Dossier sobre Cambio Climático Nº 68

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15 de octubre de 2015
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Nº 68
La salud de los océanos es clave en la erradicación del hambre
1
Las metas globales del 2030 ponen el hambre y la agricultura al centro de la política
mundial
4
Agricultura urbana: cultivar los suelos en la ciudad
4
Opinión pública y cambio climático
6
El Islam, la fe y el cambio climático, por Noor Al Hussein
10
Toma de decisiones climáticas en un entorno de confianza, por Rachel Kyte
12
Un planeta en riesgo de colapso
14
Cambio climático: esencialmente, un derecho humano, por Ricardo Lagos
17
1. LA SALUD DE LOS OCÉANOS ES CLAVE EN LA ERRADICACIÓN DEL HAMBRE
Los productos del mar aportan una considerable cantidad de proteína animal a la
alimentación de las personas en todo el mundo y 12 por ciento del sustento de la población
mundial depende en forma directa de la pesca y la acuicultura.
Sin embargo, el impacto del cambio climático, la contaminación marina por desechos
plásticos, la pesca ilegal y la acidificación acechan al océano y su biodiversidad, confirmó la
segunda conferencia internacional Nuestro Océano, que se realizó el lunes 5 y martes 6 en el
puerto chileno de Valparaíso, 120 kilómetros al noroeste de Santiago.
En la reunión, los más de 500 participantes, de 56 países, comprometieron unas 80
iniciativas sobre conservación y protección marina que superan los 2.100 millones de
dólares y abarcan más de 1.900 millones de kilómetros de océanos, destacó el ministro
chileno de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz.
El canciller local y su par estadounidense, el secretario de Estado John Kerry, fueron los
anfitriones del encuentro, que tuvo su primera versión en 2014 en Washington.
En una de las principales conclusiones de la conferencia, el director general de la
Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), José
Graziano da Silva, advirtió que la salud y productividad del océano serán claves para
alcanzar la Agenda 2030 y la erradicación del hambre.
“El océano no tiene una capacidad infinita para soportar las amenazas que afrontan en la
actualidad: la explotación excesiva de los recursos, el cambio climático, la contaminación, la
pérdida de hábitat”, añadió.
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Graziano enfatizó que “la salud del océano es clave en la erradicación del hambre (…) y una
condición esencial para el desarrollo mundial”.
Según la FAO el pescado es un alimento muy nutritivo y un valioso complemento de una
dieta en la que falten otras vitaminas y minerales fundamentales.
Se calcula que cerca del siete por ciento de la proteína animal que comemos proviene de la
pesca y la acuicultura. Esa cifra supera 20 por ciento en algunos países, en particular los
pequeños estados insulares.
El pescado no solo constituye un alimento vital, sino que además da trabajo e ingresos a
millones de personas de todo el mundo.
“La pesca es parte de la historia más ancestral, más remota del continente americano. Tanto
en el cuerpo continental como en las costas y los canales fue sustento para un centenar de
pueblos, o más aún, que vieron en la vida nómade en el mar, su condición de vida”, recordó
a IPS el antropólogo social Juan Carlos Skewes.
Y lo sigue siendo: Se estima que el sustento de 12 por ciento de la población mundial
depende en forma directa de la pesca y la acuicultura, esto significa alrededor de 1.000
millones de personas involucradas.
“El mar es tan importante para nosotros que no solamente nos alimenta, sino que nos da la
vida”, sintetizó Petero Edmunds, alcalde de Rapa Nui, conocida mundialmente como Isla de
Pascua, ubicada en medio del Pacífico, 3.700 kilómetros al oeste del territorio continental
chileno.
La salud de los océanos es clave en la erradicación del hambre
“Para los polinésicos, el mar es nuestra fuente de vida, es tan importante que en nuestra
mitología tenemos asignado a Tangaloa, Dios del Mar, y en la costumbre ancestral Rapa Nui
cuando un bebé nace, lo primero que debe hacer el padre es hundirlo en el mar, para
devolverlo a su estado natural”, añadió en entrevista con IPS.
En América Latina y el Caribe existen más de dos millones de pescadores artesanales o de
pequeña escala que generan ingresos por unos 3.000 millones de dólares anuales, según
cifras de la intergubernamental Organización Latinoamericana de Desarrollo Pesquero
(Odelpesca).
La región acoge en sus costas sudamericanas a tres de los grandes ecosistemas marinos del
mundo.
El más importante es la Corriente de Humboldt, que atraviesa las costas pacíficas de Chile,
Perú y Ecuador y que contribuye casi con 20 por ciento del total de pesca de captura
mundial.
Otros ecosistemas importantes en la región son la Plataforma Patagónica que componen
Argentina y Uruguay, y la Plataforma Sur del Brasil, ambas en el océano Atlántico.
Pese a su importancia, la amenaza hacia el océano está latente.
Se estima que anualmente se vierten cerca de ocho millones de toneladas de plástico al
océano en forma de botellas, embalajes, bolsas y otros desechos, provocando la muerte de
especies marinas y aves.
El punto 14 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobados en una cumbre mundial
realizada en Nueva York entre el 25 y el 27 de septiembre, apunta a “conservar y utilizar en
forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”.
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Sin embargo, la interdependencia de las metas de la Agenda 2030 y la importancia vital del
océano que, por ejemplo, absorbe más de un 30 por ciento de las emisiones de dióxido de
carbono, hacen que las metas sean imposibles de alcanzar, sin un océano sano y, en
consecuencia, resiliente.
“Hoy sabemos que existe una interrelación mucho más estrecha entre océanos y cambio
climático”, afirmó a IPS el comisario de la Unión Europea para Medioambiente, Asuntos
Marítimos y Pesca, Karmenu Vella.
Añadió que la protección oceánica debe ser tema central de la 21 Conferencia de las Partes
(COP21) sobre Cambio Climático que se realizará entre el 30 de noviembre y el 11 de
diciembre en París.
El canciller Muñoz, en tanto, anticipó que los gobiernos participantes en la conferencia de
Chile, que estarán presentes en la COP21, “nos hemos comprometido para que en los
documentos y compromisos que salgan de la Cumbre también esté presente la protección del
océano”.
Muñoz consideró muy importantes los anuncios realizados por varios países en la
conferencia de Valparaíso.
Destacó el de Chile, que dio a conocer la decisión de proteger más de un millón de
kilómetros cuadrados de zonas marinas, que constituirán uno de los espacios de protección
más grandes del mundo.
Como parte de esta iniciativa, el país anunció la creación de 720.000 kilómetros cuadrados
de áreas protegidas en Rapa Nui, una demanda de sus poco más de 5.000 habitantes, quienes
buscan proteger la biodiversidad de las aguas que rodean la isla y que albergan 142 especies
endémicas, 27 de ellas amenazadas o en peligro de extinción.
La medida también permitirá que se perpetúe la práctica ancestral de pesca de subsistencia
en una zona que se extiende hasta una distancia de 50 millas náuticas del litoral.
