La expresión de los contenidos del pensamiento religioso

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La expresión de los contenidos
del pensamiento religioso
El pensamiento religioso tiene sus propias formas de expresión. Del mismo modo que el
pensamiento matemático tiene sus propias formas de expresión en el lenguaje de las operaciones
matemáticas.
Las formas de expresión del pensamiento religioso constituyen los lenguajes religiosos. Los
contenidos de la Religión, cualquiera que sea la opción en que se concreten, se hallan siempre
expresados en sus propias formas. Y en los lenguajes que le son propios es como llegan a ser
contenidos de enseñanza.
El pensamiento religioso se caracteriza por los elementos de su estructura particular; su lógica
se centra en la intervención de la Trascendencia en la experiencia histórica del hombre. Y en el
hecho de que esta intervención da un sentido global y unitario a las experiencias parciales del
hombre.
El lenguaje de los mitos
La intervención de la Trascendencia en la experiencia del hombre se expresa, en primer lugar,
en el lenguaje de los mitos. El lenguaje propio del mito es la narración. La estructura expresiva del mito
es la narrativa.
El mito responde a una pregunta que el hombre se hace sobre la realidad de su experiencia. El
hombre se pregunta, por ejemplo, por qué el mundo es como es, por qué existe la coordinación entre
el clima (elementos del cielo) y el crecimiento de las plantas (elementos de la tierra). O por qué la
semana tiene siete días, o por qué existe el sufrimiento y el mal, o por qué la tierra no produce algo
provechoso a menos que él se deslome trabajándola.
Los propio del lenguaje mítico es responder a estas preguntas con una narración. El mito narra
cómo – siempre en el principio, ciando el mundo estaba en proceso de constitución – una
intervención divina en la historia determinó para siempre la estructura de la realidad. Así surgen las
narraciones de la creación de los cielos y la tierra, o los mitos del apareamiento del cielo con la tierra,
o el trabajo creador de la divinidad en seis días, o la narración del pecado original y el castigo por el
mismo con la muerte, el trabajo o la esterilidad de la tierra.
No se puede olvidar, cuando uno se encuentra con la narración mítica, que su objetivo es
explicar la realidad presente. Esto se olvida con frecuencia al enjuiciar el valor del mito como
lenguaje religioso. Para el mito, la realidad presente es como es porque está bajo el influjo de una
decisión y una acción divinas. Realidad presente (experiencia) y acción divina que le da sentido: he
aquí, pues, los elementos estructurales del pensamiento religioso presentes en el mito.
Hay que decir que esta misma estructura del lenguaje mítico es la que aparece en las
narraciones del Nuevo Testamento o, al menos, en buena parte de ellas. Baste recordar a manera de
ejemplo que cuando, para responder de una realidad de la experiencia cristiana como es la
Celebración de la Eucaristía, nos remontamos a la narración de la Última Cena, estamos
reproduciendo la estructura lógica del lenguaje mítico: esto es hoy así porque “en el principio (el
origen cristiano)” se dio una intervención de la divinidad en la historia del hombre que dejó
constituida la realidad tal como hoy es vivida por nosotros.
El lenguaje del culto
La intervención de la trascendencia en la experiencia del hombre se expresa también en el
lenguaje del culto. El culto expresa los contenidos religiosos a la manera de una representación
escénica en la que se combinan gestos y palabras: son los signos litúrgicos.
Al hacer alusión por ejemplo a la Eucaristía, encontramos un modelo de expresión en el
lenguaje de culto. En ella se representa mediante gestos (partir el pan y comerlo, pasar la copa y
beber el vino) y palabras, la intervención de la divinidad en la historia del hombre; la salvación
concedida por Dios a los hombres en la muerte y resurrección de Jesús.}
Pero lo propio del lenguaje del culto no es sólo su función de representación de hechos
ocurridos en el pasado, siguiendo el aforismo de que los ritos son una representación escénica de los
mitos. Lo propio del lenguaje del culto es que la intervención de la Trascendencia en la historia y la
experiencia del hombre vuelve a reproducirse realmente en el momento que tiene lugar la
representación escénica.
