TEORÃ A DEL DERECHO II LECCIÃ N 5 A. DUNS ESCOTO.

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TEORÃ A DEL DERECHO II
LECCIÃ N 5
A. DUNS ESCOTO.
Nació alrededor del 1266 y murió en 1308. Pudo ser inglés, escocés o irlandés. Su obra nos ha
llegado, pero no tiene la prevalencia de la de Santo Tomás. Se formó en Oxford y en ParÃ−s, y murió en
Colonia. Es un autor iusnaturalista voluntarista.
A1. Amor amicitiae.
El amor es el más libre de todos los actos y el que más perfectamente expresa la libertad de la voluntad
para determinarse a sÃ− misma como le place. Amar a Dios es el valor supremo para que la vida sea correcta.
En la concepción del amor se diferencia de Santo Tomás. Según éste, el amor está dirigido a un bien,
el cual tiene que ser la forma perfecta del que a él aspira. Lo bueno es lo concorde con la esencia de cada
cosa, su ser y su perfección. Por esto, el amante tiende siempre a “su” bien. Según la doctrina de Santo
Tomás, todo amor tiene que ser un amor referido al que ama, y en este sentido, un amor “referido al yo”.
Este tiene aplicación también para el amor espiritual o amor amicitiae. Para el amor entre seres racionales
no basta, según Santo Tomás la benevolencia o actitud amorosa, sino que se precisa el amor mutuo o mutua
amatio, que se manifiesta en la comunicación de bienes entre los amigos. También el amor a Dios se basa
en esta comunicación del hombre con Dios, de acuerdo con la cual à l nos comunica su bienaventuranza.
1. Asimismo, Duns rompe con esta referencia al amor al yo, definiendo el amor amicitiae “Tanto más amo
yo algo, cuanto más me entrego por amor a su bien y ello es porque la entrega sigue al amor”. El amor
espiritual tiende a un objeto porque este es bueno en sÃ−, mientras que el amor sensible tiende a un objeto
porque es bueno para el sujeto que la ama. El primer amor, el espiritual es honestidad mientras que el sensible
es provechoso. La tendencia a lo provechoso es el querer natural. Toda inclinación natural está vinculada a
los apetitos e instintos: libre es sólo la voluntad que puede tender a lo bueno, porque es bueno en sÃ−.
2. Al entender Duns el amor como referencia al mundo, no aprehensible totalmente por el entendimiento en
tanto que la faculta de los conceptos, era evidente que también la individualidad tenÃ−a que adquirir una
significación totalmente distinta. El amor no se dirige a los conceptos generales, sino al individuo. Como la
voluntad amorosa es la más noble facultad del alma, también el individuo tiene que representar una forma
de ser superior a lo general. Dios ha creado el mundo para tener seres que puedan amar con à l. La
intención del creador es la creación de individuos. Sólo en la individualidad se consigue la más alta
forma de realidad. El principio de individuación tiene que ser, un carácter positivo, que se añade a la
forma general y a la materia general y que dé a la cosa la individualidad.
3. No lo general, sino lo individual, es ahora forma de ser suprema. El descubrimiento de lo individual lleva a
Escoto a la afirmación del carácter propio de la voluntad frente al intelecto y a la indeducibilidad racional
de la decisión concreta.
A2. Voluntad libre.
Para Duns Escoto, la causa primera y absoluta de todo es la voluntad de Dios que es causa de sÃ− misma, y
no está determinada o regulada por nada ni nadie, ni incluso por la razón. La voluntad está por encima del
intelecto. Dios quiere lo que quiere sin ningún otro motivo si no que lo quiere. Las leyes morales son tales
porque Dios lo quiere: “Ninguna ley es recta sino en cuanto es aceptada por la voluntad divina. Y, asimismo,
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el hombre se encamina al bien no porque haya sido descubierto como bien por su intelecto, sino porque su
voluntad se conforma libremente a la voluntad divina. A Santo Tomás que habÃ−a sostenido que los
preceptos del Decálogo no son buenos porque hayan sido mandados por Dios, sino que son mandados por
Dios porque son buenos por sÃ− mismos, Duns Escoto objeta que “si se dice que la voluntad de la criatura
debe conformarse necesariamente a ellos para ser recta, la voluntad de Dios, en cambio, no tiene por qué
conformarse a dichos mandatos; ya que, por el solo hecho de querer en conformidad con ellos, éstos son
verdad”. Por tanto, Dios puede modificar a su arbitrio la propia ley, y dispensar a quien quiera de la
observancia de la misma.
Duns Escoto dice que de Derecho natural en sentido propio son los dos primeros mandamientos del
Decálogo (amar a Dios y amar al prójimo), porque son “principios prácticos evidentes por sÃ− mismos”.
