Aspectos legales y políticos de la piratería en el Caribe durante el siglo XVII Juan Fernando Núñez Introducción No es fácil atribuirle reglamentos y leyes a una actividad tan irregular, pero a la vez tan ubicua, como la piratería en el Caribe durante el siglo XVII. Sin embargo, no son del todo ineludibles y en la piratería caribeña de dicho período se encuentran una variedad de aspectos legales y políticos fascinantes, desde las reglas no-escritas de la Cofradía de la Costa y las cartas de patente hasta el establecimiento de guaridas de bucaneros en La Tortuga y en Jamaica y el impacto que tuvo la piratería sobre las relaciones comerciales y políticas entre las coronas de España e Inglaterra. Este ensayo analizará estos aspectos legales y políticos de la piratería utilizando un esquema compuesto por tres niveles de análisis. El primer nivel está compuesto por los mismos bucaneros—es decir, las reglas internas que gobernaban su comportamiento y sus acciones, como la llamada Costumbre de la Costa y el Charte Partie (carta de partida). El segundo nivel de análisis es el Mar Caribe y las medidas tomadas por las autoridades españolas, inglesas y francesas ya sea para restringir la piratería o promoverla y hacer ganancias a través de ella. * Finalmente, el tercer nivel de análisis considera ciertas decisiones comerciales y políticas tomadas en Europa y su impacto en el Caribe. La historia de Jamaica como guarida filibustera ilustrará el segundo y el tercer nivel, mientras que el ataque de Henry Morgan a Panamá en 1671 servirá para Núñez, 2 examinar la realidad e interacción de estos tres niveles dentro del contexto de una expedición bucanera. ¿De quién son los océanos? – Los fundamentos legales de la piratería en el Caribe La propiedad de los océanos es una cuestión de gran importancia al analizar la piratería en el Caribe. Existe una paradoja fundamental que se remonta a los romanos, quienes deseaban convertir el Mediterráneo en un mare nostrum (mar nuestro, o mar propio). Sin embargo, fueron también los romanos los primeros en desarrollar leyes que imposibilitaban reclamar el mar como propiedad o como el dominio soberano de un estado. Algo similar ocurrió en la España del período colonial. En 1494, Portugal y España crearon un mare nostrum de una envergadura sin precedentes al dividir entre sí el Atlántico a través del Tratado de Tordesillas. España también declaró soberanía sobre el Mar del Sur tras el descubrimiento de éste por Vasco Núñez de Balboa en 1513. Paradójicamente, fueron dos españoles, Francisco de Vitoria y Fernando Vázquez de Menchaca, quienes sentaron las bases legales de la libertad de los mares en el siglo XV.1 Los Reyes Católicos, sin embargo, no se ciñeron a las ideas de estos ilustres pensadores. La piratería en América puede interpretarse como una reacción a la obsesión de los españoles con la propiedad de los océanos. De hecho, los holandeses defendieron a sus piratas usando la teoría del mare liberum (mar libre), de Hugo Grocio. La piratería es inseparable de los dobles-estándares del derecho marítimo internacional, si se le puede llamar así, del período colonial. Manuel Lucena Salmoral señala que la historia de los piratas y bucaneros en América existe dentro de este contexto de lucha contra los españoles y los portugueses, quienes trataban obstinadamente de tomarse los mares para imponer sus dominio.2 Núñez, 3 De piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros La clasificación de los diferentes tipos de piratas no es un asunto fácil. La distinción principal es entre piratas y corsarios. Un pirata es un ladrón marítimo que ataca barcos y poblaciones costeras por su propia cuenta, sin rendirle cuentas a ningún gobierno o autoridad superior. Un corsario es esencialmente un pirata que navega, ataca y saquea bajo la bandera y en el servicio de algún país en particular. Un barco corsario estaba equipado no sólo con la bandera del país que lo amparaba, sino también con una patente de corso, un documento que comprobaba que el barco estaba bajo el servicio de un país en particular. Los términos bucanero y filibustero son específicos al Caribe del siglo XVII. Los bucaneros y filibusteros eran piratas principalmente ingleses y franceses que, usando las islas de La Tortuga y Jamaica como guaridas, causaron estragos en el Caribe y en Tierra Firme. Los términos bucanero y filibustero se refieren al mismo tipo de pirata. El término francés boucanier originalmente se refería a cazadores de ganado cimarrón en el norte de La Española. Por circunstancias que más adelante se explicarán en detalle, estos bucaneros eventualmente comenzaron a combinar su ocupación de cazadores y comerciantes de carne seca y cueros con la piratería. Haring explica que los franceses restringían el término boucanier a estos cazadores y bautizaron con el nombre de filibustiers a los cazadores-piratas. El término filibustier, según explica Haring, “es simplemente la manera del marinero francés de pronunciar la palabra inglesa <freebooter>”.3* La pregunta que surge inevitablemente es si los bucaneros eran piratas o corsarios. La respuesta no es sencilla, ya que los bucaneros son difíciles de clasificar Núñez, por ser una especie híbrida de estas dos categorías. 4 Los primeros bucaneros defendían su independencia celosamente. No pertenecían a ningún estado y no tenían nacionalidad. Sus blancos principales eran barcos españoles por la simple razón de que era más probable que éstos transportaran cargamentos valiosos, pero no respetaban nacionalidad alguna y también atacaban barcos de otras banderas. Esto comenzó a cambiar a partir de 1650, cuando los piratas se fueron afiliando más y más a la colonia francesa de La Tortuga y a la inglesa de Jamaica. Los gobernadores de dichas islas les proporcionaban a los bucaneros patentes de corso y un puerto seguro. Los bucaneros comenzaron a servir a estas dos naciones, convirtiéndose así en corsarios. Al fin y al cabo, los bucaneros siempre actuaban en su propio interés, pero sabían que a veces les favorecía navegar como corsarios y aprovechaban estas oportunidades cuando surgían. Esta relación era mutuamente provechosa, ya que la corona inglesa veía la contribución indiscutible de la piratería a sus fines en el Caribe: quebrantar el monopolio español y fundar colonias propias. Los boucaniers A fines del siglo XVI la costa norte de La Española, la cual nunca fue colonizada por los españoles, comenzó a ser poblada por europeos renegados, principalmente franceses e ingleses. Estos renegados eran principalmente peones escapados, náufragos o marineros abandonados a su suerte. Como narra Haring, “Con una larga extensión de costa deshabitada, buen anclaje y una abundancia de provisiones, esta costa norteña no podía dejar de inducir a muchos a que se quedaran. Poco a poco se fueron encontrando allí grupos de cazadores dispersos, principalmente franceses e ingleses, que se ganaban la vida matando ganado cimarrón por sus cueros y curando su carne Núñez, para abastecer las necesidades de los barcos que pasaban”4. 