De nuevo tenemos aquí la estructura del pensamiento religioso que el culto expresa en su
peculiar lenguaje: una experiencia actual del hombre a la que da sentido la intervención de la
divinidad en la historia humana, aquí y ahora.
El juicio moral como lenguaje religioso
El pensamiento religioso se expresa también en forma de juicio moral. El lenguaje moral tiene
por objeto las acciones del hombre en relación con la realidad que le rodea. El lenguaje moral
formula juicios de valor sobre las acciones humanas en forma de obligación o prohibición: “Debe
hacerse esto, debe evitarse aquello”.
Aunque estos juicios parecen referirse a las acciones “profanas” del hombre, constituyen, sin
embargo, un lenguaje religioso. Ya vimos al hablar del lenguaje del mito cómo en él se contaba el
papel que había tenido la Trascendencia en la constitución de la realidad que vive el hombre. Esta
realidad, la que el hombre experimenta, es como es porque la divinidad la ha hecho así. Por ello,
cuando el hombre actúa sobre ella, debe hacerlo de una determinada manera: la que respeta la
estructura de la realidad tal como la Trascendencia o los dioses la dejaron constituida. Por ello,
cuando el hombre actúa tal y como lo establece el código moral de su religión, está reconociendo y
respetando la voluntad divina que tiene estructurada la realidad de una determinada manera. Por
eso el lenguaje moral es un lenguaje religioso: es decir, una expresión de que el hombre reconoce la
presencia y la acción de la divinidad en la realidad del mundo.
Por ejemplo: la narración mítica de la creación cuenta cómo la mujer fue formada a partir del
cuerpo del hombre. Y la narración concluye: “por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se
une a su mujer, y son dos en una sola carne”. De este modo establece la estructura de una realidad
de la experiencia del hombre, como es el matrimonio. Pues bien, de esta estructura nace un
precepto moral: el de no romper esa unidad de la carne: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre”, que en el Decálogo será reformulado: “No cometerás adulterio”. Aceptar y cumplir este
precepto significa reconocer la voluntad divina que rige la unidad del hombre y la mujer en la
constitución de la pareja. Expresa, pues, la relación del hombre con la divinidad en una realidad de la
experiencia cotidiana, como es vivir en pareja.
De nuevo, pues, encontramos en el lenguaje moral la estructura del pensamiento religioso:
una realidad de la experiencia del hombre en la que éste, con su comportamiento, reconoce la
presencia de la trascendencia como sentido de esa realidad.
Conviene hacer notar cómo la estructura de las instituciones específicamente religiosas
(Comunidades, funciones, autoridad, etc.) forman también parte de este lenguaje religioso que es el
lenguaje moral.
La doctrina como expresión racional de la Religión
La doctrina es otro de los lenguajes religiosos. La doctrina traduce la experiencia religiosa a
conceptos lógicos y organizados. Lo propio del lenguaje doctrinal es el concepto y la hilazón lógica:
las definiciones y los esquemas; las fórmulas concisas y los argumentos. En el ámbito del lenguaje
doctrinal entran las enseñanzas del Magisterio y la Teología. Pero, en este sentido, es importante caer
en la cuenta de que el lenguaje doctrinal no es un lenguaje de especialistas. Cuando un hombre
sencillo intenta explicar su experiencia religiosa, está expresándose en lenguaje doctrinal, puesto que
está tratando de construir conceptos lógicos y ordenados para que los demás puedan entenderlo.
