PARA EL CELEBRANTE El sarmiento esta unido a la cepa o está separado de ella. El que no permanece en Cristo se seca. V DOMINGO DE PASCUA, CICLO B Todo con Cristo, nada sin Cristo Cualquier actuación de un cristiano unido a Cristo, es fuente de renovación interior y, como revulsivo social, es capaz de reorientar las mismas estructuras humanas, aunque a veces conlleve una poda necesaria para que el bien pueda vencer al mal. En unos momentos como los actuales, cuando el azote de la crisis económica relega al paro o al trabajo precario a millones de personas negándoles los derechos más elementales de subsistencia, se hace más necesario que nunca que el cristiano tome conciencia de hasta donde le lleva su compromiso de creyente. La poda es siempre necesaria para vivir saludablemente unidos a Cristo. Hay sarmientos que no dan frutos, incluso aquellos que los dan necesitan ser podados para que dén más frutos. Esa poda o limpieza es necesaria. Son esos cortes a veces dolorosos que necesitamos para seguir en marcha. Cada uno de nosotros podemos experimentar en nuestro interior el crecimiento de frutos buenos junto a sentimientos malos, egoísmos, orgullo, envidias...Ahí es donde tiene que actuar la poda, y no una sola vez, sino siempre que aparezcan esos malos sentimientos. Estos cortes hacen que la savia del amor del Señor fluya con mayor frescura. La verdadera sabia que nos permite "no amar de palabra y con la boca sino con obras y según la verdad" Permanecer en Él, habitar en Él, supone una comunión intima con él, tan intima que es su propia sangre esa savia nueva que da vida a los sarmientos. En la Eucaristía podemos experimentar la realidad de estas palabras, bebemos el amor de Jesús para que penetre en nuestro cuerpo y lo llene de su sabor. Cuando decimos que por nuestras venas corre la misma sangre es signo de una unión intima, tener la misma sangre es compartir la misma vida. La Eucaristía es iniciación en ese amor de Dios, que convierte nuestra vida en una vida real y verdaderamente digna de ser vivida. Estar enraizados a la vid es lo que nos da la vida y es la única forma de dar buenos frutos. La pregunta es: ¿Estoy yo realmente enraizado como sarmiento a la vid? Al igual que todos somos miembros de un mismo cuerpo, también somos sarmientos de una misma vid. Hemos recibido una oferta, ser llamados a formar un ser vivo con el propio Jesús. Esto supone una responsabilidad, dar fruto abundante. En medio de la intemperie en que nos toca vivir no podemos negar que tenemos necesidad de alguien que de firmeza a nuestra fe y un nuevo ardor en la caridad. Tenemos que vivir unidos a Cristo, en un constante encuentro con él, con su Palabra, con los que sufren y con todos aquellos con los que se identifica. Solo a partir de esa unión es posible recibir la vida que Él nos regala y, en un mismo movimiento darla. Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 3 de mayo de 2015 V Domingo de Pascua, Ciclo B, año del Señor 2015 www.caritas-sevilla.org MONICIÓN DE ENTRADA «Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don». Son palabras del papa Benedicto XVI que en la Eucaristía de este domingo toman especial significado, porque solo, si como la primera comunidad cristiana, recibimos el amor que mana del mismo Dios como don, podremos configurar nuestra existencia a la de Cristo y entregarnos a los hermanos. Participemos activamente. ACTO PENITENCIAL Porque no valoramos ser convocados a la vida por Dios, sin razones ni méritos. - Señor, ten piedad. Porque no apreciamos tus dones presentes en lo humilde y pequeño. - Cristo, ten piedad. Porque no vemos en los signos de vida el primer regalo del amor de Dios. - Señor, ten piedad. MONICIÓN A LAS LECTURAS La Palabra, en este domingo, nos habla de la comunión de vida con Cristo y con los hermanos, mediante la fe y el amor. Que su escucha atenta nos ayude a dar frutos de alabanza a Dios y misericordia con los hermanos. Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31 Sal 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32 (R.: 26a) Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24 Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8 PARA EL CELEBRANTE ORACION DE LOS FIELES Elevemos, movidos por el Espíritu Santo, al Dios del amor y de la vida, al Padre de misericordia nuestra oración confiada. Respondamos diciendo: Padre, cultívanos. - - Para que tu Iglesia sea para siempre generadora de vida, espacio de alegría, casa de misericordia y regalo al mundo. Oremos. Para que en todos los pueblos abunden frutos de justicia, paz, misericordia y solidaridad. Oremos. No son unos extraños, son nuestros hermanos, porque nuestra Iglesia es Católica, universal. Las distancias físicas, las fronteras no pueden ser la medida de la justicia, la solidaridad y la caridad. Que la aportación en esta colecta ayude a llevar alegría y consuelo a tantas personas que precisan nuestra ayuda. Que Dios os lo pague con el don de su alegría. REFLEXIÓN La iniciativa viene siempre de Dios; el Evangelio lo deja muy claro ¡sin mí no podéis hacer nada! Estamos en el quinto domingo de Pascua y las Escrituras nos invitan a permanecer en Cristo como única forma de vida de aquel que escucha su palabra. Permanecer en Él, vivir en Él, habitar en Él, es la única forma de ser sarmientos vivos que den frutos. - Para que los cristianos nunca nos callemos ante el dolor que sufren los inmigrantes y luchemos porque se creen medios que ayuden a paliar el dolor y la injusticia que sufren los más débiles y necesitados. Oremos. - Para que nuestras comunidades, a través de sus cáritas, acojan, escuchen y acompañen a nuestros hermanos más vulnerables y denuncien las múltiples estructuras de pecado que las generan. Oremos. Hoy la palabra de Dios nos dice que estamos enraizados en algo que nos da vitalidad y fuerza; que no somos niños abandonados tras nuestro nacimiento, que no somos seres aislados sin más apoyo que nuestro propio yo, que estamos vinculados a alguien que nos hace vivir una vida llena de sentido. - Para que los niños, niñas y demás personas que en estos días reciben los sacramentos de la Iniciación Cristiana, permanezcan y crezcan en unión con Cristo. Oremos. En el AntiguoTestamento encontramos con frecuencia el tema de la viña como símbolo de Israel. Ahora, la vid ya no es Israel sino el propio Jesús. Con Él nace una nueva viña mucho más grande que la anterior y sobre todo con una nueva savia, el ágape, el mismo amor de Dios. - Para que todos nosotros seamos portadores de la alegría de Cristo resucitado, vencedor de la muerte, y la hagamos presente con nuestra forma de vivir y actuar. Oremos. "Yo soy la verdadera vid..." Jesús pronuncia estas palabras la noche que iba a ser entregado, tras comer la Última Cena con sus discípulos. Dentro de esas palabras de despedida, Jesús les comunica lo más íntimo de Él, el amor que los une, y para ello utiliza la imagen de la vid y los sarmientos. Ellos son parte integrante de la vid, no hay sarmientos sin vida, no hay sarmiento que no esté injertado a la vid y que tenga vida, el vinculo es esencial y fuerte. Cultívanos, Padre, para que estemos cada vez más llenos del Espíritu y más unidos a Cristo y a los hermanos. Por Jesucristo. MENSAJE PARA ANTES DE LA COLECTA En estos días hemos conocido nuevamente múltiples tragedias que sufren los inmigrantes, muriendo en el mar al buscar un mundo que les garantice unas mínimas condiciones de vida. Como ha denunciado el Papa Francisco «no podemos permitir que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio». Nuestra misión profética de bautizados nos llama a denunciar esta y todas las situaciones de injusticia que afectan a los más débiles de nuestra sociedad. Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 3 de mayo de 2015 V Domingo de Pascua, Ciclo B, año del Señor 2015 www.caritas-sevilla.org El vínculo que nos une a Jesucristo es un vínculo que va mas allá de nuestros altibajos, de nuestros malo o buenos momentos, porque es un vinculo de amor. Permaneciendo en Él nos es inyectada esa savia nueva, el amor de Dios que tiene una fuerza tan grande que nos permite dar fruto abundante. "El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada" Permanecer con Jesús implica que Él permanece en nosotros, en el amor y en el fruto que podemos dar. Solo con Él podemos darlo porque sin Él nada podemos hacer. Esa unidad es tan estrecha que no permite medias tintas.