5 Los boucaniers subsistían a base de esta carne, a la cual se le llamaba viande boucanée. Este término, así como el propio nombre de los boucaniers, proviene del nombre de la parrilla de madera al estilo Taíno sobre la cual se curaba la carne: el boucan. Según Kris Lane hay dos factores principales que permitieron que estos cazadores llevaran a cabo su oficio en La Española: en primer lugar, los indígenas que habitaban la isla habían sido exterminados, y en segundo lugar, el ganado dejado por los españoles en la isla durante los primeros viajes de exploración se había reproducido extensamente por falta de depredadores.5 A pesar de que los españoles nunca se habían asentado en la costa norte de La Española, la presencia de los intrusos extranjeros ciertamente no les complacía y trataron en repetidas ocasiones de expulsarlos de la isla. Según Alexander Exquemelin, el más importante cronista de los bucaneros, los españoles le temían a los boucaniers: “Los españoles mantienen bajo observación constante a los cazadores extranjeros, y a veces los asesinan si tienen la oportunidad. Cinco compañías de españoles han sido enviadas de Santo Domingo para buscar al enemigo—pero rezan para no toparse con ellos. No tienen la valentía para enfrentárseles en un campo abierto, así que tratan de espiarles para encontrar sus guaridas y deshacerse de ellos mientras duermen”6. Por la década de 1620, los boucaniers mudaron su base de operaciones a la isla de La Tortuga, a unas cuantas ligas de la costa norte de La Española, pero permanecían cazando en La Española por largas temporadas, hasta de uno o dos años, según Exquemelin. Después de estas temporadas volvían a La Núñez, 6 Tortuga a comerciar sus cueros y carnes a cambio de pólvora, balas, armas, telas y otras necesidades. A pesar de que los boucaniers eran un grupo bastante revoltoso y desenfrenado, su estilo de vida tenía ciertas características legales interesantes. La más importante es una práctica conocida como el matelotage, la cual consistía en un contrato entre dos hombres en el cual se asociaban en sus actividades de caza y acordaban heredar el uno del otro en el caso de que uno muriese. Exquemelin describe esta práctica de la siguiente manera: “Cuando un hombre ha terminado su servicio, busca un compañero y juntan todo lo que poseen. Redactan un documento, el cual en algunos casos dice que el compañero que vive más heredará todo, y en otros que el sobreviviente debe dejar parte de los bienes del muerto a los amigos o a la esposa de éste”. 7 Los boucaniers rechazaban cualquier intento de civilizarlos. Las disputas eran resueltas a través de duelos y su oficio era gobernado por un código de reglas bastante informal llamado el coutumier, “una serie de leyes extravagantes que habían originado entre ellos mismos”8. Los boucaniers defendían su existencia algo barbárica con una superstición común de los marineros de la época: todas sus antiguas obligaciones y deudas se ahogaban al cruzar el Trópico de Cáncer en su travesía desde Europa. Haring relata que algunos hasta se deshacían de sus apellidos. De boucaniers a bucaneros Desde el momento en que estos renegados se establecieron en la costa norte de La Española, sólo unos cuantos pasos los separaban del oficio que los haría entrar a la historia: la piratería. Una variedad de factores explican esta transición, entre ellos la mudanza a La Tortuga. Los españoles no se imaginaban que al tratar de erradicar a Núñez, 7 estos cazadores y al ganado que cazaban estaban creando una amenaza mucho mayor a su hegemonía en el Caribe. En La Tortuga, los boucaniers vivían en contacto más cercano los unos con los otros y podían organizar expediciones piratas más fácilmente. También, encontraron en los barcos comerciantes que pasaban por La Tortuga un mercado para su botín. El primer caso documentado de un boucanier convirtiéndose en pirata es el de Pierre le Grand de Dieppe. En 1602 este francés usó una pequeña embarcación y una tripulación de 28 hombres para atacar a un galeón español desviado. Exquemelin narra esta hazaña en gran detalle y un aspecto particularmente interesante es el juramento de obediencia y lealtad que hizo cada uno de los 28 tripulantes. Este juramento es el precursor de una práctica común de los bucaneros, también documentada por Exquemelin, de jurar lealtad y obediencia sobre la biblia antes de emprender una expedición. Después de tomarse el galeón, Pierre le Grand partió hacia Dieppe y nunca regresó al Caribe. Sin embargo, la noticia de su hazaña pronto se difundió por La Tortuga y la transición de boucaniers a bucaneros recibió un gran empujón, descrito por Exquemelin: “Al enterarse del éxito de los bandidos, los plantadores y cazadores de La Tortuga abandonaron sus plantaciones y selvas y buscaron la manera de obtener barcos para saquear a los españoles”. 9 Durante la primera mitad del siglo XVII la piratería tenía un carácter más bien ocasional ya que los boucaniers y plantadores no abandonaban del todo sus actividades anteriores y sólo se atacaban barcos. En vez de emprender expediciones largas, los bucaneros usaban a La Tortuga como base para atacar barcos que pasaban cerca de allí. Esto cambió alrededor de 1640, cuando los cazadores y plantadores abandonaron del todo sus Núñez, 8 oficios previos y se dedicaron de lleno a la piratería. También alrededor de esta fecha fueron expulsados de La Tortuga los bucaneros ingleses, quienes eventualmente se ubicarían en Port Royal, Jamaica. Las leyes y el modus operandi de los bucaneros La preparación de una expedición Una vez hecha la transición a la piratería, los bucaneros usaban un sistema muy metódico, hasta democrático, para organizar sus expediciones de saqueo. Las preparaciones comenzaba con un rendez-vous que se anunciaba a todos los bucaneros de La Tortuga. Una vez que el capitán tenía una embarcación disponible y anunciaba la expedición, los bucaneros que así lo decidían se le unían, “cada uno trayendo lo que necesitaba en cuanto a armas, pólvora y balas de plomo”.10 Cabe destacar que los bucaneros tenían un sentido comunal de la propiedad—el botín era dividido en partes iguales y el capitán comía exactamente las mismas raciones que su tripulación—pero cada bucanero poseía sus propias armas. Una vez congregados los miembros de la expedición, el próximo paso era abastecerse de carne, ya que los bucaneros no comían otra cosa. Había dos formas de obtener carne. La primera opción era mandar cazadores a la costa norte de La Española mientras que el resto de la tripulación se quedaba a bordo carenando el barco y alistándolo para zarpar. La segunda opción era irrumpir en el corral de algún español y robarse los cerdos necesarios. La distribución de las viandas era completamente equitativa: “Cocinan dos comidas al día de esta carne, sin racionarla...Al capitán no se le permite una mejor parte que al tripulante más ruin. Si se dan cuenta que el capitán tiene mejor comida, los hombres traen sus platos y cambian el suyo por el del capitán”.11 Núñez, 9 El Charte Partie Una vez que el barco estaba abastecido y listo para zarpar, tomaba lugar la redacción del Charte Partie, una de las facetas legales más fascinantes de la piratería del siglo XVII. Era éste un documento firmado por cada bucanero que participaba en la expedición, el cual especificaba la ruta de la