1 El primado del Logos y el concepto de razón y en el pensamiento teológico de Benedicto XVI En esta ponencia presento una discusión sobre la concepción de la razón según el pensamiento de Joseph Ratzinger para perfilar su planteamiento sintético de un pensamiento sapiencial que supera la contraposición entre un pensamiento deductivo, apodíctico y un pensamiento débil, posmoderno. Además espero que con la presentación de unas voces críticas contra el planteamiento de Joseph Ratzinger no provoque una reacción parecida a aquellos efectos que causó su discurso en Ratisbona. 1. El primado del Logos El primado del Logos – si hay un hilo conductor en el pensamiento del teólogo, obispo y cardenal Joseph Ratzinger, ahora Papa Benedicto XVI, lo es este primado del Logos. Tal primado del Logos implica un primado de la inteligibilidad del ser, de un sentido profundo de la existencia humana y podemos añadir, implica un primado de la razón. En el prólogo del año 2004 que precede a una edición revisada de la lección inaugural del nuevo profesor de teología fundamental, Joseph Ratzinger en la universidad de Bonn que aconteció en el mes de junio 1959, el prefecto de la congregación de la fe profesa: Leyendo otra vez esta lección sobre el tema de la unidad diferenciada entre el Dios de la fe y el dios de los filósofos, se da cuenta del hilo conductor de su pensamiento desde el comienzo de su carrera académica hasta el presente. Siempre reflexionaba sobre la relación entre fe y razón, teología y filosofía, el Dios de la fe y el Dios de la razón1. En otro prólogo, en aquel de la nueva edición del año 2000 de su pequeña “Summula Theologiae” Introducción al cristianismo, publicada por primera vez en 1968, el Cardenal Ratzinger compone realmente un cantar de los cantares sobre los dos inseparables: el Logos y la razón: “Logos significa razón, inteligencia, pero también palabra.” Con referencia al prólogo del evangelio de Juan, Ratzinger identifica este Logos con Dios: “El Dios que es Logos nos garantiza la racionalidad del mundo, la racionalidad de nuestro ser, la adecuación de la razón a Dios y la Cfr. Joseph Ratzinger – Benedikt XVI., Der Gott des Glaubens und der Gott der Philosophen. Ein Beitrag zum Problem der theologia naturalis, hg. v. Heino Sonnemans, Leutesdorf 22005, 7-9. La traducción española de la lección El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, Madrid 2006, desgraciadamente no presenta este nuevo prólogo de 2004. 1 2 adecuación de Dios a la razón… El mundo viene de la razón”. De esta afirmación, Ratzinger saca las consecuencias epistemológicas: “La razón puede hablar de Dios, debe hablar de Dios, si no quiere amputarse.”2 Además en el contexto de la temática del diálogo interreligioso, Ratzinger no se cansa de invocar la importancia de la razón. Mientras su ex-colega de Tubinga, Hans Küng, busca un ethos mundial, Ratzinger busca la condición más profunda de este ethos: “La cuestión del ethos es algo muy urgente en el orden del día de nuestro tiempo. La fe en el logos, la palabra en el principio, entiende el ethos como responsabilidad (Ver-antwortung), como respuesta (Antwort) a la palabra y le otorga tanto su racionalidad como su orientación esencial. Con todo esto tiene que ver la misión de buscar una responsable comprensión común con toda la razón que se interroga honradamente y con las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. No sólo hay una proximidad interior entre los tres grandes monoteísmos, sino también una serie de convergencias significativas con otra vía de religiosidad asiática tal como se nos presenta en el confucianismo y en el taoísmo.” 3 Entre esta importancia universal del Logos y de la razón general por un lado y la fe cristiana en el Logos encarnado, concreto, histórico por otro lado, Ratzinger no divisa ni una contradicción, ni un impedimento del diálogo entre las religiones. Cercanía de la palabra encarnada coincide una cercanía con el principio fundamental de un discurso universal, que es el Logos, la razón general. Es fácil aumentar los testimonios y pruebas que muestran la importancia amplia y variada del doble tema en la obra de Ratzinger: Logos y razón. Menciono sólo su discurso en Ratisbona en septiembre de 2006 con el título significativo Fe, razón y universidad4. Como papa Benedicto XVI, Ratzinger presenta otra vez la tesis que la razón indica el camino para un entendimiento entre fe y ciencias, entre las culturas, entre cristianismo y las religiones no-cristianas. También del mundo islámico responde con un mensaje notable que señala asentimiento: una carta abierta de 38 eruditos islámicos a su Santidad. A pesar de las polémicas provocadas por una cita del debate entre el Emperador Manuel II Paleologus y un erudito persa como punto de partida para un discurso sobre la relación entre la razón y la fe (una cita en que el 2 Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico, Salamanca 92001, 29s. Introducción, 30s. 4 www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/september/documents/hf_benxvi_spe_20060912_university-regensburg_sp.html; cf. el discurso también en Manuel II Paleólogo, Emperador de Bizancio, Diálogo con un musulman (VII Controversia), ed. José Javier Esperanza y Miguel Ángel Esperanza, Barcelona 2006, 81-100; .Benedikt XVI., Glaube und Vernunft. Die Regensburger Vorlesung, kommentiert von Gesine Schwan, Adel Theodor Khoury y Karl Lehmann, Freiburg –Basel – Wien 2006, 11-32. 3 3 Islam ha sido criticado por una presupuesta conexión con la violencia y por dudas respecto a la importancia de la razón en partes del mundo islámico), los 38 autores celebran la iniciativa del Papa de profundizar el dialogo interreligioso sobre la base de la razón. Escriben: “en sus formas más maduras y representativas, los análisis intelectuales de los musulmanes, a lo largo de los siglos, han mantenido una consonancia entre las verdades de la revelación coránica y las demandas de la inteligencia humana, sin sacrificar la una por la otra.”5 La esperanza del Papa en que la razón puede servir como plataforma de un diálogo universal parece cumplirse. 