“La pesca artesanal todavía se desarrolla de forma ancestral en Rapa Nui. Se recolectan
piedras que sirven de pesas para bajar el anzuelo y así pescar el atún o los peces grandes”,
contó Edmunds.
Destacó que la creación del parque, anunciada por la presidenta Michelle Bachelet en la
inauguración de la conferencia, permitirá terminar con la pesca ilegal en las aguas de la isla.
“Desde hace muchas décadas que venimos viendo a barcos “fantasma” que aparecen en la
madrugada como luces en el horizonte y se llevan nuestros peces”, denunció el edil.
“Con la ayuda de las oenegés se ha demostrado que al día hay un promedio de 20
embarcaciones ilegales en nuestras aguas, que se están llevando nuestros recursos que no
queremos que se agoten”, añadió.
Bachelet anunció también la creación del parque Marino Nazca-Desventuradas, que
comprende una superficie de 297.518 kilómetros cuadrados y que constituirá el parque
marino más grande del continente americano.
Fuente: Nota informativa publicada por el portal Informativo el 7 de octubre de 2015 y
disponible en el sitio web: http://www.ipsnoticias.net
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2. LAS METAS GLOBALES DEL 2030 PONEN EL HAMBRE Y LA AGRICULTURA AL CENTRO DE
LA POLÍTICA MUNDIAL
La seguridad alimentaria, la nutrición y la agricultura sostenible son fundamentales para
lograrel conjunto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODSs) en 2030, ha dicho el
Director General de la FAO, José Graziano da Silva, a los líderes mundiales en un discurso
plenario ante la ONU.
"Nos hemos dado una tarea enorme, que comienza con el compromiso histórico de no sólo
reducir sino también erradicar la pobreza, el hambre y la malnutrición de manera sostenible,
porque cuando hablamos de un mundo sostenible, no podemos dejar a nadie atrás", ha
señalado durante su intervención al Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible 2015.
Catorce de los 17 nuevos ODSs adoptados por el Cumbre están relacionados con la misión
histórica de la FAO, señaló el Director General. El segundo objetivo - que es "acabar con el
hambre, lograr la seguridad alimentaria y una mejor nutricióny promover la agricultura
sostenible"- debe ser perseguido con urgencia ya que un progresorápido en ese frente es la
clave para los demás objetivos, agregó.
La agricultura sostenible y el hambre cero
Los ODSs continúan y amplían los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que fueron
establecidos en 2001 y que vencen este año, cuya meta de reducción del hambre
fuecumplidapor más de la mitad de los países monitoreados por la FAO. Sin embargo, cerca
de 800 millones de personas aún sufren subalimentación crónica.
Una mayoría de los pobres y hambrientos del mundo viven en las zonas rurales, y mejorar
sus medios de vida es el principal reto, dijo Graziano da Silva.
Hacerlo requerirá promover el crecimiento inclusivo e inversiones responsables que
respondan a las necesidades de los pobres del mundo, dijo.
"Necesitamos construir sistemas agrícolas y alimentarios más sostenibles, que son
resistentes al estrés y más capaces de hacer frente y responder al cambio climático", añadió.
Invertir en agricultura medioambientalmente sostenible no será suficiente por si mismo, si
no que también se requieren sistemas de protección social bien diseñados, agregó Graziano
da Silva.
Recordó a los líderes mundiales que en los próximos 15 años se necesita una inversión
adicional de 160 dólares al año por persona en situación de pobreza extrema, para acabar
con el hambre.
"Esto representa menos de la mitad del ingreso mundial en 2014. Y es sólo una pequeña
fracción del costo que el hambre y la malnutrición imponen a las economías, las sociedades
y las personas", dijo.
Fuente: Nota informativa publicada el 25 de septiembre de 2015 en el portal de la
Organización de las Naciones Unidas Para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y
disponible en el sitio web: http://www.fao.org/
3. AGRICULTURA URBANA: CULTIVAR LOS SUELOS EN LA CIUDAD
El rápido crecimiento de las ciudades del mundo en desarrollo plantea exigencias enormes a
los sistemas urbanos de suministro de alimentos.
Con la mayoría de la población viviendo en zonas urbanas, la agricultura se está extendiendo
cada vez más a ciudades grandes y pequeñas y un número creciente de personas se dedica a
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la agricultura urbana a nivel mundial. La agricultura urbana y periurbana (AUP) puede
proporcionar alimentos frescos, generar empleo, reciclar los residuos urbanos, crear
cinturones verdes y fortalecer la resiliencia de las ciudades frente al cambio climático. Hay
que destacar que la AUP tiene también un impacto positivo en los suelos urbanos.
Cómo la horticultura y los huertos comunitarios ayudan a producir alimentos nutritivos para
los residentes y a restaurar los suelos en zonas urbanas
Es ampliamente conocido que los suelos y la vegetación tienen una relación de reciprocidad.
El suelo fértil estimula el crecimiento de las plantas, aportándoles nutrientes, actuando como
depósito de retención de agua y sirviendo de sustrato en el que las plantas anclan sus raíces.
A cambio, la vegetación impide la degradación del suelo al estabilizarlo, manteniendo el
ciclo del agua y los nutrientes y reduciendo la erosión hídrica y eólica.
Con el fin de garantizar alimentos y plantas sanas, los horticultores y agricultores urbanos
deben asegurarse primero de que cuentan con un suelo sano, comprobando que no haya
contaminantes en el suelo o en el agua que utilizan.
Al convertir terrenos baldíos en huertos comunitarios bien manejados y productivos, los
suelos degradados se restauran y salvaguardan para la producción de alimentos y para la
creación de cinturones verdes en las áreas urbanas. Restaurar la calidad y la fertilidad del
suelo produce también beneficios como el aumento de la retención de carbono, la reducción
de la escorrentía de las aguas pluviales y la mejora de la capacidad de retención de agua.
Se estima que los huertos pueden ser hasta 15 veces más productivos que las explotaciones
rurales. Un espacio de apenas un metro cuadrado puede proporcionar 20 kg de alimentos al
año.
El cultivo intensivo de una amplia gama de hortalizas, raíces y tubérculos y hierbas en
espacios pequeños, conocidos como micro-huertos, es sostenible y altamente productivo y
puede ser manejado fácilmente por cualquier persona. Estudios de la FAO muestran que un
micro-huerto de un metro cuadrado puede ofrecer alguno de los siguientes rendimientos:
 Cerca de 200 tomates (30 kg) al año
 36 lechugas cada 60 días
 10 coles cada 90 días
 100 cebollas cada 120 días
Aprovechar el suelo
Las buenas prácticas agrícolas y la gestión sostenible del suelo son fundamentales para
asegurar que horticultura urbana y periurbana (HUP) es ambientalmente sostenible y que los
productos obtenidos son de buena calidad.
Garantizar la calidad de los productos al tiempo que se protege el medio ambiente es
fundamental para el enfoque de la FAO. La cuestión está directamente vinculada a los
suelos. La FAO utiliza las Escuelas de Campo para promover la intensificación y
diversificación de la producción hortícola. Estas Escuelas enseñan a los pequeños
campesinos el Manejo Integrado de Plagas (que reduce el uso de productos químicos tóxicos
para el control de plagas y enfermedades), y los cultivos y prácticas agrícolas mejoradas
adaptadas a las condiciones locales.
