Montevideo, 7 de febrero de 2000. Carta abierta sobre el Premio Fondo Nacional de Investigadores El conocimiento del fallo del tribunal de 10 investigadores notables, designados de común acuerdo entre el Ministro de Educación y Cultura y el Rector de la Universidad de la República para seleccionar los investigadores a los que se les otorgó el Premio, generó un importante debate. El que escribe comenzaba sus vacaciones y si bien siguió con atención el mismo y entendió que tenía aspectos en los que debía dar opinión, prefirió esperar la vuelta a Montevideo para hacerlo. Entiendo que en las cartas a la prensa y en lo escrito en Internet aparecen al menos dos categorías temáticas de críticas. La primera tiene que ver con el cuestionamiento a la selección del tribunal de notables, a la transparencia de su desempeño, a que se les asignara el Premio y aspectos por el estilo. La segunda cuestiona la falta de lineamientos que rigieran desde la selección del tribunal hasta su trabajo, de modo que el juzgamiento fuera no solamente justo en lo individual sino también en atender las diferentes áreas temáticas de investigación; a mi juicio, esta segunda categoría de cuestionamientos señala la carencia de una política nacional de ciencia y tecnología, que no ha podido ser establecida satisfactoriamente por la participación predominante de la Comunidad Científica en ésta y otras instancias. Sobre lo primero, solamente diré que a pesar de la discrepancia que expondré sobre el criterio predominante que manejaron los 10 notables, no dudo ni de su capacidad, ni de la ética de su accionar. Además, que estoy de acuerdo con que quienes fueron seleccionados y lo sean en el futuro, para tan delicada tarea, se hagan merecedores automáticamente al Premio. Sería muy malo que los que deben ser los más calificados no tengan derecho al Premio, porque se les adjudicó nada más ni nada menos que la pesadísima tarea de hacer la selección; fomentaría el que varios declinen hacerlo porque les interese competir por el Premio. Por lo tanto, debemos velar, especialmente los docentes universitarios, cogobernantes de la Institución, por que en la designación de estas personas no intervengan otros criterios que la excelencia académica y la balanceada representación de las diferentes áreas del conocimiento. También, estoy de acuerdo con el reclamo de muchos investigadores en cuanto a que los curriculum de los premiados sean publicados de alguna manera y como soy uno de ellos, entiendo que CONICYT y el Tribunal están autorizados a publicar el mío. Me interesa discutir lo segundo, con la tranquilidad de que lo que exprese no puede interpretarse como el desahogo de quien vio frustrada su fundada expectativa de recibir el premio. Tengo la triste distinción de haber sido el único Ingeniero Agrónomo al que le fue otorgado el Premio en la categoría III (en el grupo de notables que realizó la selección también había un destacadísimo colega, el Ing. Agr. Juan Carlos Millot). Si bien es una distinción que me place en lo personal, la califico de triste porque tengo el pleno convencimiento de que hay varios colegas Agrónomos con antecedentes como investigadores para también hacerse acreedores al Premio. En la Categoría II nos fue un poquito mejor, fueron premiados tres!! colegas, Nora Altier del INIA, Diego Piñeiro, de las Facultades de Ciencias Sociales y de Agronomía y Jorge Urioste, también de la Facultad de Agronomía. En la Categoría I nuevamente bajamos nuestra magra cosecha, fue premiado solamente el Ing. Agr. Pablo Chilibroste de la Facultad de Agronomía. De las Instituciones que realizan investigación relacionada al Sector Agropecuario (Facultades de Agronomía y Veterinaria, INIA, SUL, y dependencias de Investigación del Ministerio del ramo), solamente fuimos premiados 8 investigadores, representando el magrísimo 5,2% de los 153 premiados (incluyendo en esta cifra a los 10 notables que realizaron la selección). Habiendo estado vinculado laboralmente durante los últimos 9 años con el INIA, me sorprende mucho que haya recibido el premio solamente una investigadora (la arriba mencionada Ing. Altier) de todo el plantel de dicha Institución. Quizás muchos ni siquiera se hayan presentado porque preveían que pasaría lo que acabo de describir, aunque me consta que fueron más que la Ing. Altier los que lo hicieron. El resultado de esta premiación se puede interpretar de dos maneras: o la gran mayoría de los investigadores que trabajan para el sector Agropecuario son mediocres o se manejaron criterios de selección que desconsideraron sus méritos frente a los de otras áreas. El objetivo de esta carta abierta es fundamentar mi convencimiento de que ocurrió lo segundo y dar mi opinión de cómo intentar solucionar esto a futuro, ya que es una situación que también ha venido ocurriendo (aunque no con tanta crudeza) en otras instancias de asignación de recursos e incentivos para la investigación en ciencia y tecnología, como