2. Objeciones, críticas en el nombre del primado de la teología No obstante la necesitad aceptada de un diálogo intercultural e interreligioso sobre la base de la razón, surgen voces críticas por parte de teólogos, que repiten la preocupación conocida por Blaise Pascal, Karl Barth y Emil Brunner que subrayan el peligro de que la razón filosófica pueda oscurecer la identidad propia de la fe, la cual se base exclusivamente en la revelación divina y no en el raciocinio humano6. Pero respecto a esta crítica teológica, Ratzinger respondió ya. Jamás pone en duda que la razón filosófica y cuyo concepto de lo absoluto deben estar dispuestos a posibles correcciones por parte de la fe y la teología. A nivel epistemológico, Ratzinger reclama la apertura de la razón a la experiencia religiosa, como lo mostraría la referencia de la filosofía griega a la mitología, por ejemplo en la obra de Platón. Sin referencia a la religión, la razón arriesga empobrecer o aún padecer una patología, en cuanto queda cerrada en sí, ahora incapaz del diálogo intercultural y – a pesar de su finitud – se absolutiza en forma contradictoria como única fuente de verdad7. Con expresiones hegelianas, Ratzinger diagnostica una pseudo-humildad de la razón que reduce su alcance cognoscitivo a lo finito y empírico, lo que implica igualmente dejar la religión sin razón, exponer convicciones religiosas al irracionalismo, a la patología peligrosa de la religión. Entonces, el concepto de razón, propuesto por Ratzinger, no se arriesga a dominar y suprimir la religión, no obstante la razón se presenta como criterio crítico para distinguir los espíritus religiosos – pero a favor de la identidad de la religión. A nivel del contenido, Ratzinger no defiende nunca una simple identidad 5 www.duaatalislam.com/pope_letter_spanish.pdf Cf. Klaus Berger####### 7 Cf. Joseph Ratzinger, Eschatologie – Tod und ewiges Leben (Kleine Katholische Dogmatik IX), Regensburg 6 1990, 119-122: la idea filosófica de inmortalidad tiene su raíz mitológica, no es un “producto” puramente filosófico. Además: la representación mitológica de la preexistencia del alma y de la visión de las ideas ayuda para justificar el conocimiento (anamnético) de la justicia en el presente para que sea posible construir las bases para un estado (polis) de una ley justa. 6 4 del Dios de los filósofos y del Dios de la fe cristiana. Se trata de un cantus firmus en el que al Dios de Aristóteles le falta la apertura al hombre, en que el concepto helenístico de eternidad resulta de la negación de lo temporal y en el que falta del mismo modo el aspecto de una apertura a la historia, o más, la idea de la presencia de lo eterno en espacio y tiempo. En su lección inaugural de Bonn, Ratzinger no renuncia a dudar si los padres de la iglesia apropiarían el concepto filosófico de Dios siempre con una prudente crítica simultánea. Dice: “Las declaraciones filosóficas fueron con frecuencia adoptadas sin el menor reparo y sin someterlas a los necesarios acrisolamiento y transformación críticos.” 8 En este sentido, Ratzinger acepta parcialmente la crítica del teólogo protestante Emil Brunner que subraya el peligro de una no revisada importación del producto filosófico “motor inmóvil” en la teología9. Además, Ratzinger muestra una cierta simpatía con Blaise Pascal que se oponía al Dios racionalista de la filosofía cartesiana e insistía en la diferencia entre el Dios de la razón filosófica y el Dios viviente de Abrahán, de Isaac y de Jacob. La demolición de la metafísica especulativa y racionalista efectuada por Kant, habría evidenciado la problemática que Pascal había denunciado: que el Dios de la fe es otro que este Dios de la filosofía racionalista. Por otro lado, Ratzinger no se contenta con la ruptura entre razón y fe, entre una razón sin acceso teórico a Dios y la religión sin referencia a la razón e por eso identificada con una vivencia más allá del saber científico10. ¿Dónde pone Ratzinger la razón, sólo dentro de la religión y de la fe? 3. Objeciones, críticas en el nombre de la razón “pura” al servicio de la fe y al superacento del relativismo Con una notable fidelidad al “héroe” de su habilitación, san Buenaventura, Ratzinger pone la razón al servicio de la fe11; parece que como Buenaventura, Juan Duns Scoto, y la tradición franciscana en general, así también Ratzinger inserta la filosofía en los límites de la teología en oposición a la tradición dominicana que reconocía, como Tomás de Aquino, una autonomía formal de la filosofía independiente de la fe – sólo una filosofía relativamente independiente serviría suficientemente para legitimar los presupuestos racionales de la fe. Por eso, no sorprende realmente qué críticas surgían y surgen contra el concepto de razón que Ratzinger ha conseguido. Parece curioso, pero él, que se dió a conocer a 8 El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, 31s. Cf. la critica de la concepción de Dios en la metafísica de Aristóteles en la encíclica Deus Caritas Est n° 9. 10 Cf. El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, 8-11, 30. 11 Cfr. Joseph Cardinal Ratzinger, Wesen und Auftrag der Theologie. Versuche zu ihrer Ortsbestimmung im Disput der Gegenwart, Freiburg 1993, 22ss. 9 5 todo el mundo por su dicho con que caracteriza nuestra época – “la dictadura del relativismo”12 – es expuesto a la crítica de no desarrollar los medios e instrumentos adecuados para superar aquel relativismo. Al contrario, se observa una tendencia a la postmodernidad en la concepción ratzingerana de la razón; sin reservas, los críticos creen en su intención anti-relativista, la apoyan sin restricciones, pero no reconocen la melodía de su cantar de los cantares sobre la razón. Esta crítica, vertida con mucho respeto, se refiere al hecho innegable que Ratzinger contextualiza la razón, no sólo por la fe, sino también por su dependencia de la cultura y del lenguaje. Por este motivo relativiza la idea de la ilustración del sujeto autónomo13. Uno de los primeros discípulos de Ratzinger de su tiempo en Bonn, el teólogo Hansjürgen Verweyen, a quien me referiré sobretodo en lo sucesivo, que escuchó las lecciones sobre la Filosofía de la Religión y frecuentó en el semestre invernal 1959/60 su seminario sobre las pruebes de Dios en la historia y en el presente, contesta en su libro que salió en 2007 Joseph Ratzinger – Benedikt XVI. Die Entwicklung seines Denkens (la evolución de su pensamiento), que el recién teólogo de la Teología fundamental se atrevía a dudar la consistencia de la primera prueba de la existencia de Dios que el dominico s. Tomás expone en la primera parte de su Suma Teológica14. Ya en su autobiografía, Ratzinger confiesa su dificultad con el tomismo de su tiempo por su aspecto abstracto y menos convincente, que no obstante, no era idéntico al Tomás de la historia15. Verweyen contradijo a su maestro por su formación dominica y tomista buscando una razón fuerte, capaz de demostrar la existencia de Dios16. De hecho: En la Introducción al cristianismo no se encuentra un capítulo sistemático en que pruebas claras y distintas conduzcan a la demostración de la existencias de Dios. Ratzinger presenta más descripciones de las pruebes, consideraciones sobre cómo y debido a cuáles circunstancias e www.vatican.va/gpII/documents/homily-pro-eligendo-pontifice_20050418_sp.html: Misa “"PRO ELIGENDO PONTIFICE", Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger, Lunes 18 de abril de 2005: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos. Benedikt XVI. – Joseph Ratzinger, Der Anfang. Predigten und Ansprachen April/Mai 2005, ed. Sekretariat der Deutschen Bischofskonferenz (Verlautbarungen des Apostolischen Stuhls 168), Bonn 2005, 14. 