7 de junio de 2015

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PARA EL CELEBRANTE
Dice san Agustín que la Eucaristía es "sacramento de amor". La Eucaristía es la
expresión de un amor que llega hasta el extremo, que es más fuerte que la muerte.
Cuando decimos que por nuestras venas corre la misma sangre es signo de una
unión intima, tener la misma sangre es compartir la misma vida.
La sangre es vehículo de vida, es la vida y simboliza el calor vital. Cuando esa
sangre es derramada, en favor de otro es símbolo perfecto amor y sacrificio.
¿Cuántas veces decimos que por nuestros hijos daríamos la propia sangre, daríamos
la vida?
Entregar la vida por los otros, sacrificarse, sufrir por el otro, no casa muy bien en el
ambiente del hombre actual (comodidad, placer, bienestar...). Esto no quiere decir
que nos sea ajeno ni antinatural sino todo lo contrario. A través del sacrificio el
hombre experimenta sin duda la desolación y el cansancio, es donde se encuentran
sus propios límites, pero también la satisfacción de aquel que ha hecho lo que tenía
que hacer, máxime cuando es por los demás. Es una forma de salir fuera de uno
mismo al encuentro con los otros y al encuentro con Dios.
Toda la vida de Cristo fue sacrificio por amor al hombre. La cruz fue su momento más
intenso y expresivo, la culminación de un sacrificio vital, existencial, y que ya existía
antes, en toda su vida de entrega y servicio. La base de su sacrificio: "estoy en medio
de vosotros como el que sirve", pone de relieve la diaconía de Jesús, y es lo que
ayuda a entender su muerte y la Eucaristía.
Ahora Cristo invita a los suyos comer y beber la sangre de Aquel que se entrega en
favor de los hombres. No se participa del sacrificio pascual sin participar de la
víctima. Sin esa participación de los discípulos en el Cordero, cuya sangre se inmola
por la nueva alianza, el memorial quedaría vacío. Participar en la Eucaristía es
participar de la vida de Cristo, conformarnos con Él.
SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO,
CICLO B
La fuerza del amor cristiano que nace de la Eucaristía
MONICIÓN DE ENTRADA
La Eucaristía es el núcleo de nuestra espiritualidad, es
el memorial del amor más grande, el alimento de
nuestra esperanza, el acicate de nuestro compromiso
diario, el fermento de un mundo nuevo. Como dijo
Benedicto XVI «¿Qué sería de nuestra vida sin la
Eucaristía?»
Que la participación en esta celebración nos ayuden a
valorar el gran regalo que Dios nos hizo por amor.
ACTO PENITENCIAL
Porque hemos recibido de ti un derroche de gracia, pero somos mezquinos
y desagradecidos.
- Señor, ten piedad.
Porque no sabemos apreciar, valorar y agradecer los dones recibidos.
- Cristo, ten piedad.
Porque nos acomodamos a una vida mediocre y nos hacemos indiferentes
ante tantas injusticias.
- Señor, ten piedad.
Ese único pan que comemos juntos y esa única copa que bebemos juntos es, como
decía san Agustín: "símbolo de unidad, y vinculo de caridad". Esto nos convierte en
una misma familia, en una Iglesia de comunión. Por ello, cuando comulgamos con
Cristo estamos comulgando con todos los miembros del cuerpo de Cristo. Comulgar
con los hermanos es estar dispuestos a compartir con ellos todo lo que somos y lo
que tenemos, y "lo que es mío es tuyo". Si somos capaces de realizar esto,
conoceremos la grandeza de la comunión eucarística.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Amor, unión, entrega, servicio..., estas las palabras sobre la Eucaristía llevan
consigo una dimensión social insoslayable, pues nos compromete a derramar la vida
en la transformación del mundo y en la defensa de la dignidad del ser humano. Cada
vez que nos acerquemos a ella debemos ser conscientes de esta realidad.
Lectura del libro del Éxodo 24, 3-8
Gratuidad, permanencia, esperanza, son valores que nacen de vivir la
Eucaristía, ella nos invita a vivir unidos, evitando los peligros del aislamiento y
la infidelidad. Que la escucha atenta de la Palabra de Dios nos ayude a
conocer la fuerza de este Don, para contagiar el dinamismo eucarístico a toda
la humanidad.