El lenguaje doctrinal tiene varias funciones: en primer lugar, el lenguaje doctrinal satisface la
exigencia de racionalidad que hay en toda experiencia humana. En segundo lugar, el lenguaje
doctrinal somete el contenido religioso a un permanente proceso de adaptación a los nuevos modos
de ser y de pensar del hombre. Y es que la experiencia histórica del hombre va cambiando con los
años y con las situaciones nuevas que aparecen en la vida y en la historia humanas. Descubrir el
sentido, o la intervención de la Trascendencia, en las nuevas situaciones sin que se degrade la
identidad de la Trascendencia es otra de las funciones del lenguaje doctrinal. Finalmente, es
importante notar que las fórmulas doctrinales establecidas y enseñadas por el Magisterio tienen,
como función importante, la de de crear unidad de referencia en el grupo religioso, y mantener así su
identidad en el reconocimiento de los contenidos religiosos comunes.
Notemos, por último, que cuando el Concilio Vaticano II habla de los agentes que intervienen
en la creación del lenguaje doctrinal en la Iglesia, establece tres, con funciones diferentes: la
experiencia religiosa de los creyentes, el estudio de los teólogos y la enseñanza del Magisterio.
Los lenguajes religiosos en la enseñanza de la religión
Al abrir un catecismo o un libro de religión y tratar de seguir en él un tema cualquiera de los
contenidos religiosos del programa, observamos una estructura bastante similar a la siguiente:
a. Uno o varios textos bíblicos que expresan el contenido religioso del tema que se intenta
explicar.
b. Un signo litúrgico o una oración que guarda relación con el tema.
c. Una aplicación práctica a la conducta, o la formulación de un precepto o norma de
conducta.
d. Unas fórmulas doctrinales que resumen el contenido del tema en frases concisas (destinadas
con frecuencia a la memorización) o, en los cursos superiores, unos textos del Magisterio de la
Iglesia.
Tal es la presencia de los lenguajes religiosos en la enseñanza de la Religión. Pero, desde las
exigencias de la Didáctica, esto no es suficiente . No basta yuxtaponer los distintos lenguajes como si
fueran argumentos para demostrar una tesis. Cada lenguaje tiene su gramática particular, con sus
leyes e iniciación particular.
Cada lenguaje debe ser dominado en el aprendizaje si se quieren comprender adecuadamente
los contenidos religiosos que expresa. Más aún: sólo desde la estructura de cada lenguaje puede
cada uno de ellos ser comprendido como lenguaje religioso; es decir, como expresión del sentido
que una determinada realidad de experiencia tiene para el hombre, como fruto de la intervención
de la Trascendencia en la historia.
La enseñanza de las narraciones míticas
Los textos bíblicos son llamados en su conjunto “Historia de la Salvación”. Como “Historia”, su
lenguaje es narrativo. Y lo que narran es la intervención salvífica de Dios en la Historia humana. Estas
características corresponden a lo que se llama lenguaje mítico.
En el lenguaje mítico y, por tanto, en el lenguaje de los textos bíblicos, lo importante es cómo
la narración de la acción de Dios en el pasado sirve al hombre para descubrir la presencia y la realida
de la Trascendencia en la realidad y la experiencia actuales. Es decir, que la narración mítica cumple
una función de modelo y espejo de la realidad y la experiencia actuales, tal y como son vividas por el
hombre.
Por ello, el lenguaje mítico no puede ser entendido como una historia. De nada sirve conocer
tal o cual historia bíblica si esa historia no sirve de modelo y espejo de la realidad actual.
Iniciar al lenguaje bíblico consiste en crear en el hombre la capacidad para que cada texto
bíblico tenga virtualidad de convertirse en espejo de la experiencia presente. Para ello, los pasos
metodológicos esenciales, imprescindibles en la presentación de cualquier texto bíblico, pueden
determinarse así:
a.
b.
c.
d.
Plantear un interrogante sobre un aspecto de la realidad y la experiencia del hombre.
Presentación de la narración bíblica.
Establecer el paralelismo entre los datos de la narración y los datos de la experiencia.
Obtener la conclusión sobre el significado del texto.
Este esquema metodológico podrá cambiar según sean las estructuras del pensamiento del niño.