Lo cual es una concesión al racionalismo tan sólo aparentemente, porque precisamente los dos primeros
mandamientos ordenan la obediencia a la voluntad de Dios. Además, el Decálogo no es bueno en sÃ−
mismo, sino que es Dios quien al ordenarlo lo hace bueno.
La voluntad humana es libre de configurarse y de buscar a Dios y eso se hace mediante el proceso de
iluminación. El único lÃ−mite a la voluntad todopoderosa de Dios es el principio de contradicción,
ejemplo: ordenar que nos amemos y que nos matemos.
A3. Poder y justicia en Dios.
La justicia está fuera de la voluntad del hombre, el único justo es Dios que establece lo bueno y lo malo, y
todo depende de su voluntad. Obre dios como obre, obra siempre con justicia. Dios no está vinculado a
ningún orden ideal precedente, sino que todas las leyes son manifestaciones contingentes a la voluntad de
Dios. Las reglas del gobierno divino del mundo están determinadas más por la voluntad que por la
sabidurÃ−a de Dios.
Las personas sólo son justas si aman a Dios porque él siempre lo es.
La contingencia fÃ−sica, es una teorÃ−a que explica que todo se remonta a la voluntad divina. Tal es asÃ−
que el Decálogo es dividido en dos: los dos primeros mandamientos, que escapan al contingencionismo, y el
resto. Reduce al mÃ−nimo la ley natural, a los dos primeros mandamientos, que son principios básicos y
necesarios.
La justicia nace de la práctica del amor a Dios. Se instaura con carácter absoluto cuando a través de la
voluntad se decide amar a los demás.
A4. Derecho natural en sentido estricto.
Para Duns Escoto, no puede haber más que un único principio esencial de Derecho natural: amar a Dios
sobre todas las cosas. La justicia de este imperativo es una verdad necesaria y contenida ya virtualmente en el
concepto de Dios: es evidente por sÃ− misma y sustraÃ−da a todo posible error. Todas las demás normas
del obrar son mandatos contingentes de la voluntad divina: asÃ− como Dios puede obrar de otra manera,
asÃ− también puede establecer como justa otra ley, la cual, tan pronto como à l la haya establecido, es
justa, ya que ninguna ley es justa si no ha sido aprobada por la voluntad de Dios.
Del Decálogo, sólo los dos primeros mandamientos pertenecen en sentido estricto al Derecho natural En
cambio al derecho natural en sentido estricto no pertenecen los mandamientos de la segunda tabla del
Decálogo, es decir, todas las normas sociales. A los mandamientos de la segunda tabla les falta la relación
directa con el fin supremo, con Dios.
B. GUILLERMO DE OCKHAM.
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Guillermo de Ockham, 1280/1288 - 1348/1349. Fue un fraile franciscano, dedicado a una vida de pobreza
extrema, y filósofo escolástico inglés.
Sus ideas se convirtieron pronto en objeto de controversia. Tradicionalmente se ha considerado que fue
convocado a Aviñón en 1324 por el Papa Juan XXII acusado de herejÃ−a, y pasó cuatro años allÃ−
bajo arresto domiciliario mientras sus enseñanzas y escritos eran investigados. Algún tiempo después en
abril de 1328, ante el ruego de Miguel de Cesena, dirigente de la Orden franciscana, Ockham estudió la
controversia entre los franciscanos y el Papado sobre la doctrina de la pobreza apostólica, que se habÃ−a
convertido en principal para la doctrina franciscana, pero que era considerada dudosa y posiblemente
herética tanto por el Papado como por los dominicos. Ockham concluyó que el Papa Juan XXII era un
herético. Guillermo huyó de Aviñón en mayo de 1328 dirigiéndose a Pisa con Miguel de Cesena y
otros frailes. Finalmente consiguió la protección del emperador Luis IV de Baviera. Tras su huida de la
corte papal, Ockham fue excomulgado, pero su filosofÃ−a nunca fue oficialmente condenada. Murió el 9 de
abril de 1348 en el convento franciscano de Munich, a causa de la peste negra. Fue rehabilitado
póstumamente por la Iglesia oficial en 1359.
B1. El Hombre como individuo y ser inestable.
Se establece la teorÃ−a de la individuación. La sustancia es individual y sólo y únicamente de cada
individuo. Por ello no hay más que individuos independientes. Como el hombre está solo, sólo depende
de él la estabilidad. Los universales no existen, sólo existen los particulares. Todo aquello cuya existencia
pueda ser afirmada es una cosa individual. Ockham es absolutamente radical en negar cualquier tipo de
realidad al universal. Lo universal existe en el alma del sujeto cognoscente y sólo allÃ−. Los conceptos son
formas de denominar a las notas comunes que vemos en seres análogos. Los universales son nombres que el
ser humano da a las cosas que se parecen. Los conceptos universales son signos de carácter lingüÃ−stico.