13 Cf. Joseph Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Salamanca 2005, 213s, 220ss: “Tenemos que abandonar … el sueño ilusorio de la absoluta autonomía de la razón humana y de que ésta se baste a sí misma. La razón humana necesita apoyarse en la grandes tradiciones religiosas de la humanidad.” (222); y ya en: Verdad, valores, poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista, Madrid 1995, 43-46, 55, 71-74. 14 Hansjürgen Verweyen, Joseph Ratzinger – Benedikt XVI. Die Entwicklung seines Denkens, Darmstadt 2007, 27s. 15 Joseph Ratzinger, Mi Vida. Recuerdos (1927-1977), Madrid 1997, 56. 16 Verweyen, Joseph Ratzinger, 28. 12 6 intuiciones existenciales el hombre puede alcanzar a la convicción de que Dios existe: por experiencias de lo bello o de las situaciones de dolor, por el asombrarse y abismarse de un manzano en plena floración, por el argumento de Agustín donde se afirma que el deseo ilimitado del hombre nos remite a una realidad ilimitada como la satisfacción esperada17. Una consideración que puede conducir a la convicción de la existencia de una conciencia absoluta, Ratzinger la desarrolla a partir del descubrimiento de la estructura matemática por las ciencias modernas. Hablando en categoría hegelianas considera que el mundo aparece como espíritu objetivo que remite a un espíritu absoluto porque el espíritu humano no constituye la estructura matemática del mundo, sino la descubre, la reconstruye. “…todo nuestro pensar no es sino pos-pensar lo que ha sido pre-pensado.” 18 Esta idea de la estructura matemática del cosmos corresponde perfectamente a su tesis sobre el primado del Logos. Por otro lado, Ratzinger admite que esta pruebe presuponen una decisión a favor de una cosmovisión idealista y no materialista – una decisión cuyos presupuestos Ratzinger no los prueba en un sentido estricto. Según David Hume por ejemplo, esta estructura matemática y causal a que Ratzinger se refiere, dice mucho sobre el modo de nuestra percepción de los phainomena empíricos, pero menos o nada sobre el mundo en su realidad en sí mismo19. Ratzinger considera sólo que la opción materialista implica que el espíritu es un producto casual. Para mostrar la insuficiencia de esta tesis otra vez se refiere a la materia que “apunta al ser que la trasciende como a lo anterior y más original” que es el pensar creativo. ¿Pero cómo apunta la materia? Ratzinger no propone una nueva respuesta. Es la estructura matemática y espiritual de la materia. Es evidente que Ratzinger ofrece más consideraciones e intuiciones, no propone demostraciones en el sentido de rationes necessariae. Además Ratzinger no quiere defender una cosmovisión completamente idealista o platónica 20 , porque ella no corresponde enteramente a la fe que no identifica la realidad con una pura apariencia de una conciencia absoluto. Sí, la realidad es ser pensado, pero de una conciencia que es libertad. Esta libertad pone en realidad lo que no necesariamente existe. Por eso hay también libertad en el mundo y ningún determinismo mecánico. Pero Ratzinger no se dedica ahora a 17 Cf. Introducción, 129-134. Introduccion, 130. 19 Cf. David Hume, Enquiry concerning Human Understanding, Sec VIII, part 1, London 1748 (http://18th.eserver.org/hume-enquiry.html). 20 Cf. Fe, verdad y tolerancia, 138: “Copérnico, Galileo y también Newton eran platónicos. Su presupuesto fundamental era que el mundo se halla estructurado matemática e intelectualmente, y que, partiendo de ese presupuesto, es posible descifrarlo y hacerlo comprensible y utilizable en el experimento.” 18 7 consideraciones amplias, para demostrar que el mundo proviene de una libertad absoluta. Se refiere a la idea de un espíritu creador para entender la concepción de la creación. Estas páginas en la Introducción al cristianismo documentan una cierta abstinencia de argumentos fuertes, deductivos y apodícticos al nivel filosófico, sin privar a la fe de argumentos y de razones. Ratzinger no introduce los caminos de Tomás, ni el principio de la razón suficiente según el cual el ser no-necesario y contingente encuentra su origen sólo en un ser necesario y autosuficiente. ¿Por qué esta abstinencia argumentativa? ¿Por que Ratzinger acepta la crítica de la ontoteología de Martín Heidegger, en la que nadie se pone de rodillas ante un ser necesario, que nadie adora a una causa efficiens? ¿Cómo podemos cualificar este modo prudente de filosofar dentro de la fe que Ratzinger propone? ¿Se trata ya de un pensamiento débil y posmoderno que renuncia a razones apodícticas? ¿Necesitamos ya la fe para entender y aceptar las pruebes al punto que Ratzinger renuncia a forzar a la argumentación? ¿Si sólo la fe abre el camino hacia la razón y al Logos que es Dios creador, cómo la razón queda a modo de plataforma común? Parece más que haya distintas razones, una razón cristiana, otra materialista, otra idealista, otra científica etc. y que todas estas razones tienen su criterio fuera de sí mismas: en la fe, en una decisión a favor del materialismo, idealismo o de lo que sea. El primado competiría más frente a estos presupuestos y opciones fundamentales que a la razón misma. 4. ¿Razón cristiana o razón racional a favor de la fe? Las objeciones de H. Verweyen Verweyen pretende observar un círculo vicioso en el raciocinio de Ratzinger – un círculo que efectuaría el problema expuesto, es decir, la idea de una razón cristiana que es un contratctio in adiecto21. En su lección inaugural y en sus otros escritos, Ratzinger otorga una función muy clara a la filosofía. La filosofía sirve a la demostración que a la fe cristiana compete una verdad universal y común en cuanto lo que coincide con la razón común del hombre puede reclamar legítimamente ser una verdad común, universal. Por lo tanto, la coincidencia de la idea cristiana de Dios con el concepto filosófico de lo absoluto garantiza la consistencia lógica y verdad universal de la fe en el Dios de Jesús. “La síntesis realizada por los padres de la Iglesia entre la fe bíblica y el espíritu helenista como representante … del espíritu filosófico en general era … necesaria,” afirma 21 Verweyen, Joseph Ratzinger, 31. 