Mediante el fomento de las buenas prácticas agrícolas, las escuelas de campo ayudan a crear
sistemas de producción sostenibles que respetan el medio ambiente y garantizan la inocuidad
y calidad de los productos. Los proyectos de la FAO promueven el uso de compost orgánico
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en los entornos urbanos y forman a los horticultores en el reciclaje seguro de las aguas
residuales para el riego. Todas estas prácticas afectan directamente a los suelos urbanos, que
restauran y salvaguardan para las generaciones futuras.
¿Cómo puedo ayudar?
Usted puede ayudar preservando y aumentando la vegetación en su huerto, ¡básicamente
plantando más! Involucre a la gente iniciando un huerto comunitario. Practique siempre una
gestión sostenible del suelo, como el compostaje, que mejora la salud general del suelo, y en
última instancia, haga correr la voz sobre los suelos y ayude a concienciar sobre este aliado
silencioso.
Fuente: Nota informativa publicada el 08 de octubre de 2015 en el portal de la Organización
de las Naciones Unidas ara la Agricultura y la Alimentación (FAO) y disponible en el sitio
web: http://www.fao.org/
4. OPINIÓN PÚBLICA Y CAMBIO CLIMÁTICO
El año 2015 es un año decisivo en la lucha contra el cambio climático ya que en diciembre
tendrá lugar en París la vigésimo primera reunión de los Estados parte de la Convención
sobre Cambio climático (COP21). Sería deseable que de la misma surgiera un nuevo
acuerdo legal que sustituya al Protocolo de Kyoto y que recoja los cambios producidos en la
economía mundial desde 1997 como son la crisis económica, el accidente de Fukushima o
auge de las economías emergentes.
Hasta la fecha, la Unión Europea siempre ha ejercido el papel de líder mundial en la lucha
contra el cambio climático siguiendo sus principios de solidaridad. En la COP21 pretende
seguir con esta posición, pero ahora lo hace bajo la perspectiva de la sostenibilidad
medioambiental, la competitividad de su economía y la seguridad energética. Por su parte, el
Presidente Obama pretende desbancar a la UE de esta posición de liderazgo, conduciendo a
EEUU a alcanzar un mayor compromiso a nivel internacional, apostando por las energías
renovables y por el crecimiento sostenible.
Tanto para la UE como para EEUU, es muy importante obtener el apoyo de la sociedad para
emprender estas políticas relacionadas con el cambio climático. Durante los últimos años, se
ha puesto de manifiesto que el cambio climático ha dejado de ser un problema estrictamente
medioambiental para convertirse en un problema económico y de seguridad e íntimamente
relacionado con el sector energético, principal emisor de gases de efecto invernadero
(GEI´s). Por eso, uno de los principales requisitos de las políticas climáticas debería ser no
influir ni en la competitividad de la economía ni repercutir negativamente en el precio de la
energía que consumen los ciudadanos.
Una parte del éxito de la lucha contra el cambio climático reside, por tanto, en conocer el
grado de implicación que la sociedad está dispuesta a asumir teniendo en cuenta que parte de
los compromisos que se adquieran a nivel internacional puede tener una repercusión directa
en su vida diaria, como las medidas de eficiencia energética o incluso el cambio en los
hábitos alimenticios.
Por este motivo, la realización de estudios sociológicos enfocados a conocer la opinión de la
sociedad sobre el cambio climático constituye un elemento esencial para garantizar la
aceptación de las medidas a adoptar.
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La influencia humana en el cambio climático: una cuestión científica
Los informes del Panel Intergubernamental contra el cambio climático (IPCC, por sus siglas
en inglés), así como la mayor parte de la comunidad científica, afirman que es
“extremadamente probable” que la causa del calentamiento global del planeta sea el
aumento de la emisión de gases de efecto invernadero como consecuencia de la actividad
humana. Sin embargo, existe un desfase entre la evidencia que presentan estos informes y la
opinión la población en relación a las causas del cambio climático y el calentamiento global.
Como ejemplo de estas discrepancias entre la comunidad científica y la población en
relación a las causas del cambio climático, se encuentra el estudio realizado en 2014 por
Pew Research Center en que se recoge que en EEUU un 87% de los miembros de la
American Association for the Advancement of Science (AAAS) confirma la influencia de la
actividad humana en el calentamiento global.
Sin embargo, este porcentaje apenas llega al 50% cuando se pregunta a la sociedad en
general. Y en el caso contrario, sólo un 3% de la comunidad científica estadounidense dice
no haber evidencias científicas sólidas para dar crédito al cambio climático, frente a un 23%
de la población en general.
Este desfase no es exclusivo de los temas relacionados con el cambio climático ya que
también se produce en otros asuntos de índole científica como, por ejemplo, la seguridad de
los alimentos transgénicos, en donde la diferencia es aún mayor: un 88% de la comunidad
científica opina que es seguro comer alimentos transgénicos y, sin embargo, sólo un 37% de
la población lo cree así. A raíz de estos resultados, se puede asumir una brecha entre la
opinión del ámbito científico y la de la población en general, debido, probablemente, a que
los temas científicos se difunden a través de medios especializados, mientras que el público
accede a la información a través de los medios de comunicación masivos en donde influyen
aspectos ideológicos y políticos.
En el caso de
España,
un
estudio
realizado sobre
el tratamiento
del
cambio
climático en los
medios
de
comunicación
señala que la
mayoría de los
periodistas no
incluyen en sus
artículos ni en
sus reportajes
conceptos
científicos
sobre las causas
y consecuencias
del cambio climático.
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Sin embargo, a pesar de esta falta de información científica en los medios de comunicación,
la realidad es que la mayoría de la población mundial opina que la actividad humana es la
causante del cambio climático. Según el estudio Global Trends de 2004 realizado por
IPSOS, esta respuesta no es homogénea geográficamente. En el extremo superior se sitúa
China, con un 93% de población que se muestra de acuerdo. En el extremo inferior,
población de EEUU con solo un 54%, tal y como se recoge en la Tabla 1.
La ideología política de los encuestados también influye en la percepción de las causas del
cambio climático y en la
preocupación que genera. En este
sentido, es interesante ver los
casos concretos de EEUU y de la
Unión Europea. En EEUU, el
cambio climático es una cuestión
de debate, e incluso de
enfrenamiento político, entre
demócratas y republicanos.
Estas discrepancias se reflejan en
la opinión de los entrevistados en
un
estudio
realizado
por
GALLUP tal y como se recoge
en la Figura 1.
Esta relación con la afiliación Figura 1.
política también aparece en un Fuente: http://www.gallup.com/poll/168617/global-warming-climateestudio llevado a cabo por el change-difference.aspx
Associated Press-NORC Center
for Public Affairs Research (Tabla 2), en el que se recoge que la mayoría de la población
norteamericana opina que el cambio climático es una cuestión medioambiental y científica
pero también política.