expedición, la compensación que recibirían los bucaneros y otros asuntos de importancia. Una vez que la nave estuviera en el mar, el Charte Partie, junto con la costumbre de la costa, se convertía en la ley de abordo, y todos los bucaneros, incluyendo el capitán, estaban obligados a seguir sus dictámenes. A continuación la detallada descripción de Exquemelin de cómo se llevaba a cabo la redacción del Charte Partie: Redactan un documento llamado charte partie, en el cual se especifica qué obtendrá el capitán para sí mismo y por el uso de su nave. Usualmente acuerdan los siguientes términos. Asumiendo la captura de algún botín, primero los siguientes montos se deducen del capital total. Los cazadores generalmente reciben 200 piezas de ocho. El cirujano recibe de 200 a 250 para sus provisiones médicas, según el tamaño de la embarcación. Después vienen las recompensas acordadas para los heridos, quienes podrían perder una extremidad o sufrir otras lesiones. Serían compensados así: por la pérdida del brazo derecho, 600 piezas de ocho o seis esclavos...La pérdida de una pierna derecha traería 500 piezas de ocho o cinco esclavos...un ojo, 100 o un esclavo...y una lesión interna severa 500. Después de que estos montos son deducidos del capital, el resto del botín se divide en tantas porciones como hombres en la nave. El capitán se queda con cuatro o cinco porciones por el uso del barco...y dos porciones para sí mismo. El resto de los hombres comparten de manera uniforme y los aprendices obtienen media porción.12 La descripción que hace Manuel Lucena Salmoral del mismo proceso saca a relucir otras implicaciones legales de la carta de partida: Se realizaba entonces el Charte Partie, o ley de a bordo, que se juraba solemnemente en el puente de cada barco ante un vaso de ron y una biblia. Si no había biblia, servía un crucifijo o un hacha de abordaje. En Núñez, 10 realidad lo único imprescindible era el vaso de ron. El capitán de cada nave leía a su tripulación la carta, que era una especie de acta de la reunión, donde se indicaba el lugar y fecha en que se había efectuado, el nombre de cada barco, objetivos de la empresa y fraternidad que unía a los presentes, amén de la necesidad de obedecer a los jefes y la forma en que se iba a repartir el botín. Los filibusteros juraban colocando una mano en el vaso de ron, y otro en la biblia, firmando el documento con su nombre o con una cruz.13 La descripción de Lucena Salmoral da a entender que cuando la expedición incluía varias naves, la carta de partida era acordada por los capitanes de cada barco y seguidamente leída a los tripulantes de cada nave. La mayoría de los capitanes también requerían un juramento por parte de cada bucanero en el cual se comprometían a no tocar el botín ni conservar alguna parte de él antes de la repartición oficial. Las implicaciones legales y políticas del Charte Partie son realmente interesantes. En cuanto a su política interna, los bucaneros tenían un sistema claramente definido para escoger a un líder en el caso que éste no existiese (en la segunda mitad del siglo XVII era usual que al inicio de la expedición ya existiera un líder). La decisión sobre la ruta y el destino de la expedición también se tomaba democráticamente, ya que en las expediciones que incluían más de una nave, el capitán de cada una de ellas tenía voz y voto. El líder de una expedición dependía de sus hombres y si no lograba convencerles de atacar un sitio en particular, tenía que conformarse con un objetivo menos ambicioso. Los bucaneros eran libres en ese sentido; es decir, no estaban obligados a participar en ninguna expedición y cuando lo hacían era por su propia voluntad y el deseo de obtener su parte del botín. La dinámica entre el capitán y sus hombres era muy particular. Como no contaba con un ejército regular, por así decirlo, el capitán tenía que reclutar a sus hombres, y para Núñez, 11 lograr esto tenía que incentivarlos. Los bucaneros comunes y corrientes tenían entonces cierto grado de influencia, ya que el líder dependía de ellos para poder llevar a cabo la expedición. Finalmente, la carta de partida enfatizaba la naturaleza colectiva de la empresa bucanera—cada hombre recibía una parte igual, pero la obtención del botín dependía del desempeño de toda la tripulación. Su parte del botín era, desde cierto punto de vista, su dividendo en la empresa bucanera. La carta de partida claramente se convertía en la ley a bordo de los barcos bucaneros. Los bucaneros probablemente la veían como un contrato en el cual se especificaban los términos de su trabajo: sus requisitos y obligaciones, remuneración y hasta compensaciones por invalidez. El hecho de que los bucaneros no sólo hacían un juramento, sino también firmaban la carta de partida, le da una clara connotación legal valedera—al firmarla se comprometían a seguir las normas sabiendo que si las violaban perderían su parte del botín. La Cofradía de la costa Aparte de las cartas de partida, que eran específicas a cada expedición, los bucaneros seguían los dictámenes de la Cofradía de la costa, una de las instituciones más peculiares del Caribe colonial. Esta hermandad fue establecida antes de que los boucaniers se convirtieran en piratas, pero continuó existiendo y adaptó sus funciones al nuevo oficio de sus miembros. El propósito de la cofradía no era organizar expediciones, sino garantizar a los bucaneros el ejercicio libre e independiente de su oficio. Aunque la cofradía tenía un gobernador electo, las decisiones más importantes eran tomadas por una asamblea de capitanes que se reunía en Isla Vaca, situada entre La Tortuga y Jamaica. Lucena Salmoral describe la cofradía de la siguiente forma: “La Núñez, 12 cofradía era una asociación masculina que no imponía obligaciones a sus miembros. No había prestaciones para la comunidad, ni impuestos, ni presupuesto, ni código penal, ni persecuciones a quienes abandonaban la hermandad. Tampoco se reconocían nacionalidades, idiomas ni religiones”.14 La cofradía también velaba por la propiedad colectiva de tierras y naves. Todos los bucaneros eran miembros de la cofradía y como tales eran considerados iguales. Para entrar a la cofradía, un joven tenía que ser aprendiz de bucanero por dos años, recibiendo media parte del botín. Aunque la cofradía en sí no ponía leyes en vigor, los bucaneros como hermanos e iguales, seguían un código de conducta de ciertas leyes no-escritas conocido como la “costumbre de la costa”. La costumbre, al igual que la cofradía, tuvo sus orígenes durante la época de los boucaniers, pero fue adaptada a la nueva actividad. Junto con la carta de partida, la costumbre determinaba las “leyes” bajo las cuales se regían los bucaneros. Primeramente, las disputas se resolvían a través del duelo: “Se aseguran de que la justicia sea hecha entre ellos mismos. Si alguien tiene una riña y mata a su oponente en forma traicionera, se le pone contra un árbol y el hombre que él escoja lo mata de un tiro. Pero si ha matado a su oponente honrosamente—es decir, dándole tiempo para armar su mosquete y sin dispararle por la espalda—sus camaradas le dejan ir libre. El duelo es su manera de resolver disputas”.15 Cuando el asunto no era