Alejandro Magno y la conquista de un imperio ÍNDICE 1.− Introducción

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Alejandro Magno y la conquista de un imperio
ÍNDICE
1.− Introducción
1.1 El ascenso de Macedonia y la figura de Filipo II
1.2 Filipo II y los griegos
2.− Alejandro Magno y la conquista de un imperio (336−323)
Introducción
2.1 La personalidad de Alejandro
2.2 La conquista de Persia
Introducción
2.2.1 la conquista de Asia Menor
2.2.2 las costas fenicias y Egipto
2.2.3 el centro del imperio persa
2.2.4 la conquista de la India
2.3 el ejército de Alejandro Magno
2.4 Alejandro y los griegos
3.− Conclusión general
4. Bibliografía
El ascenso de Macedonia y la figura de Filipo II
Macedonia era una vasta región situada al norte de Grecia que durante cierto tiempo permaneció al margen de
la historia griega. Su status parece haber estado en una zona intermedia, entre griegos y bárbaros, al juzgar
entre otras cosas por el testimonio de Tucídides, que nunca otorga ninguno de los dos calificativos a los
macedonios.
Filipo II había llegado al poder en el 359 a.C, cuando Macedonia estaba amenazada por su propia disolución,
debilitada por una serie de luchas dinásticas. Durante los años siguientes, Filipo hizo del país una potencia
mundial y creó la base política, económica y militar del imperio.
En el plano político, operó como un auténtico príncipe griego, con un conocimiento sorprendente de la
sociedad griega y de las relaciones que existían entre los diferentes estados, deshaciéndose además de sus
adversarios políticos, estableciendo pactos y alianzas con sus enemigos, los bárbaros del norte y los
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atenienses.
Poseía por tanto un gran instinto político y una gran capacidad para analizar el balance de fuerzas existente en
macedonia y en los territorios de sus vecinos griegos y bárbaros. Para conseguir sus objetivos, hizo uso tanto
de la fuerza como de la diplomacia.
Pudo comprobar en persona el funcionamiento interno de la política griega, ya que su estancia en Tebas
coincidió casualmente con el periodo de máximo esplendor de la potencia tebana dentro del panorama griego.
Pudo así mismo valorar el poderoso impacto de la ideología y de la propaganda dentro de la opinión pública
griega, un arma que luego supo aplicar también de la forma adecuada a la hora de construir la hegemonía
macedonia sobre estas nuevas bases.
Otro aspecto destacado fue que procedió a llevar a cabo importantes reformas militares. La más importante,
que continuará su hijo Alejandro, fue la de desarrollar la infantería pesada macedonia adoptando la sarissa,
una lanza larga de casi cuatro metros que permitía afrontar las líneas enemigas desde una importante distancia
que impedía toda posibilidad de respuesta. Redujo también el tamaño del escudo y de la armadura para
compensar el enorme peso de esta lanza, lo que comportó además dos importantes ventajas, como la mayor
movilidad de la falange en su capacidad de maniobra frente a los hoplitas griegos y el abaratamiento del
armamento, posibilitando así el reclutamiento de un mayor número de unidades.
De esta forma creó un verdadero ejército nacional.
Mejoró también de forma considerable la que sería una de las más importantes armas del ejército de
Alejandro: la caballería. Junto al cuerpo de caballería pesada, Filipo organizó un cuerpo de caballería ligera
armados también de la sarissa. Además, mejoró la maquinaria de asedio con la incorporación de catapultas
que podían lanzar enormes piedras contra las murallas enemigas.
Tras solventar los problemas que le planteaban sus vecinos del norte con una derrota de los ilirios, Filipo
consiguió el dominio sobre la alta Macedonia y la incorporó de manera definitiva a su reino.
A partir de entonces, destaca el conflicto de Filipo con Atenas por la disputa constante en torno a la posesión
definitiva de Anfípolis. La alarma provocada en Atenas por esta situación suscitó una cierta reacción del
demos, que votó medidas enérgicas para impedir que los planes de Filipo se llevaran a término.