Pero tales cambios van a ser de matiz, contenido o trabazón lógica. Mas la columna vertebral del
método deberá permanecer inalterable, so pena de que los textos bíblicos no pasen de ser un bello
relato ancestral o una crónica de los tiempos pasados. En ninguno de los dos casos serían un lenguaje
religioso.
La enseñanza del lenguaje litúrgico
La estructura del lenguaje cultual o litúrgico es la de una representación teatral que se efectúa
mediante signos (gestos, objetos…) y palabras. Para iniciar en el lenguaje litúrgico no basta, pues,
decir que en la Liturgia se dice o se hace tal o cual cosa. No es suficiente citar gestos o palabras
litúrgicas cuyo contenido coincida con el tema que se está explicando en la clase de religión.
Siguiendo la lógica de la representación teatral, habría que decir que el objetivo de la
iniciación litúrgica consiste en “hacer buenos espectadores” de la representación litúrgica y, en el
caso de una catequesis, “hacer buenos actores” o protagonistas del teatro litúrgico.
Para ellos es absolutamente necesario entrar en la estructura propia del signo litúrgico; es
decir, conocer sus virtualidades expresivas.
El signo litúrgico expresa, en primer lugar, una acción o actitud del hombre ante la
Trascendencia o la divinidad. Es lo que se llama “valor expresivo del signo”. Expresa también una
acción de Dios sobre el hombre: su intervención en la vida y en la historia del hombre. Por ello el signo
litúrgico recuerda siempre una acción divina de las narradas en la historia salvífica. A esta faceta del
signo litúrgico se le da el nombre de “valor de recuerdo”. También expresa el signo litúrgico un
compromiso de fidelidad del hombre a la divinidad que ha intervenido en su historia. Es el “valor
moral” del signo litúrgico. Y expresa, además, un deseo último y definitivo del hombre. El hombre que,
por ejemplo, realiza un rito de purificación, expresa un deseo último: que el mal desaparezca por
completo de la realidad de su experiencia. En el signo litúrgico se da siempre una aspiración a la
utopía. De ahí el nombre de “valor de utopía” que puede darse a esta faceta del signo litúrgico. Para
el creyente tal valor será “valor profético”, porque la utopía para el creyente es un anuncio de la
salvación definitiva prometida por Dios.
Iniciar en el lenguaje litúrgico es penetrar en todos los valores del signo, de cada signo. Ello
requiere que cada signo litúrgico sea abordado con su adecuado procedimiento metodológico,
cuyo esquema vertebrante podemos sistematizar del siguiente modo:
a. Presentar el signo litúrgico.
b. Descubrir su significado como expresión de una actitud humana. Para ello debe
compararse con expresiones similares utilizadas por el hombre en la manifestación
cotidiana de actitudes similares.
c. Conocer el texto bíblico que relata la acción de Dios reproducida por el signo litúrgico.
d. Extrapolar el comportamiento litúrgico a situaciones de conducta en la vida “profana” del
hombre.
e. Descubrir la situación ideal hacia la que el signo litúrgico apunta.
Enseñanza del lenguaje moral
El lenguaje moral expresa los contenidos religiosos en forma de juicio sobre las acciones
humanas. Enseñar el lenguaje moral no puede limitarse, por tanto, al enunciado de normas de
conducta. Aprender el lenguaje moral es aprender a formular juicios sobre la realidad y la experiencia
humana y aprender a justificar tales juicios desde el sentido expresado por los contenidos religiosos.
Si tomamos como punto de referencia la norma o el precepto moral que rige las acciones del
hombre, esa norma requiere, en primer lugar, una justificación. Lo que en el lenguaje de la
Pedagogía, llamamos “motivación”. La motivación de la norma moral está siempre en los contenidos
religiosos. Pensemos en un ejemplo del Nuevo Testamento. Tanto en la primera como segunda carta
a los Corintios, Pablo exhorta a los creyentes de Corinto a dar limosna con generosidad para atender
a los cristianos de Jerusalén que se encuentran en un momento de estrechez económica angustiosa.