lo suficientemente grave como para ameritar un duelo a muerte, el primero en lograr que su adversario sangrase era el ganador. Las leyes y los castigos eran otro componente importante de la costumbre de la costa. Los bucaneros que cometían las ofensas más graves, incluyendo esconder una parte del botín sin importar cuán pequeña, robarle a otro bucanero, desertar en un Núñez, 13 momento crucial y no tener listas las armas al momento de abordar, eran castigados con la pena de muerte o siendo abandonados a su suerte en alguna isla. Algunas ofensas menores eran fumar cuando estaba prohibido y pelear con otro bucanero, y eran castigadas a través de latigazos, una reducción en la parte del botín u obligaciones en cubierta durante mal tiempo. Las decisiones judiciales eran tomadas por el capitán o por el contramaestre. En casos excepcionales, el capitán prefería mantener al culpable prisionero a bordo y dejar que las autoridades en La Tortuga o Jamaica lo juzgaran. Cabe mencionar que no había ningún tipo de ley sobre el trato de los prisioneros, quienes eran constantemente abusados y torturados, cuando no matados. El papel cambiante del capitán Vale la pena esbozar la evolución del papel del capitán para ver cómo el crecimiento y desarrollo progresivo de la actividad bucanera hizo necesario diferentes tipo de líderes. Al comienzo, cuando sólo se atacaban naves y las expediciones eran más bien pequeñas, el capitán era electo. Un bucanero valiente y con experiencia era elegido capitán y su misión era simplemente navegar el barco hasta el destino especificado en la carta de partida. Como el capitán era elegido, de la misma manera podía ser derrocado si se pasaba de sus poderes o si no seguía la carta de partida. De hecho, el capitán sólo era obedecido ciegamente en situaciones de combate. Los bucaneros detestaban el despotismo de los capitanes de buques de guerra o barcos mercantes, y si algún tripulante de una nave capturada denunciaba la tiranía del capitán, éste era azotado frente a sus subordinados. Núñez, 14 Estos capitanes elegidos eran apropiados para durante los años en que los bucaneros vagaban por el mar buscando barcos para atacar y saquear, pero alrededor de la década de 1630, cuando las expediciones se hicieron más sofisticadas y los bucaneros comenzaron a atacar pueblos costeros, surgió un nuevo tipo de capitán. Este capitán ya no era elegido. Era en cambio un bucanero de cierto renombre que organizaba la expedición, reclutaba a la tripulación y obtenía los buques necesarios, dependiendo de la magnitud de la expedición. La posición de contramaestre también se hizo más prominente durante este período. El contramaestre era el segundo al mando y estaba encargado de la tripulación, incluyendo su disciplina, el arbitraje de disputas y duelos y el almacenamiento y la repartición del botín. El paso final en la evolución del capitán fue la transición a los grandes líderes bucaneros de la segunda mitad del siglo XVII. Estos líderes podían preparar expediciones de varios barcos y cientos de hombres y normalmente estaban autorizados por oficiales coloniales a través de patentes de corso. Estos hombres tenían una autoridad inmensa y eran altamente respetados por sus subordinados. Cuando anunciaban una expedición, el nombre de estos líderes bastaba para atraer una tripulación lo suficientemente grande como para atacar tales ciudades españolas como Cartagena, Puerto Príncipe y Portobelo. Otra característica de estos líderes, como Morgan y Mansfield, es que atraían a bucaneros de varias nacionalidades. Si bien era cierto que en la primera etapa los bucaneros no tenían nación, en la década de 1650, cuando los ingleses fueron expulsados de la Tortuga y se establecieron en Jamaica, hubo una clara separación entre los bucaneros ingleses y franceses. Sin Núñez, 15 embargo, las expediciones de estos líderes continuaron atrayendo a hombres de ambas nacionalidades. La Piratería y la geopolítica del Caribe en el siglo XVII La decadencia española y su impacto en el Caribe El Caribe fue la primera parte de América en ser descubierta y colonizada por los españoles. De hecho, Cuba y La Española, las dos islas más grandes de las Antillas Mayores fueron descubiertas por Colón en su primer viaje. En 1494, a través del Tratado de Tordesillas, los Reyes Católicos reclamaron para sí el Mar Caribe y todas sus islas. Hasta la conquista de los grandes imperios de México y Perú en la década de 1520, el Caribe era el foco principal de la colonización española. Al comienzo del siglo XVII, la presencia española en el Caribe se limitaba a partes La Española, Cuba y Puerto Rico. Las incontables Antillas Menores nunca fueron colonizadas por los españoles, ya que ofrecían poco en cuanto a metales preciosos y potencial económico. De hecho, Jamaica, una de las Antillas Mayores, nunca fue tomada en serio por los españoles porque no había oro en dicha isla. Aunque estas islas no estaban colonizadas, eso no significaba, al menos en sus propios ojos, que no eran posesiones de los españoles. Al ignorar las islas, los españoles no pudieron predecir que en un futuro servirían como refugios y guaridas a los piratas que atacarían su comercio y sus ciudades. El siglo XVII fue un período de decaimiento económico y político para el imperio hispánico y esto tuvo enormes repercusiones en el Caribe. Entre las causas de este decaimiento se puede mencionar la insistencia de los Habsburgos en el sistema mercantilista y sus costosas guerras en Europa. También, cada día escaseaban más Núñez, 16 los metales preciosos en las colonias, no sólo reduciendo los activos del imperio, sino también debilitando a las colonias como mercados consumidores. Como resultado de esta decadencia económica, España tuvo dificultades defendiendo su imperio, particularmente en el Caribe, en donde los franceses, ingleses y holandeses comenzaban a establecer colonias propias, como Barbados, Antigua, Curacao, La Tortuga y Jamaica. Es precisamente dentro de este contexto que los bucaneros comenzaron sus operaciones en La Tortuga y luego Jamaica. A pesar de que inicialmente practicaban su oficio independientemente, pronto comenzaron a depender de las guaridas proporcionadas por las colonias inglesas y francesas, y a contribuir al logro de los objetivos franceses e ingleses en el Caribe: el establecimiento de colonias propias y la terminación del monopolio español sobre sus colonias. El desempeño militar de los españoles en el Caribe fue muy pobre durante el siglo XVII, debido en gran parte a estas limitaciones económicas. Varias iniciativas de remover a franceses e ingleses de La Tortuga fracasaron, así como también la defensa de Portobelo, Maracaibo y otras ciudades atacadas por bucaneros. Los desganados soldados no recibían sus salarios, las armas estaban en malas condiciones y había una gran escasez de pólvora y municiones. Estos factores, amén de la naturaleza predecible del sistema de flotas, facilitaron las actividades de los bucaneros en el Caribe español y en Tierra Firme. A pesar de que los galeones usados para este propósito estaban bien armados, eran lentos y difíciles de maniobrar y eran fácilmente alcanzados por los bergantines y las corbetas