E-WASTE: La basura que no se bota La basura electrónica se está empezando a acumular igual que la que todos los días recoge el camión en bolsas negras afuera de su casa. Pero acá el cuento es un poco distinto porque esta basura puede traer beneficios: trabajo, posibilidades de desarrollo, menos brecha digital ¿Difícil de creer? No tanto. 10 toneladas de impresoras. 5 toneladas de faxes. 15 toneladas de pantallas. 20 toneladas de CPU. No se confunda. Esto no es el inventario de una multinacional sino todos los productos electrónicos que en el 2005 pasaron por la planta de Recycla en Pudahuel, Santiago. Se trata del emprendimiento social de los hermanos Nilo que en el 2003 se asociaron entre ellos, y también con Maxus Technology, para poder llevar a cabo su misión: pasar del 1% que Chile recicla hoy en basura electrónica o e-waste, a un 10% para el Bicentenario, en el 2010. Y partieron bien. Fueron los primeros pequeños empresarios chilenos en lograr una alianza estratégica con una empresa que cotizaba en el Nasdaq y a los dos meses de haber empezado, ya estaban exportando su primer container de cobre reciclado a China. De eso ya han pasado 3 años, los reconocimientos a su innovación han llovido y este año INCAE y Harvard están haciendo un estudio de caso sobre Recycla. Fernando Nilo, Gerente General de Recycla, no se pierde entre tanto elogio y lo primero que hace es reconocer lo difícil que ha sido crear conciencia sobre este tema. “Muchos clientes, cuando tienen que pagar por este servicio que evita que las empresas boten residuos que contienen elementos peligrosos a la basura, no entienden. Hay confusión. No está asumido el tema. Educar en esto es una tarea titánica. Cuando fuimos al banco a buscar financiamiento diciendo que éramos una empresa que íbamos a reciclar basura electrónica con un valor social nos dijeron: ¿y qué es eso? Nos costó un año para que el banco creyera en el proyecto”. Para reciclar y exportar 300 toneladas de cobre, 500 de aluminio y 200 de acero inoxidable a fundiciones europeas y norteamericanas con certificación ISO 14001, como lo hicieron el año pasado, ha implicado abrir camino. Pero hay que ir dando un paso a la vez. Primero, entendiendo de qué se trata todo esto, que parte cuando una juguera o una central de telecomunicaciones o un computador o cualquier cosa que tenga un chip incorporado, termina su vida útil. Ahí nacen los distintos tipos y colores de e-waste o basura electrónica. Literalmente. La hay blanca, en donde caen todos los electrodomésticos; café, que se refiere a televisores y equipos de audio y video; y gris, que implica a todas las tecnologías de información y comunicaciones (TIC’s). El reciclaje electrónico y la empresa Recycla tienen un mismo norte. O mejor dicho, un norte dividido en tres: crear valor económico, medioambiental y social. La guinda de la torta Para Evelyn Fritsch, project manager de medioambiente de la Cámara Chileno Alemana de Comercio, ver el e-waste y su reciclaje sólo como un negocio es ver la guinda de la torta y no el panorama completo. “Es un ciclo. Desde que se diseña un electrodoméstico o máquina, se tiene que considerar cómo desarmarlo y qué partes reutilizar, que no sean materiales peligrosos ni dañinos para la salud ni el medio ambiente. El enfoque alemán es bien sustentable. En Europa, por ley, cuando la vida útil del producto se acabó, los productores deben retomarlo y reciclarlo. También se debe etiquetar para que el consumidor pueda ver quién produjo eso y quién es responsable. Alemania fue uno de los primeros países dentro de la UE que aplicó esa normativa a su realidad, que entró en vigor el 2005”. Un argumento simplista podría liberar a Chile de responsabilidad en este frente, ya que por estas latitudes no se producen bienes electrónicos a gran escala. Pero no. Lo cierto es que hay números que suenan a castigo por no hacer más como país al respecto. “Es un error que por no ser país productor de tecnologías electrónicas, el tema no nos sea atingente. Chile tiene una de las tasas más altas de América Latina en penetración de celulares: 80%, lo que equivale a 12 millones de teléfonos móviles. Casi duplicamos a Argentina, que tiene 45%. Además, el país que tiene más alta penetración de tecnologías como Internet es Chile”, explica Nilo. Según él, la tasa de crecimiento del parque de computadores es de un 20% cada año y ahora vamos en 550.000 unidades. Si a eso se suma que anualmente Chile desecha 500.000 CPU y 1.000.000 de celulares, empiezan a transpirar un poco las manos y surge la pregunta de cómo crear conciencia. ¿Sabes cuánto es la ley de cobre de este celular? 