Se formó entonces una liga antimacedónica en torno a Atenas de la que formaban parte, entre otros, estados
como Eubea, Acaya, Corinto, Megara y las regiones occidentales. La guerra se declaró en el 340. La batalla
decisiva tuvo lugar en Queronea, en el 338, que supuso una clara derrota para la liga helénica, a la que se
habían sumado a última hora los tebanos.
Filipo supo también sacar el máximo partido a su victoria. Desplegó todas sus habilidades diplomáticas en el
trato con los vencidos, a los que dispensó un castigo moderado con excepción de Tebas.
Filipo pretendía dotar a su hegemonía de una cierta legitimación jurídica al integrar a la mayor parte de los
estados griegos bajo su yugo. De esta forma convocó la denominada liga de Corinto entre el 338 y el 337 con
el objeto de proceder a la pacificación de mundo griego y preparar al expedición contra el enemigo común,
Persia, con el fin de vengar el sacrilegio que hiciera Jerjes y liberar las colonias griegas de Asia Menor.
Fue designado, así pues, hegemon, es decir, general en jefe encargado de dirigir el ejército común.
Su proyecto de declarar la guerra a los persas para vengar los griegos las profanaciones que los bárbaros
habían cometido en los templos y ciudades griegas, continuado por su hijo Alejandro, habían dado ya los
primeros pasos con el envío de Parmenión a Asia Menor, como avanzadilla del grueso de la expedición
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general. Filipo no pudo ver terminado su plan al ser asesinado en la boda de su hija.
La figura de Filipo II será determinante para la historia posterior de la Macedonia que su hijo heredó.
Alejandro, al menos durante los primeros años tras la muerte de su padre, continuó un proceso ya iniciado por
éste, y su reinado no puede entenderse sin una referencia constante a su predecesor.
1.2 Filipo II y los griegos
La guerra del Peloponeso provocó importantes cambios a todos los niveles, pero es excesivo hablar de una
crisis profunda para caracterizar el estado de la sociedad y de la economía a lo largo del siglo IV a.C. Se ha
supuesto que la mayoría de los campesinos de Ática se vieron obligados a endeudarse o a vender sus tierras.
Finley demostró en su momento que las tierras eran vastos dominios que pertenecían a ricos propietarios
atenienses que se veían necesitados ocasionalmente de liquidez para completar algunas de sus obligaciones
fiscales.
Fuera de Atenas las cosas eran diferentes. Los continuos enfrentamientos entre unas ciudades y otras con la
consiguiente sucesión de hegemonías había provocado importantes trastornos en todos los terrenos. Las
devastaciones de los campos habían sumido a muchos pequeños propietarios en una profunda crisis de la que
no pudieron recuperarse totalmente. Las sucesivas parcelaciones debidas a la herencia y el creciente
endeudamiento debieron de obligar a muchos campesinos a abandonar sus tierras.
Es un periodo histórico en el que Grecia sueña con la venganza, de una guerra de represalia contra los persas.
Es en este momento donde surge la figura de Filipo II, rey de Macedonia.
Su relación con los griegos fue siempre complicada y llena de hostilidades, hasta que, tras la batalla de
Queronea y el congreso de Corinto, las poleis griegas tuvieron que asumir su sumisión y pérdida de libertad y
autonomía en la práctica, aunque en beneficio del ansiado castigo hacia los persas en el que confiaba Filipo II,
agrupando bajo yugo macedonio dichas poleis a través de la Liga de Corinto, por la cual tuvieron que aceptar
convertirse en aliados formales.
Introducción
Alejandro necesitaba imponer su autoridad fuera del reino casi tanto como necesitaba hacerlo dentro. El
asesinato de su padre había fomentado un estado general de agitación en el sur de Grecia, que Alejandro
solventó en el verano posterior a su subida al trono.
El valor, la energía y la inteligencia política de Alejandro fue heredada de su padre Filipo II, que sin lugar a
dudas se mezclaron con los rasgos maternos, que demostraban una sensibilidad especial hacia los cultos
religiosos. Su temprana participación en la ambiciosa política expansionista diseñada por su padre debió de
condicionar su carácter. Comenzó desde muy joven a tomar parte en las empresas militares del reino, tanto en
su lucha incesante contra los enemigos fronterizos del norte, dárdanos e ilirios, como el sometimiento
progresivo de los estados griegos del sur. Con sólo 18 años estuvo al frente de la caballería macedonia en la
batalla de Queronea, donde se decidió el destino de las ciudades griegas que pasaron bajo la hegemonía
macedonia.