8 Ratzinger, “para traer a expresión la exigencia plena y la seriedad completa de la fe bíblica.” La “verdad filosófica pertenece … constitutivamente a la fe cristiana, y esto indica a su vez que la analogia entis es una dimensión necesaria de la realidad cristiana, y tacharla sería suprimir la exigencia propia que ha de plantear el cristianismo”. Para la mediación general de la verdad universal del cristianismo sirve la “razón de una validez general” 22 . Aunque esta razón de una validez general pertenezca constitutivamente a la fe cristiana, no pierde su identidad o propiedad como razón filosófica; tal pérdida de la integridad filosófica sería contra-producente para la prueba de la universalidad de la fe. Por eso Ratzinger subraya que no obstante de la unidad entre fe y razón queda la diferencia: “La filosofía sigue siendo más bien como tal lo otro y lo propio, a lo que se refiere la fe para expresarse en ella como en lo otro y hacerse comprensible.”23 Ahora, Verweyen argumenta, si es verdad que la filosofía sigue siendo lo otro y lo propio de la fe – a favor de la fe – no es posible que Ratzinger subordine la razón a instancias fuera de la razón, es decir, a la fe. Verweyen se refiere concretamente a las consideraciones de Ratzinger en las que se muestra bien la diferencia entre el Dios de la fe y el Dios de la filosofía, por ejemplo la no-religiosidad del Dios de los filósofos griegos: no se puede atrever “a apelar al absoluto en cuanto absoluto, en cuanto Dios”24. El monoteísmo bíblico se destaca diferenciado de esta concepción: el Dios único y absoluto de Israel es apelable porque se presenta en la historia humana. Por este motivo la razón filosófica y el concepto racional de Dios son sometidos a “necesarios acrisolamiento y transformación críticos” 25 . Verweyen plantea la pregunta ¿Qué significa “transformar la razón”, transformarla por las exigencias de la fe, para generar una razón con la etiqueta cristiana? Si es así, ¿cómo esta razón cristiana puede servir todavía como razón de una validez general? La única etiqueta correspondiente a la razón de una validez general y no particular parece ser racional, sólo la razón racional queda lo otro verdadero de la fe cristiana. Verweyen observa una concepción conflictiva y contradictoria de la relación entre fe y razón en el pensamiento de Ratzinger. El círculo vicioso es que por un lado la razón general debe servir a la demostración de fe, y por otro lado la fe misma tiene que trasformar esta razón para que ella pueda servir bien a la fe, lo que significa El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, 10. 23 El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, 31. 24 El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, 25. 25 El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, 31s. 9 particularizar la razón, quitar su alteridad frente a la fe. Según Verweyen, una solución sólo queda: reconocer la autonomía de la razón a favor de la fe, reconocer la autonomía de la razón como la modernidad la ha desarrollado. Verweyen reconstruye también la toma de posición crítica de Ratzinger frente a Karl Rahner y cuya tentativa de una mediación entre la concepción moderna del sujeto y de la libertad, reconstruye la crítica de Ratzinger a la metodología moderna de la exégesis, para resumir que al pensamiento de Ratzinger le falta una decisión clara a favor de los tiempos modernos y a sus concepciones fundamentales en las humanidades 26. Ratzinger quedaría demasiado vinculado a la idea de la llamada dialéctica de la ilustración (Max Horkheimer, Theodor W. Adorno) según la que la autonomía y emancipación buscada y entendida han provocado sólo nuevas formas de dependencias y heteronimias contradictorias. También Jürgen Habermas con que el Cardenal Ratzinger discutió en el mes enero del año 2004 sobre condiciones y presupuestos pre-constitucionales 27 , se mostró decepcionado por la crítica de la edad moderna en el discurso de Papa Benedicto a Ratisbona28. Verweyen diagnostica además una tendencia posmoderna en el pensamiento de Ratzinger porque en la Introducción al cristianismo el autor subraya la dependencia del conocer humano del lenguaje y de la cultura. Criticando la filosofía cartesiana y trascendental y su idea del sujeto autónomo, Ratzinger escribe: “Recordamos que nuestra vida espiritual depende por completo del lenguaje y que éste no es el de hoy, que se remonta a mucho más atrás, que está condicionado por la historia y por ella llega a nosotros como requisito indispensable de nuestro momento presente, es más, como parte permanente de él.”29 Según Verweyen hay elementos parecidos entre lo que afirma Ratzinger, y el lingustic turn de la filosofía, típico para la filosofía posmoderna, típico para la tesis de la teología pluralista de las religiones que se refieren a la historia, la cultura y al lenguaje para justificar la idea que ningún hombre pueda conocer si lo absoluto es personal o no. La percepción personal o impersonal de lo absoluto dependería del lenguaje en que el hombre percibe, interpreta y piensa30. 26 Verweyen, Joseph Ratzinger, 99-113. Joseph Ratzinger / Jürgen Habermas, Dialéctica de la secularización. Sobre la razón y la religión, ed. Florián Schuller, Madrid 2006. 28 Jürgen Habermas, Ein Bewusstsein von dem, was fehlt. Über Glauben und Wissen und den Defaitismus der modernen Vernunft, en: Neue Zürcher Zeitung, del 10 febrero 2007. 29 Introducción, 207. 30 Cf. las consideraciones de Ratzinger contra las ideas de la teología pluralista de la religion en Fe, verdad y tolerancia, 73-97,106-112. 