Por lo que respecta a la opinión de la población de la UE, el público de tendencia de
izquierdas muestra un mayor interés sobre el cambio climático. Estas diferencias ideológicas
son especialmente relevantes en Reino Unido, donde un 49% del público interesado por el
cambio
climático
es
de
izquierdas frente a un 30% de
derechas. Esta tendencia se
repite también en Italia, Francia
y España.
La percepción del cambio
climático
también
presenta
vertientes
raciales
y
Fuente elaboración propia con datos del Informe realizado por
generacionales.
Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research
En EEUU, un 70% de los http://www.apnorc.org/PDFs/PopeGlobalWarming/July_Omnibus_Topli
ne_Environment_FINAL.pdf
hispanos
cree
que
el
calentamiento global está causado por la actividad humana, frente a un 56% de los
afroamericanos y a un 44% de los caucásicos. En cuanto a la edad, este mismo estudio
destaca que el 60% de los entrevistados de edades comprendidas entre los 18 y los 29 años
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opinan que el calentamiento global se debe a causas humanas frente al 48% de los que se
encuentran entre los 50 y 64 años.
El cambio climático como motivo de preocupación
En cuanto a la percepción del cambio climático como motivo de preocupación para la
población, en el caso de la UE y de EEUU, los resultados muestran que no es un tema
relevante. Para los estadounidenses, las principales preocupaciones son la economía (80%),
el empleo (74%) y el terrorismo (73%). En los últimos lugares aparece el calentamiento
global (29%) y el comercio mundial (28%) . Para los europeos, las principales
preocupaciones también muestran esta tendencia . En los primeros lugares figuran el
desempleo (45%), la situación económica (24%), la inmigración (18%) y la seguridad social
y sanitaria (16%). El medio ambiente, el cambio climático y los temas energéticos figuran en
antepenúltimo lugar con un 7%.
Por lo que respecta a la percepción del cambio climático como amenaza, la opinión de la
población mundial es diferente en comparación con otras amenazas. Por ejemplo, la
población estadounidense la sitúa en un sexto puesto, detrás del ISIS, el programa nuclear de
Irán, los ciberataques, la inestabilidad económica mundial o las tensiones entre Rusia y sus
vecinos. Por el contrario, para los europeos la amenaza del cambio climático se sitúa en
segundo lugar,
junto
el
programa
nuclear iraní y
por detrás del
ISIS.
En el caso de
España,
el
cambio
climático
está
contemplado en
la Estrategia de
Seguridad
Nacional
de
2013 como un
factor
potenciador de
riesgo y no
como
una
amenaza.
El
calentamiento
global es una
cuestión que preocupa a la sociedad española, aunque más por las consecuencias que por las
causas. Un 57% de la población española opina que se le da menos importancia de la que
tiene y sólo un 9% opina que se le da más importancia. En relación con los problemas en el
mundo, el cambio climático ocupa el puesto antepenúltimo de una lista de diez y respecto a
los problemas de España ocupa el último puesto.
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Percepción de las politicas energéticas en lucha contra el cambio climático
Según el Eurobarómetro sobre cambio climático de 2014 , un 90% de los europeos opina
que el cambio climático es un problema serio o muy serio y casi el mismo porcentaje está de
acuerdo con que sus gobiernos incrementen las energías renovables en el 2030. Además, un
70% está de acuerdo con la afirmación de que la reducción en las importaciones de
combustibles fósiles pueden suponer beneficios económicos para la UE. Un 80% opina que
la lucha contra el cambio climático y el uso de más eficiente de la energía pueden impulsar
la economía y el empleo en la UE.
En relación a las políticas que debe emprender EEUU respecto al suministro energético para
hacer frente al cambio climático, un 79% de su población opina que la prioridad más
importante debería ser el desarrollo de fuentes alternativas como la eólica, la solar o la de
hidrógeno. Un 75% está de acuerdo con que se establezca una regulación para controlar las
emisiones de gases de efecto invernadero y un 67% apoya la idea de que los combustibles
fósiles causan contaminación y gastos militares por la participación en misiones en el
exterior.
En cuanto al coste económico del cambio climático, para los europeos, la lucha contra el
calentamiento global supone una oportunidad económica que abre puertas a la industria, a la
investigación y al empleo. Sin embargo, para una parte de la población norteamericana, el
cambio climático es percibido como una amenaza al crecimiento económico, la destrucción
de empleo y la imposición de restricciones a la industria .
Conclusiones
La percepción de la sociedad juega un papel muy importante en la lucha contra el cambio
climático ya que las repercusiones económicas, sociales y geoestratégicas para hacer frente
al calentamiento global son de gran importancia. La lucha contra el cambio climático
influye
en sectores estratégicos como, por ejemplo, el energético. Además, puede conducir a una
modificación de los comportamientos de la sociedad, como el fomento de la eficiencia
energética o la modificación de los hábitos alimenticios. Por este motivo, la evidencia de la
influencia humana en el calentamiento global debe de ser suficientemente contrastada y
respaldada, científica y socialmente. Los medios de comunicación juegan un importante
papel a la hora de trasmitir el mensaje de que “si la actividad humana es la causante del
calentamiento global también es parte de la solución”.
Fuente: María del Mar Hidalgo García es Analista del Instituto Español de Estudios
Estratégicos (IEEE). Este documento fue publicado el 16 septiembre de 2015 y se encuntra
disponible en el sitio web: http://www.ieee.es/
5. EL ISLAM, LA FE Y EL CAMBIO CLIMÁTICO, POR NOOR AL HUSSEIN
La Declaración Islámica sobre Cambio Climático, firmada en agosto por estudiosos
islámicos de todo el mundo, pide a los países eliminar progresivamente las emisiones de
gases de efecto invernadero y adoptar fuentes de energía 100% renovables. Con 1600
millones de musulmanes en todo el mundo, esta declaración colectiva envía una fuerte señal
antes de la Cumbre de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas de este mes y la
Conferencia de Cambio Climático de la ONU que tendrá lugar en diciembre en París.
La declaración, emitida durante un simposio de dos días sobre Islam y cambio climático,
celebrado en Estambul, explica por qué los musulmanes deben ser activistas responsables en
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pro del bienestar del planeta y plantea una serie de demandas a los líderes mundiales y la
comunidad empresarial.
En primer lugar, la declaración pide a los encargados de redactar el acuerdo climático
integral que se adoptará en París llegar a “un resultado equitativo y vinculante”, fijar metas
claras y establecer formas de vigilar su cumplimiento. Además, los países prósperos y los
estados productores de petróleo deberían eliminar progresivamente las emisiones de dióxido
de carbono de aquí a mediados de siglo; alejarse de un “aprovechamiento del medio
ambiente reñido con la ética”; e invertir en una economía verde.
