“Dios habla a los hombres como amigos” La ‘Dei Verbum’ Un documento laborioso La Dei Verbum (Palabra de Dios) es el documento del concilio Vaticano II que más demoró en elaborarse: seis años, desde mediados del ‘59, hasta noviembre del ‘65. Ocupó el aula conciliar durante tres años. En el documento de liturgia se trabajó algo más de un año; dos años en el de la Iglesia, y catorce meses en el de la Iglesia en el mundo. Juan XXIII nombró una Comisión que tenía que recoger consejos, sugerencias, propuestas, pareceres, de los obispos del mundo entero, de toda la estructura de la Curia romana, de las facultades que enseñasen teología y derecho en las universidades católicas. Los aportes fueron muy abundantes y realizados con mucha libertad de espíritu. Se pedía que el documento no priorizase la condena de errores y desviaciones, y que el tono fuese doctrinal y pastoral. Dos acentos: recomendar y facilitar la lectura de la Sagrada Escritura, poner en claro la relación entre la naturaleza de la Tradición y de la Escritura. Los diversos esquemas Aparece un primer esquema, el de las “fuentes”, con cinco capítulos: la doble fuente de la revelación, la inspiración e inerrancia (no puede contener error) de la Sagrada Escritura, el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, la Sagrada Escritura en la Iglesia. Desde el primer día, una neta mayoría se manifestó en contra del esquema, acusándolo de permanecer ajeno a preocupaciones pastorales y ecuménicas, y de utilizar un estilo docente y escolástico que acentuaba en demasía la autoridad del magisterio, olvidando que el magisterio está subordinado a las Sagradas Escrituras. Consultados los Padres, de los 2.209 presentes, hubo 19 votos nulos, 822 que aceptaban el esquema como base de discusión, y 1.368 que lo rechazaban. El reglamento exigía dos tercios de los votos para rechazar un esquema: la mayoría del 62% no fue suficiente. Entonces intervino la autoridad papal: Juan XXIII decidió encargar su reelaboración a una comisión especial. Este hecho causó un profundo impacto entre los cristianos no católicos, al demostrar la importancia de una autoridad primada en la iglesia. El segundo esquema propuesto se centró en Dios que habla como la única fuente de la revelación. El título cambia a la revelación divina; la extensión se reduce a la mitad; y, en las cuestiones claves, asume una actitud totalmente nueva. Aprobado como base de discusión, recibió 3.000 observaciones y 2.481 enmiendas. Algunos encontraban el lenguaje falto de precisión; otros, demasiado escolástico. Unos alababan la ausencia de condenaciones; otros le achacaban un afán de encontrar errores. Había quienes querían dar más ánimo a los exegetas; otros temían su osadía. Se pedía aclarar que no se revelan tanto verdades sobre Dios cuanto Dios mismo; que este se manifiesta no solo con palabras, sino también con obras; y que se destacase claramente el puesto de Cristo como mediador, plenitud y consumación de esa revelación. Se solicitaba acentuar el lugar la Tradición y la Escritura en la catequesis y en la vida sacramental, y recomendar la lectura privada a todos los fieles, y especialmente a seminaristas y religiosos. Por último, los Padres conciliares proponían un trabajo en común con otras comunidades cristianas para lograr traducciones modernas. Un nuevo texto Los peritos clasificaron y valoraron las observaciones y elaboraron el texto que sustituiría al producido por la Comisión mixta un año antes. La revisión fue radical, y el nuevo texto se sometió a la discusión en el aula conciliar. En los debates del aula intervinieron 69 padres, y otros 33 presentaron sus intervenciones por escrito. No aparecieron muchas novedades de fondo, sobre todo si se piensa en las radicales transformaciones operadas entre el segundo y tercer esquemas. ¡A votar! El 20 de septiembre de 1965, siete días después de comenzada la última sesión, comenzaron las votaciones sobre el esquema, que duraron tres días. Las votaciones fijadas eran 20. Cada capítulo se dividió en dos o tres partes, que abarcaban diversos números. Se votaba cada una de las partes respondiendo “de acuerdo” o “no de acuerdo”. A esto seguía la votación del texto entero de cada capítulo y aquí cabía una tercera respuesta: “estoy de acuerdo, pero con estas modificaciones” (modos). El promedio de participantes en la votación de cada una de las partes fue de 2.143: cinco votos nulos, 2.114 positivos y solo 24 negativos. Apenas un 1,1 % estuvo contra el esquema. El promedio de participación en las votaciones de los capítulos fue de 2.161 votantes: hubo 1.903 votos positivos (88%) y 249 que presentaron modificaciones, modos, (un 11,5%). Pero los modos concretos sumaban un total de 1.498, y muchos eran coincidentes. Estos quedaron reducidos a 212 (39 al capítulo primero, 60 al segundo, 38 al tercero, 18 al cuarto, 24 al quinto y 33 al sexto). Las tres cuartas partes de los modos eran pequeñas correcciones de palabras, pero había algunas correcciones importantes relacionadas a: el papel de los obispos como sucesores de los apóstoles en el desarrollo de la Tradición; la afirmación de la necesidad que la Sagrada Escritura tiene de la Tradición; la extensión de la inerrancia de la Escritura, la historicidad de los evangelios; la Tradición en la vida de la Iglesia. El 18 de noviembre, en la 8ª sesión pública, la aprobaron 2.344 votantes, y solo 6 la rechazaron. Afirmaciones claves: Dios es el sujeto y el objeto de la revelación. Dios no tuvo necesidad de comunicarse: lo hace libre y gratuitamente. La fuente de la revelación es el amor sabio de Dios. La revelación comunica quién es Dios y cuál es su proyecto para el hombre en la historia. Cristo es la mediación universal de toda revelación. Dios se revela por obras y palabras: las palabras aclaran el sentido del actuar de Dios. El Magisterio no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve. Las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como el Verbo del Padre Eterno se hizo semejante a los hombres. El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo. Todos los fieles tienen el deber de leer la Sagrada Escritura. Una síntesis magistral “Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor, y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum Nº 2). Jerónimo Bórmida OFM