Rayos Cósmicos: Detectando las partículas más energéticas del Universo Luis Manuel Villaseñor Cendejas* Aunque no 1o percibimos, nuestros cuerpos están siendo constantemente irradiados por partículas subatómicas. Estas partículas, llamadas rayos cósmicos, se producen en la atmósfera terrestre como resultado del choque de partículas de alta energía que llegan a la tierra del espacio exterior con los núcleos de los átomos que componen la atmósfera. El descubrimiento de esta radiación se inició a principios del siglo pasado, en ese tiempo se creía que esta radiación provenía de la desintegración de elementos radiactivos del subsuelo, sin embargo, a partir de 1911 algunos físicos empezaron a medir el grado de ionización del aire causado por estas partículas a diferentes alturas sobre el nivel del mar mediante ascensiones en globo. Para su sorpresa, el nivel de ionización aumentaba a partir de 700 m de altura en lugar de disminuir como se esperaría si su origen estuviera en el subsuelo. Desde su descubrimiento, la investigación sobre la identidad, propiedades y origen de 1os rayos cósmicos ha sido intensa y a la vez fructífera. En la actualidad sabemos que 1os rayos cósmicos que llegan a la atmósfera se componen de 80% de protones, 12% de núcleos de helio, llamados también partículas alfa, 1% de núcleos más pesado y 2% de electrones. Estas partículas llegan constantemente a la tierra provenientes del espacio exterior en forma imperceptible para el ojo humano. Las de más bajas energías provienen del sol y de otras estrellas cercanas. Algunas más energéticas pueden provenir del centro de la galaxia, de explosiones de estrellas o de otros efectos violentos en la galaxia. Es muy probable que las de mayor energía sean producidas en cataclismos astrofísicos de origen extragaláctico. La cantidad de partículas que llegan a la tierra por segundo disminuye rápidamente a medida que aumenta su energía. Desde flujos de centenas de partículas por metro cuadrado por segundo para bajas energías hasta flujos de una partícula por kilómetro cuadrado por siglo para las energías más altas, los llamados rayos cósmicos ultra energéticos. El rayo cósmico de mayor energía detectado hasta ahora ocurrió en el Observatorio Fly´s Eye (Ojo de Mosca) en 1991; este observatorio está situado en el estado de Utah en Estados Unidos y el rayo cósmico en cuestión tenía una energía de 50 julios; esta es la energía típica que posee una pelota de tenis en movimiento pero resulta sorprendente que una partícula microscópica, como pudiera haber sido un protón, posea esa energía tan alta. Las partículas que llegan a suelo como resultado de la interacción de los rayos cósmicos con la atmósfera terrestre, llamados rayos cósmicos secundarios, se componen predominantemente de muones; estas partículas subatómicas son similares a los electrones excepto que son 210 veces más pesadas y que sólo viven en promedio 2 microsegundos. Los muones a su vez provienen de la desintegraci6n de otras partículas subatómicas llamadas mesones pi y mesones K. Los muones son muy interesantes ya que se producen en la cima de la atmósfera a 40 Km. de altura y a pesar de tener una vida tan corta alcanzan a llegar al suelo; esto constituye una prueba cotidiana del efecto de dilatación del tiempo predicho por Albert Einstein en su teoría de la relatividad especial en 1905. Como aplicaciones interesantes y que reflejan la creatividad de los científicos, estos muones se han usado para hacer radiografías de las pirámides de Egipto. El objetivo en ese caso era la búsqueda de cámaras ocultas que pudieran haber pasado desapercibidas anteriormente. Esta aplicación se basa en la propiedad que tienen de los muones de alta energía de penetrar grandes cantidades de materia só1ida. El resultado de este trabajo, sin embargo, concluyó que no hay cámaras ocultas adicionales a las descubiertas anteriormente por los arqueólogos; este mismo método se podría aplicar a las pirámides de México. Dado que nuestros cuerpos están siendo constantemente irradiados por rayos cósmicos, cabe preguntarse acerca del efecto que esta radiación tiene sobre nuestra salud. Al respecto se sabe que los seres vivos son muy sensibles a las radiaciones ionizantes, las cuales pueden dar lugar a mutaciones genéticas y cánceres; esto se observó claramente en las víctimas de las masacres de Hiroshima y Nagasaki y posteriormente ha sido corroborado en accidentes nucleares como el de Chernobyl en 1986. En efecto, la exposición a los rayos cósmicos es un riesgo que el ser humano y todos los demás organismos vivientes del planeta enfrentamos cotidianamente sin poderlo evitar. La radiación que típicamente recibimos de los rayos cósmicos es, sin embargo, menor que la de otras fuentes naturales de radiación. La cantidad de radiación natural a la que estamos expuestos depende de la zona en que habitamos, su valor promedio es de alrededor de 400 milirems por año, de los cuales aproximadamente la mitad provienen de la inhalación de gases naturalmente radiactivos como el radón y sus derivados que