En segundo lugar, la declaración pide a los pueblos y los líderes de todos los países
comprometerse con el uso de fuentes de energía 100% renovables y con una estrategia de
emisión cero lo antes posible, y reconocer que el crecimiento económico ilimitado no es una
opción viable. Además, se debe dar alta prioridad a la adaptación al cambio climático,
especialmente para los grupos más vulnerables. En particular, se pide al sector empresarial
ser más activos en la reducción de su huella de carbono, comprometerse con el uso de
fuentes de energía 100% renovables y la eliminación de emisiones, hacer un cambio hacia la
inversión en energía renovable, adoptar modelos de negocios más sostenibles y colaborar
con la desinversión en combustibles fósiles.
Por último, la declaración hace un llamado a “todos los musulmanes allí donde estén”, que
fundamenta con citas del Sagrado Corán, y señala que el cuidado de la creación es un
elemento fundamental del mensaje islámico, y que hoy los seres humanos somos
responsables de estar malgastando los dones otorgados por Alá.
La aleya24:45 del Corán nos cuenta cómo Alá creó todos los seres vivos a partir del agua, y
la doctrina recogida en el hadiz nos enseña que somos “custodios de la Tierra”:
“La Tierra es verde y bella, y Alá os la ha dado en custodia. La Tierra entera fue creada
como lugar de adoración, pura y limpia. Quienquiera que planta un árbol y diligentemente lo
cuida hasta que madura y da frutos es recompensado. Si un musulmán planta un árbol o
siembra un campo, y los hombres, las bestias y las aves comen de él, todo eso es amor de su
parte.”
Este mensaje es eco y reafirmación de ejemplos que se encuentran en las doctrinas de
muchas religiones, que nos piden ser más bondadosos y sabios en el uso que hacemos de
nuestro planeta y proteger a todas las criaturas. Como enseña el monje budista Za Choeje
Rinpoche (en su sexta reencarnación):
“Al dañar cualquier parte del sistema del mundo uno se daña a sí mismo. La vida en este
planeta debe pensarse como sistemas y no como elementos separados. Hay que comprender
que el medio ambiente no pertenece a un único país, para explotarlo y luego desentenderse
de él.”
La Declaración Islámica sobre Cambio Climático, como la reciente encíclica Laudato Si' del
Papa Francisco, es un llamado a todos los seres humanos, cualquiera sea su fe, a trabajar
juntos para proteger el planeta del que dependemos. Espero que de hecho estos documentos
impulsen cambios de políticas que permitan una mayor reducción de las emisiones de CO2.
Estas declaraciones inspiradas por la fe son a la vez históricas y oportunas, ahora que los
países del mundo buscan implementar acuerdos globales en áreas que van desde el cambio
climático hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el establecimiento de reservas
marinas en altamar. De hecho, es importante recordar que la superficie de la Tierra es en su
mayor parte océano, agente fundamental de absorción de carbono y regulación del clima.
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Los océanos absorben cada año alrededor del 25% de todas las emisiones de CO2
antrópicas, y hoy los seres humanos estamos abusando de esa capacidad.
El carbono disuelto en el océano alteró sus cualidades químicas, al elevar su acidez un 30%
desde el inicio de la Revolución Industrial. La salud del océano depende hoy en gran medida
de reducir las emisiones de CO2 en las próximas décadas, antes de que se produzca una
acidificación descontrolada de los océanos y el nivel de los mares cambie radicalmente.
Como integrante del grupo Ocean Elders, me alegró el énfasis con que en Laudato Si'
Francisco señala la necesidad de implementar mecanismos estrictos de regulación y control
de las aguas internacionales, un auténtico avance en este tema, ya que son los últimos
grandes recursos comunales de la Tierra, de cuya superficie representan cerca del 50%, y
enfrentan varias amenazas que exigen una acción solidaria y mancomunada.
Este mismo mes de junio, los estados miembros de la ONU aprobaron unánimemente una
resolución de la Asamblea General que llama a negociar un nuevo acuerdo internacional
para la protección de las especies de altamar. Restaurar y regenerar su abundancia y
diversidad en uno de los sistemas fundamentales para el sostén de la vida en nuestro planeta
es esencial para mejorar la resistencia de la Tierra al cambio climático.
Muchos han señalado que somos la primera generación que tiene pruebas concluyentes del
enorme daño que la humanidad está provocando a los ecosistemas naturales, y
probablemente la última que realmente puede hacer algo al respecto. Es un momento crucial
para el multilateralismo, el diálogo interreligioso y, lo que quizá sea más importante, el
compromiso activo.
Somos todos seres humanos que vivimos en y de la Tierra; somos todos receptores del
legado de cuidar el planeta. Podemos y debemos hacerlo, forjando juntos acuerdos audaces
para la defensa del clima y la protección de los océanos, cualesquiera sean nuestras
creencias, circunstancias o condición. La ciencia nos dice que debemos actuar; nuestra fe,
nuestra humanidad, nos exigen hacerlo.
Fuente: Noor Al Hussein es la Reina de Jordania. Este artículo de opinión fue publicado en
el portal de Project Syndicate el 22 de setiembre de 2015 y se encuentra disponible en el
sitio web: https://www.project-syndicate.org/
6. TOMA DE DECISIONES CLIMÁTICAS EN UN ENTORNO DE CONFIANZA, POR RACHEL KYTE
En menos de 80 días, los líderes mundiales tendrán la oportunidad de alcanzar un acuerdo
único de su época en la lucha contra el cambio climático. La Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en París en diciembre, podría marcar un
hito en la historia de la humanidad: el reconocimiento unánime de la necesidad de actuar
para prevenir las consecuencias más dañinas del calentamiento global.
Sin embargo, para que se pueda llegar a un acuerdo, los participantes en la conferencia
deberán superar la desconfianza que ha conducido a la polarización e inacción en
negociaciones pasadas. Para poner en marcha un acuerdo que anticipe límites contundentes a
las emisiones de gas con efecto invernadero, será necesario primero cumplir los
compromisos que ya se han contraído, incluidas las promesas de los países desarrollados de
dedicar 100 mil millones de dólares al año para 2020 a ayudar al mundo en desarrollo a
mitigar su contribución al cambio climático y a adaptarse a un mundo más caliente.
Dada la magnitud de los desafíos y los costos que la inacción impone a las personas más
vulnerables del mundo, las instituciones de financiamiento para el desarrollo y otras partes
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interesadas deben demostrar su compromiso con la prevención de los efectos más
perjudiciales del cambio climático. Hacerlo requiere un esfuerzo renovado y transparente.
Por consiguiente, el Grupo del Banco Mundial está estudiando formas para ayudar a las
economías a emprender un camino sostenible. Con nuestra atención centrada en los planes
nacionales que se están presentando con antelación a la cumbre de París, estamos
examinando toda la gama de nuestro trabajo a fin de encontrar oportunidades para ayudar a
los países en los sectores forestal, energético, agrícola, de gestión urbana y de transporte,
entre otros.
En efecto. La lucha contra el cambio climático debe darse en una amplia variedad de frentes.
Las crecientes temperaturas globales y un clima cada vez más inestable influirán en todos
los aspectos del desarrollo y pondrán en riesgo las inversiones existentes, a menos que se
establezcan estrategias adecuadas de mitigación y adaptación, que también están en el centro
de los nuevos objetivos de desarrollo sostenible que las Naciones Unidas adoptarán este
mes.