La limosna aquí tiene el carácter de “norma de acción”. Pablo ofrece seguidamente una
“motivación” o justificación de la norma “porque Nuestro Señor Jesús, el Mesías, siendo rico se hizo
pobre por ustedes”. Es el enunciado del contenido religioso que justifica la norma o comportamiento
moral.
Sólo de esta manera – mediante la justificación por el contenido religioso – la norma de
conducta se convierte en lenguaje religioso. Prescindir de la justificación o motivación religiosa
supone una moral de código civil.
En este sentido es importante caer en la cuenta de que la motivación de referencia en la
norma moral cristiana es la experiencia cristiana. El decálogo constituyó el eje de la normativa moral
en la religión del Antiguo Testamento. La motivación o justificación de esta normativa estaba en la
Alianza del Sinaí. Y, en base a ello, los compromisos y exigencias de la conducta individual y colectiva
del pueblo de Israel. Por ello resulta obvio que el punto de referencia en la normativa
neotestamentaria no puede ser el decálogo. El precepto del Nuevo Testamento ya no es “no matar” ,
sino “dar la vida por el hermano”, porque (y esta es la motivación religiosa neotestamentaria) “Jesús
dio su vida por nosotros”. El precepto del Nuevo Testamento ya no es “no matar” , sino “dar la vida
por el hermano”, porque (y esta es la motivación religiosa neotestamentaria) “Jesús dio la vida por
nosotros”. El precepto cristiano no es “no robar”, sino “compartir los bienes”, porque (motivación
religiosa específica) “Jesús, siendo rico se hizo pobre por ustedes llegando incluso a dar su propia
vida”. A la luz de la experiencia cristiana y de sus contenidos religiosos, la normativa del Antiguo
Testamento debería parecer cosa de bárbaros. Como si a una madre le dijeran que la obligación
mayor que tiene para con su hijo es no quitarle la vida, o a una pareja de enamorados les prohíben
engañar a su media naranja.
Lo específico del lenguaje moral es que, junto a la norma, existe una motivación o justificación
que alude a un contenido específicamente religioso; es decir, al sentido que la intervención de la
Trascendencia o la divinidad en la realidad y la experiencia histórica del hombre confiere a ésta.
Pero la norma o justificación religiosa no son más que un componente de la enseñanza del
lenguaje moral. La forma específica del lenguaje moral consiste en la formulación de juicios sobre la
conducta del hombre. El aprendizaje del lenguaje moral tiene como objetivo último enseñar al
hombre a formular el juicio moral. Esto requiere un ejercicio didáctico constante de aplicación de la
norma a la realidad concreta vivida por el hombre en el ámbito de su conducta. El nuevo
conocimiento de la norma e incluso de su justificación no supone un aprendizaje del lenguaje moral,
que es un lenguaje de juicios y no sólo de enunciados normativos.
Así pues, el esquema metodológico que requiere una adecuada iniciación al lenguaje moral
de la Religión puede desglosarse en los siguientes pasos fundamentales:
a. Presentación de la norma o precepto que rige la conducta del hombre o el grupo religioso.
b. Justificación o motivación de la norma, atendiendo a los contenidos del pensamiento o la
experiencia religiosa del hombre o el grupo religioso. En el caso del lenguaje moral del
cristiano la motivación se hallará en la referencia al Nuevo Testamento.
c. Aplicación de la norma a aspectos concretos de la vida o la experiencia del hombre que
tienen relación con ella.
La enseñanza del lenguaje doctrinal
Lo propio del lenguaje doctrinal es la definición y el discurso lógico. Es decir, los esquemas de
pensamiento. El objetivo último de la enseñanza del lenguaje doctrinal es que el hombre sepa
expresar racionalmente el contenido de la fe religiosa.