de los bucaneros. Las restricciones económicas también imposibilitaron la creación de la Armada de Barlovento, la cual estaba supuesta a defender a las colonias españolas de los bucaneros. Núñez, 17 Port Royal: La guarida bucanera por excelencia La historia de Jamaica como guarida bucanera es realmente fascinante. Esta isla funcionó como base para las expediciones de Mansfield, Myngs y Morgan, tres de los más temibles bucaneros. Los gobernadores de Jamaica, reconociendo la riqueza e importancia que representaba la presencia de los bucaneros en su isla, procuraban tener una relación amigable con éstos y emitían patentes constantemente, muchas veces sin el permiso del gobierno inglés. La historia de Jamaica es inseparable de la política inglesa hacia España. De hecho, la conquista de Jamaica nació directamente de la iniciativa de Oliver Cromwell de debilitar a los españoles en el Caribe y establecer colonias propias. En diciembre de 1654, zarpó de Inglaterra hacia el Caribe la expedición “Western Design”, con una flota de 34 buques de guerra comandados por el Almirante William Penn—su misión: atacar Cartagena vía Cuba, Puerto Rico o La Española. La flota de Penn hizo escalas en Barbados, Antigua, Nevis y St. Kitts, y una multitud de bucaneros ingleses se unieron a sus fuerzas. Estos bucaneros ingleses habían sido expulsados de La Tortuga en la década de 1640 por el gobernador francés Levasseur. Zarpó hacia Santo Domingo con 57 buques (los 34 originales más los de los bucaneros que se le unieron) y 13,000 hombres, pero no pudo derrotar a los españoles. Penn y su comandante de tropas terrestres, el General Venables, decidieron contentarse con tomar Jamaica en vez de Santo Domingo. Ya en la isla, los oficiales de esta operación naval se mezclaron con los bucaneros para crear un nuevo tipo de corsario. Port Royal, en la costa sur de Jamaica, pronto se convirtió en una base para estos bucaneros/corsarios. Como relata Kris Lane, “...sus gobernadores emitían todo Núñez, 18 tipo de comisiones permitiendo la toma violenta de naves y pueblos españoles. Autorizaban cualquier cosa, con tal de que al regresar al puerto la expedición recibieran su diezmo”.16 Según Lucena Salmoral, aunque los gobernadores de Jamaica apoyaron a los colonos y a los plantadores, comprendían que el estatus de la isla como guarida bucanera era la clave de su prosperidad. Sir Richard White, un doble agente irlandés, reportó esta situación al Consejo de Indias en 1671: “En general, no hay otra forma de ganar dinero que robarle a los españoles, ya que en Jamaica es imposible ganar dinero. En las costas de las Indias hay mucho dinero que se pierde, cuyos dueños no están preparados y no tienen valor para defenderse, mientras que entre los agresores, hay un deseo insaciable por las riquezas, mucho valor y un total desdén al peligro”. 17 A diferencia de La Tortuga, en donde los bucaneros tenían pocas lealtades nacionales, en Jamaica los bucaneros eran en su mayoría ingleses, o al menos fieles a la corona inglesa, y atacaban solamente a los enemigos de Inglaterra (España y en ocasiones Holanda y Francia) como corsarios con patentes inglesas. Los gobernadores ingleses de Jamaica jugaron un papel imprescindible en el desarrollo de la isla como guarida bucanera. El primero de los grandes gobernadores pro-bucaneros de la isla fue Edward D’Oyley. Su predecesor, Robert Sedgwick, consideraba deshonrosas las expediciones de los bucaneros, pero las toleraba. D’Oyley apoyaba abiertamente a los bucaneros y sus empresas. Emitía patentes con la única condición de que se le pagara su parte a la corona (y su propia parte también, por supuesto). Durante su administración, el protagonista de los bucaneros fue Christopher Myngs, quien en una expedición a Venezuela acumuló un botín valorado Núñez, 19 en unas 200,000 a 300,000 libras esterlinas. En 1661, D’Oyley fue reemplazado por Lord Windsor. Mientras tanto, ocurría una transición decisiva en Inglaterra, la cual alteró la política del reino hacia España: Carlos II fue restaurado al trono y Cromwell fue depuesto. Como explica Haring, “La guerra que Cromwell había emprendido contra España era esencialmente una guerra del Commonwealth. La corte española estaba en términos amigables con el príncipe exiliado y cuando le fue devuelto su reinado, siguió naturalmente un cese a las hostilidades con España”.18 Carlos II le propuso a Don Luis de Haro, el embajador español en Inglaterra, un armisticio en Europa y América y el reestablecimiento del comercio entre las dos naciones. Sir Henry Bennett, homólogo de Haro en Madrid, le hizo la misma propuesta a Felipe IV. En septiembre de 1660 se proclamó el armisticio, pero las noticias de ello no llegaron a Jamaica hasta febrero del año siguiente y nunca fue puesto en vigor. Lord Windsor fue instruido a seguir tratando de abrir el comercio español, a la fuerza, de ser necesario. Esta iniciativa de paz terminó en 1662, cuando Carlos II se casó con Catalina de Braganza, lo cual implicaba una alianza con Portugal, con quien España se encontraba en guerra. Sin embargo, desde su concepción, la paz de 1660 parecía meramente una medida para aplacar a los españoles. Los ingleses declararon claramente que la paz se extendía a las Indias, pero en Jamaica se interpretó que la paz sólo aplicaba a Europa. Las instrucciones de Windsor dejan en claro la ambivalencia de Inglaterra. Por una parte, pactaban la paz con España, pero por otra, instruían al gobernador de Jamaica a buscar la apertura del comercio forzosamente. Núñez, 20 Windsor siguió apoyando a Myngs, quien llevó a cabo expediciones a Santiago de Cuba y a Campeche en 1662, las cuales enfurecieron aún más a los españoles. Myngs ejemplifica los beneficios mutuos de los bucaneros y los oficiales coloniales: los oficiales usaban a los bucaneros para ayudar a llevar a cabo las políticas de la corona, mientras que los bucaneros aprovechaban la oportunidad de saquear un pueblo portando una patente. Después del saqueo de Campeche, Myngs fue armado caballero por Carlos II. Este gesto comprobó inequívocamente su ambivalencia: por una parte quería aplacar a los españoles con proclamaciones de paz, pero por otra comprendía el valor de los bucaneros para el cumplimiento de sus objetivos en el Caribe. La corona española se quejó ante Carlos II y pidió un fin a las hostilidades en las Indias. Carlos II proclamó otra tregua, la cual tuvo poco impacto en Jamaica. Las patentes siguieron emitiéndose, aunque sin la autorización de la corona, y los oficiales coloniales seguían enriqueciéndose y manteniéndose en buenos términos con los bucaneros, sin los cuales la riqueza de la isla no existiría. En 1664 llegó a Jamaica Sir Thomas Modyford, el último de los gobernadores pro-bucaneros. Al principio de su gestión, trató de hacer las paces con España y abrir el comercio de manera pacífica, siguiendo las instrucciones de su rey: “Su majestad no puede expresar el tamaño de su descontento ante las quejas diarias de violencia y depredaciones hechas a los súbditos del rey de España por barcos pertenecientes a Jamaica”.19 Modyford recibió órdenes explícitas de castigar apropiadamente a quienes violaban la paz con España, es