El sacerdocio de Ifá en Cuba: convergencias con la trascendencia y el concepto de religiosidad en el pensamiento Martiano. Jesús Rafael Robaina Jaramillo. Investigador Auxiliar, Centro de Antropología. Pocas veces se acometen empeños de esta naturaleza. Mucho menos, si se enuncian tópicos, aparentemente tan lejanos, como los que pretendemos abordar. De tal manera, este trabajo constituye parte de una reflexión insuficiente y que obviamente deberá sumarse a un interés más amplio, para por una parte abordar como merece la concepción de Dios, la trascendentalidad y el pensamiento teórico de José Martí; y por la otra, la convergencia que pudiera encontrarse entre estos conceptos y aquellos preceptos que enarbola de manera sapiencial el sacerdocio de Ifá como sistema de creencias que encontró una fuerte entronización en nuestro medio social casi al mismo tiempo que Martí forjara la orientación políticohumanista de su pensamiento y acción. No siempre lo contiguo permite ser expresado unívocamente. Y dicho así es poco probable que algún oyente avezado conciba la idea de que pueda tenderse un puente entre el pensamiento, llamémosle anticlerical, de José Martí y la concepción de fuerte raigambre antropocentrista que asume, en principio, este tipo de sacerdocio en Cuba. Casi resultaría imposible establecer semejante plataforma si nos atenemos a considerar que se pretende unir un pensamiento como el martiano, conocido casi hasta la saciedad del acomodo, con un conocimiento religioso todavía hoy poco asumido y difundido, incluso desde la mismidad de la nación que hoy construimos y pretendemos. Cuando uno marcha a la vanguardia de la superestructura política como doctrina consustancial apremiante del sistema político que se construye, el otro se entroniza cual necesidad existencial en la hondura social de lo cotidiano y la exégesis de la sobrevivencia. Con mayor razón, la unidad de análisis se muestra más insuficiente si nos detenemos en que tal aseveración los muestra como paradigmas mutuamente excluyentes aunque no antagónicos. Es por ello que en aras de ganar en claridad y calado, intentaremos definir algunos puntos que modularan el entendimiento de nuestra exposición: 1) concebimos por Sacerdocio de Ifá en Cuba al tipo de ordenamiento religioso que como consecuencia de la trata esclava proveniente del Yorubaland africano se estableció en la Isla, inicialmente entre esclavos de pertenencia étnica Lucumí, desde mediados y finales del s XIX. Se refiere además a una concepción tradicional religiosa que – con independencia de las sucesivas readecuaciones e inevitables cambios transculturales asumidas por diversos factores- muestra una coherencia en sus procedimientos cultuales y representa una suerte de derrotero que propone explicar desde sus propios cimientos fundacionales, cómo ha sido y bajo qué condiciones, la vinculación religiosa de sus sujetos con la sociedad y el entorno natural impuesto. De ahí que en el nuevo contexto social y natural esta religión haya mantenido entre sus acomodos principales su carácter antropocéntrico1, visto como una noción donde el ser humano se representa como vía, razón de ser a la vez que ente transformador del medio en que vive y ejerce sus dominios. También por eso es que el sentido de la existencia y el comportamiento humanos al interior de esta religión se haya perfilado bajo el principio de que el ser humano individualmente está sujeto a un espacio conflictivo de permanencia constante donde se hace necesario mitigar polarizaciones extremas hacia la búsqueda de un equilibrio general entre él y la sociedad y entre los seres humanos y la naturaleza circundante como mediadora. Por lo tanto el énfasis en esta creencia está sobrepuesto en el dominio y control de la existencia individual concreta y por consecuencia en la subjetividad, la libertad individual y en los conflictos aparejados a las elecciones positivas o negativas que ello entrañe por parte del ser humano. 1 El término ha sido utilizado por Leovigildo López Valdés para resaltar el sentido existencialista en estas creencias al considerar que el hombre en su vida terrena, en la solución de los problemas cotidianos, es el principal destinatario de los favores que demanda a los orishas o los nkisi, las entidades divinas. Por tanto, los aspectos cultuales de las religiones se dirigen a resolver todo tipo de cuestiones humanas: sentimentales, amorosas, laborales, económicas o derivadas de la vida de relación en sentido amplio. (López, 1985:92-93 en Núñez Jiménez, 1985).. 