27 10 Lo que el discípulo de Ratzinger, Verweyen, expone se puede encontrar igualmente, sólo con pocas modificaciones en lo que otros autores intentan, como Ratzinger mismo, buscar razones y estrategias intelectuales contra la dictadura del relativismo y contra una posmoderna razón débil para estabilizar el dogma cristiano. (O términos medievales: a estos autores parece que el programa de la nueva evangelización en los tiempos posmodernos se realiza más por una opción tomista, dominica que por la opción franciscana en la tradición de Buenaventura o Juns Duns Scoto; pero su método no es ontológico, sino trascendental). Menciono aquí al filósofo católico Klaus Müller31 de Münster, lugar al que Ratzinger se trasladó después su comienzo en Bonn; puedo añadir a mi estimado colega de Dogmática en Bonn, Karl-Heinz Menke y con él a toda la notable escuela de Thomas Pröpper, con exponentes como Georg Essen o Magnus Striet que, a partir de la filosofía de Johann Gottlieb Fichte, Hermann Krings y Dieter Henrich, intentan de desarrollar una filosofía de la libertad32 que Ratzinger mismo reclama en su Introducción al cristianismo como característica del cristianismo33. Bastante astuto, Verweyen cita la encíclica Fides et ratio cuya intención y contenido el cardenal Ratzinger propagaba en todo el mundo. A Verweyen, le gustan las palabras positivas de Papa Juan Pablo II sobre “los descubrimientos fundamentales del pensamiento moderno y contemporáneo” y los filósofos que se muestran fieles “a la exigencia de autonomía del pensamiento filosófico”34. Entonces: ¿Podría leerse, el Papa Juan Pablo II, amigo y protector de la exigencia de la autonomía del pensamiento filosófico fuerte “contra” el Papa Benedicto XVI, amigo de una exigencia de autonomía relativista y reducida del pensamiento débil? ¿Cómo salvar al Papa Benedicto XVI con la idea expuesta en su encíclica según la cual la revelación de Dios abre nuevos horizontes a la vida 31 Pars pro toto: cf. Klaus Müller, Wieviel Vernunft braucht der Glaube? Erwägungen zur Begründungsproblematik, en: Fundamentaltheologie. Fluchtlinien und gegenwärtige Herausforderungen, ed. Klaus Müller, Regenburg 1998, 77-100, en particular 79-81. 32 Un resumen de estos planteamientos presenta Müller en su artículo Wieviel Vernunft braucht der Glaube? 33 Introducción, 134. 34 Juan Pable II, Fides et ratio (1998): “Considero que quienes tratan hoy de responder como filósofos a las exigencias que la palabra de Dios plantea al pensamiento humano, deberían elaborar su razonamiento basándose en estos postulados y en coherente continuidad con la gran tradición que, empezando por los antiguos, pasa por los Padres de la Iglesia y los maestros de la escolástica, y llega hasta los descubrimientos fundamentales del pensamiento moderno y contemporáneo. Si el filósofo sabe aprender de esta tradición e inspirarse en ella, no dejará de mostrarse fiel a la exigencia de autonomía del pensamiento filosófico. (n° 85) Cf. Verweyen, Joseph Ratzinger, 147. 11 humana 35 y - podemos añadir - también a la razón humana, sin promover una relativización de la razón como razón solamente particular, de la fe cristiana? 5. La razón personalista y estática en Ratzinger Verweyen analiza muy precisamente que ya durante su estudio, Ratzinger se orientaba hacia la filosofía personalista de la tradición judía y cristiana, ilustres nombres son Martín Buber y Friedrich Ebner 36 . Con referencia al filósofo del Romanticismo de Munich Franz von Baader, Ratzinger propone un concepto del sujeto humano que es determinado por su intersubjetividad y receptividad. En forma programática, Ratzinger se refiere a la formula baaderiana Cogitor, ergo sum37 – en correspondencia al mencionado ser pensado de toda la creación. A cada Cogito del sujeto precede el Cogitor. Por eso el Tú divino está más cerca al sujeto que el sujeto a si mismo. En su concepción del sujeto Ratzinger escucha al maestro de su disertación, a san Agustín que en sus Confessiones confiesa a Dios: “eras interior intimo meo et superior summo meo”. Este dicho es un eco de san Pablo que profesa “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gal 2,20). Para mostrar que Cristo en su relación extática con Dios Padre coincide con el cumplimento del hombre y que el misterio de la antropología es la cristología, Ratzinger define al ser humano como el ser que “tanto más está en sí cuanto más está en los otros” y añade la doble sentencia: “El hombre sólo llega a sí mismo cuando sale de sí mismo. Sólo accede a sí mismo a través de los demás y estando con los demás.” Ratzinger aplica esta idea de la intersubjetividad a la relación con Dios: “Si el otro es simplemente alguien, puede ser también su propia perdición.” Por eso Ratzinger concluye expresándose así, como el padre de la teología dialéctica, Karl Barth: “El hombre está orientado al otro, al verdaderamente otro, a Dios, y cuanto más está en el totalmente otro, es decir, en Dios, tanto más está en si mismo. Por tanto, el hombre es plenamente él mismo cuando deja de ser él mismo, cuando de afirmarse, cuando no se encierra en sí mismo y deja de afirmarse, cuando es pura apertura a Dios.” Ahora parece plausible la conclusión cristológica: “Cristo es el Benedicto XVI, Deus Cartias Est n°1: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.” 36 Cf. Verweyen, Joseph Ratzinger, 29; cf. Ratzinger, Mi vida, 55s. Podemos añadir el nombre de Emmanuel Levinas que, criticando el planteamiento trascendental e idealista, desarrolla el primado ético del Tú que precede a cada exigencia del sujeto. En el contexto de teología hay mencionar sin dudad a Hans Urs von Balthasar que despliega la misma idea en el contexto de una teología estética: el sujeto se despierta por ser llamado y amado. 37 Introducción, 206. 35 12 que se transciende por completo a sí mismo y por eso es el que verdaderamente llega a sí mismo.”38 Ratzinger se refiere aquí a una reflexión de san Agustín que medita las palabras paradójicas de Jesús: “Mea doctrina non est mea” (Jn 7,16) y propone la relectura “yo no soy mi puro yo; yo no soy mío, sino que mi yo es de otro” 39. Por eso Jesús es la palabra del otro, del Padre, así Jesús es sí mismo predicando su propia doctrina. Ratzinger traduce esta identidad de Cristo en categorías antropológicas: “Lo más propio, lo que en último término nos pertenece, nuestro propio yo, es al mismo tiempo lo menos propio, porque no lo hemos recibido ni de nosotros ni para nosotros. El yo es a la vez lo que tengo y lo que menos me pertenece.”40 Por eso corresponde a la naturaleza humana y no es expresión de una falsa heteronomía que el Jesús del evangelio de Juan profesa: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.” (Jn 4,34) Pensamientos parecidos encontramos también en los escritos sobre temas éticos de Ratzinger en los cuales intenta hacer evidente que el hombre en su conciencia está esencialmente abierto al otro, a normas, que pueden justamente formar y educar