Residuos nucleares: ¿son realmente peligrosos? Últimamente estamos asistiendo a la pugna de muchos Ayuntamientos por conseguir la concesión para albergar un almacén de residuos nucleares en su municipio. Esta espinosa cuestión tiene dividida a la población de estas localidades, que se debate entre las posibilidades económicas que puede reportar una planta de residuos para su ciudad, y las consecuencias sanitarias que una decisión así pueda generar en un futuro, asociadas a una fuga radioactiva. La cuestión es: ¿son realmente peligrosos para la salud? ¿Qué es la radiactividad? Se trata de una energía que emiten ciertos cuerpos, sea espontáneamente (radiactividad natural) o provocada por una intervención externa (radiactividad artificial). La radiación que emanan los materiales radiactivos puede dañar los organismos vivos. El daño producido al cuerpo humano por todo tipo de radiaciones se mide con una magnitud denominada dosis de radiación. Un sievert (Sv) es la unidad que mide esa dosis de radiación. Un nivel no nocivo de radiación sobre un individuo puede ser 2 ó 3 milisieverts. Exponer a un cuerpo entero a un nivel de 3 a 5 sieverts le causaría la muerte. En tratamientos de radioterapia -que consiste en radiar un tejido o tumor para destruirlo- se irradian dosis muy superiores que pueden incluso alcanzar los 70-80 sieverts. Al ser acciones muy localizadas sobre zonas concretas del cuerpo los pacientes no sufren las consecuencias de la radiación. Qué son los residuos nucleares Los residuos nucleares o radiactivos son material de desecho generado en el ciclo nuclear, que comienza con la propia extracción del mineral (uranio) utilizado en las centrales nucleares. En España esta basura atómica, contaminada con elementos radiactivos en concentraciones superiores a las establecidas por las autoridades, proviene de nueve centrales nucleares que producen el 33% de la electricidad del país y de cerca de 600 hospitales y centros de investigación. En total, algo más de 2.000 toneladas anuales de residuos. Los de baja y media actividad, procedentes de aplicaciones no energéticas, se almacenan en el vertedero nuclear de El Cabril (Córdoba), mientras que los de alta actividad, generados en las centrales nucleares, se confinan en piscinas especiales subterráneas que hay en las propias centrales. Es precisamente su almacenaje una de las cuestiones que más enfrentamientos provoca entre los partidarios de la energía nuclear y los contrarios a ésta, por el peligro que puede representar una fuga radiactiva. Almacenamiento El principio que sigue el almacenamiento de residuos es aislarlos del entorno humano, interponiendo entre ellos y los seres vivos un sistema de barreras que impida su retorno para siempre, o que minimice los riesgos a un valor prácticamente nulo en el caso de fuga. Este proceso se denomina confinamiento. Con independencia de los avances científicos que permitan, en el futuro, desarrollar tecnologías capaces de eliminar o disminuir la radiotoxicidad de estos residuos, actualmente está admitida y tipificada internacionalmente la estrategia a seguir para el almacenamiento final de los residuos radiactivos, es decir, para su confinamiento definitivo. El peligro a evitar es que el agua de lluvia o el agua subterránea entre en contacto con los residuos radiactivos, y posteriormente disuelva alguno de los radionucleidos presentes y los transportara al entorno humano, con el consiguiente peligro que esto supondría. ¿De dónde proceden los residuos nucleares? 1. De aplicaciones energéticas en las centrales nucleares. El mayor volumen de residuos radiactivos se produce en las etapas por las que pasa el combustible nuclear para producir energía eléctrica y en el desmantelamiento de las centrales nucleares. Todos estos residuos suponen alrededor del 95% de la producción total. 2. De aplicaciones no energéticas. Derivan del uso de los isótopos radiactivos, fundamentalmente en tres tipos de actividades: investigación, medicina e industria. El volumen de residuos radiactivos que generan es inferior al 10%, sin que esto signifique que su gestión deba ser menos rigurosa. De baja y media actividad y de alta actividad Para clasificar los residuos radiactivos se puede atender a diversos criterios, como su estado físico (sólidos, líquidos y gaseosos), tipo de radiación emitida (alfa, beta, gamma), contenido en radiactividad, periodo de semidesintegración de los radionucleidos que contiene, generación de calor, etc. Otra forma de clasificarlos es basándonos a su peligrosidad, normalmente un residuo es más peligroso cuanto mayor sea su vida media. Desde el punto de vista de su gestión, en España actualmente, los residuos radiactivos se clasifican en: Residuos de baja y media actividad: tienen actividad específica baja , no generan calor, contienen radionucleidos emisores beta-gamma con periodos de semidesintegración inferiores a 30 años (lo que quiere decir que reducen su actividad a menos de la milésima parte en un periodo máximo de 300 años). En España se almacenan en el vertedero nuclear de El Cabril (Córdoba). Residuos de alta actividad: los radionucleidos contenidos en los residuos de alta actividad tienen un periodo de semidesintegración superior a 30 años. Contienen radionucleidos emisores