El eje sobre el que gira el lenguaje doctrinal es la fórmula doctrinal, propuesta o sancionada
normalmente por el Magisterio de la Iglesia. Esta es, al menos, la materia del lenguaje doctrinal que se
ofrece en los Catecismos y demás materiales escritos para la enseñanza de la religión. Sin embargo,
el mero aprendizaje de la fórmula no significa el dominio del lenguaje. Del mismo modo que el
aprendizaje de la fórmula no significa el dominio del lenguaje. Del mismo modo que el aprendizaje de
los textos clásicos, en sí mismo, no significa el dominio de una lengua. Se dice que le hombre domina
un idioma cuando es capaz de utilizar todos sus recursos para expresar sus propias experiencias. Lo
mismo hay que decir con respecto al lenguaje doctrinal.
Las fórmulas doctrinales elaboradas por el Magisterio de la Iglesia en el pasado son modelos
expresivos clásicos. Pero tales modelos reclaman una interiorización y una transformación en fórmulas
expresivas adecuadas a los esquemas culturales con los que el hombre expresa hoy sus propias
experiencias.
Por ello, tomando como base las fórmulas del lenguaje doctrinal del Magisterio de la Iglesia,
podemos establecer un proceso metodológico que incluya, necesariamente, los siguientes pasos:
a. Presentación de la fórmula doctrinal del Magisterio.
b. Descubrir la referencia a la Revelación (textos bíblicos) que hay en la fórmula y que ésta
trata de interpretar.
c. Interpretación del significado de la fórmula doctrinal.
d. Expresión del contenido de la fórmula en términos del lenguaje y la cultura actuales.
Sobre este esquema deberá girar el proceso de iniciación en el lenguaje doctrinal, con las
modificaciones que exige la adaptación a los esquemas de pensamiento propios del alumno de
cada etapa.
Esquema metodológico para el aprendizaje religioso
Tema
EXPERIENCIA de la persona
SENTIDO de la experiencia
1. Realidad
o
experiencia humana
planteada en el
contexto
del
pensamiento
religioso
2. Presentación de la
narración bíblica
Lenguaje
MÍTICO-BIBLICO
3. Paralelismo entre los
datos
de
la
narración y los datos
de la experiencia
4. Obtener
la
conclusión sobre el
significado del texto
1. Presentación
del
signo litúrgico
Lenguaje
CULTUAL-LITÚRGICO
2. Comparación con
expresiones
profanas
que
expresan actitudes
similares en la vida
de la persona
3. Referencia al texto
bíblico que relata la
acción
de
Dios
expresada en el
signo litúrgico
4. Extrapolar
el
comportamiento de
la liturgia a la vida
ordinaria
de
la
persona
5. Descubrir cuál sería
la situación ideal a
la que apunta el
signo litúrgico
Ejemplo desarrollado
El hombre encuentra en la tierra lo necesario
para vivir. ¿Quién proporciona a la tierra esa
capacidad de proveer?
Los cristianos creen que Dios da a la tierra la
capacidad de producir lo necesario para el
hombre.
Buscar datos concretos acerca de cómo la
persona obtiene los recursos que necesita para
vivir
“Su Padre del cielo hace nacer el sol sobre
buenos y malos y llover sobre justos e injustos…”
“Los pájaros no siembran, ni siegan, ni
almacenan. Y sin embargo , su Padre celestial los
alimenta…”
¿Qué hacen los pájaros?
¿Qué hacen los hombres?
El Padre Dios proporciona a sus criaturas lo que
necesitan para vivir
Momento del ofertorio de la Misa: “Bendito seas
Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la
tierra…”
Cuando la persona hace regalos a otro es
porque
quiere
expresarle
su
cariño
y
agradecimiento
El cristiano se siente agradecido y ofrece pues
“Su Padre Dios hace salir el sol… y hace caer la
lluvia…”
Ofrecer (liturgia) significa compartir con los
demás lo que se tiene.
Si todas las personas compartieran lo que tienen
con los demás y fueran agradecidas, ¿cómo
sería nuestra sociedad?