pueden salir del subsuelo. Estas cantidades se deben comparar con el máximo recomendado de exposición laboral que es de 1500 milirems por año. Por este motivo es importante limitar al mínimo la irradiación mediante fuentes artificiales, como en el caso de radiografías de rayos X con fines médicos. Por otro lado, los rayos cósmicos que se han detectado con las más altas energías representan un misterio y su comprensión constituye aún hoy un reto científico importante. En efecto, todavía no sabemos cómo y dónde adquieren su energía ni qué son estas partículas. Es decir que en algunos lugares desconocidos del Universo existen aceleradores 100 millones de veces más potentes que los que tenemos en los laboratorios más grandes; ahí se aceleran o producen estas partículas hasta las energías más grandes que se han detectado en nuestro Universo. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que estas partículas deben venir de nuestra vecindad relativamente cercana de alrededor de 300 millones de años-luz; para referencia, la galaxia de Andrómeda, que es el objeto celeste más lejano que podemos ver a simple vista, se encuentra a 2 millones de años-luz de distancia; esto significa que su luz tarda 2 millones de años en llegar a la tierra. La razón por la cual los rayos cósmicos deben provenir de nuestra vecindad cósmica se debe a que un protón en su viaje por el espacio pierde constantemente su energía al chocar con los fotones remanentes de la gran explosión que ocurrió al inicio de Universo. Para aumentar el misterio, a estas distancias relativamente pequeñas comparadas con el tamaño del Universo, no hemos identificado las fuentes de estos rayos cósmicos ultra energéticos a pesar de que a estas energías tan altas su dirección de llegada a la tierra debería apuntar a la fuente en la que se producen. Los candidatos favoritos son los núcleos activos de galaxias y las radio galaxias en donde ocurren procesos sumamente violentos que posiblemente involucran hoyos negros miles de millones de veces más masivos que el sol. Otra posibilidad es que los rayos cósmicos se deban a la aceleración en los campos magnéticos galácticos o extragalácticos de monopolos magnéticos libres de baja interacción, en caso de que estos últimos existan ya que no se han observado hasta ahora. Una posibilidad más es que los rayos cósmicos tengan un origen relacionado con partículas que aún no se conocen o con nuevas leyes de la física; como ha ocurrido en el pasado, los rayos cósmicos han contribuido en forma considerable a incrementar el conocimiento de nuestro Universo. Por estas razones, el estudio de los rayos cósmicos ultra energéticos es tan importante y ha despertado en la actualidad el interés de una gran cantidad de científicos. El Proyecto Pierre Auger es la iniciativa científica más importante del momento para resolver el misterio de los rayos cósmicos de las energías más altas. El Grupo Pierre Auger es una colaboración internacional formada por 250 investigadores de 20 países encabezada por el Dr. James Cronin, ganador del Premio Nobel de Física en 1980. Por invitación del Dr. Cronin, quien ha visitado nuestro país varias veces, un grupo mexicano, encabezado por el Dr. Arnulfo Zepeda del CINVESTAV, ha venido participando en esta iniciativa desde 1996. El grupo de México, que incluye profesores y estudiantes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la UNAM y el CINVESTAV, es un ejemplo de integración científica inter-institucional sin precedente en México en un área en la que el notable físico mexicano Don Manuel Sandoval Vallarta hiciera importantes contribuciones hace alrededor de setenta años. El Observatorio Pierre Auger está actualmente en construcción en Argentina con el objetivo de detectar y analizar un numero suficientemente alto de rayos cósmicos ultra energéticos para esclarecer las tres interrogantes siguientes: i) ¿cuál es su frecuencia de llegada a la tierra como función de sus energías?, esto se hará contando cuántos eventos hay en cada intervalo de la energía medida; ii) ¿cuál es su composición química?, lo cual se hará tratando de identificar el tipo de partícula primaria que origina la cascada secundaria de partículas; y iii) ¿de dónde vienen?, lo que se logrará midiendo las direcciones de arribo de las partículas secundarias. La participación del grupo mexicano, posible gracias al financiamiento proporcionado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y las instituciones involucradas, se ha destacado en la colaboración internacional Pierre Auger por el entusiasmo con que profesores y estudiantes han participado en varios aspectos importantes del diseño y participan actualmente en la construcción del Observatorio Auger, así como en el análisis de los datos que ya se están obteniendo. * El autor es profesor del Instituto de Física y Matemáticas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, miembro del grupo Pierre Auger y Vicepresidente de la División de Partículas y Campos de la Sociedad Mexicana de Física. Su e-mail es villasen@ifm.umich.mx.