondían, sin embargo,
a lógicas diferentes.
La crisis de la década los ochenta, a la que se conoce como la “década perdida”
por los países latinoamericanos, produjo una ruptura en la confianza de que existía un
camino hacia el desarrollo endógeno y dio lugar, en cambio, a políticas de ajuste,
estabilización y apertura de las economías, que fueron consideradas como un paso
necesario –aunque no suficiente- para intentar la vía alternativa ofrecida por la
globalización.
Cabe señalar que hubo dos elementos claves durante este período: a) el
cambio de rol del Estado, es decir, la disminución de sus funciones reguladoras y
productivas; b) la apertura de las economías al comercio y a la competitividad
internacional.
Lo primero tuvo una repercusión directa sobre el financiamiento estatal de la
investigación y le segundo, la apertura de la economía, tuvo un impacto equívoco
sobre la demanda de investigación en ciencia y tecnología. Por una parte, el supuesto
de la competitividad exigiría a las empresas locales abastecerse de conocimientos
nuevos, a fin de no quedar desplazados del concierto internacional o de encontrar
nichos novedosos de mercado donde poder desempeñarse; por otra parte, la apertura
obligaría a una homogeneización tecnológica mayor, por lo que la transferencia
internacional de productos —y no la inventiva local e innovación— se convertiría en el
instrumento clave del aumento de la competitividad.
En la década del 90 comienza a vivirse nuevamente en la región, una suerte de
riqueza aparente, que es consecuencia de la profundización de la referida política de
liberalización (del comercio, del mercado de capitales y del sector financiero). Política
fuertemente alentada desde los mercados financieros y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y, en el marco de la cual, el país periférico se convierte en un ávido
comprador a costa de su endeudamiento externo.
Gran parte de la industria local que opera hacia el mercado interno se ve
enfrentada a competir con productos extranjeros cuyos precios en moneda local son
muy bajos y por lo tanto es obligada a cerrar como industria y reconvertirse como
comercio importador.
Se trata de una política desindustrializante, que desmantela el aparato
productivo y no impulsa la competitividad de las empresas nacionales mediante el
desarrollo (adaptación, mejora, creación) de las tecnologías.
La fuente principal de oferta de tecnología proviene del exterior. Se diluye el
concepto de sistema nacional de ciencia y tecnología autocentrado en objetivos
propios y en el aumento de la oferta endógena de conocimientos. Los ejes del cambio
técnico y de la capacitación de recursos humanos radican en la asociación al orden
mundial y a la demanda de personal por el mercado. Las decisiones públicas en este
campo se reducen a la aceptación de las normas sobre la propiedad intelectual
incorporadas en la Organización Mundial de Comercio (OMC), reforzadas por las
presiones de los Estados Unidos y la Unión Europea sobre el régimen de patentes
farmacéuticas, tecnologías agrícolas y de otros tipos.
Financiación
La inversión en I+D de los países de América Latina y el Caribe, tanto en valor
absoluto, como en relación con el PIB, mostró durante las últimas décadas, una
tendencia levemente creciente e irregular.
En la actualidad nos encontramos con la distribución en inversiones en I+D que
muestra la siguiente gráfica:
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Distribución de la inversión m undial en I+D
Oceanía A frica
0%
1%
No rteamérica
43%
Euro pa
27%
Africa
Norteamérica
ALC
Asia
A sia
27%
A LC
2%
Europa
Oceanía
Fuente: RYCIT (2003)
Cuando se compara la magnitud del esfuerzo regional de ALC con relación a
su producto, las cifras ponen de manifiesto una debilidad muy notoria. Mientras el PBI
de Estados Unidos cuadruplica al de América Latina y el Caribe, su inversión en I+D
es más de 20 veces mayor que la latinoamericana. Dicho de otro modo, el esfuerzo de
los países de la región en ciencia y tecnología es inferior al que les correspondería
realizar tomando en cuenta el valor del producto regional.