decir, los bucaneros. Los españoles no podían tomar en serio a Modyford mientras que bucaneros con patentes emitidas en Jamaica continuaban acechando sus embarcaciones y poblaciones costeras. Como un gesto de Núñez, 21 su compromiso con la paz, Modyford castigó a varios bucaneros, y las consecuencias de esta acción le hicieron comprender que Jamaica necesitaba a sus piratas. Al ver que Modyford no los apoyaba, los bucaneros comenzaron a irse a La Tortuga, en donde había una actitud más abierta hacia la piratería. El comercio en Jamaica se redujo tanto que Modyford pronto vio su error y decidió apoyar la piratería y le explicó la situación a Sir Henry Bennet, el secretario de estado, quien aprobó de su decisión. Durante la gestión de Modyford, de nuevo tuvieron lugar eventos en Europa que afectaron las actividades de los bucaneros. Inglaterra decidió entrar a la guerra contra los holandeses y sus aliados franceses. Las hostilidades muy pronto llegaron al Caribe, y Modyford contó con los bucaneros para la defensa de Jamaica y para atacar y saquear islas holandesas y francesas. Lucena Salmoral explica las implicaciones de esta guerra para Jamaica y sus bucaneros: Modyford se encontró así frente a los aliados franceses y holandeses, y comprendió que sus fuerzas eran insuficientes para combatir a tantos enemigos. Su única solución era atraerse a su bando a los filibusteros de La Tortuga y Santo Domingo, cosa que empezó a negociar. Los filibusteros le explicaron que ellos se movían exclusivamente por intereses económicos, y no por los políticos. Modyford les ofreció entonces patentes de corso para atacar buques y plazas españolas con tal de que le ayudaran. Esto generalizó la piratería en todo el Caribe. Los ingleses, con sus corsarios y filibusteros contra los demás países: Francia, Holanda y España.20 Fue en este ambiente de piratería generalizada que surgió el protegido más famoso de Modyford. Henry Morgan, el más grande de todos los bucaneros, llevó a cabo varias expediciones cargando patentes emitidas por el gobernador, incluyendo la que lo inmortalizaría: el saqueo de Panamá. Núñez, 22 La expedición de Henry Morgan a Panamá La expedición de Henry Morgan a Panamá, en 1671, es un excelente marco de referencia para examinar cómo los tres niveles de los aspectos legales y políticos de la piratería propuestos en este ensayo funcionaban simultáneamente durante una expedición. Esta expedición siguió las preparaciones típicas de una empresa bucanera, estuvo motivada por conflictos entre ingleses y españoles en el Caribe y en Europa y tuvo enormes repercusiones sobre las relaciones entre las dos naciones. Los antecedentes La expedición de Morgan estuvo motivada por ataques de corsarios españoles a buques de pesca y comercio ingleses. Modyford también propagó el rumor de que los españoles pretendían reconquistar Jamaica con la idea de justificar lo que los españoles ciertamente considerarían un acto de guerra. Este rumor se originó debido a las acciones de Manoel Rivero Pardal, el capitán portugués de un corsario español que atacó naves inglesas, como también uno que otro pueblo en Jamaica durante la primera mitad de 1670. A pesar de que era absurdo pensar que Pardal, o alguna otra expedición española, podía reconquistar Jamaica, sus acciones fueron suficientes para que Modyford emitiera nuevas patentes usando la defensa de la isla como justificación. Fue así que el Consejo de Jamaica instó al gobernador a que “una comisión sea concedida al Almirante Henry Morgan para ser Almirante y Comandante en Jefe de todos los buques de guerra pertenecientes a este puerto y...exigiéndole que con toda presteza los uniera en una sola flota...para atacar, tomar y destruir todas las naves del enemigo que entren en su alcance”.21 El consejo también pidió que la comisión le diera permiso a las fuerzas de Morgan a desembarcar en tierras españolas. Modyford emitió Núñez, 23 la comisión con sus poderes discrecionales, pero informó a las autoridades en Inglaterra con la idea de obtener permiso oficial. Los preparativos Morgan recibió su patente de corso el primero de agosto de 1670. La carta incluía todas las solicitudes del Consejo de Jamaica y también indicaba que, como era usual, los bucaneros (en este caso actuando como corsarios) serían remunerados a través del botín que lograran acumular. Morgan recibió una amplia discreción para lidiar con “las muchas cosas que puedan pasar en esta acción las cuales yo [Modyford] no puedo prever”.22 Esencialmente, Morgan recibió carta blanca para hacer lo que desease a los españoles, con tal que lo hiciese bajo el pretexto de la defensa de Jamaica. Morgan inmediatamente anunció un rendez-vous en Isla Vaca. Ya camino a Isla Vaca, Morgan fue llamado de vuelta a Port Royal y Modyford le informó que había recibido órdenes de Londres de detener todos los ataques a poblaciones españolas. En estos momentos se negociaba del otro lado del Atlántico el Tratado de Madrid, a través del cual Inglaterra se comprometía a cesar toda hostilidad en el Caribe a cambio del reconocimiento por parte de España de las colonias inglesas en el Caribe. No estaba en el interés de Inglaterra atacar a los españoles en esos precisos momentos. Morgan desobedeció esta orden abiertamente, ya que había un asidero legal en la carta del Secretario de Estado Arlington, la cual decía: “Su Majestad me ruega hacerle saber que es su deseo que los corsarios se mantengan en el estado en que se encuentren cuando reciba esta carta, hasta que tengamos una respuesta final de Inglaterra, con la única condición de que los obligue a renunciar a toda Núñez, 24 hostilidad en tierra”.23 En lo que concernía a Morgan y Modyford, ya los corsarios habían zarpado, y se debían mantener en ese “estado”. En Isla Vaca, Morgan reunió 37 barcos y 2000 hombres. Exquemelin describe el rendez-vous de la siguiente manera: “los bucaneros de La Tortuga y Jamaica buscaban ansiosamente formar parte de la flota de Morgan. El éxito de sus viajes previos y la amistad que siempre mostraba hacia los franceses lo hacía muy popular aún entre aquellos que nunca lo habían visto. Cada barco bucanero de La Tortuga fue alistado instantáneamente y se tripuló con cuantos hombres cabían. Los que no conseguían lugar en estos barcos tomaron sus canoas y navegaron a lo largo de la costa para unirse a la flota de Morgan y embarcarse en los buques ingleses”. 