El inesperado asesinato de su padre le hizo acceder al poder antes de lo previsto, obligándole a adoptar una
posición de fuerza para superar con éxito la oposición de una parte de la nobleza macedonia y las conjuras
cortesanas que habían provocado la muerte de su padre, y para afrontar el desafío constante de sus principales
enemigos del exterior. Alejandro tuvo que hacer frente de manera enérgica a todas estas circunstancias
hostiles.
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Consiguió someter la resistencia interior y solventó la rebelión de las ciudades griegas encabezadas por Tebas
y Atenas. La ciudad de Tebas fue arrasada hasta sus cimientos por las tropas macedonias.
Alejandro quería llevar a término los planes de expansión en Asia que había concebido su padre. Sin embargo,
la campaña oriental precisaba de la colaboración de Atenas, por la que por motivos políticos no fue arrasada
como Tebas.
Alejandro, de este modo, trató de convertir un proyecto macedonio y una aventura personal en un proyecto de
dimensiones panhelénicas que implicaba a la mayor parte de las ciudades griegas.
2.1 La personalidad de Alejandro
Intentar descubrir la personalidad de Alejandro es uno de los mayores retos a que se han enfrentado los
historiadores antiguos y modernos. Su figura aparece magnificada o distorsionada por los excesos de la
propaganda y la leyenda.
Las numerosas anécdotas que ilustran su comportamiento configuran un personaje de infinitos caracteres,
cuya forma de actuar oscila a menudo entre demostraciones de generosidad y humanismo y puntuales
arrebatos de cólera y crueldad.
Sin embargo, a la hora de proceder a su expedición oriental, lo cierto es que la campaña parece haber estado
planificada en buena medida por otro tipo de criterios más realistas. Imbuido por los proyectos de su padre
desde muy joven, conocía muy bien las rutas a seguir como los dispositivos de defensa y los puntos
estratégicos que debía neutralizar. Asentó con contundencia los golpes decisivos en los momentos adecuados
y actuó siempre guiado por un enorme pragmatismo político que medía las consecuencias de todas sus
acciones.
A la vista de estas circunstancias es muy probable que su compleja personalidad no pueda ser explicada desde
una única perspectiva, hay que imaginar un Alejandro mucho más realista y pragmático del que retratan
algunos relatos antiguos y modernos, impulsado por místicos desvaríos de grandeza y románticos deseos de
aventura.
El proyecto de Alejandro era al parecer mucho más específico de lo que se imagina, como era la creación de
un imperio universal con base en Oriente que debía contar para su buen funcionamiento con la inevitable
colaboración de las elites dirigentes iranias y con un importante incremento de los ingresos fiscales mediante
la exploración de nuevas rutas comerciales y el control y explotación de las ya conocidas y existentes.
Introducción
La figura de Alejandro va estrechamente asociada a la conquista del imperio persa.
Tras la pacificación de Grecia en el año 334 a.C , se inició una larga campaña oriental que habría de durar
hasta su muerte en el año 323 a.C Alejandro recorrió desde su partida en Pela, la capital macedonia, casi
20000km. Atravesó todas las regiones que separan el Mediterráneo de la cuenca del Indo, donde detuvo su
marcha obligado por el cansancio de sus tropas. Combatió contra poderosos ejércitos persas que le superaban
en efectivos en al menos en tres ocasiones y salió victorioso de ellas. Llevó a cabo hazañas prodigiosas que
superaban las gestas atribuidas a dioses y héroes. Todo un gran bagaje que significó una profunda
transformación del mundo conocido hasta entonces.
La conquista de Asia Menor
A pesar de que las tropas enviadas por Filipo bajo el mando de Parmenión no habían conseguido importantes
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avances, su control de la región de los estrechos facilitó el paso de la expedición de un continente al otro sin
mayores problemas.
Con 50000 hombres, Alejandro cruza el Helesponto, desembarcando en tierra asiática.
Darío, rey de los persas, está tan seguro de su superioridad que deja actuar a Alejandro.