El conjunto de los países de ALC dedican de media algo más del 0,6 % de su
Producto Interior Bruto a I+D. Además, esta inversión se concentra en Brasil, México y
Argentina. En la Unión Europea, en cambio, el porcentaje alcanza el 1,7% del PIB (y
se ha fijado como meta global alcanzar el 3%), en Estados Unidos alcanza el 2,8%
Cabe destacar igualmente las importantes inversiones realizadas en países asiáticos
como Japón (3,13%), Corea del Sur (2,52%) y otros como China e India en los cuales,
aunque la inversión es algo inferior, la tendencia de los últimos años hace pensar en
un aumento progresivo de sus inversiones en I+D.
Fuente: OECD y Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva – SECTIP, Argentina. (2003)
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Solamente Brasil logra superar el umbral del 1% del PIB sugerido hace ya
varias décadas por organismos especializados.
El indicador de inversión en I+D por sector de financiamiento muestra que en
América Latina y el Caribe poco más del 60% de la I+D es financiada por el
presupuesto público y sólo un tercio por las empresas. Esta estructura de
financiamiento contrasta con la de los países industrializados.
En ellos, aproximadamente las dos terceras partes de los recursos para I+D
provienen de las empresas. Japón configura un caso extremo, con una participación
empresarial del 82%. En Estados Unidos, casi el 65% de la I+D es financiada por las
empresas. La situación de Canadá, en la cual esta porción sobrepasa el 60%, se
aproxima a la de Europa (64%).
Fuente: OECD y Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva – SECTIP, Argentina. (2003)
A su vez, los gastos en I+D por habitante muestran que el gasto que se realiza
en Brasil equivale a 36,67 dólares por persona por año. La cifra para Argentina es US$
34,76/hab., para Uruguay, de 14,39, y para Paraguay de 0,98. El mismo dato en el
caso de los Estados Unidos equivale a 940,35 y en Canadá a 445,23 mientras que en
España este valor es de 132,31 US$/hab.
Tendencias Actuales de la Cooperación Internacional en Políticas de Ciencia,
Tecnología e Innovación en ALC
Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
Desde 1962 el BID ha financiado más de 50 proyectos para el sector de ciencia
y tecnología por 1.700 millones de dólares en América Latina y el Caribe. Incluyendo
educación superior e investigación agrícola el monto supera los 3.100 millones de
dólares. El financiamiento del Banco ayudó a crear algunas de las instituciones
científicas públicas en toda la región, capacitar a más de 25.000 investigadores y
fortalecer más de 120 universidades y centros de excelencia, desarrollar vínculos entre
los sectores empresario y académico y estimular la innovación tecnológica.
La Estrategia de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo del BID (2001)
establece que el fortalecimiento de la ciencia y la tecnología y la innovación son
esenciales para el crecimiento económico, la competitividad y el alivio de la pobreza.
En cumplimiento de esta meta, el Banco ha establecido un nuevo departamento de
Educación, Ciencia y Tecnología. También está incrementando el flujo de asistencia
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técnica mediante el nuevo Fondo Coreano para Tecnología e Innovación que
complementa los préstamos y estimula la comunicación y la interacción entre el BID y
otras organizaciones.
En Junio del 2007, el BID aprueba un monto de US$ 150.000 para el proyecto
“Fortalecimiento del Sistema de Información sobre la Red Interamericana de Ciencia,
Tecnología e Innovación”, cuyo objetivo es contribuir a establecer un modelo
sostenible para el fomento, difusión y análisis de las políticas de ciencia, tecnología e
innovación en los países de América Latina y del Caribe.
Banco Mundial
El Banco Mundial tiene como gran desafío actual en apoyar proyectos cuyas
acciones apoyen las Metas de Desarrollo del Milenio, que buscan combatir la pobreza
y alcanzar un desarrollo sostenido. Estos objetivos representan para el Banco la reevaluación de sus metas y criterios para medir los resultados.
En lo que corresponde a ALC la tendencia reciente ha sido la apoyar diversos
proyectos relacionados con el sector CyT, que buscan un avanzar los sistemas de
innovación. Citando algunos ejemplos, cabría destacar el proyecto de innovación para
la competitividad realizado en México en el 2005, el proyecto a la ciencia, innovación
y competitividad en Uruguay (2006) y Argentina (2007) así como diversos proyectos
realizados en el campo de las tecnologías de la información.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO)
Desde su inserción en 1945 la UNESCO ha funcionado como un laboratorio de
ideas que marca estándares para establecer acuerdos a nivel mundial relativos a los
principios éticos incipientes. La Organización también desempeña un papel de centro
de intercambio de información y conocimiento. Al mismo tiempo, ayuda a los Estados
Miembros en la construcción de sus capacidades humanas e institucionales en sus
diferentes ámbitos de actuación.