Lenguaje
ÉTICO O MORAL
1. Presentación
del
modelo, norma o
precepto
2. Justificación de la
norma, modelo o
precepto
(referencia al texto
bíblico
y
a
la
extrapolación
del
comportamiento
litúrgico)
3. Aplicación de la
norma a situaciones
concretas
1. Presentación de la
fórmula doctrinal
2. Referencia al texto
bíblico
Lenguaje
DOCTRINAL
3. Interpretación
del
significado de la
fórmula doctrinal
4. Expresión
del
contenido de la
fórmula en términos
de hoy
Los cristianos deben compartir sus bienes con los
demás
El cristiano consigue su sustento de lo que Dios
Padre le ofrece (“Dios hace salir el sol…”) y, a su
vez, debe ofrecer lo que consigue a los demás.
Por eso el cristiano…
…usa lo que es de todos.
…pone a disposición de los demás lo propio.
Dios Padre es Providente pues cuida de toda la
creación y especialmente de sus hijos.
“Su Padre del cielo hace nacer el sol sobre
buenos y malos y llover sobre justos e injustos…”
“Los pájaros no siembran, ni siegan, ni
almacenan. Y sin embargo , su Padre celestial los
alimenta…”
Dios Padre = Su Padre del cielo
Es Providente = hace nacer el sol, hace llover
Cuida de la creación = El Padre Celestial
alimenta a los pájaros
Especialmente de sus hijos = sobre buenos y
malos, justos e injustos.
¿Cómo creen los cristianos que Dios cuida a las
personas?
Por medio de sus padres
El don de la salud, de los alimentos, del vestido
Los hijos están protegidos por sus padres quienes
cuidan de ellos y les procuran lo que necesitan.
Gracias a los alimentos que produce la tierra, el
hombre puede vivir.
Los cristianos creen que Dios es como los padres
ya que les da por medio de ellos lo que
necesitan para vivir.
Los lenguaje religiosos en la enseñanza preescolar
Al pensar en un programa de educación religiosa, incluso en curso preescolar, suelen tomarse
como punto de referencia los enunciados de verdades religiosas ya consagrados por la Teología o
por el Magisterio. Lo más que llega a concederse es una posibilidad de matización lingüística, con
objeto de dar a la expresión un aire infantil, tratando de que sea más asequible a los niños. Hay que
decir que esta fijación en las formulaciones doctrinales es un error, desde el punto de vista tanto de la
Pedagogía como de la Fenomenología religiosa y de la propia teología católica.
Lenguaje litúrgico y lenguaje moral: aporte de los objetos religiosos.
En la enumeración de “objetos religiosos” que constituyen el ámbito de la experiencia del niño
de preescolar, observamos que la gran mayoría de aquellos objetos son signos litúrgicos o acciones
características de la conducta cristiana.
Mas signos litúrgicos y acciones, además de poseer la cualidad estructural de objetos, forman
parte de los lenguajes religiosos litúrgico y moral.
Así pues, el lenguaje litúrgico y el lenguaje moral tiene, en esta etapa preescolar, la función de
ofrecer el material de la experiencia del niño, por cuanto su componente de experiencia cae bajo la
denominación de “objeto religioso”.
El lenguaje bíblico y el lenguaje doctrinal
Por otra parte, ya ha quedado establecido cómo son las narraciones del lenguaje bíblico las
que tienen la misión de aportar la respuesta que dé sentido a los objetos religiosos ofrecidos a la
experiencia del niño por los lenguajes litúrgico y moral.
Y la función del lenguaje doctrinal será la de establecer el nexo existente entre la experiencia
y el sentido, dado que la estructura propia del lenguaje doctrinal es la del nexo lógico y los procesos
de razonamiento.
Experiencia
Signos litúrgicos
Acciones morales
En la misa se parte pan
Se conectan lógicamente por
una fórmula doctrinal
Porque
Sentido
A una narración bíblica
En una cena, Jesús partió pan y
se lo dio a sus amigos
El texto bíblico
En la catequesis
El texto se presenta como “Palabra de Dios” que
interpela al oyente.