Parte de este esfuerzo para combatir el cambio climático debe consistir en abordar las
fuentes de ineficiencia económica, como los subsidios a los combustibles fósiles y la
inadecuada contabilización del costo de la contaminación. Además, hay una aceptación
creciente de que los fondos para el desarrollo y el financiamiento para temas climáticos
pueden utilizarse para fomentar y catalizar las inversiones de fuentes públicas y privadas.
Pero sobre todo, un acuerdo exitoso sobre el clima tendrá que incluir medidas adecuadas
para la administración de los billones de dólares que deberán invertirse en infraestructura de
bajas emisiones de carbono y mayor resistencia a los efectos dañinos de las crecientes
temperaturas globales. Esto debe realizarse de la forma más pública y transparente posible.
Es esencial asegurarnos de dar seguimiento a los flujos financieros orientados a la lucha
contra el cambio climático, de modo que los ciudadanos puedan exigir cuentas a sus
gobiernos e instituciones.
A fin de lograrlo, los seis grandes bancos multilaterales de desarrollo y el Club internacional
de financiamiento para el desarrollo, (IDFC) – red de instituciones para el desarrollo
nacionales, regionales e internacionales– han estado trabajando arduamente para desarrollar
principios comunes de seguimiento de las finanzas. Estos principios deberían aplicarse a
todos los proyectos destinados a ayudar a los países a adaptarse o a mitigar el impacto del
cambio climático.
En un reporte publicado en junio, los seis bancos explicaron que han proporcionado más de
mil millones de dólares de financiamiento para cuestiones climáticas en los cuatro años
desde que empezaron a presentar informes conjuntos. Las finanzas del Grupo del Banco
Mundial también pueden consultarse en virtud de su política de acceso a la información.
La conferencia de París ofrece la oportunidad de establecer una ruta clara para evitar los
efectos más perjudiciales del cambio climático; los líderes que asistan a la reunión no deben
permitir que se les escape de las manos. Si cumplen sus promesas de modo creíble y
transparente, los países ricos pueden demostrar su compromiso con este esfuerzo y aumentar
la posibilidad de que se alcance un acuerdo efectivo.
Ha llegado el momento de invertir en la lucha contra el cambio climático. Nuestras
emisiones ya están teniendo efectos devastadores en todo el mundo. A medida que aumenten
la volatilidad y la incertidumbre relacionadas con el clima, crecerán también los costos de la
inacción.
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Fuente: Rachel Kyte es vicepresidenta del Grupo del Banco Mundial y Enviada Especial
para el Cambio Climático. Este artículo de opinión fue publicado en el portal de Project
Syndicate el 23 de setiembre de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web:
https://www.project-syndicate.org/
7. UN PLANETA EN RIESGO DE COLAPSO
El planeta bate todos los récords de temperatura casi cada mes. Este agosto ha sido el más
cálido desde que hay registros globales, que arrancan en 1880, según ha advertido la
Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. No es un hecho
aislado, los seis primeros meses del año ya habían sido los más cálidos jamás registrados en
la Tierra. Y varias agencias oficiales internacionales fijaron 2014 como el año con la
temperatura media más alta. España tampoco es la excepción: este verano se ha vivido la ola
de calor más larga y el mes de julio más caluroso desde que la Agencia Española de
Meteorología tiene registros fiables.
Que la Tierra se está calentando es ya incuestionable. “El calentamiento en el sistema
climático es inequívoco y, desde la década de 1950, muchos de los cambios observados no
han tenido precedentes en los últimos decenios a milenios. La atmósfera y el océano se han
calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado”.
Así resumía el estado del planeta el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático
(IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU.
El quinto informe que este panel de 800 científicos presentó a finales de 2014 es la base que
se está utilizando para las negociaciones de la cumbre sobre clima de París, el próximo
diciembre. Del encuentro se espera que salga el protocolo que permitirá luchar contra el
calentamiento del planeta, que ya está causando estragos en forma de fenómenos
meteorológicos extremos. “Sin lugar a dudas, el cambio climático es el mayor problema
ambiental al que nos enfrentamos”, opina José Manuel Moreno, catedrático de Ecología de
la Universidad de Castilla-La Mancha y uno de los científicos que forma parte del IPCC.
“Este año se van a batir todos los récord”, añade.
Acción del hombre
Pero, ¿por qué se está calentando el planeta? “La influencia humana en el sistema climático
es clara”, se indica en el informe del IPCC. Y uno de los principales impulsores es la
emisión de gases de efecto invernadero desde el sector energético, el transporte y por el
cambio de usos del suelo, ligado a la deforestación. “Es extremadamente probable que el
hombre esté detrás del calentamiento global”, señala Moreno basándose en las conclusiones
del informe IPCC. Eso quiere decir, explica este científico, “que hay un 95% de
probabilidad”.
“Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje
de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte
del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de
efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos
sobre todo a causa de la actividad humana”. Estas palabras son del papa Francisco. En su
primera encíclica –Laudato Si, difundida en junio– el pontífice señalaba al cambio climático
como uno de los principales retos de la humanidad. Y apuntaba a los efectos adversos que se
están detectando ya, como “catástrofes naturales regionales” y “crisis sociales o incluso
financieras”.
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El G7 se ha comprometido a llegar a un mundo sin combustibles fósiles
La encíclica del líder la Iglesia católica se enmarca en un contexto de declaraciones
internacionales y pronunciamientos políticos alertando del calentamiento global y de la
necesidad de frenarlo. Unos días antes de hacerse pública Laudato Si, el G7, que agrupa a
las principales potencias económicas, aprobó una declaración en la que mostraba su
compromiso de llegar a un mundo sin combustibles fósiles, que son los que generan los
gases de efecto invernadero cuando se queman para producir energía.
El problema reside en que emitimos más CO2 del que el planeta es capaz de digerir. Los
científicos apuntan a que las concentraciones de dióxido de carbono han alcanzado niveles
nunca vistos en los últimos 800.000 años. Y varios expertos señalan hacia la necesidad de
dejar sin explotar un tercio de las reservas de petróleo del planeta, la mitad de las de gas y el
80% del carbón que aún queda por extraer de las entrañas de la Tierra si se quiere evitar
llegar a un punto crítico de calentamiento.
El IPCC, que ya alerta de los fenómenos extremos que el mundo está sufriendo por el
cambio climático, avisa de que la temperatura a final de siglo habrá aumentado entre 3,7 y
4,8 grados si no se adoptan medidas de control. Y, para evitar unas consecuencias
desastrosas, los científicos han fijado en 2 grados el aumento máximo que el planeta se
puede permitir en 2100. Para ello, se necesita recortar las emisiones de gases de efecto
invernadero entre un 40% y un 70% en 2050 y llegar a un nivel cero a final de este siglo.