alfa, gamma y beta de vida larga en concentraciones apreciables. Pueden desprenden calor. En España se confinan en piscinas especiales subterráneas que hay en las propias centrales nucleares. ¿Adónde van los residuos radiactivos? La mayor parte de los residuos radiactivos que se generan en España son de muy baja, baja y media actividad, y proceden de los hospitales, los centros de investigación, la industria o de las propias centrales nucleares. Aunque estos desechos (ropa de trabajo, instrumental médico, material industrial o restos del desmantelamiento de centrales nucleares) pierden parte de su radiactividad con los años, son contaminantes durante un siglo, por lo que necesitan un tratamiento y acondicionamiento especiales y una instalación adecuada para realizar estos procesos. En España todos esos materiales se guardan en el Almacén Centralizado de El Cabril, en Hornachuelos (Córdoba), que fue construido por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) sobre la base de una antigua mina de uranio en la que se almacenaban bidones radiactivos desde la década de los sesenta. Para el resto, para los residuos de alta actividad (aquellos cuya actividad perdura durante cientos de años), el Gobierno de Zapatero construirá el Almacén Temporal Centralizado (ATC), que albergará los residuos procedentes de las centrales nucleares, fundamentalmente el combustible gastado en esas instalaciones. Mientras, esos residuos de alta actividad están acumulados en las «piscinas» de las propias centrales, y temporalmente en Francia, aunque a partir del próximo año España deberá abonar al país vecino unos 60.000 euros diarios por el almacenaje de los mismos. Al 59% de su capacidad El Cabril, que actualmente emplea a unas trescientas personas de la comarca, comenzó a construirse en 1990 e inició su vida operativa en octubre de 1992. En el almacén, que ocupa unas veinte hectáreas en una finca que abarca un millar y que está preparado para soportar movimientos sísmicos, se verifica la calidad de los residuos y posteriormente se tratan, se reducen y se inmovilizan. Desde una sala de control que automatiza prácticamente todos los procesos se da forma sólida a los residuos para evitar vertidos de líquidos o fugas gaseosas del material almacenado. Posteriormente, esos restos sólidos se depositan en unos contenedores que permiten recuperarlos y trasladarlos, si se quiere. Desde su construcción, el almacén guarda 28.218 metros cúbicos de residuos radiactivos (23.500 procedentes de las centrales, 2.500 de intervenciones especiales y 2.000 de la medicina nuclear), es decir que está al 59% de su capacidad. El futuro ATC,cuyo emplazamiento será decidido por el Gobierno en los próximos tres meses, podrá albergar 7.000 toneladas de combustible y residuos, y unos 1.900 metros cúbicos de restos procedentes del desmantelamiento de instalaciones nucleares. Tanto el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, han insistido en varias ocasiones en que el emplazamiento del ATC se decidirá con «el máximo consenso» y será un lugar «seguro» y «respetuoso» con los criterios medioambientales. Sin embargo, los ecologistas están radicalmente en contra de esta instalación porque la búsqueda de ese emplazamiento «no sigue un proceso científico, geológico o medioambiental». En opinión del responsable de la Campaña de Energía Nuclear de Greenpeace, Carlos Bravo, El Cabril existe gracias a una «política de hechos consumados», ya que en esa zona ya se depositaban los desechos radiactivos desde los años 60. El caso del ATC no difiere mucho de El Cabril, según Bravo, ya que, también en este caso, se elegirá la ubicación del almacén entre los municipios candidatos, al margen de estudios medioambientales y, sobre todo, sin contar con la opinión de los agentes implicados: ecologistas, sindicatos, partidos políticos o comunidades autónomas. El parque nuclear español Los residuos radioactivos generados por los ocho reactores que conforman el parque nuclear español ascienden a más de 3.569 toneladas, según datos del Foro Nuclear Español. Estos residuos se almacenan en la actualidad por separado en las piscinas de combustible gastado o en contenedores sellados al aire libre. Sin embargo, la capacidad de las piscinas, que enfrían el combustible durante un mínimo de cinco años antes de su almacenamiento exterior, es limitada y su saturación será una realidad en los próximos años. La industria nuclear española considera imprescindible la construcción de un Almacén Temporal Centralizado (ATC) que acoja los residuos de todo el país, para ser gestionados de una manera conjunta que optimice el control y la seguridad del proceso, tal como ocurre en países como Alemania, Francia, Holanda, India y Japón. El Gobierno prevé la construcción de un ATC y para ello ofrece al municipio que quiera albergarlo una inversión inicial de 700 millones de euros, que se completarán con una aportación anual de otros seis, y un centenar de puestos de trabajo. Dicho ATC estará diseñado para acoger 6.700 toneladas de elementos combustibles durante 60 años, aunque está previsto que pueda ampliarse si así se requiere. De hecho, sólo con los residuos actuales almacenados en las piscinas, el almacén tendría asegurada de inicio una ocupación superior al 50%.