La batalla librada a orillas del río Gránico en el 334 concluyó con una gran victoria de los macedonios que les
permitió apoderarse de las capitales de Dascilio y Sardes. La guerra, como había previsto Alejandro,
empezaba así a proporcionar los recursos necesarios para el resto de la campaña. Tras su victoria inició el
proceso de liberación de las ciudades griegas de la zona estableciendo regímenes democráticos y expulsando a
los tiranos que la gobernaban, en un gesto de propaganda política. Respecto al tributo que se veían obligadas a
pagar al tesoro real persa, Alejandro lo sustituyó por una contribución de guerra.
Desde el sur Alejandro dio un giro inesperado a su ruta y volvió a adentrarse de nueva hacia el interior de
Anatolia, donde aún quedaban importantes focos de resistencia.
A comienzos del verano del año 333, Alejandro emprendió de nuevo la ruta de Cilicia con el propósito de
seguir avanzando hacia Oriente, pero en Tarso sufrió una enfermedad que le tuvo al borde de la muerte. Esta
inesperada circunstancia provocó una enorme incertidumbre entre las filas macedonias poniendo así de
manifiesto la fragilidad de toda la campaña, ya que toda la expedición dependía por completo de la persona de
Alejandro.
Las costas fenicias y Egipto
Alejandro había alcanzado las llanuras del norte de Siria, donde tuvo que enfrentarse con el propio rey persa,
Darío III. El combate tuvo lugar en Issos en el año 333 a.C Alejandro consiguió la victoria gracias a los
errores tácticos del enemigo, que no supo sacar partido a su superioridad numérica utilizando el terreno
adecuado y planteó el combate en un espacio mucho más reducido que daba clara ventaja a las tropas
macedonias.
Con esta victoria, Alejandro conseguía también flanquear los obstáculos que impedían su avance hacia el
Oriente y el sur. Además, sus finanzas recibían una inyección importante de recursos al haber capturado tras
el combate el tesoro real que se encontraba en Damasco.
Alejandro recibió una embajada de Darío que le ofrecía unas condiciones de rendición aceptables que fueron
rechazadas. Se producía así el primer atisbo de ruptura entre las expectativas de los macedonios, que veían ya
realizadas la mayor parte de sus aspiraciones, y los deseos de Alejandro, cuyas miras iban mucho más lejos.
La entrada de Alejandro en Egipto resultó un auténtico paseo triunfal. La población indígena, cansada del
dominio persa, lo acogió como un verdadero liberador y lo coronó como nuevo faraón del país. Su gran tacto
político le impulsó a mantener buenas relaciones con el clero, que constituía la piedra angular para consumar
su dominio sobre el territorio egipcio. Territorio en el que fundó la ciudad de Alejandría.
La visita al oráculo de Siwah debió de tener enormes consecuencias sobre la propia autoestima de Alejandro
que había sido reconocido por primera vez como el hijo de Zeus, poniendo así la primera piedra en el proceso
de divinización del conquistador macedonio.
El centro del imperio persa
Tras su estancia en Egipto, Alejandro emprendió de nuevo el camino hacia el corazón del imperio persa. La
gran batalla contra un ejército persa especialmente reforzado que aspiraba a dar el golpe definitivo al invasor
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tuvo lugar en Gaugamela en el año 331a.C.
La victoria volvió a ser de Alejandro, que sin embargo no pudo capturar con vida a Darío. Fue coronado rey
de la ciudad, conquistando posteriormente la ciudad de Susa, la capital del imperio, así como Persépolis, que
fue saqueada e incendiada.
El valor simbólico del gesto era importante para el mundo griego, que veía así culminadas sus expectativas de
venganza por las campañas de Jerjes más de un siglo antes.
En el año 330 Alejandro se apodera de Ectabana, la última de las grandes capitales, culminando de esta forma
la conquista del imperio persa.
Licenció las tropas de los aliados griegos de la Liga de Corinto al dar por culminada su campaña política de
represalia contra los persas. Empezaba a partir de esos momentos una aventura de carácter personal con sello
exclusivamente macedonio.