por ej. la definición de áreas de prioridad para la presentación de Proyectos a BID-CONICYT I, donde no tuvo prioridad la Investigación Agropecuaria, las propuestas iniciales de áreas de oportunidad para BIDCONICYT II y la última selección de recipientes del régimen de dedicación total en la Universidad de la República. Según información recientemente hecha pública por CONICYT, recibimos el premio el 21,5% de los aspirantes, pero el 46,9% tuvo méritos suficientes y no pudo ser premiado por falta de recursos. Entonces, el primer problema se genera en lo exiguo del monto destinado al Fondo, que como bien señalaba en un artículo publicado en La República hace unos días el Profesor Errandonea, surge de que se creó el Fondo por Ley pero sin asignación presupuestal (se legisló una expresión de deseo), liberado a las “economías” que pudieran asignársele. Afortunadamente el Ministro Fau decidió poner un millón de dólares del Presupuesto del su Ministerio en 1999, pero no se sabe de donde saldrán los fondos que ahora se han asignado como premios a personas concretas para este año y el que viene. Dicho sea de paso, a la fecha, solamente han podido cobrar el premio correspondiente a 1999 los recipientes del mismo en la categoría II; los de las categorías I y III seguimos aguardando, con la esperanza de que sea cierto lo de la estabilidad económica del país y no ocurra un cambio drástico en la cotización de nuestra moneda mientras tanto. De todas maneras, vivimos en el Uruguay y sabemos que muy difícilmente se pueda contar a futuro con recursos como para premiar a todos los que tienen méritos suficientes. Esto significa que se deberá seguir optando entre investigadores calificados. Entonces, los criterios de cuantificación y priorización de méritos pasan a ser el tema crucial en lo que al Fondo se refiere. Arriba decía que la primera posibilidad de interpretación que el resultado sugiere es que la gran mayoría de los investigadores en la temática del sector agropecuario son mediocres. En mi criterio, esto debería demostrarse por la falta de resultados de significación de su trabajo, veamos algunas evidencias en contrario. Empezando por nuestros colegas universitarios que constituyen la profesión de la Medicina Veterinaria, nuestro país fue el primero en la Región en sacarse el problema de la Fiebre Aftosa, barrera hasta entonces infranqueable para la colocación de nuestras carnes y sus subproductos en muchos mercados. No conozco en detalle la historia (de largos años) en la que se obtuvo este gigantesco logro, pero me imagino que varios investigadores del Rubino-MGAP, de la Facultad de Veterinaria y de los laboratorios privados deben haber realizado un trabajo muy destacado, ya que dicho resultado no es explicable solamente por importación de tecnología y conocimiento generados fuera del país. En el ámbito de la Veterinaria, seguramente deben existir otros ejemplos de excelentes resultados de investigación que desconozco. 2 En el campo de la Agronomía, concretamente en mi área de Suelos, el Uruguay es uno de los pocos países del mundo que posee cartografía y caracterización de suelos a tal escala de detalle que todos los padrones catastrales del país tienen un mapa de suelos, lo que posibilitó hace unos años, basar en dicha información toda la tributación a la tierra. Actualmente, luego de profundos cambios en la política tributaria a la tierra, continúa basado en dicha información el principal tributo que es la Contribución Inmobiliaria. Obviamente que dicha información sirve para mucho más que fines fiscales, como por ejemplo la planificación del uso y manejo de los suelos o la extensión de resultados de investigación obtenidos sobre ciertos suelos a todos los suelos semejantes. Ejemplo de planificación nacional basada en esta información fue la selección de las unidades cartográficas de suelos declaradas de prioridad forestal en el inicio del Plan Forestal (con posterioridad, y en base a otros criterios, se incluyeron unidades de prioridad forestal muy discutible). La información mencionada sobre los suelos que posee el país es de tal valor y ha tenido tanta difusión, que el Indice CONEAT que de ella se derivó para los fines fiscales indicados, es la principal variable que guía el precio en el mercado de tierras del país. Este trabajo fue realizado en convenio por equipos de investigación de la Facultad de Agronomía y el Ministerio de Ganadería y Agricultura desde mediados de los 60 y continúa actualizándose. En el terreno productivo, es reconocido el liderazgo de Uruguay en la tecnología de producción arrocera, desde los materiales genéticos hasta el manejo del cultivo, tecnología que es utilizada no solamente en Uruguay, sino también por productores de punta de Argentina y el sur de Brasil, varios de ellos asesorados por Agrónomos uruguayos. La labor de los investigadores de INIA-Treinta y Tres en este desarrollo, durante los últimos 25 años, es ampliamente reconocida