2) es el tipo de sacerdocio, que en la perspectiva del creyente en la religión de los Orishas, Complejo religioso Ocha-Ifá o Santería como quiera llamársele, representa la clave para comunicarse con, -e interpretar- las diversas dimensiones de convivencia del individuo en su existencia terrenal mediante una percepción y una reflexión lógica de todas las operaciones intelectivas habituales con su medio social próximo; de tal manera que propone lograr la seguridad humana en lo que es inseguro, y descorrer el velo de misterio que cubre las cosas distantes y futuras (Lahaye y Zardoya,1999:119) del destino humano. Por ello desde los contenidos de las configuraciones del oráculo, que le es consustancial, es posible acceder tanto a la cotidianeidad pequeña y familiar del hombre, como hasta la actualidad socio-política de una nación (véase sino el contenido de los discursos en las llamadas Letras del Año), pasando por la decodificación de principios, sobre el papel insustituible del hombre como centro de toda actividad terrenal, como destinatario en esta vida y de manera directa, de la voluntad de “los dioses”. Y es en esa perspectiva que se adentra la vinculación del discurso sagrado del sacerdocio de Ifá con uno de los presupuestos sobre la trascendencia: aquella que sin que signifique plenamente una unidad divinidadser, admite el traspaso desde este último hacia aquella a través de algunos mediadores pero fundamentalmente mediante el conocimiento y la percepción. Heidegger, denominó este proceso como "el ser-ahí" objetivando de esa manera la relación entre el hombre y el mundo. Decía: "el que va mas allá y por lo tanto traspasa, debe como tal sentirse situado en el ente". Para el discurso sapiencial de los preceptos del sacerdocio de Ifá en lo cotidiano, esa propuesta es plausible en tanto su aprehensión por la esencia del hombre y su naturaleza no es limitada, sino es abierta y se desplaza hacia la comprensión y el conocimiento pleno de la existencia, no sobre la base de un orden de cosas prefijado e inmutable por una divinidad sino por la acción directa (ritos, ceremonias, discursos litúrgicos, procesos iniciáticos, etc..) que sobre ese supuesto orden, el ser, en tanto ente, trasciende lo indicado. En otras palabras, desde el discurso sagrado del sacerdocio de Ifá, no son las divinidades ni un Todopoderoso, por demás supuesto, los que fijan metas hacia el acceso del saber como poder: son los propios hombres los que las fijan o se limitan. Dice Ifá: "Pobre de aquel que limita sus propias limitaciones". No obstante este reconocimiento también propone que una sola existencia humana es inabarcable para poseer todo saber, y por eso también apunta "la sabiduría esta esparcida, no hay cabeza sola que pueda contenerla", pero ante esa aparente disyuntiva, también ofrece otra posibilidad relacionada con el ser: la continuidad humana. Y esa continuidad está en la preservación del legado que te identifica como individualidad; está en el nexo del hombre con sus ancestros y su tradición y está en la manera que éste asuma el comportamiento propiamente humanista y emancipador que exige el sacerdocio, el único que propicia trascender, huir de la trivialidad de lo inmediato y de lo semejante; para equilibrar destino y personalidad armónicamente con las divinidades y que éstas acorten el margen de contingencia o de reciprocidad, entre el servicio ofrecido y el don recibido. Lógicamente, ese tipo de comportamiento exige algunos condicionamientos para el éxito de semejante traspaso. Pero allí, nuevamente el ser humano deberá encargarse de procurar y conservar algunas normas de convivencia a manera de trascendentales anhelados. Ellos serían: 1) ifarabale: compostura. 2) owo: respeto. 3) suuru: paciencia 4) eso: cautela. 5) imo: conocimiento. 6) ogbon: sabiduría. 7) oye: comprensión. El cumplimiento cabal de todo ello se encamina a fomentar en el sujeto un ser de carácter gentil o Iwapele en todas sus ramificaciones, lo cual incluye respeto por los ancianos, lealtad a los familiares y tradiciones locales, honestidad en todos los tratos, ya sean públicos o privados, devoción al deber, prontitud en atender al necesitado y al enfermo, simpatía, sociabilidad, coraje y vivo deseo por el trabajo y otras muchas cualidades deseables. (Awoniyi, 1974:178 en Abimbola, 1974). En esa formación la religión ocupa un papel determinante como moderadora de la conducta porque al amparo de ella en cada individuo desde pequeño se fomenta el esfuerzo para alcanzar Iwapele2 con el fin de ser capaz de llevar una buena vida en un sistema de convivencia dominado por poderes que obedecen a una estructura social controlada por una jerarquía de autoridades. 3) luego de explicitar la consistencia y relación del sacerdocio de Ifá con la trascendencia como ideal aspirado entre su membresía, considero plausible y certero advertir la posible convergencia entre esos ideales con la vocación humanista y antropocéntrica del pensamiento martiano referido al tipo de religiosidad por él concebida y ponderada. Es lícito y no aventurado expresar que en Martí subyace desde sus años juveniles una profunda preocupación por el sentido religioso del ser humano y la transmutación que le da sentido a lo divino a través de cada individuo y los valores morales que le constituyen. Así por ejemplo, intuye a que ..”el verdadero Dios impone el trabajo como medio de llegar al reposo, la investigación como medio de llegar a la verdad, la honradez como medio de llegar a la pureza”. Esos derroteros conllevan a afirmar que su concepción de la religión, grosso modo, es concebida con una alta dosis de racionalismo que tiene