Alejandro comenzó entonces una implacable persecución de Darío hacia las regiones más septentrionales del
imperio. Darío fue abandonado y asesinado por unos sátrapas rebeldes, Bessos y Nabarzanes, que habían
mostrado ya su descontento con las decisiones reales.
Sin embargo, el avance por aquellas desconocidas regiones fue costoso. El territorio era escarpado y
montañoso, las condiciones climáticas duras y las largas marchas que era preciso realizar para superar las
enormes distancias, agotadoras.
La dureza y prolongación de la campaña y el creciente descontento de sus hombres provocaron numerosas
conjuras y conspiraciones contra Alejandro, quien en el 327 sellaba los acuerdos de paz alcanzados con su
matrimonio con la princesa persa Roxana.
El progresivo empeoramiento de las condiciones de vida y el abandono forzado durante el frenético avance de
numerosos heridos y enfermos acrecentó la brecha existente entre Alejandro y sus tropas. Ese descontento se
tradujo en una serie de conjuras fallidas que provocaron la eliminación de importantes personajes de su
entorno, como el viejo general Parmenión.
La conquista de la India
La india no formaba parte en aquellos momentos del imperio pesa, y por tanto, no existía ningún tipo de
necesidad estratégica que justificara su conquista. Es probable que se deba al deseo de Alejandro de estrechar
los vínculos con sus nuevos contingentes iranios a través de una campaña común contra un territorio que
pertenecía a sus ancestros y prometía además un importante botín.
Alejandro llevaba tiempo madurando el proyecto de la conquista; había recibido ya a los representantes de
algunos dirigentes indios que esperaban utilizar el ejército invasor para expandir sus propios dominios.
Alcanzó finalmente el río Indo en el 326 a.C. Sin embargo, la batalla decisiva la libró contra el rey indo Poro,
cuyas fuerzas estaban continuamente marchando para frustrar cualquier intento de cruzar el río. Pasaron el río
sin problemas al amparo de una tormenta de primavera. Una vez cruzado el mismo, Alejandro desplegó la
caballería y avanzó para hacer frente a la caballería liderada por uno de los hijos de Poro. Consiguió la
victoria a pesar de las fuerzas con las que contaba el enemigo, con sus 200 elefantes y sus 300 carros de
guerra.
El camino hacia la llanura del Ganges quedaba ahora abierto, pero la negativa de sus tropas a seguir adelante
le obligó a emprender el regreso.
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2.6
El factor determinante de la conquista del imperio persa por Alejandro fue sin duda su ejército. Su base era la
conocida falange macedonia, que había creado su padre, Filipo II, al igual que su arma fundamental, la sarissa,
una lanza de madera de una longitud de cuatro metros.
Junto con los pezétairoi, un cuerpo selecto de elite que constituían el núcleo del ejército macedonio y los
asthétairoi, destacan otras unidades como son los agrianes, la caballería, los propios aliados, los mercenarios y
las tropas auxiliares.
Alejandro fue además incorporando importantes reformas sobre la marcha en los momentos más difíciles de la
campaña en su ruta por las satrapías superiores. Posiblemente, más que de verdaderas reformas se tratara de
readaptar los recursos disponibles a las nuevas circunstancias, en una demostración más del indiscutible
talento estratégico y táctico de Alejandro, que supo dotar a las operaciones militares en aquellas apartadas
regiones de la flexibilidad y operatividad que requerían.
A nivel institucional, Alejandro era el comandante supremo de la Liga de Corinto, un puesto que había
heredado de su padre. Los contingentes griegos que acompañaron a Alejandro en su expedición oriental lo
hacían en calidad de aliados, aunque quizá su verdadera función sería la de servir de rehenes que garantizasen
la tranquilidad de los estados griegos más que contribuir de forma efectiva al desarrollo militar de la campaña.
Su actuación sobre el terreno fue escasa, ya que fueron utilizados como fuerzas de cobertura. Alejandro
licenció las tropas griegas tras la captura de Ectabana, una vez que había dado por terminados sus objetivos
propagandísticos y tenía la seguridad de que sus planes en Oriente no se verían perturbados por una revuelta
en suelo griego.