por nuestra profesión y por el sector arrocero. La producción lechera del Uruguay, junto con la Neozelandesa, son las campeonas mundiales en productividad; ambos países tienen el costo de producción por litro de leche más bajo del mundo. Este proceso ha sido progresivo en los últimos años, en los que se han ido dando bajas del precio de la leche pero en los que el sector lechero ha respondido aumentando la producción por incorporación de tecnología, que le permitió diluir costos para mantener margen de ganancia. Esto no se ha basado en importación y simple adaptación de tecnología extranjera, lo que se demuestra por el hecho de que, como dije, tenemos la mejor productividad de leche del mundo. Esos mejores resultados indican la creación de una tecnología nacional y su exitosa transferencia a los productores, a través de sus técnicos asesores y no es mérito exclusivo de la Agronomía, sino también de la Medicina Veterinaria. En la década de los 90, se inició una experiencia inédita para nuestro país en la producción de cebada cervecera. Se creó la “Mesa de la Cebada”, integrada por todas las empresas cerveceras del país, el INIA y la Facultad de Agronomía, habiéndose integrado luego el LATU en aspectos de la calidad industrial de la cebada. Esta mesa discutió, identificó y priorizó los temas que requerían investigación y las empresas realizaron la mayor contribución de financiación de los trabajos. Se desarrollaron variedades de cebada y se atacaron problemas de manejo, entre los que se destaca el de la fertilización nitrogenada. Esta es crucial para obtener altos rendimientos, pero si es excesiva determina grano con exceso de proteína, que lo elimina de ser industrializado y lo lleva a comercializarse para ración a un precio muy inferior. Como está cerca de mi especialidad y tengo conocimiento directo del equipo que desarrolló el trabajo, puedo afirmar que este crucial problema fue solucionado con el desarrollo de una tecnología nacional original, estando el sector de la industria muy satisfecho con los resultados logrados, que insumieron años de investigación de campo por todo el Litoral, con la realización de varias decenas de ensayos por año y el correspondiente apoyo de laboratorio. Me consta que el líder de este trabajo concursó y no obtuvo el Premio. 3 Podría seguir aburriendo a los lectores de esta carta con más ejemplos, como los logros en mejoramiento genético animal, en mejoramiento genético vegetal, en producción y manejo de pasturas, en producción de cultivos para grano, pero creo que los mencionados son suficientes para este planteo. En síntesis, todos deben haber oído que en los últimos años el sector agropecuario ha realizado inversiones como nunca lo había hecho en el pasado. Ello quiere decir que ha incorporado tecnología con los resultados que muestran las estadísticas nacionales de muy importantes aumentos de productividad en todos los rubros. Dicha tecnología fue mayoritariamente desarrollada en el país (a diferencia de la que se utiliza en otros sectores, en los que mayoritariamente se importa) sobre un muy importante trabajo de investigación nacional, llevado adelante por investigadores uruguayos. Desde luego que no todos los investigadores dedicados al sector tienen nivel de excelencia, como ocurre en todas las áreas. Pero estoy muy seguro que tienen nivel de excelencia muchos más que los escasísimos que fuimos premiados. Mi interpretación es que el criterio de evaluación utilizado para la asignación del premio no hizo justicia a los excelentes resultados que han alcanzado. Pasemos entonces a discutir este punto. Si bien no conozco a fondo a los diez destacados investigadores a los que se les confió la pesada tarea de calificar y ordenar los 712 aspirantes en las tres categorías, por el resultado es fácil inferir que predominó la priorización de los méritos usuales en ciencias básicas, con un enorme peso de la publicación en revistas internacionales arbitradas. Yo no voy a discutir la validez de dichos méritos sino argumentar, con el mayor énfasis, que este criterio predominante discrimina a la investigación aplicada y no se ajusta a las necesidades de los contribuyentes (el país), que son los que financian con su pago de impuestos tanto los salarios, los incentivos como este Fondo Nacional de Investigadores y los proyectos de investigación aprobados por la CSIC de la Universidad, por BID-CONICYT y por otros proyectos oficiales. El Ing. Millot me ha comentado el escaso o nulo valor que varios de los 10 notables atribuyen a la publicación científica y técnica en el país e inclusive en ámbitos regionales o latinoamericanos. Valoran la publicación en revistas internacionales (generalmente en inglés y de circulación restringida a los científicos de la disciplina de la revista) pero no valoran la que hace llegar los resultados a los uruguayos a los que les deben ser útiles. Menos aún son proclives a considerar resultados evidentes, como los