La Jornada Veracruz, 24 de junio, 2013 Calidad del aire, calidad de vida Lilia América Albert Se ha probado que la exposición crónica a los contaminantes del aire está asociada con el aumento de problemas cardiovasculares, respiratorios, como bronquitis y asma, diversos tipos de cáncer, alteraciones del sistema nervioso, como insomnio, angustia o depresión, en las poblaciones expuestas y, en su descendencia, de nacimientos prematuros, niños con bajo peso al nacer, síndrome de muerte temprana y mortalidad infantil. Conforme a la Organización Mundial de la Salud, en México la contaminación del aire provoca, al menos 14,700 muertos al año. Además, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, en 2009, el costo de la contaminación atmosférica fue de $520,300 millones de pesos, (4.4 % del Producto Interno Bruto) y es uno de los mayores costos ambientales del país. En vista de estos antecedentes, hace un año, el 18 de junio del 2012, se aprobó la Norma Oficial Mexicana-156, la cual exige que la calidad del aire se vigile sistemáticamente en varias zonas del país y establece las condiciones para ello. Entró en vigor el pasado martes 18, cuando se cumplió el año que se estableció como plazo para que los gobiernos de las zonas en las que debe aplicarse tuvieran tiempo para prepararse y cumplir con ella. Esta Norma es de observancia obligatoria para los gobiernos locales de: (a) asentamientos humanos con más de quinientos mil habitantes, (b) zonas metropolitanas, (c) asentamientos humanos con emisiones a la atmósfera de contaminantes criterio primarios en exceso de veinte mil toneladas anuales, (d) conurbaciones, o bien, (e) en los que haya actividad industrial que, por sus características, requiera que se establezcan estaciones de monitoreo de la calidad del aire. Se aprobó considerando que: (a) La evolución y el desarrollo de las zonas urbanas en el país han estado acompañados por problemas ambientales derivados del aumento en la población, en la actividad industrial, vehicular y doméstica y en la dotación de servicios, (b) Es fundamental para la toma de decisiones para la protección de la salud y de los ecosistemas que los gobiernos y las comunidades locales cuenten con información confiable sobre la concentración de contaminantes en su atmósfera, sepan de dónde provienen y cuáles pueden ser sus efectos nocivos, (d) Se requiere información confiable y de calidad sobre la contaminación del aire, para lo cual es necesario contar con sistemas de monitoreo que aseguren la validez de la información que se colecta y, finalmente, que (e) Las autoridades deben generar y manejar información de calidad sobre la concentración de los contaminantes en la atmósfera para que la toma de decisiones en al respecto sea adecuada. Según esta Norma, los contaminantes que se deben monitorear son: ozono, monóxido de carbono, bióxido de azufre, bióxido de nitrógeno, plomo, partículas suspendidas totales, partículas menores de 10 micras y partículas menores de 2.5 micras. En conjunto, éstos se conocen como “contaminantes criterio” y se han elegido por acuerdo internacional porque simplifican el monitoreo y facilitan la toma de decisiones. Con el fin de proteger la salud humana y asegurar el bienestar de la población, la normatividad mexicana establece un límite máximo para la concentración en el aire ambiente de cada uno de ellos. La Norma 156 especifica las condiciones que los gobiernos deben cumplir para diseñar, establecer y operar los sistemas locales de monitoreo de la calidad del aire; entre ellos: (a) establecer los objetivos del monitoreo de la calidad del aire y del muestreo de contaminantes atmosféricos en la zona, (b) definir los contaminantes que se van a monitorear en cada estación, en función de dichos objetivos y (c) ubicar las estaciones de monitoreo. Para lo anterior, la Norma establece que se deben realizar los estudios necesarios para obtener la información de apoyo, la cual incluye, entre otros, (a) el inventario de emisiones a la atmósfera, (b) los modelos de calidad del aire que se van a utilizar, (c) la información meteorológica y sobre las características geográficas locales y, (d) estudios preliminares de la calidad del aire en la zona. Hubo muchas razones para emitir esta Norma; entre ellas, que, aunque en México hay al menos 34 ciudades con las características antes mencionadas, la calidad del aire sólo se vigila sistemáticamente y los resultados del monitoreo se informan de manera rutinaria a sus habitantes en el valle de México, Guadalajara y Monterrey, mientras no se sabe si muchas otras ciudades importantes cuentan con el 1 equipo necesario o el respaldo técnico adecuado para llevar a cabo la vigilancia de la calidad del aire, la ciudadanía recibe información incompleta u ocasional al respecto o en las que, de plano, esta información no existe. En Veracruz hay varias que están en estos casos, por lo que es lógico concluir que esta nueva Norma se debe aplicar a la brevedad en varias ciudades y conurbaciones del estado como Xalapa, Veracruz-Boca del Río, Córdoba-Orizaba, Coatzacoalcos-Minatitlán o Poza Rica, en las cuales reside más o menos la mitad de los más de 7 millones y medio que viven en él; es decir, más de 3’750,000 personas. Conociendo cómo se hacen las cosas por estos rumbos, sería muy interesante que se nos informara, -de manera oficial y no mediante un boletín autolaudatorio, con cuál de la información de apoyo que especifica la Norma que es esencial para diseñar y establecer los sistemas de monitoreo de los contaminantes del aire ya se cuenta en este momento en Veracruz, qué planes específicos se tienen para instalar dichos sistemas en donde es obligatorio y qué recursos monetarios, técnicos y administrativos se tienen presupuestados y listos para iniciar las actividades encaminadas a cumplir con ella. En resumen, cuáles avances lograron las autoridades de las zonas del estado en las que debe aplicarse la Norma para lograr su cumplimiento, durante el “año de gracia” que la Norma concedió para que se prepararan. Como ciudadanos preocupados por lo que ocurre en el ambiente en Veracruz, testigos de la oxidación que sufren las estatuas que adornan nuestra calles, la cual se debe a la baja calidad del aire en nuestras ciudades y, por lo mismo, por lo que les puede estar pasando a nuestros pulmones, no podemos dejar que aquí pasen “de noche y a oscuras”, medidas como las de esta Norma que, aunque bastante tardías en el contexto internacional, son de gran importancia para la protección de nuestra salud y dejar que se postergue su aplicación con los pretextos de siempre mientras se nos anuncia, con bombo y platillos, la salvación de camellones o parques y la inauguración de ciclopistas. Claro que es probable que las autoridades ni siquiera se hayan enterado de la obligatoriedad de esta Norma, de que tuvieron un año para prepararse y de la importancia de las medidas que establece para proteger nuestra salud; también pudiera ser que, si lo supieron, hayan decidido no darse por enteradas y confiar en que los ciudadanos no lo sabríamos como, de hecho, ocurrió en muchos casos. Como lo que está de por medio es nuestra salud y la de nuestros descendientes, tenemos el derecho y la responsabilidad de cuestionar a nuestras autoridades actuales sobre qué hicieron para prepararse y que están haciendo ahora y exigirles una respuesta concreta, no en declaraciones y boletines, como acostumbran. De pasada, ahora que estamos en plena “temporada electoral de ofertas”, también debemos preguntar a quienes quieren sacrificarse por nosotros y ser nuestras futuras autoridades, qué es lo que piensan hacer, de nuevo, en concreto, en este importante asunto. 2