24 Cuando estaban listas todas las fuerzas, Morgan llevó a cabo una junta en la cual se decidió que unos cuantos barcos atacarían Riohacha para obtener maíz y que algunos bucaneros irían a cazar a La Española. Estos barcos regresaron cinco semanas después y la flota se desplazó hacia Cabo Tiburón, en donde se redactó la carta de partida. Se determinó que la expedición iría a Panamá. Las otras opciones eran Cartagena y Veracruz, pero ninguna de estas dos era considerada tan rica como Panamá. Según Exquemelin, Morgan y sus capitanes decidieron que éste recibiría la centésima parte del botín. Los otros oficiales decidieron que los capitanes recibirían ocho partes y los cirujanos 200 piezas de ocho aparte de su porción del botín. Toda la tripulación votó a favor de estos términos, y la carta fue firmada primero por Morgan y luego por todos los oficiales y capitanes de la flota. La expedición de Morgan demuestra que aun cuando los bucaneros actuaban Núñez, 25 como corsarios mantenían sus reglas y políticas y usaban los procesos usuales para preparar y regular una expedición. La expedición La expedición de Morgan zarpó el 16 de diciembre de 1670 y llegó a la isla de Santa Catalina o Providencia cuatro día más tarde. Allí derrotaron muy fácilmente a los españoles y encontraron a tres presos que estaban familiarizados con Panamá y Portobelo y servirían como guías. El próximo paso era tomar el castillo de San Lorenzo, a la entrada del Río Chagres, para que los bucaneros pudieran proceder entonces a cruzar el istmo y atacar Panamá. Morgan delegó esta misión al Teniente Coronel Joseph Bradley: “Comprendiendo que el Castillo de Chagres bloqueaba nuestro camino, llevé a cabo un consejo de capitanes en el cual se determinó que atacaríamos el Castillo de Chagres y para este propósito se despacharon 470 hombres en tres barcos bajo en mando del Teniente Coronel Joseph Bradley”.25 Bradley zarpó de Providencia el 30 de diciembre y llegó a San Lorenzo el 2 de enero. La toma de San Lorenzo no fue nada fácil y la fortaleza fue el escenario de una de las batallas más sangrientas jamás peleadas entre españoles y corsarios. Según Exquemelin, sólo 30 de los 314 soldados españoles que guarnecían el fuerte sobrevivieron, y de estos solamente 10 no fueron heridos. Los bucaneros también tuvieron pérdidas considerables: 100 muertos, incluyendo a Bradley, y sesenta heridos. Morgan salió de Santa Catalina unos días después de Bradley y llegó a la boca del Chagres una semana después de la batalla. Dejó una guarnición de 500 hombres y siguió hacia Panamá con 1200 hombres. Los bucaneros subieron el Río Chagres en canoas. Los españoles mientras tanto, al oír noticias de la caída de San Lorenzo, Núñez, 26 concentraron todas las fuerza disponibles en Panamá. Los bucaneros subieron el Chagres y luego continuaron a pie por el Camino de Cruces. Al noveno día, exhaustos y hambrientos, los hombres de Morgan finalmente divisaron la ciudad de Panamá y el Mar del Sur. Al décimo día atacaron la ciudad y derrotaron a los españoles con bastante facilidad, a pesar de que 2400 soldados de infantería y 400 de caballería defendían la ciudad. Morgan y sus bucaneros lograron derrotar las defensas de la ciudad en tan solo tres horas. Los bucaneros luego procedieron a saquear brutalmente la ciudad y sus alrededores por tres semanas y luego partieron hacia San Lorenzo para regresar a Port Royal, no sin antes dejar la ciudad en llamas. Las consecuencias El bucanero promedio que participó en el ataque a Panamá sólo recibió unos 200 pesos de plata. Morgan engañó a sus hombres y se apropió de una gran parte del botín. Las pérdidas españoles fueron millonarias, entre casas, mulas, fortificaciones, armamentos y tesoros, amén de la pérdida de cientos de soldados. Cuando las noticias del ataque llegaron a Madrid los españoles, quienes recién habían firmado el Tratado de Madrid, se sintieron defraudados y engañados. En cambio, Port Royal celebró y Londres reaccionó positivamente, pero guardando cierta discreción para no amargar aún más a los españoles. El gobierno inglés llevó a cabo ciertas medidas simbólicas para aplacar a los españoles. Por ejemplo, Modyford fue depuesto, juzgado y encerrado en la Torre de Londres. A la misma vez, sin embargo, Morgan era armado caballero y nombrado vicegobernador de Jamaica. Lane resume la situación perfectamente: “Claramente, las autoridades y los comerciantes ingleses eran ambivalentes; la piratería servía para enseñarle a los españoles de qué eran capaces Núñez, 27 los ingleses (sin impuestos ni gastos de la corona), pero la piratería ya representaba un peligro a largo plazo para las colonias de Inglaterra en el Caribe”.26 El saqueo de Panamá fue la última gran expedición de los bucaneros que contó con apoyo oficial del gobierno inglés. Jamaica comenzó a acatar el Tratado de Madrid. Ya por la década de 1680, Jamaica y Sainte Domingue, colonia francesa a la cual pertenecía La Tortuga, desarrollaron leyes prohibiendo el oficio de los bucaneros. La segunda mitad del siglo XVII fue un período difícil para España, tanto en las colonias como en la metrópolis y las actividades de los bucaneros tuvieron un impacto debilitante sobre el imperio. Como demuestra la expedición de Morgan, la ambivalencia de los oficiales coloniales ingleses y la misma corona frente a los bucaneros fue un componente clave de la política inglesa en el Caribe. Conclusión La piratería caribeña del siglo XVII, como puede ser visto, tuvo varias facetas legales y políticas sumamente llamativas. En un primer nivel, los bucaneros tenían sus propias leyes y regulaciones para gobernar su comportamiento y sus actividades. En un segundo nivel, los bucaneros funcionaron como instrumentos de la política colonial de los ingleses en el Caribe y fueron un componente crítico en la lucha entre Inglaterra y España en América. La isla de Jamaica no fue sólo la sede principal del gobierno inglés en las Indias Occidentales, sino también la guarida de una multitud de bucaneros que eran apreciados por sus habitantes debido a la riqueza que traían a la isla. En un tercer nivel, los bucaneros tuvieron un gran impacto sobre las relaciones entre Inglaterra y España, y recíprocamente sus actividades fueron afectadas por eventos que tomaban lugar en Europa, como la restauración de Carlos II en 1660 y el Tratado Núñez, 28 de Madrid, en 1670, así como también las continuas guerras entre España, Francia, Inglaterra y Holanda. La expedición de Morgan ilustra el papel de estos tres niveles en una expedición bucanera. En cuanto al primer nivel, Morgan preparó su expedición siguiendo las reglas y tradiciones de los bucaneros: se anunció un rendez-vous, se buscaron provisiones y se redactó una carta de partida, aprobada unánimemente. En cuanto al segundo nivel, Morgan, actuó como corsario, portando una patente emitida por el Gobernador Modyford y se sobrepasó de la órdenes de la corona con permiso del gobernador. Finalmente, en cuanto al tercer nivel, sus ataques a Portobelo, Maracaibo, Puerto Príncipe, Panamá y otros puertos debilitaron al imperio hispánico y sacaron a relucir la vulnerabilidad de las colonias españolas causadas por la difícil crisis económica que atravesaba el país. Finalmente, su ataque a Panamá puso a prueba las recién mejoradas relaciones entre España e Inglaterra, y causó que Inglaterra finalmente implementara el Tratado de Madrid. Los bucaneros fueron un factor imprescindible en el establecimiento formal y definitivo de las colonias inglesas en el Caribe y su reconocimiento por parte de la corona española. * Para los propósitos de este ensayo, las costas caribeñas de lo que hoy en día son Colombia, Venezuela, Panamá y Yucatán se considerarán partes de la Región Caribe. 1 Manuel Lucena Salmoral, Piratas, bucaneros filibusteros y corsarios en América (Madrid: Editorial MAPFRE, 1992), p. 18. 2 Ibid., p. 20. 