“Hemos perdido ya una década”, apunta Alejandro Lago, director de la cátedra Unesco de
Territorio y Medio Ambiente de la Universidad Rey Juan Carlos. En diciembre, París
acogerá la cumbre internacional del clima. Se espera que de este encuentro, auspiciado por
la ONU, salga el protocolo de reducción de emisiones que sustituirá al de Kioto, caducado
ya. Como recordaba hace unas semanas la ministra española de Medio Ambiente, Isabel
García Tejerina, el pacto que salga de la capital francesa “será para siempre”. Es decir, que
no se espera un compromiso para unos años, sino la hoja de ruta sin fecha de caducidad para
conseguir que a final de siglo el balance de emisiones sea cero y así controlar el
calentamiento del planeta.
“Ya tenemos un cambio climático comprometido”, alerta el profesor Moreno.
“Independientemente de lo que hagamos a partir de ahora, aumentará la temperatura”, señala
en referencia a las toneladas de CO2 que se han lanzado ya a la atmósfera. “Nos hemos
comido ya el 60% de nuestro presupuesto de emisiones, y en 20 años ese presupuesto estará
agotado”. “Kioto no era nada comparado con la cumbre de París”, añade Moreno sobre el
encuentro de diciembre. De Kioto se descolgaron las principales economías del planeta y,
entre ellas, las más contaminantes, como EE UU y China. Esto parece que no ocurrirá en
París. Ambos Estados han presentado ante las Naciones Unidas sus compromisos de
reducción de emisiones para las próximas décadas.
El presidente de EE UU, Barack Obama, a diferencia de la mayoría de sus predecesores, ha
fijado como una línea estratégica de su último mandato la lucha contra el cambio climático.
Y el Gobierno chino, presionado por los efectos nocivos de la contaminación para la salud
de sus ciudadanos, también está haciendo una apuesta por las energías renovables y se ha
comprometido a reducir sus emisiones de CO2.
Balance ecológico
El acuerdo de París se espera que incluya a todos los países del mundo. No solo a algunas
economías desarrolladas como ocurrió con Kioto. A finales de septiembre, 83 de los casi
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200 Gobiernos del mundo habían presentado ya sus compromisos de reducción de
emisiones. Las principales economías están ya presentes.El modelo por el que se ha optado
en esta ocasión, entre otras cosas para facilitar que exista un acuerdo, es el de los
compromisos voluntarios que asume cada país ante la comunidad internacional.
Christiana Figueres, responsable de cambio climático de la ONU, explicaba a mediados de
año a EL PAÍS, esta fórmula: “Lo que se construye es una autopista ancha, con diferentes
carriles. La autopista lleva a la meta final que es el restablecimiento del balance ecológico
entre las emisiones y la capacidad del planeta de absorberlas. Toda la autopista lleva a esa
meta. Pero tiene varios carriles, porque cada país tiene que progresar de una manera
diferenciada”.
De momento, ya se sabe que los compromisos presentados ahora por los diferentes países no
serán suficientes para evitar sobrepasar el límite de los dos grados en 2100, porque no
implican recortar a mediados de siglo las emisiones entre 40% y un 70%, como propone el
IPCC. Ante esta situación, la Unión Europea ya ha puesto sobre la mesa la necesidad de que
los compromisos de cada Estado se revisen –siempre al alza– cada cinco años.
Durante las próximas semanas, hasta llegar al encuentro de París, los Gobiernos seguirán
negociando el texto legal. Las principales discrepancias pueden surgir sobre los mecanismos
de control de los compromisos de reducción de emisiones y sobre la financiación de las
políticas de mitigación de los efectos del cambio climático. Existe ya una promesa de crear
un Fondo Verde para el clima a partir de 2020 que cuente con 100.000 millones de dólares
cada año.
Alejandro Lago aprecia que en esta ocasión “hay una movilización más alta” que otros años
entre los líderes mundiales. Pero recuerda que “ya se han perdido muchas oportunidades” en
las cumbres del clima anteriores. “El tiempo apremia”, insiste José Manuel Moreno sobre la
necesidad de que en París se cierre un acuerdo consistente. “Tiene que existir el
convencimiento de que esto es lo que viene y no hay un plan B”, opina Lago sobre las
reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Desde distintos organismos internacionales ya se ha apuntado en esta dirección y se están
analizando los efectos sobre la economía del planeta que un verdadero cambio en el modelo
de emisiones de CO2 puede provocar. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha
cifrado en 300.000 millones de dólares los activos en petróleo, gas y carbón que se
devaluarán en las carteras de empresas e inversores en 2050 solo en el sector energético. Y
entes como el Fondo Monetario Internacional o la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos han instado a los Gobiernos de todo el mundo a que eliminen los
subsidios al petróleo, el gas y el carbón para no prolongar más su vida.
Mientras las Administraciones discuten el acuerdo de París, los efectos del calentamiento se
siguen notando en el planeta. “No resolveremos la crisis migratoria o la crisis de pobreza sin
resolver la crisis climática”, explicó a mediados de septiembre Carole Dieschbourg, la
ministra de Medio Ambiente de Luxemburgo, que ostenta ahora la presidencia rotatoria del
Consejo de la Unión Europea. “Existe una conexión entre las sequías en Irak y Siria con el
cambio climático”, indica el Moreno. Estas sequías desencadenan pérdidas de cosechas. “Y
cuando la gente no tiene qué comer hay migraciones”, añade este profesor, que sostiene que
existen varios informes internacionales que resaltan a la vinculación entre conflictos y el
calentamiento global.
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Océanos desprotegidos
Apenas el 3% de los mares y océanos gozan de algún tipo de protección En su último
informe sobre pesca y acuicultura, la organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) apuntaba de nuevo hacia la mala situación de los
caladeros mundiales. El 90% de las poblaciones de peces del planeta está en situación de
sobreexplotación o plenamente explotadas, según se indica en ese análisis.
Más allá de las 200 millas de Zona Económica Exclusiva de cada Estado los mares son el
“salvaje oeste”, explica Juan Carlos Castilla, catedrático de Biología Marina de la
Universidad Católica de Chile. Los océanos son los grandes desprotegidos del planeta y, al
margen de la explotación con destinos pesqueros, se espera en los próximos años un
aumento de los aprovechamientos marinos de minerales.
El compromiso internacional es llegar a la protección del 10% de los océanos en 2020 y al
30% en 2030. A la vista de los progresos hechos hasta la fecha, esta meta parece muy
complicada de cumplir. En este momento, apenas el 3% de los mares están bajo alguna
figura de protección. Y, en demasiados casos, cuando existe una de esas áreas de
conservación esta no va acompañada de verdaderos planes de gestión.
Este fenómeno se conoce como parques de papel. Además de ser reservas de biodiversidad,
los océanos son también grandes captadores de CO2. Se estima que absorben
aproximadamente el 30% del dióxido de carbono que se emite en el planeta, con lo que
contribuyen a frenar el calentamiento global. Pero, según alerta José Manuel Moreno,
catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha, el cambio climático ha
causado también una acidificación de los océanos.