su conciencia sin provocar una simple heteronomía. Ratzinger señala (basándose en Rm 2,1-15) que “el propio yo es el lugar de la auto-superación más completa en el que somos tocados por Aquél del que venimos y al que vamos.”41 Ahora se plantea la pregunta, ¿si esta concepción alternativa del sujeto, de la razón y voluntad humanas es nada más que una contraposición que nace de una intuición distinta, quizás ya de la fe, de la cristología? ¿Si la razón es algo común, si ella es de una validez general y si la evangelización presupone esta razón universal, cómo justificar esta concepción del sujeto personalista, de una razón extática que propone Ratzinger?. Justificar esto coincide con el deber de demostrar que la razón tiene ya en sí misma el criterio para la verdad – dentro de lo que Ratzinger expone -, o que no existe una razón común, sólo razones. La posmodernidad empieza, donde la razón pierde su unidad universal y se divide radicalmente en una pluralidad de razones sin un punto común. En cambio, la modernidad conserva la unidad de la razón, lo que significaría que la idea cristiana del primado del único Logos verifica la modernidad del cristianismo. 38 Introduccion, 197. Introduccion, 161. 40 Introduccion, 161. 41 Verdad, valores, poder, 68. 39 13 6. Mediación sistemática: el fondo interior de la autonomía Empiezo, primero, con la idea moderna del sujeto autónomo, infranqueable e incondicionado y me refieré a unas consideraciones de Klaus Müller. Así está claro que no quiero solamente explicar una contraposición. Una reflexión trascendental nos muestra muy bien que el sujeto humano posee estas características porque sin estas ya no podemos saber algo de lo que significa heteronomía y ser condicionado. Por eso el sujeto es auto-referencia, autoconciencia o, como dice Ratzinger, es espíritu, es decir un “ser que se comprende a sí mismo”42, es razón, es un Cogito como lo dice René Descartes. Las consecuencias éticas son ya evidentes. Si el hombre es referencia a sí mismo, no se puede someter al hombre a otras referencias reduciéndolo a un medio secundario para alcanzar un fin superior. Muy justo Kant afirma que: “el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como fin.”43 Segundo: Klaus Müller analiza precisamente el comienzo del sujeto en su autoposesión racional. Dice que el sujeto empieza con el sí mismo, pero no se comienza a sí mismo. “Así como sé ciertamente, que intento a mi mismo diciendo Yo, así sé con certeza, que no dispongo de la aparición de este saber de mí mismo”. Sé “que despierto en este saber de mí mismo”. El primer saber de mí mismo “me pasa”, “me ocurre”, “me encuentro sabiendo de mi mismo”44. En consecuencia, Müller prueba la tesis de Agustín y de Ratzinger: Soy Yo, pertenezco a mí mismo sabiendo de mí mismo, e igualmente no pertenezco a mí en cuanto yo no empiezo mi saber de mí mismo, sino tengo un “de-dónde” que me precede, de lo que no puede disponer. Podemos traducir este auto-análisis del sujeto muy bien en las ya mencionadas categorías cristológicas: Mea doctrina non est mea. Además es evidente, según Müller, que el otro, que este de-dónde no puede sólo ser otra conciencia. Conclusión: la auto-conciencia del sujeto infranqueable e insustituible presupone una razón absoluta que no se manifiesta inmediatamente en la conciencia, pero sí en el acontecimiento imprevisto de la aparición de ella a sí 42 Introduccion, 133. Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, México 2003, 48. 44 Müller, Wieviel Vernunft braucht der Glaube?, 99s. 43 14 misma. Müller dice que Dios se da y se revela indirectamente a la conciencia como “Innengrund”, como “fondo interior”. A partir de la idea del sujeto autónomo, llegamos por consiguiente a la intuición de Franz von Baader que Ratzinger cita: el cartesiano Cogito ergo sum presupone un Cogitor. Como “fondo interior” de la conciencia que piensa a mí constituyéndome como Cogito, como ser que se comprende a sí mismo - este fondo me es lo más interior, anterior y superior a mí mismo que yo. De la idea del sujeto autónoma llegamos consiguientemente a la comprensión agustiniana de la inmanencia trascendente de Dios en el yo humano. Si tomamos, como lo hacemos, siempre en el punto de partida de nuestra reflexión al sujeto autónomo, reconocemos a nivel epistemológico siempre el sujeto como instancia decisiva, no una instancia fuera del sujeto, fuera de su razón. Por lo tanto no hemos condicionado la razón por las exigencias cristológicas o cristianas, nos hemos quedado siempre al nivel de la razón de una validez general. Después de estas sencillas reflexiones, parece posible que podemos mostrar la modernidad del concepto de sujeto y de razón que Ratzinger propone en sus obras. No es posmoderno proponiendo sólo una lógica o narración limitadas, una razón cristiana encerrada en sí. Se atreve a mostrar que la razón de una validez general coincide con la razón cristiana, lo que parece posible. Tampoco caemos en un relativismo del pensamiento débil, si hablamos de condiciones culturales del sujeto y de su razón. 7. Habilitación cultural y lingüística de la razón racional Si el sujeto se descubre como un saber despertado, se sabe entonces, como ser finito, como un ser entre otros. Además su despertar indica que su comprensión de sí mismo empieza, por así decir, con su contrario, con una dimensión que es caracterizada por un ser que Ratzinger llama simplemente un ser “que no se comprende por sí mismo”, que es la materia45. El espíritu humano llega a sí mismo por la materia, por los sentidos actuados por parte de los otros, del ambiente. Por este motivo podemos decir que también los otros y el mundo material son fondos interiores (relativos, condicionados, finitos) que, despertándonos, nos están más cerca a nosotros que nosotros a nos mismos. Llegamos entonces a la conclusión: Si pertenezco más a Dios y al otro que a mi mismo, si me poseo siendo poseído, si Dios y el otro me están más cerca a mí que yo a mí mismo, resulta que la relación 45 Introduccion, 133. 