En la clase de religión
El texto se presenta como un punto de referencia
para los creyentes, en el que éstos ven la
Revelación divina.
El catequizando busca lo que la Palabra de Dios
dice a su experiencia.
Se presenta, asimismo, a los alumnos el testimonio
de creyentes para quienes este texto ha
supuesto una interpelación a su experiencia.
El catequizando elabora la respuesta que va a
dar a esa interpelación divina. Y esa respuesta
es, para él vinculante.
Se ofrecen modelos de respuesta que los
creyentes
han
tenido
cuando
han
experimentado el texto como una interpelación
divina.
El signo litúrgico
En la catequesis
Se intenta suscitar en el alumno las actitudes
expresadas en el signo litúrgico.
En la clase de religión
Se muestra la adecuación entre el signo litúrgico
y las actitudes que, a través de él, expresan los
creyentes.
Se muestra al catequizando cómo tiene lugar, a
través del signo litúrgico, la intervención activa
de Dios en su vida.
Se descubre la experiencia de los creyentes
vivida en cada signo litúrgico.
Se muestra la adecuación entre el signo litúrgico
y la acción de Dios que el signo expresa a los
creyentes.
El método es “participativo”. Se plantea la
enseñanza como una participación en el propio
culto de la comunidad (ej.: se enseña “a rezar”
rezando).
El método es fundamentalmente descriptivo (ej.:
se enseña “qué es rezar”).
La conducta moral
En la catequesis
Se intenta que el niño tenga una vivencia
profunda de la experiencia cristiana que sirva de
motivación a su compromiso moral.
En la clase de religión
Se presenta al niño la experiencia cristiana que
sirve de referencia a los criterios que rigen la
conducta cristiana.
Se compara el significado de la experiencia
cristiana con el sistema de valores vigentes en la
sociedad y la cultura actuales.
Se trata de crear en el catequizando las
actitudes básicas que constituyen una respuesta
a la experiencia cristiana vivida por él.
Se describen las actitudes a las que responde los
criterios o normas que ordenan la conducta
cristiana o los modelos que la reproducen.
Se promueve la interiorización de los criterios o
normas que rigen la conducta cristiana, como
expresión de las actitudes surgidas de la
experiencia religiosa.
Se muestran al niño los criterios o normas que
rigen la conducta cristiana con las normas o
criterios que rigen la conducta en la sociedad y
la cultura actuales.
Se comparan las normas o criterios que rigen la
conducta cristiana con las normas o criterios que
rigen la conducta en la sociedad y la cultura
actuales.
Se enseña al niño a formular el juicio moral,
partiendo de los criterios que rigen la conducta
cristiana.
Se enseña al niño a formular el juicio moral
partiendo tanto de los criterios cristianos como
de los criterios o normas vigentes en la sociedad
actual.
Se compara el resultado de ambos juicios.
Se urge al catequizando el compromiso práctico
de adecuar su conducta al resultado del juicio
emitido.
Se enseña a los alumnos a aplicar los resultados
del juicio moral a los casos concretos en que
debe decidir una conducta concreta.
La doctrina de la Iglesia
En la catequesis
Se intenta que el alumno reconozca en las
fórmulas doctrinales de la Iglesia, la expresión de
su propia experiencia de fe.
En la clase de religión
Se pretende que el alumno comprenda
adecuadamente las fórmulas doctrinales de la
Iglesia.
Se trata de que el niño acepte dichas fórmulas
como expresiones de fe de la Iglesia a la que
pertenece.
Se describe la experiencia que tales fórmulas
intentan expresar, situándolas en su contexto
cultural e histórico.
Se enseña al alumno a expresar sus propias
experiencias de fe utilizando el lenguaje de las
fórmulas doctrinales de la Iglesia.
El alumno traduce el significado histórico de las
fórmulas doctrinales a un lenguaje acorde con la
cultura y las formas actuales de pensamiento.
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