que cité como ejemplos, si ellos no están documentados en publicaciones arbitradas. Los investigadores en temas aplicados tenemos como primeros jueces y evaluadores a los que nos financian y a los que gobiernan las Instituciones en las que trabajamos. Si el resultado de nuestro trabajo no llega al auditorio que interesa (en el caso de la investigación en la agropecuaria a los Técnicos extensionistas y asesores de los productores y también directamente a estos) se nos califica negativamente, perdemos fuentes de financiación de proyectos y corre peligro nuestra estabilidad laboral. Por lo tanto, la documentación usual de nuestro trabajo reside en publicaciones nacionales, obviamente en Español, cuya calidad habría que consultarla a sus usuarios (y es posible hacerlo). Entonces, es como que nosotros jugamos al truco y se nos aplican las reglas del póker. Estoy convencido que yo fui elegido porque a pesar de que la enorme mayoría de mis trabajos están publicados en Uruguay y algunos en Latinoamérica, tengo también algunos en journals arbitrados de los EEUU, obviamente en inglés. Es decir, soy jugador de truco pero alguna vez me entreveré en una mesa de póker. La última prueba de este convencimiento fue el encontrar en las dos copias de mi curriculum que me fueron devueltas al notificarme del fallo, que lo único subrayado eran precisamente esas publicaciones en journals arbitrados de los EEUU. Como creo que el problema motivo de esta carta no ocurre con exclusividad en el campo de la investigación agropecuaria, sino también en todos los que hacen énfasis en investigación aplicada o tecnológica (me pregunto si habrá algún premiado entre los creativos especialistas en 4 informática que han llevado a que el país exporte 70 millones de dólares en software), entiendo que no se pueden seguir aplicando recursos de los contribuyentes (por más exiguos que ellos sean) a ciencia y tecnología, sin una política definida que establezca claros criterios de prioridad. En realidad, creo que todo el problema que estoy planteando tiene su origen en que el país no posee una clara y definida política de ciencia y tecnología, la que debería ser un tema “de estado”, ya que debe proyectarse en el mediano y largo plazo. Ella se traduciría en que cada vez que se asignen recursos, se establezcan las proporciones de los mismos que deban destinarse a las diferentes áreas del quehacer científico-tecnológico, pudiendo llegar en algunas instancias a dejar completamente fuera a algunas áreas. Además, estableciendo que en investigación aplicada lo que tiene más peso como mérito es lo que se hizo llegar a los usuarios. Todos hemos escuchado durante la campaña electoral reciente que, sin excepción, los candidatos dijeron que el futuro del país y de cada uno de sus ciudadanos depende del conocimiento. Que en el competitivo mundo del presente y del futuro la llave del éxito está en el conocimiento. El Presidente electo fue uno de los más enfáticos y fundamentó su designación de nuestro Decano de Agronomía como Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en que “representa el conocimiento”. Cuando hablamos de investigación en ciencia y tecnología es de la creación de dicho conocimiento de lo que estamos hablando. Pero cuando se comienzan a perfilar algunas políticas del nuevo gobierno, se nos anuncia que el país tendrá un nuevo Ministerio, en un área tan importante para el bienestar de la sociedad como lo es el Deporte. En cambio, no se escuchan anuncios para potenciar la ciencia y la tecnología en cuanto políticas que la fomenten y sobre todo, la guíen. No estoy reclamando que se abandone la idea de tener un Ministerio de Deportes para pasar tener uno de Ciencia y Tecnología (aunque me parece que lo que el Deporte requiere, como toda la Educación, es mejor Presupuesto y no nuevos gastos en nuevas estructuras burocráticas), pero por lo menos aspiro a que de alguna manera el nuevo Gobierno se preocupe por desarrollar una política ejecutiva en Ciencia y Tecnología y le otorgue al CONICYT un lugar menos secundario que el que hoy tiene dentro del Ministerio de Educación y Cultura y también una asignación presupuestal que la saque del rol predominante de administradora de fondos del BID. Aspiraría a que al menos, al lado del Presidente, por ejemplo en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, existiera un nexo directo con el Ejecutivo, de donde emanen las prioridades y se coordine su implementación con el CONICYT. De esta manera, la decisión sobre los criterios con los cuales cuantificar y priorizar los méritos de investigadores y de proyectos, discriminados por Areas con diferente prioridad, con asignación de recursos también discriminada en base a la política que se fije, será menos dependiente de la Comunidad Científica, que como lo evidencia todo lo que he expuesto, no la resuelve correctamente por sí sola . Obsérvese que la integración de la Comisión-Tribunal de 10 notables que hizo