15 concreta con Dios (historia de la salvación: gracia y pecado) y la historia y la cultura me están también más cerca de lo que yo estoy cerca a mí mismo. Estas distintas formas de alteridad forman parte de mi infranqueable intimidad pre-reflexiva, de mi formalidad sujetiva incondicionada, las cuales no la destruyen o relativizan, sino que la posibilitan en su actualidad. Es decir, la referencia a la intersubjetividad y corporeidad del hombre, que Ratzinger subraya justamente contra cada unilateralidad idealista y antropología dualista 46 , no coincide necesariamente con una antropología y epistemología relativista. Ratzinger estudia las culturas concretas para mostrar cómo ellas posibilitan que el hombre llegue a la compresión del primado del Logos y de sus implicaciones47. No se trata de demostraciones a priori, sino de descripciones a posteriori que, sin embargo, revelan un a priori: lo que del sujeto y de su razón dé una validez universal. Por otro lado, si puede hacer un paso atrás a Verweyen: él mismo, por supuesto, usa lenguaje y conceptos. No parecen relativizar su argumentación - ¿por qué sí en el caso de Ratzinger? Según G.W.F. Hegel, el proyecto de una fundamentación última, infranqueable, presupone también la deducción de los conceptos y categorías en que y con que pensamos. Por este motivo, Hegel critica a Kant el haber olvidado una demostración deductiva de las categorías trascendentales, las habría simplemente sacado de la tradición – es decir – del contexto cultural48. No se puede ver dónde, Hansjürgen Verweyen o Klaus Müller o los otros que critican la tendencia posmoderna en Ratzinger, presentan una deducción última de la lógica, de los conceptos y categorías que emplean. Aceptan los conceptos empleados como algo inevitable para pensar – conceptos de la cultura europea, idealista. No siguen el camino de Hegel porque no aceptan un idealismo absoluto que trata de fundar y deducir todo el saber, tanto los instrumentos del saber como los conceptos y categorías desde una primera categoría que no presupone nada y es de una radical, vacía indeterminación - no aceptan este planeamiento con referencia a la finitud del conocer humano. Por eso presuponen la idea, de hecho, sin fundamentación última, en la que los principios cognoscitivos y los conceptos, existen en un lenguaje histórico, posibilitando una – digamos – relativa fundamentación última e 46 Cf. Introduccion, 205-210. Cf. Fe, verdad y tolerancia, 60ss, 168-175. 48 Michael Schulz, Sein und Trinität. Systematische Erörterungen zur Religionsphilosophie G.W.F. Hegels im ontologiegeschichtlichen Rückblick auf J. Duns Scotus und I. Kant und die Hegel-Rezeption in der Seinsauslegung und Trinitätstheologie bei W. Pannenberg, E. Jüngel, K. Rahner und H.U. v. Balthasar (Münchener Theologische Studien II/53), St. Ottilien 1997, 145. 47 16 infranqueable de la razón y del saber. Pero esta relatividad no coincide con un relativismo, sino más bien con un realismo respecto a la capacidad cognoscitiva del hombre. Ratzinger hace lo mismo, y pienso lo hace mejor: él se da cuenta de estas dependencias distintas que posibilitan el conocer humano. 8. La tercera vía de la sabiduría Me parece que hay siempre una trampa epistemológica: o deducción última, autonomía y razón absoluta, pensamiento hiper-fuerte o en cambio relativismo, desesperación frente a la verdad, pensamiento débil. Una tercera vía epistemológica saca las consecuencias del hecho que la conciencia se ha dado a si misma de forma pre-reflexiva por la alteridad. Esta auto-receptividad primordial implica que no podemos tampoco constituir la unidad originaria entre razón (pensar, conocer) y ser inteligible, podemos sólo recibir y reconstruir su realidad de forma indirecta – en forma de una prueba apagogica - excluyendo todas alternativas porque nos conducen a absurdos. Por eso, también pruebas metafísicas – como aquella de la existencia de Dios - no superan una forma indirecta, mediata. Otro ejemplo: la libertad humana. La tradición cristiana media la convicción de que la filosofía presenta argumentos necesarios y muy fuertes a favor de la realidad de la libertad humana. Pero justamente en el caso de la libertad es evidente, que cada demostración de su realidad tiene que ser aceptada liberalmente. La libertad es libre – primero en su relación a sí misma, puede afirmarse o negarse. A la libertad compete su libre auto-afirmación, claro, basándose en argumentos fuertes, confiándose a ellos, pero sin visión intelectual de su realidad, sin tenerla a mano como un simple objeto. Por lo tanto habrá siempre personas que la niegan, como en el caso del neonaturalismo que reduce libertad, ética y comportamiento concreto a la fuerza determinante del código genético, a la programación del cebero. Es exactamente el filósofo de la ética del discurso, Jürgen Habermas, que ve la problemática del neonaturalismo que destruye la base de su concepto de la ética del discurso - cada discurso no sería búsqueda racional de argumentos y de un consenso democrático, sino encuentro de programaciones neurológicos. Por eso acepta la posición de la Iglesia que defiende la libertad con argumentos racionales que ayudan a estabilizar la sociedad democrática. Pero los argumentos no pueden jamás imponer la afirmación de la libertad por si misma. ¿De qué naturaleza son estos argumentos racionales que no imponen, pero que indican razones y argumentos? 17 Me parece, ya que como profesor de teología y también como Papa, Ratzinger desarrolla una razón de forma sabia que está entre el pensamiento hiper-fuerte y el pensamiento débil. Es la forma benedictina, que se manifiesta ya en la regla del orden que no sale de deducciones, pero que resulta de experiencias constantes, bien reflexionadas, garantizando una vida bien ordenada en la luz del evangelio. Como hemos visto, Ratzinger no se decide completamente a favor de una visión matemática, geométrica e idealista del cosmos para poder presentar a Dios como el señor de las leyes naturales, de las ideas. Su estudio del concepto bonaventuriano de la historia de la salvación, intensificó su conciencia respecto a la libertad como origen principio del ser entero. Por otro lado, ni Ratzinger ni Benedicto XVI se presenta como amigo de una teología que identifique la libertad de Dios con arbitrariedad o despotismo49. Dios es Logos, es razón, es suprema sabiduría. Es decir, en la historia de la salvación hay una lógica, pero no deductiva, sino de sabiduría divina que ordena todo liberalmente con sentido. Por eso motivo Tomás presenta siempre argumentos de conveniencia cuando trata de la lógica de la historia de la salvación, no se refiere a argumentos necesarios. En esta tradición se mueve el pensamiento sapiencial de Ratzinger. Si la revelación de Dios abre un nuevo horizonte al hombre, como Papa Benedicto XVI explica en su encíclica, ella abre un horizonte para una profundizada comprensión de sí mismo – para el primado de Logos que es idéntico