8%” sentencia Juan Velásquez mientras juega con el suyo entre las manos. “Y eso sin contar todo el oro que tiene adentro porque se usa para ciertas terminaciones para los chips por ser un extraordinario conductor de electricidad. Si tengo una pila de celulares, tengo la certeza de que ahí voy a encontrar una cantidad tal de cobre que me hace factible el proceso de explotación… no tengo para qué ir a una mina” explica este académico de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile. Su doctorado en Japón lo hizo ser testigo del reciclaje todos los días, desde la recolección de diferentes tipos de basura dependiendo del día, hasta la isla de Odaiba, que está completamente hecha de desechos. O también por la señalética en el pavimento, que se hace con el plástico que ya no sirve para seguir derritiéndolo en otras formas y usos. Avances y proyectos “Muchos dicen ‘yo no contamino porque tengo mis computadores viejos y todo eso en mi bodega o en un depósito”, pero estas cosas también se descomponen y eso hay que someterlo a un proceso especial de tratamiento de basura tecnológica. Desde pilas hasta pantallas, que es lo que más contamina” explica Raúl Ciudad, Presidente de la Asociación Chilena de Tecnologías de Información (ACTI). Uno de los objetivos que tienen como organización es lograr que se cree legislación para ordenar esto. “Colombia sería un referente porque ya ha hecho avances en estas cosas. Son los primeros en Latinoamérica en reciclaje de computadores con propósitos sociales con financiamiento del Estado”. Ciudad se refiere a Computadores para Educar, la joyita latinoamericana que habría que emular y de la que ya hay clones como TodoChilenter, de donde él es secretario (ver recuadro). “Están siguiendo el modelo Computer for School” explica Uca Silva, investigadora de la Fundación Sur. Y sabe de lo que habla, porque esa iniciativa es canadiense, igual que el Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo de ese país, con el que está trabajando en un proyecto desde el año 2004. Países como el de la hoja de arce roja, han encontrado una solución a su sobredosis de computadores viejos en la transferencia de su basura electrónica a Asia. “Lo que es basura para algunos puede no serlo para otros” explica Uca para dejar en claro que los computadores transferidos son refaccionados para extender su vida útil. La idea del proyecto era evaluar hasta qué punto se sustenta este canal de beneficencia para que sea un aporte y no un deshacerse de lo que no sirve o que sea perjudicial. Todo esto para disminuir la brecha digital de una manera responsable. “Si estamos implementando un modelo basado en las donaciones, las estamos promoviendo y queremos saber qué va a pasar con ellas en términos de regulaciones, controles, posibilidades de formar criterios y estándares de calidad. En definitiva, ordenar el tema en la región” explica Silva. Partieron dándose cuenta de que en Latinoamérica no había nada. Ni especialistas, ni investigadores, ni metodologías, ni fuentes de información sobre el tema. Había que armar todo casi desde 0. Y en dos años ya han hecho un estado del arte del reciclaje en general, un estudio de impacto de los proyectos sociales de reacondicionamiento de computadores, otro sobre legislación y medio ambiente, entre otros. Esta generación de información también fue alimentada por talleres de trabajo. Primero en Chile, después en Brasil y ahora en Costa Rica, donde Uca estuvo en noviembre. “Estamos trabajando con EE.UU, Holanda, Suiza y Canadá y están súper dispuestos a apoyar. En este momento somos un banco de información y fuente de especialistas para países industrializados” explica Silva. Lo que ella ha aprendido es que hay que dar una vuelta distinta al tema. Porque en términos de volumen, estas iniciativas no generan impacto. Que Computadores para Educar haya refaccionado 77.000 computadores desde el 2000, o que Chilenter haya hecho lo suyo con casi 10.000, implica que niños que no tienen cómo, ahora se puedan exponer durante horas a un computador y acceder a información. “Eso es invaluable… entonces los beneficios no se pueden leer en términos de cuánto vale un computador viejo, sino respecto del acceso y del medioambiente, porque un computador reacondicionado implica alargar sus años de uso”. Un paso más en este proceso sería que Chile implementara el reciclaje electrónico como un negocio social colectivo. “Así, el impacto podría ser mucho mayor. Este es un tema tan complejo que no pertenece sólo a un actor social sino que a montones y deberíamos trabajar en conjunto. No tenemos información sistematizada aún, pero intuimos que hay un escenario de e-waste mucho más rico que el que estamos viendo. En Argentina los grupos de cartoneros ya están juntando e-waste y en Chile hay vertederos de basura electrónica. Esos son nichos que tienen que responder a estándares medioambientales educándolos, regulándolos, exigiéndoles”. Finalmente, lo más enriquecedor según su visión es que ahora se puede hablar de una comunidad latinoamericana preocupada de la basura electrónica, cosa que hasta hace dos años no existía. Ahora, la vista está puesta en el siguiente paso. Llegar a StEP, una iniciativa de varios organismos de la ONU que busca resolver el problema del e-waste. “La brecha digital no sólo se ve por cuántos computadores tenemos, porque en esta sociedad de la información también se refiere a los discursos y a la representación que podamos tener en los espacios internacionales”. Y volviendo a los nortes compartidos, la parte social del e-waste también ha sido interpretada por Recycla. Ellos, además, quieren reciclar conductas. Y junto a la Corporación de Artistas por la Rehabilitación (Coartre) están incorporando a ex internos de la cárcel Colina para que trabajen en su planta de reciclaje. Nilo ve un horizonte reciclado. Un futuro en donde puedan pasar de ofrecer un servicio B2B a uno B2C y también “que haya un marco jurídico medioambiental y que varios actores se suban para que podamos abordarlo como un tema país”.