V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE, 9/2/2014 Isaías 58 7-10; Salmo 111; 1Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16. Si se buscarán con intención sería difícil encontrar unas lecturas más apropiadas para la celebración de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas de las que nos ofrece la Liturgia en este domingo del Tiempo Ordinario. El profeta Isaías ofrece un camino, una salida, para aquellos que viven en la oscuridad del pecado, del mal, de su vergüenza, de sus errores, para los leprosos espirituales, por eso en la profecía habla de luz y de que brotará carne sana, pero para ello hay que tomar el remedio, y el medicamento no es otro que el que nos recetó el Papa Francisco: misericordina (practicar y vivir la misericordia), no encerrarnos en nuestra carne, en lo que yo necesito, sino mirar al otro, y ver sus necesidades, y paliarlas partiendo el pan con el hambriento, hospedando a los sin techo, vistiendo al desnudo. Un mensaje muy actual en nuestra época de crisis; una receta que nos hace falta tomar. Jesús en el Evangelio nos dice que somos sal y somos luz, y en esa comparación deja claro que si somos una sal que no sala, que no tiene sabor, o una luz que no iluminamos, no servimos para nada, sobre el ser luz, aparte de lo leído en la profecía de Isaías, el salmo nos lo dice muy claro: el que brilla es el justo, clemente y compasivo, ..., el que se apiada y presta, ..., el que no vacila ni tiene miedo, el que reparte limosna a los pobres. Ser luz y sal es algo que esta al alcance de todos, pues como bien decía la madre Teresa de Calcuta nadie es tan pobre que no tenga una sonrisa que ofrecer. Pablo, en la segunda lectura que hoy se proclama, nos deja claro que vivir el Evangelio, transmitirlo como nos lo pide Jesús, es algo que se hace compartiendo la vida, y no es necesaria la sabiduría ni los estudios para ello, sino simplemente estando con la gente, con sus sufrimientos, como Cristo en la cruz, simplemente está ahí, compartiendo el sufrimiento de los crucificados, y desde ahí nos llama a vivir el Evangelio, a ser luz, a ser sal, a saciar su sed y la sed de tantos hermanos sedientos. Que la Palabra que compartimos este domingo y esta jornada de Manos Unidas nos ayuden a vivir nuestro compromiso creyente siendo luz y sal para nuestro mundo. Un abrazo, Jose Luis.