El nominalismo que constituye el punto de partida lógico de Ockham habÃ−a de trastornar radicalmente,
con sus implicaciones, la metafÃ−sica y la ética anteriores, de base realista. Si lo único que existe es lo
individual y las ideas generales son palabras o términos escogidos arbitrariamente para designar las cosas,
cuya universalidad está sólo en nuestra mente por virtud de ellos, desaparecen las esencias y arquetipos
universales.
B2. Fin del derecho natural ideal: el predominio de la voluntad.
La moralidad consiste exclusivamente en la obediencia al mandato de Dios, cuya voluntad es libre y arbitraria.
El mal no es más que hacer lo contrario de lo que uno está obligado a hacer. En el Derecho natural no se
manda otra cosa que no sea lo que Dios quiere que se haga, y no se prohÃ−be nada que no sea lo que Dios ha
prohibido hacer. La moral no puede fundarse en ninguna razón. Las buenas o malas acciones difieren
solamente en que las primeras las ha mandado Dios y las segundas las ha prohibido en si están o no
mandadas por Dios. Si Dios lo ordenara, el adulterio, el hurto y hasta el odio contra Dios mismo dejarÃ−an de
ser acciones malas. Es ésta una doctrina puramente teológica por sÃ− misma. Pero encierra dentro de sÃ−
el germen del positivismo jurÃ−dico, para el cual el fundamento de la ley es únicamente el mandato del
legislador.
En realidad, Ockham habla también del Derecho natural. Pero no solamente lo considera dictado por la
recta razón (recta ratio) con un lenguaje que evoca el estoico y ciceroniano, sino que la “recta razón” es
para Ockham no algo que el hombre posea autónomamente dentro de sÃ−, sino que es el medio por el que
Dios da a conocer al hombre su propia arbitraria e incondicionada voluntad: “toda voluntad recta está
siempre conforme con la recta razón, pero no está siempre conforme con una razón recta previa que
indique la razón por la que la voluntad debe querer una cosa. Pero por el hecho de que la voluntad divina la
quiere, la recta razón prescribe que debe ser querida”. Por ello Dios puede modificar en cualquier momento
el Derecho natural, y puede dispensar de él a quien quiera y cuando quiera.
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Por lo demás, el Derecho natural no difiere en nada, para Ockham, del Derecho divino. No repite del todo la
distinción tomista entre lex naturalis y lex divina. En primer lugar, en efecto, trata bastante difusamente el
Derecho natural, distinguiendo los modos en que puede concebirse, a saber: lo que es conforme con la ratio
naturalis que no yerra nunca, como, por ejemplo, los preceptos “no cometer adulterio”, “no mentir”; lo que
debe observarse por los que se sirven únicamente de la equidad natural, sin ninguna otra norma
consuetudinaria o legislativa humana, como en el estado de la naturaleza; y finalmente, lo que se deriva del
ius gentium o consentimiento general.
Pero en estas tres versiones suyas, el Derecho natural está enteramente comprendido en el Derecho divino.
No sólo porque “todo Derecho, en cuanto procede de Dios, creador de la naturaleza, puede ser llamado
Derecho divino”, sino también porque “todo el Derecho natural se contiene explÃ−cita o implÃ−citamente
en las Sagradas Escrituras, ya que en las Sagradas Escrituras, se encuentran las reglas generales de las que,
solas o junto con otras, puede deducirse que todo el Derecho natural, entendido en el primer, segundo o tercer
modo, aunque no lo sea de forma explÃ−cita, es Derecho divino”
Ockham era un integrista porque sostenÃ−a obedecer a Dios sobre todas las cosas porque su voluntad siempre
es buena.
B3. La Recta conciencia de Ockham.
Razón y voluntad en Dios siempre coinciden. Se produce el principio de que Dios sólo puede querer lo
racional: si Dios crea la vida no es racional que de normas a una piedra.
El Derecho Natural consiste en lo que manda a Dios. La moral no puede fundarse en la razón sino que va
fundada en esos principios que Dios revela al hombre. Algunos ven aquÃ− positivismo: la ley es lo que se y
punto, pero desde el punto de vista religioso y justificando la existencia de Dios.
La recta conciencia, por tanto, no es un medio autónomo de conocimiento, es lo que quiere Dios. La recta
conciencia es la que ordena Dios en cada momento.
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