El IPCC estima que el aumento del CO2 desde 1750 ha hecho que el pH marino haya
disminuido en 0,1 unidades desde entonces. Y, aunque no está suficientemente estudiado el
efecto sobre la biodiversidad, se teme que este proceso de acidificación termine por castigar
también a las especies marinas.
Fuente: Nota informativa publicado en el periódico español El País el 13 de octubre de 2015
y disponible en el sitio web: http://elpais.com/
8. CAMBIO CLIMÁTICO: ESENCIALMENTE, UN DERECHO HUMANO, POR RICARDO LAGOS
Ya estamos muy cerca de la Conferencia de París sobre el Clima 2015, una cita que será
definitoria para la suerte del planeta Tierra. Hoy día están confirmados plenamente a nivel
científico los efectos del cambio climático en el calentamiento de la tierra, obra de un
desarrollo que por 200 años sólo miró las cifras de avance y progreso, sin advertir los
impactos negativos que se estaban produciendo en la naturaleza y la vida del ser humano.
Todo indica que se está avanzado en muchos aspectos para lograr acuerdos, especialmente
tras la última reunión en Lima y los anuncios de Barak Obama y Xi Jinping en noviembre
pasado. Pero hay un vacío que impregna los documentos preparatorios: poco o nada se habla
del clima sano como un derecho humano. Y este no es un asunto menor, porque determina el
enfoque que tendrán las estrategias futuras.
Para decirlo con claridad, lo que está en cuestión es la supervivencia del ser humano en este
planeta, no la suerte del planeta. Este puede seguir existiendo, pero en condiciones que
hagan muy difícil la vida de hombres y mujeres sobre la Tierra.
Ya en Lima se habló de “justicia climática”. Y ello llama a pensar con nuevos ejes
conceptuales el tema. No se trata sólo de adoptar medidas para mitigar el impacto y tratar de
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llegar al 2050 con un planeta vivible. Se trata también de definir quienes deben actuar con
más urgencia, de cómo proteger a quienes sufren las consecuencias aunque no hayan creado
las causas y asumir que la interacción cambio climático-pobreza es un dato ineludible de la
realidad. Cuando se dice en diversos eventos recientes que el impacto negativo en el medio
ambiente socava los derechos humanos se habla de cosas concretas: el derecho a la
alimentación, el derecho al agua, el derecho a la salud, entre otros. Son factores que
exacerban las desigualdades existentes.
El nuevo acuerdo sobre el clima, que debiera alcanzarse en París en diciembre, ofrece una
oportunidad única para cambiar la ruta, lejos de la rutina y hacia un nuevo modelo de
desarrollo sostenible. Sin embargo, en estas negociaciones hay que tener presente que las
responsabilidades son diferentes de un punto de vista histórico. Sabemos que la emisión de
gases de efecto invernadero (GEI), permanecen en la atmósfera entre cien y 120 años, esto
es las emisiones de cien años atrás, están todavía en la atmósfera atrapando los rayos solares
lo que genera el calentamiento global. No se necesita explicar que los GEI de hace cien años
eran infinitamente menores que las actuales, no solo por el aumento de la población sino por
el aumento de los niveles de vida, el mayor bienestar, la mayor producción que se ha
generado en el planeta.
La cumbre de París ofrece una oportunidad para cambiar la ruta, lejos de la rutina y hacia un
nuevo modelo de desarrollo sostenible
Sin embargo, los países que hoy son más desarrollados son los que tienen una mayor
cantidad de emisiones, por así decir, acumuladas en la atmósfera. Casi el 30% de lo que está
en la atmósfera corresponde a los GEI de Estados Unidos, seguidos de los países
industrializados como Alemania, Reino Unido, Francia y algunos que rápidamente se están
poniendo al día, como China y Rusia. Sin embargo, las consecuencias de este calentamiento
global se sienten con mayor fuerza y afectan mucho más a esos sectores de la población que
viven en lugares más pobres. En otras palabras, son los pueblos más atrasados
económicamente los que más están expuestos a las consecuencias negativas del cambio
climático.
Como lo dijera el papa Francisco en su reciente encíclica, “los peores impactos
probablemente del cambio climático, recaerán en las próximas décadas en los países en vías
de desarrollo. Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos
relacionados con el calentamiento y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las
reservas naturales y de los servicios eco-sistémico como la agricultura, la pesca y los
recursos forestales. No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan
adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas y poseen pocos
acceso a servicios sociales y a protecciones”.
Y ahí, con dramatismo y urgencia, aparece también la migración que se está produciendo
como resultado del cambio climático; poblaciones pobres que no pueden adaptarse a un
desierto que avanza. ¿Cuántos de los que migran del norte de África hacia los países
europeos son el resultado de no poder seguir allí donde nacieron porque la sequía y el
avance del desierto, hace imposible su supervivencia? Ellos no son responsables de haber
cambiado el medio ambiente del planeta porque, en su atraso, prácticamente en esos lugares
no emiten gases de efecto invernadero.
El desafío es lograr que los países en desarrollo, los de menores ingresos, puedan seguir
creciendo
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Si bien todos los países concurrirán en París a hacer un gran esfuerzo, porque todos somos
responsables como lo dice la convención de Kyoto, esta responsabilidad es diferente según
cada uno de los países. Son responsabilidades comunes a todos pero diferenciadas. Es aquí
donde se debe incorporar el concepto de justicia en estas negociaciones. El desafío en ellas
es lograr que los países en desarrollo, los de menores ingresos, puedan seguir creciendo,
pero no lo hagan como lo hicieron los países más desarrollados donde no había una
conciencia de los resultados de la emisión de los GEI. Esto es lo que está en el meollo de
introducir la idea de la justicia en negociaciones: tener claridad de las responsabilidades de
unos y otros; y de las carencias y demandas de unos y otros.
Lentamente, el mundo avanza hacia un nuevo paradigma, en donde cada país será medido no
solo por el nivel de ingreso por habitante, sino tan importante como aquel, sobre cuál es el
nivel de emisiones de GEI por habitante. El desafío es como se hace para crecer del punto de
vista económico y simultáneamente buscar disminuir o mantener el nivel de emisiones de
GEI que se genera con el aumento de dicho producto.
Sabido es que la ciencia ha dicho con claridad que hacia el año 2050 tenemos que ser
capaces de evitar un aumento de calentamiento global superior a dos grados Celsius,
respecto de aquel que existía 200 años. Y por lo tanto, el derecho al desarrollo de muchos
pueblos, puede estar en cuestión desde que estos necesitan seguir creciendo sin aumentar
emisiones de GEI. Esa es la pregunta central para lo cual se requiere apoyo de los países hoy
desarrollados en recursos financieros y en nuevas tecnologías. Se necesita derrotar la
pobreza, para lo cual hay que crecer, pero crecer sin emitir. Y, por ello, son los recursos
financieros y tecnológicos los que van a permitir que esta transformación global se pueda
hacer de una manera sustentable.
Fuente: Ricardo Lagos fue presidente de Chile. Este artículo de opinión fue publicado en el
periódico español El País, el 12 de octubre de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web:
http://elpais.com/
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Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz
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