con la sabiduría. Por la experiencia del sujeto y de la razón con si mismos, el hombre sabe que este horizonte que la revelación abre, corresponde perfectamente a su naturaleza, que no permite ni una epistemología de un pensamiento hiper-fuerte, ni la concepción relativista del pensamiento débil. La razón sabia parece ser la razón racional de una validez universal. Ratzinger reconoce que hay patologías de la razón a causa de una equivocación de si misma. Por eso, motivos exteriores pueden ayudar para convertirse a sí mismo. Esto, sin embargo, no significa hacer depender la razón de una instancia externa, sino tale conversión de la razón corresponde a sí misma en cuanto es de una conciencia y de un sujeto que tiene un de-dónde absoluto y relativo. Si la razón niega su de-dónde absoluto, se obscurece a sí misma: tendrá más dificultad descifrar un sentido universal en el cosmos, en la vida humana. Pero el encuentro con un hombre en cuyas acciones se manifiesta una auto-entrega de lo de-dónde absoluto a favor de la humanidad puede efectuar una forma de anamnesis, como 49 Cf. el discurso en Ratisbona (Diálogo con un musulmán) 90; Benedikt XVI, Glaube und Vernunft, 21s. 18 Ratzinger expone en una dirección platónico-agustiniana 50 : un recordarse al despertar originario de la conciencia pre-reflexiva que incluye una percepción indirecta del fondo interior de la propia subjetividad. En esta perspectiva se puede, igualmente, bien entender la idea de un acrisolamiento de la razón, como una transformación respecto a comprensiones de lo de-dónde absoluto. El discurso sobre acrisolamiento y transformación de la razón presupone que ella misma puede entender y evaluar lógica, sabiduría y racionalidad de modificaciones. El criterio de verdad es la luz de su formalidad: la auto-referencia debida al divino fondo interior. El planteamiento de Ratzinger no se opone a los principios modernos, busca más bien, una convincente síntesis que supere posiciones extremas, respetando la finitud del sujeto – una finitud no encerrada en sí, sino abierta a lo que es su fondo trascendente, en partida permanente hacia el otro divino y humano. 9. La lógica del Logos universal hecho hombre Ratzinger basa su idea del primado del Logos en la teología de Justín, que identifica el Logos universal con Jesús de Nazaret. Ya en la Introducción al cristianismo, Ratzinger expone razones que muestran filosóficamente la posibilidad (“pensabilidad”) de esta identificación cuya realidad captamos sólo por la fe. Ratzinger invita a la consideración ¿cuál es la grandeza verdadera de Dios para llegar a la conclusión: más grande es lo que puede ser poseído por el más pequeño, es decir, por lo contingente y casual de la historia? Si la pequeñez de la historia pone límites insuperables al Dios ilimitado, en realidad, está limitado por estos límites, por la historia. En palabras hegelianas Ratzinger explica: El “espíritu ilimitado … supera lo ‘más grande’ porque para él es pequeño, pero cabe también en lo más pequeño. La superación de lo más grande, así como la penetración en lo más pequeño, constituyen la verdadera esencia del espíritu absoluto.” 51 En su segunda entrevista con Peter Seewald de 2000 el cardenal Ratzinger afirma: "Dios es tan grande que puede hacerse pequeño" o contingente. Conclusión: La idea cristiana, que el Logos universal puede unirse con una naturaleza limitada del hombre, corresponde en su racionalidad a la razón de una validez general. Para justificar la posibilidad de la revelación, Ratzinger escoge también un planteamiento antropológico, “de abajo”. Se refiere a una experiencia común que 50 51 Verdad, valores, poder, 68-71,74. Introduccion, 124. 19 corresponde exactamente al concepto de la conciencia pre-flexiva de Klaus Müller. Lo más precioso en la vida, es lo que no podemos hacer, lo que es don. Lo más valioso es el don del amor, que se da libremente), es decir, no necesariamente. Pero exactamente en y por esta no-necesidad, el amor es necesario. Lo que enseña la experiencia intersubjetiva, vale en forma analógica en el caso de la relación entre Dios y el hombre. Ratzinger señala que “el hombre no forja lo auténtico por sí mismo, … no es un producto, yo, sino una contrapartida que recibe como un don libre. Por consiguiente, nuestra relación con Dios no se funda al final en nuestros planes, en el conocimiento especulativo, sino en la positividad de lo que está ante nosotros, de lo que se nos da como positivo … Creo que esto nos permite realizar, por así decirlo, la cuadratura del círculo de la teología, es decir, nos permite mostrar la profunda necesidad de la contingencia aparentemente histórica de lo cristiano, el tener que de una positividad que, como acontecimiento venido de afuera, nos sorprende. Así se puede superar la contraposición tan recalcada por Lessing entre la vérité de fait (la verdad contingente del hecho) y la vérité de raison (la verdad necesaria de la razón). Lo contingente, lo exterior, es lo necesario para el hombre; su ser íntimo se abre cuando acepta algo que viene de fuera. En la historia ‘tiene que’ darse, con la necesidad de la libertad, la incógnita de Dios como hombre.”52 En otras palabras: es una verdad de una validez general que el hombre busca el Logos universal y absoluto como cumplimento de su vida, pero lo busca en su libertad, es decir, en un acto no-necesario, contingente con el que se dedica al hombre, busca lo universale concretum, el misterio de la encarnación. Esta concepción antropológica de la revelación corresponde perfectamente a la conciencia originaria que se recibe, que es don donado a si mismo. Consecuencia: Otra vez la razón humana tiene en sí misma el criterio para entender la posibilidad de la revelación como encarnación, como la presencia histórica del Logos universal, aunque sea verdad que de hecho sólo la revelación ya realizada abra el horizonte a esta reflexión, no obstante no pierde su integridad filosófica. Recorriendo unas pocas reflexiones del teólogo, obispo y Papa Joseph Ratzinger sobre fides et ratio es evidente cómo la idea del primado del Logos nos conduce al Logos de la razón, al Logos de la sabiduría y, por fin, al Logos del amor. Además es evidente cómo Ratzinger sabe sintetizar formas del pensar y razonar. Él muestra que 52 Introduccion, 224. 20 la razón racional de sabiduría coincide con un razón cristiana de la fe, sin perder su integridad. Esto es la consecuencia epistemológica que el Logos universal se ha hecho carne. Michael Schulz