Sal 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18 (R.: 13)
Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14-12-16. 22-26
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 7 de junio de 2015
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, Ciclo B, año del Señor 2015
www.caritas-sevilla.org
PARA EL CELEBRANTE
ORACION DE LOS FIELES
MENSAJE PARA ANTES DE LA COLECTA
En este día del Corpus, Día de Caridad, en el que celebramos el signo del
amor más grande, pedimos al Padre de la misericordia.
Vamos a realizar la colecta a favor de nuestros hermanos necesitados. En la
Eucaristía que celebramos renovamos nuestro compromiso de servir a Cristo
en aquellos que están necesitados de consuelo, amor, justicia y fe. Y es que
la Eucaristía nos llama a tener siempre los cestos rebosantes para bendecir
con nuestra ayuda, que es también pan bendecido y partido por Jesús.
Somos garantes de que este signo se repita siempre «en memoria de Él».
Seamos por tanto generosos. Gracias.
Respondamos diciendo: Te lo pedimos, Padre.
-
Por la Iglesia, para que crezca en caridad y se manifieste como servidora
de los hombres, en comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo.
Oremos.
-
Por todos los que se dedican a defender los derechos y dignidad de los
hombres, para que se vean fortalecidos con el cuerpo y la sangre de
Cristo. Oremos.
REFLEXIÓN
Celebramos hoy la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, cuerpo partido y
sangre derramada para sellar la Nueva y definitiva Alianza entre Dios y los hombres.
Y esta vez el símbolo de la alianza ya no es la sangre animales derramada en el
Sinaí, sino la propia sangre de Jesús: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza,
derramada por todos". Será una alianza realizada no de forma figurativa como en el
Sinaí, sino real, sellada en el Gólgota.
-
Por los que tienen poder político y financiero, para que escuchen la voz
de los que no tienen voz ni poder, en comunión con el cuerpo y la sangre
de Cristo. Oremos.
-
Por cuantos son víctimas de la injusticia y la violencia, por las víctimas de
la inmigración, de las catástrofes naturales y de las guerras. Por los
cristianos perseguidos, en comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo.
Oremos.
-
Por cuantos trabajan en Cáritas y organizaciones sociales y liberadoras,
para que se renueven, siguiendo las exigencias del Evangelio y de los
signos de los tiempos, en comunión con el cuerpo y la sangra de Cristo.
Oremos.
La Cena-Eucaristía que Jesús celebra con los suyos tiene una novedad de fondo, y
es que en ella él se dona así mismo, anticipa su muerte y su resurrección realizando
lo que había dicho en el discurso del Buen Pastor: "Yo entrego mi vida para poder
recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente" Jn 10, 17
-
Por todos nosotros, por nuestra comunidad, que partimos el pan
eucarístico, para que seamos testigos de un amor samaritano y servicial,
en comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo.. Oremos.
La pascua judía era memorial de la antigua alianza, ahora Cristo instituye la
Eucaristía como memorial de la Nueva y definitiva alianza realizada en su sangre:
"haced esto..." Lc 22,19
Te pedimos, Padre, que nos hagas testigos de la caridad, siendo
consecuentes con lo que rezamos y celebramos y concédenos el gozo de la
gratuidad. Por Jesucristo nuestro Señor.
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 7 de junio de 2015
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, Ciclo B, año del Señor 2015
www.caritas-sevilla.org
La liturgia de hoy nos presenta la Última Cena de Jesús con sus discípulos en el
contexto de la pascua judía. Se celebraba, como todos los años, la cena pascual que
hace memoria de la liberación del pueblo de Dios y la alianza que Yavé sella con
Moisés en el Sinaí. Pero esta cena Jesús quiere vivirla de forma distinta y especial. Él
es plenamente consciente de su sacrificio, y así lo había referido a sus discípulos: "el
Hijo del hombre tiene que padecer mucho..." Mc 8, 31
Con estas palabra Jesús invita a sus discípulos a formar una comunidad en torno a si
mismo, cuya presencia se manifiesta por medio del pan que debían de recibir juntos,
y la copa, una única copa, que los discípulos beben uniéndose así a Jesús y entre
ellos. Al beber la copa los discípulos no son rociados pasivamente con la sangre
redentora, sino que actúan y se unen a la fidelidad de Jesús para recibir una vida
nueva.
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