Dentro del marco de políticas de ciencia, tecnología e innovación la Oficina
Regional de UNESCO de Ciencia para América Latina y el Caribe persigue los
siguientes objetivos:
1.
Apoyar a los centros de investigación científica y programas universitarios
de grado y postgrado en Ciencias Básicas e Ingeniería.
2.
Contribuir a la mejora y el fortalecimiento de los sistemas nacionales de
Ciencia, Tecnología e Innovación en América Latina y el Caribe mediante
actividades de apoyo técnico y capacitación en líneas claves como
transferencia tecnológica y políticas de innovación.
3.
Contribuir al fortalecimiento de las redes regionales y sub-regionales en
ciencias básicas, biotecnología, gestión, y políticas orientadas a fortalecer
los sistemas nacionales de ciencia, tecnología e innovación la capacidad
institucional así como
promover el intercambio de conocimiento,
información y buenas prácticas de investigación y desarrollo.
4.
Promover el desarrollo e implementación de alianzas estratégicas entre
entes tales como la Universidad, la Industria, organismos internacionales,
etc. que puedan contribuir a mejorar la calidad y productividad de la
Ciencia, la Tecnología y la Innovación en la Región.
5.
Mejorar la educación y el fortalecimiento de una cultura de la Ciencia
en la Región mediante el apoyo a esfuerzos de divulgación e iniciativas de
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acceso al conocimiento en asociación
profesionales, universidades, etc.
con
redes,
asociaciones
Conclusiones
La ciencia y la tecnología son motores inequívocos de desarrollo que han de
ser cuidados y renovados para que su progreso y aplicación en la sociedad sea
efectiva. La evolución histórica en este campo muestra que la innovación tecnológica y
la investigación científica se ha concentrado en los países más fuertes
económicamente y posteriormente se ha trasladado a países menos desarrollados, no
siendo, en muchas de las primeras experiencias, el modelo más óptimo de
transferencia de CyT.
Posteriormente, con la ayuda financiera de instituciones supragubernamentales y gubernamentales se comenzaron a impulsar las actividades y la
cooperación en CyT de una forma más razonable y sostenible. En el momento
presente, y atendiendo a las estadísticas, la inversión sigue residiendo
mayoritariamente en los países mas boyantes económicamente, en los cuales
además, las entes privadas toman más protagonismo a la hora de utilizar recursos
financieros propios.
Se puede decir que en la actualidad, todos los países de ALC están
institucionalizando en mayor o menor medida la innovación científica y tecnológica y
poseen consejos y centros que marcan las directrices a seguir en políticas referentes a
estos temas.
En los tiempos actuales debe existir coherencia de acción a nivel nacional e
internacional en políticas sostenibles de ciencia, tecnología e innovación así como una
cooperación que permita una transferencia efectiva. Se debe, de igual manera, evitar
la duplicación de competencias en organismos internacionales para así realizar un uso
más efectivo de los recursos.
Los marcos conceptuales sobre los que América Latina y el Caribe construyó
sus instituciones e instrumentos de política científica y tecnológica durante las décadas
de los sesenta y los setenta están siendo revisados y actualizados. Las nuevas
estrategias parecen estar mas orientadas, por una parte, a la consolidación de
capacidades básicas de I+D, formación de recursos humanos altamente capacitados y
generación de una cultura favorable a la difusión de la ciencia y la tecnología a una
escala social. Por otra parte, se busca el construir el tejido de relaciones que
configuran los “sistemas de innovación”.
Es por ello que una iniciativa como la de crear una estrategia de cooperación
sur-sur con el apoyo del centro de Malasia, orientado al fortalecimiento de las
capacidades institucionales en políticas de ciencia e innovación resulta relevante y
significativo como un apoyo estratégico para ampliar la competitividad de los países de
la región a nivel global en lo que concierne a una cultura del conocimiento.
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