la tan cuestionada selección estuvo integrada por 9 que propuso la Universidad de la República y 1 que propuso el Ministerio. La Universidad, tengo entendido, había propuesto los 9 nombres no para que se los aceptaran todos, sino para que se escogiera de entre ellos de acuerdo con el Ministro, que se suponía propondría varios. Pero ocurrió que propuso solamente uno, dejando de hecho la selección en manos de los designados por la Universidad. Esta es la prueba del 9 de que el Ejecutivo saliente no tuvo una política definida de lo que esperaba generar con el Premio, que deriva de no tener una política de ciencia y tecnología. El Fondo se echó a andar porque el Ministro Fau tuvo la sensibilidad de asignarle algunos recursos, por intuir que se trata de algo importante, no por tener una política clara y definida sobre a que fin conducirlo. Por lo que acabo de decir, discrepo con la opinión de varios colegas investigadores de acuerdo a lo aparecido en la Prensa y en Internet, según la cual solamente deben decidir sobre Ciencia y Tecnología los Científicos. Creo que, como en tantas otras cosas, aquí se aplica aquel 5 sabio razonamiento del estadista francés Clemenceau, cuando dijo que la guerra es un asunto demasiado serio como para dejarlo exclusivamente en manos de los generales. Entiendo que de alguna manera debe participar la representación de los contribuyentes y esta, de acuerdo a nuestra Constitución, la ejercen quienes fueron electos por la ciudadanía. Por otra parte, el opinar que solamente los científicos nos podemos juzgar a nosotros mismos implica un acto de soberbia hacia el resto de la sociedad que nos financia. Más grave es la postura de solicitar (seguramente con la mejor intención de lograr transparencia) que los juzgamientos los realicen exclusivamente "evaluadores externos o extranjeros". Esto, además de un desprecio a las capacidades existentes en el país, significa claudicar de nuestra capacidad soberana de decidir que es lo que más nos conviene, corriendo el riesgo de que nuestras líneas de trabajo de investigación se transformen en peonas de las establecidas en los centros extranjeros dominantes (por masa crítica y asignación de recursos) en generación de conocimiento. Entre lo que apareció en la Prensa (concretamente en El País) sobre la polémica que desató el fallo, el investigador premiado del Clemente Estable Federico Dajas decía que le es muy difícil tener que optar entre "la excelencia de una investigación que no le sirve al país, o un trabajo insuficiente sobre un área que el país necesita". Si además del distinguido colega interviniese en la decisión un representante de los contribuyentes, creo que le despejaría la duda eligiendo lo útil a la sociedad sobre lo excelente pero no útil. Y seguramente, entre ambos, acordarían indicarle al o los proponente(s) del proyecto “útil” que su propuesta se aprueba condicionada a levantar las observaciones sobre su insuficiencia, que generalmente consistirá en agregar al equipo de trabajo las capacidades (humanas y materiales) faltantes. Esto, además, fomentaría la relación interdisciplinaria e interinstitucional, llevando a que la excelencia de muchos investigadores básicos se integre en trabajos aplicados. De paso, la búsqueda de la multidisciplina y de la integración de los esfuerzos y recursos de varias instituciones en la solución de problemas aplicados, que es mérito del accionar de varios investigadores, pero no de la mayoría, no tengo claro si constituyó un mérito altamente ponderado en el juzgamiento que resultó en los tan discutidos premios. Quiero terminar diciendo que pese a la crítica que acabo de realizar, la que solo era posible una vez conocido el fallo, soy partidario de que el Fondo Nacional de Investigadores se mantenga y que alcance al mayor número posible de investigadores de excelencia, por contar con más recursos que los de esta primera vez. Bien conducido será, sin duda, un real incentivo a la creación de conocimiento, que estoy de acuerdo es la llave del futuro. Ha sido un reclamo de toda la Comunidad Científica desde hace años y me sorprendió de manera poco grata que recién luego de que se conocieron los fallos apareciera la andanada de críticas correspondiente a la primera categoría de las dos que mencioné al principio. Quiénes eran los integrantes propuestos para el Tribunal, cuáles eran los méritos requeridos para cada categoría y que a los miembros del Tribunal se les asignaría el Premio, se supo desde hace varios meses. Era entonces, antes de conocido el fallo, el momento adecuado para plantear la discrepancia con la utilidad del Fondo, con la integración del Tribunal y con las bases del llamado. Sin otro particular, saluda cordialmente a todos los lectores de esta carta Ing. Agr.(M.Sci.,Ph.D.) Fernando García Préchac Profesor Titular de Manejo y Conservación de Suelos y Aguas de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República E-mail: fgarciap@fagro.edu.uy 6