por centro de atención al hombre y siempre a éste. Otra idea que también se halla presente en su obra y que a nuestra consideración es importante seguir, es la referida a su consideración de la religión como fuerza moral reguladora de la conducta del ser humano. Así categoriza que “todo pueblo necesita ser religioso. No sólo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo. Es innata la reflexión del espíritu en un ser superior…Es útil concebir un GRAN SER ALTO, porque así procuramos llegar por natural ambición a su perfección y para los pueblos es imprescindible afirmar la creencia natural en los premios y castigos y en la existencia de otra forma de vida, porque esto sirve de estímulo a las buenas obras y de freno a las malas…Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan de ellas, 2 En Cuba en la década del 40 del s XX, Don Fernando Ortiz utilizaba este término con referencia a Merceditas Valdés de quien decía que era su pequeña Aché por su Iwapelé. (Miguel Barnet, comunicación personal). Entre los creyentes de la llamada santería la búsqueda hacia el iwapele sé objetiviza en la importante ceremonia denominada Itá imole (parlamento del comportamiento) donde el iniciado debe condicionarse al mandato y recomendación que establece el orisha a través de la adivinación hacia su relación con el entorno social, el medio natural y su espiritualidad individual. Esa es una condición indispensable acerca de la esencia del ser. es necesario que la justicia celeste la garantice” (cfr, Henry Ward Beecker, su vida y su oratoria. O.C. T. XIII, Ed. Ciencias Sociales, 1975). Hacia la naturaleza se pronuncia, expresando “no puede haber contradicciones en la naturaleza; la misma aspiración humana a hallar en el amor, durante la existencia, y en lo ignorado después de la muerte, un tipo perfecto de gracia y hermosura, demuestra que en la vida total han de ajustarse con gozo los elementos que en la porción actual de vida que atravesamos parecen desunidos y hostiles”. En la Edad de Oro resulta innovador el análisis que en la Ilíada de Homero realiza acerca de la relación hombre-medio cuando plantea “el hombre se ve pequeño ante la naturaleza que lo crea y lo mata, y siente la necesidad de creer en algo poderoso, y de rogarle, para que lo trate bien en el mundo y para que no le quite la vida” Otro “La naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre. Y el hombre no se halla completo, ni se revela, a sí mismo, ni ve lo invisible, sino en su íntima relación con la naturaleza”. Por tanto, considero que es posible establecer pautas de convergencia entre estos ideales martianos, expresión de aspiración y sosiego educativo de un pueblo, con aquellos otros, ya expresados en lo que pretende refrendar una creencia. Martí y el sacerdocio de Ifá en Cuba fueron casi contemporáneos, convivieron la estatura humana de un hombre con el fomento y acomodo de una ideología religiosa transplantada de su origen y adoptada en esta latitud por razón y espíritu. No hay pruebas de que mutuamente se hayan conocido. Pero algo robustece, tanto en uno como otro ideario la esencia de lo humano está latente. Por tal motivo, y principalmente en los círculos de creyentes, sólo quien logró acceder al conocimiento y la percepción de esa manera goza de un inestimable prestigio; si es difunto su valía aumenta en proporción con la red infinita de confrontaciones, desavenencias y disputas en que casi a diario estamos inmersos todos los vivos. En consecuencia le estará permitido a quien alcance ese nivel, y aunque no exista una propuesta consciente en tal sentido; enriquecer el número de normativas que en su estructura, preestablecen las configuraciones (ODU), además de modificar las cualidades intrínsecas de las divinidades (ORISHAS) en lo relativo a sus avatares humanos. No solo se desbordarán las ideas inmanentes a esa condición, y previstas en las historias míticas tradicionales, sino que también se incluirán las nuevas aportaciones como parte integral del propio marco que las generó. De modo que el oráculo se adecua a las circunstancias que alcanza el ser en la medida que éste se trasciende a sí mismo y trasciende su entorno como individualidad. Y así aparecen reincertados en el discurso sagrado, oral, inmediato, los acontecimientos que no pueden recoger la oralitura o las transcripciones debido a su carácter "congelador", amputador de las diversas variantes que tantos narradores cuentan bajo los presupuestos enunciados anteriormente. Pero ellos los narradores, encargados de trasmitir el mensaje de esa trascendencia, no velarán el escape de tan significativo acontecimiento, ni esperarán que el tiempo reformule otra posibilidad. Si la trascendencia a lo sagrado fue fáctica desde esa perspectiva, significa que el tiempo obró en favor de la creencia, de la religión, otros contenidos y normativas de conducta se asumirán entre los hombres para reforzar lo que ya ha sido fortalecido y el oráculo de Ifa, como ha sido siempre, nuevamente habrá atrapado la realidad eventual desde una experiencia práctica insustituible: la del hombre.