3 Clarence H. Haring, Buccaneers in the West Indies in the Seventeenth Century (Hamden: Archon Books, 1966), p. 66. “which is merely the French sailor’s way of pronouncing the English word ‘Freebooter’”. * En este ensayo usaré la palabra francesa boucanier al referirme a los cazadores antes de que se volvieran piratas, y la palabra bucanero en español al referirme a ellos una vez convertidos en piratas. 4 Haring, p. 57. 5 Kris Lane, Pillaging the Empire. Piracy in the Americas 1500-1750 (Armonk: M.E. Sharpe, 1998), p. 97. 6 Alexander Olivier Exquemelin, The Buccaneers of America (Baltimore: Penguin Books, 1969), p. 67. “The Spaniards keep the foreign hunters under constant observation, and sometimes murder them if they get the chance. Five companies of Spaniards have been sent out from Santo Domingo to seek out the enemy—but praying Núñez, 29 they won’t find them. They have not the courage to meet them in the open field, but try to spy out their whereabouts and do away with them in their sleep.” 7 Ibid., p. 53 “When a man has finished his service, he seeks out a partner and they pool all they possess. They draw up a document, in some cases saying that the partner who lives longer shall have everything, in others that the survivor is bound to give part to the dead man{s friends or to his wife, if he was married.” 8 Haring, p. 69 “a medley of bizarre laws which had originated among themselves.” 9 Exquemelin, p. 68. “On learning of the rovers’ success, the planters and hunters of Tortuga forsook their plantations and huntinggrounds and looked for means of acquiring ships in which to go and plunder the Spaniards.” 10 Exquemelin, p. 70. “Each bringing what he needs in the way of weapons, powder and shot.” 11 Exquemelin, p. 71. “They cook two meals a day of this meat, without rationing…The captain is allowed no better fare than the meanest on board. If they notice he has better food, the men bring the dish from their own mess and exchange it for the captain’s.” 12 Exquemelin, p. 71 They draw up an agreement or chasse partie, in which is specified what the captain shall have for himself and for the use of his vessel. Usually they agree on the following terms. Providing they capture a prize, first of all these amounts would be deducted from the whole capital. The hunter’s pay would generally be 200 pieces of eight. The carpenter, for his work in repairing and fitting out the ship, would be paid 100 or 150 pieces of eight. The surgeon would receive 200 or 250 for his medical supplies, according to the size of the ship. Then came the agreed awards for the wounded, who might have lost a limb or suffered other injuries. They would be compensated as follows: for the loss of a right arm, 600 pieces of eight or six slaves…The loss of a right leg…brought 500 pieces of eight or five slaves…an eye, 100 or one slave…and a severe internal injury which meant the victim had to have a pipe inserted in his body would earn 500… These amounts having first been withdrawn from the capital, the rest of the prize would be divided into as many portions as men on the ship. The captain draws four or five men’s portions for the use of his ship…and two portions for himself. The rest of the men share uniformly, and the boys get half a man’s share. 13 Lucena Salmoral, pp. 161-62 14 Lucena Salmoral, p. 157 15 Exquemelin, p. 72 “They…see justice done among themselves. If anyone has a quarrel and kills his opponent treacherously, he is set against a tree and shot dead by the one whom he chooses. But if he has killed his opponent like an honorable man— that is, giving him time to load his musket, and not shooting him in the back—his comrades let him go free. The duel is their way of settling disputes.” 16 Lane, p. 105 “…its governors would issue all manners of commissions allowing violent seizure of Spanish vessels and towns. They authorized anything, really, as long as a tithe was paid to the issuing official upon return to the port.” 17 Citado en Peter Earle, , The Sack of Panama (London: Jill Norman & Hobhouse, 1981), p. 49. “In general, there is no other way of making a fortune but by robbing Spaniards since, in Jamaica, it is impossible to make money. On the coasts of the Indies there is much money to be lost, whose owners are unprepared and have a great lack of courage with which to defend themselves, while amongst the aggressors, there is an insatiable desire of riches, great courage and total disdain of risk.” 18 Haring, p. 98. “The war which Cromwell had begun with Spain was essentially a war of the Commonwealth. The Spanish court was therefore on friendly terms with the exiled prince, and when he returned into possession of his kingdom a cessation of hostilities with Spain naturally followed.” 19 Calendar of State Papers, America and the West Indies, 1661-68, No. 753: King to Modyford, 15 June 1664. Citado por Earle, p. 49. “His Majesty cannot sufficiently express his dissatisfaction at the daily complaints of violence and depredations done by ships, said to belong to Jamaica, upon the King of Spain’s subjects.” 20 Lucena Salmoral, p. 181. Núñez, 30 21 Calendar of State Papers, America and the West Indies, 1669-74, Nos. 209-12: Record of the meeting of the Council of Jamaica on 9 July 1670. Citado por Earle, p. 153. “…a commission be granted to Admirall Henry Morgan to bee Admirall and Comander [sic] in Chief of all the ships of warr belonging to this harbour and…requiring him with all possible speed to draw them into one fleet…and to attaque, seize and destroy all the enemy’s vessels that shall come within his reach…” 22 Patente de Modyford a Morgan, citada por Earle, p. 155. “many things which might happen in this action which cannot bee by mee [Modyford] foreseene.” 23 Colonial Office Papers 138/1, pp. 42-3: Arlington to Mmodyford, 12 June 1670. Citado por Earle, p. 155. “His Majesty bids me let you know his pleasure is, that in what state soever the privateers are, at the receipt of this letter, you keep them soe until we have a final answer from Spain with this condition only, that you oblige them to forebear all hostilities on land.” 24 Exquemelin, p. 167 “the Buccaneers of Tortuga and Hispaniola eagery sought to join Morgan’s fleet. The success of his former voyages and the friendship he had always shown towards the French made him popular even with those that had never set eyes on him. Every buccaneer ship in Tortuga was instantly made ready, and took on as many men as it could hold. Those who could not get a place in these ships took to their canoes and sailed along the coast to join Morgan’s fleet and embark on the English ships.” 25 Manuscripts of the British Library, 11268, folio 75. Citado por Earle, pp. 186-185. “Understanding the Castle of Chagres blocked our way, I called a Councell of all the chief captaines where it was determined that we should attacque the Castle of Chagres and forthwith there was dispatched 470 men in 3 shipps under the command of Lt. Col. Joseph Bradley.” 26 Lane, p. 122. “Clearly English authorities and even merchants wanted it both ways; piracy was good for showing the Spaniards what the English were capable of (without taxes and royal expenditures), yet piracy was already recognizable as a long-term danger to the colonies England was settling and developing in the Caribbean.”