Uno de los aspectos principales de la relación de Alejandro con los griegos es la posición de las ciudades de
Asia Menor dentro del nuevo imperio. No parece claro que las ciudades griegas de esta área entraran a formar
parte de la Liga de Corinto tras su liberación. Su condición de griegos, sin embargo, obligaba a Alejandro a
adoptar una postura diferente. Llevó acciones de carácter propagandístico como la restitución de la
democracia y la devolución de la autonomía, aunque supeditada por completo a la voluntad de Alejandro.
A diferencia de las ciudades integradas en la Liga de Corinto, que eran al menos sobre el papel, estados libres
y autónomos, las ciudades griegas de Asia Menor se hallaban incorporadas por completo dentro del imperio
de Alejandro.
La actitud general de los griegos hacia la figura de Alejandro fue claramente hostil. Era un rey macedonio que
había puesto fin a la independencia de las ciudades griegas y que ejercía su dominio mediante el uso de las
fuerza con la presencia constante de las guarniciones macedonias. Encarnaba la figura odiosa del tirano que
pisoteaba los valores griegos tan esenciales como la libertad y la autonomía.
Los continuados gestos propagandísticos de Alejandro tendentes a captar el favor griego hacia su persona
mediante el carácter vengativo y liberador de la campaña oriental constituyen una clara prueba de la actitud
hostil. Los casos de resistencia heroica como los de Mileto, Halicarnaso, el heroísmo personal de Memnón,
que murió combatiendo contra Alejandro, o el propio Calístenes, contribuyeron a alimentar esta clase de
sentimientos hostiles. Se formó entonces una verdadera leyenda negra que ponía el acento en los excesos y
defectos de toda clase que caracterizaban a Alejandro y que constituye, tras su muerte en el año 323 a.C, una
venganza póstuma sobre su memoria, resultado del rencor y de la frustración experimentada bajo su dominio.
Filipo II abre un nuevo periodo histórico al convertir a Macedonia, debilitada tras las luchas dinásticas, en una
potencia mundial. La creación de un nuevo ejército, de una nueva base política y económica es evidente
durante su reinado. Su legado no hace sino reforzar la importancia de su figura, pues su hijo Alejandro, al
menos durante los primeros años de poder, continuó la obra y los planes de conquista de su padre.
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Este periodo, entre los años 326 y 323 a.C, se conoce como la época de Alejandro. Supuso una enorme
expansión de las fronteras imperiales de Macedonia y una profusión , casi sin precedentes, de recursos
materiales y humanos. Su imperio fue de carácter mundial en todos los sentidos; el concepto que tenía de sí
mismo y de sus éxitos era de rango sobrehumano. En la época de su muerte su nombre era ya un símbolo que
evocaba la gloria mundial. La figura de Alejandro pasó en seguida al mundo de la leyenda, y su personalidad
se convirtió en un aspecto heterogéneo. Aparecen así facetas tan diferentes como la del enérgico rey
macedonio, el héroe de la tradición griega que trataba emular a Aquiles, pero también el parricida, el ladrón
de pueblos, etc.
Sin embargo, una idea aúna estas opiniones enfrentadas y es que, aunque tirano o libertador, Alejandro había
conseguido conducir a los estados griegos a una lucha frente al enemigo común y liberar a los pueblos griegos
bajo el dominio persa. La victoria de Alejandro supuso la libertad y autonomía griega frente a la soberanía de
Darío II, cuyos antecesores, como Jerjes, intentaron anexionar Grecia a Persia.
Alejandro Magno, junto con sus ansias de conquistador universal, había liberado al pueblo griego del
inminente peligro de sus enemigos, los barbaroi.
• A.B.Bosworth. Alejandro Magno. Editorial Cambridge
• Alejandro Magno, de Grecia al Oriente. Editorial Aguilar universal
• Julio Mangas. Textos para la historia antigua de Grecia. Editorial Cátedra
• F.W.Walbank. El mundo helenístico. Editorial Taurus
• S.Hornblower El mundo griego 479−323. editorial Crítica
• Historia de las civilizaciones antiguas, volumen dos: Grecia. Editorial Océano
Introducción
2.− Alejandro Magno y la conquista de un imperio
2.2 La conquista del imperio persa
2.3 El ejército de Alejandro Magno
2.4 Alejandro y los griegos
Conclusión general
Bibliografía
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